CUANDO HAY ALGO AFUERA QUE ME ASUSTAno ladrotrato de imaginar que lo abrazoy recién cuando la mesa para el té está puestamiro de reojo mi artilleríatanto que no conozcoque trato de que me salgan más brazos como una estrella de maraunque sean chiquitosun gesto desesperado para con lo ajenoIMPRECISIONESque lo que digo aún no exista que lo que hago no tenga nombre que lo que soy no se sepaque lo que ando sea barrosoque lo que se ve de mi sea desdibujado que lo que decís de mi sea un murmullo que lo que veo de vos sea traslúcido que lo que digo de vos sea un silbido que las palabras que tengo no alcancen para nombrar las cosas que lo que esté por venir sea libre de precisiones¿CÓMO LLEGAMOS HASTA ACA?hoy me desperté siendo un ciempiés y me sentí como en casa salimos corriendo al patioyo iba más lento más largote reíste y echaste al suelo para imitarmeahí me puse de piecomo pudey empecé a correr sobre dos de las cien patitaspasó que las otras noventa y ocho corrían para arriba y salí volando, pudiste agarrame la patita noventa y nuevey acá estamos llegando a Júpiter, me decísdejá de correr, pienso pero no logro pensarlo cien vecesELLA LO LAMEél se deja hasta que se cansa y la muerde ella lo arañapero suave y se vaél se lameél me lameella y yo esperamos a que vuelvacasaes un lugar donde las cosas se pueden hacerporque aunque sea un terremotoadentro, tan adentro hay siempre una lengua que llega a lamerteNUESTRO SANTUARIOmami, de grande me abrazaste con toda la fuerza que no tuviste cuando era chiquitasomos una estampita, mami un santuariode velas encendidas, deseos y ladrillo a la vista🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Elena Garro es un nombre que, como el de tantas mujeres de su tiempo, fue condenado a la penumbra por las instituciones literarias patriarcales. Pero en los contornos de esa penumbra se encuentra una obra monumental, que no solo anticipó movimientos literarios de gran envergadura, sino que también abrió una grieta en la narrativa hispanoamericana para que entrara una nueva sensibilidad. La autora mexicana, nacida en Puebla en 1916, está lejos de ser un simple pie de página en la literatura del siglo XX; su obra exige una relectura crítica que trascienda las simplificaciones de los lugares comunes y la reducción de su figura a una mera anécdota biográfica.El contexto y las novelasLa literatura de Garro está profundamente arraigada en el realismo mágico, aunque resulta insuficiente encasillarla exclusivamente en este movimiento. Su primera novela, Los recuerdos del porvenir (1963), se publicó poco antes de que Gabriel García Márquez revolucionara el panorama literario con Cien años de soledad (1967). En ella, Garro narra la historia del pueblo ficticio de Ixtepec, atrapado en el ciclo interminable de la revolución y la traición. Pero no es solo la estructura circular del tiempo lo que destaca, sino también la voz narradora: el pueblo mismo, convertido en testigo y protagonista. Esta innovación narrativa desarticula las líneas entre lo individual y lo colectivo, entre el mito y la historia.En Los recuerdos del porvenir, Garro escribe: “El tiempo no pasa en Ixtepec, sólo da vueltas alrededor de su propia sombra”. Esta frase encapsula su obsesiva preocupación por el tiempo, que no es lineal ni redentor, sino una espiral asfixiante. A través de esta narrativa, la autora nos obliga a confrontar la alienación de las comunidades rurales mexicanas en el contexto de las promesas incumplidas de la revolución.Feminismo y resistenciaEl trabajo de Garro también ofrece un prisma crítico para entender el patriarcado y la opresión sistémica. Sus personajes femeninos, a menudo marginados o incomprendidos, no son simplemente víctimas; encarnan una resistencia silenciosa, a veces casi imperceptible, pero siempre persistente. En cuentos como “La culpa es de los tlaxcaltecas”, incluidos en el libro La semana de colores 1964), Garro explora cómo las mujeres son condenadas a vivir en la intersección de temporalidades dispares: el pasado prehispánico y el presente opresivo. Laura, la protagonista, se mueve entre estas dos realidades, cuestionando la narrativa histórica oficial y reivindicando un espacio propio.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí“La historia no tiene sentido porque la inventaron los hombres”, afirma uno de sus personajes. Esta línea no solo denuncia la exclusión de las mujeres de los relatos oficiales, sino que también subraya el compromiso de Garro con una narrativa que desafía las jerarquías establecidas.Una figura incomprendidaEs imposible analizar la obra de Elena Garro sin enfrentar la controversia que envolvió su vida. Su matrimonio con Octavio Paz, su supuesto involucramiento en el movimiento estudiantil de 1968 y su posterior autoexilio en Europa han sido temas recurrentes en la discusión pública. Sin embargo, estas biografías escandalosas a menudo han ensombrecido su legado literario. Para Garro, el acto de escribir era un acto de supervivencia: “Escribo porque el silencio es peor que la muerte”, declaró en una entrevista.El tratamiento que recibió por parte del círculo literario mexicano también refleja las tensiones de género en la esfera pública. Garro fue condenada al ostracismo, tanto por su relación con Paz como por sus críticas hacia la intelectualidad de izquierda en México. Pero esta exclusión también le permitió desarrollar una obra profundamente independiente, libre de las restricciones de los cánones literarios de su tiempo.También puede leer: ¿Por qué Clarice Lispector se considera una escritora única y peculiar?El impacto y el futuroEn los últimos años, el trabajo de Elena Garro ha comenzado a recibir el reconocimiento que merece. Su inclusión en estudios académicos y antologías internacionales señala un cambio en la percepción de su importancia. Pero aún queda mucho por hacer. Leer a Garro es enfrentar una literatura que desafía las narrativas fáciles, que exige una reflexión profunda sobre la memoria, el tiempo y las estructuras de poder.Como dijo en una ocasión: “Escribir es descubrir lo que no sabía que sabía”. Elena Garro descubrió verdades que incomodan y que iluminan, y es esta incomodidad, esta iluminación, la que asegura su lugar en el panteón de los grandes narradores del siglo XX.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La mujer rotaLunes 13 de septiembre. Las Salinas.Extraordinario decorado el de este bosquejo de ciudad abandonada en los confines de un pueblo y al margen de los siglos. Bordeé la mitad del hemiciclo, subí por las escalinatas del pabellón central: contemplé largo rato la sobria majestad de estas construcciones edificadas con fines utilitarios y que nunca sirvieron para nada. Son sólidas, son reales: sin embargo, su abandono las transforma en un simulacro fantástico: uno se pregunta de qué. La hierba tibia, bajo el cielo de otoño, y el olor de las hojas muertas me aseguraban que no había abandonado este mundo, pero había retrocedido doscientos años atrás. Fui a buscar unas cosas en el auto; extendí una manta, almohadones, puse la radio a transistores, y fumé mientras escuchaba Mozart. Detrás de dos o tres ventanas polvorientas adivino presencias: sin duda son oficinas. Un camión se detuvo ante uno de los portones, unos hombres abrieron, cargaron bolsas en la parte trasera del vehículo. Ninguna otra cosa ha alterado el silencio de esta siesta: ni un visitante. El concierto terminado, me