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Julio Cortázar es reconocido por su estilo literario único y su habilidad para entrelazar realidades aparentemente inconexas. Su obra trasciende fronteras y ha dejado una marca indeleble en la literatura contemporánea. Desde sus cuentos cortos hasta sus novelas extensas, Cortázar desafía las convenciones narrativas y nos invita a adentrarnos en un mundo lleno de sorpresas, enigmas y reflexiones sobre la condición humana.Estilo literarioEl estilo literario de Julio Cortázar es inconfundible y desafiante. Sus escritos se caracterizan por una prosa poética y experimental que desafía las estructuras tradicionales de la narrativa. Cortázar era un maestro en el uso del lenguaje, jugando con la sintaxis y la semántica para crear efectos sorprendentes en el lector.Una de las técnicas más destacadas en la escritura de Cortázar es el empleo del realismo mágico y lo fantástico. Sus narraciones a menudo se deslizan entre lo cotidiano y lo surrealista, desafiando la percepción del lector y llevándolo a territorios desconocidos. Este estilo surrealista se entrelaza con elementos de lo absurdo y lo onírico, creando una atmósfera en la que lo irracional y lo real coexisten de manera natural.Cortázar también es conocido por su uso innovador del tiempo y la estructura narrativa. En obras como "Rayuela", utiliza la técnica del capítulo independiente, permitiendo al lector elegir su propio camino a través de la historia. Esta estructura fragmentaria refleja la naturaleza caótica y no lineal de la experiencia humana, desafiando las convenciones lineales de la narrativa tradicional.TemáticasLas temáticas exploradas por Julio Cortázar son tan diversas como fascinantes. Sus escritos abordan cuestiones existenciales, sociales y políticas con una sensibilidad aguda y una profundidad emocional. Algunas de las temáticas recurrentes en su obra incluyen:La alienación y la búsqueda de identidad: Muchos de los personajes de Cortázar se sienten alienados de la sociedad y buscan desesperadamente un sentido de pertenencia y autenticidad. Esta búsqueda de identidad se refleja en sus viajes físicos y metafóricos a través de laberintos simbólicos.La realidad y la percepción: Cortázar desafía constantemente la naturaleza de la realidad y la forma en que la percibimos. Sus historias están llenas de giros inesperados y realidades alternativas, invitando al lector a cuestionar lo que considera como verdadero.El amor y la soledad: La complejidad de las relaciones humanas, especialmente en el contexto del amor y la intimidad, es un tema recurrente en la obra de Cortázar. Sus personajes a menudo experimentan una profunda soledad a pesar de estar rodeados de otros, lo que lleva a una exploración de la naturaleza efímera y a veces ilusoria del amor.La política y la sociedad: Como escritor comprometido con su tiempo, Cortázar abordó temas sociales y políticos en su obra. Su activismo se refleja en historias que critican la opresión, la injusticia y la violencia política, así como en su apoyo a movimientos de liberación y justicia social.La escritura de Julio Cortázar es un laberinto fascinante de estilo innovador y temáticas profundas. Su obra continúa desafiando y cautivando a los lectores de todo el mundo, invitándolos a explorar los rincones más oscuros de la mente humana y a reflexionar sobre las complejidades del universo que habitamos.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Andrée, yo no quería venirme a vivir a su departamento de la calle Suipacha. No tanto por los conejitos, más bien porque me duele ingresar en un orden cerrado, construido ya hasta en las más finas mallas del aire, esas que en su casa preservan la música de la lavanda, el aletear de un cisne con polvos, el juego del violín y la viola en el cuarteto de Rará.Me es amargo entrar en un ámbito donde alguien que vive bellamente lo ha dispuesto todo como una reiteración visible de su alma, aquí los libros (de un lado en español, del otro en francés e inglés), allí los almohadones verdes, en este preciso sitio de la mesita el cenicero de cristal que parece el corte de una pompa de jabón, y siempre un perfume, un sonido, un crecer de plantas, una fotografía del amigo muerto, ritual de bandejas con té y tenacillas de azúcar...Ah, querida Andrée, qué difícil oponerse, aun aceptándolo con entera sumisión del propio ser, al orden minucioso que una mujer instaura en su liviana residencia. Cuán culpable tomar una tacita de metal y ponerla al otro extremo de la mesa, ponerla allí simplemente porque uno ha traído sus diccionarios ingleses y es de este lado, al alcance de la mano, donde habrán de estar. Mover esa tacita vale por un horrible rojo inesperado en medio de una modulación de Ozenfant, como si de golpe las cuerdas de todos los contrabajos se rompieran al mismo tiempo con el mismo espantoso chicotazo en el instante más callado de una sinfonía de Mozart. Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa y su habitante lejana. Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafio me pase por los ojos como un bando de gorriones.Usted sabe por qué vine a su casa, a su quieto salón solicitado de mediodía. Todo parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad. Usted se ha ido a París, yo me quedé con el departamento de la calle Suipacha, elaboramos un simple y satisfactorio plan de mutua convivencia hasta que septiembre la traiga de nuevo a Buenos Aires y me lance a mí a alguna otra casa donde quizá... Pero no le escribo por eso, esta carta se la envío a causa de los conejitos, me parece justo enterarla; y porque me gusta escribir cartas, y tal vez porque llueve.Me mudé el jueves pasado, a las cinco de la tarde, entre niebla y hastío. He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevaban a ninguna parte, que el jueves fue un día lleno de sombras y correas, porque cuando yo veo las correas de las valijas es como si viera sombras, elementos de un látigo que me azota indirectamente, de la manera más sutil y más horrible. Pero hice las maletas, avisé a la mucama que vendría a instalarme, y subí en el ascensor. Justo entre el primero y segundo piso sentí que iba a vomitar un conejito. Nunca se lo había explicado antes, no crea que por deslealtad, pero naturalmente uno no va a ponerse a explicarle a la gente que de cuando en cuando vomita un conejito. Como siempre me ha sucedido estando a solas, guardaba el hecho igual que se guardan tantas constancias de lo que acaece (o hace uno acaecer) en la privacía total. No me lo reproche, Andrée, no me lo reproche. De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito. No es razón para no vivir en cualquier casa, no es razón para que uno tenga que avergonzarse y estar aislado y andar callándose.Cuando siento que voy a vomitar un conejito me pongo dos dedos en la boca como una pinza abierta, y espero a sentir en la garganta la pelusa tibia que sube como una efervescencia de sal de frutas. Todo es veloz e higiénico, transcurre en un brevísimo instante. Saco los dedos de la boca, y en ellos traigo sujeto por las orejas a un conejito blanco. El conejito parece contento, es un conejito normal y perfecto, sólo que muy pequeño, pequeño como un conejilo de chocolate pero blanco y enteramente un conejito. Me lo pongo en la palma de la mano, le alzo la pelusa con una caricia de los dedos, el conejito parece satisfecho de haber nacido y bulle y pega el hocico contra mi piel, moviéndolo con esa trituración silenciosa y cosquilleante del hocico de un conejo contra la piel de una mano. Busca de comer y entonces yo (hablo de cuando esto ocurría en mi casa de las afueras) lo saco conmigo al balcón y lo pongo en la gran maceta donde crece el trébol que a propósito he sembrado. El conejito alza del todo sus orejas, envuelve un trébol tierno con un veloz molinete del hocico, y yo sé que puedo dejarlo e irme, continuar por un tiempo una vida no distinta a la de tantos que compran sus conejos en las granjas.Entre el primero y segundo piso, Andrée, como un anuncio de lo que sería mi vida en su casa, supe que iba a vomitar un conejito. En seguida tuve miedo (¿o era extrañeza? No, miedo de la misma extrañeza, acaso) porque antes de dejar mi casa, sólo dos días antes, había vomitado un conejito y estaba seguro por un mes, por cinco semanas, tal vez seis con un poco de suerte. Mire usted, yo tenía perfectamente resuelto el problema de los conejitos. Sembraba trébol en el balcón de mi otra casa, vomitaba un conejito, lo ponía en el trébol y al cabo de un mes, cuando sospechaba que de un momento a otro... entonces regalaba el conejo ya crecido a la señora de Molina, que creía en un hobby y se callaba. Ya en otra maceta venía creciendo un trébol tierno y propicio, yo aguardaba sin preocupación la mañana en que la cosquilla de una pelusa subiendo me cerraba la garganta, y el nuevo conejito repetía desde esa hora la vida y las costumbres del anterior. Las costumbres, Andrée, son formas concretas del ritmo, son la cuota del ritmo que nos ayuda a vivir. No era tan terrible vomitar conejitos una vez que se había entrado en el ciclo invariable, en el método. Usted querrá saber por qué todo ese trabajo, por qué todo ese trébol y la señora de Molina. Hubiera sido preferible matar en seguida al conejito y... Ah, tendría usted que vomitar tan sólo uno, tomarlo con dos dedos y ponérselo en la mano abierta, adherido aún a usted por el acto mismo, por el aura inefable de su proximidad apenas rota. Un mes distancia tanto; un mes es tamaño, largos pelos, saltos, ojos salvajes, diferencia absoluta Andrée, un mes es un conejo, hace de veras a un conejo; pero el minuto inicial, cuando el copo tibio y bullente encubre una presencia inajenable... Como un poema en los primeros minutos, el fruto de una noche de Idumea: tan de uno que uno mismo... y después tan no uno, tan aislado y distante en su llano mundo blanco tamaño carta.Me decidí, con todo, a matar el conejito apenas naciera. Yo viviría cuatro meses en su casa: cuatro -quizá, con suerte, tres- cucharadas de alcohol en el hocico. (¿Sabe usted que la misericordia permite matar instantáneamente a un conejito dándole a beber una cucharada de alcohol? Su carne sabe luego mejor, dicen, aunque yo... Tres o cuatro cucharadas de alcohol, luego el cuarto de baño o un piquete sumándose a los desechos.)Al cruzar el tercer piso el conejito se movía en mi mano abierta. Sara esperaba arriba, para ayudarme a entrar las valijas... ¿Cómo explicarle que un capricho, una tienda de