Elena Garro es un nombre que, como el de tantas mujeres de su tiempo, fue condenado a la penumbra por las instituciones literarias patriarcales. Pero en los contornos de esa penumbra se encuentra una obra monumental, que no solo anticipó movimientos literarios de gran envergadura, sino que también abrió una grieta en la narrativa hispanoamericana para que entrara una nueva sensibilidad. La autora mexicana, nacida en Puebla en 1916, está lejos de ser un simple pie de página en la literatura del siglo XX; su obra exige una relectura crítica que trascienda las simplificaciones de los lugares comunes y la reducción de su figura a una mera anécdota biográfica.El contexto y las novelasLa literatura de Garro está profundamente arraigada en el realismo mágico, aunque resulta insuficiente encasillarla exclusivamente en este movimiento. Su primera novela, Los recuerdos del porvenir (1963), se publicó poco antes de que Gabriel García Márquez revolucionara el panorama literario con Cien años de soledad (1967). En ella, Garro narra la historia del pueblo ficticio de Ixtepec, atrapado en el ciclo interminable de la revolución y la traición. Pero no es solo la estructura circular del tiempo lo que destaca, sino también la voz narradora: el pueblo mismo, convertido en testigo y protagonista. Esta innovación narrativa desarticula las líneas entre lo individual y lo colectivo, entre el mito y la historia.En Los recuerdos del porvenir, Garro escribe: “El tiempo no pasa en Ixtepec, sólo da vueltas alrededor de su propia sombra”. Esta frase encapsula su obsesiva preocupación por el tiempo, que no es lineal ni redentor, sino una espiral asfixiante. A través de esta narrativa, la autora nos obliga a confrontar la alienación de las comunidades rurales mexicanas en el contexto de las promesas incumplidas de la revolución.Feminismo y resistenciaEl trabajo de Garro también ofrece un prisma crítico para entender el patriarcado y la opresión sistémica. Sus personajes femeninos, a menudo marginados o incomprendidos, no son simplemente víctimas; encarnan una resistencia silenciosa, a veces casi imperceptible, pero siempre persistente. En cuentos como “La culpa es de los tlaxcaltecas”, incluidos en el libro La semana de colores 1964), Garro explora cómo las mujeres son condenadas a vivir en la intersección de temporalidades dispares: el pasado prehispánico y el presente opresivo. Laura, la protagonista, se mueve entre estas dos realidades, cuestionando la narrativa histórica oficial y reivindicando un espacio propio.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí“La historia no tiene sentido porque la inventaron los hombres”, afirma uno de sus personajes. Esta línea no solo denuncia la exclusión de las mujeres de los relatos oficiales, sino que también subraya el compromiso de Garro con una narrativa que desafía las jerarquías establecidas.Una figura incomprendidaEs imposible analizar la obra de Elena Garro sin enfrentar la controversia que envolvió su vida. Su matrimonio con Octavio Paz, su supuesto involucramiento en el movimiento estudiantil de 1968 y su posterior autoexilio en Europa han sido temas recurrentes en la discusión pública. Sin embargo, estas biografías escandalosas a menudo han ensombrecido su legado literario. Para Garro, el acto de escribir era un acto de supervivencia: “Escribo porque el silencio es peor que la muerte”, declaró en una entrevista.El tratamiento que recibió por parte del círculo literario mexicano también refleja las tensiones de género en la esfera pública. Garro fue condenada al ostracismo, tanto por su relación con Paz como por sus críticas hacia la intelectualidad de izquierda en México. Pero esta exclusión también le permitió desarrollar una obra profundamente independiente, libre de las restricciones de los cánones literarios de su tiempo.También puede leer: ¿Por qué Clarice Lispector se considera una escritora única y peculiar?El impacto y el futuroEn los últimos años, el trabajo de Elena Garro ha comenzado a recibir el reconocimiento que merece. Su inclusión en estudios académicos y antologías internacionales señala un cambio en la percepción de su importancia. Pero aún queda mucho por hacer. Leer a Garro es enfrentar una literatura que desafía las narrativas fáciles, que exige una reflexión profunda sobre la memoria, el tiempo y las estructuras de poder.Como dijo en una ocasión: “Escribir es descubrir lo que no sabía que sabía”. Elena Garro descubrió verdades que incomodan y que iluminan, y es esta incomodidad, esta iluminación, la que asegura su lugar en el panteón de los grandes narradores del siglo XX.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En las sombras de las sierras mexicanas, donde el tiempo parece suspenderse entre murmullos de viento y un silencio que pesa como las piedras de un camposanto, Juan Rulfo cinceló un universo literario y visual que no tiene parangón. Fue un artesano del silencio, un orfebre de lo no dicho, y un testigo inédito de la aridez del alma humana. A través de su obra literaria —limitada en cantidad pero desbordante en intensidad— y de su trabajo fotográfico, Rulfo no solo capturó la esencia de un país que también es un estado del alma, sino que redefinió los contornos de lo posible en la literatura latinoamericana.El límite entre la vida y la muerte: "Pedro Páramo" y "El Llano en llamas"En 1955, Juan Rulfo publicó Pedro Páramo, una novela que se despliega como un sueño febril, una alucinación colectiva donde los muertos hablan, los vivos parecen espectros, y el tiempo se descompone en fragmentos imposibles de reconstruir linealmente. La novela es un palimpsesto de voces que se entrelazan para narrar la historia de Comala, un pueblo tan muerto como sus habitantes. Rulfo describió este lugar como "un pedazo de infierno", una metáfora que encapsula no solo el paisaje físico sino también el peso emocional de un mundo devastado por la ambición, el abuso de poder y la soledad.La innovación de Rulfo no radica solo en su estructura narrativa, que desafió las convenciones de su tiempo, sino en la profundidad psicológica y metafísica que alcanzó. "Yo sólo quise decir que todos estamos muertos", dijo en una entrevista, una frase que resuena como una clave hermenéutica de su obra. En Pedro Páramo, el lector no encuentra un consuelo fácil; en cambio, se enfrenta a una meditación sobre la futilidad de la existencia y el peso ineludible del pasado.Por otro lado, El Llano en llamas (1953), una colección de cuentos publicada dos años antes de la novela, es un mosaico de historias donde el paisaje desolado del México rural se convierte en un protagonista más. Cuentos como "Diles que no me maten" y "Es que somos muy pobres" destilan una economía narrativa que recuerda al mejor Hemingway, pero con una raíz profundamente mexicana. En estos relatos, los personajes —campesinos, migrantes, hombres y mujeres al margen de la historia— son retratados con una compasión que no excluye la dureza. "Lo que me interesa es que el lector descubra lo que hay más allá de las palabras", dijo alguna vez, y en estos cuentos lo logra con una precisión quirúrgica.