puse a leer. Doble sensación de extrañamiento: me iba muy lejos, a orillas de un río desconocido; alzaba la vista y volvía a encontrarme en medio de estas piedras, lejos de mi vida.Porque lo más sorprendente es mi presencia aquí, la alegría de esta presencia. La soledad de este regreso a París me atemorizaba. Hasta ahora, a falta de Maurice, las niñas me acompañaban en todos mis viajes. Creí que iba a echar de menos los entusiasmos de Colette, las exigencias de Lucienne. Y resulta que me es devuelta una calidad de alegría olvidada. Mi libertad me rejuvenece veinte años. A tal punto que, cerrado el libro, me puse a escribir para mí misma, como a los veinte años. Nunca dejo a Maurice sin apenarme. El congreso dura solamente una semana y, sin embargo, mientras íbamos en auto desde Mougins hasta el aeródromo de Niza, tenía la garganta anudada. El también estaba emocionado. Cuando el altoparlante llamó a los pasajeros para Roma, me abrazó fuertemente: "No te mates con el auto. —No te mates en el avión." Antes de desaparecer, volvió una vez más la cabeza hacia mí: en sus ojos había una ansiedad que me ganó. El despegue me pareció dramático. Los cuatrimotores alzan vuelo lentamente, en un largo hasta la vista. El jet se arrancó del suelo con la brutalidad de un adiós.Pero pronto empecé a alegrarme. No, la ausencia de mis hijas no me entristecía: al contrario. Podía conducir tan rápidamente, tan lentamente como quería, ir adónde deseaba, detenerme cuando me daba la gana. Decidí pasar la semana vagabundeando. Me levanto con la luz. El auto me espera en la calle, en el patio, como un animal fiel; está húmedo de rocío; le seco los ojos y atravieso alegremente el día que comienza a solearse. A mi lado está el bolso blanco con los mapas Michelin, la Guía Azul, libros, un cardigan, cigarrillos: es un compañero discreto. Nadie se impacienta cuando pregunto a la patrona de la hostería su receta del pollo con cangrejos.Está por caer la noche pero todavía está tibio. Es uno de esos instantes conmovedores en que la tierra está tan de acuerdo con los hombres que parece imposible que todos no sean felices.Martes 14 de setiembreUna de las cosas que encantaban a Maurice es la intensidad de lo que él llamaba mi "atención a la vida". Durante esta breve intimidad conmigo misma, se ha reanimado. Ahora que Colette está casada, Lucienne en Norteamérica, tendré tiempo para cultivarla. "Vas a aburrirte. Deberías conseguir un empleo", me dijo Maurice en Mougins. Insistió. Pero, por el momento, en todo caso, no tengo ganas. Quiero vivir por fin un poco para mí. Y aprovechar con Maurice esta soledad de dos de la cual tanto tiempo estuvimos privados. Tengo un montón de proyectos en la cabeza.Viernes 17 de setiembreEl martes llamé por teléfono a Colette: estaba con gripe. Protestó cuando le dije que volvía enseguida a París, Jean-Pierre la cuida muy bien. Pero yo estaba inquieta, regresé ese mismo día. La encontré en cama, muy enflaquecida; tiene fiebre todas las noches. Ya en agosto, cuando la acompañé a la montaña, su salud me inquietaba. No veo la hora de que Maurice la examine y me gustaría que consultara a Talbot.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíAquí estoy, con otra protegida a mi cuidado. Cuando dejé a Colette, el miércoles después de cenar, el tiempo estaba tan agradable que fui en auto hasta el Quartier Latin; me senté en las mesas de la vereda, fumé un cigarrillo. En la mesa de al lado estaba una chiquitina que devoraba con los ojos mi paquete de Chesterfield; me pidió un cigarrillo. Le hablé; eludió mis preguntas y se levantó para irse; alrededor de quince años, ni estudiante ni prostituta, me intrigaba; le propuse llevarla a su casa en auto. Se negó, vaciló, y terminó por confesar que no sabía adónde ir a dormir. Por la mañana se había escapado del Centro en el cual la había alojado la Asistencia Pública. La tuve en casa dos días. Su madre, más o menos retardada, su abuelo, que la detesta, han renunciado a sus derechos sobre ella. El juez que se ocupa de su caso le ha prometido enviarla a un Hogar adonde le enseñarán un oficio. Mientras tanto, vive "provisoriamente" desde hace seis meses en esa casa de la cual no sale nunca —salvo el domingo para ir a misa, si quiere— y donde no le dan ninguna tarea para hacer. Están allí, unas cuarenta adolescentes, materialmente bien cuidadas, pero que languidecen de aburrimiento, de desgano, de desesperación. Por la noche, se le da a cada una un somnífero. Se las arreglan para no tomarlo y guardarlo. Y un buen día, se tragan de golpe toda la reserva. "Una fuga, una tentativa de suicidio: es lo que hace falta para que el juez se acuerde de una", me dijo Marguerite. Las fugas son fáciles, frecuentes, y si no duran mucho tiempo no acarrean consecuencias.Le juré que removería cielo y tierra para conseguir que la transfieran a un Hogar y se dejó convencer para regresar al Centro. Yo hervía de cólera cuando la vi franquear la puerta, cabizbaja y arrastrando los pies. Es una hermosa jovencita, nada tonta, muy gentil, y que no pide otra cosa que poder trabajar: le están masacrando su juventud; a ella y a millares de otras. Mañana hablaré por teléfono al juez Barron.¡Qué duro es París! Aun en estos pegajosos días de otoño, esa dureza me oprime. Esta noche me siento vagamente deprimida. Hice planes para transformar la pieza de las chicas en un living más íntimo que el escritorio de Maurice y la sala de espera. Y me doy cuenta de que Lucienne ya no vivirá nunca más aquí. La casa estará tranquila, pero muy vacía. Me atormento sobre todo por Colette. Felizmente, Maurice regresa mañana.Miércoles 22 de setiembreÉsta es una de las razones —la principal— por las cuales no tengo ninguna gana de atarme a una tarea: difícilmente soportaría no estar totalmente a disposición de quienes me necesitan. Paso casi todo el día a la cabecera de la cama de Colette. Su fiebre no baja. `No es grave", dice Maurice. Pero Talbot pide que le hagan análisis. Ideas aterradoras me pasan por la cabeza.El juez Barron me recibió esta mañana. Muy cordial. El caso de Marguerite Drin le parece lamentable: y hay millares parecidos. El drama es que no existe ningún lugar para alojar a estas niñas, no hay personal capaz de ocuparse de ellas adecuadamente. El gobierno no hace nada. Entonces, los esfuerzos de los jueces, de las asistentes sociales se estrellan contra una pared. El Centro donde se encuentra Marguerite no es más que un lugar de tránsito; al cabo de tres o cuatro días, hubieran debido mandarla a otra parte. ¿Pero adónde? No hay nada. Las niñas se quedan allí, donde no se ha previsto nada para ocuparlas en algo ni para distraerlas. Así y todo, tratará de encontrar un lugar, en algún sitio, para Marguerite. Y va a recomendar a las asistentes del Centro que me autoricen a verla. Los parientes no han firmado el papel que los privaría definitivamente de sus derechos pero no se trata de que nuevamente se hagan cargo de la niña; ellos no lo desean y también para ella sería la peor solución.Salí de Tribunales irritada contra la incuria del sistema. El número de delincuentes jóvenes aumenta; y no se encara otra medida que redoblar la severidad.Como me encontraba ante la puerta de la Sainte-Chapelle, entré, subí por la escalera de caracol. Había turistas extranjeros y una pareja que contemplaba los vitrales, tomada de la mano. En lo que a mí respecta, no miré muy bien. Nuevamente pensaba en Colette y me inquietaba.Y me inquieto. Imposible leer. La única cosa que podría aliviarme sería conversar con Maurice: no estará aquí antes de la medianoche. Desde su regreso de Roma pasa las veladas en el laboratorio con Talbot o Couturier. Dice que se están acercando al objetivo. Puedo comprender que lo sacrifique todo a sus investigaciones. Pero es la primera vez en la vida que tengo una gran preocupación sin que él la comparta.Sábado 25 de setiembreLa ventana estaba a oscuras. Me lo esperaba. Antes —¿antes de qué?