animales? Envolví el conejito en mi pañuelo, lo puse en el bolsillo del sobretodo dejando el sobretodo suelto para no oprimirlo. Apenas se movía. Su menuda conciencia debía estarle revelando hechos importantes: que la vida es un movimiento hacia arriba con un clic final, y que es también un cielo bajo, blanco, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.Sara no vio nada, la fascinaba demasiado el arduo problema de ajustar su sentido del orden a mi valija-ropero, mis papeles y mi displicencia ante sus elaboradas explicaciones donde abunda la expresión «por ejemplo». Apenas pude me encerré en el baño; matarlo ahora. Una fina zona de calor rodeaba el pañuelo, el conejito era blanquísimo y creo que más lindo que los otros. No me miraba, solamente bullía y estaba contento, lo que era el más horrible modo de mirarme. Lo encerré en el botiquín vacío y me volví para desempacar, desorientado pero no infeliz, no culpable, no jabonándome las manos para quitarles una última convulsión.Comprendí que no podía matarlo. Pero esa misma noche vomité un conejito negro. Y dos días después uno blanco. Y a la cuarta noche un conejito gris.Usted ha de amar el bello armario de su dormitorio, con la gran puerta que se abre generosa, las tablas vacías a la espera de mi ropa. Ahora los tengo ahí. Ahí dentro. Verdad que parece imposible; ni Sara lo creería. Porque Sara nada sospecha, y el que no sospeche nada procede de mi horrible tarea, una tarea que se lleva mis días y mis noches en un solo golpe de rastrillo y me va calcinando por dentro y endureciendo como esa estrella de mar que ha puesto usted sobre la bañera y que a cada baño parece llenarle a uno el cuerpo de sal y azotes de sol y grandes rumores de la profundidad.De día duermen. Hay diez. De día duermen. Con la puerta cerrada, el armario es una noche diurna solamente para ellos, allí duermen su noche con sosegada obediencia. Me llevo las llaves del dormitorio al partir a mi empleo. Sara debe creer que desconfío de su honradez y me mira dubitativa, se le ve todas las mañanas que está por decirme algo, pero al final se calla y yo estoy tan contento. (Cuando arregla el dormitorio, de nueve a diez, hago ruido en el salón, pongo un disco de Benny Carter que ocupa toda la atmósfera, y como Sara es también amiga de saetas y pasodobles, el armario parece silencioso y acaso lo esté, porque para los conejitos transcurre ya la noche y el descanso.)Su día principia a esa hora que sigue a la cena, cuando Sara se lleva la bandeja con un menudo tintinear de tenacillas de azúcar, me desea buenas noches -sí, me las desea, Andrée, lo más amargo es que me desea las buenas noches- y se encierra en su cuarto y de pronto estoy yo solo, solo con el armario condenado, solo con mi deber y mi tristeza.Los dejo salir, lanzarse ágiles al asalto del salón, oliendo vivaces el trébol que ocultaban mis bolsillos y ahora hace en la alfombra efímeras puntillas que ellos alteran, remueven, acaban en un momento. Comen bien, callados y correctos, hasta ese instante nada tengo que decir, los miro solamente desde el sofá, con un libro inútil en la mano -yo que quería leerme todos sus Giraudoux, Andrée, y la historia argentina de López que tiene usted en el anaquel más bajo-; y se comen el trébol.Son diez. Casi todos blancos. Alzan la tibia cabeza hacia las lámparas del salón, los tres soles inmóviles de su día, ellos que aman la luz porque su noche no tiene luna ni estrellas ni faroles. Miran su triple sol y están contentos. Así es que saltan por la alfombra, a las sillas, diez manchas livianas se trasladan como una moviente constelación de una parte a otra, mientras yo quisiera verlos quietos, verlos a mis pies y quietos -un poco el sueño de todo dios, Andrée, el sueño nunca cumplido de los dioses-, no así insinuándose detrás del retrato de Miguel de Unamuno, en torno al jarrón verde claro, por la negra cavidad del escritorio, siempre menos de diez, siempre seis u ocho y yo preguntándome dónde andarán los dos que faltan, y si Sara se levantara por cualquier cosa, y la presidencia de Rivadavia que yo quería leer en la historia de López.No sé cómo resisto, Andrée. Usted recuerda que vine a descansar a su casa. No es culpa mía si de cuando en cuando vomito un conejito, si esta mudanza me alteró también por dentro -no es nominalismo, no es magia, solamente que las cosas no se pueden variar así de pronto, a veces las cosas viran brutalmente y cuando usted esperaba la bofetada a la derecha-. Así, Andrée, o de otro modo, pero siempre así.Le escribo de noche. Son las tres de la tarde, pero le escribo en la noche de ellos. De día duermen ¡Qué alivio esta oficina cubierta de gritos, órdenes, máquinas Royal, vicepresidentes y mimeógrafos! Qué alivio, qué paz, qué horror, Andrée! Ahora me llaman por teléfono, son los amigos que se inquietan por mis noches recoletas, es Luis que me invita a caminar o Jorge que me guarda un concierto. Casi no me atrevo a decirles que no, invento prolongadas e ineficaces historias de mala salud, de traducciones atrasadas, de evasión Y cuando regreso y subo en el ascensor ese tramo, entre el primero y segundo piso me formulo noche a noche irremediablemente la vana esperanza de que no sea verdad.Hago lo que puedo para que no destrocen sus cosas. Han roído un poco los libros del anaquel más bajo, usted los encontrará disimulados para que Sara no se dé cuenta. ¿Quería usted mucho su lámpara con el vientre de porcelana lleno de mariposas y caballeros antiguos? El trizado apenas se advierte, toda la noche trabajé con un cemento especial que me vendieron en una casa inglesa -usted sabe que las casas inglesas tienen los mejores cementos- y ahora me quedo al lado para que ninguno la alcance otra vez con las patas (es casi hermoso ver cómo les gusta pararse, nostalgia de lo humano distante, quizá imitación de su dios ambulando y mirándolos hosco; además usted habrá advertido -en su infancia, quizá- que se puede dejar a un conejito en penitencia contra la pared, parado, las patitas apoyadas y muy quieto horas y horas).A las cinco de la mañana (he dormido un poco, tirado en el sofá verde y despertándome a cada carrera afelpada, a cada tintineo) los pongo en el armario y hago la limpieza. Por eso Sara encuentra todo bien aunque a veces le he visto algún asombro contenido, un quedarse mirando un objeto, una leve decoloración en la alfombra y de nuevo el deseo de preguntarme algo, pero yo silbando las variaciones sinfónicas de Franck, de manera que nones. Para qué contarle, Andrée, las minucias desventuradas de ese amanecer sordo y vegetal, en que camino entredormido levantando cabos de trébol, hojas sueltas, pelusas blancas, dándome contra los muebles, loco de sueño, y mi Gide que se atrasa, Troyat que no he traducido, y mis respuestas a una señora lejana que estará preguntándose ya si... para qué seguir todo esto, para qué seguir esta carta que escribo entre teléfonos y entrevistas.Andrée, querida Andrée, mi consuelo es que son diez y ya no más. Hace quince días contuve en la palma de la mano un último conejito, después nada, solamente los diez conmigo, su diurna noche y creciendo, ya feos y naciéndoles el pelo largo, ya adolescentes y llenos de urgencias y caprichos, saltando sobre el busto de Antinoo (¿es Antinoo, verdad, ese muchacho que mira ciegamente?) o perdiéndose en el living, donde sus movimientos crean ruidos resonantes, tanto que de allí debo echarlos por miedo a que los oiga Sara y se me aparezca horripilada, tal vez en camisón -porque Sara ha de ser así, con camisón- y entonces... Solamente diez, piense usted esa pequeña alegría que tengo en medio de todo, la creciente calma con que franqueo de vuelta los rígidos cielos del primero y el segundo piso.Interrumpí esta carta porque debía asistir a una tarea de comisiones. La continúo aquí en su casa, Andrée, bajo una sorda grisalla de amanecer. ¿Es de veras el día siguiente, Andrée? Un trozo en blanco de la página será para usted el intervalo, apenas el puente que une mi letra de ayer a mi letra de hoy. Decirle que en ese intervalo todo se ha roto, donde mira usted el puente fácil oigo yo quebrarse la cintura furiosa del agua, para mí este lado del papel, este lado de mi carta no continúa la calma con que venía yo escribiéndole cuando la dejé para asistir a una tarea de comisiones. En su cúbica noche sin tristeza duermen once conejitos; acaso ahora mismo, pero no, no ahora. En el ascensor, luego, o al entrar; ya no importa dónde, si el cuándo es ahora, si puede ser en cualquier ahora de los que me quedan.Basta ya, he escrito esto porque me importa probarle que no fui tan culpable en el destrozo insalvable de su casa. Dejaré esta carta esperándola, sería sórdido que el correo se la entregara alguna clara mañana de París. Anoche di vuelta los libros del segundo estante, alcanzaban ya a ellos, parándose o saltando, royeron los lomos para afilarse los dientes -no por hambre, tienen todo el trébol que les compro y almaceno en los cajones del escritorio. Rompieron las cortinas, las telas de los sillones, el borde del autorretrato de Augusto Torres, llenaron de pelos la alfombra y también gritaron, estuvieron en círculo bajo la luz de la lámpara, en círculo y como adorándome, y de pronto gritaban, gritaban como yo no creo que griten los conejos.He querido en vano sacar los pelos que estropean la alfombra, alisar el borde de la tela roída, encerrarlos de nuevo en el armario. El día sube, tal vez Sara se levante pronto. Es casi extraño que no me importe verlos brincar en busca de juguetes. No tuve tanta culpa, usted verá cuando llegue que muchos de los destrozos están bien reparados con el cemento que compré en una casa inglesa, yo hice lo que pude para evitarle un enojo... En cuanto a mí, del diez al once hay como un hueco insuperable. Usted ve: diez estaba bien, con un armario, trébol y esperanza, cuántas cosas pueden construirse. No ya con once, porque decir once es seguramente doce, Andrée, doce que serán trece.Entonces está el amanecer y una fría soledad en la que caben la alegría, los recuerdos, usted y acaso tantos más. Está este balcón sobre Suipacha lleno de alba, los primeros sonidos de la ciudad. No creo que les sea difícil juntar once conejitos salpicados sobre los adoquines, tal vez ni se fijen en ellos, atareados con el otro cuerpo que conviene llevarse pronto, antes de que pasen los primeros colegiales.