Vásquez, al que le gusta escribir en las horas de la mañana y en medio del silencio absoluto, remarca que Los nombres de Feliza (Alfaguara), son "275 páginas tratando de encontrar las razones de la tristeza que mató a Feliza", explica en una entrevista.El ganador del Premio Alfaguara de Novela de 2011 con El ruido de las cosas al caer cuenta que su libro es una ficción que funde lo biográfico, la realidad y la imaginación para contar la historia de una artista que se enfrentó a una sociedad cerrada y machista que no la entendió.Feliza Bursztyn, hija de padres judío-polacos, murió de un infarto fulminante el 8 de enero de 1982 en París, el país dónde vivió su segundo exilio. Tenía solo 48 años de edad.Murió cuando iba a cenar con varios amigos, entre ellos el nobel colombiano de Literatura, Gabriel García Márquez, quien en una columna de opinión días después aseguró que la artista murió de tristeza. Esa fue la piedra angular para que Vásquez (Bogotá, 1973) comenzara a investigar la vida y obra de la escultura.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"Fueron pasando los años. Yo escribí otros libros, pero desde hace 27 años iba averiguando quién era esta mujer, hasta descubrir cómo se podía explorar su vida fascinante mediante la novela, que es lo que yo he tratado de hacer en los últimos años: investigar las vidas reales de gente real a través de la ficción", señala el escritor.Una pioneraVásquez, uno de los más reconocidos autores latinoamericanos de los últimos años, ve a Bursztyn como una pionera no solo como escultora, sino como mujer que no dio su brazo a torcer, que vivió el machismo y la persecución política y que tuvo que salir de Colombia, un país del que "nunca se olvidó".El ganador del Premio Real Academia Española en 2014 por Las reputaciones, recuerda que Bursztyn "volvió arte" la chatarra de hierro y los desperdicios de acero inoxidable para realizar composiciones en diferentes escalas."Feliza se educó en París como artista y cuando descubrió que en Colombia no había fundición ni montañas para sacar el mármol, decidió trabajar con lo que sí tenía a mano y montó toda una obra alrededor de la recuperación de la chatarra, incluidos vehículos que se estrellaban en accidentes de tráfico que ella convertía en obras de arte. Se rebeló contra los patrones artísticos que imperaban en su momento", resalta Vásquez.Eso le permitió hacer obras como Mirando al norte, Las histéricas y Homenaje a Gandhi, escultura ubicada en Bogotá, y que trataron de robar con una grúa. "Pero ella lo impidió porque cuando eso sucedió ella iba caminando con su esposo por el lugar y el robo no prosperó".La meticulosidad de la investigación del escritor colombiano en la vida de la artista lo llevó a tener decenas de entrevistas con personas que la conocieron, especialmente su segundo esposo, Pablo Leyva."Me interesó conocer a profundidad a Feliza, incluso me matriculé en la misma escuela de escultura en la que ella tomó clases en París", rememora.Huir para salvar la vidaVásquez resalta que la vida de Feliza estuvo rodeada de particularidades por el momento político que vivió Colombia, uno de ellos cuando el gobierno de Julio César Turbay (1978-1982) expidió el Estatuto de Seguridad, un conjunto de medidas represivas que generó la persecución o el exilio de disidentes e intelectuales, incluyendo a Gabo.Igual pasó con Feliza Bursztyn. "La historia de Feliza comienza con el exilio de sus padres y termina con el suyo en tiempos del Estatuto de Seguridad; esa ley tan represiva y oscura que se promulgó durante el gobierno de Turbay. Más de un colombiano tuvo que salir al exilio para continuar con la vida en otro lugar y proteger su vida", precisa Vásquez.Un autor cuyas obras "nacen de un encuentro, de una investigación, de una especie de reportaje que llevo a cabo con una persona que me interesa". "Y, luego, como los libros suelen ocurrir en un pasado, ahí el periodista se convierte en historiador y, al final, entra el novelista y su única justificación es tratar de decir algo que no dice ni el periodista ni el historiador".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Soy Pink Tomate, el gato de Amarilla. A veces no sé si soy tomate o gato. En todo caso a veces me parece que soy un gato al que le gustan los tomates o más bien un tomate con cara de gato. O algo así. Me gusta el olor del vodka con las fores. Me gusta ese olor en las mañanas cuando Amarilla llega de una festa llena de sudores y humos y me dice hola Pink y yo me digo mierda, esta Amarilla es cosa seria, nunca duerme, nunca come, nunca descansa, qué vaina, qué cosa tan seria. Claro que a veces me desespera cuando llega con la noche entre sus manos, con la desesperación en su boca y entonces se sienta en el sofá, me riega un poco de ceniza de cigarrillo en el pelo, qué cosa tan seria, y empieza a cantar alguna canción triste, algo así como i want a trip trip trip como para poder resistir la mañana o para terminar de joderla trip trip trip.Mierda, los días con Amarilla son algo serio. Voy a intentar hacer un horario de esos días llenos de sol, esos días un poco rotos, raros, llenos de humo, un poco llenos de café negro. Voy a hablar en presente porque para nosotros los gatos no existe el pasado. O bueno, sí existe, lo que pasa es que lo ignoramos. En cuanto al futuro, nos parece que es pura y física mierda. Solo existe el presente y punto. El presente es ya, es un techo, una calle, una lata de cerveza vacía, es la lluvia que cae en la noche, es un avión que pasa y hace vibrar las fores que Amarilla ha puesto en el forero, el presente es el cielo azul, es una gata a la que le digo eres cosa seria y ella me responde sí, soy cosa seria, mierda, el presente es un poco de whisky con fores, es esa canción con café negro, es ese ritmo con olor a tomates, ocho de la mañana, techos grises, teticas con pecas, nada que hacer i want a trip trip trip mierda, qué cosa tan seria.6:00 a.m.Llega Amarilla de una festa y me dice oye Pink ¿cómo vas? Y yo le contesto que bien, todo va bien. Salvo mi corazón, todo va bien. Amarilla tiene el pelo revuelto, me acaricia y yo le doy un arañazo en una nalga, como para no perder la costumbre. Amarilla se dirige a la cocina y se prepara un café, mira por la ventana, se acaricia el pelo y dice que la vaina está jodida y