—, cuando por excepción yo salía sin Maurice, al volver había siempre un rayo de luz entre las cortinas rojas. Yo subía los dos pisos corriendo, tocaba el timbre, demasiado impaciente como para buscar mi llave. Subí sin correr, metí la llave en la cerradura. ¡Qué vacío estaba el departamento! ¡Qué vacío está! Evidentemente, puesto que no hay nadie adentro. Pero no, de costumbre, cuando regreso a casa reencuentro a Maurice, aun en su ausencia. Esta noche las puertas se abren ante habitaciones desiertas. Las once. Mañana se sabrán los resultados de los análisis y tengo miedo. Tengo miedo, y Maurice no está aquí. Ya lo sé. Es preciso que sus investigaciones lleguen a su fin. Así y todo, estoy enojada con él. "¡Te necesito y no estás aquí!" Tengo ganas de escribir estas palabras sobre un papel que dejaría a la vista en el vestíbulo, antes de irme a acostar.…Regué las plantas; empecé a arreglar la biblioteca y me detuve. Me sorprendió su indiferencia cuando le hablé de instalar este living. Tengo que confesarme la verdad; siempre deseé la verdad, si la obtuve es porque la quería. ¡Pues bien! Maurice ha cambiado. Se ha dejado devorar por su profesión. Ya no lee. Ya no escucha música. (Me gustaba tanto nuestro silencio y su rostro atento cuando escuchábamos Monteverdi o Charlie Parker.) Ya no nos paseamos juntos por París y los alrededores. Ya casi no tenemos verdaderas conversaciones. Empieza a parecerse a sus colegas que no son más que máquinas de hacer carrera y ganar dinero. Soy injusta. El dinero, el éxito social, se mata de risa de eso. Pero desde que, en cuenta de mi opinión, hace diez años decidió especializarse, poco a poco —y eso es precisamente lo que yo temía— se ha empobrecido. Incluso en Mougins, este año, me pareció lejano: ávido por reencontrar la clínica y el laboratorio; distraído y hasta moroso. ¡Vamos!, mejor decirme a mí misma la verdad hasta el fin. En el aeródromo de Niza sentía el corazón oprimido a causa de esas opacas vacaciones que dejábamos detrás. Y si en las salinas abandonadas conocí una felicidad tan intensa fue porque Maurice, a cientos de kilómetros, volvía a serme cercano. (Curiosa cosa un diario: lo que uno calla es más importante que lo que anota). Se diría que su vida privada ya no le concierne. La primavera pasada, ¡con qué facilidad renunció a nuestro viaje por Alsacia! Sin embargo, mi decepción lo afligió. Le dije alegremente: "¡La curación de la leucemia bien merece algunos sacrificios!" Pero, antes, para Maurice la medicina significaba personas de carne y hueso que había que aliviar. (Estaba tan decepcionada, tan desamparada durante mi permanencia en Cochin, por la fría benevolencia de los jefes de sala, por la indiferencia de los estudiantes: y en los hermosos ojos melancólicos de ese externo encontré una angustia, una rabia semejantes a las mías. Creo que lo amé desde ese instante.) Tengo miedo de que ahora para él, sus enfermos no sean sino casos. Saber le interesa más que curar. Y hasta en sus relaciones con quienes lo rodean se vuelve abstracto, él, que era tan vivaz, tan alegre, tan joven a los cuarenta y cinco años como cuando lo encontré… Sí, algo ha cambiado puesto que escribo acerca de él, de mí, a sus espaldas. Si él lo hubiera hecho, me sentiría traicionada. Éramos, el uno para el otro, una absoluta transparencia.Aún lo somos; mi cólera nos separa: le será fácil desarmarla. Necesitaré un poco de paciencia: después de los períodos de agotamiento viene la bonanza. El año pasado también trabajaba frecuentemente por las noches. Sí, pero yo tenía a Lucienne. Y, sobre todo, nada me atormentaba. Bien sabe él que en este momento no puedo leer ni escuchar discos, porque tengo miedo. No dejaré ninguna nota en el vestíbulo, pero hablaré con él. Al cabo de veinte —veintidós— años de casamiento, uno concede demasiado al silencio: es peligroso. Pienso que me he ocupado demasiado de las chicas todos estos últimos años: Colette era tan apegada y Lucienne tan difícil. Yo no estaba tan disponible como Maurice podía desearlo. Hubiera debido hacérmelo notar en lugar de lanzarse a trabajos que ahora lo alejan de mí. Tenemos que explicarnos.Medianoche. Tengo tanta prisa por verlo, por ahogar esta cólera que todavía protesta dentro de mí, que dejo los ojos clavados en el reloj de péndulo. La aguja no avanza: me exaspero. La imagen de Maurice se deshace; ¿qué sentido tiene luchar contra la enfermedad y el sufrimiento si uno trata a su propia mujer con tanta despreocupación?Eso es indiferencia. Dureza. Es inútil rabiar. Basta. Si los análisis de Colette son desfavorables, mañana voy a necesitar de toda mi sangre fría. Entonces debo tratar de dormir.Domingo 26 de setiembreAsí que ocurrió. Me ocurrió.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Bajo la premisa de que todos somos héroes que estamos de camino hacia el Olimpo, de que las tramas mitológicas son "metáforas de la realidad humana, con absoluta vigencia por su atemporalidad", Almirall explica en una entrevista que "en los mitos están las claves para descifrar los enigmas que encontramos en nuestro recorrido vital".'Entrar en el Olimpo' (Kairós) está planteado precisamente como una guía para viajar hacia la meta, pues los relatos que en él se describen nos explican diferentes procesos –todos ellos iniciáticos– para que aprendamos cómo atravesar velos, cómo enfrentar encrucijadas o cómo vencer monstruos.El volumen está dividido en dieciocho capítulos, que corresponden a dieciocho figuras arquetípicas, desde Narciso, Prometeo o Perséfone, hasta Psique, Odiseo o Dánae, y en cada uno de ellos la autora explica el mito, analiza su simbolismo y concluye con las enseñanzas prácticas o sabiduría que pueden extraerse de cada uno de los relatos.En un principio, hizo una preselección de 50, posteriormente de 25 hasta destilar la relación a 18, "un número sagrado en muchas tradiciones", recuerda.Sobre la vigencia de la mitología clásica, Almirall apunta que, en general, "tendemos a refugiarnos en el budismo o el hinduismo, que está como muy de moda, pero nuestra tradición occidental también tiene mucho que decir y esa sabiduría está subyacente en todo nuestro imaginario, nuestra manera de pensar, nuestra manera de actuar, porque el pensamiento occidental tiene dos grandes bases que son el cristianismo y el mundo grecorromano, el mundo clásico".De cada mito griego, añade, se puede extraer una serie de conclusiones prácticas, "sabiduría práctica que puede servir para tener una vida mejor, más plena, más amorosa, más bonita".Y aunque no lo parezca, esos mitos sirven cuestiones concretas como "para encajar las momentos difíciles de la vida que te vienen y no sabes muy bien qué hacer con ellos, para cualquier cosa que te suceda, sea buena o mala, porque al final todo es un camino de aprendizaje y de mejora personal, de autoconocimiento, algo que ahora muchos vehiculan a través de un 'coach' de autoayuda".