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El cronopio salta entre las líneas del libro como escapando de las comas y los puntos, se escabulle entre las páginas para descubrir que hay fuera del libro, con su pequeña sombrilla evita las tildes que determinan el acento y corre por los pie de página que le atrapan el abrigo y hacen maullar a su gato, ese cronopio es el propio inventor de historias, el mago, Julio Cortázar. Julio Cortázar nació en Bruselas en 1914, en el seno de una familia de origen argentino. Su infancia transcurrió entre Argentina y Suiza, debido al trabajo de su padre como agregado comercial. Esta experiencia multicultural y su educación en diversos países europeos influirían profundamente en su obra literaria.Cortázar estudió letras en la Universidad de Buenos Aires y se destacó por su pasión por la literatura y el cine. Durante su juventud, trabajó como maestro en escuelas rurales argentinas y como traductor de inglés y francés. Su incursión en la enseñanza y su contacto con diferentes realidades sociales marcaron su sensibilidad hacia las injusticias y las complejidades de la vida cotidiana, temas recurrentes en su escritura.En 1944, Cortázar publicó su primer libro de poemas, "Presencia", pero sería con la publicación de "Bestiario" en 1951 cuando comenzaría a consolidarse como un autor reconocido. Su estilo innovador y su habilidad para mezclar lo fantástico con lo cotidiano atrajeron la atención de la crítica literaria.Fragmento de 'La patria', poema escrito en 1955Esta tierra sobre los ojos,este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,esta noche continua, esta distancia.Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,pobre sombra de país, lleno de vientos,de monumentos y espamentos,de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.Sin embargo, fue con la publicación de su obra maestra, "Rayuela", en 1963, que Cortázar alcanzaría la fama internacional. Esta novela experimental, que desafía las convenciones narrativas tradicionales, se convirtió en un referente del realismo mágico y dejó una marca indeleble en la literatura latinoamericana.A lo largo de su carrera, Cortázar exploró una amplia gama de géneros literarios, desde el cuento hasta la novela, pasando por el ensayo y la poesía. Su compromiso con la experimentación formal y su profundo compromiso político lo convirtieron en una figura influyente en el panorama intelectual de su tiempo.'Bolero'Qué vanidad imaginarque puedo darte todo, el amor y la dicha,itinerarios, música, juguetes.Es cierto que es así:todo lo mío te lo doy, es cierto,pero todo lo mío no te bastacomo a mí no me basta que me destodo lo tuyo.Por eso no seremos nuncala pareja perfecta, la tarjeta postal,si no somos capaces de aceptarque sólo en la aritméticael dos nace del uno más el uno.Por ahí un papelitoque solamente dice:Siempre fuiste mi espejo,quiero decir que para verme tenía que mirarte.Además de su labor como escritor, Cortázar fue un ferviente defensor de los derechos humanos y un crítico acérrimo de las dictaduras latinoamericanas. Se exilió en París en 1951 y residió en Europa hasta su muerte en 1984.Julio Cortázar dejó un legado literario inigualable que sigue inspirando a escritores y lectores de todo el mundo. Su capacidad para capturar la esencia de lo humano y su audacia para explorar los límites de la narrativa lo convierten en una figura imprescindible en la historia de la literatura contemporánea.El cronopio terminó su expedición por los libros, las estanterías y los apartamentos en diferentes calles de París, exhausto se sentó en el borde de la biblioteca, respiró profundo y sintió un cansancio que le quemaba los huesos, se quedó dormido en un borde de madera junto a las historias que traspasaron el tiempo y el espacio, los cuentos en los que vivió Latinoamérica se volvieron su almohada y ahora descansa como nunca, en medio de las palabras. Después de las fiestasY cuando todo el mundo se ibay nos quedábamos los dosentre vasos vacíos y ceniceros sucios,qué hermoso era saber que estabasahí como un remanso,sola conmigo al borde de la noche,y que durabas, eras más que el tiempo,eras la que no se ibaporque una misma almohaday una misma tibiezaiba a llamarnos otra veza despertar al nuevo día,juntos, riendo, despeinados.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El Realismo Mágico es un movimiento literario que floreció principalmente en América Latina durante el siglo XX, caracterizado por la fusión de lo real y lo mágico en la narrativa. A continuación, exploraremos qué es el Realismo Mágico, sus mayores exponentes, obras destacadas, principales características y su origen.¿Qué es el realismo mágico?El Realismo Mágico es un estilo literario que desafía las fronteras entre lo cotidiano y lo fantástico, creando una atmósfera mágica y enigmática en la narrativa. Se caracteriza por la presencia de elementos extraordinarios o surrealistas que coexisten con la vida cotidiana de los personajes.Mayores exponentes del realismo mágico:Gabriel García MárquezGabriel García Márquez, el colombiano galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1982, es uno de los máximos exponentes del Realismo Mágico. Su obra cumbre, "Cien años de soledad" (1967), es un hito en la literatura latinoamericana y un ejemplo icónico del género. La novela narra la historia de la familia Buendía en el pueblo ficticio de Macondo, donde sucesos extraordinarios ocurren en un entorno aparentemente realista.Isabel Allende:La escritora chilena Isabel Allende es reconocida por su novela "La casa de los espíritus" (1982), que combina realismo y elementos mágicos para narrar la historia de la familia Trueba a lo largo de varias generaciones.Julio Cortázar:Julio Cortázar, un argentino, es conocido por su cuento "Casa tomada" que mezcla elementos fantásticos con la vida urbana cotidiana. Además, su obra "Rayuela" (1963) presenta una estructura experimental que juega con la percepción de la realidad.Juan RulfoJuan Rulfo, de México, es conocido por su obra "Pedro Páramo" (1955), una novela en la que la vida y la muerte se entrelazan en un escenario desértico y surreal.María Luisa BombalMaría Luisa Bombal, destacada escritora chilena, desempeñó un papel significativo en la evolución del Realismo Mágico en América Latina. Su obra más influyente, "La amortajada" (1938), anticipa elementos característicos del Realismo Mágico. La novela narra la vida y muerte de una mujer, quien desde su ataúd, reflexiona sobre su existencia y las complejidades de su familia. Bombal combinó el realismo con lo fantástico, explorando la mente y el mundo interior de sus personajes de manera innovadora. Su trabajo contribuyó a la construcción del paisaje literario que posteriormente se identificaría con el Realismo Mágico.Obras destacadas- "Cien años de soledad", de Gabriel García Márquez.- "La casa de los espíritus", de Isabel Allende.- "La última niebla", de María Luisa Bombal- "Pedro Páramo", de Juan Rulfo.- "Rayuela", de Julio Cortázar.- "Los detectives salvajes", de Roberto Bolaño.Principales características del realismo mágicoHibridación de lo real y lo fantástico: El realismo mágico mezcla elementos mágicos, sobrenaturales o surrealistas con la vida cotidiana, creando una sensación de normalidad en lo extraordinario.Espacio y tiempo elásticos: En estas narrativas, el tiempo y el espacio son fluidos y a menudo no siguen una lógica lineal. Los personajes pueden vivir durante siglos o los sucesos pueden ocurrir en lugares aparentemente comunes pero con un toque de lo inusual.Atmósfera enigmática: Las obras de Realismo Mágico suelen crear una atmósfera enigmática y misteriosa, añadiendo un sentido de asombro y maravilla a la narrativa.Crítica social y política: A menudo, estas obras también abordan cuestiones sociales y políticas de América Latina, utilizando lo fantástico para comentar sobre la realidad.Origen de la categoría realismo mágico:El término "Realismo Mágico" se atribuye al crítico de arte alemán Franz Roh, quien lo acuñó en 1925. Aunque el término se originó en Europa, el género tal como lo conocemos se desarrolló principalmente en América Latina durante el siglo XX. Surgió en un contexto de profundos cambios culturales, sociales y políticos en la región, lo que permitió a los escritores explorar nuevas formas de expresión literaria. Además, la rica tradición de mitos, leyendas y supersticiones en América Latina proporcionó un terreno fértil para la incorporación de elementos mágicos en la literatura.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La pieza, un mecanoscrito original de la emblemática obra de Cortázar "Historias de cronopios y de famas", que incluye siete relatos inéditos, quedó en manos de un coleccionista privado argentino, cuyo nombre no se divulgó.Zorrilla Subastas, de Uruguay, y la casa Hilario, de Argentina, ofrecían este documento escrito a máquina, con anotaciones manuscritas y certificado por expertos en Cortázar, a un precio base de 12.000 dólares. Estimaban que se vendería a un valor máximo de 21.000 dólares, pero se superó con creces. "El público lo valoró", dijo a la AFP Guillermo González, de Zorrilla Subastas.El remate tuvo lugar en la sede de Zorrilla Subastas en el Centro de Montevideo, pero la puja fue telefónica. "Hubo siete interesados en Argentina, Chile, España, México y Uruguay, entre ellos el Ministerio de Cultura argentino, que quería destinarlo a la Biblioteca Nacional. Era la única institución que pujaba, pero no fue el comprador final", contó González."No sabemos qué destino le dará a la pieza el coleccionista argentino que la compró, pero tenemos confianza de que será preservada para el futuro. Va a estar en buenas manos", afirmó.Fechado en París en 1952, el documento contiene 46 historias breves en 60 páginas mecanografiadas a una sola cara. Del total de los cuentos, 35 aparecieron "casi sin variantes" en la primera edición de "Historias de cronopios y de famas" (Editorial Minotauro, Buenos Aires, 1962) y otros cuatro se publicaron posteriormente, según el catálogo del remate.Siete, titulados "Inventario", "Carta de un fama a otro fama", "Mariposas automáticas", "Los viajes y los sueños", "Diminuto unicornio", "Rabia de espejo" y "Rey del mar" siguen inéditos, de acuerdo con académicos."Gran incógnita"El mecanoescrito apareció en Montevideo en 2020 tras la muerte de una persona que tenía una importante biblioteca. "Su hijo lo encontró en una caja de bananas, de esas de cartón que se usan para guardar cosas. Su padre le había dicho que tenía algo que creía que tenía valor, pero cómo vino a parar esta obra de Cortázar a Uruguay es una gran incógnita", dijo González.La preparación del remate comenzó el año pasado. Dos especialistas en Cortázar fueron consultados para acreditar la pieza: el escritor uruguayo Aldo Mazzucchelli, doctor en Letras por la Universidad de Stanford, y al librero anticuario argentino Lucio Aquilanti, coautor de "Todo Cortázar. Bio-bibliografía" (2014)."Puedo afirmar sin lugar a dudas, que se trata de un original del autor, mecanoscrito, de extraordinaria trascendencia", escribió Aquilanti, destacando el uso de la misma máquina de escribir, una Royal, con la que Cortázar produciría más tarde otros textos."Desde el punto de vista literario, teniendo en cuenta sobre todo la época y el contexto de composición, el estilo, el idiolecto del autor y los temas, no hay ninguna razón sólida para pensar que estas páginas no sean auténticas", apuntó Mazzucchelli.Exponente del boom literario latinoamericano surgido en los años 1960 y 1970, Cortázar nació en Ixelles (Bélgica) el 26 de agosto de 1914, hijo de un diplomático argentino. Regresó a Argentina en 1918, antes de partir en 1951 hacia Francia, en protesta por el gobierno del general Juan Domingo Perón. Murió en París el 12 de febrero de 1984.Su obra, mezcla de fantasía y del realismo mágico típico de la literatura sudamericana, ha sido traducida a una treintena de idiomas. Su libro más conocido, "Rayuela" (1963), es una novela laberíntica de 600 páginas que entrelaza historias de París y Buenos Aires y que el lector puede leer en orden o saltando de un capítulo a otro (hay 155) sin seguir la numeración.