yo pienso que en verdad todo está jodido. Los árboles están jodidos, las calles están jodidas, el cielo está jodido. Las palomas están jodidas. Mierda. Yo también estoy como jodido. Me dan ganas de ahogarme en salsa de tomate.7:00 a.m.Rojo o tal vez azul. No sé. El sofá donde está sentada tiene tal vez esos dos colores. Amarilla se fuma un cigarrillo. Se lo fuma sin afán. El humo azul de su cigarrillo me envuelve. Amarilla me lo echa directo a los bigotes. Amarilla se arregla las uñas y me corta uno de los bigotes. Puta mierda. Siempre hace lo mismo cuando está deprimida. Luego subimos a la azotea y Amarilla abre los brazos, respira y me dice que la mañana está perfecta para suicidarse. Entonces me agarra y me lanza a otra azotea que queda abajo y yo doy vueltas y vueltas y por mis ojos pasan el cielo azul, los edifcios, las nubes, el sol, las ventanas, los ruidos y fnalmente caigo parado en la otra azotea en medio de un poco de ropa extendida y digo mierda, esta Amarilla es cosa seria. Subo hasta donde está Amarilla y me acurruncho entre sus piernas y pienso mierda, qué rico. Me arrepiento de haber pensando en ahogarme en salsa de tomate. Comemos galletas de chocolate y miramos la ciudad. Amarilla se sienta y lee el periódico. Me muestra una noticia de un hombre que mataron por una orinada.8:00 a.m.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíSube el viejo Job, el vecino de Amarilla, con un poco de café. Con Job viene Lerner, su gato. Lerner es un poco tímido. Yo saludo a Lerner y le digo oye Lerner ¿qué te pasa? Y entonces Lerner se esconde detrás de las piernas del viejo Job y me dice no Pink no me pasa nada, fresco loco. El viejo Job se sienta al lado de Amarilla y respira hondo.Ya me lo conozco. Le gusta oler el champú que usa Amarilla. Fresa. A mí también. El viejo Job le echa un poco de brandy al café y deja la botella destapada. Meto mi lengua en la botella. Me gusta sentir ese mareo del brandy, ese mareo que quema por dentro a esta hora cuando todo parece normal, cuando todo el mundo se dirige al trabajo, cuando todo el mundo piensa cosas correctas. Me gusta ese mareo a esta hora cuando no es normal que uno esté un poco ebrio, un poco triste, un poco como vuelto mierda.9:00 a.m.Bajamos. Estoy mareado por el brandy. Ebrio. Estoy envenenado por la mañana, por el cielo. Mentira. Estoy envenenado por Amarilla en la mañana, por Amarilla en el cielo, por ese olor de Amarilla que se halla diseminado por todas partes. El día huele a Amarilla. Miro hacia el cielo y veo en las nubes la forma de sus nalgas, la palma de sus manos. Veo los árboles y el ruido de las hojas me dicen oye gato marica pon atención te habla Amarilla. Mierda, qué cosa tan seria trip trip trip.10:00 a.m.Amarilla se despide del viejo Job. El viejo suspira y le mira las nalgas. Lo comprendo. Antes de despedirse, el viejo Job le dice que más tarde viene con una torta de naranja y Amarilla dice que está bien, viejo, está bien. Amarilla cierra la puerta y se abre la camisa. Se fuma un cigarrillo. Abre la ventana. Se coge las tetas, observa sus pecas iluminadas por los rayos del sol, se mira las manos y fnalmente se queda estática ante su refejo en la ventana y trip trip trip. Es evidente: Amarilla ha empezado a tejer la red de su día allí frente a la ventana. Está un poco desesperada trip trip trip. Suena el teléfono. Amarilla contesta. Se ríe y dice que en realidad no sabe si tiene ganas de una orgía o de un pan con mermelada trip trip trip.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El Museo Colonial presenta la intervención en sala "Antes de La vorágine: Colonialismo y extractivismo de larga duración", que está abierta al público desde este 19 de diciembre. Esta muestra explora las raíces históricas de las dinámicas extractivistas y de explotación que marcaron el periodo colonial y se extendieron hasta el republicano, revelando cómo estos procesos persisten hoy en día.La intervención se inspira en la novela La vorágine, que narra las dificultades de sus protagonistas al enfrentarse al caos y la crueldad del boom del caucho en la Amazonía colombiana a inicios del siglo XX. La novela de Rivera sirve como punto de partida para explorar las "vorágines" de la historia colonial, revelando cómo las dinámicas de explotación y deshumanización que describe tienen sus raíces en la Colonia y persisten hasta la actualidad.Al igual que el conflicto central de La vorágine, la muestra del Museo Colonial ilustra cómo la explotación de recursos naturales ha generado devastación ambiental y social a lo largo del tiempo.La muestra evidencia la explotación de recursos naturales como las perlas, el carey y otros materiales valiosos durante la época colonial, exponiendo las graves consecuencias ambientales y sociales que trajo consigo. La extracción de estos elementos afectó profundamente a comunidades indígenas y afrodescendientes, sometidas a condiciones de esclavitud y explotación.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíLa intervención aborda el impacto de la extracción de perlas en el Caribe durante los primeros años de la Colonia, la devastación ecológica causada por la explotación indiscriminada de carey, y la resistencia de las comunidades indígenas frente a la opresión colonial."Antes de La vorágine” presenta, a partir de obras de artistas contemporáneos indígenas, la Amazonía como un espacio de resistencia y riqueza cultural, pero también como un escenario de explotación desde la llegada de los colonizadores. A través de la perspectiva de los pueblos indígenas, se explora cómo la percepción de la selva cambió con la colonización y se transformó en un espacio de conflicto, resistencia y preservación de saberes ancestrales.Se destaca la transformación de los ríos amazónicos en rutas de colonización y explotación de recursos, la resistencia de las comunidades indígenas ante la imposición de estructuras coloniales, manifestada en la preservación de tradiciones y formas de vida, y la continuidad del colonialismo en el periodo republicano a través de misiones evangelizadoras y prácticas extractivistas.La exhibición cuenta con la participación de varios artistas contemporáneos de comunidades indígenas, cuyas obras dialogan con piezas coloniales para ofrecer una visión crítica y reflexiva sobre los procesos históricos abordados. Entre ellos se encuentran Aimema Uai, artista muinane-murui originario de La Chorrera, cuyas obras reflejan la resistencia y el conocimiento ancestral frente al colonialismo; Tahuanty Jacanamijoy, artista de la comunidad inga, que representa en sus creaciones la conexión espiritual con la tierra y la naturaleza; y Franklin Piaguaje, artista secoya que explora temas de memoria y pertenencia a través de técnicas contemporáneas.El espacio estará abierto al público desde el 19 de diciembre de 2024, con horarios de visita de martes a domingo, 9:00 a. m. a 4:30 p. m. y estará acompañada por actividades de la agenda educativa y cultural, como talleres y recorridos guiados. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Museo Colonial (@museocolonial)🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En la noche del 24 de diciembre cuando se celebra el nacimiento de Jesús en la religión católica, familias y amigos acostumbran a intercambiar regalos en un compartir que simboliza agradecimiento, amor y unión. Entre manualidades, alimentos, cartas y otros obsequios esta es una noche especial para la que muchas personas se preparan con anticipación y buscan los regalos ideales para esta ocasión.Y aunque esta tradición está directamente relacionada con el cristianismo, lo cierto es que desde antes ya existía la costumbre de intercambiar regalos. Por ejemplo, en la Antigua Roma, entre el 17 y el 23 de diciembre se celebraban los Saturnales, fiestas en honor a Saturno, el dios de la agricultura y la cosecha, donde se intercambiaban regalos como velas, figuras de madera y alimentos.Con esta tradición en mente, en la HJCK les compartimos dos proyectos literarios que no solo tienen productos muy especiales que acompañarán a quien los lleve y que incentivan y despiertan la curiosidad por la lectura, sino que también son elaborados por artistas, escritores y colectivos literarios.La cuarta raya del tigreDesde hace años el colectivo literario La cuarta raya del tigre incentiva la lectura a través del juego, de talleres, actividades y materiales que ofrecen alternativas que le apuestan a la construcción de paz y fortalecer la relación con la literatura.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíDurante los últimos años han diseñado calendarios que hacen las veces de programador y guía literaria, con temáticas y recomendaciones que harán más entretenido cada mes, con alguna sorpresa por mes. “Nace con la intención de empezar a jugar, de hacer promoción de lectura y escritura recomendando libros mes a mes y generando ejercicios de escritura, recomendaciones de contenidos y podcast”, dicen Alejandra Castañeda y Valentina Ardila, miembros del colectivo.En ediciones anteriores, el calendario ha estado dedicado, por ejemplo, a autoras mujeres y temas sociales. Para 2025 su temática serán profesiones y oficios alternativos, fuera de lo común, o como sus creadoras las nombran "poéticas".De acuerdo con Ardila, son “profesiones que desde la literatura nos permiten arreglar o reparar cosas que en el mundo son complejas”, encontrando así oficios como barrenderas de nubes o tejedoras de grietas.Otra particularidad de este calendario es la existencia de fechas especiales, además de los festivos habituales. Estos días, aunque no son festivos, son días especiales, repensados o que hacen un llamado a tener en cuenta otros eventos o proyectos que a lo largo del año pueden ser atractivos.Por ejemplo, a propósito de la celebración del Día de los Humedales, el 2 de febrero, este calendario recomienda un podcast que habla sobre estos ecosistemas. "El calendario es un acto de creación, de llevar la literatura a otros formatos, que por lo general no son tan tradicionales como el libro tal como lo conocemos”, señala Castañeda.Este calendario ilustrado, mes a mes ofrece alternativas de podcast y libros para leer, dándole un lugar predilecto a librerías independientes, autores emergentes y de Latinoamérica. Y claro, tiene un espacio para hacer notas y planear cuidadosamente el mes.A través de su cuenta de Instagram (@lacuartarayadeltigre), usted podrá encargar este detalle especial por un costo de $35.000 más el costo de envío. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Colectivo literario La Cuarta Raya del Tigre (@lacuartarayadeltigre)Asiento particularMaría Argel trabaja en una novela sobre la búsqueda de una actriz colombiana en los años setenta, un personaje etéreo que desde el 2017 la acompaña. Mientras esta literata, escritora y profesora navega en su novela, sigue escribiendo, creando y conociendo artistas que enriquecen su proceso creativo.Así, entre poemas y arte creó Asiento particular, un sitio en el que publica sus textos. "Tiene que ver con las infinitas y esencialmente libres maneras que tiene el lenguaje de asentarse sobre el papel (o sobre la pantalla). También es el lugar donde me encuentro con mis amigos, quienes tienen el don de ver con bellas imágenes el universo entero", le explica a sus lectores en su sitio web.Su proceso de escritura y creación ha desencadenado una serie de colaboraciones que poco a poco ha ido tomando forma. En el mundo cultural, cuenta, se ha encontrado con artistas plásticos, pintores e ilustradores, quienes a través de su talento han puesto en imágenes sus palabras y sus poemas.En asientoparticular.com puede visitar cinco escritos, cinco poemas de Argel: Homenaje personal a Shelley Duvall, Drama de poema, Loros, Poema a dos voces y Las niñas de 5to, cada uno con una ilustración de un artista diferente.De este último poema, sobre las niñas que habitan el quinto grado durante un año, sus intereses y sueños, surgió una colaboración especial con Lisa Fernanda Osorio Ogliastri, quien es artista por inspiración y pasión. A raíz del poema, Lisa ilustró una serie de libretas que acompañan el relato y que lo divide en seis fragmentos, seis agendas delicadas y que en su interior además, guarda el fragmento del poema que la inspiró.Ahora, estas seis agendas están a la venta por María y su socia Nathaly Otero, a través de su página web y de su Instagram en @asiento.particular, de manera individual por $25.000 o la colección completa por $120.000. Esta es una opción perfecta de regalo para todos los gustos y oficios, para quienes escriben en diarios, guardan recetas, hacen collages, o en su día a día toman notas de su cotidianidad o de su trabajo. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por asiento particular (@asiento.particular)🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
IMuchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura,encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.En marzo volvieron los gitanos. Esta vez llevaban un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor, que exhibieron como el último descubrimiento de los judíos de Amsterdam. Sentaron una gitana en un extremo de la aldea e instalaron el catalejo a la entrada de la carpa. Mediante el pago de cinco reales, la gente se asomaba al catalejo y veía a la gitana al alcance de su mano. «La ciencia ha eliminado las distancias», pregonaba Melquíades. «Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa.» Un mediodía ardiente hicieron una asombrosa demostración con la lupa gigantesca: pusieron un montón de hierba seca en mitad de la calle y le prendieron fuego mediante la concentración de los rayos solares. José Arcadio Buendía, que aún no acababa de consolarse por el fracaso de sus imanes, concibió la idea de utilizar aquel invento como un arma de guerra. Melquíades, otra vez, trató de disuadirlo. Pero terminó por aceptar los dos lingotes imantados y tres piezas de dinero colonial a cambio de la lupa. Úrsula lloró de consternación. Aquel dinero formaba parte de un cofre de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión para invertirías. José Arcadio Buendía no trató siquiera de consolarla, entregado por entero a sus experimentos tácticos con la abnegación de un científico y aun a riesgo de su propia vida. Tratando de demostrar los efectos de la lupa en la tropa enemiga, se expuso él mismo a la concentración de los rayos solares y sufrió quemaduras que se convirtieron en úlceras y tardaron mucho tiempo en sanar. Ante las protestas de su mujer, alarmada por tan peligrosa inventiva, estuvo a punto de incendiar la casa.Pasaba largas horas en su cuarto, haciendo cálculos sobre las posibilidades estratégicas de su arma novedosa, hasta que logró componer un manual de una asombrosa claridad didáctica y un poder de convicción irresistible. Lo envió a las autoridades acompañado de numerosos testimonios sobre sus experiencias y de varios pliegos de dibujos explicativos, al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, y se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo. A pesar de que el viaje a la capital era en aquel tiempo poco menos que imposible, José Arcadio Buendia prometía intentarlo tan pronto como se lo ordenara el gobierno, con el fin de hacer demostraciones prácticas de su invento ante los poderes militares, y adiestrarlos personalmente en las complicadas artes de la guerra solar. Durante varios años esperó la respuesta. Por último, cansado de esperar, se lamentó ante Melquíades del fracaso de su iniciativa, y el gitano dio entonces una prueba convincente de honradez: le devolvió los doblones a cambio de la lupa, y le dejó además unos mapas portugueses y varios instrumentos de navegación. De su puño y letra escribió una apretada síntesis de los estudios del monje Hermann, que dejó a su disposición para que pudiera servirse del astrolabio, la brújula y el sextante. José Arcadio Buendía pasó los largos meses de lluvia encerrado en un cuartito que construyó en el fondo de la casa para que nadie perturbara sus experimentos. Habiendo abandonado por completo las obligaciones domésticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros, y estuvo a punto de contraer una insolación por tratar de establecer un método exacto para encontrar el mediodía. Cuando se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos, sin necesidad de abandonar su gabinete. Fue ésa la época en que adquirió el hábito de hablar a solas, paseándose por la casa sin hacer caso de nadie, mientras Úrsula y los niños se partían el espinazo en la huerta cuidando el plátano y la malanga, la yuca y el ñame, la ahuyama y la berenjena. De pronto, sin ningún anuncio, su actividad febril se interrumpió y fue sustituida por una especie de fascinación. Estuvo varios días como hechizado, repitiéndose a sí mismo en voz baja un sartal de asombrosas conjeturas, sin dar crédito a su propio entendimiento. Por fin, un martes de diciembre, a la hora del almuerzo, soltó de un golpe toda la carga de su tormento.Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento. -La tierra es redonda como una naranja.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíÚrsula perdió la paciencia. «Si has de volverte loco, vuélvete tú solo -gritó-. Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano.» José Arcadio Buendía, impasible, no se dejó amedrentar por la desesperación de su mujer, que en un rapto de cólera le destrozó el astrolabio contra el suelo. Construyó otro, reunió en el cuartito a los hombres del pueblo y les demostró, con teorías que para todos resultaban incomprensibles, la posibilidad de regresar al punto de partida navegando siempre hacia el Oriente. Toda la aldea estaba convencida de que José Arcadio Buendía había perdido el juicio, cuando llegó Melquíades a poner las cosas en su punto. Exaltó en público la inteligencia de aquel hombre que por pura especulación astronómica había construido una teoría ya comprobada en la práctica, aunque desconocida hasta entonces en Macondo, y como una prueba de su admiración le hizo un regalo que había de ejercer una influencia terminante en el futuro de la aldea: un laboratorio de alquimia.Para esa época, Melquíades había envejecido con una rapidez asombrosa. En sus primeros viajes parecía tener la misma edad de José Arcadio Buendia. Pero mientras éste conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas, el gitano parecía estragado por una dolencia tenaz. Era, en realidad, el resultado de múltiples y raras enfermedades contraídas en sus incontables viajes alrededor del mundo. Según él mismo le contó a José Arcadio Buendia mientras lo ayudaba a montar el laboratorio, la muerte lo seguía a todas partes, husmeándole los pantalones, pero sin decidirse a darle el zarpazo final. Era un fugitivo de cuantas plagas y catástrofes habían flagelado al género humano. Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes. Aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus, era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas. Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos. Pero a pesar de su inmensa sabiduría y de su ámbito misterioso, tenía un peso humano, una condición terrestre que lo mantenía enredado en los minúsculos problemas de la vida cotidiana. Se quejaba de dolencias de viejo, sufría por los más insignificantes percances económicos y había dejado de reír desde hacía mucho tiempo, porque el escorbuto le había arrancado los dientes. El sofocante mediodía en que reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de que aquél era el principio de una grande amistad. Los niños se asombraron con sus relatos fantásticos. Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y reverberante de la ventana, alumbrando con su profunda voz de órgano los territorios más oscuros de la imaginación, mientras chorreaba por sus sienes la grasa derretida por el calor. José Arcadio, su hermano mayor, había de transmitir aquella imagen maravillosa, como un recuerdo hereditario, a toda su descendencia. Úrsula, en cambio, conservó un mal recuerdo de aquella visita, porque entró al cuarto en el momento en que Melquíades rompió por distracción un frasco de bicloruro de mercurio.-Es el olor del demonio -dijo ella.-En absoluto -corrigió Melquíades-. Está comprobado que el demonio tiene propiedades sulfúricas, y esto no es más que un poco de solimán.Siempre didáctico, hizo una sabia exposición sobre las virtudes diabólicas del cinabrio, pero Úrsula no le hizo caso, sino que se llevó los niños a rezar. Aquel olor mordiente quedaría para siempre en su memoria, vinculado al recuerdo de Melquíades. El rudimentario laboratorio -sin contar una profusión de cazuelas, embudos, retortas, filtros y coladores- estaba compuesto por un atanor primitivo; una probeta de cristal de cuello largo y angosto, imitación del huevo filosófico, y un destilador construido por los propios gitanos según las descripciones modernas del alambique de tres brazos de María la judía. Además de estas cosas, Melquíades dejó muestras de los siete metales correspondientes a los siete planetas, las fórmulas de Moisés y Zósimo para el doblado del oro, y una serie de apuntes y dibujos sobre los procesos del Gran Magisterio, que permitían a quien supiera interpretarlos intentar la fabricación de la piedra filosofal. Seducido por la simplicidad de las fórmulas para doblar el oro, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas, para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas veces como era posible subdividir el azogile. Úrsula cedió, como ocurría siempre, ante la inquebrantable obstinación de su marido. Entonces José Arcadio Buendía echó treinta doblones en una cazuela, y los fundió con raspadura de cobre, oropimente, azufre y plomo. Puso a hervir todo a fuego vivo en un caldero de aceite de ricino hasta obtener un jarabe espeso y pestilente más parecido al caramelo vulgar que al oro magnífico. En azarosos y desesperados procesos de destilación, fundida con los siete metales planetarios, trabajada con el mercurio hermético y el vitriolo de Chipre, y vuelta a cocer en manteca de cerdo a falta de aceite de rábano, la preciosa herencia de Úrsula quedó reducida a un chicharrón carbonizado que no pudo ser desprendido del fondo del caldero.Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, porque aquella vez los gitanos recorrieron la aldea haciendo un ruido ensordecedor con toda clase de instrumentos músicos, mientras el pregonero anunciaba la exhibición del más fabuloso hallazgo de los nasciancenos. De modo que todo el mundo se fue a la carpa, y mediante el pago de un centavo vieron un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante. Quienes recordaban sus encías destruidas por el escorbuto, sus mejillas fláccidas y sus labios marchitos, se estremecieron de pavor ante aquella prueba terminante de los poderes sobrenaturales del gitano. El pavor se convirtió en pánico cuando Melquíades se sacó los dientes, intactos, engastados en las encías, y se los mostró al público por un instante un instante fugaz en que volvió a ser el mismo hombre decrépito de los años anteriores y se los puso otra vez y sonrió de nuevo con un dominio pleno de su juventud restaurada. Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza. Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana perdió todo interés en las investigaciones de alquimia; sufrió una nueva crisis de mal humor, no volvió a comer en forma regular y se pasaba el día dando vueltas por la casa. «En el mundo están ocurriendo cosas increíbles -le decía a Úrsula-. Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros.» Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades.Al principio, José Arcadio Buendía era una especie de patriarca juvenil, que daba instrucciones para la siembra y consejos para la crianza de niños y animales, y colaboraba con todos, aun en el trabajo físico, para la buena marcha de la comunidad. Puesto que su casa fue desde el primer momento la mejor de la aldea, las otras fueron arregladas a su imagen y semejanza. Tenía una salita amplia y bien iluminada, un comedor en forma de terraza con flores de colores alegres, dos dormitorios, un patio con un castaño gigantesco, un huerto bien plantado y un corral donde vivían en comunidad pacífica los chivos, los cerdos y las gallinas. Los únicos animales prohibidos no sólo en la casa, sino en todo el poblado, eran los gallos de pelea.La laboriosidad de Úrsula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca.José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas. En poco tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa, sino todas las de la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que Úrsula se tapó los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad. La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.Aquel espíritu de iniciativa social desapareció en poco tiempo, arrastrado por la fiebre de los imanes, los cálculos astronómicos, los sueños de trasmutación y las ansias de conocer las maravillas del mundo. De emprendedor y limpio, José Arcadio Buendía se convirtió en un hombre de aspecto holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje que Úrsula lograba cuadrar a duras penas con