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEstán tan presentes los mitos en la vida actual que "hasta la serie más tonta tiene muchas cosas que ya estaban en los mitos, como los dramas amorosos, los problemas entre padres e hijos".Partiendo de que "el mundo griego era profundamente misógino", Almirall recupera a "todas esas mujeres que a lo mejor han sido tradicionalmente denostadas, como Pandora, que es el ejemplo más clásico, que es casi la Eva bíblica"."En una lectura superficial, Pandora es la curiosa que abre la caja y desata todos los males y el drama, pero en una lectura más profunda, que es la que propongo en el libro, es la valiente que se atreve a abrir una caja de oscuridad que en realidad todos llevamos dentro y a partir de ahí gestionarlo", precisa.Otro ejemplo es Ariadna, "la pobrecita que abandona el héroe y que se queda hecha polvo", un mito al que la historiadora le da la vuelta para presentarla como "ejemplo de superación de una herida de abandono y de cómo superarte, como Ariadna hace al final, con su hilo, el hilo del conocimiento y la sabiduría, que sirve a Teseo para salir del laberinto".Para Almirall, conocer los mitos puede resultar muy útil para cuando, por ejemplo, hacemos turismo: "En cualquier museo la mitología está en todos lados".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"El mal es empoderador, las mujeres no tenemos que caer bien todo el rato", ha dicho en una entrevista. 'Victorian Psycho' se publica este 9 de enero en español, en febrero llegará a Estados Unidos y Reino Unido y en marzo está previsto que arranque el rodaje de la película, que protagonizará Margaret Qualley, actriz en auge tras el éxito de la también por momentos gore 'La sustancia' (The Substance).El de Feito es un caso de éxito singular. De educación cosmopolita -ha vivido y estudiado en París, Londres y Nueva York-, escribe sus novelas en inglés. Dejó la publicidad hace unos años para debutar, en 2022, con 'La señora March', que fascinó a crítica y lectores, y entre ellos a la actriz y productora Elizabeth Moss, que adquirió los derechos cinematográficos."Se me acumulan los proyectos", señala Feito, que explica que el desarrollo de ésta última es más lento al haber un gran estudio detrás, pero sigue adelante con el desarrollo de guion.En cuanto a 'Victorian Psycho' la dirigirá Zachary Wigon y producirá A24, sello convertido en sinónimo de originalidad y éxito tras las oscarizadas 'Todo a la vez en todas partes' (Everything Everywhere All at Once) y 'Moonlight'.Un ataque a la hipocresía y contradicciones de la sociedadLa elección de la época victoriana le parecía interesante por las paradojas que le permitía explorar una época "muy oscura y a la vez muy romántica, acogedora y terrorífica (...), con chimeneas y páramos pero también niños trabajando en las minas y un machismo ridículo".Admite que esa dualidad puede tener algún eco en la época actual. "Quiero creer que hemos mejorado un poco, ya no tiramos orina en cubos por las ventanas y eso es de agradecer", bromea, "pero siempre hay algo de hipocresía y contradicciones en las sociedades".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEscrita en su versión inicial durante la pandemia, Feito asegura que hay algo de ese momento de soledad y de claustrofobia, de estado febril colectivo, que ha impregnado la novela, que ha evolucionado mucho desde entonces."Tuve un proceso de edición muy duro", confiesa la escritora que dice haber sentido mucha presión tras el éxito de su debut, que le valió en el mercado anglosajón comparaciones con Patricia Highsmith. "Era como tener un hijo perfecto, era Mozart, sabes que lo ha hecho todo genial y no te ha dado un disgusto en su vida, pero esta fue más complicada".A Feito siempre le ha interesado comprender el mal y su origen y desde pequeña le atraían libros con un toque de terror o gótico, como 'El jardín secreto' o los de Roald Dahl.Para 'Victorian Pyscho' se ha documentado mucho sobre psicópatas y en su Winifred Notty se pueden encontrar paralelismos con el lado encantador de Ted Bundy o la inteligencia del Patrick Bateman de 'American Psycho'.Con la novela de Bret Easton Ellis comparte además la inspiración del título y el estar escrita en primera persona."Winifred es narcisista, cruel y manipuladora pero se lo está pasando genial y yo eso lo envidio", asegura la escritora, que también se ha inspirado en el humor negro y a veces absurdo de la serie 'Fleabag'. "Estamos un poco cansadas de ser tan apacibles y me alegro de que estén empezando a salir más personajes femeninos con oscuridad".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"La historia con h mayúscula, no la historia que nos cuentan en las universidades, en las escuelas, en Wikipedia, me di cuenta de que está formada por estadísticas. Murieron seis millones, acá tres millones, allá 30. Y esos son números, y me di cuenta de que cada uno de esos números tiene una mirada, un nombre, un anhelo, un sueño, un dolor", expresó Trottner en una entrevista.La escritora confesó haber tratado de convertir la historia “grandotota” de la persecución judía y la de su familia en personal, pero sin olvidar su dimensión "universal para todos aquellos que vivieron esta primera mitad del siglo XX tan turbulenta y trágica".Adaptación de libro a serie'Pronunciaré sus nombres' es la precuela de la anterior novela de Trottner: 'Nadie nos vio partir' (2020), que adaptará Netflix en formato serie en 2025.Esta última cuenta la historia del secuestro de la escritora a sus cinco años por parte de su padre a modo de venganza tras una disputa entre sus dos familias.Aunque en este caso ella no sea la protagonista directa, sus abuelos maternos no fueron solo sus personajes principales, sino los detonadores de un libro en el que narra su huida de Ucrania y Rusia hasta llegar a la comunidad judía mexicana."Cuando empecé a escribir 'Pronunciaré sus nombres' casi al mismo tiempo empezó la guerra en Ucrania. Y yo decía: otra vez Ucrania, otra vez donde mi abuelo, otra vez este mundo, otra vez estas personas teniendo que huir (...) Sin ponerles nombres, sin ponerles miradas, sin entender que son seres humanos cada uno, dejando todo lo que son para tratar de moverse a otro lugar, para tratar de sobrevivir", comentó.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíUna documentación de la memoriaTrottner revela que al reunir toda la información necesaria para la semblanza de su familia sentía "la obligación de honrar a ese pasado para honrar el futuro".Además advierte que no fue sencillo, ya que fue una labor de vida y muchas de las entrevistas a sus familiares se fueron perdiendo entre la memoria y el tiempo desde la primera vez que vio la foto de su abuelo Moishe junto a un barco justo antes de irse a "hacer la América".Esa mirada "lejana y joven" de su abuelo fue la que le animó otra vez a escribir: saber quién era y cómo lo hizo se convirtió en la historia que realmente "necesitaba contar urgentemente"."Yo desde muy chiquita entrevistaba a mis abuelos, tenía este llamado de saber y conocer sus historias. Con mi abuelo jugaba dominó mientras él me iba platicando sus historias. A mi abuela sí la grabé en esta época en que se usaban grabadorcitas chiquitas y cassettes (...) Pero ya se me ha mezclado lo que me contaron", admite la autora.Ante la imposibilidad de recuperar los recuerdos de muchas víctimas fallecidas, Trottner consideró que las generaciones jóvenes "tienen la obligación", si todavía tienen abuelos vivos, de investigar de qué se trata su pasado."Por favor, si tienen abuelos (deben) entrevistarlos, mírenlos a los ojos y reconozcan esa mirada y entiendan su historia porque esa historia es la de ustedes", insiste.Historias que salen de las entrañas Las memorias de Trottner desnudan realidades generacionales a partir de distintas tramas, aunque todas se asemejan al estar escritas desde la máxima "intimidad" posible."Hay una frase que me marcó, un escritor que no se desnuda no merece ser leído. Y yo creo que los lectores saben cuando una historia realmente sale de las entrañas y realmente el escritor está poniendo ahí todas sus verdades", añadió.A pesar de la controversia del desnudo propio y familiar, Trottner siempre se abre a sus verdades porque afirma con firmeza que "si no lo hace desde sus vísceras, no le sale".