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En los anales de la historia literaria, las bicicletas han ocupado un rincón peculiar pero significativo. A primera vista, estas dos pasiones aparentemente dispares, la escritura y el ciclismo, podrían parecer inconexas. Sin embargo, una exploración más profunda revela una rica simbiosis entre estos dos mundos aparentemente divergentes.Uno de los más ilustres literatos que encontró inspiración en las dos ruedas fue el laureado autor irlandés James Joyce. En su novela modernista "Ulises", ambientada en un solo día en Dublín, el personaje Stephen Dedalus emprende un viaje mental y físico en bicicleta por la ciudad. La bicicleta se convierte en una metáfora de la búsqueda de la libertad y la exploración de nuevas ideas.En el contexto de la literatura latinoamericana, el colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura, compartía una afinidad por las bicicletas. En El génesis de las bicicletas, el autor colombiano utiliza un estilo que recuerda al Génesis para contar una historia que incluye a Adán y Eva sobre cómo surgió la bicicleta y sus partes (pedales, manubrio y tornillos).Según García Márquez, la silla y el triciclo también se popularizaron tras la invención de la bicicleta. El texto fue publicado en El Heraldo bajo el seudónimo de Septimus el 22 de junio de 1950."Cuando el hombre logró ponerle pedales a su propio equilibrio, inventó la bicicleta. No hizo más que eso, pues ni siquiera las ruedas eran indispensables. Las ruedas existían ya, en alguna parte del mundo, aguardando a que los hombres aprendieran a mover los pies en el aire, mientras descansaban cómodamente sentados en su centro de gravedad. ¿El galápago? No. Tampoco era indispensable el galápago. Fue inventado más tarde, cuando se descubrió que era necesario proteger el centro de gravedad de la fricción continua. Luego vinieron los manubrios. El hombre habría podido existir indefinidamente sin ellos, por la tierra era redonda y habría podido dirigirse a cualquier sitio con sólo conservar la dirección inicial. Pero cuando hubo un hombre que se rompió la crisma para inventar la bicicleta, hubo otro que se rompió la suya para inventar las esquinas. Y entonces se hicieron necesarios, indispensables, los manubrios".Y esto escribió Julio Cortázar: "Para una bicicleta, entre dócil y de conducta modesta, constituye una humillación y una befa la presencia de carteles que la detienen altaneros delante de las bellas puertas de cristal de la ciudad. Se sabe que las bicicletas han tratado por todos los medios de remediar su triste condición social. Pero en absolutamente todos los países de esta tierra está prohibido entrar con bicicletas. Algunos agregan: (y perros), lo cual duplica en las bicicletas y en los canes su complejo de inferioridad. Un gato, una liebre, una tortuga, pueden en principio entrar en Bunge & Born o en los estudios de abogados de la calle San Martín sin ocasionar más que sorpresa, gran encanto entre telefonistas ansiosas o, a lo sumo, una orden al portero para que arroje a los susodichos animales a la calle".La bicicleta, con su capacidad para ofrecer soledad y reflexión, también ha sido una compañera constante para muchos escritores contemporáneos. Figuras literarias como Paul Auster y Haruki Murakami han descrito en sus obras la experiencia de pedalear por las calles de Nueva York o Tokio, respectivamente, como una forma de escape y búsqueda de inspiración.sí, vemos que las bicicletas no solo han sido vehículos físicos, sino también metáforas literarias para la exploración, la liberación y la búsqueda de la verdad. Tanto en la obra de clásicos de la literatura como en la de autores contemporáneos, las bicicletas han proporcionado un medio para contemplar el mundo y dar rienda suelta a la creatividad. En este equilibrio entre lo mundano y lo trascendental, la bicicleta se convierte en un elemento que pedalea a través de las páginas de la literatura, dejando una huella duradera en la mente de los lectores.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Julio Cortázar, autor argentino conocido por sus obras innovadoras y experimentales, era un amante de los libros. Su biblioteca personal era extensa y diversa, con una amplia gama de géneros y autores. Cortázar veía su biblioteca como un espacio sagrado, un refugio donde podía sumergirse en diferentes mundos literarios y encontrar inspiración para su propia escritura. Para él, los libros eran mucho más que meros objetos, eran compañeros íntimos y fuentes de conocimiento. Cortázar solía decir: "La biblioteca es una extensión de uno mismo, una especie de tesoro personal que revela quién eres y quién quieres ser". 🦋 Visite el especial "Los ecos de su voz: Gabriel García Márquez vive" haciendo clic aquí y descubra textos inéditos, entrevistas, fragmentos de su obra en su propia voz y más detalles de la vida y obra de nuestro Nobel de Literatura.Uno de sus libros favoritos era Ulises, de James Joyce. Cortázar se sentía fascinado por la complejidad narrativa de esta obra maestra, su estructura fragmentada y su exploración de la conciencia humana. Leía y releía cada página con avidez, maravillándose ante las múltiples capas de significado y las sutilezas lingüísticas que Joyce había tejido magistralmente. Cortázar era un apasionado de la poesía y tenía una predilección por los poemas de Arthur Rimbaud. Las imágenes vívidas y la musicalidad de sus versos lo transportaban a un mundo de sensaciones y emociones intensas. Rimbaud despertaba en Cortázar una fascinación por la rebeldía y la búsqueda de la belleza en todos sus aspectos. Este era un autor repetido en su biblioteca. En la primavera de 1993, Aurora Bernárdez, su primera esposa y albacea literaria, puso la biblioteca personal de Cortázar al cuidado de la Fundación Juan March, de Madrid. Desde entonces está allí a disposición de estudiosos y público general.Jorge Luis Borges tenía una relación única con su biblioteca personal. Después de volverse ciego, su biblioteca se convirtió en su mundo imaginario. Aunque no podía leer los libros físicamente, conocía cada uno de ellos en detalle. Borges solía afirmar que cada libro de su biblioteca era una puerta hacia otro universo, un laberinto infinito de ideas y conceptos. Para él, la biblioteca era un lugar de ensueño donde podía explorar las vastas dimensiones de la literatura sin restricciones. Borges expresó una vez: "Mi biblioteca personal es mi jardín secreto, un espacio donde el tiempo y el espacio se desvanecen, y solo existen las palabras eternas".Uno de los libros más queridos por Borges era Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Para Borges, la obra de Cervantes era un laberinto literario, una exploración profunda de la realidad y la ilusión, que trascendía las fronteras de la ficción. Él admiraba la figura del ingenioso hidalgo y su lucha contra los molinos de viento, símbolo de la quimera y la valentía en el enfrentamiento contra lo irreal. En su libro Lectores (1974) Borges escribió "Sé que hay algo inmortal y esencial que he sepultado en esa biblioteca del pasado en que leí la historia del hidalgo. Las lentas hojas vuelve un niño y grave sueña con vagas cosas que no sabe". Se sabe que también libros como La odisea, de Homero o Las elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke eran libros imprescindibles en su biblioteca Gabriel García Márquez, el apremio Nobel de Literatura, también tenía una biblioteca personal notable. García Márquez valoraba enormemente la tradición literaria y la influencia de otros escritores en su trabajo. Su biblioteca estaba llena de obras clásicas de la literatura universal, pero también contenía textos relacionados con la historia, la política y la cultura latinoamericana. García Márquez creía que un buen escritor debía ser un ávido lector y consideraba su biblioteca como una fuente infinita de aprendizaje y crecimiento. Solía decir: "Un escritor sin una biblioteca es como un pájaro sin alas, carece de las herramientas necesarias para volar alto en la imaginación".El libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada era una joya en su biblioteca. Los versos apasionados y melancólicos de Neruda resonaban en su corazón y le recordaban la belleza y la intensidad del amor y la vida. Además, García Márquez tenía una admiración especial por William Faulkner y su novela El ruido y la furia. Esta obra, que explora la decadencia de una familia sureña desde diferentes perspectivas, fascinaba a García Márquez por su estilo narrativo innovador y su exploración de la psicología humana. Faulkner inspiraba a García Márquez a desafiar las convenciones literarias y a buscar nuevas formas de contar historias.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK.
