La publicación en 1867, de María , de Jorge Isaacs se convirtió en un hito en la literatura de la región. El intrincado amor entre Efraín, hacendado del Cauca, y su media hermana se desarrolla rodeado de la naturaleza exuberante de un nuevo país, Colombia. María se estableció como la novela de fundación nacional y terminó en una especie de mausoleo que, a partir de las conservadoras lecturas iniciales, la anquilosó bajo los valores de la nueva nación: conservadora, católica y hacendada.
En esta edición contempla las últimas correcciones que hizo Isaacs e incluye paratextos del siglo XIXy facsimilares de las ediciones de 1878 (anotada por el autor) y de 1922. Jorge Isaacs fue escritor, político, diplomático, explorador, militar y poeta. Vivió durante la época de consolidación de la República y su única novela, María , se convirtió en una de las obras más notables del movimiento romántico en la literatura en español. Es también autor de una amplia obra conformada por poesía, teatro, periodismo, textos políticos y estudios etnográficos, entre otros.
En la introducción de esta reedición del libro Carolina Alzate, PhD de la Universidad de Massachusettsen Amherst, dice:
“El interés de los lectores en María , lejos de decaer, ha ido en aumento a lo largo de estas primeras décadas del siglo XXI. Las nuevas lecturas, por su parte, múltiples y en general irreverentes, han logrado sacar a la novela y a su autor de esa especie de mausoleo que los encerró por décadas y les impidió respirar. La crítica tradicional, que imperó hasta al menos los años 1970, repitió los gestos conservadores de los lectores iniciales de la novela, que intentaron domesticarla y terminaron sepultando a Jorge Isaacs bajo ese monumento que lo quería para siempre conservador, católico, hacendado, blanco. Así querían lanación que estaban fundando por entonces, mediados del siglo XIX. En esa nación, curiosamente, ni siquiera María y su autor acababan de encajar. Isaacs fue conservador en su temprana juventud, pero era ya liberal radical en ciernes cuando escribió la novela. Católico también, pero hijo de un judío jamaiquino con-reverso; de hecho, Miguel Antonio Caro, amigo de juventud y luego acérrimo enemigo, lo llamó judío para descalificar su trabajo político y literario posterior a María .
Publicidad
Hacendado sí, pero reciente y por pocos años, como su propio padre: ambos eran recién llegados a un club en el que las haciendas no se compraban, sino que se heredaban de generación en generación desde la época de la conquista española (Martínez-Pinzón). Era blanco, pero todo lo blanco que podía ser un judío (hijo de converso) en estas tierras conservadoras, migrante como los personajes más interesantes de su novela, "otro" entre los negros de la diáspora y los antioqueños en busca de tierras que huían de la servidumbre de las haciendas. La nación se quería también hispanohablante, en un momento en que las lenguas indígenas tenían todavía más hablantes que hoy.
El mundo de María tampoco es monolingüe, pues es un mundo de migrantes, con africanos esclavizados y una amada judía jamaiquina — María , aunque no la recuerde así la memoria nacional— para quienes el español fue lengua adquirida y nunca enteramente propia. Estas "anomalías" fueron ocultadas por mucho tiempo para convertir la novela en eso que más suele recordarse: una historia de amor en el jardín de una hacienda, en un pasado idílico tristemente perdido. Pero esta novela es más que una historia de amor, y el idilio que presenta no es tal. El jardín mismo, tan cuidado por María, oculta un abismo que tienta a Efraín con el suicidiohacia el final de la novela. Isaacs narra el mundo desaparecido de su juventud. Por supuesto siente nostalgia, peroera un mundo en proceso de disolución y así debía ser. Las reformas liberales, que venían desarrollándose desde 1849 y que traerían entre otras cosas la abolición de la esclavitudyenrespuestala guerrade los hacendados del Cauca, iban a transformar ese mundo para siempre. Contra esas reformas empezaba Isaacs a identificarse por los años de escritura de su novela. La superficie de esemundo, aparentemente armónico y diseñado para ser eterno, cubría corrientes profundas y turbulentas”.