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Capítulo primeroHe vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me figura que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún misántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo habríamos hecho una pareja ideal de compañeros. Porque ese hombre me ha parecido extraordinario. Y eso que no mostró reparar en la espontánea simpatía que me inspiró. Por el contrario, metió los dedos más profundamente en los bolsillos de su chaleco y sus ojos desaparecieron entre sus párpa-dos cuando me oyó pronunciar mi nombre y preguntarle:-¿El señor Heathcliff?Él asintió con la cabeza.-Soy Lockwood, su nuevo inquilino. Le visito para decirle que supongo que mi insistencia en alquilar la «Granja de los Tordos» no le habrá causado molestia.-Puesto que la casa es mía- respondió apartándose de mí- no hubiese consentido que nadie me molestase sobre ella, si así se me antojaba. Pase.Rezongó aquel «pase» entre dientes, con aire tal como si quisiera mandarme al diablo. Ni tocó siquiera la puerta en confirmación de lo que decía. Esto bastó para que yo resolviese entrar, interesado por aquel sujeto, al parecer más reservado que yo mismo. Y como mi caballo empuja-se la barrera, él soltó la cadena de la puerta y me precedió, con torvo aspecto, hacia el patio, donde dijo a gritos:- ¡José! ¡Llévate el caballo de este señor y danos vino!Puesto que ambas órdenes se dirigían a un solo criado, juzgué que toda la servidumbre se reducía a él. Por eso entre las baldosas del patio medraban hierbajos y los setos estaban sin recortar, sólo mordisqueadas sus hojas por el ganado.José era hombre entrado en años, aunque sano y fuerte. Lanzó un contrariado «¡Dios nos valga!» y, mientras se llevaba el caballo, me miró con tanta malignidad que preferí suponer que impetraba el socorro divino para di-gerir bien la comida y no con motivo de mi presencia.A la casa donde vivía el señor Heathcliff se la llamaba «Cumbres Borrascosas» en el dialecto local. El nombre traducía bien los rigores que allí desencadenaba el viento cuando había tempestad. Ventilación no faltaba sin duda. Se advertía lo mucho que azotaba el aire en la inclinación de unos pinos cercanos y en el hecho de que los matorrales se doblegaban en un solo sentido, como si se proster-nasen ante el sol. El edificio era sólido, de espesos muros a juzgar por lo hondo de las ventanas, y protegidos por grandes guardacantones. Parándome, miré los ornamentos de la fachada. Sobre la puerta, una inscripción decía «Hareton Earnshaw, 15OO». Aves carniceras de formas extrañas y niños en posturas lascivas enmarcaban la inscripción. Aunque me hubiese gustado comentar todo aquello con el rudo dueño de la casa, no quise aumentar con esto la impaciencia que parecía evidenciar mientras me miraba desde la puer-ta como instándome a que entrase de una vez o me marchara.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíPor un pasillo llegamos al salón que en la comarca llaman siempre «la casa», y al que no preceden otras piezas. Esa sala suele abarcar comedor y cocina, pero yo no vi cocina, o mejor dicho no vi signos de que en el enorme larse guisase nada. Pero en un ángulo oscuro se percibía rum,or de cacharros. De las paredes no pendían cazuelas ni utensilios de cocina. En un rincón se levantaba un aparador de roble con grandes pilas de platos, sin que faltasen jarras y tazas de plata. Encima del aparador había tortas de avena y perniles curados de vaca, cerdo y carnero. Col-gaban sobre la chimenea escopetas viejas, de cañones herrumbrosos y unas pistolas de arzón. Se veían encima del mármol tres tarros de vivo colorido. El suelo era de piedra lisa y blanca. Había sillas de forma antigua, pintadas de verde, con altos respaldos.En los rincones se acurrucaban perros. Una hembra con sus cachorros se escondía bajo el aparador. Todo era muy propio de la morada de uno de los cam-pesinos de la región, gente recia, tosca, con calzón corto y polainas. Esas salas y esos hombres sentados en ellas ante un jarro de cerveza espumeante abundan en el país, mas Heathcliff contrastaba mucho con el ambiente. Por lo moreno, parecía un gitano, pero tenía las maneras y la ropa de un hombre distinguido y, aunque algo descuida-do en su indumentaria, su tipo era erguido y gallardo.Dijeme que muchos le tendrían por soberbio y grosero y que, sin embargo, no debía ser ninguna de ambas cosas. Por instinto imagine su reserva, hija del deseo de ocultar sus sentimientos. Debía saber disimular sus odios y simpatías y juzgar impertinente a quien sepermitiera manifestarle los suyos.Es probable que yo me aventurase mucho al atribuir a mi casero mi propio carácter. Quizá él regateara su mano al amigo ocasional, por motivos muy diversos. Tal vez mi carácter sea único.Mi madre solía decirme que yo nunca tendría un hogar feliz y lo que me ocurrió el verano último parece dar la razón a mi progenitora, porque, hallándome en una playa donde pasaba un mes, conocí a una mujer bellísima, realmente hechicera. Aunque nada le dije, si es cierto que los ojos hablan, los míos debían delatar mi locura por ella. La joven lo notó y me correspondió con una mirada dulcísima. ¿Y qué hice? Declaro avergonzado que rectifiqué, que me hundí en mí mismo como un caracol en su concha y que cada mirada de la joven me hacía alejarme más, hasta que ella, probablemente desconcertada por mi actitud y suponiendo haber sufrido un error, persuadió a su madre de que se fuesen.Esas brusquedades y cambios me han valido fama de cruel, sin que nadie, no siendo yo mismo, sepa cuánto error hay en ello.Heathcliff y yo nos sentamos silenciosos ante la chimenea. La perra, separándose de sus cachorros, se acercó a mí, fruncido el hocico y enseñando sus blancos dientes. Cuando quise acariciarla emitió un gruñido gutural.