Julio Cortázar, autor argentino conocido por sus obras innovadoras y experimentales, era un amante de los libros. Su biblioteca personal era extensa y diversa, con una amplia gama de géneros y autores. Cortázar veía su biblioteca como un espacio sagrado, un refugio donde podía sumergirse en diferentes mundos literarios y encontrar inspiración para su propia escritura. Para él, los libros eran mucho más que meros objetos, eran compañeros íntimos y fuentes de conocimiento. Cortázar solía decir: "La biblioteca es una extensión de uno mismo, una especie de tesoro personal que revela quién eres y quién quieres ser". Uno de sus libros favoritos era Ulises, de James Joyce. Cortázar se sentía fascinado por la complejidad narrativa de esta obra maestra, su estructura fragmentada y su exploración de la conciencia humana. Leía y releía cada página con avidez, maravillándose ante las múltiples capas de significado y las sutilezas lingüísticas que Joyce había tejido magistralmente. Cortázar era un apasionado de la poesía y tenía una predilección por los poemas de Arthur Rimbaud. Las imágenes vívidas y la musicalidad de sus versos lo transportaban a un mundo de sensaciones y emociones intensas. Rimbaud despertaba en Cortázar una fascinación por la rebeldía y la búsqueda de la belleza en todos sus aspectos. Este era un autor repetido en su biblioteca. En la primavera de 1993, Aurora Bernárdez, su primera esposa y albacea literaria, puso la biblioteca personal de Cortázar al cuidado de la Fundación Juan March, de Madrid. Desde entonces está allí a disposición de estudiosos y público general.Jorge Luis Borges tenía una relación única con su biblioteca personal. Después de volverse ciego, su biblioteca se convirtió en su mundo imaginario. Aunque no podía leer los libros físicamente, conocía cada uno de ellos en detalle. Borges solía afirmar que cada libro de su biblioteca era una puerta hacia otro universo, un laberinto infinito de ideas y conceptos. Para él, la biblioteca era un lugar de ensueño donde podía explorar las vastas dimensiones de la literatura sin restricciones. Borges expresó una vez: "Mi biblioteca personal es mi jardín secreto, un espacio donde el tiempo y el espacio se desvanecen, y solo existen las palabras eternas".Uno de los libros más queridos por Borges era Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra. Para Borges, la obra de Cervantes era un laberinto literario, una exploración profunda de la realidad y la ilusión, que trascendía las fronteras de la ficción. Él admiraba la figura del ingenioso hidalgo y su lucha contra los molinos de viento, símbolo de la quimera y la valentía en el enfrentamiento contra lo irreal. En su libro Lectores (1974) Borges escribió "Sé que hay algo inmortal y esencial que he sepultado en esa biblioteca del pasado en que leí la historia del hidalgo. Las lentas hojas vuelve un niño y grave sueña con vagas cosas que no sabe". Se sabe que también libros como La odisea, de Homero o Las elegías de Duino, de Rainer Maria Rilke eran libros imprescindibles en su biblioteca Gabriel García Márquez, el apremio Nobel de Literatura, también tenía una biblioteca personal notable. García Márquez valoraba enormemente la tradición literaria y la influencia de otros escritores en su trabajo. Su biblioteca estaba llena de obras clásicas de la literatura universal, pero también contenía textos relacionados con la historia, la política y la cultura latinoamericana. García Márquez creía que un buen escritor debía ser un ávido lector y consideraba su biblioteca como una fuente infinita de aprendizaje y crecimiento. Solía decir: "Un escritor sin una biblioteca es como un pájaro sin alas, carece de las herramientas necesarias para volar alto en la imaginación".El libro Veinte poemas de amor y una canción desesperada era una joya en su biblioteca. Los versos apasionados y melancólicos de Neruda resonaban en su corazón y le recordaban la belleza y la intensidad del amor y la vida. Además, García Márquez tenía una admiración especial por William Faulkner y su novela El ruido y la furia. Esta obra, que explora la decadencia de una familia sureña desde diferentes perspectivas, fascinaba a García Márquez por su estilo narrativo innovador y su exploración de la psicología humana. Faulkner inspiraba a García Márquez a desafiar las convenciones literarias y a buscar nuevas formas de contar historias.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK.
Julio Cortázar se rehusó a dar clases en Estados Unidos por largo tiempo, decía que no sabía enseñar hasta que su amigo Pepe Durand lo convenció de dar unas horas de clase en la Universidad de California, Berkeley. Allí comienza entonces las conversaciones con los alumnos sobre música y cine, los libros y el entender la literatura desde su ojo. Cortázar decidió romper con la estructura educativa y con las reglas estipuladas en las universidades de la época, la relación maestro/estudiante se convirtió en una amena charla acerca de distintos temas, los estudiantes hablaban con una naturalidad emergente y él ya les tenía la confianza suficiente para charlas de cine o música en medio de las clases. Carles Álvarez, quien hace el prólogo de Clases de literatura, decía que fueron 13 horas en las que Cortázar hablaba con tanta naturalidad y precisión que parecía estar leyendo sus cuentos, su voz profunda transitó al papel y fue publicada en el 2013. En la transcripción solo se alteraron algunas muletillas y frases, sin embargo, está intacta, es Cortázar hablando a un auditorio de jóvenes que querían ser escritores y que decidieron tomarlo a él como referencia. Comienza aquí la travesía por el mar de palabras que algún día él decidió compartir y que hasta nuestros días podrían ser texto sagrado para la literatura. Primera clase: los caminos de un escritorQuisiera que quede bien claro que, aunque propongo primero los cuentos y en segundo lugar las novelas, esto no significa para mí una discriminación o un juicio de valor: soy autor y lector de cuentos y novelas con la misma dedicación y el mismo entusiasmo. Ustedes saben que son cosas muy diferentes, que trataremos de precisar mejor en algunos aspectos, pero el hecho de que haya propuesto que nos ocupemos primero de los cuentos es porque como tema —lo vamos a ver hoy mismo— son de un acceso más fácil; se dejan atrapar mejor, rodear mejor que una novela por razones obvias sobre las cuales no vale la pena que insista.Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones. Para empezar a hablar del cuento como género y de mis cuentos como una continuación, estuve pensando en estos días que para que entremos con más provecho en el cuento latinoamericano sería tal vez útil una breve reseña de lo que en alguna charla ya muy vieja llamé una vez «Los caminos de un escritor»; es decir, la forma en que me fui moviendo dentro de la actividad literaria a lo largo de… desgraciadamente treinta años. El escritor no conoce esos caminos mientras los está franqueando —puesto que vive en un presente como todos nosotros— pero pasado el tiempo llega un día en que de golpe, frente a muchos libros que ha publicado y muchas críticas que ha recibido, tiene la suficiente perspectiva y el suficiente espacio crítico para verse a sí mismo con alguna lucidez. Hace algunos años me planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro de la literatura (decir «literatura» y «vida» para mí es siempre lo mismo, pero en este caso nos estamos concentrando en la literatura). Puede ser útil que reseñe hoy brevemente ese camino o caminos de un escritor porque luego se verá que señalan algunas constantes, algunas tendencias que están marcando de una manera significativa y definitoria la literatura latinoamericana importante de nuestro tiempo. Les pido que no se asusten por las tres palabras que voy a emplear a continuación porque en el fondo, una vez que se da a entender por qué se las está utilizando, son muy simples. Creo que a lo largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra), una segunda etapa que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el día de hoy, que podría llamar histórica. En lo que voy a decir a continuación sobre esos tres momentos de mi trabajo de escritor va a surgir por qué utilizo estas palabras, que son para entendernos y que no hay que tomar con la gravedad que utiliza un filósofo cuando habla por ejemplo de metafísica.Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media en Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma. Me acuerdo bien de las conversaciones con mis camaradas de estudios y con los que siguieron siendo amigos una vez que los terminé y todos comenzamos a escribir y algunos poco a poco también a publicar. Me acuerdo de mí mismo y de mis amigos, jóvenes argentinos (porteños, como les decimos a los de Buenos Aires) profundamente estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético, poético, y por sus resonancias espirituales de todo tipo. No usábamos esas palabras y no sabíamos lo que eran, pero ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor en una fase que tengo derecho a calificar de «estética», donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada. Era una época en la que los jóvenes de mi edad no nos dábamos cuenta hasta qué punto estábamos al margen y ausentes de una historia particularmente dramática que se estaba cumpliendo en torno de nosotros, porque esa historia también la captábamos desde un punto de vista de lejanía, con distanciamiento espiritual.Viví en Buenos Aires, desde lejos por supuesto, el transcurso de la guerra civil en que el pueblo de España luchó y se defendió contra el avance del franquismo, que finalmente habría de aplastarlo. Viví la Segunda Guerra Mundial, entre el año 39 y el año 45, también en Buenos Aires. ¿Cómo vivimos mis amigos y yo esas guerras? En el primer caso éramos profundos partidarios de la República española, profundamente antifranquistas; en el segundo, estábamos plenamente con los aliados y absolutamente en contra del nazismo. Pero en qué se traducían esas tomas de posición: en la lectura de los periódicos, en estar muy bien informados sobre lo que sucedía en los frentes de batalla; se convenían en charlas de café en las que defendíamos nuestros puntos de vista contra eventuales antagonistas, eventuales adversarios. A ese pequeño grupo del que formaba parte pero que a su vez era parte de muchos otros grupos, nunca se nos ocurrió que la guerra de España nos concernía directamente como argentinos y como individuos; nunca se nos ocurrió que la Segunda Guerra Mundial nos concernía también aunque la Argentina fuera un país neutral. Nunca nos dimos cuenta de que la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por uno de los grupos combatientes. Esto, que supone una autocrítica muy cruel que soy capaz de hacerme a mí y a todos los de mi clase, determinó en gran medida la primera producción literaria de esa época: vivíamos en un mundo en el que la aparición de una novela o un libro de cuentos significativo de un autor europeo o argentino tenía una importancia capital para nosotros, un mundo en el que había que dar todo lo que se tuviera, todos los recursos y todos los conocimientos para tratar de alcanzar un nivel literario lo más alto posible. Era un planteo estético, una solución estética; la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega y Gasset «la circunstancia», en que se mueve un ser humano, sea o no escritor.De todas maneras, aun en ese momento en que mi participación y mi sentimiento histórico prácticamente no existían, algo me dijo muy tempranamente que la literatura —incluso la de tipo fantástico más imaginativa— no estaba únicamente en las lecturas, en las bibliotecas y en las charlas de café. Desde muy joven sentí en Buenos Aires el contacto con las cosas, con las calles, con todo lo que hace de una ciudad una especie de escenario continuo, variante y maravilloso para un escritor. Si por un lado las obras que en ese momento publicaba alguien como Jorge Luis Borges significaban para mí y para mis amigos una especie de cielo de la literatura, de máxima posibilidad en ese momento dentro de nuestra lengua, al mismo tiempo me había despertado ya muy temprano a otros escritores de los cuales citaré solamente uno, un novelista que se llamó Roberto Arlt y que desde luego es mucho menos conocido que Jorge Luis Borges porque murió muy joven y escribió una obra de difícil traducción y muy cerrada en el contorno de Buenos Aires. Al mismo tiempo que mi mundo estetizante me llevaba a la admiración por escritores como Borges, sabía abrir los ojos al lenguaje popular, al lunfardo de la calle que circula en los cuentos y las novelas de Roberto Arlt. Es por eso que, cuando hablo de etapas en mi camino, no hay que entenderlas nunca de una manera excesivamente compartimentada: me estaba moviendo en esa época en un mundo estético y estetizante pero creo que ya tenía en las manos o en la imaginación elementos que venían de otros lados y que todavía necesitarían tiempo para dar sus frutos. Eso lo sentí en mí mismo poco a poco, cuando empecé a vivir en Europa.Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana. En Europa continué escribiendo cuentos de tipo estetizante y muy imaginativos, prácticamente todos de tema fantástico. Sin darme cuenta, empecé a tratar temas que se separaron de ese primer momento de mi trabajo. En esos años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, «El perseguidor» — del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí mismo no tiene nada de fantástico pero en cambio tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Cárter.) Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir; aunque pudiera tener simpatía o cariño por determinados personajes de esos cuentos, era muy relativo: lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo. En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Cárter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.Ese primer contacto con mi prójimo —creo que tengo derecho a utilizar el término—, ese primer puente tendido directamente de un hombre a otro, de un hombre a un conjunto de personajes, me llevó en esos años a interesarme cada vez más por los mecanismos psicológicos que se pueden dar en los cuentos y en las novelas, por explorar y avanzar en ese territorio —que es el más fascinante de la literatura al fin y al cabo— en que se combina la inteligencia con la sensibilidad de un ser humano y determina su conducta, todos sus juegos en la vida, todas sus relaciones y sus interrelaciones, sus dramas de vida, de amor, de muerte, su destino; su historia, en una palabra. Cada vez más deseoso de ahondar en ese campo de la psicología de los personajes que estaba imaginando, surgieron en mí una serie de preguntas que se tradujeron en dos novelas, porque los cuentos no son nunca o casi nunca problemáticos: para los problemas están las novelas, que los plantean y muchas veces intentan soluciones. La novela es ese gran combate que libra el escritor consigo mismo porque hay en ella todo un mundo, todo un universo en que se debaten juegos capitales del destino humano, y si uso el término destino humano es porque en ese momento me di cuenta de que yo no había nacido para escribir novelas psicológicas o cuentos psicológicos como los hay y por cierto tan buenos. El solo hecho de manejar elementos en la vida de algunos personajes no me satisfacía lo suficiente. Ya en «El perseguidor», con toda su torpeza y su ignorancia, Johnny Cárter se plantea problemas que podríamos llamar «últimos». El no entiende la vida y tampoco entiende la muerte, no entiende por qué es un músico, quisiera saber por qué toca como toca, por qué le suceden las cosas que le suceden. Por ese camino entré en eso que con un poco de pedantería he calificado de etapa metafísica, es decir una autoindagación lenta, difícil y muy primaria —porque yo no soy un filósofo ni estoy dotado para la filosofía— sobre el hombre, no como simple ser viviente y actuante sino como ser humano, como ser en el sentido filosófico, como destino, como camino dentro de un itinerario misterioso.Esta etapa que llamo metafísica a falta de mejor nombre se fue cumpliendo sobre todo a lo largo de dos novelas. La primera, que se llama Los premios, es una especie de divertimento; la segunda quiso ser algo más que un divertimento y se llama Rayuela. En la primera intenté presentar, controlar, dirigir un grupo importante y variado de personajes. Tenía una preocupación técnica, porque un escritor de cuentos —como lectores de cuentos, ustedes lo saben bien— maneja un grupo de personajes lo más reducido posible por razones técnicas: no se puede escribir un cuento de ocho páginas en donde entren siete personas ya que llegamos al final de las ocho páginas sin saber nada de ninguna de las siete, y obligadamente hay una concentración de personajes como hay también una concentración de muchas otras cosas (eso lo veremos después). La novela en cambio es realmente el juego abierto, y en Los premios me pregunté si dentro de un libro de las dimensiones habituales de una novela sería capaz de presentar y tener un poco las riendas mentales y sentimentales de un número de personajes que al final, cuando los conté, resultaron ser dieciocho. ¡Ya es algo! Fue, si ustedes quieren, un ejercicio de estilo, una manera de demostrarme a mí mismo si podía o no pasar a la novela como género. Bueno, me aprobé; con una nota no muy alta pero me aprobé en ese examen. Pensé que la novela tenía los suficientes elementos como para darle atracción y sentido, y allí, en muy pequeña escala todavía, ejercité esa nueva sed que se había posesionado de mí, esa sed de no quedarme solamente en la psicología exterior de la gente y de los personajes de los libros sino ir a una indagación mis profunda, del hombre como ser humano, como ente, como destino. En Los premios eso se esboza apenas en algunas reflexiones de uno o dos personajes.A lo largo de unos cuantos años escribí Rayuela y en