"Parece un contrasentido, pero estamos más que nunca visibilizando la epidemia de la violencia contra la mujer, más que nunca se está hablando, gritando y cantando en contra de eso y hay más, aumentan. Evidentemente tiene que ver con un contraataque para intentar aplacar todo eso", afirma la autora en una entrevista con EFE."Hay un grupo muy grande" que siente que "se le están quitando unos privilegios que son muy esenciales a los que se quiere aferrar", unos privilegios relacionados al cuidado de los hijos, de los padres, "a que se haga todo" y eso, enfatiza, "ha generado un contraataque muy violento".La escritora llama a "seguir perseverando en la lucha" para transformar la sociedad, un cambio que, dice, ya ha podido ver."Yo sí pienso que el patriarcado se va a caer, porque sí está cambiando. Lo que pasa es que no a la velocidad que nosotras querríamos. Pero yo en mis 45 años ya he podido ver avances. Siempre puede haber retrocesos, pero pude ver cambios y tengo esperanza en las nuevas generaciones", sostiene."Mugre rosa", un adelanto a la Covid-19Trías, que vive en Colombia desde hace varios años, ha presentado en Madrid su última novela "Mugre rosa" (Literatura Random House, 2020), un libro muy poético cuya historia transcurre en una ciudad portuaria asolada por una peste misteriosa, muy parecido a lo que sucedió meses después de que la escribiese con el virus de la covid-19.Y aunque le han preguntado mucho por su "capacidad adivinatoria", ella asegura que "nunca tuvo la sensación de haber previsto una cosa que nadie se esperaba", sino más bien de "haber visto una cosa que estaba latente, que estaba en el presente, no en el futuro. Con todas sus señales ya ocurriendo"."Ya lo veíamos hace muchos años. Las personas, nosotros, los ciudadanos de a pie, no estamos queriendo ni hablar ni pensar en el tema, pero hay muchos libros escritos, están los informes de la ONU sobre el cambio climático que se sacan todos los años y que son terroríficos", sostiene.Además, recuerda haber leído en la página de la Organización Mundial de la Salud que la llegada de una pandemia era "inevitable". "Lo que pasa es que no se sabía cuándo. Entonces, ¿qué significa? ¿Que hay que estar alerta todo el tiempo o que no hay que estar alerta nunca y entregarse a su suerte? Eso me interesaba también como material literario".La pandemia, el negacionismo y las teorías conspiratoriasLo que ha hecho la pandemia, dice, es aumentar "una tendencia que ya había, que era la del negacionismo y las teorías de conspiración".Una tendencia que, explica, está ligada al miedo. "Es tan impresionante el miedo que puede llegar a causar mirar de frente un determinado peligro o una determinada amenaza que como estrategia de supervivencia, de protección, de autoprotección, negamos"."Y pienso que eso es exactamente lo que está pasando con el tema ambiental, pero es una cuestión colectiva. En todos los niveles hay una negación colectiva a ver a dónde nos está llevando todo esto. Y aunque la novela no tiene una intención militante, porque no creo que la literatura pueda ser militante en ningún sentido (...) igual se ve atravesada por eso", afirma.El miedo es precisamente una de las emociones que a Trías más le interesan. "Yo vengo escribiendo sobre eso desde "La azotea". Es una emoción muy poco constructiva, porque lo que hace es separar, es generar aún más brechas entre las personas"."Lo que necesitaríamos hacer para reconstruir el tejido social, que está completamente roto en este momento, es acercarnos, es construir comunidad. No me extraña que no hayamos salido mejor de la pandemia porque, al contrario, se radicalizaron las diferencias y las grietas se han hecho más visibles, las grietas de la crisis económica, del medio ambiente y de la confianza en los medios de comunicación. Todo esto está en 'Mugre rosa'", precisa."Ya íbamos en esa dirección de separación del otro, como un movimiento cíclico histórico. Parece que yo predije esas cosas, pero realmente ya estaban y lo que hizo la pandemia es agudizarlas", zanja.Recuerde que puede conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Hay libros que están hechos de palabras, todas palabras. Hay libros que están hechos de dibujos, y líneas y márgenes y letras. Todos los libros son montañas abiertas que muestran a unos hombres y a unas mujeres vivientes y que, al mismo tiempo, esconden una raíz. La raíz del mundo: su corazón. Qué difícil escribir, entonces, de un libro que no es solo palabras ni composiciones sintácticas y sentidos lingüísticos, como lo es CARTOFONÍA del universo INTERNO, de Diego Santamaría. Una obra que podría enmarcarse como poemario, pero que revela un secreto distinto. Ni siquiera más allá de la poesía, tal vez más hacia los lados: un libro en movimiento musical, podríamos decir.Publicado este año, los poemas que comprende son exploraciones del lenguaje y el sonido de las palabras. Cada texto va acompañado de un código QR con la escenificación sonora que le corresponde, no confundamos estos sonidos con canciones: importante decirlo, porque son lecturas singulares de cada verso y en ese sentido se convierten en nuevos poemas. Así que hay formas infinitas de abordar este libro, desde el orden de la lectura convencional, o escuchando primero las escenas o leyendo y escuchando, o lo que cada lector elija.Su estructura es atiborrada, exagerada, una burla al minimalismo tan de moda, en el que las páginas diáfanas no esconden nada y quedan las letras huérfanas de forma. Santamaría, en cambio, propone muchos sentidos que desorientan al lector y lo ubica en una experiencia distinta. Lo convoca al movimiento y lo expone a la risa, a versos poderosos como: “¿cómo puedo arder lejos / si la casa / no se me quita de encima?”. Los temas son distintos en las cinco partes del libro, pero cuando este se cierra, una masa tiene forma: como una palabra que nadie había escuchado nunca, pero que existió desde el principio del principio. Como la poesía.Esta es una escritura metafísica, anidada en el sentir, en la vibración de la palabra: es una forma de ver el mundo y de entender la relación de las cosas vivas con el autor —y de paso con el lector —. “mi guerra conmigo / no es un “dímelo en la calle” / es una batalla campal”. Los poemas de CARTOFONÍA del universo INTERNO nos devuelve la idea maravillosa de ser todos los yo que nacen en el centro del hombre y la mujer, porque es una conversación constante con nuestras facetas horribles, hermosas y bestiales. Y, sobre todo, porque contiene la esperanza de ser alguien nuevo a cada página. La esperanza que es casi como decir el coraje: sostenerse, abrirse paso incluso dentro de uno mismo.Todo está escrito sobre la poesía, pero a Santamaría no le bastó con escribirla, sino que, además, la dotó de música electrónica y sonidos extraterrestres y voces agudas, manchadas, enredadas, ensimismadas. Una pirotecnia de creatividad que merece el cielo para su fulgor. "Los profetas del instinto / han dicho que una vez / se hace el ruido en ti / hay que correr hacia él". Entren pues en el ruido de este libro, andar al borde del abismo solo sirve para tentarse de caer en él. Y caer es la sensación de estar viviendo. Para escuchar escuchar las escenas sonoras del libro ingrese aquí.
