
Conocida cariñosamente como “La Negra”, Mercedes Sosa (1935-2009) fue la voz profunda que dio sentido al sueño colectivo de justicia social en América Latina. Su trayectoria, nacida en el folclore argentino, trascendió fronteras y sumó generaciones con un repertorio que fusiona poesía, denuncia y esperanza.
Nacida en San Miguel de Tucumán en una familia humilde —con un padre jornalero y una madre lavandera—, Sosa descubrió su pasión por el canto a los 15 años, cuando ganó un concurso radial local.
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Desde entonces, su carrera quedó marcada por esa sensibilidad popular y un compromiso a favor de los más débiles.
En los años 60, se unió al movimiento Nuevo Cancionero — par argentino de la nueva canción— que mezclaba música folclórica con mensajes políticos. Ese fue el origen de su fama: voz poderosa de un pueblo que buscaba definirse frente a dictaduras y desigualdades.
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Con su música silenciada por el régimen militar argentino (1976–1983), Sosa fue detenida en un concierto en La Plata, y sus canciones fueron prohibidas. Su exilio en Europa (1979–1982) no fue silencio sino amplificador: desarrolló una carrera internacional, cantando en Carnegie Hall, el Vaticano y el Lincoln Center.
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Su regreso a Argentina, justo antes del fin de la dictadura, fue heroico. Un doble álbum grabado en el Teatro Ópera y su gira provincial marcaron su reconexión definitiva con el público y la consolidación de su influencia multicultural.
Mercedes Sosa fue más que una cantante: fue la voz de los sin voz. Activista sin declararse militante partidista, abrazó causas de derechos humanos, feminismo, justicia social y salud pública. Representante de UNICEF y embajadora de la UNESCO, su mensaje se extendió por toda América Latina .
La artista dirigió su oficio a difundir un cancionero universal que hablaba de resistencia y memoria. Con su canto, ofreció consuelo a quienes sufrieron dictaduras y señales de esperanza.
Cinco canciones que son himnos
A continuación, algunos temas en los que Sosa encontró su voz definitiva y que siguen resonando:
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1. “Gracias a la vida”
Quizás su interpretación más universalmente reconocida. Esta canción, escrita por la cantautora chilena Violeta Parra, es un himno a la gratitud y a la existencia misma. La versión de Sosa, con su emotividad contenida y su voz que parece abrazar cada verso, convirtió esta pieza en un estándar global. Su interpretación le dio una vida propia a la canción, trascendiendo su origen y convirtiéndose en un símbolo de esperanza y persistencia.
2. “Todo cambia”
Compuesta por el chileno Julio Numhauser durante su exilio, Sosa la incluyó en 1984 en el álbum ¿Será posible el sur? Con su interpretación, convirtió la canción en un himno a la transformación: una reflexión profunda sobre el paso del tiempo y el cambio inevitable que nos define.
3. “Como la cigarra”
Una obra de María Elena Walsh, adoptada por Sosa en 1979. Su interpretación, especialmente durante el exilio, las convirtió en la antología del resurgir. Frases como “tantas veces me borraron… y seguí cantando” fueron adoptadas por víctimas de represión en Argentina. Su canto fue símbolo de resistencia y retorno, especialmente en la versión en Lugano, Suiza.
4. “La Maza” (con Shakira)
Una creación del cubano Silvio Rodríguez, registrada en 2009 como parte del álbum Cantora, en dueto con Shakira. Ese tema, desnudo de adornos, refleja un compromiso: “si no creyera en lo que creo… no cantaría”. Billboard la incluyó en los 50 mejores temas latinos.
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5. “Canción con todos”
Letra de Armando Tejada Gómez y música de César Isella (1969). Sosa la convirtió en un himno pan-latinoamericano de solidaridad. Fue coreada por mandatarios y pueblos, propuesta como himno de la UNASUR, símbolo de unidad regional.
6. “Solo le pido a Dios”
Convertida en un himno pacifista y de resistencia en toda América Latina. Compuesta por el cantautor argentino León Gieco en un contexto de dictadura, la canción es una súplica por la paz y contra la injusticia, la guerra y la indiferencia. La versión de Sosa, con su autoridad moral y su voz cargada de convicción, la elevó a un estatus icónico.
Su voz, grave y potente, se convirtió en el eco de los pueblos oprimidos, el grito de la esperanza y la banda sonora de la lucha por la justicia y la libertad en un continente marcado por las desigualdades. Y aunque su repertorio sea extenso, otros temas como “Duerme Negrito” o “Balderrama” también ponen en evidencia su compromiso con la ternura y la recuperación de raíces.
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