-Déjela -dijo Heathcliff haciendo coro a la perra con otro gruñido y asestándole un puntapié-. No está hecha a caricias ni se la tiene para eso.Incorporóse, fue hacia una puerta lateral y gritó:-¡José!José masculló algo en el fondo de la bodega, mas no apareció. Entonces su amo acudió en su busca. Quedé solo con la perra y con otros dos mastines que me miraban atentamente. No me moví, temeroso de sus colmillos, pero pensé que la mímica no les molestaría y les hice unas cuantas muecas. Fue una ocurrencia muy desgraciada, porque la señora perra, ofendida sin duda por alguno de mis gestos, se precipitó sobre mis pantalones. La repelí y me di prisa a refugiarme tras de la mesa, acto que puso en acción a todo el ejérito caniño. Hasta seis demonios en cuatro patas confluyeron desde todos los rincones en el centro de la sala. Mis talones y los faldones de mi levita fueron los más atacados. Quise defenderme con el hurgón de la lurnbre, pero no bastó y tuve que pedir auxilio a voz en cuello.Heathcliff y José subían con desesperada calma. La sala era un infierno de ladridos y gritos, pero ellos no se apresuraban nada en absoluto. Por suerte, una rolliza criada acudió más deprisa, arremangadas las faldas, rojas las mejillas por la cercanía del fogón, desnudos los brazos y en la mano una sartén, merced a cuyos golpes, acompañados por varios denuestos, se calmó en el acto la tempestad. Al entrar Heathcliff, ella, agitada como el océano tras un huracán, campeaba en medio de la habitación.-¿Qué diablos ocurre? -preguntó mi casero con tono que juzgué intolerable tras tan inhospitalario acontecimiento.-De diablos es la culpa -respondí-. Los cerdos endemoniados de los Evangelios no debían encerrar más espíritus malos que sus perros, señor Heathcliff. Dejar a un forastero entre ellos es igual que dejarle entre un rebaño de tigres.-Nunca se meten con quien no les incomoda -dijo él-. La misión de los perros es vigilar.¿Un vaso de vino?-No, gracias.-¿Le han mordido?-En ese caso lo habría conocido usted por lo que yo habría hecho al que me mordiera.-Vaya, vaya -repuso Heathcliff, con una mueca-. No se excite, señor Lockwood, y beba un poco de vino. En esta casa suele haber tan pocos visitantes que ni mis perros ni yo acertamos a recibirles como merecen. ¡Ea, a su salud!Comprendiendo que sería absurdo formalizarme por la agresión de unos perros feroces, me calmé y correspondí al brindis. Además se me figuró que mi casero se mofaba de mí y no quise darle más razones de irrisión. En cuanto a él, debió juzgar necio el tratar tan mal a un buen inquilino, y, mostrándose algo menos conciso, empezó a charlar de las ventajas e inconvenientes de la casa que me había arrendado, lo que sin duda le parecía interesante para mí. Opiné que hablaba con buen criterio y resolví decirle que repetiría mi visita al día siguiente. Y, aun cuando él no mostrara ningún entusiasmo al oírlo, he decidido volver. Me parece mentira comprobar lo amigo del trato social que soy, por comparación al dueño de mi casa.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Luz e hilo, por Han Kang El pasado enero, mientras ordenaba mi trastero antes de una mudanza inminente, me encontré con una vieja caja de zapatos. La abrí y encontré varios diarios que databan de mi infancia. Entre la pila de diarios había un panfleto, con las palabras “Un libro de poemas” escritas a lápiz en la portada. El cuadernillo era delgado: cinco hojas de papel A5 tosco dobladas por la mitad y encuadernadas con grapas. Había añadido dos líneas en zigzag debajo del título, una línea que ascendía en seis pasos desde la izquierda, la otra descendía en siete pasos hacia la derecha. ¿Era una especie de ilustración de portada? ¿O simplemente un garabato? El año –1979– y mi nombre estaban escritos en la parte posterior del libro, con un total de ocho poemas escritos en las hojas interiores por la misma mano prolija y a lápiz que en las portadas delantera y trasera. Ocho fechas diferentes marcaban la parte inferior de cada página en orden cronológico. Los versos escritos por mi yo de ocho años eran adecuadamente inocentes y sin pulir, pero un poema de abril me llamó la atención. Se abre con las siguientes estrofas:¿Dónde está el amor?Está dentro de mi pecho palpitante y palpitante.¿Que es el amor?Es el hilo de oro que une nuestros corazones.En un instante me trasladé cuarenta años atrás, mientras los recuerdos de aquella tarde que pasé armando el panfleto volvían a mi mente. Mi lápiz corto y rechoncho con su extensor de tapa de bolígrafo, el polvo de la goma de borrar, la grapadora grande de metal que había sacado a escondidas de la habitación de mi padre. Recordé cómo, después de enterarme de que nuestra familia se mudaría a Seúl, sentí el impulso de reunir los poemas que había garabateado en trozos de papel, o en los márgenes de cuadernos y cuadernos de ejercicios, o entre las entradas de mi diario, y reunirlos en un solo volumen. Recordé también la inexplicable sensación de no querer mostrar mi “Libro de poemas” a nadie una vez que estuviera terminado.Antes de volver a colocar los diarios y el cuadernillo como los había encontrado y cerrar la tapa, tomé una foto de ese poema con mi teléfono. Lo hice porque sentía que había una continuidad entre algunas de las palabras que había escrito entonces y quien era yo ahora. Dentro de mi pecho, en mi corazón palpitante. Entre nuestros corazones. El hilo dorado que une, un hilo que emana luz.*Catorce años después, con la publicación de mi primer poema y, al año siguiente, de mi primer relato breve, me convertí en escritora. Cinco años después, publicaría mi primera obra extensa de ficción, que había escrito en el transcurso de unos tres años. El proceso de escribir poesía y relatos breves me intrigaba, y me sigue intrigando, pero escribir novelas tiene un atractivo especial para mí. He tardado entre uno y siete años en terminar mis libros, por los que he sacrificado una parte considerable de mi vida personal. Esto es lo que me atrae de este trabajo: la manera en que puedo profundizar y detenerme en las preguntas que considero imperativas y urgentes, hasta el punto de que decido aceptar el sacrificio.Cada vez que trabajo en una novela, soporto las preguntas, vivo dentro de ellas. Cuando llego al final de esas preguntas –que no es lo mismo que cuando encuentro respuestas a ellas– es cuando llego al final del proceso de escritura. Para entonces, ya no soy la misma que cuando empecé, y desde ese estado cambiado, vuelvo a empezar. Las siguientes preguntas siguen, como eslabones de una cadena, o como fichas de dominó, superponiéndose, uniéndose y continuando, y me siento impulsada a escribir algo nuevo.Mientras escribía mi tercera novela, La vegetariana, entre 2003 y 2005, me rondaban por la cabeza algunas preguntas dolorosas: ¿Puede una persona llegar a ser completamente inocente? ¿Hasta qué punto podemos rechazar la violencia? ¿Qué le sucede a quien se niega a pertenecer a la especie llamada humana?Yeong-hye, la protagonista de La vegetariana, decide no comer carne como forma de rechazar la violencia y, al final, rechaza toda comida y bebida, excepto agua, creyendo que se ha transformado en una planta. Se encuentra en la irónica situación de apresurarse hacia la muerte en su intento de salvarse. Yeong-hye y su hermana In-hye, que en realidad son coprotagonistas, gritan en silencio durante pesadillas y rupturas devastadoras, pero al final están juntas. Situé la escena final en una ambulancia, ya que esperaba que Yeong-hye siguiera viva en el mundo de esta historia. El coche avanza a toda velocidad por la carretera de montaña bajo hojas verdes resplandecientes mientras la hermana mayor, atenta, mira intensamente por la ventana. Tal vez esperando una respuesta, o tal vez en protesta. Toda la novela reside en un estado de cuestionamiento. Mirando y desafiando. Esperando una respuesta.Tinta y sangre, la novela que siguió a La vegetariana, continúa con estas preguntas. Rechazar la vida y el mundo para rechazar la violencia es una imposibilidad. Después de todo, no podemos convertirnos en plantas. ¿Cómo