esa novela puse directamente todo lo que en ese momento podía poner en ese campo de búsqueda e interrogación. El personaje central es un hombre como cualquiera de todos nosotros, realmente un hombre muy común, no mediocre pero sin nada que lo destaque especialmente; sin embargo, ese hombre tiene como ya había tenido Johnny Cárter en «El perseguidor» una especie de angustia permanente que lo obliga a interrogarse sobre algo más que su vida cotidiana y sus problemas cotidianos. Horacio Oliveira, el personaje de Rayuela, es un hombre que está asistiendo a la historia que lo rodea, a los fenómenos cotidianos de luchas políticas, guerras, injusticias, opresiones y quisiera llegar a conocer lo que llama a veces «la clave central», el centro que ya no sólo es histórico sino filosófico, metafísico, y que ha llevado al ser humano por el camino de la historia que está atravesando, del cual nosotros somos el último y presente eslabón. Horacio Oliveira no tiene ninguna cultura filosófica —como su padre— y simplemente se hace las preguntas que nacen de lo más hondo de la angustia. Se pregunta muchas veces cómo es posible que el hombre como género, como especie, como conjunto de civilizaciones, haya llegado a los tiempos actuales siguiendo un camino que no le garantiza en absoluto el alcance definitivo de la paz, la justicia y la felicidad, por un camino lleno de azares, injusticias y catástrofes en que el hombre es el lobo del hombre, en que unos hombres atacan y destrozan a otros, en que justicia e injusticia se manejan muchas veces como cartas de póquer. Horacio Oliveira es el hombre preocupado por elementos ontológicos que tocan al ser profundo del hombre: ¿Por qué ese ser preparado teóricamente para crear sociedades positivas por su inteligencia, su capacidad, por todo lo que tiene de positivo, no lo consigue finalmente o lo consigue a medias, o avanza y luego retrocede? (Hay un momento en que la civilización progresa y luego cae bruscamente, y basta con hojear el Libro de la Historia para asistir a la decadencia y a la ruina de civilizaciones que fueron maravillosas en la Antigüedad.) Horacio Oliveira no se conforma con estar metido en un mundo que le ha sido dado prefabricado y condicionado; pone en tela de juicio cualquier cosa, no acepta las respuestas habitualmente dadas, las respuestas de la sociedad x o de la sociedad z, de la ideología a o de la ideología b.Esa etapa histórica suponía romper el individualismo y el egoísmo que hay siempre en las investigaciones del tipo que hace Oliveira, ya que él se preocupa de pensar cuál es su propio destino en tanto destino del hombre pero todo se concentra en su propia persona, en su felicidad y su infelicidad. Había un paso que franquear: el de ver al prójimo no sólo como el individuo o los individuos que uno conoce sino verlo como sociedades enteras, pueblos, civilizaciones, conjuntos humanos. Debo decir que llegué a esa etapa por caminos curiosos, extraños y a la vez un poco predestinados. Había seguido de cerca con mucho más interés que en mi juventud todo lo que sucedía en el campo de la política internacional en aquella época: estaba en Francia cuando la guerra de liberación de Argelia y viví muy de cerca ese drama que era al mismo tiempo y por causas opuestas un drama para los argelinos y para los franceses. Luego, entre el año 59 y el 61, me interesó toda esa extraña gesta de un grupo de gente metida en las colinas de la isla de Cuba que estaban luchando para echar abajo un régimen dictatorial. (No tenía aún nombres precisos: a esa gente se los llamaba «los barbudos’ y Batista era un nombre de dictador en un continente que ha tenido y tiene tantos.) Poco a poco, eso tomó para mí un sentido especial. Testimonios que recibí y textos que leí me llevaron a interesarme profundamente por ese proceso, y cuando la Revolución cubana triunfó a fines de 1959, sentí el deseo de ir. Pude ir —al principio no se podía— menos de dos años después. Fui a Cuba por primera vez en 1961 como miembro del jurado de la Casa de las Américas que se acababa de fundar. Fui a aportar la contribución del único tipo que podía dar, de tipo intelectual, y estuve allí dos meses viendo, viviendo, escuchando, aprobando y desaprobando según las circunstancias. Cuando volví a Francia traía conmigo una experiencia que me había sido totalmente ajena: durante casi dos meses no estuve metido con grupos de amigos o con cenáculos literarios; estuve mezclándome cotidianamente con un pueblo que en ese momento se debatía frente a las peores dificultades, al que le faltaba todo, que se veía preso en un bloqueo despiadado y sin embargo luchaba por llevar adelante esa autodefinición que se había dado a sí mismo por la vía de la revolución. Cuando volví a París eso hizo un lento pero seguro camino. Habían sido invitaciones de pasaporte para mí y nada más, señas de identidad y nada más. En ese momento, por una especie de brusca revelación —y la palabra no es exagerada—, sentí que no sólo era argentino: era latinoamericano, y ese fenómeno de tentativa de liberación y de conquista de una soberanía a la que acababa de asistir era el catalizador, lo que me había revelado y demostrado que no solamente yo era un latinoamericano que estaba viviendo eso de cerca sino que además me mostraba una obligación, un deber. Me di cuenta de que ser un escritor latinoamericano significaba fundamentalmente que había que ser un latinoamericano escritor: había que invertir los términos y la condición de latinoamericano, con todo lo que comportaba de responsabilidad y deber, había que ponerla también en el trabajo literario. Creo entonces que puedo utilizar el nombre de etapa histórica, o sea de ingreso en la historia, para describir este último jalón en mi camino de escritor.Si han podido leer algunos libros míos que abarquen esos períodos, verán muy claramente reflejado lo que he tratado de explicar de una manera un poco primaria y autobiográfica, verán cómo se pasa del culto de la literatura por la literatura misma al culto de la literatura como indagación del destino humano y luego a la literatura como una de las muchas formas de participar en los procesos históricos que a cada uno de nosotros nos concierne en su país. Si les he contado esto —e insisto en que he hecho un poco de autobiografía, cosa que siempre me avergüenza— es porque creo que ese camino que seguí es extrapolable en gran medida al conjunto de la actual literatura latinoamericana que podemos considerar significativa. En el curso de las últimas tres décadas la literatura de tipo cerradamente individual que naturalmente se mantiene y se mantendrá y que da productos indudablemente hermosos e indiscutibles, esa literatura por el arte y la literatura misma ha cedido terreno frente a una nueva generación de escritores mucho más implicados en los procesos de combate, de lucha, de discusión, de crisis de su propio pueblo y de los pueblos en conjunto. La literatura que constituía una actividad fundamentalmente elitista y que se autoconsideraba privilegiada (todavía lo hacen muchos en muchos casos) fue cediendo terreno a una literatura que en sus mejores exponentes nunca ha bajado la puntería ni ha tratado de volverse popular o populachera llenándose con todo el contenido que nace de los procesos del pueblo de donde pertenece el autor. Estoy hablando de la literatura más alta de la que podemos hablar en estos momentos, la de Asturias, Vargas Llosa, García Márquez, cuyos libros han salido plenamente de ese criterio de trabajo solitario por el placer mismo del trabajo para intentar una búsqueda en profundidad en el destino, en la realidad, en la suerte de cada uno de sus pueblos. Por eso me parece que lo que me sucedió en el terreno individual y privado es un proceso que en conjunto se ha ido dando de la misma manera yendo de lo más (cómo decirlo, no me gusta la palabra elitista, pero en fin…), de lo más privilegiado, lo más refinado como actividad literaria, a una literatura que guardando todas sus calidades y todas sus fuerzas se dirige actualmente a un público de lectores que va mucho más allá que los lectores de la primera generación que eran sus propios grupos de clase, sus propias élites, aquellos que conocían los códigos y las claves y podían entrar en el secreto de esa literatura casi siempre admirable pero también casi siempre exquisita. Lo que digo en estos minutos puede servir para cuando, hablando de cuentos y novelas míos o ajenos, hagamos referencias a sus contenidos y a sus propósitos; ahí vamos a poder ver con más claridad esto que he intentado decir. Me pregunto si ahora, dadas las condiciones de temperatura que se notan muy bien en la cara de Pepe Durand, quieren ustedes que hagamos un intervalo de cinco, diez minutos y seguimos después. Pienso que sí, ¿de acuerdo?Esta clase fue tomada del libro "Clases de literatura, Berkeley 1980", publicado en el año 2013 por Alfaguara en su colección de literatura hispánica. Escuche lo mejor de la música clásica por la señal en vivo de la HJCK.
