En los anales de la historia literaria, las bicicletas han ocupado un rincón peculiar pero significativo. A primera vista, estas dos pasiones aparentemente dispares, la escritura y el ciclismo, podrían parecer inconexas. Sin embargo, una exploración más profunda revela una rica simbiosis entre estos dos mundos aparentemente divergentes.
Uno de los más ilustres literatos que encontró inspiración en las dos ruedas fue el laureado autor irlandés James Joyce. En su novela modernista "Ulises", ambientada en un solo día en Dublín, el personaje Stephen Dedalus emprende un viaje mental y físico en bicicleta por la ciudad. La bicicleta se convierte en una metáfora de la búsqueda de la libertad y la exploración de nuevas ideas.
En el contexto de la literatura latinoamericana, el colombiano Gabriel García Márquez , premio Nobel de Literatura, compartía una afinidad por las bicicletas. En El génesis de las bicicletas,
el autor colombiano utiliza un estilo que recuerda al Génesis para contar una historia que incluye a Adán y Eva sobre cómo surgió la bicicleta y sus partes (pedales, manubrio y tornillos).
Según García Márquez, la silla y el triciclo también se popularizaron tras la invención de la bicicleta. El texto fue publicado en El Heraldo bajo el seudónimo de Septimus el 22 de junio de 1950.
"Cuando el hombre logró ponerle pedales a su propio equilibrio, inventó la bicicleta. No hizo más que eso, pues ni siquiera las ruedas eran indispensables. Las ruedas existían ya, en alguna parte del mundo, aguardando a que los hombres aprendieran a mover los pies en el aire, mientras descansaban cómodamente sentados en su centro de gravedad. ¿El galápago? No. Tampoco era indispensable el galápago. Fue inventado más tarde, cuando se descubrió que era necesario proteger el centro de gravedad de la fricción continua. Luego vinieron los manubrios. El hombre habría podido existir indefinidamente sin ellos, por la tierra era redonda y habría podido dirigirse a cualquier sitio con sólo conservar la dirección inicial. Pero cuando hubo un hombre que se rompió la crisma para inventar la bicicleta, hubo otro que se rompió la suya para inventar las esquinas. Y entonces se hicieron necesarios, indispensables, los manubrios".
Publicidad
Y esto escribió Julio Cortázar : "Para una bicicleta, entre dócil y de conducta modesta, constituye una humillación y una befa la presencia de carteles que la detienen altaneros delante de las bellas puertas de cristal de la ciudad. Se sabe que las bicicletas han tratado por todos los medios de remediar su triste condición social. Pero en absolutamente todos los países de esta tierra está prohibido entrar con bicicletas. Algunos agregan: (y perros), lo cual duplica en las bicicletas y en los canes su complejo de inferioridad. Un gato, una liebre, una tortuga, pueden en principio entrar en Bunge & Born o en los estudios de abogados de la calle San Martín sin ocasionar más que sorpresa, gran encanto entre telefonistas ansiosas o, a lo sumo, una orden al portero para que arroje a los susodichos animales a la calle".
La bicicleta, con su capacidad para ofrecer soledad y reflexión, también ha sido una compañera constante para muchos escritores contemporáneos. Figuras literarias como Paul Auster y Haruki Murakami han descrito en sus obras la experiencia de pedalear por las calles de Nueva York o Tokio, respectivamente, como una forma de escape y búsqueda de inspiración.
sí, vemos que las bicicletas no solo han sido vehículos físicos, sino también metáforas literarias para la exploración, la liberación y la búsqueda de la verdad. Tanto en la obra de clásicos de la literatura como en la de autores contemporáneos, las bicicletas han proporcionado un medio para contemplar el mundo y dar rienda suelta a la creatividad. En este equilibrio entre lo mundano y lo trascendental, la bicicleta se convierte en un elemento que pedalea a través de las páginas de la literatura, dejando una huella duradera en la mente de los lectores.
No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.