Para este concurso se consideran obras escritas originalmente en español, independientemente de la nacionalidad del autor, que hayan sido publicadas en España en 2021. La selección de las obras candidatas al premio corre a cargo del Jurado. La obra tiene que haber sido publicada en papel por una empresa editorial. No se consideran obras autoeditadas, ni tampoco las publicadas por plataformas de autoedición.La primera selección de obras estuvo compuesta por Gabriela Wiener por su novela “Huaco retrato” y Giuseppe Caputo con “Estrella Madre”, junto a “Tres truenos”, de Mariana Closs; "La señora Potter no es exactamente Santa Claus”, de Laura Fernández; "La ternera", de Aurora Freijo; "Canción", de Eduardo Halfon; "Páradais", de Fernanda Melchor; "Furia", de Clyo Mendoza; "Eva y las fieras", de Antonio Úngar; y "La tiranía de las moscas", de Elaine Vilar. La organización anunció las tres obras finales.Tres truenos, Marina Closs (Tránsito)Por ser una primera novela que denota un talento asombroso y poco común a la hora de manejar el lenguaje, por una mirada única y singular a la violencia, a la maternidad, a la mujer y al cuerpo. Por las tres voces contundentes, sobrias, ágiles y singulares de cada una de las narradoras. Por la originalidad de las tres historias que conforman este libro, todas recreadas en atmósferas asfixiantes y extrañas. Por un diálogo sólido que la autora establece entre ellas y que hablan sobre formas dispares de amor y sexualidad a desde ángulos diferentes y singulares. Por el realismo y el respeto con el que están escritas. Por esa voz narrativa que logra provocar al lector todo tipo de reacciones, desde el asombro a la sorpresa.La señora Potter no es exactamente Santa Claus, Laura Fernández (Literatura Random House)Por la habilidad asombrosa a la hora de crear una historia divertida e inteligente sin caer en el cinismo ni en lo banal, por esa aparente ligereza que esconde una novela muy profunda. Por lograr escribir una historia melancólica, desoladora y triste con una fina capa de humor que se sostiene a lo largo de más de 600 páginas. Por esa galería de personajes que cada uno de ellos es un modelo a escala de todos y cada uno de nosotros y, por lo tanto, un repertorio de personajes que reflejan la complejidad de la condición humana. Por la dimensión metaliteria del texto donde la ficción se presenta como una condena y, también, como una salvación. Por un ejercicio de imaginación complejo y desbordante, por el uso peculiar y libre del lenguaje y por el homanaje que hace a la ficción y a la literatura.Huaco Retrato, Gabriela Wiener (Literatura Random House)Por el valor de la autora de escribir un relato íntimo y, a la vez, indagar en el colonialismo y en parte de la historia de la humanidad. Por cómo a través de una historia personal y familiar escrita con gran coraje hilvana temas tan dispares como el duelo, el deseo, el arraigo y el racismo. Por como pone de frente el pasado con el presente, a Europa con Latinoamérica y así misma con su familia. Por el juego ingenioso y sutil con la ambigüedad que nos lleva hasta un final inteligente. Por su voz cálida, descarnada y poética. También por ese ejercicio que hace desde el "yo", que va más allá del reto de contarse a sí misma y se cuestiona de dónde viene y cómo existe aquí y ahora. Por estructurar todos estos temas con fluidez y elegancia en una novela conmovedora.
El autor argentino Javier Núñez obtuvo el premio Literario de Casa de las Américas 2022 por su novela "Hija de Nadie", anunció el viernes el jurado, que también premió a escritores de España y Cuba. El galardón a Ñúnez responde al "buen pulso narrativo, gran manejo de los diálogos y narra, en tono cinematográfico" de la historia de estas dos mujeres "que resisten a una realidad áspera y cruel", indicó el sitio web de Casa de las Américas. En la categoría de poesía, el jurado encabezado por el conocido autor argentino Jorge Boccanera, premió al cubano Luis Llorente, por su libro "Excepcional belleza del verano".El poemario "es un registro minucioso recreado por una memoria singular, de lenguaje virtuoso, atmósferas logradas y excelente manejo del ritmo. Destaca también este libro por la fuerza y belleza de imágenes eslabonadas que serpentean como un solo y contundente poema", indicó el jurado.Además, decidieron otorgar menciones a los libros "Bordando Quilkas" de la peruana Carolina O. Fernández y al texto "Por alguna vez cuando oscurece", del boliviano Benjamín Chávez. "Moneda y malestar social en Cuba (1790-1902)", del español José Antonio Piqueras Arenas obtuvo el galardón en ensayo de tema histórico-social. El jurado lo consideró un "ensayo riguroso sobre el lugar de la moneda y las relaciones monetarias en la formación histórica de Cuba entre finales del siglo XVIII y el fin de la ocupación militar de los Estados Unidos".Mas de 1.600 obras se presentaron a esta edición 62 del premio, que va alternando géneros literarios anualmente. Los jurados fueron invitados la víspera al Palacio de la Revolución de la Habana, donde el presidente Miguel Díaz-Canel les agradeció su presencia en Cuba. "Sé lo que significa venir a Cuba. Venir a Cuba en estos tiempos es un compromiso, es un hecho también yo diría de valentía, es un hecho que tiene consecuencias. Y por eso les agradecemos mucho que estén aquí con nosotros", dijo el mandatario.Fundada en abril de 1959, la Casa de las Américas y su premio literario han reconocido a decenas de autores de la región como el salvadoreño Roque Dalton, el argentino Ricardo Piglia y el peruano Alfredo Bryce Echenique.
A mi lado un hombre hermoso tiene pesadillas. ¿Sueña con monstruos? ¿Sueña con un abismo en el que cae? Cuando está por llegar a lo profundo de su sueño, cuando su cuerpo largo y huesudo, labrado de tatuajes, está por caer en las rocas finales del precipicio que imagino, se despierta de un sobresalto y es tan cercano el temor que puedo olerlo. La mirada fuera de sí, los ojos en un brillo espectral, las sienes húmedas. Es un niño. Lo abrazo, lo tranquilizo, le digo que todo está bien, que no hay nada que temer, que duerma, que duerma, que duerma. Y lo hace, regresa a su sueño. A los días, a las semanas el miedo vuelve parecido. Suelo verlo de vez en cuando, nos encontramos en algún punto de la noche, en pistas electrónicas, en fiestas de perreo, en esquinas, en after hours. Es mi amigo, nos queremos. Y a veces se queda en mi casa y a veces él tiene miedo y yo lo protejo.Mi amigo supo que era hermoso muy tarde, después de una adolescencia dura viviendo en casas tomadas y conventillos, yendo a escuelas donde lo discriminaban por negro, por pobre, por bailar como ninguno, por el pelo rizado, por la ropa. Pero gracias al pop supo de sí no sólo que era bello, de un modo perturbador, sino que supo de música, de ritmo, de beats, de letras increíbles. Y aprendió a bailar, a moverse como nadie con esos pasos en los que el cuerpo se gobierna antes que la mente, y a tocar, a cantar, a rimar la prosa del dub, la poesía del siglo pasado que entonces se terminaba. Y cuando supo que inquietaba con su silencio tímido y con su potencia artística se volvió modelo y posó para artistas, y tuvo su banda, y un día se enamoró y se fue yendo todo a la chingada.Mi amigo tiene recuerdos y en las noches en vela de la cuarentena, que por casualidad finalmente transcurre en mi casa, me cuenta algunas escenas de esa vida de estrella pop, y de laburante, de esfuerzo inmenso por tener lo propio, y de pérdidas y vacíos, de confusiones y de errores. Y de sus sueños, de los que se sueñan despierto para pensar el futuro. Pero parece que yo no lo sé escuchar lo suficiente y no entiendo demasiado lo que quiere, lo que sueña. Parece que pasarán mil años hasta que pueda conocer a mi amigo. Quizás nunca. Quizás mañana. Mi amigo tiene recuerdos y un presente en pausa. Y en este presente viral tiene miedo. Entonces, cuando no había pandemias y nos podíamos juntar en la noche transida de baile y ruido, tenía miedo a los fantasmas de su infancia. Tenía miedo de lo que podía volver de esa zona oscura. Es normal, trato de decirle. Solemos temerle al pasado. A lo que ni siquiera podemos recordar de nuestro pasado.Ahora, en estos días de pandemia, mi amigo le tiene miedo al futuro.