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíLa mirada que captura el alma: Rulfo y la fotografíaSi sus textos eran una meditación sobre la muerte y la soledad, su trabajo fotográfico se alinea con esa misma obsesión. Durante décadas, Rulfo recorrió México con una cámara en mano, documentando paisajes, rostros y momentos que condensan una profundidad emocional y simbólica equiparable a la de sus cuentos y su novela. Sus fotografías no son meras ilustraciones de una realidad; son interpretaciones de ella. En blanco y negro, con contrastes marcados y composiciones que privilegian el vacío tanto como la presencia, Rulfo construyó un corpus visual que dialoga con su obra literaria.Retrató campesinos que parecían llevar el peso del tiempo sobre sus espaldas, niños que miraban al lente con una mezcla de curiosidad y desconfianza, y paisajes despojados donde la soledad se vuelve casi tangible. Al igual que en su literatura, la fotografía de Rulfo está cargada de silencios. Cada imagen invita al espectador a llenarlos, a imaginar las historias no contadas de esos rostros y lugares.El impacto de una voz contenidaRulfo escribió poco, pero su impacto fue desproporcionado. La publicación de Pedro Páramo no solo marcó un hito en la literatura mexicana, sino que también influyó a generaciones de escritores latinoamericanos y más allá. Gabriel García Márquez confesó que después de leer la novela de Rulfo no pudo escribir durante meses, paralizado por la perfección de la obra. "Rulfo no escribe; murmura", dijo alguna vez el autor colombiano, una frase que captura la esencia de una prosa que seduce por su austeridad y su lirismo.Más allá de la esfera literaria, su influencia también se siente en el cine, la música y las artes visuales. Su visión de México, tanto en palabras como en imágenes, contribuyó a moldear una comprensión del país que trasciende fronteras y generaciones. En un tiempo donde la cantidad a menudo eclipsa la calidad, la obra de Rulfo es un recordatorio de que la economía de medios puede ser un camino hacia la profundidad y la trascendencia.Rulfo en su propio silencioQuizá una de las mayores paradojas de Juan Rulfo es que su vida fue tan contenida como su obra. Rehuía las entrevistas, rara vez explicaba sus intenciones y prefería que sus textos hablaran por sí mismos. En un mundo cada vez más ruidoso, su figura resalta como una anomalía: un creador que comprendía el poder del silencio y lo utilizó como herramienta artística. "Escribir es una forma de silencio", dijo alguna vez, y en su caso, este silencio sigue resonando con una fuerza que pocos han logrado igualar.Juan Rulfo no necesita volúmenes interminables para trascender. Su legado, como las ruinas de un pueblo fantasma, sigue invitando a quienes se acercan a escucharlo con el oído atento y el corazón abierto. En ese eco que persiste está la grandeza de su obra.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"La historia con h mayúscula, no la historia que nos cuentan en las universidades, en las escuelas, en Wikipedia, me di cuenta de que está formada por estadísticas. Murieron seis millones, acá tres millones, allá 30. Y esos son números, y me di cuenta de que cada uno de esos números tiene una mirada, un nombre, un anhelo, un sueño, un dolor", expresó Trottner en una entrevista.La escritora confesó haber tratado de convertir la historia “grandotota” de la persecución judía y la de su familia en personal, pero sin olvidar su dimensión "universal para todos aquellos que vivieron esta primera mitad del siglo XX tan turbulenta y trágica".Adaptación de libro a serie'Pronunciaré sus nombres' es la precuela de la anterior novela de Trottner: 'Nadie nos vio partir' (2020), que adaptará Netflix en formato serie en 2025.Esta última cuenta la historia del secuestro de la escritora a sus cinco años por parte de su padre a modo de venganza tras una disputa entre sus dos familias.Aunque en este caso ella no sea la protagonista directa, sus abuelos maternos no fueron solo sus personajes principales, sino los detonadores de un libro en el que narra su huida de Ucrania y Rusia hasta llegar a la comunidad judía mexicana."Cuando empecé a escribir 'Pronunciaré sus nombres' casi al mismo tiempo empezó la guerra en Ucrania. Y yo decía: otra vez Ucrania, otra vez donde mi abuelo, otra vez este mundo, otra vez estas personas teniendo que huir (...) Sin ponerles nombres, sin ponerles miradas, sin entender que son seres humanos cada uno, dejando todo lo que son para tratar de moverse a otro lugar, para tratar de sobrevivir", comentó.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíUna documentación de la memoriaTrottner revela que al reunir toda la información necesaria para la semblanza de su familia sentía "la obligación de honrar a ese pasado para honrar el futuro".Además advierte que no fue sencillo, ya que fue una labor de vida y muchas de las entrevistas a sus familiares se fueron perdiendo entre la memoria y el tiempo desde la primera vez que vio la foto de su abuelo Moishe junto a un barco justo antes de irse a "hacer la América".Esa mirada "lejana y joven" de su abuelo fue la que le animó otra vez a escribir: saber quién era y cómo lo hizo se convirtió en la historia que realmente "necesitaba contar urgentemente"."Yo desde muy chiquita entrevistaba a mis abuelos, tenía este llamado de saber y conocer sus historias. Con mi abuelo jugaba dominó mientras él me iba platicando sus historias. A mi abuela sí la grabé en esta época en que se usaban grabadorcitas chiquitas y cassettes (...) Pero ya se me ha mezclado lo que me contaron", admite la autora.Ante la imposibilidad de recuperar los recuerdos de muchas víctimas fallecidas, Trottner consideró que las generaciones jóvenes "tienen la obligación", si todavía tienen abuelos vivos, de investigar de qué se trata su pasado."Por favor, si tienen abuelos (deben) entrevistarlos, mírenlos a los ojos y reconozcan esa mirada y entiendan su historia porque esa historia es la de ustedes", insiste.Historias que salen de las entrañas Las memorias de Trottner desnudan realidades generacionales a partir de distintas tramas, aunque todas se asemejan al estar escritas desde la máxima "intimidad" posible."Hay una frase que me marcó, un escritor que no se desnuda no merece ser leído. Y yo creo que los lectores saben cuando una historia realmente sale de las entrañas y realmente el escritor está poniendo ahí todas sus verdades", añadió.A pesar de la controversia del desnudo propio y familiar, Trottner siempre se abre a sus verdades porque afirma con firmeza que "si no lo hace desde sus vísceras, no le sale".