un cuchillo de cocina. No faltó quien lo considerara víctima de algún extraño sortilegio. Pero hasta los más convencidos de su locura abandonaron trabajo y familias para seguirlo, cuando se echó al hombro sus herramientas de desmontar, y pidió el concurso de todos para abrir una trocha que pusiera a Macondo en contacto con los grandes inventos.José Arcadio Buendía ignoraba por completo la geografía de la región. Sabía que hacia el Oriente estaba la sierra impenetrable, y al otro lado de la sierra la antigua ciudad de Riohacha, donde en épocas pasadas -según le había contado el primer Aureliano Buendía, su abuelo- sir Francis Drake se daba al deporte de cazar caimanes a cañonazos, que luego hacía remendar y rellenar de paja para llevárselos a la reina Isabel. En su juventud, él y sus hombres, con mujeres y niños y animales y toda clase de enseres domésticos, atravesaron la sierra buscando una salida al mar, y al cabo de veintiséis meses desistieron de la empresa y fundaron a Macondo para no tener que emprender el camino de regreso. Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque sólo podía conducirlo al pasado. Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites. La ciénaga grande se confundía al Occidente con una extensión acuática sin horizontes, donde había cetáceos de piel delicada con cabeza y torso de mujer, que perdían a los navegantes con el hechizo de sus tetas descomunales. Los gitanos navegaban seis meses por esa ruta antes de alcanzar el cinturón de tierra firme por donde pasaban las mulas del correo. De acuerdo con los cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del Norte. De modo que dotó de herramientas de desmonte y armas de cacería a los mismos hombres que lo acompañaron en la fundación de Macondo; echó en una mochila sus instrumentos de orientación y sus mapas, y emprendió la temeraria aventura.Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Descendieron por la pedregosa ribera del río hasta el lugar en que años antes habían encontrado la armadura del guerrero, y allí penetraron al bosque por un sendero de naranjos silvestres. Al término de la primera semana, mataron y asaron un venado, pero se conformaron con comer la mitad y salar el resto para los próximos días. Trataban de aplazar con esa precaución la necesidad de seguir comiendo guacamayas, cuya carne azul tenía un áspero sabor de almizcle. Luego, durante más de diez días, no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo, como ceniza volcánica, y la vegetación fue cada vez más insidiosa y se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el mundo se volvió triste para siempre. Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes y los machetes destrozaban lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de sangre. No podían regresar, porque la trocha que iban abriendo a su paso se volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer ante sus ojos. «No importa -decía José Arcadio Buendía-. Lo esencial es no perder la orientación.» Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada. Era una noche densa, sin estrellas, pero la oscuridad estaba impregnada por un aire nuevo y limpio. Agotados por la prolongada travesía, colgaron las hamacas y durmieron a fondo por primera vez en dos semanas. Cuando despertaron, ya con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español.Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores.El hallazgo del galeón, indicio de la proximidad del mar, quebrantó el ímpetu de José Arcadio Buendía. Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable. Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía volvió a travesar la región, cuando era ya una ruta regular del correo, y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en medio de un campo de amapolas. Sólo entonces convencido de que aquella historia no había sido un engendro de la imaginación de su padre, se preguntó cómo había podido el galeón adentrarse hasta ese punto en tierra firme. Pero José Arcadio Buendía no se planteó esa inquietud cuando encontró el mar, al cabo de otros cuatro días de viaje, a doce kilómetros de distancia del galeón. Sus sueños terminaban frente a ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Con el estreno a nivel mundial de la serie en esa plataforma, Aracataca, lugar en el que se inspiró el escritor para ambientar la que es considerada la novela más importante del 'boom' latinoamericano, concentra la atención del mundo gracias al formato audiovisual que llega al público a través de las pantallas.Enmarcada en un atardecer que se sintió fresco después de un caluroso día con 40 grados de sensación térmica y a un lado de la iglesia de San José, la pantalla gigante montada en la plaza reunió una multitud de lugareños y visitantes para la proyección de la serie inspirada en la obra del hijo más famoso de Aracataca y considerado como el colombiano más universal.Gabriel García Márquez, que nació el 6 de marzo de 1927 en ese pueblo situado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, y falleció en Ciudad de México el 17 de abril de 2014, se convirtió en un ícono de la literatura mundial para orgullo de Colombia y de sus paisanos.Antes del acto de hoy, niños y jóvenes que iban a participar en la puesta en escena preparada para la ocasión caminaban por las calles cercanas a la plaza disfrazados de gitanos, evocando el momento en el que Melquíades y su tribu llegaron a Macondo con los pergaminos en donde estaba escrita la historia de los Buendía.