Los cuentos de Tomás Carrasquilla
Carrasquilla es un maestro de la lengua, y sus cuentos son una prueba de ello. En efecto, alguien que con tanto placer escuchóen su infancia las historias contadas por campesinos y minerossabe desde muy temprano diferenciar entre el narrador omnipotente y la oralidad de los personajes. Sabe también de las formas diferentes del humor y llena de colorido las descripciones cuando del mundo material se trata y de compasión cuando el dolor y la miseria se ensañan con sus personajes. Este es un escritorque descifra con trazos rápidos y seguros las apariencias quetanto dicen sobre la condición humana.
En esta edición se incluyen cuentos que no habían sido contemplados en otras compilaciones y una introducción a cargo de Leticia Bernal, gran conocedora de su vida y obra:
“Tomás Carrasquilla “cuenta los más admirables relatos de nuestra raza, en nuestra lengua, con nuestros sentimientos”, afirmaba el entonces Ministro de Gobierno Alberto Lleras Camargo, en 1936, con ocasión de la entrega del “Premio Nacional de Literatura y Ciencias Vergara y Vergara” al escritor antioqueño. Y continuaba: “En la Antioquia de Carrasquilla, religiosa, fanática, radical y blasfema, simple y profunda, andariega y hogareña, está toda la República”. No se equivocaba Lleras Camargo, como tampoco el jurado calificador del Premio compuesto por Antonio Gómez Restrepo, Baldomero Sanín Cano y Jorge Zalamea, al afirmar que “Carrasquilla señorea la frase como el hábil jinete a la cabalgadura de bellas formas y remoto abolengo.
Publicidad
Varía la construcción con destreza y acomoda con sabia mano de artista el estilo a las necesidades de la narración o al paisaje descrito”, para, finalmente, calificar al escritor como el “poeta inconsciente de la prosa”.Y aunque la afirmación del jurado está referida a la novela premiada (la primera parte de Hace tiempos), no por eso es menos cierta para la totalidad de la obra del autor. Tomás Carrasquilla nació en Santo Domingo (Antioquia) el 17 de enero de 1858, solo cuarenta años después de que Colombia declarara su independencia de España e iniciara el tránsito por el difícil camino de convertirse en república.
"El mundo era entonces nuevo”, como años después escribiría Gabriel García Márquez, y ambos acontecimientos dejaron su impronta en la sensibilidad y la imaginación del futuro escritor y de sus coterráneos. De España heredaron el placer del lenguaje que, al calor del fuego de fogones rudimentarios, alegraba las noches con leyendas traídas a estas tierras por los colonos ibéricos, las hazañas de Don Quijote, las truculencias de la picaresca y tantos otros autores del gran siglo de oro de la literatura española; también heredaron una religión ritualizada que se complacía en el boato de las ceremonias y, sin contradicciones, incluía los misterios que alentaban en el alma africana y aquellos que habitaban el monte y daban ocasión a historias de espantos y aparecidos. De la naciente república llegaban hasta esasmontañas todavía vírgenes las gestas de la independenciacon sus héroes, las anécdotas de las terribles guerras fratricidas y el furor oratorio que llenaba las tribunas populares.
Habitante de su época, cuando le llegue el momento, Tomás Carrasquilla recuperará todos estos elementos para la construcción de su obra. La infancia de Carrasquilla transcurrió entre los poblados vecinos de Santo Domingo y Concepción. Según su propio testimonio, aprendió las primeras letras en la escuela regentada por Dimas Arias, y a los quince años llegó aMedellín para continuar los estudios en la Universidad deAntioquia. Interrumpidos estos por una de las tantas guerras civiles que atravesaron el siglo XIX colombiano, renunció a continuarlos y por algunos años se dedicó a la sastrería. Pocos réditos le daba el oficio, y cansado de luchar por el sustento hubo de recoger telas, hilos y tijeras y regresar a Santo Domingo, donde ocupaba su tiempo en leer “cuanto hay, bueno y malo, sagrado y profano, lícito y prohibido, sin método, sin plan ni objetivos determinados, por puro pasatiempo” y a “emborronar”, según su propia expresión, cuartillas”.