En Madrid, la biblioteca personal del escritor argentino Julio Cortázar contiene las huellas de un lector voraz. Un tesoro en manos de la Fundación Juan March, que ha cobrado un nuevo impulso con la creación de un video-ensayo y una serie de podcast. Le puede interesar: "Homenaje a Julio Cortázar en HJCK".Donados por su esposa en 1993 a la Fundación Juan March, los casi 4.000 libros que el autor guardaba en su apartamento de París dicen mucho de su personalidad.Entre los estantes se encuentran los títulos que lo acompañaron desde joven en Buenos Aires, y otros que adquirió en París: libros de arte, historia y poesía, pero también ediciones de bolsillo con su firma y fecha de adquisición.Una de las particularidades de la biblioteca son las anotaciones del autor, reflejo del lector que fue. En las páginas, Cortázar subraya, tacha, protesta, dibuja y reflexiona. "Es un retrato que habla, un retrato que se comunica con los lectores y es lo que Julio siempre hubiera querido", manifestó su esposa y albacea Aurora Bernárdez en el acto de homenaje que la Fundación March organizó cuando donó el fondo. No deje pasar: "Libros de Cortázar en su propia voz".La biblioteca contiene libros en 26 lenguas. Más de 800 tienen su firma, que cambia a lo largo de los años, y otros 397 anotaciones en los márgenes. También están dedicados más de 500 ejemplares y en algunos hay recuerdos como un billete de metro o flores prensadas.En su biblioteca, Cortázar desvela las relaciones que mantenía con los artistas de la segunda mitad del siglo XX. "¡Craso error Pablo!", escribe en las memorias del poeta chileno Neruda, tras su muerte durante la dictadura militar. En los ejemplares, hay un verdadero diálogo con sus amigos. Le recomendamos "Las puertas abiertas de julio Cortázar, el poeta del boom"."Te confundes con la fiesta para tus 70 años", exclama cuando Neruda recrea el día en que recibió el Nobel. "¿Por qué tantas erratas, Lezama?", se lee en la novela "Paradiso" del cubano José Lezama Lima.En otros libros, los propios autores le escriben dedicatorias. Como el mexicano Octavio Paz, con quien Cortázar mantuvo una larga amistad. Desde los países donde estuvo destinado como embajador, el poeta le dedicó ejemplares llenos de complicidad."A Julio - No César: ¡Cortázar!", escribe Paz desde Nueva Delhi en 1965. También hay dedicatorias de Italo Calvino, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti o Gabriel García Márquez.Entre las dedicatorias más conmovedoras están las de la poeta Alejandra Pizarnik, antes de su suicidio en 1972. Sus notas muestran cómo su situación se va deteriorando. "En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos", se alcanza a leer en la obra "La pájara en el ojo ajeno".Lo literario y lo lúdico"Se puede seguir perfectamente la vida de Julio Cortázar aquí, desde las firmas que van cambiando hasta los temas de interés", señala Celia Martínez, responsable de la biblioteca.Entre las curiosidades, una separata del capítulo 126 de "Rayuela", que el autor suprimió de la edición original. El escritor tenía debilidad por las historias de terror, como los cuentos de Edgar Allan Poe, del que se volverá traductor. Quizás le interese: "Sobre los silencios y los abismos".En la biblioteca se aprecian así ejemplares de "Drácula", de Bram Stoker. Y en la tapa de una de las ediciones en la que aparece un vampiro, alguien dibujó bigotes, barba, gafas y un reloj.No es el único ejemplar con la portada modificada. En la "Antología de humor negro", de André Breton, Cortázar cambió a pluma el título en el lomo e intercambió las palabras Breton y 'noir', para que el título fuera "Antología de humor breton", de André Noir."Siempre he insistido mucho en los aspectos lúdicos de la literatura", solía decir Cortázar. A la biblioteca acuden investigadores, pero también admiradores de su obra, aunque hoy los fondos están digitalizados.Paz Fernández, la directora de la Fundación March, precisa: "Simplemente vienen a ver y tocar ese libro que un día estaba en manos de Cortázar".
Esta tierra sobre los ojos,este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,esta noche continua, esta distancia.Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,pobre sombra de país, lleno de vientos,de monumentos y espamentos,de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicandode babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.Pobres negros.Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,dónde el que come los asados y te tira los huesos.Malandras, cajetillas, señores y cafishos,diputados, tilingas de apellido compuesto,gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,centroforwards, livianos, Fangio solo, tenientes primeros,coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos,bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,contraflor al resto. Y qué carajo,si la casita era su sueño, si lo mataron enpelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureñaenvuelto en la bandera que nos legó Belgrano,mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el matecon su verde consuelo, lotería del pobre,y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursospara algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,pobres blancos que viven un carnaval de negros,qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,en los ranchos que paran la mugre de la pampa,en las casas blanqueadas del silencio del norte,en las chapas de zinc donde el frío se frota,en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,tango, coraje, puños, viveza y elegancia.Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeadoen lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algosaldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,ser argentino es estar triste,ser argentino es estar lejos.Y no decir: mañana,porque ya basta con ser flojo ahora.Tapándome la cara(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)me acuerdo de una estrella en pleno campo,me acuerdo de un amanecer de puna,de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencosquemando un horizonte de bañados.Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus callescubiertas de carteles peronistas, te quierosin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,nada más que de lejos y amargado y de noche.
Pongan a prueba sus conocimientos sobre el escritor argentino, uno de los nombres más importantes en la historia de la literatura latinoamericana.
