De lo pagano a la devoción, entre el don y la disciplina, de lo clásico a la revolución musical, el virtuosismo de Franz Liszt lo sitúa como uno de los pianistas más destacados de la música clásica, junto a otros nombre como Robert Schumann , Felix Mendelssohn o Johannes Brahms .
Liszt , nacido el 22 de octubre de 1811 en Raiding, por esa época Imperio austríaco, desde niño demostró su interés por la música y su talento. Su padre, Adam Liszt, era un talentoso músico, tocaba violonchelo y piano, en la orquesta de la corte del Príncipe de Hungría. Entre ensayos y clases, se convirtió en el primer maestro de su hijo, cuando este tenía apenas seis años.
Con ocho años, tuvo sus primeras presentaciones en su pueblo natal; su padre lo llevó a presentarse en distintas cortes y escenarios, hasta que el pequeño Liszt fue tomando relevancia local. En 1820, un medio local escribió sobre una de sus presentaciones: “La extraordinaria destreza de este joven artista, así como su rapidez y facilidad para leer las piezas más complicadas de un vistazo mientras se las iban colocando, causó una verdadera admiración”.
Con apenas diez años, él y sus padres se mudaron a Viena, capital músical que había visto el surgimiento de grandes músicos como Mozart , Beethoven y estaría por ver a otros como Strauss . Allí, aprendió técnica para piano con Carl Czerny, alumno de Beethoven y composición con Antonio Salieri, director de música de la corte vienesa.
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En Viena conoció a Beethoven y recibió su bendición y, según registra el diario El Clarín, con solo once años cautivó a un público con variaciones de su autoría sobre un vals de Diabelli, lo que lo llevaría a mudarse a París.
Con casi doce años de permanencia en la capital francesa, Liszt se convirtió en un músico prodigio, en políglota también al dominar el alemán, el francés, el italiano y en menor medida el inglés. Conoció a Strauss y al “poeta del piano” Chopin , pero no fue sino hasta 1831 que un músico se convirtió en verdadera inspiración para su carrera.
Ese año escuchó por primera vez a otro prodigio, pero no del piano, sino del violín,Niccolo Paganini , apodado “el violinista del diablo”, en ese instante, Liszt quiso ser para el piano lo que Paganini para el violín.
Liszt fue maestro de piano, director de orquesta y promotor y benefactor de otros compositores y artistas, pero antes de llegar a esa etapa de su vida, y después del concierto de Paganini , compuso, estuvo de gira, se entregó a la fama y se dedicó a extender los límites de las presentaciones de piano hasta llevarlos a los recitales como los conocemos hoy en día.
Hasta Liszt, se acostumbraba que las presentaciones de piano incluyeran las partituras y que el piano estuviera dispuesto de frente al público, pero él, decidió presentar sus obras de memoria y sentarse frente al piano, de tal forma que los espectadores pudieran ver todos sus movimientos, la disposición de su cuerpo y el frenesí que transmitía su postura en algunos momentos de su interpretación.
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Fue aclamado por el público, vivió de gira por unos años e incluso fue adquiriendo una fama de mujeriego y rompecorazones en las ciudades que visitaba. En 1840, Robert Schumann escribió sobre una presentación de Liszt: “Semejante capacidad para subyugar no puede comprobarse en otro artista, exceptuando a Paganini (...) Hay que escucharle y también verle: Liszt no podría de ningún modo tocar desde detrás de los bastidores, porque de esta forma se perdería gran parte de su poesía”.
La pasión y energía desbocada que ponía Liszt en las teclas del piano se trasladó a sus seguidores, que asistían a sus recitales vibrantes e innovadores, eran sus fans, si se quiere decir, y desencadenaron la “lisztomanía” como denominaron al fenómeno musical que despertó el pianista, un término usado por el escritor y poeta Heinrich Heine para describir sus presentaciones en París.
Sin embargo, la vida de estrella no perduró en el tiempo, pues para finales de la década de 1840 decidió terminar con las giras y multitudes para enfocarse en la academia y en sus composiciones. Fue director de música de la corte en Weimar, Alemania por alrededor de trece años, tiempo en el que compuso sus doce poemas sinfónicos.
Además, en ese periodo fue amigo y defensor de la música de Richard Wagner , quien más tarde tomaría por segunda esposa a Cosima Liszt, hija del pianista, más tarde conocida como Cosima Wagner.
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Para 1861 Liszt dio por terminada su estadía en Alemania, para mudarse a Roma, donde dedicó sus composiciones y su arte a la religión, una vocación que retomó, pues aunque sintió un llamado religioso en su niñez, primó la música y la influencia de su padre hacia ella. En roma completó los oratorios Die Legende von der heiligen Elisabeth (1857-62) y Christus (1855-66), así como una serie de obras menores.
Aunque no llegó a ser sacerdote, sí recibió las órdenes religiosas en un monasterio romano y fue nombrado abad. Entre sus obras más destacadas se encuentran su Sonata en Si Menor, de un único movimiento; el Concierto para Piano No. 1 en Mi bemol mayor, S.124 y las cuatro piezas para piano Mephisto Waltzes, inspiradas en Fausto de Goethe.
Su devoción la retrató al escribir sobre su obra: "No compuse mi obra como quien se pone una vestidura eclesiástica... más bien brotó de la fe verdaderamente ferviente de mi corazón, tal como la he sentido desde mi infancia".
El aporte de Liszt al desarrollo de la música clásica está impreso no solo en los recitales de piano actuales, sino en la música de artistas como Claude Debussy, Sergei Rachmaninoff, Camille Saint-Saëns y, por supuesto, Wagner, que se inspiraron en su estilo y composiciones.
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