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Cuando el escritor Juan José Podestá avanza por las calles de Iquique, parece el recorrido de campaña de un político con muchas posibilidades de ganar las elecciones. Ya sea por Baquedano, la Plaza Arturo Prat o la costanera, el autor de "El tema es complicado” y "Derechos de propiedad” recibe el saludo de amigos y conocidos. Podestá, los años bohemios ya en el pasado, se ríe cuando la sugerencia de una candidatura se pone sobre la mesa. Lo suyo es la escritura.Nacido en 1979 en Tocopilla y criado en Iquique, este periodista es una de las voces más potentes de la literatura del norte de Chile. La prosa y la poesía son sus armas, y con "Chonpen”, lanzado en 2022 por Editorial Navaja, logró conjugar una extraña fantasía de Doppelgänger iquiqueños y estrellas hollywoodenses con la vida cotidiana de esa migración masiva que, repentinamente, se tomó el paisaje de una ciudad turística cuya oferta es la de playas amplias de arena blanca e historia."Chonpen” era otra cosa, al comienzo. Un largo poema "en el que naufragué”, revela Podestá a DW en el centro iquiqueño. Buscando salvar la obra, convirtió todo en un relato fragmentado sin relación con familias extranjeras intentando vivir en un país desconocido, hasta que la realidad golpeó al escritor. "Con el inicio de la crisis migratoria, decidí que el texto debía hacerse cargo de los sucesos. Creo que la novela no podía estarse escribiendo en un momento así sin decir nada al respecto”, sostiene.En esos apuntes casi etnológicos, usted dice en una parte que "Iquique, definitivamente, se convirtió en otra ciudad”. ¿De qué forma se reflejó ese cambio?Con la inmigración Iquique se transformó para siempre. Es parte de la transformación de una urbe, un proceso que ya es parte constitutivo de Iquique. Desde el siglo XIX esta ciudad ha sido espacio de diversas migraciones que la han cruzado. Las autoridades no pueden hacer mucho: son procesos sociales, culturales, históricos. El funcionario es un detalle ante tal magnitud.Usted vivía cerca de la Plaza Brasil, donde se instalaron las primeras familias. Eso lo vio y lo expuso en "Chonpen”. ¿Cómo definiría hoy la reacción de la gente ante esta llegada masiva de inmigrantes?Hubo rechazo, pero también innumerables muestras de solidaridad y apertura al otro. Fue una manera crítica de enfrentarnos a la otredad, y creo que eso es, finalmente, muy positivo.Y sin embargo en septiembre de 2021 hubo una protesta masiva que derivó en la destrucción de muchas carpas, otro episodio que aparece en su libro.Así es. Y esa vez todos pudimos constatar y evidenciar la demencia de quien cree que descargar una rabia sobre el otro facilitará o propiciará algo beneficioso. Fue un hecho vergonzoso y trágico.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEn el libro usted también define esos hechos como una tragedia, un adjetivo que se usa poco en este tipo de situaciones.Lo califico de trágico porque es decir "ustedes no pueden estar acá, porque esto nos pertenece”. Es un absurdo, tan absurdo que se convierte en tragedia: es la incomprensión absoluta, la clausura del otro, la cancelación del carácter humano del que por razones más fuertes que su voluntad debió irse de su país. Es trágico porque demuestra que no hemos aprendido nada. Y lo que me parece más peligroso aún: muchas de las familias que fueron a vandalizar a los migrantes llevaban a sus hijos. Esto último supera la estupidez: es derechamente aberrante."La plaza fue convirtiéndose en una improvisada ciudad”, dice en "Chonpen”. Allí también señala que al comienzo los inmigrantes no se fueron a las zonas más alejadas de Iquique. ¿Por qué?Al inicio de la ola migratoria las familias se instalaban en sitios que, por razones que sólo podemos elucubrar, llamaban la atención: frontis de escuelas, estaciones de servicio, esquinas muy transitadas. Aún hoy, por ejemplo, la playa es un espacio muy usado por los migrantes recién llegados. Intuyo que buscaban lugares que visualmente provocaran la sensación de seguridad, sitios que los integraran más que ocultaran. Pero ese es un análisis que deben efectuar sociólogos y antropólogos.Hay escenas del libro que describen con bastante detalle la vida que se fue armando en la plaza, los juegos, las rutinas y también las miserias. ¿Son reconstrucciones de la realidad o todo es ficción?Todos los días yo pasaba por el campamento, que estuvo instalado más de un año. Observaba con acelerada atención y brevemente esa pequeña urbe hechiza dentro de Iquique. Por razones obvias, no me podía quedar mirando o sacando fotos. Como en la práctica era imposible entrar, pasaba por la vereda del frente. Era un sitio peligroso y hubo episodios de asaltos, peleas, en fin. Todo lo registraba visualmente y tomaba notas mentales que luego transcribía. Después de varios meses me fui haciendo una idea más detallada, captando ciertos matices, reconociendo ciertas caras, ciertas voces.¿Hubo espacio para generar un vínculo más estrecho?Ellas y ellos también me fueron reconociendo, y a veces yo me permitía pasar más cerca e incluso saludar tímidamente, porque eran muy territoriales, y no faltaron momentos en donde me alejaron a gritos porque pensaban que podía ser funcionario de gobierno, un policía encubierto, qué sé yo. Pero a pesar de toda la precariedad, de toda la violencia presente, de toda la hostilidad circundante, pude observar cómo se cuidaban, curaban sus heridas, se ayudaban con materiales y comida. Los hijos de una pareja eran cuidados por otra, niños y niñas jugaban como los niños y niñas de todo el mundo. Al final del día risas y llantos eran los mismos que los de todos.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
“Descubrí en el proceso de escribir este libro que la crítica me gusta, me entretiene, pero llegó un momento en que me di cuenta de que terminaba un poco de mal humor(...) Hay cosas que tienes que encontrar la manera de decir lo más precisas posible, donde es muy importante, por ejemplo, si voy a decir algo que puede ser irónico, no ser hiriente”, compartió Herbert.En tiempos tan acelerados por lo digital, el autor destacó la importancia de volver a la crítica literaria, sobre todo en lo físico.“Lo que hacen los medios digitales es que nos dan información (...) y la información es lo opuesto a la narración, porque la narración es lenta y lejana, y la información es rápida y cercana. Lo que es lento y lejano, de pronto, parece un poco extraño, y esa extrañeza me gusta”, apuntó.Herbert consideró que la crítica, además de análisis “es también un fenómeno narrativo"."No solo es hablar de novelas o hacer crítica, sino que construyes una forma de narrar que, en sí misma, es el proceso de leer”, dijo el también poeta.Lo no dicho de la violencia en la ficción El libro también sirve como puente entre distintas generaciones de escritores, al analizar que los autores Cristina Rivera Garza y Emiliano Monge, entre otros, dialogan con figuras como José Revueltas, explorando temas de la violencia y la memoria desde nuevas perspectivas.En ‘Overol. Apuntes sobre narrativa mexicana reciente’, Herbert expone cómo la ficción completa el espacio vacío de la violencia en México, uniendo dos visiones a través de su narrativa.“Para mí hay dos cosas que han ido abordándose, cada una por su cuenta. Una es el aspecto neurobiológico, mental, como la experiencia emocional y mental de una sociedad violenta, y también de muchos otros temas relacionados con la violencia", señaló el escritor.