
En la historia literaria de Colombia, pocos nombres brillan con tanta singularidad como el de León de Greiff, el poeta antioqueño cuya obra se convirtió en un universo propio de palabras, símbolos y sonidos. Considerado uno de los escritores más originales del siglo XX en Hispanoamérica, De Greiff fue un auténtico artesano del lenguaje, un alquimista verbal que hizo de la poesía un juego estético, un espacio de libertad y una manifestación radical del arte por el arte.
Nacido en Medellín el 22 de julio de 1895, con el nombre de Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Haeusler, provenía de una familia de ascendencia sueca y alemana, lo que marcó en parte su fascinación por la cultura europea y su carácter cosmopolita.
Su vínculo con la literatura empezó temprano, cuando en su juventud fundó con otros intelectuales el famoso grupo literario Los Panidas, entre los que también figuraban Fernando González y Ricardo Rendón. Desde entonces, De Greiff se posicionó como una voz disruptiva, interesada en explorar nuevas formas, lejos del canon académico o de la poesía comprometida de su época.
Su primer libro, "Tergiversaciones" (1925), fue un golpe de timón en el panorama poético nacional. En este volumen ya aparecían muchas de las características que definirían su estilo: un gusto por el neologismo, las referencias cultas, el humor refinado y un sonido envolvente que hace que sus versos se disfruten más en voz alta que en silencio.
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Para De Greiff, la musicalidad del poema era tan importante como su contenido. No en vano se le comparó muchas veces con los simbolistas franceses o incluso con los barrocos del Siglo de Oro.
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En su obra, el lector se encuentra con una galería de personajes ficticios —Gaspar de la Nuit, Gamaliel, Usiel, Leo le Gris, Sergio Stepanski—, que funcionan como alter egos o máscaras desde las cuales el poeta elabora su universo. Esa multiplicidad de voces y estilos da cuenta de su profundidad creativa y de su necesidad de no encasillarse. Como él mismo afirmaba: “no tengo ideologías ni doctrinas; tengo gustos literarios”.
La forma antes que el mensaje, decían sus críticos. Pero eso sería reducir su obra a un mero ejercicio estético. En realidad, la poesía de León de Greiff es también una crítica sutil al mundo moderno, al utilitarismo, a la banalidad. En su verso hay ironía, nostalgia, un amor por lo inútil, por lo gratuito, por lo bello sin propósito. Es una obra que se resiste a ser explicada desde una lógica tradicional. Hay que dejarse llevar, como si se entrara a un palacio barroco donde cada sala tiene su propio lenguaje.
Entre sus libros más destacados se encuentran "Variaciones alrededor de nada" (1936), "Libro de signos" (1947) y "Obra poética" (publicada póstumamente en varias ediciones). En todos ellos se percibe una voz inconfundible, irreverente y lúdica, que ha sido fuente de inspiración para poetas posteriores como Jaime Jaramillo Escobar o Juan Manuel Roca.
Más allá de la literatura, De Greiff fue también un personaje público. Trabajó como funcionario, diplomático y profesor universitario. Fue representante de Colombia ante la UNESCO y ocupó cargos en el Ministerio de Educación. Sin embargo, nunca dejó de cultivar su distancia frente al poder, y su postura fue la del artista independiente, ajeno a las modas, los partidos y las instituciones. Su figura, con su bigote prominente, su hablar pausado y su gusto por el anacronismo, se volvió legendaria en el mundo cultural colombiano.
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Murió en Bogotá el 11 de julio de 1976, a los 80 años, dejando un legado poético que aún desconcierta y fascina. Hoy en día, su casa natal en Medellín es patrimonio cultural, y su nombre resuena no solo en libros, sino en bibliotecas, colegios y centros culturales del país.
León de Greiff sigue siendo un enigma, una voz excéntrica que le dio a la poesía colombiana una dimensión inusitada. Leerlo es entrar en un mundo donde el idioma se vuelve música, y donde el lenguaje se libera de sus ataduras para jugar, seducir y deslumbrar.
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