seguimos adelante entonces? (…) Mientras escribía la escena final, mientras la describía arrastrándose por el suelo para salir de la muerte y la destrucción, me hacía estas preguntas: ¿No debemos sobrevivir al final? ¿No deberían nuestras vidas dar testimonio de lo que es verdad?Con mi quinta novela, Lecciones de griego, fui aún más lejos. Si debemos seguir viviendo en este mundo, ¿qué momentos lo hacen posible? Una mujer que ha perdido el habla y un hombre que está perdiendo la vista caminan a través del silencio y la oscuridad cuando sus caminos solitarios se cruzan. Quería prestar atención a los momentos táctiles de esta historia. (…) La pregunta que quería plantear aquí era esta: ¿podría ser que al observar los aspectos más suaves de la humanidad, al acariciar la calidez irrefutable que reside allí, podamos seguir viviendo después de todo en este mundo breve y violento? (…)💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí*Hasta entonces, no me había planteado escribir sobre Gwangju.Yo tenía nueve años cuando mi familia abandonó Gwangju en enero de 1980, aproximadamente cuatro meses antes de que comenzaran las matanzas. Cuando, unos años más tarde, me encontré con el lomo al revés del Libro de fotografías de Gwangju en una estantería y lo hojeé cuando no había adultos cerca, tenía doce años. (…) Publicado y distribuido en secreto por los supervivientes y las familias de los muertos, el libro daba testimonio de la verdad en un momento en que la verdad estaba siendo distorsionada por la estricta represión de los medios de comunicación. (…)Así que, un día de primavera de 2012, mientras intentaba escribir una novela radiante y positiva, me enfrenté una vez más a este problema sin resolver. Hacía tiempo que había perdido la confianza profunda en los seres humanos. ¿Cómo podía, entonces, abrazar el mundo? Me di cuenta de que tenía que enfrentarme a este enigma imposible si quería seguir adelante. Comprendí que escribir era mi único medio para superarlo.Pasé la mayor parte de ese año esbozando mi novela, imaginando que mayo de 1980 en Gwangju formaría una capa del libro. (…) Me dije a mí misma que esta próxima novela se centraría directamente en Gwangju, en lugar de relegarla a una sola capa. Conseguí un libro que contenía más de 900 testimonios y, todos los días durante nueve horas a lo largo de un mes, leí cada relato recopilado allí. Luego leí no solo sobre Gwangju, sino también sobre otros casos de violencia estatal. Luego, mirando aún más lejos y hacia atrás en el tiempo, leí sobre asesinatos en masa que los humanos han perpetrado repetidamente en todo el mundo y a lo largo de la historia.Durante este período de investigación para mi novela, dos preguntas ocuparon mi mente con frecuencia. Cuando tenía veintitantos años, escribía estas líneas en la primera página de cada nuevo diario:¿Puede el presente ayudar al pasado?¿Pueden los vivos salvar a los muertos?A medida que seguí leyendo, me quedó claro que se trataba de preguntas imposibles de responder. (…) Al leer estas frases, supe con la claridad del rayo qué camino debía seguir la novela y que mis dos preguntas debían invertirse.¿Puede el pasado ayudar al presente?¿Pueden los muertos salvar a los vivos?Más tarde, mientras escribía lo que se convertiría en Actos humanos, sentí en ciertos momentos que el pasado ayudaba al presente y que los muertos salvaban a los vivos. (…)Las preguntas que me quedaron en la cabeza mucho después de ver ese libro de fotografías fueron las siguientes: ¿Cómo son los humanos tan violentos? ¿Y cómo es posible que al mismo tiempo se enfrenten a una violencia tan abrumadora? ¿Qué significa pertenecer a la especie llamada humana? Para sortear un camino imposible a través del espacio vacío entre esos dos precipicios de horrores humanos y dignidad humana, necesitaba la ayuda de los muertos.*Cuando el libro finalmente estuvo terminado y publicado en la primavera de 2014, me sorprendió el dolor que los lectores confesaron haber sentido mientras lo leían. Tuve que tomarme un tiempo para pensar en cómo el dolor que había sentido durante el proceso de escritura y la angustia que mis lectores me habían expresado estaban conectados. ¿Qué podría estar detrás de esa angustia? ¿Es que queremos depositar nuestra fe en la humanidad y cuando esa fe se tambalea, sentimos como si nuestro propio ser estuviera siendo destruido? ¿Es que queremos amar a la humanidad y esa es la agonía que sentimos cuando ese amor se hace añicos? ¿El amor engendra dolor y es cierto dolor una prueba del amor?Ese mismo año, en junio, tuve un sueño. Un sueño en el que caminaba por una vasta llanura mientras caía una escasa nieve. Miles y miles de tocones de árboles negros salpicaban la llanura, y detrás de cada uno de ellos había un túmulo funerario. En algún momento, estaba pisando agua, y cuando miré hacia atrás, vi el océano entrando a toda velocidad desde el borde de la llanura, que había confundido con el horizonte. ¿Por qué había tumbas en un lugar como este? (…)Finalmente, en diciembre de 2017, alquilé una habitación en la isla de Jeju y pasé los siguientes dos años más o menos dividiendo mi tiempo entre Jeju y Seúl. Caminando por los bosques, a lo largo del mar y por los caminos del pueblo, sintiendo el intenso clima de Jeju en cada momento (su viento y luz y nieve y lluvia), sentí que el contorno de la novela se enfocaba. Al igual que con Actos humanos , leí testimonios de sobrevivientes de la masacre, examiné los materiales y luego, de la manera más moderada que pude sin apartar la vista de los detalles brutales que parecían casi imposibles de poner en palabras, escribí lo que se convirtió en Imposible decir adiós. El libro se publicó casi siete años después de haber soñado con esos tocones de árboles negros, ese mar embravecido.En el cuaderno que mantuve mientras trabajaba en ese libro, hice estas notas:La vida busca vivir. La vida es cálida.Morir es enfriarse. Tener nieve sobre la cara en lugar de derretirse.Matar es hacer frío.Los humanos en la historia y los humanos en el cosmos.El viento y las corrientes oceánicas. El flujo circular de agua y aire que conecta el mundo entero. Estamos conectados. Rezo para que estemos conectados.Aunque la novela avanza gracias a los dos amigos, que se turnan para sostener la vela, su verdadera protagonista y la persona vinculada tanto a Kyungha como a Inseon es la madre de Inseon, Jeongsim. Ella, que, tras haber sobrevivido a las masacres de Jeju, ha luchado por recuperar incluso un fragmento de los huesos de su ser querido para poder celebrar un funeral apropiado. Ella, que se niega a dejar de llorar. Ella, que soporta el dolor y se opone al olvido. Ella, que no se despide. Al prestar atención a su vida, que durante tanto tiempo había hervido de dolor y amor de una densidad y un calor iguales, creo que las preguntas que me hacía eran estas: ¿Hasta qué punto podemos amar? ¿Dónde está nuestro límite? ¿Hasta qué punto debemos amar para seguir siendo humanos hasta el final? (…)*En el panfleto que descubrí en la vieja caja de zapatos en enero pasado, mi yo del pasado, escribiendo en abril de 1979, se había preguntado:¿Dónde está el amor?