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"Y del otro lado, el aspecto social: el ámbito de los reportajes, lo periodístico, incluso lo histórico, pero he visto cómo en comunidad a veces cuando nos acercamos a la literatura hay como estas poéticas cognitivas que están muy preocupadas por los procesos mentales, y en el otro extremo las que están preocupadas por los procesos sociales", agregó.Herbert mencionó que para él "la tradición literaria es un palimpsesto" o un manuscrito antiguo con marcas de una escritura anterior, ya que "escribimos sobre lo que otros han escrito, dejando huellas visibles de sus textos en los nuestros”.La movilidad como capital narrativo Buscando hacer de la crítica un camino menos amargo, la compilación de obras que hace Herbert en este libro es caprichosa, una ilación que, además de la proximidad física, une las temáticas, lo que el escritor compara con la búsqueda del peyote. “No lo encuentras hasta que ves uno, y luego aparecen todos por todos lados”, ironizó.Por ejemplo, señaló que un taxi no es solo un vehículo que transporta personas, sino también una imagen cargada de significado que, tanto en los libros más clásicos como en los actuales, “tiene un contenido de muchas voces, muchas capas sociales, muchos tipos de historias"."Este espacio confinado, donde convergen las historias de pasajeros y conductores, se convierte en un reflejo de la movilidad tanto física como simbólica”, argumentó.La movilidad, tanto literal como metafórica, es un eje central en el pensamiento de Herbert, quien indicó que “subestimamos el capital que representa”.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Beatriz Sarlo falleció este 17 de diciembre tras estar internada en el hospital a causa de un accidente cerebro vascular. Sarlo fue una de las intelectuales más importantes de Argentina y una figura clave en el estudio de la literatura, la cultura y los medios en América Latina. Su aguda mirada crítica y su capacidad para cruzar fronteras entre literatura, política y sociedad la convierten en una referencia fundamental en los estudios culturales contemporáneos."Lamento la pérdida de Beatriz Sarlo. Una ácida analista de la realidad y de la política argentina. Periodista, escritora, ensayista, una intelectual de gran relevancia para la cultura argentina. Mis condolencias para su familia y amigos", publicó el secretario de Cultura de Argentina, Leonardo Cifelli, en su cuenta de X.Sarlo estudió literatura en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde luego ejerció como docente. En los años 70 y 80, su labor académica y crítica estuvo marcada por su participación en Contorno, una influyente revista cultural argentina, fundada por los hermanos Ismael y David Viñas. Este espacio constituyó una plataforma crítica para el pensamiento político-literario, cuestionando los modelos estéticos y las estructuras de poder en la literatura argentina.Más tarde, fue editora y cofundadora de la revista Punto de Vista (1978-2008), uno de los principales medios de crítica literaria e intelectual en el contexto de la última dictadura argentina. La revista se convirtió en un refugio para el pensamiento crítico independiente y en un puente para ideas marxistas, estructuralistas y post-estructuralistas, en particular durante un período donde la censura estatal era dominante.La crítica ha sido reconocida por su capacidad para analizar las transformaciones de la cultura urbana, las dinámicas sociales y el rol de la literatura como herramienta política y crítica. Su obra dialoga con autores clásicos como Borges, Sarmiento o Cortázar, pero también se extiende al análisis de la cultura contemporánea, los medios masivos y la tecnología.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíSu pensamiento está profundamente influenciado por el marxismo, el estructuralismo y el post-estructuralismo, así como por la teoría crítica, siendo Walter Benjamin, Roland Barthes, Michel Foucault y Raymond Williams algunos de sus referentes teóricos.Beatriz Sarlo se distingue por su rigor intelectual, su independencia crítica y su apertura a diversos objetos de estudio, desde la literatura de alta cultura hasta la televisión y los medios digitales. Fue una de las primeras académicas en dialogar con los fenómenos de la cultura de masas, señalando su impacto en las subjetividades contemporáneas. Su mirada también ha sido crítica con el populismo y las narrativas políticas que, según su análisis, tienden a simplificar la complejidad cultural y social de América Latina.Algunas obras recomendadasBorges, un escritor en las orillas (1993): En esta obra Sarlo ofrece un análisis profundo de la obra de Jorge Luis Borges, destacando su relación con la tradición y la innovación literaria.Escenas de la vida posmoderna: Intelectuales, arte y videocultura en la Argentina (1994): Este libro aborda la irrupción de la cultura posmoderna en América Latina y la transformación de los medios en la configuración del imaginario social.La máquina cultural: Maestras, traductores y vanguardistas (1998): Sarlo analiza cómo se construye la cultura moderna en Argentina a través de figuras como las maestras rurales, los traductores de literatura y los escritores vanguardistas.La pasión y la excepción (2003): Este ensayo examina las figuras del héroe y la excepcionalidad en la política y la cultura argentina, destacando a Evita Perón y al Che Guevara.Ficciones argentinas: 30 años de literatura y democracia (2017): Sarlo realiza un recorrido por las narrativas literarias argentinas desde el retorno de la democracia, analizando cómo los escritores responden al contexto histórico y cultural.Este año se publicó ´Las dos torres´, un libro que reúne conferencias y artículos escritos por la autora entre 1992 y 2018. Sarlo estaba trabajando en su autobiografía titulada No entender, que había calificado en 2022 como su último libro.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
IMuchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquiades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. «Las cosas, tienen vida propia -pregonaba el gitano con áspero acento-, todo es cuestión de despertarles el ánima.» José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aun más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: «Para eso no sirve.» Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. «Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa», replicó su marido. Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo xv con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura,encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer.En marzo volvieron los gitanos. Esta vez llevaban un catalejo y una lupa del tamaño de un tambor, que exhibieron como el último descubrimiento de los judíos de Amsterdam. Sentaron una gitana en un extremo de la aldea e instalaron el catalejo a la entrada de la carpa. Mediante el pago de cinco reales, la gente se asomaba al catalejo y veía a la gitana al alcance de su mano. «La ciencia ha eliminado las distancias», pregonaba Melquíades. «Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa.» Un mediodía ardiente hicieron una asombrosa demostración con la lupa gigantesca: pusieron un montón de hierba seca en mitad de la calle y le prendieron fuego mediante la concentración de los rayos solares. José Arcadio Buendía, que aún no acababa de consolarse por el fracaso de sus imanes, concibió la idea de utilizar aquel invento como un arma de guerra. Melquíades, otra vez, trató de disuadirlo. Pero terminó por aceptar los dos lingotes imantados y tres piezas de dinero colonial a cambio de la lupa. Úrsula lloró de consternación. Aquel dinero formaba parte de un cofre de monedas de oro que su padre había acumulado en toda una vida de privaciones, y que ella había enterrado debajo de la cama en espera de una buena ocasión para invertirías. José Arcadio Buendía no trató siquiera de consolarla, entregado por entero a sus experimentos tácticos con la abnegación de un científico y aun a riesgo de su propia vida. Tratando de demostrar los efectos de la lupa en la tropa enemiga, se expuso él mismo a la concentración de los rayos solares y sufrió quemaduras que se convirtieron en úlceras y tardaron mucho tiempo en sanar. Ante las protestas de su mujer, alarmada por tan peligrosa inventiva, estuvo a punto de incendiar la casa.Pasaba largas horas en su cuarto, haciendo cálculos sobre las posibilidades estratégicas de su arma novedosa, hasta que logró componer un manual de una asombrosa claridad didáctica y un poder de convicción irresistible. Lo envió a las autoridades acompañado de numerosos testimonios sobre sus experiencias y de varios pliegos de dibujos explicativos, al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, y se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo. A pesar de que el viaje a la capital era en aquel tiempo poco menos que imposible, José Arcadio Buendia prometía intentarlo tan pronto como se lo ordenara el gobierno, con el fin de hacer demostraciones prácticas de su invento ante los poderes militares, y adiestrarlos personalmente en las complicadas artes de la guerra solar. Durante varios años esperó la respuesta. Por último, cansado de esperar, se lamentó ante Melquíades del fracaso de su iniciativa, y el gitano dio entonces una prueba convincente de honradez: le devolvió los doblones a cambio de la lupa, y le dejó además unos mapas portugueses y varios instrumentos de navegación. De su puño y letra escribió una apretada síntesis de los estudios del monje Hermann, que dejó a su disposición para que pudiera servirse del astrolabio, la brújula y el sextante. José Arcadio Buendía pasó los largos meses de lluvia encerrado en un cuartito que construyó en el fondo de la casa para que nadie perturbara sus experimentos. Habiendo abandonado por completo las obligaciones domésticas, permaneció noches enteras en el patio vigilando el curso de los astros, y estuvo a punto de contraer una insolación por tratar de establecer un método exacto para encontrar el mediodía. Cuando se hizo experto en el uso y manejo de sus instrumentos, tuvo una noción del espacio que le permitió navegar por mares incógnitos, visitar territorios deshabitados y trabar relación con seres espléndidos, sin necesidad de abandonar su gabinete. Fue ésa la época en que adquirió el hábito de hablar a solas, paseándose por la casa sin hacer caso de nadie, mientras Úrsula y los niños se partían el espinazo en la huerta cuidando el plátano y la malanga, la yuca y el ñame, la ahuyama y la berenjena. De pronto, sin ningún anuncio, su actividad febril se interrumpió y fue sustituida por una especie de fascinación. Estuvo varios días como hechizado, repitiéndose a sí mismo en voz baja un sartal de asombrosas conjeturas, sin dar crédito a su propio entendimiento. Por fin, un martes de diciembre, a la hora del almuerzo, soltó de un golpe toda la carga de su tormento.Los niños habían de recordar por el resto de su vida la augusta solemnidad con que su padre se sentó a la cabecera de la mesa, temblando de fiebre, devastado por la prolongada vigilia y por el encono de su imaginación, y les reveló su descubrimiento. -La tierra es redonda como una naranja.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíÚrsula perdió la paciencia. «Si has de volverte loco, vuélvete tú solo -gritó-. Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitano.» José Arcadio Buendía, impasible, no se dejó amedrentar por la desesperación de su mujer, que en un rapto de cólera le destrozó el astrolabio contra el suelo. Construyó otro, reunió en el cuartito a los hombres del pueblo y les demostró, con teorías que para todos resultaban incomprensibles, la posibilidad de regresar al punto de partida navegando siempre hacia el Oriente. Toda la aldea estaba convencida de que José Arcadio Buendía había perdido el juicio, cuando llegó Melquíades a poner las cosas en su punto. Exaltó en público la inteligencia de aquel hombre que por pura especulación astronómica había construido una teoría ya comprobada en la práctica, aunque desconocida hasta entonces en Macondo, y como una prueba de su admiración le hizo un regalo que había de ejercer una influencia terminante en el futuro de la aldea: un laboratorio de alquimia.Para esa época, Melquíades había envejecido con una rapidez asombrosa. En sus primeros viajes parecía tener la misma edad de José Arcadio Buendia. Pero mientras éste conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas, el gitano parecía estragado por una dolencia tenaz. Era, en realidad, el resultado de múltiples y raras enfermedades contraídas en sus incontables viajes alrededor del mundo. Según él mismo le contó a José Arcadio Buendia mientras lo ayudaba a montar el laboratorio, la muerte lo seguía a todas partes, husmeándole los pantalones, pero sin decidirse a darle el zarpazo final. Era un fugitivo de cuantas plagas y catástrofes habían flagelado al género humano. Sobrevivió a la pelagra en Persia, al escorbuto en el archipiélago de Malasia, a la lepra en Alejandría, al beriberi en el Japón, a la peste bubónica en Madagascar, al terremoto de Sicilia y a un naufragio multitudinario en el estrecho de Magallanes. Aquel ser prodigioso que decía poseer las claves de Nostradamus, era un hombre lúgubre, envuelto en un aura triste, con una mirada asiática que parecía conocer el otro lado de las cosas. Usaba un sombrero grande y negro, como las alas extendidas de un cuervo, y un chaleco de terciopelo patinado por el verdín de los siglos. Pero a pesar de su inmensa sabiduría y de su ámbito misterioso, tenía un peso humano, una condición terrestre que lo mantenía enredado en los minúsculos problemas de la vida cotidiana. Se quejaba de dolencias de viejo, sufría por los más insignificantes percances económicos y había dejado de reír desde hacía mucho tiempo, porque el escorbuto le había arrancado los dientes. El sofocante mediodía en que reveló sus secretos, José Arcadio Buendía tuvo la certidumbre de que aquél era el principio de una grande amistad. Los niños se asombraron con sus relatos fantásticos. Aureliano, que no tenía entonces más de cinco años, había de recordarlo por el resto de su vida como lo vio aquella tarde, sentado contra la claridad metálica y reverberante de la ventana, alumbrando con su profunda voz de órgano los territorios más oscuros de la imaginación, mientras chorreaba por sus sienes la grasa derretida por el calor. José Arcadio, su hermano mayor, había de transmitir aquella imagen maravillosa, como un recuerdo hereditario, a toda su descendencia. Úrsula, en cambio, conservó un mal recuerdo de aquella visita, porque entró al cuarto en el momento en que Melquíades rompió por distracción un frasco de bicloruro de mercurio.