¿Cómo construir un futuro posible ante la incertidumbre global, el pendiente más intangible y complejo de desarmar de la pandemia? No nos queda otra alternativa que pensar la elaboración del futuro en múltiples dispositivos nacidos en el pasado reciente, que serán revisitados una y otra vez para capturar aquello que sea esencial. Lo esencial como nuevo orden de la política en nuestras vidas: bregar por lo esencial, apreciar lo esencial, compartir lo esencial. Una especie de mapa de curaduría global con raíz íntima y local, donde aquellos que produjeron cultura, ideas, metáforas e interpretaciones de la realidad vuelvan a visitarlas, ahora con la conciencia de una finitud masiva. Nos vamos a morir. Muchos van a morir. Algunos vamos a morir. La conciencia de la enorme vulnerabilidad del humano.Mi amigo, por ejemplo, podría haberse quedado en la casa de sus padres, que tuvieron que abandonar la que ocupaban en un barrio para mudarse a la de un pariente. Por eso fue providencial ese encuentro, días antes del anuncio de la cuarentena, y luego aquella noche que ahora parece tan lejana, cuando vimos juntos al presidente pidiendo que nos quedáramos en nuestras casas. Faltaban poco para las doce, y dijimos por qué no hasta el domingo. Y ya pasó un mes y mi amigo en casa y yo sin conocerlo. En esa dificultad mía quizás leí mal, quizás aún me equivoco, pero pensé en mi amigo en esa casa de otros con otros diez, y pensé que necesitaba estar tranquilo y mi casa es grande, y en la casa de mi familia siempre hubo lugar para los viajeros, para los amigos. Entonces más tarde creí que el único motivo para que él soportara una convivencia imposible era poner a funcionar las máquinas, sus máquinas, su capital preciado. Con ellas ha fabricado y mantenido durante los últimos años una marca de ropa. He visto cómo se peleaban por esas prendas los habitués de un antro en Palermo. He visto a estrellitas recién nacidas pelearse por esas prendas en la noche porteña. He comprado esa ropa alucinante para mi hijo, para sus amigos, he regalado lo que mi amigo hace con el orgullo de que lo hace un amigo. Mi amigo es de esas personas con talentos múltiples y de esos talentos ha entrado y salido, pero siempre regresa a dos que le han dado brillos y dinero: la música y el diseño. Claro que quién hace una fiesta, un recital, un festival, un pogo en estos días.Y quién va a fabricar ropa en los días que corren, en los días que siguen. Mi amigo no lo duda: debe pedir entonces la ayuda de emergencia. Es lógico. Es lo que corresponde. Como millones de otros emprendedores no hay modo de conseguir ingresos, no hay modo de mover ni de vender nada.El futuro de pronto son esos diez mil pesos que podrían ser combustible para las máquinas, para volver a la productividad. Pero recién, ahora mismo, en este presente santo, esa mínima bocanada de aire queda en suspenso y no le llega a los pulmones, y mi amigo, desde el otro extremo de nuestro encierro me lo dice con un mensaje que leo, como todo, maldita sea, en la pantalla: su solicitud ha sido denegada.¿Cómo mi amigo no va a tener miedo del futuro?Aun así, él y millones de trabajadores informales que soportaron ya los cuatro años de pérdidas y recesión, y que pasaron por el 2001 en la calle y gaseados, en la calle y endeudados, en la calle y bailando Thriller, a pesar de todo, tiene en su haber el sueño que va más allá de la pesadilla: diseñar y hacer la ropa que le gusta, pasar la música que lo apasiona, organizar las fiestas que sabe, componer canciones, escribir letras, bailar. Solo se trata de resistir esta cuarentena, cruzar el umbral de tiempo extemporáneo que nos propone, y volver a arrancar. ¿Fundándolo todo de nuevo? Se trata quizás de cuidar las parcialidades que reconstruimos y hacemos sobrevivir en medio del derrumbe sin lamentar cómo caen las fichas que caen producto de un cachetazo invisible. El futuro como un armado más arbitrario de lo que en principio te ofertaba un capitalismo prometedor en el que te juraban que vos eras el que elegía.Si hay un modo de imaginar el futuro es con una consciencia en la que el dispendio de energía en general será clave para una refundación de cualquier tipo. Deberemos elegir entre afectos y amores, trabajos y placeres, ser mucho menos pretenciosos, al tiempo que eficientes en lo que nos de sobrevivencia. Cómo haremos para aprender la cuantía de la energía que gastamos en términos materiales y simbólicos. Dinero. Objetos. Goces. Tiempo. Mirada. Escucha. Nuestra disposición hacia les otres. Probablemente al cabo deberemos quedarnos con algunes, como dice mi amiga, no por altruismo si no por sobrevivencia.De pronto los espacios del estar con los demás, de ser en lo social, en la escena, desaparecen durante la cuarentena. Se diluyen en un futuro cercano. Al mismo tiempo que el ágora de la escena social se contrae o implosiona, el ágora ficcional de las redes fracasa porque carece de carburante: con qué alimentar el morbo del otro, cuánto tiempo podemos pasar posteando barbijos, cocina casera, recuerdos, cuántos vivos podríamos soportar en los próximos meses. Ante la pandemia las redes que supuestamente garantizarían en su función fáctica el contacto humano fracasan: lo inexistente del lazo las vuelve evidentemente mentirosas y tóxicas. Se produce cada vez más un repliegue, y un uso irónico toma el control de lo que era felicidad construida. Entre el pudor naciente y la distancia ante la experiencia nada performática del otro la ironía es todo lo que queda. Salvo para los literales, que siempre tendrán dónde expresarse.Los que hasta ahora por mandato de clase pasamos por la universidad o tenemos mínimos recorridos artísticos, intelectuales, profesionales, trayectorias emancipatorias, afanes holísticos, ambiciones aspiracionales –en suma, buenas intenciones-- nos ha sido difícil sustraernos de un imperativo protocapitalista y binario: existir o sobrevivir. El imperativo de la existencia, en nuestro deseo –desde la pretensión más psicoanalítica--, en nuestra identidad –para darnos un golpe de ego en la idea de lo singular desde la diferencia obvia del humano contemporáneo--, en nuestra neurosis urbana hecha de gestos y escenas. O el imperativo de la sobrevivencia: “hacer” para ganar y pagar. ¿Hay algo malo en ello?Gracias al virus se retirará de nosotros ese falso dilema moral del sujeto mercancía. Estemos listos para un dilema que nos convocará como ninguna otra crisis nos convocó antes. Ni las dictaduras, porque entonces no había más que escapar, esconderse, aguantar la tortura y el encierro, sobrevivir. Ni los intentos de golpe. Ni las crisis cíclicas de nuestras economías. Ni las catástrofes naturales. Ni todo el neoliberalismo del planeta produciendo pobreza y saqueando la riqueza de cada nación. Ni la peor de las músicas, ni el más espantoso de los teatros, ni las series arruinadas en sus temporadas interminables, ni la mala poesía, ni la literatura envasada, ni la falta de deseo sexual. Lo que nos volverá a poner contra la pared y de lo que no tendremos escapatoria serán el otro y el cuerpo. ¿Solos o con los demás? ¿Solos a salvo, o todos en riesgo? ¿Materia, cuerpo o mente? Cuerpo y pensamiento. En un solo movimiento hecho de todos los movimientos: masivo, universal, nacional y revolucionario.En el pueblito del sur del que provengo hubo un día en que muchos creyeron que el mundo se terminaba. A mi abuela Aura le pasó. Para colmo, en esos tiempos, y por puro refugiarse de la borrachera habitual y los palmetazos de mi abuelo Isaías, el obrero socialista, Aura se había hecho testigo de Jehová: ¿qué mejor para un testigo que el fin del mundo? En lo más bajo del pueblo, más allá de la aldea campesina de mis ancestros, junto al río, en realidad ardía una fábrica de lino. El fuego arrasaba con máquinas y telas, hilos y bencinas. Los productos químicos del laboratorio, los motores, el almacén estallaban como programados por el demonio. Y en su pequeña casa de madera mi abuela ponía en fila a sus ya casi diez críos para que rezaran a viva voz en un último intento de ganarse la vida eterna antes del Armagedón.Durante estos días no puedo dejar de pensarla. Aura nació en el campo de Fabiana, una madre que tenía el color, el cuerpo, la tierra de una mujer mapuche, pero con un apellido español o portugués: Carballo. Las genealogías de cientos