Luchar contra el olvido inducido por el sistema patriarcal. Poner el foco en las creadoras que trataron de ignorar con el paso de los años, décadas y hasta siglos. La memoria como única fuente de resguardo frente al tiempo. La historia cultural y la tradición literaria de un país no estará jamás completa si solo hablamos sobre los hombres. Por fortuna, los tiempos en que vivimos son un respiro de reivindicación, de igualdad y por supuesto, también de divulgación y formación para las generaciones futuras.
Pilar Quintana sale de un auditorio en una de las bibliotecas públicas de la ciudad que hace unos instantes estallaba en aplausos con alguna de sus palabras para jóvenes, adolescentes y niños en el marco de un concurso nacional. Es una de las figuras más representativas de la literatura en Hispanoamérica y su voz una credencial de calidad. Entre búsquedas para conversatorios, fotos y firmas, logramos entablar una conversación sobre el proyecto de la biblioteca de escritoras colombianas en compañía de otra de las protagonistas de esta historia: Natalia Mejía, una de las asistentes editoriales del proyecto.
Todo inició en 2017, como suele ocurrir en la mayoría de los casos, con una pregunta: ¿Cuál es la tradición literaria de escritoras en Colombia? Después de que Pilar Quintana junto a otras escritoras se unieran dentro del movimiento "Colombia tiene escritoras" para hacerle frente de forma mediática y cultural a la representación de la literatura en el país que para ese entonces en eventos como el de la Biblioteque de l’Arsenal de París , la delegación estaba conformada solo por hombres blancos.
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Aunque podemos rastrear un poco el origen de este proyecto con la polémica surgida en 2017 con la elección para un evento internacional de 10 escritores como representación de la literatura colombiana, ¿cuándo pasa de ser una idea a convertirse en un proyecto como tal?
Pues para mí empezó cuando hubo esa polémica en redes de "Colombia tiene escritoras" y luego de esa polémica nos reunimos varias escritoras y empezamos a armar una base de datos de escritoras colombianas y eran un mundo. Y yo no había leído a casi ninguna, máximo cinco contemporáneas. Uno quejándose y diciendo que Colombia tenía escritoras y yo, ¡La propia escritora no conocía la tradición literaria de la literatura hecha por mujeres!
Y empecé a recordar que en mi colegio, que tenía énfasis en literatura para las que estábamos en B, habíamos leído bastante: clásicos colombianos y de afuera, escritoras de afuera, pero no leí ninguna escritora clásica colombiana. Ahí me empezó esa inquietud, y un día estaba en un programa trabajando como contratista del ministerio con un proyecto llamado "Mujeres narran su territorio" y tuve una reunión con María Orlanda Aristizábal y vi la Biblioteca de literatura afrocolombiana y les dije: " ¿Se imaginan una biblioteca de escritoras? " y María Orlanda, que es una cómplice maravillosa, que es un mujer muy pila, que se da cuenta e investiga que necesita el medio literario patinó el proyecto en el Ministerio. Se consiguió la plata y formamos un grupo editorial en la primera fase dónde estábamos: Natalia Mejía como asistente editorial, María Antonia León y yo. Hicimos la investigación y vimos que era un proyecto tan grande que entre tres personas no podíamos tomar las decisiones editoriales, si no que debíamos conformar un comité editorial donde había escritoras, editoras, gestoras culturales, libreras y personas del medio. Incluyendo dos hombres, un librero que me parecía clave, que se ha leído toda la tradición literaria de Colombia y dos, Felipe Gonzáles, el editor de Laguna que descubrimos, era la única editorial que había publicado más mujeres que hombres.
Y entonces, con ese comité editorial, ya empezamos a conformar el proyecto, a ver que se necesitaba: Cuáles eran las urgencias, cómo debía ser la biblioteca, cómo debían ser los libros, qué autoras debían estar, qué libros debían estar y que no nos correspondía hacer como biblioteca de escritoras colombianas.
Me pregunto empezando: ¿cómo se vendió la idea? y ¿si tuvieron algunos problemas para presentarla o simplemente todo fue muy orgánico?