Julio Cortázar se rehusó a dar clases en Estados Unidos por largo tiempo, decía que no sabía enseñar hasta que su amigo Pepe Durand lo convenció de dar unas horas de clase en la Universidad de California, Berkeley. Allí comienza entonces las conversaciones con los alumnos sobre música y cine, los libros y el entender la literatura desde su ojo. Cortázar decidió romper con la estructura educativa y con las reglas estipuladas en las universidades de la época, la relación maestro/estudiante se convirtió en una amena charla acerca de distintos temas, los estudiantes hablaban con una naturalidad emergente y él ya les tenía la confianza suficiente para charlas de cine o música en medio de las clases. Carles Álvarez, quien hace el prólogo de Clases de literatura, decía que fueron 13 horas en las que Cortázar hablaba con tanta naturalidad y precisión que parecía estar leyendo sus cuentos, su voz profunda transitó al papel y fue publicada en el 2013. En la transcripción solo se alteraron algunas muletillas y frases, sin embargo, está intacta, es Cortázar hablando a un auditorio de jóvenes que querían ser escritores y que decidieron tomarlo a él como referencia. Comienza aquí la travesía por el mar de palabras que algún día él decidió compartir y que hasta nuestros días podrían ser texto sagrado para la literatura. Primera clase: los caminos de un escritorQuisiera que quede bien claro que, aunque propongo primero los cuentos y en segundo lugar las novelas, esto no significa para mí una discriminación o un juicio de valor: soy autor y lector de cuentos y novelas con la misma dedicación y el mismo entusiasmo. Ustedes saben que son cosas muy diferentes, que trataremos de precisar mejor en algunos aspectos, pero el hecho de que haya propuesto que nos ocupemos primero de los cuentos es porque como tema —lo vamos a ver hoy mismo— son de un acceso más fácil; se dejan atrapar mejor, rodear mejor que una novela por razones obvias sobre las cuales no vale la pena que insista.Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones. Para empezar a hablar del cuento como género y de mis cuentos como una continuación, estuve pensando en estos días que para que entremos con más provecho en el cuento latinoamericano sería tal vez útil una breve reseña de lo que en alguna charla ya muy vieja llamé una vez «Los caminos de un escritor»; es decir, la forma en que me fui moviendo dentro de la actividad literaria a lo largo de… desgraciadamente treinta años. El escritor no conoce esos caminos mientras los está franqueando —puesto que vive en un presente como todos nosotros— pero pasado el tiempo llega un día en que de golpe, frente a muchos libros que ha publicado y muchas críticas que ha recibido, tiene la suficiente perspectiva y el suficiente espacio crítico para verse a sí mismo con alguna lucidez. Hace algunos años me planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro de la literatura (decir «literatura» y «vida» para mí es siempre lo mismo, pero en este caso nos estamos concentrando en la literatura). Puede ser útil que reseñe hoy brevemente ese camino o caminos de un escritor porque luego se verá que señalan algunas constantes, algunas tendencias que están marcando de una manera significativa y definitoria la literatura latinoamericana importante de nuestro tiempo. Les pido que no se asusten por las tres palabras que voy a emplear a continuación porque en el fondo, una vez que se da a entender por qué se las está utilizando, son muy simples. Creo que a lo largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra), una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el día de hoy, que podría llamar histórica. En lo que voy a decir a continuación sobre esos tres momentos de mi trabajo de escritor va a surgir por qué utilizo estas palabras, que son para entendernos y que no hay que tomar con la gravedad que utiliza un filósofo cuando habla por ejemplo de metafísica.Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma. Me acuerdo bien de las conversaciones con mis camaradas de estudios y con los que siguieron siendo amigos una vez que los terminé y todos comenzamos a escribir y algunos poco a poco también a publicar. Me acuerdo de mí mismo y de mis amigos, jóvenes argentinos (porteños, como les decimos a los de Buenos Aires) profundamente estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético, poético, y por sus resonancias espirituales de todo tipo. No usábamos esas palabras y no sabíamos lo que eran, pero ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor en una fase que tengo derecho a calificar de «estética», donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada. Era una época en la que los jóvenes de mi edad no nos dábamos cuenta hasta qué punto estábamos al margen y ausentes de una historia particularmente dramática que se estaba cumpliendo en torno de nosotros, porque esa historia también la captábamos desde un punto de vista de lejanía, con distanciamiento espiritual.Viví en Buenos Aires, desde lejos por supuesto, el transcurso de la guerra civil en que el pueblo de España luchó y se defendió contra el avance del franquismo, que finalmente habría de aplastarlo. Viví la Segunda Guerra Mundial, entre el año 39 y el año 45, también en Buenos Aires. ¿Cómo vivimos mis amigos y yo esas guerras? En el primer caso éramos profundos partidarios de la República española, profundamente antifranquistas; en el segundo, estábamos plenamente con los aliados y absolutamente en contra del nazismo. Pero en qué se traducían esas tomas de posición: en la lectura de los periódicos, en estar muy bien informados sobre lo que sucedía en los frentes de batalla; se convenían en charlas de café en las que defendíamos nuestros puntos de vista contra eventuales antagonistas, eventuales adversarios. A ese pequeño grupo del que formaba parte pero que a su vez era parte de muchos otros grupos, nunca se nos ocurrió que la guerra de España nos concernía directamente como argentinos y como individuos; nunca se nos ocurrió que la Segunda Guerra Mundial nos concernía también aunque la Argentina fuera un país neutral. Nunca nos dimos cuenta de que la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por uno de los grupos combatientes. Esto, que supone una autocrítica muy cruel que soy capaz de hacerme a mí y a todos los de mi clase, determinó en gran medida la primera producción literaria de esa época: vivíamos en un mundo en el que la aparición de una novela o un libro de cuentos significativo de un autor europeo o argentino tenía una importancia capital para nosotros, un mundo en el que había que dar todo lo que se tuviera, todos los recursos y todos los conocimientos para tratar de alcanzar un nivel literario lo más alto posible. Era un planteo estético, una solución estética; la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega y Gasset «la circunstancia», en que se mueve un ser humano, sea o no escritor.De todas maneras, aun en ese momento en que mi participación y mi sentimiento histórico prácticamente no existían, algo me dijo muy tempranamente que la literatura —incluso la de tipo fantástico más imaginativa— no estaba únicamente en las lecturas, en las bibliotecas y en las charlas de café. Desde muy joven sentí en Buenos Aires el contacto con las cosas, con las calles, con todo lo que hace de una ciudad una especie de escenario continuo, variante y maravilloso para un escritor. Si por un lado las obras que en ese momento publicaba alguien como Jorge Luis Borges significaban para mí y para mis amigos una especie de cielo de la literatura, de máxima posibilidad en ese momento dentro de nuestra lengua, al mismo tiempo me había despertado ya muy temprano a otros escritores de los cuales citaré solamente uno, un novelista que se llamó Roberto Arlt y que desde luego es mucho menos conocido que Jorge Luis Borges porque murió muy joven y escribió una obra de difícil traducción y muy cerrada en el contorno de Buenos Aires. Al mismo tiempo que mi mundo estetizante me llevaba a la admiración por escritores como Borges, sabía abrir los ojos al lenguaje popular, al lunfardo de la calle que circula en los cuentos y las novelas de Roberto Arlt. Es por eso que, cuando hablo de etapas en mi camino, no hay que entenderlas nunca de una manera excesivamente compartimentada: me estaba moviendo en esa época en un mundo estético y estetizante pero creo que ya tenía en las manos o en la imaginación elementos que venían de otros lados y que todavía necesitarían tiempo para dar sus frutos. Eso lo sentí en mí mismo poco a poco, cuando empecé a vivir en Europa.Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana. En Europa continué escribiendo cuentos de tipo estetizante y muy imaginativos, prácticamente todos de tema fantástico. Sin darme cuenta, empecé a tratar temas que se separaron de ese primer momento de mi trabajo. En esos años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, «El perseguidor» — del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Cárter.) Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir; aunque pudiera tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo. En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Cárter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.Ese primer contacto con mi prójimo —creo que tengo derecho a utilizar el término—, ese primer puente tendido directamente de un hombre a otro, de un hombre a un conjunto de personajes, me llevó en esos años a interesarme cada vez más por los mecanismos psicológicos que se pueden dar en los cuentos y en las novelas, por explorar y avanzar en ese territorio —que es el más fascinante de la literatura al fin y al cabo— en que se combina la inteligencia con la sensibilidad de un ser humano y determina su conducta, todos sus juegos en la vida, todas sus relaciones y sus interrelaciones, sus dramas de vida, de amor, de muerte, su destino; su historia, en una palabra. Cada vez más deseoso de ahondar en ese campo de la psicología de los personajes que estaba imaginando, surgieron en mí una serie de preguntas que se tradujeron en dos novelas, porque los cuentos no son nunca o casi nunca problemáticos: para los problemas están las novelas, que los plantean y muchas veces intentan soluciones. La novela es ese gran combate que libra el escritor consigo mismo porque hay en ella todo un mundo, todo un universo en que se debaten juegos capitales del destino humano, y si uso el término destino humano es porque en ese momento me di cuenta de que yo no había nacido para escribir novelas psicológicas o cuentos psicológicos como los hay y por cierto tan buenos. El solo hecho de manejar elementos en la vida de algunos personajes no me satisfacía