—Diez... Veinte... Treinta... Aquí tiene su semana, maestro Flores.—Diez... Veinte... Treinta... —contó pausadamente el viejo, estirando con fuerza los billetes que luego lió y guardó en una cartera de cuero negruzco—. Conforme, patrón, muchas gracias y hasta el lunes.—Oiga, maestro, ¿no sería posible que mañana saliera a trabajar? Quisiera que me arreglara unos estantitos en el escritorio.—Yo no trabajo en domingo.—Lo sé, don Flores, pero un día es un día... Ya está, diga que sí.—Yo trabajo toa la semana, es mi deber, es mi obligación, pero el domingo descanso. Pa eso hizo Dios el domingo; pa descansar.—Convenido. Pero por esta vez no podría...—Ya fijé que no —atajó el viejo firmemente.—Se tendrá en cuenta su buena voluntad —dijo molesto el joven.Hablaban el patrón —o sea el administrador de la hacienda— y don Santos Flores, a través de la ventana del escritorio del primero que, protegida por una reja de hierro, abría sobre el corredor.Llegaba la noche con un silencio hondo, con una paz de vida que se aquieta, buscando en el reposo pujanza para la brega del siguiente día. Diversos rumores, al turbarlo, hacían luego más profundo ese silencio: un último aletear de pájaros en busca del nido; el paso de un gañán que horqueta al hombro caminaba- hacia su puebla; el trote brioso de un caballo; relinchando por la piara; el grito de una mujer que decía: "Vení, condenao", con estridencias broncíneas en-1a voz; el ulular de una lechuza anunciadora de la noche.Con todas las gamas del azul desvanecíase el paisaje en una especie de niebla: azul verdoso los prados; azul sombra los montes; azul negro, cordilleras; azul ópalo el cielo; azul plata las estrellas.— ¿Mi güena voluntá pa servir a l'hacienda desde que nací? Bien puee tomarse en cuenta... Sesenta años tengo y ni un día e trabajo hei faltao a mi obligación. Usté lo sabe y los patrones lo saben mejor que usté hablaba don Santos sin reproche, pero con una voz íntegra que no admitía discusión.—Bueno, bueno —contestó el joven conciliadoramente—, allá usted con sus razones. Hasta el lunes.—Hasta el lunes, patrón.Era interesante el viejo carpintero, recia figura hecha en músculos que los años iban enjutando. Sólo eso y blanquear los cabellos había conseguido el tiempo, porque el cuerpo se alzaba de un firme trazo único. A hachazos parecía haber sido hecha la fisonomía resuelta, de empecinado: cuadrada la barbilla, filudas como aristas las quijadas, delgados los labios descoloridos, recta la nariz, horizontales casi las cejas, rectangular la frente amplia, cerrados de expresión los grandes ojos de iris gris acero que iban derechos en busca de la mirada del interlocutor. La voz acordaba con el resto: fría, sin modulaciones, lenta, iba buscando con tino las palabras que mejor tradujeran su pensamiento."Es como un peñasco —pensó el administrador al verlo fundirse al azul de la noche en el fondo de la alameda—. ¡Y que vaya a casarse!"2Venido de varias generaciones que nacieran y murieran en la hacienda, Santos Flores —como todos los hombres de su familia fue carpintero.Muy niño aún, ayudaba a- su padre en cuanto sus fuerzas le permitían. Las horas de solaz que para los otros chiquillos eran correrías locas a través de los potreros en busca de nidos y frutas, para Santos eran paciente trabajo de carpintería que daba por resultado una cajita, una repisa, un banco. A los diez años entro a formar, parte del personal de la hacienda como ayudante de carpintero, bajo las órdenes de su, padre.Desde entonces no se le conoció otro goce que el trabajo, ni otra distracción que salir los domingos a dar una vuelta a caballo por los caminos comunales, ni otro afecto que el cariño a sus progenitores.En la austeridad de una vida hecha de deber cumplido pasaron lentos y monótonos los años. Murió el viejo maestro carpintero y Santos lo reemplazó en el puesto.Entre los montañeses aislados de la ciudad por enormes distanciar, se conserva íntegra la tradición casi feudal del vivir de nuestros abuelos. El patrón es el señor omnipotente del cual se soporta todo sumisamente, aunque en lo hondo se lo reconozca injusto. Ese sentimiento es mudo. La primacía del señor sobre el inquilinaje la ejerce en la puebla el padre, el marido o el hermano mayor sobre el resto de la familia. Así como el patrón lega al morir cuanto posee a sus descendientes, el montañés deja a los suyos el oficio que tuviera, con algo que más aún semeja su idiosincrasia a la del señor de otros tiempos: es el hijo mayor quien lo sucede.Santos Flores reemplazó a su padre en la carpintería y en el hogar.Tenía un carácter de hierro. Los principios morales y religiosos que la madre le inculcara se modelaron en ese metal, y nunca, nada ni nadie pudo borrarlos. Mientras vivió el padre fue un obediente a su mandar, luego tomó la dirección de la familia, reducida solamente a la mama Rosario, y bien supo ésta que era el hijo tan despótico como fuera el marido.— ¿Por qué no te casai? —preguntaba a veces, tímidamente, mama Rosario.—Porque aún hay tiempo pa tener un hijo.—La Juana del molino me gusta hartazo. Es limpia y comedida y de cara no es naíta e pior. Es l'única que me gustaría pa nuera.—Entoavía no pienso en casarme.Recién cumplía Santos Flores cuarenta años cuando la mama Rosario, de una gripe, fuese al otro mundo en busca de "su finao" que según ella la esperaba en la puerta del cielo.Este golpe rompió el equilibrio de sus hábitos. Por volver a ellos, inmediatamente, Santos Flores resolvió casarse.Eligió a Juana —la que tanto le- gustaba a su madre—, una mujercita bondadosa que sólo se ocupaba en bruñir el hogar modesto, plegándose humilde a cuanto Santos decía. Siempre taciturno, jamás contrariado, adivinado en sus menores deseos, el hombre fue bueno con ella y. la hizo feliz a su modo.Lo que no podía perdonarle, y en sus raras y frías cóleras le reprochaba como falta propia, era que en vez de un Santos Segundo Flores que siguiera la tradición de maestros Flores en la hacienda, le hubiera dado, con do años de diferencia de una a otra, tres hijas que se llamaban María Juana, María, Mercedes y María del Tránsito.Cuatro años después, al dar a luz un hijo varón que nació muerto, Juana murió, sumiendo a. Santos en un dolor silencioso, tanto más hondo persistente cuanto menos se deshacía en palabras y gestos.Junto al dolor —superándolo a ratos— estaba el sentimiento de humillación que el no tener un hijo le producía. En esos momentos pensaba en casarse nuevamente. Pero la recta visión de sus deberes paternales lo hacía desistir de ese, propósito, por no darles madrastra a las niñas. Cuando estuvieran mayores...Sí, entonces, ¿por qué, no casarse y lograr el ansia del hijo?La madre de Juana quiso reclamar el cuidado de las nietas. Santos Flores cortó todo proyecto de la molinera con esta frase sin vuelta:—Mis hijas son mías y. naiden más .que yo las criará.María Juana —que tenía a la sazón diez años— tomó el trabajo de la casa. Don Santos y ella se levantaban al amanecer, aseaban la -puebla; ordeñaban la vaca, preparaban el desayuno. Cuando el padre se iba, María Juana vestía a, las pequeñas y toda la mañana se le pasaba cuidándolas juiciosamente, al par que vigilaba la olla con los porotos y tenía lista la leche para el ulpo.A mediodía llegaba don Santos. Almorzaba de prisa y al pitar la sirena volvía el hombre a su trabajo. A eso de las cinco la mujer del campero Silva venía a lavar, a tostar, a moler trigo, a hacer, en fin, todos los trabajos que María Juana no podía realizar.Y la niña se esmeraba en su papel de madrecita que a sus propios años le daba importancia y —alma de servidumbre— vivía pendiente de los deseos de los demás, tratando de imitar en todo "el modo de los grandes", seria y razonable por naturaleza, obsesionada como su padre por el cumplimiento del deber.María Mercedes —Meche familiarmente—, era en lo físico idéntica a don Santos, pero en cuanto a carácter, el polo opuesto. Risueña, parlanchina, impulsiva, caprichosa, vivía en perpetua movimiento que impacientaba al padre. Y cuanto más crecía la niña, más rudos eran los choques de ambos caracteres. El padre exigía sumisión y obediencia pasiva; la hija quería libertad y obedecer sólo a su idea. A veces la discusión subía de tono, y el padre —exasperado— le pegaba. Pero ni razones ni golpes conseguían hacerla obedecer.