de miles de indígenas se perdieron en el tiempo porque los apellidos mutaron cuando a comienzos del siglo veinte niñas como ella eran regaladas a los patrones de fundos, abandonadas en diásporas por invasión de tierras, casadas con hombres a los que no amaron, como don Julio Carrasco, mi bisabuelo. Fabiana pisó una ciudad por primera vez cuando ya era vieja y la amenazaba un cáncer. La acompañó mi tía Ivonne, la hija menor de Aura, melliza de Iván; solía representar un número cómico en el que la abuela se miraba frente a los grandes espejos de una galería comercial metropolitana sin saberlo, desconociéndose a sí misma: pase mujer, pase, qué porfiada por dios esta mujer. Le decía, a esa desconocida con cara de india que la imitaba en cada movimiento del otro lado, en ese mundo en el que la imagen de uno mismo valía poco, porque ella vivía sola en su parcela, rodeada de animales y árboles, con la tierra.Crecí con mi madre repitiendo: esto es el fin del mundo. Cada evento trágico en la familia, el fin del mundo. Un hombre abandona a su mujer, el fin del mundo. Una mujer a un hombre, el fin del mundo. Su hijo mayor gay. El fin del mundo. Cae el muro de Berlín, el fin del mundo. Su hijo menor gay. El fin del mundo. Se muere Aura de un derrame cerebral, demasiado joven, justo cuando dejaba de sufrir. El fin del mundo. Se divorcia su único hijo heterosexual. El fin del mundo. Dos aviones se estrellan contra las Torres gemelas. El fin del mundo. Un tsunami arrasa con los pueblos de pescadores, el fin del mundo. Se divorcia su hijo menor. El fin del mundo. Estalla Chile y se prende fuego. El fin del mundo. Se cae de una escalera y se fractura la muñeca, el fin del mundo. Un virus encierra a la humanidad y mata a decenas de miles. Eso, el fin del mundo.Y al instante siguiente ese montón de inteligencia que ha sido y es mi madre se rebela. Siempre desde el sur dice: para empezar, al fin y cabo, el virus no es tan idiota; es lógico que nos vayamos a morir primero los viejos. Luego: encerrarnos y que el mundo cambie para siempre cuando hayamos vuelto tampoco es una desgracia. No exageremos. Dice. Resistir, hemos resistido y sabemos hacerlo. Dice. Ella pudo salir del pueblo, del campo, de la colina, del río, de la noche. Ella pudo cruzar la cordillera y salvarse. Pudo olvidar. Pudo acordarse de vez en cuando. Y a cada paso pudo asumir que el mundo no se termina. Que el futuro es lo único ineludible.Mi abuela no sabía cuándo se hincó a pedir perdón por sus pecados –qué pecados pudo cometer una campesina que pasaba el día en botas de agua enterradas en la tierra cultivando frutillas, grosellas, habas, papas y flores, bajo la lluvia eterna de los sures, acaso pegarles a los hijos— que mientras lo hacía, mientras pedía a dios que le reservara un lugar en el paraíso, ella y todos sus hijos y mi madre resistían. Algo parecido hacemos en estos días de encierro: rezamos, aunque agnósticos, aunque ateos, aunque mundanos y abúlicos, aunque deprimidos. ¿Por qué es sino rezar ese viaje interno al que tarde o temprano nos obliga la inminencia del contagio? ¿Qué es sino una prédica ese revolver cajas de fotos viejas buscándonos afanosamente en el futuro que fuimos? ¿Qué si no un rezo ese diálogo selectivo que comenzamos con algunos y contados otros, ese descubrir de pronto un libro que tenía todo el sentido, una película de debimos ver en aquel momento, una pista ficcional de lo que haremos y seremos cuando esta pesadilla se termine?La pesadilla de la desaparición del mundo no es la que nos impide dormir algunas noches, como a mi amigo. En nuestros sueños desaparecen cosas, casas, autos, ropas, celulares, viajes, cumpleaños, vacaciones, televisores, objetos. No sé si desaparecen personas, eso sería un sueño repetido, la pesadilla real del pasado. Desaparece lo tangible. Partes. Piezas. No desaparece el todo. El todo se vuelve más bien caótico. En el horizonte el futuro amenaza con su desaparición, pero es como el reto de un padre permisivo: no llega a ser cierto jamás, opera como un fantasma débil e ineficiente. Eso es lo peor; sabemos que el futuro nos pisa los talones y no sabemos cómo es, qué cara tiene, cómo se llama, de qué modo nos permitirá sobrevivir, cómo afectará todo lo que lo ignoramos en nuestras arriesgadas existencias.En estos días los filósofos que arriesgan hipótesis más o menos insurgentes sobre nuestro futuro, casi siempre europeos, suelen citar a Walter Benjamin, el alemán que escribía en el París de la resistencia con una máscara anti-gas al alcance de la mano. Los filósofos, casi siempre varones, debaten sobre este momento histórico: que es como una guerra, que de ningún modo es una guerra. Por aquellos días en plena guerra mundial Benjamin lo tenía claro: “si el enemigo vence no estarán a salvo ni los muertos. Y es ese enemigo que no cesa de vencer¨. No estamos en una guerra, lejos estamos de estarlo. Pero quizás sí debamos pensar que estamos por primera vez en doscientos años ante un enemigo claro. Y ese enemigo no es el coronavirus. Pero al mismo tiempo la confusión reina cuando las estructuras apenas comienzan a derrumbarse en sus cimientos. Ante este temblor del que apenas escuchamos un primer y leve zumbido los edificios del sistema económico prefiguran la fractura de sus pilares. Las sociedades ya saben que la democracia no alcanza y cruje como el mejor sistema conocido para mejorar la vida de los ciudadanos. Qué puede pensarse sobre el futuro cuando solo tenemos un diagnóstico nebuloso que negamos todo lo que podemos como hacen los moribundos cuyo dolor se mitiga por el oficio de la morfina.Repensar el futuro implica entonces un esfuerzo impensado de imaginación y creación, ciclópeo, colectivo. Repensar y refundar el futuro es mucho más que salir de esta crisis que ya se sabe llevará al menos dos años dejar de respirar y que preanuncia un mundo tanto más complicado y para colmo asolado por la presencia de los microorganismos que muestran su inteligente poder. Distinguir entre el humo de bombas de sentido lanzadas por las súper potencias disputándose el recurso natural, los mercados, la posesión de los datos de millones de ciudadanos, las rutas, el litio, el petróleo, el agua, es al menos difícil. En esa confusión activistas, líderes políticos, de opinión, luchadores de toda clase, pueden entrar en pantanos si se dejan llevar por las primeras impresiones. Quizás la confusión mayor esté en torno a la función, misión y el carácter dominante de la tecnología. Su condición demoníaca, como la del propio virus, no hace más que dejarla en manos de las corporaciones que detentan la creación y el uso de redes neuronales algorítmicas cuyo funcionamiento y lógica desconocemos tanto como el mundo infinitesimal de bacterias y virus.La condición viral como significante de época nos seguirá atravesando. En un mundo dominado por los humanos el fin se presiente de mano de los humanos. La supremacía de lo humano puede ser el fin de lo humano. En esa paradoja cruel se juega el destino después de la pandemia. La preservación de lo que queda, las luchas ecologistas alimentadas por la visión humanista del feminismo y de las políticas no binarias –más allá de la cuestión de género incluso—vienen a darnos hoy algún alimento para comenzar a pensar: sólo queda pendiente qué construcción puede hacer esa teoría en danza y esa praxis activista por frenar la destrucción del planeta con una economía que proteja a los más débiles y le ponga un freno a la acumulación pornográfica y al capital financiero. Este pensamiento por primera vez en mucho tiempo exige intercambio intercontinental, y debe tener al sur como eje crucial para una verdadera innovación: los casos particulares darán cada vez más sentido a un pensamiento internacional. Es lamentable leer a los Sopa de Wuhan enfrascados en una disputa por el batacazo filosófico al aplicar sus teorías con fórceps sobre lo real acontecido a la humanidad.El mundo, lo hemos visto en noticias perdidas y en algún documental veloz, ha sufrido pandemias de modo cíclico. La peste negra, que azotó Europa entre 1347 y 1353 hasta diezmar ciudades y campos, reinos y estados solo había sido precedida por una de igual virulencia, en tiempos del emperador Justiniano, siglo VI. Esa peste que nacía en las ratas negras y se movía a través