lo suficiente. Ya en «El perseguidor», con toda su torpeza y su ignorancia, Johnny Cárter se plantea problemas que podríamos llamar «últimos». El no entiende la vida y tampoco entiende la muerte, no entiende por qué es un músico, quisiera saber por qué toca como toca, por qué le suceden las cosas que le suceden. Por ese camino entré en eso que con un poco de pedantería he calificado de etapa metafísica, es decir una autoindagación lenta, difícil y muy primaria —porque yo no soy un filósofo ni estoy dotado para la filosofía— sobre el hombre, no como simple ser viviente y actuante sino como ser humano, como ser en el sentido filosófico, como destino, como camino dentro de un itinerario misterioso.Esta etapa que llamo metafísica a falta de mejor nombre se fue cumpliendo sobre todo a lo largo de dos novelas. La primera, que se llama Los premios, es una especie de divertimento; la segunda quiso ser algo más que un divertimento y se llama Rayuela. En la primera intenté presentar, controlar, dirigir un grupo importante y variado de personajes. Tenía una preocupación técnica, porque un escritor de cuentos —como lectores de cuentos, ustedes lo saben bien— maneja un grupo de personajes lo más reducido posible por razones técnicas: no se puede escribir un cuento de ocho páginas en donde entren siete personas ya que llegamos al final de las ocho páginas sin saber nada de ninguna de las siete, y obligadamente hay una concentración de personajes como hay también una concentración de muchas otras cosas (eso lo veremos después). La novela en cambio es realmente el juego abierto, y en Los premios me pregunté si dentro de un libro de las dimensiones habituales de una novela sería capaz de presentar y tener un poco las riendas mentales y sentimentales de un número de personajes que al final, cuando los conté, resultaron ser dieciocho. ¡Ya es algo! Fue, si ustedes quieren, un ejercicio de estilo, una manera de demostrarme a mí mismo si podía o no pasar a la novela como género. Bueno, me aprobé; con una nota no muy alta pero me aprobé en ese examen. Pensé que la novela tenía los suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy pequeña escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una indagación mis profunda, del hombre como ser humano, como ente, como destino. En Los premios eso se esboza apenas en algunas reflexiones de uno o dos personajes.A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene como ya había tenido Johnny Cárter en «El perseguidor» una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es un hombre que está asistiendo a la historia que lo rodea, a los fenómenos cotidianos de luchas políticas, guerras, injusticias, opresiones y quisiera llegar a conocer lo que llama a veces «la clave central», el centro que ya no sólo es histórico sino filosófico, metafísico, y que ha llevado al ser humano por el camino de la historia que está atravesando, del cual nosotros somos el último y presente eslabón. Horacio Oliveira no tiene ninguna cultura filosófica —como su padre— y simplemente se hace las preguntas que nacen de lo más hondo de la angustia. Se pregunta muchas veces cómo es posible que el hombre como género, como especie, como conjunto de civilizaciones, haya llegado a los tiempos actuales siguiendo un camino que no le garantiza en absoluto el alcance definitivo de la paz, la justicia y la felicidad, por un camino lleno de azares, injusticias y catástrofes en que el hombre es el lobo del hombre, en que unos hombres atacan y destrozan a otros, en que justicia e injusticia se manejan muchas veces como cartas de póquer. Horacio Oliveira es el hombre preocupado por elementos ontológicos que tocan al ser profundo del hombre: ¿Por qué ese ser preparado teóricamente para crear sociedades positivas por su inteligencia, su capacidad, por todo lo que tiene de positivo, no lo consigue finalmente o lo consigue a medias, o avanza y luego retrocede? (Hay un momento en que la civilización progresa y luego cae bruscamente, y basta con hojear el Libro de la Historia para asistir a la decadencia y a la ruina de civilizaciones que fueron maravillosas en la Antigüedad.) Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le ha sido dado prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier cosa, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b.Esa etapa histórica suponía romper el individualismo y el egoísmo que hay siempre en las investigaciones del tipo que hace Oliveira, ya que él se preocupa de pensar cuál es su propio destino en tanto destino del hombre pero todo se concentra en su propia persona, en su felicidad y su infelicidad. Había un paso que franquear: el de ver al prójimo no sólo como el individuo o los individuos que uno conoce sino verlo como sociedades enteras, pueblos, civilizaciones, conjuntos humanos. Debo decir que llegué a esa etapa por caminos curiosos, extraños y a la vez un poco predestinados. Había seguido de cerca con mucho más interés que en mi juventud todo lo que sucedía en el campo de la política internacional en aquella época: estaba en Francia cuando la guerra de liberación de Argelia y viví muy de cerca ese drama que era al mismo tiempo y por causas opuestas un drama para los argelinos y para los franceses. Luego, entre el año 59 y el 61, me interesó toda esa extraña gesta de un grupo de gente metida en las colinas de la isla de Cuba que estaban luchando para echar abajo un régimen dictatorial. (No tenía aún nombres precisos: a esa gente se los llamaba «los barbudos’ y Batista era un nombre de dictador en un continente que ha tenido y tiene tantos.) Poco a poco, eso tomó para mí un sentido especial. Testimonios que recibí y textos que leí me llevaron a interesarme profundamente por ese proceso, y cuando la Revolución cubana triunfó a fines de 1959, sentí el deseo de ir. Pude ir —al principio no se podía— menos de dos años después. Fui a Cuba por primera vez en 1961 como miembro del jurado de la Casa de las Américas que se acababa de fundar. Fui a aportar la contribución del único tipo que podía dar, de tipo intelectual, y estuve allí dos meses viendo, viviendo, escuchando, aprobando y desaprobando según las circunstancias. Cuando volví a Francia traía conmigo una experiencia que me había sido totalmente ajena: durante casi dos meses no estuve metido con grupos de amigos o con cenáculos literarios; estuve mezclándome cotidianamente con un pueblo que en ese momento se debatía frente a las peores dificultades, al que le faltaba todo, que se veía preso en un bloqueo despiadado y sin embargo luchaba por llevar adelante esa autodefinición que se había dado a sí mismo por la vía de la revolución. Cuando volví a París eso hizo un lento pero seguro camino. Habían sido invitaciones de pasaporte para mí y nada más, señas de identidad y nada más. En ese momento, por una especie de brusca revelación —y la palabra no es exagerada—, sentí que no sólo era argentino: era latinoamericano, y ese fenómeno de tentativa de liberación y de conquista de una soberanía a la que acababa de asistir era el catalizador, lo que me había revelado y demostrado que no solamente yo era un latinoamericano que estaba viviendo eso de cerca sino que además me mostraba una obligación, un deber. Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano, con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había que ponerla también en el trabajo literario. Creo entonces que puedo utilizar el nombre de etapa histórica, o sea de ingreso en la historia, para describir este último jalón en mi camino de escritor.Si han podido leer algunos libros míos que abarquen esos períodos, verán muy claramente reflejado lo que he tratado de explicar de una manera un poco primaria y autobiográfica, verán cómo se pasa del culto de la literatura por la literatura misma al culto de la literatura como indagación del destino humano y luego a la literatura como una de las muchas formas de participar en los procesos históricos que a cada uno de nosotros nos concierne en su país. Si les he contado esto —e insisto en que he hecho un poco de autobiografía, cosa que siempre me avergüenza— es porque creo que ese camino que seguí es extrapolable en gran medida al conjunto de la actual literatura latinoamericana que podemos considerar significativa. En el curso de las últimas tres décadas la literatura de tipo cerradamente individual que naturalmente se mantiene y se mantendrá y que da productos indudablemente hermosos e indiscutibles, esa literatura por el arte y la literatura misma ha cedido terreno frente a una nueva generación de escritores mucho más implicados en los procesos de combate, de lucha, de discusión, de crisis de su propio pueblo y de los pueblos en conjunto. La literatura que constituía una actividad fundamentalmente elitista y que se autoconsideraba privilegiada (todavía lo hacen muchos en muchos casos) fue cediendo terreno a una literatura que en sus mejores exponentes nunca ha bajado la puntería ni ha tratado de volverse popular o populachera llenándose con todo el contenido que nace de los procesos del pueblo de donde pertenece el autor. Estoy hablando de la literatura más alta de la que podemos hablar en estos momentos, la de Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, cuyos libros han salido plenamente de ese criterio de trabajo solitario por el placer mismo del trabajo para intentar una búsqueda en profundidad en el destino, en la realidad, en la suerte de cada uno de sus pueblos. Por eso me parece que lo que me sucedió en el terreno individual y privado es un proceso que en conjunto se ha ido dando de la misma manera yendo de lo más (cómo decirlo, no me gusta la palabra elitista, pero en fin…), de lo más privilegiado, lo más refinado como actividad literaria, a una literatura que guardando todas sus calidades y todas sus fuerzas se dirige actualmente a un público de lectores que va mucho más allá que los lectores de la primera generación que eran sus propios grupos de clase, sus propias élites, aquellos que conocían los códigos y las claves y podían entrar en el secreto de esa literatura casi siempre admirable pero también casi siempre exquisita. Lo que digo en estos minutos puede servir para cuando, hablando de cuentos y novelas míos o ajenos, hagamos referencias a sus contenidos y a sus propósitos; ahí vamos a poder ver con más claridad esto que he intentado decir. Me pregunto si ahora, dadas las condiciones de temperatura que se notan muy bien en la cara de Pepe Durand, quieren ustedes que hagamos un intervalo de cinco, diez minutos y seguimos después. Pienso que sí, ¿de acuerdo?Esta clase fue tomada del libro "Clases de literatura, Berkeley 1980", publicado en el año 2013 por Alfaguara en su colección de literatura hispánica. Escuche lo mejor de la música clásica por la señal en vivo de la HJCK.