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEl 'río de las hamacas'Situada a orillas del río que lleva su nombre y que proviene de un vocablo en lengua indígena kogui que significa 'río de las hamacas', por las redes que colgaban los aborígenes entre los árboles para descansar en sus riberas, Aracataca tiene una historia que se remonta a épocas anteriores a la llegada de los españoles a lo que hoy es Colombia, pero se dio a conocer por ser la cuna del nobel.Por eso, el lanzamiento de la serie de Netflix fue la oportunidad de algunos visitantes para conocer en Aracataca los lugares que guardan relación con la vida de Gabriel García Márquez y su obra literaria.La casa Museo Gabriel García Márquez, la Casa del Telegrafista, la Estación del Ferrocarril y la Biblioteca Remedios la Bella, evocan el ambiente del realismo mágico que García Márquez plasmó en cada una de sus novelas.Antes de la proyección del primer capítulo de la serie, el director de Políticas Públicas de Netflix para América Latina, Pierre Vandoorne, manifestó: "Qué mejor lugar que Aracataca para estrenar la producción más grande que haya tenido lugar en Latinoamérica, que es una historia colombiana".Paisanos orgullososMientras caminaba con paso cansino por la reconstruida estación férrea, en donde se detiene mientras pasa un tren de dos kilómetros de largo cargado de carbón, el cataquero Gilberto Buelvas Villalobos, de 80 años, afirma que se siente orgulloso de ser paisano de 'Gabo', a quien considera "el hombre más importante que ha parido esta tierra"."Aunque Gabo nació 27 años antes que yo, a mí me interesaron los libros que escribió, empezando por La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, además de Cien años de soledad que es su novela más famosa", comenta Buelvas.Por otro lado, sentada junto a una estatua de Gabriel García Márquez, Bismay Pedrique, quien vive a pocos pasos de la plaza de Aracataca, asegura que el escritor "dejó una leyenda hermosa porque el pueblo no sería conocido si no fuera por él".El director general y cofundador de la Fundación Gabo, Jaime Abello Banfi, resaltó la importancia de que Cien años de soledad sea llevada a la pantalla, pero aclaró que hay diferencias entre los dos formatos."Cien años de soledad no dejará de ser libro, pero ahora también es una gran obra cinematográfica, la más importante que se ha hecho en América Latina y tiene una forma propia del cine de esta época, que es la de serie", manifestó.Abello invitó a "pensar en el futuro para que Aracataca se reconozca y reflexione sobre cómo prepararse como destino de turismo cultural y literario gracias al influjo a nivel global, de interés y de atracción de visitantes hacia los territorios de Macondo, gracias a la serie de Netflix".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Desde el 4 al 17 de diciembre Corferias será la casa de Expoartesanías, un espacio que reúne las distintas formas de hacer arte por medio del trabajo manual, en la HJCK decidimos hablar con los protagonistas de estas labores quienes nos contaron acerca de sus oficios.En primer lugar, hablamos con Juliana Muñoz Toro, escritora y bordadora quien lanzó su libro Autorretrato en el jardín en el 2023 y se dedica a bordar en diferentes estilos.Muñoz nos contó qué es una artesanía para ella y cómo la literatura se entrelaza con el bordado, además nos habló de la importancia del arte en Colombia. 🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La escritora María Ospina Pizano es la ganadora del Premio Nacional de Novela 2024 por Solo un poco aquí (Penguin Random House, 2023), una historia sobre animales que se mueven —migran, se pierden, viajan— y se cruzan con varios seres humanos. Una invitación a virar la mirada hacia los misterios y percepciones de esos otros seres que nos acompañan en el planeta.El jurado, conformado por Octavio Escobar Giraldo, Gabriela Cabezón Cámara y Vanessa Londoño López, explicó que elegía la obra “por la calidad literaria del texto, que explora las posibilidades poéticas de la ciencia”.También, resaltó que encontró “novedosa la propuesta que realiza la novela sobre un mundo liminal, ni antropocéntrico ni antropomórfico, que restaura la divinidad de los animales y donde lo humano apenas habita de manera periférica algún reflejo, demostrando la destreza de la autora para considerar otras escalas y cronologías que le permiten marcar esa descentración”.Por su parte, Adriana Martínez-Villalba, directora de la Biblioteca Nacional de Colombia, expresó: “En un año como este, en el que ‘La vorágine’ nos ha puesto a conversar de muchas formas sobre la relación de los humanos con la naturaleza llega este premio a ‘Solo un poco aquí’ como un llamado a seguir esa conversación que ya no podemos eludir como especie. La tángara que migra, protagonista inolvidable de este libro —que es a su vez novela, poesía y ensayo— nos abre la mirada al mundo desde su vuelo. Junto a ella, y siempre desde la palabra precisa, los otros animales y humanos de este indispensable relato son una oportunidad de repensar nuestros vínculos con otros”.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí¿De qué trata "Solo un poco aquí"?Solo un poco aquí es una novela sobre animales y movimiento: una tángara migratoria lucha con los desvíos que imponen las luces de la ciudad y sus edificios, una puercoespín huérfana es alimentada con leche humana, dos perras se refugian juntas de sus abandonos y un cucarrón recién salido de la tierra se extravía.Estos seres vuelan, se acurrucan, se arrastran, gruñen, lamen, olisquean, se trepan y buscan morada por estas páginas de extraordinaria literatura. La autora muestra fogonazos de vida a través de aquellas criaturas que existen a plena vista sin ser vistas, pero que aquí (y siempre) son testigos de las heridas humanas.Se trata de una novela con la que la autora ya había ganado el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2023, que se entregó durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Por décadas, el realismo mágico ha fascinado lectores y académicos, siendo a menudo malentendido como una mera colección de trucos literarios: lluvia de flores amarillas, niños con alas, o una ciudad olvidada por el tiempo. Sin embargo, reducirlo a una estética superficial sería traicionar su esencia. Para comprender cómo se diferencia de otros géneros como el surrealismo o el realismo tradicional, debemos desenterrar sus raíces culturales, filosóficas y narrativas.El término realismo mágico fue acuñado por el crítico alemán Franz Roh en 1925, no para referirse a la literatura, sino a una corriente pictórica que buscaba retratar lo extraño en lo cotidiano. Más tarde, el escritor cubano Alejo Carpentier lo recontextualizó en su ensayo Lo real maravilloso americano (1949), señalando que en América Latina lo fantástico no es un recurso estilístico, sino parte intrínseca de su realidad histórica y cultural. Esta visión se consolidó en la narrativa de autores como Gabriel García Márquez, Isabel Allende y Juan Rulfo.Diferencias con el realismo tradicionalEl realismo tradicional, inspirado por la novela del siglo XIX, aspira a la objetividad y a la descripción minuciosa de la sociedad. Gustave Flaubert o Benito Pérez Galdós escribían como si sus narrativas fueran un espejo de la realidad. En contraste, el realismo mágico no busca la verosimilitud en los términos europeos del siglo XIX. En lugar de imitar lo real, lo expande. García Márquez, en Cien años de soledad, retrata a Macondo como un lugar donde los muertos conversan con los vivos y la memoria se desdibuja entre generaciones, no como fantasía, sino como parte intrínseca de la experiencia de sus personajes.Ernesto Sábato observó que “el realismo mágico es, quizá, la forma más auténtica de narrar América Latina, porque para nosotros, lo irracional y lo sobrenatural conviven sin conflicto con lo cotidiano”. Es esa convivencia lo que lo distingue: los eventos mágicos no se cuestionan, simplemente son.