de las pulgas viajaba en barco, y se esparció por el viejo mundo desde oriente a occidente gracias al comercio: entró por los puertos y avanzó sin piedad sobre ciudades primero, sobre caseríos después. Produjo un caudal de muertos que estremece: se habla de un 60 por ciento de toda la población de la península Ibérica. Recién en el siglo XIX los primeros investigadores científicos descubrieron que se trataba de una bacteria: inflamaba ingles y axilas, atacaba ganglios con rapidez, y en algunos se convertía en septicémica, es decir entraba en la sangre a toda velocidad pudriendo el organismo. Tenía una segunda manera de matar: la peste neumónica, más parecido a nuestro coronavirus, producía una tos que infectaba por el aire.En la Argentina la fiebre amarilla atacó entre 1852 y 1871 y solo en Buenos Aires mató al 8 por ciento de los porteños, unos 14 mil en todo el país. Llegó desde el Paraguay y luego en barco desde Brasil. Dividió la ciudad en dos: el sur de los pobres, el norte de los ricos. Más tarde la influenza vino desde Europa en 1918 y golpeó en tres oleadas hasta 1920 dejando unos 20 mil muertos. Aunque al comienzo no distinguía entre pobres y ricos terminó acorralando a los más desprotegidos, sobre todo en las provincias del norte donde dejó en evidencia un sistema de salud entre precario e inexistente. Conocida como la gripe española, la influenza fue quizás el motor del primer gran ocultamiento de las potencias embarcadas en la primera guerra mundial. Millones de muertos escondidos en camiones militares y enterrados en fosas comunes. Esa pandemia inaugura una noción de mundo global. Un historiador de la época habló de “la unificación del mundo por la enfermedad”. También dejaba claro que la ciudad industrial implicaba muerte y enfermedad. El coronavirus ha llegado a nuestras casas en avión, a mil kilómetros por hora. Nuestro virus se inserta en ese linaje moderno de pandemia. La ciencia se enfrenta a ellas desde entonces, esa pelea es una batalla que el mundo ha dado, conoce. No es una guerra.Desde que nos exiliamos y nos refugiamos en la Argentina mis defensas bajaron y mi cuerpo casi no tuvo tregua. Fui un niño enfermo. Estaba enfermo porque era un niño demasiado femenino y por eso me trataban con hormonas. Pero por las dudas mi cuerpo se encargaba de confirmarlo: anginas extirpadas, hepatitis, sarampión, tos convulsa, gripes, fiebres inexplicables me llevaban con frecuencia al hospital. De niño quería ser médico, era lo más romántico que se me ocurría podía ser siendo adulto. En esas largas convalecencias me volví escritor. Escuchaba sin remedio a mi madre contar su vida de niña proletaria. Dos escenas me enseñaron de qué se trataba ser pobre. Nuestro ascenso social gracias al éxito de mi padre como inventor no me privaba de la conciencia de esa vulnerabilidad.Cuando mi madre aún era una niña al pueblo en el sur llegó un brote de viruela. Último estertor de una peste antigua, que desapareció de América Latina recién en los ochenta. La peste atacó a sus padres y para protegerlos debieron repartir a los chicos entre parientes y allegados. A ella la enviaron al campo de su abuela. Allí sufrió el abuso de uno de sus familiares, ese aislamiento le rompió la inocencia y la signó el resto de su vida. Cuando ya tenía doce años mi madre debió atender el parto de los mellizos que nacieron en la casa. El niño, Iván, nació sin problemas. La niña, Ivonne, venía atravesada. Se moría. Mi madre tuvo que salir a atrapar una gallina negra con la que la partera hizo una ceremonia y salvó la vida de la criatura. Días después el terremoto más grande de la historia estremeció a todo Chile. En el sur un tsunami inmenso se llevó pueblos y hundió ciudades. La familia salió de la casa, todos corrieron a ponerse a salvo. Pero en la fascinación por la niña, se olvidaron del niño. Mi madre entró a la casa bamboleante y salió con él en brazos. Corría desesperada cuando la tierra se abrió bajo sus pies como un pan caliente que recién sacamos del horno. Mi madre supo entonces cómo sobrevivir: abrió las piernas, como jugando a la rayuela hasta que la tierra volvió a cerrarse. A su alrededor morían sus vecinos, tragados por la tierra enfurecida.¿Como era el futuro para esa niña sobreviviente? ¿De qué estaba hecho el porvenir de una nena que se salvó del fin del mundo? ¿Podemos nosotros pensar en este estadío de la peste global en un futuro posible? La pregunta por el futuro que nos depara una economía en crisis extrema, la idea de una post guerra en la que los estados vuelven a potenciar su capacidad de ordenar y organizar a las sociedades no deja aun lugar para la pregunta por el individuo y su rol como constructor de lo colectivo. No hemos pensado juntos ese futuro, es por ahora una quimera. ¿Cómo pensar el futuro cuando aún no hemos visto los muertos? Eso será lo que nos termine de confrontar a lo estructural, que es subjetivo y político de un modo que nunca antes pudimos encarnar. La vulnerabilidad extrema es esa, la muerte masiva y caprichosamente selectiva del virus. La muerte se anuncia, la enfermedad se declama. La imagen de cientos de camas en hospitales de emergencia, cientos de camas vacías que nos esperan. Vivimos el estrés de lo por venir, no somos dueños del devenir, no logramos devenir encerrados en nuestros espacios íntimos.Tras la fiebre amarilla en Buenos Aires hubo un cuadro del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes que lo dijo todo cuando la fotografía no existía. Lo describe en un artículo de La Nación la periodista María Paula Zacharías: “dos hombres abren una puerta y encuentran en un cuarto lúgubre el cadáver de un hombre en la cama, el cuerpo ya descompuesto de una mujer hermosa en el suelo y un bebé tratando de alimentarse de ella”. Y cita a la historiadora del arte Laura Malosetti: “Blanes hizo que los espectadores llorasen por esa madre. Y los que están atrás de la escena con un pañuelo en la nariz son el que tiene miedo y sin embargo es responsable. El efecto es perturbador: Blanes abre la puerta y pinta esa mujer, un ángel caído. Compasión, conmoción: una piedad compartida". El cuadro fue expuesto en el antiguo Teatro Colón y los porteños hicieron larguísimas filas pagando una entrada solidaria para verla. Fue un ritual fúnebre colectivo.¿Cómo haremos nosotros para despedir a nuestros muertos futuros? Por más que asumimos responsablemente el aislamiento como la mejor manera de resistir la pandemia es difícil imaginar un regreso paulatino, lento, progresivo. En nuestra imaginación argentina honrar siempre ha sido una ceremonia multitudinaria. ¿Tendremos una fiesta al final? ¿Habrá ceremonias para celebrar el fin de la pandemia? ¿Qué reemplazará al cuadro de Blanes?Extraño tiempo muerto el de esta semana santa que al menos nos permite pensarnos en la incertidumbre. Así podemos escuchar que no somos víctimas del encierro. Porque no somos víctimas del encierro. Pero tampoco podemos conformarnos con ser solo actores del aislamiento. Lo que nos puede volver víctimas es creer que lo único que debemos hacer es quedarnos en casa. El futuro está en la fuerza y la capacidad que tengamos para repensar el mundo sin la nostalgia del pasado por más revolucionario que haya sido. En la valentía de mirar el virus como parte inherente de una naturaleza que nos habla sin metáforas del fin de una época en la que lo humano se ha excedido hasta estallar el futuro. Si de algo me puedo abrazar esta noche es a la imagen de Aura cultivando la tierra. Del virus nos salvaremos. Del mundo tal como está, tal como es gobernado por las corporaciones y el capitalismo financiero no. Me quedo con esa mínima porción de tierra cultivada, con la noción de espacio, de geografía, de frontera, me quedo con el cuerpo que no está escindido de la tecnología, de la basura. El mar, la montaña, el desierto son lo que permanece. Casi lo único que podemos mirar y sentir para buscar sosiego en estos días es el sol que entra por nuestras ventanas, llega un rincón de nuestros encierros y nos llena los pulmones de vitalidad extrema alejándonos de las pesadillas, quitándonos el miedo. La resistencia apenas comienza. Y en su ADN es viral y revolucionaria. El futuro es esto que nos pasa hoy y nadie podrá evitar que sea nuestro futuro.Buenos Aires, 12 de abril de 2020.