—Sos pior que macho —decía don Santos:—Pior que yo es usté. ¿Por qué no m'eja ir a jugar con los chiquillos e don Silva?—Ya t'ije que no.—Es que yo l'igo que voy no más...—Vos m'andái buscando las manos.—Si quere pegarme aquí me tiene —y se lo quedaba mirando, desafiadora, con sus ojos de acero tan semejantes a los del padre, que unos parecían reflejo de los otros.Eran luchas que sumían a María Juana en un mar de estupores. Para ella, llevarle la contraria a don Santos era algo horrendo y, aunque le dolieran como recibidos en carne propia los golpes dados a Meche, encontraba muy naturales aquellas palizas.María del Tránsito —la Tatito— era un pobre ser de timidez que vivía en perpetuo sobresalto de desagradar, un ser de recogimiento únicamente se encontraba tranquila al estar sola, y que en presencia de don Santos transpiraba de angustia, no sabiendo qué hacer de su persona para disimularse. Las riñas de su padre con Meche la aterrorizaban hasta el punto de desmayarse cuando llegaban a hechos.Ya más grandes, empezaron a asistir a la escuela: juiciosa y aprovechada María Juana; díscola, pero admirable de comprensión, cuando se interesaba por el tema, Meche; opaca en su medianía Tatito, que sólo cobraba vida e inteligencia en la clase de religión.Al correr el tiempo se acentuaron en ellas sus diferentes personalidades, y al cumplir dieciocho años, María Juana era una agradable muchacha, atrayente por la bondad que emanaba de ella, óptima dueña de casa, hábil tejedora de lamas y choapinos, seria, humilde y, como su padre, rígida en sus principios y aferrada al deber.Meche seguía siendo la desesperación de todos, pues a sus características de niña agregaba ahora una coquetería endiablada que traía locos a los mozos de la hacienda. Mas tenían que contentarse con mirarla de lejos al pasar frente a la casita: conociéndola a fondo y temiendo una aventura que le costara la honra, tanto don Santos como María Juana la vigilaban estrechamente.—El que venga a las derechas que hable conmigo —decía don Santos.La pequeña vivía en éxtasis desde que hiciera la primera comunión en Curacautín. La religión fue un sedante para su angustia. Suave y opacamente desprendida de toda pasión humana, se le iban los días rezando, arreglando altares, mirando estampas.La pubertad le trajo innumerables trastornos físicos. La anemia roía su pobre cuerpecillo endeble, desmayos y vértigos la asediaban periódicamente y a tanto llegó su flacura que don Santos se asustó y, acompañado por la abuela molinera, fue con la niña a Victoria a consultar médico. .Siguiendo un régimen alimenticio muy nutritivo alternado con remedios, sin hacer otra cosa que hilar, pasaba Tatito días enteros sentada en un sillón, tirando de la hebra mecánicamente, muy delgada, muy blanca, señoril en su pose arcaica, toda ojos visionarios la cara comida por la enfermedad, extraña en aquel medio de rostros rudos, de figuras recias, de almas roqueñas.Una mañana don Santos las llamó a su pieza luego de desayunar, y pausadamente, con voz resuelta y expresión cerrada, dijo:—Ustedes ya están grandes y una madrastra no las irá hacer sufrir. Yo quero casarme y ya tengo palabreá a la Chabela Rojas. Ya está too arreglao. A mediados del otro mes será el casorio.Las muchachas lo oían estupefactas y un mismo impulso las hizo protestar.—Pero... —alcanzó a decir Tatito, abriendo enormes los ojos.— ¿Se quere casar? ¿Usté se quere casar? —dijo María Juana.— ¡Ja! ¡Ja! —rió Meche, insultante—. Se quere casar con la Chabela... El veterano templándose y mientras las hijas encerrás a canidao pa que naiden las vea. ¡Ja! ¡Ja!—Cállate —ordenó el viejo.—No quero. ¿Por qué voy a callarme? Si es pa morirse e la risa. ¡La Chabela es de la mesma edá que la María Juana!—Ya t'ije que te callaras.—Y yo dije que no quería callarme na... La Chabela Rojas e madrastra e nosotras. ¡Qu'irrisión más grande!—Ustedes serán las honrás. Ella es muy señorita y muy güena y. too se lo merece.— ¿La Chabela se lo merece too? ¿Usté está malo e la cabeza? Bien pue ser que le haigan hecho tomar alguna cosa... La Chabela Rojas muy señorita... Predúnteselo al patroncito... él le pegaría el señorío...—Eso sí que no te lo aguanto. Cállate o te costará caro.—No me callo... aunque me pegue... Predúnteselo tamién a don Fanor, el sobrino del señor Rodríguez. Predúnteselo... ¡Ay!... ¡Ayayaycito!— ¿No te querís callar? ¿No te querís callar?—Predúnteselo a los dos. ¡Ay! ¡Ay! ¡Ayayay!—Toma... Toma...Mala bestia...—Taitita lindo... ¡Por Diosito! —gentil, implorando, María Juana— Mi Señor, la va a matar... ¡Ay! Creo en Dios Padre... —musitaba Tato, alba como un lienzo y a punto de desmayarse.—Mala bestia la Chabela, qu'es una perdía —un bofetón más fuerte alcanzó a Meche en la boca y dando un traspié cayó de lado, sangrando abundantemente por la nariz.—Me vis acriminar —dijo el viejo, pesaroso.María Juana acudía a la otra, a Tatito, que había caído desmayada sobre la cama.—Vos tenis la culpa —prosiguió don Santos, dirigiéndose a Meche, que en el suelo, arrodillada, sollozaba convulsa—, me volvís loco con tus porfías. Con ésta creo que no quedrás más leución. El casorio es pa media-dos del otro mes. No hay güelta. Y no pongan malas caras y prepárense p'arreglar la casa. Hay mucho qui'acomodar pa recebir a la nueva señora. Ya lo saben.Cuando el viejo salía, Meche se irguió y dijo frenética:—Si usté se casa con la Chabela me voy puerta afuera. ¡Por ésta sé lo juro! Ya lo sabe.No contestó don Santos. Bien sabía que la última palabra era siempre de la rebelde. Pero mala hasta el punto de inventar una calumnia no la imaginaba. ¿De dónde sacaría las feas historias que achacaba a Chabela? Le amargó el día el saetazo de la frase: "Predúnteselo al patroncito. Predúnteselo..." Tanto le hería, tanto lo hacía sufrir, que en la tarde, al ir a ver a Chabela al despacho donde vivía con sus padres, le contó el incidente, taladrándola con sus ojos de acero.La muchacha lo oyó tranquila, sonrió mimosa y dijo:—Puras envidias. Cosas piores ha d'inventar la Meche pa que no se case conmigo.Y el viejo volvió a la confianza por obra de los ojos que tan serenos y verídicos parecían. Además su amor —un amor que llegara callado, tomándolo íntegro y sin vuelta— no pedía sino que le adormecieran recelos.Meche trató en otra ocasión —cuando tuvieron que dejar a la novia el dormitorio que ellas ocupaban, la pieza más espaciosa de la casita— de volver a su protesta de macho taimado que se niega a dar vueltas a la noria, por el solo placer doloroso de recibir una paliza que lo haga más consciente de su esclavitud.Fue su último grito de rebelión. Desde entonces hasta el día del matrimonio cosió, hiló, tejió, ayudó en todo a la par que las otras, en los preparativos que se hacían rumbosamente.Don Santos parecía haberlas olvidado. Absorto en sus pensamientos, sólo salía de su mutismo para dar breves órdenes. Además, lo veían poco. Almorzaba y comía en el despacho. Llegaba a acostarse. Se levantaba al alba, desayunaba servido por María Juana; revisaba la labor hecha por las muchachas el día anterior, hacía algunas hacía algunas indicaciones y se iba, tras de mirarlas muy fijo con sus ojos agudos como puñales.