-Es el olor del demonio -dijo ella.-En absoluto -corrigió Melquíades-. Está comprobado que el demonio tiene propiedades sulfúricas, y esto no es más que un poco de solimán.Siempre didáctico, hizo una sabia exposición sobre las virtudes diabólicas del cinabrio, pero Úrsula no le hizo caso, sino que se llevó los niños a rezar. Aquel olor mordiente quedaría para siempre en su memoria, vinculado al recuerdo de Melquíades. El rudimentario laboratorio -sin contar una profusión de cazuelas, embudos, retortas, filtros y coladores- estaba compuesto por un atanor primitivo; una probeta de cristal de cuello largo y angosto, imitación del huevo filosófico, y un destilador construido por los propios gitanos según las descripciones modernas del alambique de tres brazos de María la judía. Además de estas cosas, Melquíades dejó muestras de los siete metales correspondientes a los siete planetas, las fórmulas de Moisés y Zósimo para el doblado del oro, y una serie de apuntes y dibujos sobre los procesos del Gran Magisterio, que permitían a quien supiera interpretarlos intentar la fabricación de la piedra filosofal. Seducido por la simplicidad de las fórmulas para doblar el oro, José Arcadio Buendía cortejó a Úrsula durante varias semanas, para que le permitiera desenterrar sus monedas coloniales y aumentarlas tantas veces como era posible subdividir el azogile. Úrsula cedió, como ocurría siempre, ante la inquebrantable obstinación de su marido. Entonces José Arcadio Buendía echó treinta doblones en una cazuela, y los fundió con raspadura de cobre, oropimente, azufre y plomo. Puso a hervir todo a fuego vivo en un caldero de aceite de ricino hasta obtener un jarabe espeso y pestilente más parecido al caramelo vulgar que al oro magnífico. En azarosos y desesperados procesos de destilación, fundida con los siete metales planetarios, trabajada con el mercurio hermético y el vitriolo de Chipre, y vuelta a cocer en manteca de cerdo a falta de aceite de rábano, la preciosa herencia de Úrsula quedó reducida a un chicharrón carbonizado que no pudo ser desprendido del fondo del caldero.Cuando volvieron los gitanos, Úrsula había predispuesto contra ellos a toda la población. Pero la curiosidad pudo más que el temor, porque aquella vez los gitanos recorrieron la aldea haciendo un ruido ensordecedor con toda clase de instrumentos músicos, mientras el pregonero anunciaba la exhibición del más fabuloso hallazgo de los nasciancenos. De modo que todo el mundo se fue a la carpa, y mediante el pago de un centavo vieron un Melquíades juvenil, repuesto, desarrugado, con una dentadura nueva y radiante. Quienes recordaban sus encías destruidas por el escorbuto, sus mejillas fláccidas y sus labios marchitos, se estremecieron de pavor ante aquella prueba terminante de los poderes sobrenaturales del gitano. El pavor se convirtió en pánico cuando Melquíades se sacó los dientes, intactos, engastados en las encías, y se los mostró al público por un instante un instante fugaz en que volvió a ser el mismo hombre decrépito de los años anteriores y se los puso otra vez y sonrió de nuevo con un dominio pleno de su juventud restaurada. Hasta el propio José Arcadio Buendía consideró que los conocimientos de Melquíades habían llegado a extremos intolerables, pero experimentó un saludable alborozo cuando el gitano le explicó a solas el mecanismo de su dentadura postiza. Aquello le pareció a la vez tan sencillo y prodigioso, que de la noche a la mañana perdió todo interés en las investigaciones de alquimia; sufrió una nueva crisis de mal humor, no volvió a comer en forma regular y se pasaba el día dando vueltas por la casa. «En el mundo están ocurriendo cosas increíbles -le decía a Úrsula-. Ahí mismo, al otro lado del río, hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros.» Quienes lo conocían desde los tiempos de la fundación de Macondo, se asombraban de cuánto había cambiado bajo la influencia de Melquíades.Al principio, José Arcadio Buendía era una especie de patriarca juvenil, que daba instrucciones para la siembra y consejos para la crianza de niños y animales, y colaboraba con todos, aun en el trabajo físico, para la buena marcha de la comunidad. Puesto que su casa fue desde el primer momento la mejor de la aldea, las otras fueron arregladas a su imagen y semejanza. Tenía una salita amplia y bien iluminada, un comedor en forma de terraza con flores de colores alegres, dos dormitorios, un patio con un castaño gigantesco, un huerto bien plantado y un corral donde vivían en comunidad pacífica los chivos, los cerdos y las gallinas. Los únicos animales prohibidos no sólo en la casa, sino en todo el poblado, eran los gallos de pelea.La laboriosidad de Úrsula andaba a la par con la de su marido. Activa, menuda, severa, aquella mujer de nervios inquebrantables, a quien en ningún momento de su vida se la oyó cantar, parecía estar en todas partes desde el amanecer hasta muy entrada la noche, siempre perseguida por el suave susurro de sus pollerines de olán. Gracias a ella, los pisos de tierra golpeada, los muros de barro sin encalar, los rústicos muebles de madera construidos por ellos mismos estaban siempre limpios, y los viejos arcones donde se guardaba la ropa exhalaban un tibio olor de albahaca.José Arcadio Buendía, que era el hombre más emprendedor que se vería jamás en la aldea, había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna casa recibía más sol que otra a la hora del calor. En pocos años, Macondo fue una aldea más ordenada y laboriosa que cualquiera de las conocidas hasta entonces por sus 300 habitantes. Era en verdad una aldea feliz, donde nadie era mayor de treinta años y donde nadie había muerto.Desde los tiempos de la fundación, José Arcadio Buendía construyó trampas y jaulas. En poco tiempo llenó de turpiales, canarios, azulejos y petirrojos no sólo la propia casa, sino todas las de la aldea. El concierto de tantos pájaros distintos llegó a ser tan aturdidor, que Úrsula se tapó los oídos con cera de abejas para no perder el sentido de la realidad. La primera vez que llegó la tribu de Melquíades vendiendo bolas de vidrio para el dolor de cabeza, todo el mundo se sorprendió de que hubieran podido encontrar aquella aldea perdida en el sopor de la ciénaga, y los gitanos confesaron que se habían orientado por el canto de los pájaros.Aquel espíritu de iniciativa social desapareció en poco tiempo, arrastrado por la fiebre de los imanes, los cálculos astronómicos, los sueños de trasmutación y las ansias de conocer las maravillas del mundo. De emprendedor y limpio, José Arcadio Buendía se convirtió en un hombre de aspecto holgazán, descuidado en el vestir, con una barba salvaje que Úrsula lograba cuadrar a duras penas con un cuchillo de cocina. No faltó quien lo considerara víctima de algún extraño sortilegio. Pero hasta los más convencidos de su locura abandonaron trabajo y familias para seguirlo, cuando se echó al hombro sus herramientas de desmontar, y pidió el concurso de todos para abrir una trocha que pusiera a Macondo en contacto con los grandes inventos.José Arcadio Buendía ignoraba por completo la geografía de la región. Sabía que hacia el Oriente estaba la sierra impenetrable, y al otro lado de la sierra la antigua ciudad de Riohacha, donde en épocas pasadas -según le había contado el primer Aureliano Buendía, su abuelo- sir Francis Drake se daba al deporte de cazar caimanes a cañonazos, que luego hacía remendar y rellenar de paja para llevárselos a la reina Isabel. En su juventud, él y sus hombres, con mujeres y niños y animales y toda clase de enseres domésticos, atravesaron la sierra buscando una salida al mar, y al cabo de veintiséis meses desistieron de la empresa y fundaron a Macondo para no tener que emprender el camino de regreso. Era, pues, una ruta que no le interesaba, porque sólo podía conducirlo al pasado. Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ciénaga grande, que según testimonio de los gitanos carecía de límites. La ciénaga grande se confundía al Occidente con una extensión acuática sin horizontes, donde había cetáceos de piel delicada con cabeza y torso de mujer, que perdían a los navegantes con el hechizo de sus tetas descomunales. Los gitanos navegaban seis meses por esa ruta antes de alcanzar el cinturón de tierra firme por donde pasaban las mulas del correo. De acuerdo con los cálculos de José Arcadio Buendía, la única posibilidad de contacto con la civilización era la ruta del Norte. De modo que dotó de herramientas de desmonte y armas de cacería a los mismos hombres que lo acompañaron en la fundación de Macondo; echó en una mochila sus instrumentos de orientación y sus mapas, y emprendió la temeraria aventura.Los primeros días no encontraron un obstáculo apreciable. Descendieron por la pedregosa ribera del río hasta el lugar en que años antes habían encontrado la armadura del guerrero, y allí penetraron al bosque por un sendero de naranjos silvestres. Al término de la primera semana, mataron y asaron un venado, pero se conformaron con comer la mitad y salar el resto para los próximos días. Trataban de aplazar con esa precaución la necesidad de seguir comiendo guacamayas, cuya carne azul tenía un áspero sabor de almizcle. Luego, durante más de diez días, no volvieron a ver el sol. El suelo se volvió blando y húmedo, como ceniza volcánica, y la vegetación fue cada vez más insidiosa y se hicieron cada vez más lejanos los gritos de los pájaros y la bullaranga de los monos, y el mundo se volvió triste para siempre. Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus recuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al pecado original, donde las botas se hundían en pozos de aceites humeantes y los machetes destrozaban lirios sangrientos y salamandras doradas. Durante una semana, casi sin hablar, avanzaron como sonámbulos por un universo de pesadumbre, alumbrados apenas por una tenue reverberación de insectos luminosos y con los pulmones agobiados por un sofocante olor de sangre. No podían regresar, porque la trocha que iban abriendo a su paso se volvía a cerrar en poco tiempo, con una vegetación nueva que casi veían crecer ante sus ojos. «No importa -decía José Arcadio Buendía-. Lo esencial es no perder la orientación.» Siempre pendiente de la brújula, siguió guiando a sus hombres hacia el norte invisible, hasta que lograron salir de la región encantada. Era una noche densa, sin estrellas, pero la oscuridad estaba impregnada por un aire nuevo y limpio. Agotados por la prolongada travesía, colgaron las hamacas y durmieron a fondo por primera vez en dos semanas. Cuando despertaron, ya con el sol alto, se quedaron pasmados de fascinación. Frente a ellos, rodeado de helechos y palmeras, blanco y polvoriento en la silenciosa luz de la mañana, estaba un enorme galeón español.Ligeramente volteado a estribor, de su arboladura intacta colgaban las piltrafas escuálidas del velamen, entre jarcias adornadas de orquídeas. El casco, cubierto con una tersa coraza de rémora petrificada y musgo tierno, estaba firmemente enclavado en un suelo de piedras. Toda la estructura parecía ocupar un ámbito propio, un espacio de soledad y de olvido, vedado a los vicios del tiempo y a las costumbres de los pájaros. En el interior, que los expedicionarios exploraron con un fervor sigiloso, no había nada más que un apretado bosque de flores.El hallazgo del galeón, indicio de la proximidad del mar, quebrantó el ímpetu de José Arcadio Buendía. Consideraba como una burla de su travieso destino haber buscado el mar sin encontrarlo, al precio de sacrificios y penalidades sin cuento, y haberlo encontrado entonces sin buscarlo, atravesado en su camino como un obstáculo insalvable. Muchos años después, el coronel Aureliano Buendía volvió a travesar la región, cuando era ya una ruta regular del correo, y lo único que encontró de la nave fue el costillar carbonizado en medio de un campo de amapolas. Sólo entonces convencido de que aquella historia no había sido un engendro de la imaginación de su padre, se preguntó cómo había podido el galeón adentrarse hasta ese punto en tierra firme. Pero José Arcadio Buendía no se planteó esa inquietud cuando encontró el mar, al cabo de otros cuatro días de viaje, a doce kilómetros de distancia del galeón. Sus sueños terminaban frente a ese mar color de ceniza, espumoso y sucio, que no merecía los riesgos y sacrificios de su aventura.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El autor galardonado dijo que su cuento está contextualizado en la Cuba contemporánea, es "breve, de temática realista, sin artificios ni complicaciones técnicas" y trata sobre "la crueldad detrás de los actos cotidianos, la banalidad del mal y la desigualdad en la sociedad".El jurado del premio otorgó menciones a los textos Figurinas de Valdivia en el fondo del mar, del ecuatoriano Raúl Vallejo, a la argentina Yanina Audisio, por Dionisio.También recibieron menciones los narradores cubanos Katherine Perzant, por Animales deformes; Laidi Fernández, por La centinela; Laura Domingo, por Viaje al sur, y Miguel Terry, por El portero que amaba la nieve.En su versión del año anterior el premio fue otorgado también a un cubano, el escritor Emerio Medina por su cuento El hombre que vino a leer, y en 2022 lo recibió la colombiana Laura Restrepo Guzmán por Mangos.