Desde su fundación en 1998, el jurado del Premio Alfaguara de novela ha estado presidido por Carlos Fuentes, Eduardo Mendoza, Alfredo Bryce Echenique, Antonio Muñoz Molina, Jorge Semprún, Luis Mateo Díez, José Saramago, José Manuel Caballero Bonald, Ángeles Mastretta, Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez, Luis Goytisolo, Manuel Vicent, Bernardo Atxaga, Rosa Montero, Manuel Rivas, Laura Restrepo, Javier Cercas, Carme Riera, Elena Poniatowska, Fernando Savater, Juan José Millás, Juan Villoro, Héctor Abad Faciolince y, en esta edición, Fernando Aramburu.El Premio Alfaguara de novela está dotado con 175.000 dólares (157.000 euros aprox.) y una escultura de Martín Chirino. El ganador da a conocer la novela a la prensa y a los lectores en una gira que incluye todo el ámbito de la lengua a lo largo del año de promoción.Para la edición del 2022, el jurado ha elegido como ganador al periodista y escritor chileno Cristian Alarcón, por su novela “El tercer paraíso” que será publicada por Alfaguara. Alarcón, radicado en Argentina hace un buen tiempo, es licenciado en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Es codirector de la Maestría en Periodismo Narrativo de la UNSAM (Universidad Nacional de General San Martín), y fundador y director de Anfibia, revista digital de crónicas y ensayos narrativos editada por la UNSAM, y de Cosecha Roja, la Red Latinoamericana de Periodismo Judicial.El jurado aseguró que la novela de Alarcón, cuenta con un "vigor narrativo de una hermosa novela, con una estructura dual. Ambientada en diversos parajes de Chile y Argentina, el protagonista reconstruye la historia de sus antepasados, al tiempo que ahonda en su pasión por el cultivo de un jardín, en busca de un paraíso personal. La novela abre una puerta a la esperanza de hallar en lo pequeño un refugio frente a las tragedias colectivas". En palabras del autor, “la belleza comienza en la maravilla de las flores, tan hermosas como finitas, en las que siempre veremos el misterio que no puede ser resuelto”.
El 18 de enero de 1867, en Metapa, Nicaragua, nació el poeta Rubén Darío. Su obra poética refinó loe elementos literarios de la época y renovó su estructura, a partir de partituras musicales. Su obsesión estuvo centrada en el triunfo del amor, evocando la naturaleza como escenario y el caos que lo acompaña. Además, ha sido descrito como un poeta cívico, exaltando héroes y hechos nacionales, tomando una posición crítica, con respecto a la realidad socio-política.Con motivo de su natalicio, recordamos algunos de sus poemas, aquellos versos que dan cuenta de sus intereses creativos y la sensibilidad de Rubén Darío para hablar de ellos.VenusEn la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.En busca de quietud, bajé al fresco y callado jardín.En el oscuro cielo, Venus bella temblando lucía,como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín,o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.«¡Oh reina rubia! -dije-, mi alma quiere dejar su crisáliday volar hacia ti, y tus labios de fuego besar;y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar.»El aire de la noche, refrescaba la atmósfera cálida.Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.PreludioHay un tropel de potros sobre la pampa inmensa.¿Es Pan que se incorpora? No: es un hombre que piensa,es un hombre que tiene una lira en la mano:él viene del azul, del sol, del Océano.Trae encendida en vida su palabra potentey concreta el decir de todo un continente...Tal vez es desigual... (¡El Pegaso da saltos!)Tal vez es tempestuoso... (¡Los Andes son tan altos!...)Pero hay en este verso tan vigoroso y tersouna sangre que apenas veréis en otro verso;una sangre que cuando en la estrofa circula,como la luz penetra y como la onda ondula...Pegaso está contento, Pegaso piafa y brinca,porque Pegaso pace en los prados del inca.Y este fuerte poeta de alma tan ardorosasabe bien lo que cuentan los labios de la rosa,comprende las dulzuras del panel y comprendelo que dice la abeja del secreto del duende...Pero su brazo es para levantar la trompetahacia donde se anuncia la aurora del Profeta;es hecho para dar a la virtud del vientola expresión del terrible clarín del pensamiento.Él sabe de Amazonas, Chimborazos y Andes.Siempre blande su verso para las cosas grandes.Va como Don Quijote en ideal campaña,vive de amor de América y de pasión de España;y envuelto en armonía y en melodía y canto,tiene rasgos de héroe y actitudes de santo.«¿Me permites, Chocano, que como amigo fiel,te ponga en el ojal esta hoja de laurel?»Tal dije cuando don J. Santos Chocano,último de los incas, se tornó castellano.CaracolEn la playa he encontrado un caracol de oromacizo y recamado de las perlas más finas;Europa le ha tocado con sus manos divinascuando cruzó las ondas sobre el celeste toro.He llevado a mis labios el caracol sonoroy he suscitado el eco de las dianas marinas,le acerqué a mis oídos y las azules minasme han contado en voz baja su secreto tesoro.Así la sal me llega de los vientos amargosque en sus hinchadas velas sintió la nave Argoscuando amaron los astros el sueño de Jasón;y oigo un rumor de olas y un incógnito acentoy un profundo oleaje y un misterioso viento...(El caracol la forma tiene de un corazón.)DreamSe desgrana un cristal finosobre el sueño de una flor;trina el poeta divino...¡Bien trinado, Ruiseñor!Bottom oye ese cristalcaer, y bajo la brisase siente sentimental.Titania toda es sonrisa.Shakespeare va por la floresta,Heine hace un lied de la tarde...Hugo acompaña la FiestaChez Thérèse. Verlaine ardeen las llamas de las rosas,alocado y sensitivo,y dice a las ninfas cosasentre un querubín y un chivo.Aubrey Beardsley se deslizacomo un silfo zahareño;con carbón, nieve y cenizada carne y alma al ensueño.Nerval suspira a la Luna,Laforgue suspira demales de genio y fortuna.Va en silencio Mallarmé.Gaita galaicaGaita galaica, sabes cantarlo que profundo y dulce nos es.Dices de amor, y dices despuésde un amargor como el de la mar.Canta. Es el tiempo. Haremos danzaral fino verso de rítmicos pies.Ya nos lo dijo el Eclesiastés:tiempo hay de todo: hay tiempo de amar,tiempo de ganar, tiempo de perder,tiempo de plantar, tiempo de coger,tiempo de llorar, tiempo de reír,tiempo de rasgar, tiempo de coser,tiempo de esparcir y de recoger,tiempo de nacer, tiempo de morir.