Todo fue orgánico. En ese momento, la directora de arte era Amalia de Pombo y le pareció divino el proyecto y nos dijo algo muy clave, que fue que las bibliotecas del Ministerio generalmente salen y se quedan en las bibliotecas y las conocen solamente los expertos, la gente que va y busca porque quiere leer literatura afro colombiana, o porque quiere leer literatura indígena colombiana o porque quiere leer a las mujeres.
Ella dijo, yo no quisiera esto para esta biblioteca porque este es un proyecto muy bonito. Entonces ella hizo que hiciéramos una alianza con editoriales independientes para que los libros no se vayan solamente a las bibliotecas públicas, sino que además, circulen en el mercado y puedan ser comprados y adquirido. Ese fue un punto clave, pero yo creo que el proyecto lo que tuvo desde siempre fue aliados, no, no hubo oposición de ningún tipo.
Cuando ya está la idea, ¿cómo empieza la investigación?, ¿cuáles eran los criterios de evaluación?
Mira, la persona que más ha estudiado a las escritoras mujeres en Colombia es Luz Mary Giraldo. Nosotras nos leímos a toda Luz Mary, sus ensayos, sus antologías, y ahí empezamos a tener la base de datos de escritoras. Natalia y María Antonia empezaron a ver: cuántas escritoras hay vivas, muertas, etc.
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Teníamos la base de datos de "Colombia tiene escritoras" que Catalina Holguín que había hecho esa base de datos nos la pasó y luego, conformamos un cuerpo con este mundo de autoras. Luego con el comité editorial dijimos: " ¿Qué tiene que hacer esta biblioteca?". Muy rápido llegamos a que esta biblioteca no le corresponde hacer una promoción de las autoras contemporáneas vigentes. Eso le corresponde al mercado, a las editoriales, a los lectores. La urgencia es rescatar a autoras que eran grandes autoras, autoras clásicas, que nadie ha leído. Todos en el Colegio leemos María, de Jorge Isaacs, pero nadie se lee Una holandesa en América , de Soledad Acosta de Samper, que es un libro no solo comparable a María , sino que además a mí me hubiera servido tanto leer a Soledad Acosta de Samper en el colegio, porque yo crecí con la idea de que la mujer ideal era María, una boba que no lee y obediente. En cambio, Soledad Acosta tiene una heroína de la misma época que es lectora, que no quiere casarse, que quiere trabajar, que busca el conocimiento y la libertad. Existía la sensación que a nosotros se nos había negado una parte de nuestra tradición literaria, que esta biblioteca lo que tenía que hacer era esa parte de traerla a la luz.
Y estas decisiones nunca las tomamos solas, sino que a todo el comité editorial le preguntábamos quiénes tienen que estar y qué libros tienen que estar en esta biblioteca. Luego viene el proceso de cuando ya teníamos el listado de autoras. Después vino un tema difícil que es el de los derechos. Había dos autoras libres de derechos que debían estar, pero la mayoría de las autoras murieron hace menos de 80 años y entonces tenían derechos y la negociación no es tan fácil.
Hubo algunas autoras a las que sencillamente no pudimos publicarlas porque no tienen herederos, otras cuyos herederos no son sus hijos, ni su sobrino, ni sus nietos, sino alguien muy lejano que no está enterado de la importancia de su tía tatarabuela o otros casos que tienen agentes que no les interesaba el proyecto.
Y bueno, ¿cómo se llega al número de 18 autoras?
Este número mágico, es porque las otras colecciones del Ministerio tienen 18 títulos. Entonces siempre sabíamos que era un número muy estrecho. Y al principio pensábamos era que debemos hacer más bien una colección de libros, porque son tantas autoras que como vamos a publicar solo 18. Entonces dijimos hagamos esta biblioteca de 18 y luego a ver si logramos seducir al Ministerio para que más adelante complemente la biblioteca de escritoras colombianas con una colección donde podamos meter las que se nos quedaron por fuera en una colección de antologías.
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¿Cómo fue enfrentarse a la censura en un proceso de reedición? ¿Cómo fue también ese proceso de ya tener definida la obra y ver si tenía censura?