En Madrid, la biblioteca personal del escritor argentino Julio Cortázar contiene las huellas de un lector voraz. Un tesoro en manos de la Fundación Juan March, que ha cobrado un nuevo impulso con la creación de un video-ensayo y una serie de podcast. Le puede interesar: "Homenaje a Julio Cortázar en HJCK".Donados por su esposa en 1993 a la Fundación Juan March, los casi 4.000 libros que el autor guardaba en su apartamento de París dicen mucho de su personalidad.Entre los estantes se encuentran los títulos que lo acompañaron desde joven en Buenos Aires, y otros que adquirió en París: libros de arte, historia y poesía, pero también ediciones de bolsillo con su firma y fecha de adquisición.Una de las particularidades de la biblioteca son las anotaciones del autor, reflejo del lector que fue. En las páginas, Cortázar subraya, tacha, protesta, dibuja y reflexiona. "Es un retrato que habla, un retrato que se comunica con los lectores y es lo que Julio siempre hubiera querido", manifestó su esposa y albacea Aurora Bernárdez en el acto de homenaje que la Fundación March organizó cuando donó el fondo. No deje pasar: "Libros de Cortázar en su propia voz".La biblioteca contiene libros en 26 lenguas. Más de 800 tienen su firma, que cambia a lo largo de los años, y otros 397 anotaciones en los márgenes. También están dedicados más de 500 ejemplares y en algunos hay recuerdos como un billete de metro o flores prensadas.En su biblioteca, Cortázar desvela las relaciones que mantenía con los artistas de la segunda mitad del siglo XX. "¡Craso error Pablo!", escribe en las memorias del poeta chileno Neruda, tras su muerte durante la dictadura militar. En los ejemplares, hay un verdadero diálogo con sus amigos. Le recomendamos "Las puertas abiertas de julio Cortázar, el poeta del boom"."Te confundes con la fiesta para tus 70 años", exclama cuando Neruda recrea el día en que recibió el Nobel. "¿Por qué tantas erratas, Lezama?", se lee en la novela "Paradiso" del cubano José Lezama Lima.En otros libros, los propios autores le escriben dedicatorias. Como el mexicano Octavio Paz, con quien Cortázar mantuvo una larga amistad. Desde los países donde estuvo destinado como embajador, el poeta le dedicó ejemplares llenos de complicidad."A Julio - No César: ¡Cortázar!", escribe Paz desde Nueva Delhi en 1965. También hay dedicatorias de Italo Calvino, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti o Gabriel García Márquez.Entre las dedicatorias más conmovedoras están las de la poeta Alejandra Pizarnik, antes de su suicidio en 1972. Sus notas muestran cómo su situación se va deteriorando. "En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos", se alcanza a leer en la obra "La pájara en el ojo ajeno".Lo literario y lo lúdico"Se puede seguir perfectamente la vida de Julio Cortázar aquí, desde las firmas que van cambiando hasta los temas de interés", señala Celia Martínez, responsable de la biblioteca.Entre las curiosidades, una separata del capítulo 126 de "Rayuela", que el autor suprimió de la edición original. El escritor tenía debilidad por las historias de terror, como los cuentos de Edgar Allan Poe, del que se volverá traductor. Quizás le interese: "Sobre los silencios y los abismos".En la biblioteca se aprecian así ejemplares de "Drácula", de Bram Stoker. Y en la tapa de una de las ediciones en la que aparece un vampiro, alguien dibujó bigotes, barba, gafas y un reloj.No es el único ejemplar con la portada modificada. En la "Antología de humor negro", de André Breton, Cortázar cambió a pluma el título en el lomo e intercambió las palabras Breton y 'noir', para que el título fuera "Antología de humor breton", de André Noir."Siempre he insistido mucho en los aspectos lúdicos de la literatura", solía decir Cortázar. A la biblioteca acuden investigadores, pero también admiradores de su obra, aunque hoy los fondos están digitalizados.Paz Fernández, la directora de la Fundación March, precisa: "Simplemente vienen a ver y tocar ese libro que un día estaba en manos de Cortázar".
Desde un poema juvenil compuesto a los 22 años, Callejón sin salida, a un capítulo de su inconclusa novela póstuma, Los parentescos, la antología recoge relatos, poesía y fragmentos de sus novelas y ensayos, hitos de una trayectoria guiada por la curiosidad y la experimentación.José Teruel, profesor honorario de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Madrid, biógrafo y director de los siete volúmenes de las Obras Completas de Martín Gaite, ha efectuado esta selección con el propósito de "despertar la curiosidad de los nuevos lectores y renovar el interés de sus incondicionales".El resultado es un reflejo de la versatilidad y la heterogeneidad de intereses intelectuales de la autora de novelas como Ritmo lento (1963) -que Teruel equipara en importancia a Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos- o ensayos como Usos amorosos de la posguerra española (1987)."Considero que su obra ha sido estudiada y reconocida, pero hay que reivindicar la significación cultural de la Gaite, particularmente su papel de testigo y de legataria de la bautizada generación de los 50", subraya Teruel, que también es patrono de la Fundación Carmen Martín Gaite.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"Se sigue insistiendo en el anecdotario de la Gaite, pero no en su importante significación cultural", que "debería ser uno de los objetivos de este centenario".Exposiciones, collages y un congreso en su centenarioLa exposición principal del Centenario de Carmen Martín Gaite estará organizada por la Biblioteca Nacional de España, la Junta de Castilla y León y el Centro Internacional del Español de la Universidad de Salamanca. El calendario aún se está cerrando ya que será itinerante y estará acompañada de un congreso internacional.Martín Gaite será homenajeada también en la próxima Feria del Libro de Guadalajara, en México, que arranca el 30 de noviembre con España como país invitado.Será el primer acto de homenaje a la escritora, que nació el 8 de diciembre de 1925 en Salamanca, donde forjó su futuro como escritora en su propia casa, donde siempre escuchó hablar un excelente castellano.A los trece años empezó a escribir poemas y cuentos y, a los 17, vio por primera vez su palabra impresa en una publicación, lo que le hizo decidir que cada vez tenía que hacerlo mejor porque ya no lo haría para ella sola.Llegó a Madrid a los 25 años y en esa ciudad se rodeó de un círculo de amigos e intelectuales, como Rafael Sánchez Ferlosio, con quien se casó y tuvo una hija, Marta, fallecida en 1995.Martín Gaite publicó a los 29 años su primera novela, El balneario (1955), galardonada con el Café Gijón, y en 1978, por El cuarto de atrás, se convirtió en la primera mujer que obtenía el Premio Nacional de Literatura.Entre sus obras destacan Entre visillos (Premio Nadal 1958), Ritmo lento (1963), El cuento de nunca acabar (1983), Usos amorosos de la postguerra española (Premio Anagrama de Ensayo 1987), Caperucita en Manhatta (1990), Nubosidad variable (1992), Lo raro es vivir (1996) o Irse de casa (1998).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La película, coproducida con Chile, México, Ecuador, Francia e Italia, fue escrita y dirigida por el chileno Vinko Tomičić a partir de sus recuerdos de infancia de un vecino suyo "que trabajaba como lustracalzados" en su natal Coquimbo, comentó el cineasta."A mí me interesan mucho los personajes que están dispuestos a hacer alguna locura por intentar mejorar la condición adversa en la que se encuentran", señaló.Estrenada este año en Tribeca, la cinta se desarrolla en La Paz y cuenta la historia de Martín, un huérfano que trabaja como 'lustra', como se llama a los limpiabotas en Bolivia, y que un día decide robar el perro de su mejor cliente, un sastre solitario al que empieza a ver como su padre.Según el cineasta, la película narra la lucha de Martín "por intentar ser reconocido", aunque paradójicamente esconde su identidad detrás del pasamontañas que llevan los 'lustras' para evitar ser estigmatizados."Hay una contradicción muy fuerte entre su deseo y su vestir. Quiere ser reconocido por una sociedad, en el colegio, busca una aceptación cuando, a la vez, él mismo se esconde detrás de una máscara", apuntó.De padre chileno y madre boliviana, Tomičić confesó que inicialmente pensó en rodar el filme en Coquimbo, pero cambió de parecer tras visitar La Paz en 2015 para dar un taller de cine a los jóvenes del Hormigón Armado, un proyecto social que trabaja con los 'lustras'.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"Hice talleres de cine para los chicos y luego de convivir con ellos y de conocerlos, me di cuenta de que mi guión, esta ficción que yo estaba escribiendo, era una historia más de las tantas que tenían estos chicos, que incluso eran mucho más fuertes", explicó.Así inició un proceso que tomó ocho años "desde la gestación de la idea hasta el día del estreno", incluidos de por medio "muchos golpes que no nos permitieron filmar en su momento", como el suspenso por la pandemia de la covid-19.Con todo, Tomičić consideró que ese alargue "trajo cosas positivas, como llevar la película a un punto de maduración muy fuerte".Orgullo 'lustra'El proceso para elegir a los protagonistas también fue largo, hasta que en una de las últimas etapas apareció Franklin Aro Huasco, un 'lustra' que "sorprendió" a Tomičić y al equipo de producción "con su interpretación, con el poder de su mirada y con su sensibilidad"."Uno pasa mucho tiempo escribiendo un personaje, construyendo un universo a través de la palabra, del guión. Entonces cuando de pronto ocurre el momento en que uno ve ese rostro que creó en su mente y lo ve frente a uno, ahí es cuando uno hace el 'match' (la conexión) y con Franklin fue así", comentó el cineasta.Aro dijo que trabajó como limpiabotas desde sus 10 años, filmó la película cuando tenía 16, terminó el colegio en 2022 y actualmente, a sus 20 años, se declara "muy feliz de representar a Bolivia" y que le digan que es un "orgullo" para el país.El joven destacó la experiencia ganada, el haber perdido miedo a expresarse, además de sentirse "orgulloso de ser lustracalzados".Aro ganó una mención honorífica como actor revelación en el festival de Guadalajara y fue reconocido como mejor actor en el de Santiago y en la competencia internacional de Antalya, Turquía, donde Tomičić fue elegido mejor director.Tomičić señaló que "es un honor" representar a Bolivia en los premios Goya y que "sería maravilloso" quedar entre las cinco finalistas a Mejor Película Iberoamericana.También destacó que fue una sorpresa estar nominados a Mejor Película Latinoamericana en los premios Forqué, considerados una antesala de los Goya, ya que el filme recién se estrenará en España en marzo próximo.Aunque, aseguró, el "mayor premio" es la "conexión" lograda con el público "alrededor del mundo".