Con motivo de la conmemoración de la edición número 125 del Book Review, uno de los cubrimientos literarios tradicionales del New York Times, los miembros del medio se propusieron hacer una apuesta extendida por identificar los libros más importantes que habían sido publicados en ese trecho de tiempo. El objetivo fue vincular a los lectores y construir conjuntamente la lista. El conteo incluyó 125 libros entre ensayos, fotoensayos, cronologías y novelas que se decantaron en un nuevo listado de 25 títulos. Con votos de más de 50 estados y de más de 67 países, los lectores eligieron sus favoritos. Los autores que conforman ese segundo conteo son: H.G. Wells, Vladimir Nabokov, Tennessee Williams, Patricia Highsmith, Shirley Jackson, Eudora Welty, Langston Hughes, Dorothy Parker, John F. Kennedy, Nora Ephron, Toni Morrison, John Kenneth Galbraith, Nikki Giovanni, James Baldwin, Kurt Vonnegut Jr., Joan Didion, Derek Walcott, Margaret Atwood, Ursula K. Le Guin, Stephen King, Jhumpa Lahiri, Mario Vargas Llosa, Colson Whitehead, Patti Smith y Bill Gates. Aquí pueden ver cada uno de los libros de los autores.De acuerdo con The New York Times, "las nominaciones que recibimos no es de consenso, sino de diversidad, no solo por el número de libros que los lectores nominaron, sino por la manera en que interpretaron lo que significa “mejor libro”. De los más de 1300 libros nominados, el 65 por ciento fue nominado por una sola persona. Y solo el 31 por ciento nominó un libro que llegó a nuestra lista de 25 finalistas. Estos son algunos de los títulos que reflejan la amplitud de las elecciones de los lectores".De acuerdo con las votaciones finales, estos son los cinco libros más importantes de los últimos 125 años:5. "Beloved", de Toni Morrison“No es un sonido misterioso en la noche, un acecho sutil. Es ruidoso y enfermizo. Hay imágenes y emociones de Beloved que se han quedado grabadas en mi mente de forma permanente. Esta historia de fantasmas me ha enseñado más sobre el legado de la esclavitud que los libros de historia”.Brontë Mansfield, Chicago, Illinois.4. "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez“Como obra literaria, fue un terremoto, al romper las expectativas de una típica novela realista y generar influencias en autores y obras desde Japón hasta India y más allá. De todas las obras que han surgido en los últimos 125 años, ninguna ha creado un efecto dominó, ni ha cambiado el panorama de la literatura, tanto como ésta”.Rizowana Hussaini, Guwahati, India3. "1984", de George Orwell“Todavía resuena con nosotros hasta el día de hoy, unos 70 años después de haber sido escrito. Su advertencia contra los excesos del orgullo humano y el hambre de poder y su desafío a utilizar nuestro amor a la libertad para protegernos de estos problemas son atemporales y universales”.Kathlynn Rebonquin, Ciudad de Mandaluyong, Filipinas2. "La comunidad del anillo", de J.R.R. Tolkien“La profundidad del folclore de un mundo imaginado y la historia de amistad que acompaña sentaron las bases del resto del género fantástico que vendría después. Sin embargo, pocos relatos están a la altura de Tolkien”.Owen Clarke, Provo, Utah1. "Matar a un ruiseñor", de Harper LeeCuando una vuelve en la edad adulta a un libro que leyó por última vez en la infancia, es probable que experimente dos grandes tipos de observaciones: “Ay sí, recuerdo esta parte” y “Vaya, nunca me había fijado en esa parte”. Eso es lo que esperaba cuando volví a Matar a un ruiseñor, que fue votado como el mejor libro de los últimos 125 años por los lectores en una reciente encuesta de The New York Times. Habían pasado dos décadas desde que devoré la novela de Harper Lee de 1960. Y sí, había muchas cosas que me había perdido en mi primera lectura: desde temas importantes (la prevalencia del abuso infantil) hasta detalles menores (palabras desconocidas, como “carcacha”).También aparecieron lagunas inexcusables en la comprensión de la lectura, como el hecho de que no me había dado cuenta de que mistress Dubose —la malhumorada villana del barrio— era adicta a la morfina. (“Mistress Dubose era una consumidora de morfina”, dice Atticus en el libro. En mi defensa... bueno, no tengo defensa). Ya de adulta, puedo percibir por qué la novela puede tener un atractivo duradero para muchos y una repulsión duradera para quizás otros tantos. No puedo entender las complejidades de enseñar la obra a los alumnos de primaria en 2021, especialmente después de leer en internet los relatos de los profesores tanto del lado “a favor” como del lado “en contra”.Estos temores estuvieron presentes cuando leía las páginas por segunda vez, pero fueron anulados por la resurrección instantánea de exactamente lo que me había gustado del libro la primera vez, que es la descripción que hace Lee de la vida en un pueblo pequeño. No se podría pensar que el pueblo sureño ficticio de Maycomb, Alabama, en la época de la Gran Depresión, tuviera mucho en común con el pueblo real del norte de California donde crecí y leí Matar a un ruiseñor en la década de 1990... ¡y aún así!
Isabel Allende se ha propuesto hacer una reconstrucción histórica en su nueva novela "Violeta", una historia que deja en evidencia grandes hitos, sucesos y conquistas que ha tenido la humanidad desde el movimiento de 1929 a la lucha por los derechos de la mujer, pasando por el auge y la caída de tiranos de las dictaduras latinoamericanas, la gripe española y hasta aterrizar en el presente, frente a la crisis sanitaria del mundo. La publicación de esta nueva novela será robusta e incluirá varias traducciones. En inglés lo hará con el sello Ballantine y en español, con Plaza & Janés, y se distribuirá simultáneamente en formato impreso, digital y audiolibro.En esta novela, de acuerdo con la descripción de la editora, es "poseedora de una pasión, una determinación y un sentido del humor inolvidables, que la sostienen a lo largo de una vida turbulenta", ha explicado Plaza & Janés en un comunicado. En una larga carta dirigida a una persona a la que ama por encima de todas las demás, Violeta rememora desengaños amorosos y romances apasionados, momentos de pobreza y también de prosperidad, pérdidas terribles e inmensas alegrías entre estas dos pandemias separadas por un siglo.Isabel Allende es una de las autoras latinoamericanas más leídas de todo el mundo. Con 25 libros publicados, todos de éxito internacional, Allende ha sido merecedora de más de 60 premios internacionales, entre ellos el Premio Nacional de Literatura de Chile en 2010, el Premio Hans Christian Andersen en Dinamarca, en 2012, por su trilogía "Memorias del Águila y del Jaguar" y la Medalla de la Libertad en los Estados Unidos, la más alta distinción civil, en 2014.En 2018, Isabel Allende se convirtió en la primera escritora en lengua española premiada con la medalla de honor del National Book Award, en los Estados Unidos por su gran aporte al mundo de las letras. Cerca de cumplir 80 años de vida, Allende sigue siendo una escritora activa y con muchas historias por contar todavía.
La Orquesta Filarmónica de Bogotá presentó su primer disco compacto dedicado a la obra para piano de Ludwig van Beethoven, siendo este el primero en América Latina. Niklas Sivelöv, como pianista, Joachim Gustafsson, como director y el resto de la orquesta traen un proyecto de talla mundial para admirar al maestro de la música clásica. En esta ocasión el repertorio del disco que se presenta incluye el concierto para piano y orquesta Nº 4 en Sol mayor, Op, 58 y el concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 61a –versión para piano, escrita por el propio compositor. “Para la Orquesta Filarmónica de Bogotá, que cuenta con más de veinte discos compactos grabados en los últimos años, dos de los cuales han sido galardonados con el premio Grammy Latino en diversas categorías, es un orgullo incursionar en el mundo discográfico universal. La producción como la postproducción y la distribución están a cargo de una reconocida empresa internacional, garantizando la amplia circulación de la oferta cultural de la Filarmónica de Bogotá, en mercados físicos y digitales: de Bogotá, para el mundo”, asegura el director general de la Orquesta, David García.La grabación se realizó en octubre del año 2021 en el Teatro El Ensueño, en la localidad de Ciudad Bolívar, recién inaugurado hace unos meses, en palabras del maestro Gustaffson este lugar era perfecto para grabar el disco ya que no era lo suficientemente grande y había algo en él que llamaba la atención, estaba nuevo, no tenía ningún tipo de antecedente. El maestro también mencionó el porqué elegir a Beethoven en medio de tantas figuras de la música académica y dice que es el exponente más importante de la música clásica en el mundo, es un artista libre y merece el completo reconocimiento. Ahora bien, cuál es la diferencia de la interpretación del maestro Sivelöv junto a la Filarmónica, el director dice que esta orquesta tiene un alma particular que se mantiene a medida de que pasa el tiempo y que con ese mismo empeño grabaron los conciertos de Beethoven. Con respecto al pianista, el maestro Niklas Sivelöv, la Orquesta menciona que ha sido todo un honor contar con su presencia para las grabaciones y los conciertos. Su carrera internacional lo ha llevado a importantes escenarios de cuatro continentes, entre los cuales se destacan la Gewandhaus de Leipzig, el Barbican center de Londres, el Carnegie hall de New York, el Kennedy center de Washington, el Tivoli Copenhague y el Atheneum de Bucarest.Para celebrar el lanzamiento del disco, la Filarmónica ofrecerá dos conciertos para interpretar a Beethoven y a Schumann en las manos de Niklas Sivelöv y la batuta de Joachim Gustafsson, el próximo viernes 12 de agosto en el auditorio Fabio Lozano a las 7:00 p.m., puede adquirir las entradas aquí y el sábado 13 de agosto en el Teatro El Ensueño a las 4:00 p.m., entradas disponibles aquí.Recuerde conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Se trata de los Programas de Formación a Formadores 2022, que buscan cualificar a músicos, docentes, maestros y directores vinculados a las escuelas de música, artistas, lutieres, intérpretes, investigadores y gestores del país el aporte a la musicalización de la población. Estos programas tienen como objetivo el fortalecimiento de las escuelas municipales de música, con ayuda de cuatro distintas universidades, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Icesi, la Universidad Sergio Arboleda y el laboratorio de conocimiento Ucronio.Las inscripciones cierran el próximo 12 de agosto y las clases comenzarán el próximo 17 de agosto, los distintos talleres y diplomados serán de 80 horas en total, la mayoría de manera virtual.El Ministerio de Cultura se pronunció ante esta convocatoria: “dentro de la oferta educativa propuesta por el Ministerio de Cultura hay programas académicos como diplomados, cursos y capacitaciones, con alta demanda de inscripción y se espera una participación de personas interesadas en fortalecer sus habilidades artísticas y lograr la consolidación de las escuelas de música”.Los talleres prácticos de la industria musical se dividen en tres: Mercadeo de un proyecto musical, Herramientas para la promoción y difusión de un proyecto musical y Producción de eventos de música en vivo.Por otro lado, los diplomados serán basados en Educación musical inicial: Experiencias pedagógicas de ida y vuelta en Colombia y Pedagogía: Desde las prácticas musicales y artísticas regionales en el aula de primaria. Los dictarán en la Universidad Sergio Arboleda y en la Universidad Nacional. Los cursos serán dictados por la Universidad Sergio Arboleda y se dividirán en dos niveles, Tecnología en el aula de música nivel 1 y 2. Y finalmente la capacitación que ofrece el programa es para docentes de la Escuela de música de Mompox sobre herramientas que fortalezcan estrategias pedagógicas.Si desea aplicar para el programa puede hacerlo en este enlace. Escuche lo mejor de la música clásica por la señal en vivo de la HJCK.