Mira que teníamos una obra que salió publicada en una editorial reconocida en su momento, es una obra reciente. El heredero nos dijo "yo quiero enviarles el original de la autora" y cuando lo tuvimos nosotras cogimos las dos versiones y no podíamos creer la diferencia. Entonces, inmediatamente lo llamamos a preguntarle: "¿Qué pasó?". Pues resulta que en su momento era una obra polémica porque aunque es una obra de ficción está basada en los expedientes del proceso 8000 y fue una obra que fue sometida en su momento a censura.
El manuscrito original estaba sin editar, entonces nos tocó editarlo desde el principio. La verdad, no encontramos resistencia tampoco dentro del Ministerio. Apenas yo llegué con el caso y la directora de artes, Amalia de Pombo, dijo, claro que tiene que salir el manuscrito original de la autora, entonces hubo mucho respeto en ese sentido.
¿Sientes que este proyecto hubiese sido posible antes o sientes que es un proyecto muy acorde a los tiempos que estamos viviendo?
Yo creo que hubiera sido imposible antes. Cuando yo empecé a publicar directamente la llamada literatura femenina era literatura menor y trataba esos temas de las mujeres como la maternidad, la casa. Y eso era visto como poco literario, de poco valor literario. Y creo que los movimientos feministas y este, como llamado boom de escritoras latinoamericanas, pues ha hecho que eso se revalúe mucho y que la maternidad sea vista como un tema con alto vuelo literario, que los temas de las que tradicionalmente han tratado las mujeres sean visto cómo literarios. Ahora en esta colección hay poemas sobre el aborto, hay mujeres dando teta, hay historias de mujeres, pero también hay historias de guerra, de todo.
Hay ciertas autoras que no les gustan las antologías porque sienten eso que decías, que esa clasificación de "literatura de femenina" les baja el escalón. ¿Cómo le responde un poco la biblioteca a este tipo de posiciones?
Es que no las leímos, ni en el colegio, no las leímos en la universidad, no las hemos leído porque están descatalogadas. Y esta es la posibilidad de leerlas y son autoras que necesitaban ser rescatadas, digamos, en la colección esta María Mercedes Carranza, que no necesitaba ser rescatada, pero este libro que hicimos decidimos incluirlo porque es un libro supremamente personal que hizo su hija Melibea y ella traza como el camino de su mamá hacia el suicidio. Entonces es una cosa bellísima.
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Pero pues es que era absolutamente necesario hacerlo porque los libros de estas mujeres, si vos quieres leerlos, te toca ponerte botas de lluvia, subirme al bus, ir a la biblioteca, que me lo dejen leer ahí, en la biblioteca, preguntarle, "Oye, ¿Le podría tomar fotos para poder leer estos libros?" Entonces, pues era necesario porque necesitamos que estén.
La biblioteca, está conformada por las autoras: Maruja Vieira, Francisca Josefa de Castillo, Soledad Acosta de Samper, Berichá, Albalucía Ángel, Meira Delmar, Hazel Ronbinson Abrahams, Amalialú Posso Figueroa, Teresa Martínez de Varela, María Mercedes Carranza, Elisa Mújica, Flor Romero de Nohra, Silvia Galvis, Amira de la Rosa, Helena Araújo, Sofía Ospina de Navarro, Emilia Pardo Umaña y Emilia Ayarza.
La colección estará disponible en todas las bibliotecas públicas del país que irá de la mano con una estrategia de difusión pedagógica en ferias de libros, conversatorios y talleres donde se acercarán también a los profesores de colegios y universidades a los cuáles se les darán pautas para utilizarlos en sus clases. Además 11 de ellos estarán disponibles para su venta al público.
Como si la belleza del proyecto por si solo no fuese suficiente, me permito citar el poema con el que cierra la nota editorial Pilar Quintana para la colección que encarna el espíritu de una biblioteca librando una cruzada contra el olvido:
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"El nombre de antes", de Maruja Vieira:
Defenderé tu rostro
y tu nombre
de los años
que se acumulan
como piedras rotas.
Defenderé tu voz,
tus palabras,
de estos largos silencios
que pesan sobre mis labios.
Defenderé tu luz
de esta sombra.