La oscuridad de la poesía fue constantemente explorada por Charles Baudelaire, un muchachito nacido en París a quien la vida pronto le obliga a hacerse cargo de él mismo, luego de la muerte de su padre. Gracias a una nueva oportunidad de vida que su madre elige, en compañía de un militar restante de la época, Baudelaire recibe educación de altísima calidad y más adelante, estudia leyes en el Lycée Louis-le-Grand.
Todo lo que estaba adornado por la lujuria lo seducía. El vicio y los burdeles se convirtieron pronto en su ventana de apegos profundos y allí vio desvanecerse la fortuna que forjó desde muy joven. Sus amantes iban y venían con las fiestas, algunas se quedaban más de una noche y eran su inspiración por cortos periodos de tiempo, a excepción de Jeanne Duval.
Su camino en la literatura tuvo varias entradas, desde la traducción de la obra de Edgar Allan Poe, hasta la poesía, el ensayo y la crítica de la producción literaria de su momento. Tal nivel de producción y genio le otorgaron un lugar indispensable en la historia de la literatura. A 154 años de su muerte lo recordamos.
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El Abismo
Pascal tenía su abismo, que se movía con él.
—¡Todo es pozo sin fondo, ay, acción, deseo, sueño,
palabra! y a menudo, rozando mis pelos erizados,
he sentido pasar el viento del Miedo.
Arriba, abajo, en todas partes, lo profundo, lo inhóspito,
el silencio, el espacio horroroso y cautivador…
Sobre el fondo de mis noches, Dios, con su dedo sabio,
dibuja una pesadilla multiforme y sin tregua.
Tengo miedo del sueño como se teme un gran túnel,
repleto de vago terror, camino hacia quién sabe dónde;
no veo más que infinito por todas las ventanas,
y mi espíritu, siempre acosado por el vértigo,
envidia la insensibilidad de la nada.
—¡Ah, no poder nunca evadirse de los Números y los Seres!
La fuente de la sangre
A veces me parece que mi sangre sale de mí a borbotones,
lo mismo que una fuente de rítmicos sollozos.
Claramente la oigo fluir con un largo murmullo,
pero me palpo en vano para encontrar la herida.
Por toda la ciudad, como en su propia finca,
ella se extiende, transformando los adoquines en islotes,
apagando la sed de todas las criaturas,
tiñendo de rojo la naturaleza entera.
He rogado muchas veces a los vinos capciosos
que al menos por un día adormezcan el terror que me consume;
¡el vino aclara la vista y agudiza el oído!
He buscado en el amor un sueño que me haga olvidar;
¡pero el amor es para mí solo un colchón de agujas
hecho para dar de beber a esas crueles mujerzuelas!
Alegoría
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Ésta es una mujer de rotunda cadera
que permite en el vino mojar su cabellera.
Las garras del amor , las mismas del granito.
Se ríe de la muerte y la depravación,
y, a pesar de su fuerte poder de destrucción,
las dos han respetado hasta ahora, en verdad,
de su cuerpo alto y firme la altiva majestad.
Anda como una diosa y tiende sultana,
siente por el placer fe mahometana.
Y cuando abre los brazos, sus pechos soberanos
demanda la mirada de todos los humanos.
Ella sabe, ella sabe, ¡oh doncella infecunda!,
necesaria, no obstante a la caterva inmunda,
que la beldad del cuerpo es un sublime don
que de cualquier infamia asegura el perdón.
Ella ignora el infierno y purgatorio ignora,
y mirará por eso, cuando le llegue la hora,
la cara de la muerte en un tan duro momento,
como un niño: sin odio sin remordimiento.
Remordimiento póstumo
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Cuando duermas por siempre, mi amada Tenebrosa,
tendida bajo el mármol de negro monumento
y por tibia morada y por solo aposento
tengas, no más, el antro húmedo de la fosa;
Cuando oprima la piedra tu carne temblorosa,
y le robe a tus flancos su dulce rendimiento,
acallará por siempre tu corazón violento,
detendrá para siempre tu andanza vagarosa.
La tumba, confidente de mi anhelo infinito
(compasivo refugio del poeta maldito)
a tu insomnio sin alba dirá con gritos vanos:
«Cortesana imperfecta -¿de qué puede valerte
denegarle a la Vida lo que hoy llora la muerte»?
Mientras -¡pesar tardío!- te roen los gusanos.
Spleen
Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso,
rico, pero impotente, joven, aunque achacoso,
que, despreciando halagos de sus cien concejales,
con sus perros se aburre y demás animales.
Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
no distrae la frente de este enfermo maldito;
en cripta se convierte su lecho blasonado,
y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,
no saben ya encontrar qué vestido indiscreto
logrará una sonrisa del joven esqueleto.
el sabio que le acuña el oro no ha podido
extirpar de su ser el humor corrompido,
y en los baños de sangre que hacían los Romanos,
que a menudo recuerdan los viejos soberanos,
reavivar tal cadáver él tampoco ha sabido
pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido.
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Obsesión
Vosotros, altos bosques, me amedrentáis como catedrales;
aulláis igual que el órgano; y en nuestros corazones malditos,
cámaras de duelo eterno donde resuenan antiguos estertores,
se repiten los ecos de vuestros De profundis.
¡Océano, te odio! Tus brincos y tumultos
los encuentra mi espíritu en sí; la risa amarga
del hombre derrotado, llena de sollozos y de insultos,
yo la escucho en la risa tremenda de la mar.
¡Cómo me gustarías, oh noche, sin esas estrellas
cuya luz habla un lenguaje consabido!
¡Pues yo busco el vacío, y lo negro, y lo desnudo!
Pero las tinieblas son también ellas lienzos
donde viven, brotando de mis ojos a miles,
seres desaparecidos de miradas familiares.