Este mes la programación del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo estará llena de conciertos y obras magníficas, entre estos dos espectáculos imperdibles, la obra Juguetes Rotos de la directora argentina Carolina Román y el concierto de la Sinfónica Nacional de Colombia junto al Tambuco Ensamble de Percusión.En primer lugar, la directora y dramaturga argentina Carolina Román presenta su obra Juguetes Rotos por Producciones Rokamboleskas, una compañía de teatro española. Estas funciones hacen parte de la programación de España país invitado de honor en el Teatro Mayor. Juguetes Rotos narra la historia de una amistad entre Mario, un joven que abandona su pueblo, y Dorin, una transexual del mundo del espectáculo. Mario trabaja en una peluquería y Dorin lo lleva a enfrentarse a sus sueños de ser mujer. En este espejo en el que Mario se mira también se refleja un mundo de purpurina peligroso y revelador.Este proyecto propone una reflexión sobre la identidad sexual y sobre el mundo no-binario de España de las décadas de 1960 y 1970, en contrapunto con el del presente. En este entramado social muchas personas se vieron gravemente afectadas por un sistema que no los admitía ni reconocía más allá de los escenarios y la prostitución.Producciones Rokamboleskas nace de la mano de Fabián Ojeda (Premio Max 2017) y Nacho Guerreros, dos profesionales con una amplia trayectoria en las artes escénicas. Desde 2017 su actividad principal es la producción, coproducción y producción en gira de obras teatrales, apostando por la profesionalización del sector escénico en España y la calidad de los espectáculos.Carolina Román es dramaturga, actriz y directora. En Buenos Aires cabalgó entre sus estudios de periodismo en la Universidad de Buenos Aires y el teatro. Sus maestros más influyentes fueron Raúl Serrano, Alberto Félix Alberto y Augusto Fernández, entre otros. Junto a sus hermanas creó el Videoclub del Ángel, un proyecto especializado en cine de autor con el que organizaron modestos ciclos por el territorio.Las funciones serán el viernes 16 y sábado 17 de junio a las 8:00 p.m., la boletería está entre $55.000 y $80.000, la puede adquirir en la página web del teatro.Por otro lado, la Orquesta Sinfónica Nacional estará junto a Tambuco, uno de los ensambles de percusión más reconocidos en México (y el mundo) y a la directora inglesa Catherine Larsen Maguire.Tambuco interpretará junto a la Orquesta la pieza Metal de tréboles del también mexicano Javier Álvarez, una obra que a través de su discurso sonoro evoca a la naturaleza e impulsa a los músicos a explorar formas alternativas de tocar sus instrumentos. Esta obra y las otras tres que componen el programa, serán dirigidas por Catherine Larsen-Maguire, quien durante 10 años se desempeñó como Principal de fagot de la Komische Oper en Berlín, para después dedicarse de lleno a la dirección.Para abrir y cerrar la noche, la Orquesta interpretará dos obras del compositor estadounidense Aaron Copland, compositor clásico norteamericano por excelencia, quien además tenía un particular atractivo por la música latinoamericana. Para iniciar la velada, Three Latin American Sketches, una obra que se caracteriza, en palabras del compositor, “por sus melodías, ritmos y temperamento espontáneo y jovial”, y Rodeo: Four Dance Episodes, la versión sinfónica construida por el mismo compositor del ballet bajo el mismo nombre, en la que presenta fragmentos inalterados de conocidas melodías americanas. Completa el repertorio, Huapango, de José Pablo Moncayo, obra muy reconocida y de gran colorido que retrata la música popular de la zona de Veracruz en el Golfo de México.El concierto será el miércoles 28 de junio a las 8:00 p.m., la boletería va desde los $25.000 hasta los $80.000 y está disponible en la página del Teatro Mayor.Escuche lo mejor de la música clásica por la señal en vivo de la HJCK.
En "Bramidos de agua dulce" (Escarabajo, 2020), la poeta conversa con el río Sinú, cuyas aguas serpentean a lo largo de la ciudad de Montería, en el Caribe colombiano; en su obra, el río adquiere vida propia y se convierte en un personaje central que, con cada corriente, lleva consigo los lamentos de la muerte y la violencia que asolan a las mujeres trans de esa urbe.A través de sus versos, la autora plasma algunas "experiencias aterradoras", pero también la resiliencia y lucha que vivieron estas mujeres hace más de 40 años: "Ante el temor de ser arrestadas y torturadas por la Policía, las mujeres trans que ejercían la prostitución en la época (...) preferían lanzarse al río Sinú"."Contar estas experiencias de vida desde una voz travesti, que es mi propuesta política, es controlar la narrativa de lo que se dice de nosotras", declara enfática a EFE Bárcenas, quien asegura que históricamente han sido interpretadas por personas cisgénero, heterosexuales y blancas que "terminan perpetuando lo que significa ser trans".Poesía en "clave travesti"Según la poeta, su "propuesta política" permite asumir el dominio de la narrativa en torno a las mujeres trans, que ha sido relegada al ámbito de la marginación, el sufrimiento y el trabajo sexual: "Me parece injusto" y, en su lugar, aboga por reivindicar nuevas perspectivas de "ser travesti"."La 'clave travesti' trata de posicionar la experiencia de vida de una mujer negra trans en la poesía", explica la escritora de 25 años, quien asegura que esta inclusión "no suele suceder en la literatura" porque "el canon literario es racista y transfóbico".En este contexto, Bárcenas reconoce que dichas experiencias se están convirtiendo en un nicho altamente lucrativo en la actualidad. A pesar de ello, la autora destaca que el reconocimiento y valoración de sus palabras y obras literarias son el mayor obstáculo que ha tenido que enfrentar.Escritura que abre horizontesEl contexto familiar y el entorno conservador en el que creció la poeta "no estaban preparados para comprender y aceptar" su identidad, lo cual generaba miradas opresoras y prejuiciosas hacia su persona y su cuerpo. Por lo que la colombiana encontró, desde temprana edad, un refugio íntimo y seguro en la escritura que le permitía plasmar sus sensaciones, experiencias y dar voz a su cuerpo en tránsito que ella describe, metafóricamente, como "florecer".La escritura también le dio conciencia del poder de la palabra y la expresión poética; fue una herramienta que le permitió forjar otro futuro, alejándose de los estereotipos limitantes que la sociedad asigna a las personas trans como "la prostitución, la peluquería o la calle". "La poesía me salvó porque me pude agenciar otro destino", explica Bárcenas, quien señala que no le parece negativo que sean prostitutas o peluqueras, sino que eso "sea lo único que la sociedad quiera que seamos".Dignificación y reconocimiento permanenteA propósito del Día Internacional del Orgullo LGBTI, que se celebra el 28 de junio, Bárcenas destaca que "la dignificación de las vidas trans va más allá de una celebración temporal y requiere cambios estructurales en diversos ámbitos".La activista enfatiza en la importancia de contratar a personas trans y brindarles espacios de manera continua: "Una verdadera inclusión implica tener en cuenta a las personas trans todo el tiempo, lo cual les proporcionaría la estabilidad económica tan necesaria en sus vidas porque aún enfrentan obstáculos para acceder a empleos, espacios culturales y académicos que no han sido diseñados con su inclusión en mente".La monteriana señala que durante esta celebración se percibe como "la cuota trans" y reflexiona sobre cómo muchas instituciones instrumentalizan la imagen de las personas trans en lugar de brindarles una participación genuina.Aunque le genera conflicto, también reconoce que esta situación puede ser una oportunidad para abrir camino a otras mujeres trans y ampliar su representación en diversos escenarios. "Ser reconocida como una travesti que pudo transformar su realidad y abrir nuevos horizontes para otras mujeres", así le gustaría a Flor ser recordada por sus hermanas travestis y por la sociedad.