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEste galardón fue creado por la intelectual lituana Ugné Karvelis, segunda esposa de Julio Cortázar (1914-1984), y se entrega anualmente desde 2002 para homenajear al prestigioso escritor argentino y estimular a los narradores de todo el mundo que escriben en lengua castellana.Cortázar, considerado un virtuoso del relato corto, publicó su primer libro de cuentos Bestiario en 1951 y es el autor de la reconocida novela Rayuela (1963).Este premio lo auspician el Instituto Cubano del Libro (ICL), la institución cultural Casa de las Américas, y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La década de 1920 fue un periodo fructífero para el arte y la literatura, movimientos como el dadaísmo y el futurismo tuvieron su apogeo, mientras que otros como el surrealismo y el realismo mágico sentaron las bases que marcaron el arte en los años venideros. Incluso, estos dos últimos constantemente son motivo de estudio, siguen vigentes y habitan nuevos formatos.Adentrarse en lo mágico y en lo inexplicable es la principal característica que comparten, sin embargo desde el origen hasta el destino de los fantástico en estas obras distancia ambas categorías.Por un lado, el surrealismo, inspirado en el psicoanálisis de Sigmund Freud, se entrega a lo onírico y explora el subconsciente, los sueños y las asociaciones libres para crear obras que desafían la realidad convencional. El realismo mágico, por su parte, toma lo fantástico y lo combina con lo ordinario de manera natural, sin que los elementos mágicos representen sorpresa alguna para los personajes que los vivencian.El realismo mágico, nombrado así por el crítico alemán Franz Roh en 1925, ofrece fantasía y eventos sobrenaturales que hacen parte de la cotidianidad y qué además están enmarcados en el folclor y la riqueza cultural de un pueblo o comunidad particular; el contexto en el surrealismo no está delimitado por ninguna frontera o referencia geográfica, por el contrario combina elementos dispares en contextos inesperados, creando imágenes o situaciones ilógicas, pero profundamente sugestivas.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíSi bien la percepción del tiempo y el espacio puede ser difusa en ambos casos, el realismo mágico fusiona el mundo real con lo enigmático y misterioso sin que ambos mundos estén separados, coexisten todo el tiempo.Los exponentes surrealistas en cambio incluyen símbolos y paisajes extraños que evocan la atmósfera de los sueños, las imágenes oníricas son el centro de esta categoría enfocada en el mundo de la mente, de los sueños, deseos reprimidos y emociones inconscientes.Principales exponentes del realismo mágicoPopularizado en Latinoamérica durante el siglo XX, el realismo mágico tiene a autores de la región como sus principales exponentes, pese a que el término fue acuñado en Alemania. Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez, es considerada la cumbre del realismo mágico, retratando la historia de Macondo y la familia Buendía con una mezcla de lo mágico y lo cotidiano. En México, tenemos la narración de una historia de fantasmas en un pueblo desolado donde los vivos y los muertos conviven, en Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo.Otro relato referente del realismo mágico en Latinoamérica es La casa de los espíritus (1982) de la chilena Isabel Allende, donde explora la historia de una familia a través de generaciones con elementos sobrenaturales. Alejo Carpentier, quien prefería el término "lo real maravilloso", influenciado por el surrealismo integró elementos mágicos en su narrativa histórica en El reino de este mundo (1949).Y no podemos dejar fuera de esta lista a Elena Garro, que aunque se desmarcó de esta categoría, incluye en su obra características asociadas a este estilo literario. Su producción literaria incluye novelas, cuentos y obras de teatro que abordan temas sociales, políticos y culturales desde perspectivas innovadoras.Principales exponentes del surrealismoEn la literatura, el surrealismo busca liberar la creatividad de las restricciones de la lógica y la razón, explorando el subconsciente, los sueños y las asociaciones libres de ideas. Bajo la influencia de André Breton, el surrealismo literario tuvo exponentes destacados que transformaron la escritura en una experiencia única y experimental.En 1924 Breton publicó el Manifiesto del surrealismo que definió los principios del movimiento. Entre sus obras destacadas está Nadja (1928), una novela autobiográfica que mezcla prosa y poesía, explorando lo onírico y lo irracional. En Latinoamérica encontramos artistas como el poeta y pintor peruano César Moro, quien combina en sus letras lo erótico, lo mítico y lo fantástico.La obra el mexicano Octavio Paz también está fuertemente influenciada por el surrealismo. Paz incorporó su espíritu en su poesía, explorando el tiempo, el deseo y lo inconsciente en el poemario Libertad bajo palabra (1949) y en El arco y la lira (1956).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El periodismo y la literatura son prácticamente indivisibles y ese es precisamente el enfoque de la próxima edición del Picnic Literario RUGE Independiente, organizado por el Instituto Distrital de las Artes – Idartes, que se desarrollará el 5 de diciembre desde las 2 p.m. en lo que será uno de los primeros eventos que acogerá el Parque de los Periodistas Gabriel García Márquez, ubicado en pleno corazón de Bogotá, a pocos metros de la estación Aguas de TransMilenio, luego de la intervención a la que fue sometido para su revitalización.La programación de este espacio está llena de eventos e invitados de lujo, empezando por Editorial en vivo, espacio en el que la periodista María Jimena Duzán, columnista de la revista CAMBIO y la mente detrás del podcast A Fondo, uno de los más consultados por líderes de opinión del país, conversará sobre el nuevo periodismo en Colombia con Manuela Saldarriaga, escritora, periodista y actual editora de Consonante, proyecto de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP).En Bogotá distópica, el escritor y artista plástico Luis Carlos Barragán hablará con Claudia Amador sobre crónicas y ficciones del presente y el futuro rolo. También se realizarán muestras artísticas en un espacio denominado Teatro y Gabriel García Márquez, que tendrá un monólogo de Isabel viendo llover en Macondo a cargo de Diana Gómez, seguido por una lectura performática del cuento Antes de la guerra, de Fanny Buitrago, realizada por Carolina Anfibia.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí“Los picnics literarios son espacios abiertos de fomento a la lectura, en la que todos los ciudadanos pueden acceder a talleres, muestras artísticas y culturales, presentaciones de libros, juegos literarios, entre otras actividades, por lo que se configuran en acciones para el acercamiento de todas las personas que habitan la ciudad a las manifestaciones relacionadas con el libro, la lectura y la literatura y, en este caso particular, el periodismo”, menciona María Claudia Parías, la directora del Idartes.Este picnic tendrá un espacio que tendrá talleres como El podcast es la nueva radionovela, dictado por La Chucua Records; Editar poesía desde la independencia: el caso Frailejón y La superpoderosa: La edición de fanzine y formatos independientes, desarrollado por la Sociedad Anónima de Dibujantes – SAD.Además, durante toda la jornada, podrá visitar los estands de emprendimientos asociados a los libros, la edición comunitaria y fanzine; también el espacio destinado a Libro al Viento, que entregará libros a los asistentes y desarrollará diferentes actividades de mediación de lectura alrededor de La Oración de la última rana en conmemoración de los 100 años del cronista colombiano Luis Tejada Cano.El cierre de este picnic está a cargo de Eskarlata, organización cultural colombiana que mezcla música y poesía en un formato denominado Poesía Rock, que permitirá a los asistentes percibir las líricas de las canciones desde una perspectiva literaria.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.