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEl surrealismo: el sueño como rebeldíaEl surrealismo, en cambio, nace de un acto de resistencia. André Breton, su principal teórico, lo definió como un “automatismo psíquico puro”, un modo de explorar el inconsciente y subvertir el orden lógico. La diferencia esencial con el realismo mágico radica en su actitud hacia lo absurdo. Mientras el surrealismo es disruptivo y deliberadamente onírico, el realismo mágico es integrador: lo maravilloso no rompe con la lógica del mundo, sino que se integra en su tejido.Un ejemplo claro es la obra de Salvador Dalí en pintura frente a la literatura de García Márquez. Dalí explora el subconsciente, transformando relojes en figuras líquidas que desafían el tiempo y la razón; García Márquez, en cambio, describe un diluvio que dura cuatro años, pero en los términos de los habitantes de Macondo, ese evento es excepcional, pero no inverosímil.El peso de la historia y la geografíaUna diferencia crucial radica en cómo cada género se relaciona con su contexto. Mientras el surrealismo es universalista y busca trascender fronteras culturales, el realismo mágico está profundamente arraigado en las geografías de las que surge. Alejo Carpentier, por ejemplo, encuentra en la historia caribeña un caldo de cultivo para El reino de este mundo (1949), donde lo mágico no es un escape, sino un reflejo de la complejidad histórica: la mezcla de mitos africanos, indígenas y europeos en un espacio colonizado.En el cruce de mundosLa clave para entender el realismo mágico es su capacidad para hacer que lo extraordinario parezca ordinario y viceversa. Es un género que camina entre fronteras, que desafía la lógica binaria de lo posible y lo imposible. Mientras que el surrealismo desarticula la lógica y el realismo tradicional la enaltece, el realismo mágico las entrelaza, reconociendo que en muchas culturas —particularmente en América Latina— la vida misma ya es un acto de magia.En palabras de la crítica Ilan Stavans, "el realismo mágico no es una fuga de la realidad; es un intento por abarcarla en toda su extensión". Esa, quizá, sea su mayor lección: que la literatura no debe limitarse a reflejar el mundo como es o soñarlo como podría ser, sino imaginarlo como lo vivimos, con toda su complejidad hechizada.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Niños, niñas, jóvenes y adultos de todas las edades de Antioquia están llamados a participar en la quinta edición del concurso de cuento Antioquia Reimaginada y concursar por premios de hasta cuatro millones de pesos. Este encuentro de realidades, historias y letras es una iniciativa liderada por Comfama, en alianza con la Fundación Secretos para Contar, que ha llegado a más de noventa y seis municipios ubicados a lo largo y ancho de Antioquia en sus ediciones anteriores. Con el fin de impulsar la creación literaria a través de la construcción de relatos escritos que reflejen la riqueza cultural, natural, étnica y patrimonial de la región, el concurso está dirigido a todos sus habitantes, en las categorías infantil, juvenil y adultos. “Hace cinco años emprendimos un viaje para descubrir las historias que nos representan como región. A lo largo de este camino, que nos ha dado la oportunidad de conocer esos otros mundos posibles que habitan fuera de la centralidad, descubrimos una sociedad que se narra a sí misma y que comparte aspectos comunes como el dialecto, la cultura y hasta las heridas ocasionadas por la violencia”, afirman los organizadores en la convocatoria. 💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíPara participar, los aspirantes deben postular su cuento antes del 16 de diciembre, y este debe tener una extensión de máximo 500 palabras, sin contar el título.Tenga en cuenta que podrán participar todas las personas con domicilio estable en el departamento de Antioquia, excepto aquellos que viven en los municipios del Área Metropolitana del Valle de Aburrá. (No podrán participar las personas que hayan concursado de Medellín en 100 palabras en su última edición)La temática de los relatos es libre y surge de la vida en los territorios y poblaciones del departamento de Antioquia. Además, los relatos deben ser estrictamente inéditos. Esto significa no haber sido publicados previamente en ningún formato.Para participar deben ingresar a la página www.cuentoantioquia.com, crear una cuenta y seguir las instrucciones que se especifican allí. Cada participante puede presentar al concurso un máximo de tres cuentos, sin embargo, podrá ser ganador de un solo premio y en una sola categoría.El jurado, integrado por las escritoras Lorena Salazar Masso, Fátima Vélez y el escritor Guillermo Cardona Marín, seleccionará un ganador en cada una de las categorías, así como un segundo y tercer puesto en cada una. Los premios en cada categoría serán los siguientes:Categoría infantil (de 7 a 13 años) Primer puesto: Un bono de viajes Comfama por hasta $3.000.000 + $1.000.000 en libros. Segundo puesto: Un bono de viajes Comfama por hasta 1.000.000 y una colección de libros por hasta $1’000.000. Tercer puesto: Una colección de libros por hasta $1’000.000. Categoría juvenil (de 14 a 17 años)Primer puesto: $ 4.000.000.Segundo puesto: $ 2.000.000. Tercer puesto: $ 1.000.000.Categoría adultos (18 años en adelante)Primer puesto: $ 4.000.000. Segundo puesto: $ 2.000.000. Tercer puesto: $ 1.000.000.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.