Idartes presenta la sexta edición del concurso Bogotá en 100 palabras que estará disponible desde el 11 de agosto hasta el 23 de octubre, quien quiera participar podrá aplicar con relatos breves acerca de la vida en Bogotá. El concurso es organizado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, el Instituto Distrital de las Artes – Idartes, la Secretaría de Educación del Distrito, la Cámara Colombiana del Libro y la Fundación Plagio de Chile.En el concurso habrá un componente de formación en escrituras creativas y se seleccionarán los mejores cien relatos que irán después en la nueva edición del libro Bogotá en 100 palabras. El concurso comenzó en Santiago de Chile y se ha expandido por diferentes países haciendo distintas versiones. Para participar debe ser residente en Bogotá, el relato que escriba debe ser acerca de la capital, los textos deben ser totalmente inéditos y no deben contar con más de cien palabras sin contar el título, cada participante puede enviar hasta dos textos, quienes ya han participado y quieren volver a hacerlo es posible siempre y cuando no hayan ganado. Se entregarán tres premios: categoría infantil, juvenil y adultos; cada una tendrá solo un ganador en cuál se llevará un premio de tres millones trecientos cincuenta mil ($3'350.000 COP), un millón se podrá redimir en bonos en librerías de Bogotá. Si desea enviar sus escritos al concurso Bogotá en 100 palabras puede hacerlo en este enlace.Recuerde conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La cita de esta décima edición será el 24 de septiembre en el Central Park, aunque se realizará un espectáculo similar el mismo día en Accra (Ghana), que contará con las actuaciones de Usher, SZA, Stormzy, H.E.R., Sarkodie, Stonebwoy y Tems.Estos conciertos se celebran desde 2012 coincidiendo con la reunión de los líderes mundiales en la Asamblea General de la ONU en Nueva York. Global Citizen distribuye entradas gratuitas a personas que se comprometan a enviar cartas a sus gobiernos para apoyar la ayuda al desarrollo.La actriz Priyanka Chopra Jonas presentará el festival, que insta a los dirigentes y filántropos a aliviar la deuda de los países del sur, mejorar el acceso a los alimentos e invertir en soluciones para el clima."Décadas de fracasos políticos y sistémicos han llevado a la humanidad a crisis que convergen y se deterioran rápidamente: clima, hambre, salud y conflicto", dijo Hugh Evans, cofundador y director de Global Citizen, en un comunicado."Las poblaciones cada vez más marginadas pagan el precio de la inacción de nuestros dirigentes y ahora millones de vidas, así que el futuro de nuestro planeta está en juego", agrega el texto.Recuerde conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La definición es de David Summers, vocalista, bajista y compositor del mítico grupo de los ochenta, que también participa como productor de la cinta, una comedia romántica contada en dos épocas a la vez, cuando los protagonistas eran críos de doce años y treinta años después, ambos momentos hilvanados por canciones del grupo madrileño."El musical es un género maldito, artistas importantísimos, como Julio Iglesias, tenían un éxito enorme pero sus pelis no funcionaban. Es un género difícil, arriesgado (...) Cuando hicimos 'Sufre, mamón', en el 87, hablamos de si la película no funcionaría por mucho que le fuera bien al grupo... Gracias a Dios nos equivocamos y fue un taquillazo", apunta Summers."Y esta va a salir muy bien, hemos conseguido entre todo el equipo transmitir emociones muy bonitas y positivas", augura.El reto de hacer un musical al estilo "Mamma Mía"Músicos, artistas y director hablan con Efe con motivo del estreno del musical, mañana, en salas de toda España.Rafa Gutiérrez, guitarra del grupo, añade que ha sido un reto "hacer un musical al estilo 'Mamma Mía', en el sentido de que es la música de un grupo -en esa, ABBA, aquí, nosotros-, pero los músicos no tienen nada que ver, es una historia paralela". En concreto, desvela Summers, es la historia del director."Pues si, es mi propia vida. Cuento mi primer amor, lo que me pasó con Layla, la historia de mis amigos... Es superautobiográfica", confiesa David Serrano en declaraciones a Efe, convencido de que ha podido hacer esta película gracias a la experiencia y formación que le dio dirigir el musical teatral "Billy Elliot", porque rodar un musical con niños "es muy complicado", afirma.Explica que el productor Enrique López Lavigne (productor también del musical "La llamada", 2017) había comprado los derechos de las canciones y quería hacer otro musical. Y se pusieron a ello."Fíjate que la peli empezó como un encargo y ha terminado siendo la más personal de mi carrera", señala Serrano. Hasta el punto de que el actor que hace de padre del protagonista es su padre.Hay pocos cambios de la realidad: su infancia transcurrió en la ciudad de Albacete (sureste), de los 9 a los 13, no en Valladolid (centro), como ocurre en "Voy a pasármelo bien". Cuando volvió a Madrid se encontró "una ciudad muy inhóspita".Vea aquí el tráiler de "Voy a pasármelo bien""Necesitábamos una ciudad pequeña que nos permitiera hacer nuestras tropelías, que tuviera un casco antiguo bonito, que pudiéramos rodar como si fueran los 80 y que tuviera un festival de cine. Para mi era importante que fuera de verdad", señala Serrano.Un amor de juventud rescatadoLa película arranca en el presente, cuando David, el alter ego del director (al que da vida Raúl Arévalo), se entera de que el amor de su infancia, Layla (la mexicana Karla Souza), va a recibir un premio en el festival de cine de Valladolid (SEMINCI). Es una directora de cine famosa y hace treinta años que no sabe nada de ella.Con ese motivo pasan juntos una semana; los recuerdos aparecen entrelazados con las canciones de su grupo favorito y ambos regresan a 1989 cuando acaban de empezar el curso académico y notan que se gustan.En la realidad, Layla no tiene que ver con el cine, pero Serrano la recuperó 34 años más tarde para que le ayudase a escribir el guion. "Fue muy alucinante", dice.Los músicos tuvieron que retocar, acortar y cambiar algo las canciones para que las cantaran los niños, pero siempre manteniendo la impronta del grupo. Destaca también el trabajo del coreógrafo Iker Carrera, con quien se prepararon los niños, la mayoría sin experiencia ni en el baile ni en el cine.Solo Rodrigo Díaz (que interpreta a Paco Perona, Dani Rovira de adulto), provenía de "Billy Elliot".Izan Fernández (David, el protagonista), interpreta a un chico calmado "pero capaz de hacer locuras por amor", dice; y Rodrigo Gibaja, es Luis, "el más positivo", un chico simpático que suele hablar con rimas y refranes; lleva refuerzos ortopédicos en una pierna pero nunca se queda atrás.Renata Hermida es Laila, "una chica valiente, que va a su bola, muy disfrutona, muy líder y con muchos amigos", explica la joven actriz, y Gabriela Soto, Almudena, otra optimista por naturaleza. Michel Herráiz es Fernando 'El Cabra' que, según el actor, "se caracteriza por su ingenio a pesar de no ser muy inteligente".Recuerde que puede conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.