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"Hemos de reconocer que la pérdida de patrimonio cultural en Palestina es algo sistemático e intencionado. Hago un llamamiento para que haya responsabilidad, justicia y acciones que confronten este genocidio cultural", dijo la delegada ante la decimonovena sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, celebrada en la ciudad paraguaya de Luque.La representante aseguró que "todos los aspectos" de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco 2003 han sido amenazados por la guerra que se libra en la Franja de Gaza.En ese sentido, expresó la necesidad "urgente" de una "acción internacional unificada" y permanente para proteger el patrimonio cultural palestino."La comunidad internacional, incluida la Unesco, debe intensificar sus esfuerzos para salvaguardar el patrimonio palestino y apoyar la resiliencia y creatividad de los artistas que siguen inspirándonos pese a esta situación difícil", instó la diplomática, que hizo un llamado a Israel a que "cesen las acciones militares contra las instituciones culturales palestinas y los artistas".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEntre los 28 artistas y escritores fallecidos desde el ataque del grupo radical Hamás, que dio inicio a la guerra el 7 de octubre de 2023, Taweel recordó la muerte de la poeta y novelista Heba Abu Nada, recién comenzó la confrontación, y del pintor Fathi Ghaben, en febrero pasado."No son sólo creadores, sino que eran el corazón que late de la comunidad palestina, eran los que narraban las tradiciones, las aspiraciones de nuestro pueblo. Su pérdida es irreemplazable en un panorama cultural que ha quedado vacío", afirmó la representante de Palestina, que obtuvo reconocimiento como Estado miembro de la Unesco en 2011.El último informe de la Unesco estableció que 69 de los 120 sitios que vigila a través de imágenes satelitales en Palestina han sido dañados por la guerra, entre ellos espacios religiosos, edificios de interés histórico y/o artístico, depósitos de bienes culturales, monumentos y lugares arqueológicos.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"La idea era hacer una película de actores", dice el colombiano Gonzalo Perdomo sobre La fianza, su ópera prima, un drama "con puntos de mucho humor" protagonizado por sus compatriotas Juana Acosta y Julián Román junto al español Israel Elejalde, que se estrena este viernes en España y a comienzos de 2025 en Latinoamérica.Director y protagonistas presentaron este martes en Madrid la película, que lejos de ser "el típico thriller axfisiante, agobiante, deja respirar al espectador", hasta el punto de que "se lo puede pasar muy bien", según Perdomo."Y para mi ahí radicaba una de las principales dificultades, encontrar el tono porque mi personaje, que no lo pasa bien, es una mujer que está atravesando un momento muy complejo, bastante dramático, y encontrar los puntos de humor no era fácil, así que ese fue uno de los grandes retos que tuve a la hora de interpretar a Ana", dice Juana Acosta, quien colabora además con su productora Calité Filmes, que comparte con su hermana Valentina.La fianza transcurre en una casa adinerada en España, único escenario de la película, y en un plazo de menos de 24 horas, un reto complicado en cuanto al ritmo de la historia que tanto actores como director creen superado de lejos.Eso, y que solo fueran tres personajes fue para Acosta lo más atractivo a la hora de leer el guión: "Me gustan las películas de actores y en este caso tuve la suerte de contar con dos actorazos que son Julián Román, colombiano, con el que hago un mano a mano, e Israel Elejalde, otro grandísimo actor español, dos compañeros con los que disfruté muchísimo cada parte del proceso", señala la actriz.Un director y tres actores "sin ego"El rodaje de La fianza fue en familia, sin "ego" alguno. Lo dice Acosta al referirse a Perdomo - "y es muy difícil de encontrar un director así" - y en lo que coinciden Román y Elejalde sobre todo el equipo."Para mi ha sido un regalo maravilloso, encontrarme con un 'capo' como Isra ha sido llevadero, he sido muy feliz al poder hablar con un actor y poder proponer decir sin el miedo, que a veces pasa con colegas, que no se les puede hablar o no se les puede sugerir", señala el Julián Román, que interpreta a un sicario pero cuyos toques de humanidad acaban por atrapar al espectador.Ese personaje es uno de los clichés que se presentan a lo largo de la trama, lo que Elejalde define mas concretamente como "arquetipos", porque "detrás de lo que nosotros pensamos que es un sicario también hay una persona que tiene familia, que puede ser sensible en algunas cosas, tener dudas, echar de menos a su país".Y la realidad de ciertos estereotipos de los dos países, España y Colombia, es lo que La fianza plasma y que su director cree que no es tanto una bofetada a la sociedad española si no "a este tipo de personas que pierden muy rápido su identidad, porque creo que así estemos fuera de nuestros países no se nos puede olvidar de donde venimos y quienes somos".De hecho el filme, según Perdomo, surge de la realidad de la inmigración en España "para visualizar lo que es hoy en día la sociedad española, que ha conocido un largo proceso de inmigración y en la cual nosotros ya hacemos parte, creamos, hacemos películas, hacemos comidas, tenemos negocios".El teatro como base y los proyectos de futuroLas tablas de los escenarios en los que se formaron Elejande y Román quedan patentes en una película en la que muchas mujeres se van a sentir identificadas con el personaje de Ana, interpretado por Acosta.Los tres actores y Perdomo han creado una pequeña familia que mira al futuro, en el caso de Acosta inmediato, ya que volverá a trabajar en el nuevo proyecto del director, mientras espera el estreno, a finales de febrero, de Medusa la serie que rodó para Netflix en Colombia.A mitad de año estrenará también Matices, rodada para Sky Showtime, "y tengo varios proyectos para el año que viene, segundas temporadas de la series que rodé este año y repetiré el año entrante con Alex de la Iglesia".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Del 11 al 22 de diciembre, la Cinemateca de Bogotá será el escenario de una muestra especial que combina cine y encuentros dedicados a explorar temas de resistencia y comunidad.Organizada por la Cinemateca y el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), la quinta edición del ciclo Que Haiga Paz continúa el legado establecido en colaboración con la Comisión de la Verdad. Este evento busca ser un espacio para la reflexión y el diálogo a través del cine, abordando la memoria del conflicto, la búsqueda de la verdad y el camino hacia la reconciliación. Su enfoque resalta historias de resistencia, dignidad y la fuerza de las comunidades."Para la Cinemateca de Bogotá, del Idartes, es un honor y un compromiso dar continuidad al trabajo conjunto con la Comisión de la Verdad mediante el ciclo Que Haiga Paz. Esta iniciativa nos permite seguir construyendo memoria y reflexionando sobre el conflicto desde las artes audiovisuales", destacó María Claudia Parías, directora del Idartes.La edición de este año presenta 16 obras nacionales que abordan diversas perspectivas sobre el conflicto armado, la construcción de paz y la vida después de la guerra. Además, el ciclo trasciende fronteras, incluyendo una muestra internacional que explora el cine del Oriente Próximo, destacando historias de resistencia cotidiana y el derecho de los pueblos a existir.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíLa muestra nacional se compone de seis programas:Programa 1Pijoteros: Diversas perspectivas de un territorio (Dir. Mariagracia García Camargo, 2024) Hato Corozal. 19 min.Mesa de tareas (Dir. Andrea Rey, 2022) Colombia. 100 min.Programa 2Estirpe (Dir. Ana María Ferro, Daniela Ruiz Coconubo, 2023) Yacopí, Bogotá. 16 min.Avalancha (Dir. Daniel Cortés Ramírez, 2023) Medellín. 25 min.El sonido de los grillos (Dir. Juan David Cárdenas, Bibiana Rojas, Julián David Gutiérrez, 2020) Bogotá. 40 min.Programa 3El camino real (Dir. Sergio Reyes Miranda, 2023) Soacha. 14 min.Purgatorio (Dir. Sergio Romero Ocampo, Juan Blanquicet, 2023) Huila - Cundinamarca. 21 min.Mi cuerpo, mi territorio (Dir. David Garcés, Chiara Charavali, 2024) Caucasia, Nechí, El Bagre. 56 min.Programa 4El asesinato de Dilan Cruz (The Killing of Dilan Cruz) (Dir. Plano Negativo/Forensic Architecture, 2023) Colombia, Reino Unido. 25 min.Manuales de cuidado (Care manuals) (Dir. Plano Negativo, 2023) Colombia, Reino Unido. 25 min.Programa 5Tarro vacío (Dir. Vitilio Iyokina Gittoma, 2024) La Chorrera, Amazonas. 24 min.Hippomane Mancinella (Dir. Ricardo Muñoz Izquierdo, 2022) Pereira. 11 min.Vecinos (Dir. Salym Fayad, Marcela Ascencio, 2023) Colombia, República Centroafricana. 25 min.Programa 6Jhonson (Dir. Daniel Triviño, 2023) Fusagasugá. 11 min.Rap Planadas: Una escena que se autoconstruye (Dir. Holman Sebastián García Chantré, 2024) Planadas. 20 min.Lez-Ama. Vivir Filmando (Dir. Mónica Moya, 2022) Colombia. 52 min.La muestra internacional lleva como título Junto a huertos de sombras arrancadas y está compuesta por un programa de cortometrajes, de Jocelyne Saab, y de largometrajes como estos:Ejército Rojo/Frente para la liberación de Palestina: Declaración de Guerra Mundial (Dir. Adachi Masao, Wakamatsu Koji, 1971) Japón. 71 min.Recogedores (Foragers) (Dir. Jumana Manna, 2022) Palestina. 65 min.Los primeros 54 años: manual breve para una ocupación militar (Dir. Avi Mograbi, 2021) Israel. 110 min.Homeland: Iraq año cero (Dir. Abbas Fahdel, 2015) Irak - Francia. 334 min.Los engañados (Dir. Tewfik Saleh, 1973) Siria. 107 min.No Other Land (Dir. Basel Adra, Hamdan Ballal, Yuval Abraham, Rachel Szor, 2024) Palestina. 95 min.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.