¿Qué es el amor?Mientras que, hasta el otoño de 2021, cuando se publicó Imposible decir adiós, había considerado que estos dos problemas eran los fundamentales para mí:¿Por qué el mundo es tan violento y doloroso?Y sin embargo ¿cómo puede el mundo ser tan hermoso?Durante mucho tiempo creí que la tensión y la lucha interna entre estas frases era la fuerza impulsora de mi escritura. Desde mi primera novela hasta la más reciente, las preguntas que tenía en mente siguieron cambiando y desarrollándose, aunque estas fueron las únicas dos que permanecieron constantes. Pero hace dos o tres años comencé a tener dudas. ¿Realmente había comenzado a preguntarme sobre el amor —sobre el dolor que nos une— solo después de la publicación coreana de Actos humanos en la primavera de 2014? Desde mi primera novela hasta la última, ¿no había estado siempre dirigida la capa más profunda de mis indagaciones hacia el amor? ¿Podría ser que el amor fuera de hecho el trasfondo más antiguo y fundamental de mi vida?El amor se encuentra en un lugar privado llamado «mi corazón», escribió la niña en abril de 1979. ( Está dentro de mi pecho palpitante y palpitante. ) Y en cuanto a qué era el amor, esta fue su respuesta. ( Es el hilo dorado que conecta nuestros corazones. )Cuando escribo, utilizo mi cuerpo. Utilizo todos los detalles sensoriales de la vista, del oído, del olfato, del gusto, de la experiencia de la ternura, del calor, del frío y del dolor, de notar que mi corazón se acelera y que mi cuerpo necesita comida y agua, de caminar y correr, de sentir el viento, la lluvia y la nieve en mi piel, de tomarme de la mano. Intento infundir en mis frases esas sensaciones vividas que siento como un ser mortal con sangre corriendo por su cuerpo. Como si estuviera enviando una corriente eléctrica. Y cuando siento que esta corriente se transmite al lector, me quedo asombrada y conmovida. En esos momentos vuelvo a experimentar el hilo del lenguaje que nos conecta, cómo mis preguntas se relacionan con los lectores a través de esa cosa eléctrica y viva. Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a todos aquellos que se han conectado conmigo a través de ese hilo, así como a todos aquellos que puedan llegar a hacerlo.Traducido por e. yaewon y Paige Aniyah Morris.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La escritora María Ospina Pizano es la ganadora del Premio Nacional de Novela 2024 por Solo un poco aquí (Penguin Random House, 2023), una historia sobre animales que se mueven —migran, se pierden, viajan— y se cruzan con varios seres humanos. Una invitación a virar la mirada hacia los misterios y percepciones de esos otros seres que nos acompañan en el planeta.El jurado, conformado por Octavio Escobar Giraldo, Gabriela Cabezón Cámara y Vanessa Londoño López, explicó que elegía la obra “por la calidad literaria del texto, que explora las posibilidades poéticas de la ciencia”.También, resaltó que encontró “novedosa la propuesta que realiza la novela sobre un mundo liminal, ni antropocéntrico ni antropomórfico, que restaura la divinidad de los animales y donde lo humano apenas habita de manera periférica algún reflejo, demostrando la destreza de la autora para considerar otras escalas y cronologías que le permiten marcar esa descentración”.Por su parte, Adriana Martínez-Villalba, directora de la Biblioteca Nacional de Colombia, expresó: “En un año como este, en el que ‘La vorágine’ nos ha puesto a conversar de muchas formas sobre la relación de los humanos con la naturaleza llega este premio a ‘Solo un poco aquí’ como un llamado a seguir esa conversación que ya no podemos eludir como especie. La tángara que migra, protagonista inolvidable de este libro —que es a su vez novela, poesía y ensayo— nos abre la mirada al mundo desde su vuelo. Junto a ella, y siempre desde la palabra precisa, los otros animales y humanos de este indispensable relato son una oportunidad de repensar nuestros vínculos con otros”.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí¿De qué trata "Solo un poco aquí"?Solo un poco aquí es una novela sobre animales y movimiento: una tángara migratoria lucha con los desvíos que imponen las luces de la ciudad y sus edificios, una puercoespín huérfana es alimentada con leche humana, dos perras se refugian juntas de sus abandonos y un cucarrón recién salido de la tierra se extravía.Estos seres vuelan, se acurrucan, se arrastran, gruñen, lamen, olisquean, se trepan y buscan morada por estas páginas de extraordinaria literatura. La autora muestra fogonazos de vida a través de aquellas criaturas que existen a plena vista sin ser vistas, pero que aquí (y siempre) son testigos de las heridas humanas.Se trata de una novela con la que la autora ya había ganado el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2023, que se entregó durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En esta edición el elenco cuenta con caras conocidas como la actriz estadounidense Sharon Stone, la cantante británica Raye, la francesa superviviente de violación Gisèle Pelicot o la premio Nobel de la Paz iraquí Nadia Murad, y la selección tuvo en cuenta la imparcialidad de la lista y la representación regional.En el caso de América Latina, 'BBC 100 Women' reconoció a catorce mujeres por su labor en diferentes sectores de la sociedad y su resiliencia, el tema que engloba la clasificación de 2024, y el país con mayor representación fue Brasil, gracias a la gimnasta Rebeca Andrade, la activista Lourdes Barreto y la bióloga Silvana Santos.En palabras de la activista colombiana Johana Bahamón, una de las protagonistas homenajeadas por su lucha por la reinserción de las personas tras salir de prisión, ser resiliente significa tomar la decisión de transformar una dificultad "en una oportunidad de crecimiento personal", describe a BBC.Sin embargo, para la programadora y científica de datos mexicana Gabriela Salas Carrera, también en la lista por su trabajo con el uso de la IA para amplificar idiomas subrepresentados como el náhuatl, es "la llama que nunca se apaga, que convierte el dolor en propósito e ilumina el camino para quienes la siguen".Asimismo incluyó a la escritora Cristina Rivera Garza (México/EE.UU), las abogadas Ruth López (El Salvador) y Katherine Martínez (Venezuela), la cantante Gaby Moreno (Guatemala), las biólogas Rosa Vásquez Espinosa (Perú) y Brigitte Baptiste (Colombia); la diseñadora Idania del Río (Cuba), la fundadora de un comedor social Margarita Barrientos (Argentina) o la jugadora de tenis de mesa Tania Zeng (Chile).💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíDesde BBC indican que a lo largo del año las mujeres "han tenido que cavar profundo" para encontrar nuevos niveles de resiliencia y han enfrentado" conflictos mortales y crisis humanitarias" en Gaza, Líbano, Ucrania o Sudán y han presenciado la "polarización en las sociedades después de un número récord de elecciones en todo el mundo".El equipo de BBC 100 Woman diseñó la lista basándose en nombres recopilados a través de una investigación y sugeridos por la red de los 41 equipos de idiomas del Servicio Mundial de la BBC, así como de BBC Media Action, y todas las protagonistas dieron su consentimiento para aparecer en la clasificación, que se muestra sin un orden particular."Buscábamos candidatas que hubieran aparecido en los titulares o influido en historias importantes durante los últimos doce meses, así como aquellas que tuvieran historias inspiradoras para contar o hubieran logrado algo significativo e influido en sus sociedades de maneras que no necesariamente aparecerían en las noticias", explica BBC en su página web.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.