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Desde la creación en el año 2001, el Ciclo Rosa se reafirma cada año como la apuesta por la diversidad, como el puente para una transformación en las estéticas y narrativas de la creación audiovisual, que se mueven entre los distintos géneros cinematográficos, los múltiples formatos estéticos y las diversas maneras de narrar y representar el cuerpo, la sexualidad y el género mediante lo audiovisual.El Ciclo Rosa se ha convertido en un espacio alternativo para la muestra audiovisual y la discusión alrededor de la visibilidad LGBTIQ+. Por el Ciclo han pasado figuras significativas de la creación e investigación audiovisual nacional e internacional y se ha promovido la emergencia de nuevas formas de representación de los géneros y las sexualidades en su diversidad y complejidad.La edición del 2023 está conformada por una Muestra Internacional curada por Cédric Succivalli, crítico de cine y programador italiano, ha sido jurado en festivales como San Sebastián y el Festival de Cannes (jurado de la Palma Queer), entre otros. Succivalli propone 5 programas con un rango ecléctico de voces queer que lo han impresionado profundamente durante los últimos años. Esta muestra estará acompañada por su curador y presentará títulos: Lobo y perro, Fire at the Lake, The Lost Boys, Errante corazón, Exalted Mars, entre otros.La Muestra Nacional es resultado, por primera vez, de una convocatoria pública donde se recibieron más de 60 obras audiovisuales de todos los formatos y duraciones, provenientes de todo el territorio nacional. La muestra se compone de un largometraje: Clara y tres programas de cortometrajes: Fuerza salvaje, Afectos disidentes y Feminidades construidas.Además, el Programa Furia presentará películas que suspendan momentáneamente las convenciones sociales y permitirá que se avive la pasión por encima de la razón. Los personajes de Furia son complicados, difíciles de entender, rabiosos e inmorales, en esencia, queer. Por otro lado, en el Foco Jorge Cadena, intimidad y rebeldía, un recorrido entre lo personal y lo colectivo, lo introspectivo y lo político de este cineasta colombiano radicado en Suiza, los asistentes podrán ver una serie de cortometrajes que ha realizado en la última década, en un ir y venir constante entre su origen en el Caribe colombiano y su mirada extranjera en el mundo. Presentado por Swiss Films.Para complementar la agenda de películas se tendrán dos estrenos Internacionales: Medusa Deluxe de Thomas Hardiman y Lingua Franca de Isabel Sandoval. En estrenos nacionales: Wërapara de Claudia Fischer, Petit mal de Ruth Caudeli y Anhell69 de Theo Montoya.Esta edición tendrá la segunda versión de la Toma Rosa que se llevará a cabo del 9 de junio hasta el 1 de julio en la Galería de la Cinemateca de Bogotá, los días jueves, viernes y sábados. La Toma Rosa es un espacio para la juntanza y la circulación de propuestas interdisciplinarias vinculadas a diferentes prácticas artísticas en el marco del Ciclo Rosa, como una forma de apropiación de la Cinemateca por parte de todos los ciudadanos. Esta versión reunirá 13 artistas que fueron seleccionados a través de una invitación pública, quienes proponen un viaje por actividades literarias, audiovisuales, escénicas (circo, música, teatro, performance) de diseño gráfico, de artes plásticas y de Artes vivas.Ricardo Cantor, gerente de Artes Audiovisuales del Idartes, comenta “el Ciclo Rosa llega a su edición 22, y se ha convertido -como un rito- en un lugar de encuentro y conversación alrededor de las narrativas de representación y autorepresentación queer a través del cine y el audiovisual y su encuentro con otras prácticas artísticas y culturales como el performance, la literatura, la música, las artes visuales y la danza. En 2023, con un panorama internacional, el programa furia, el foco de Jorge Cadena, estrenos nacionales e internacionales sumado a 3 componentes convocados por invitaciones públicas: muestra nacional, la toma rosa y diálogos ciclo rosa junto con la exposición GenIA, El Cine & Yo con Daniela Maldonado y el Laboratorio Cuerpo Cyborg-Tecnogénero ensamblamos -como en un collage- una amalgama de lenguajes, estéticas y relatos que indagan en la expresión y las disidencias del género, del afecto y del amor.”Este año en la Sala E se realizará la Exposición GenIA: exploraciones inmersivas y con inteligencia artificial en clave de género, esta se basa en las posibilidades de intersección entre la tecnología y la identidad de género. Las obras realizadas y presentadas por la ciudadanía exploran estos temas desde una perspectiva descolonial, transfeminista, transterritorial, que reflexionan sobre la ética, la autonomía, la justicia y la dignidad; utilizando herramientas de inteligencia artificial para crear experiencias particulares. La exposición contará con visitas guiadas en inglés y español.Del 15 junio al 3 de agosto se realizará Laboratorio cuerpo cyborg-tecnogénero, en la Cinemateca de Bogotá y en el Castillo de las Artes, un encuentro de 16 sesiones los días lunes y jueves, el ingreso es libre con inscripción previa. El 28 de junio para participar en Lecturas de película - Reflejos de violetas en el turbio estanque: Inventario personal del cine homosexual debe hacer inscripción previa.El Ciclo Rosa tendrá una sesión especial de El Cine & Yo con Daniela Maldonado, lideresa comunitaria y activista social del sector poblacional trans de la ciudad de Bogotá, esta actividad de entrada libre, será el 21 de junio a las 7:00 p.m.Del 21 al 28 de junio se llevarán a cabo los Diálogos Ciclo Rosa, un espacio que abre y amplía conversaciones colectivas en torno a narrativas y disidencias del afecto. La selección de estos encuentros llegaron a través de invitación pública, en la que se recibieron propuestas con múltiples formas y formatos (talleres, ponencias, estudios de caso, material de archivo, mesas redondas, proyección y conversación, lecturas performativas, conversatorios, paneles, testimonios, entre otros)Durante los días del Ciclo Rosa se lanzarán las convocatorias para el Premio Dunkel Rosa 2023 y el 4° Laboratorio de Escrituras Audiovisuales Queer.Para más información puede consultar toda la agenda del Ciclo en la página web de la Cinemateca de Bogotá. No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK.
Bautizada la estatua imposible, "es una obra creada por cinco maestros diferentes que nunca habrían podido colaborar en la vida real", afirma a la AFP Paulina Lunde, portavoz de Sandvik, la empresa que diseñó esta escultura gracias a tres programas diferentes de IA.De acero inoxidable, mide 150 centímetros de alto y pesa 500 kilos. Esta expuesta por el museo de Tecnología de Estocolmo y representa a una mujer, cuya mitad del cuerpo debajo del busto está cubierta por una especie de túnica y lleva un globo -hecho de bronce- en su mano izquierda.La idea era crear una mezcla entre los estilos de cinco escultores que marcaron cada uno su época: Miguel Ángel (Italia, 1475-1564), Auguste Rodin (Francia, 1840-1917), Kathe Kollwitz (Alemania, 1867-1945), Kotaro Takamura (Japón, 1883-1956) y Augusta (Estados Unidos, 1892-1962)."Algo en su apariencia hace sentir que no fue creada por un ser humano", señala Julia Olderius, una responsable de innovación dentro del museo.El espectador puede percibir la musculatura inspirada en Miguel Ángel, mientras que la mano recuerda a las creadas por Takamura.Para lograrlo, los ingenieros de Sandvik alimentaron el programa con abundantes imágenes de esculturas creadas por estos artistas. La inteligencia artificial propuso luego varias imágenes en 2D que, según ella, reflejaban el sello de cada uno de estos escultores."Estas imágenes en 2D fueron incorporadas por nuestros ingenieros en un modelado 3D y, a partir de ahí, nos concentramos en la fabricación", destaca Lunde.¿Pero es arte, o más bien una hazaña técnica? "Creo que es arte", afirma Olderius, que considera que esta apreciación le corresponde al público.Sobre la cuestión más general de la irrupción de la IA en este campo, muestra el mismo optimismo. "No hay que tener miedo de lo que la IA hace con la creatividad, el concepto, el arte y el diseño", juzga. "Simplemente hay que adaptarse a un nuevo futuro", donde la tecnología tiene un lugar de pleno derecho en la creación y el diseño, añade. No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.