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Diego Rivera, el gran muralista de México

Diego Rivera ha sido considerado la voz de los oprimidos, de los indígenas y, también, el gran ilustrador de la historia de México.

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En 1929, Diego Rivera se casó con Frida Kahlo. Su relación, intensa y tormentosa, estuvo marcada por el amor y a la vez el odio que se profesaban
MET

Diego nació para ser artista. Lo sentía desde su niñez. Su rebeldía y su admiración por las obras que visitaba en los museos lo confirmaron, aunque su cuerpo se resistía a garantizarle un futuro. Nacido el 8 de diciembre de 1886 en Guanajuato, Diego Rivera sufrió raquitismo a muy temprana edad, por lo que su constitución física era muy débil, y a pesar de que su padre siempre quiso que ingresara en el Colegio Militar, Diego empezó a asistir a clases nocturnas en la Academia de San Carlos, donde conoció al célebre paisajista José Maria Velasco. Gracias a un subsidio que recibió del Estado, Rivera pudo viajar a España donde se familiarizó con la obra de grandes maestros de la pintura como Goya, El Greco y Breughel, e ingresó en el taller de Eduardo Chicharro, el paisajista más famoso del Madrid.

Tras su paso por España, Diego Rivera viajó a París, donde se reunió con sus amigos, el pintor italiano Amadeo Modigliani y el escritor y periodista soviético Ilya Ehrenburg. En 1915, Rivera mantuvo un apasionado romance con la pintora rusa Marievna Vorobieva-Stebelska, con quien tuvo una hija, Marika Rivera, a la que nunca reconoció. Rivera también recorrió Italia, donde estudió el arte renacentista y sintió gran admiración por los maestros del Quattrocento , en especial por el Giotto.

Tras su regreso a México en 1921 e identificado con los ideales de la revoluciona mexicana, Rivera emprendió un gran proyecto: representar sobre la pared la historia de México desde la época precolombina hasta la revolución. En 1922, Rivera realizó su primera creación mural importante para el Auditorio Bolívar a la que tituló La Creación . En este mural, el artista quiso plasmar la idea de la creación de los mexicanos y en él se observa a un hombre surgiendo del árbol de la vida.

La madurez artística de Diego Rivera llegó entre los años 1923 y 1928, cuando pintó los frescos de la Secretaría de Educación Pública, en Ciudad de México, y los de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Aunque su intención fue reflejar la vida cotidiana tal y como él la veía, el protagonista absoluto de sus obras siempre fue el pueblo mexicano. En 1926, Diego Rivera entró a formar parte de la sociedad ocultista estadounidense AMORC y en ese mismo año fundó una logia de esta entidad a la que llamó Gran Logia Quetzalcóatl, donde pintó una imagen de esta antigua divinidad de los aztecas.

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Pero fue con estos frescos que, a partir de 1929 y mientras pintaba en el Palacio Nacional de México, donde verdaderamente Diego Rivera creó una imagen propia de la identidad mexicana moderna. Es conocida como su gran obra, y en ella Rivera ilustra la historia de México desde época precolombina. Los murales ocupan las tres paredes que se encuentran frente a la escalinata principal del edificio. Mientras que la pared central abarca el período que va desde la conquista española de México en 1519 hasta la revolución, en el de la derecha el artista describe una nostalgia idealizada del mundo precolombino, y por último, en el de la izquierda plasma la visión de un México moderno y próspero.

El 21 de agosto de 1929, Diego Rivera se casó con Frida Kahlo. Su relación, intensa y tormentosa, estuvo marcada por el amor y a la vez el odio que se profesaban, por mantener aventuras amorosas con terceros y por su vínculo creativo. Su matrimonio fue definido como "la unión entre un elefante y una paloma", por ser él grande y pesado, como un elefante, y ella delgada y ligera como esta ave. Aunque una de las aventuras de Diego fue con Cristina, la propia hermana de Frida, y a pesar de su relación amor-odio que siempre se profesaron, ambos juraron siempre complementarse muy bien.

Entre 1930 y 1934, Rivera estableció su residencia en EE.UU., donde pintó obras para el Instituto de Arte de Detroit y un gran mural para el Rockefeller Center de Nueva York, al que tituló El hombre en la encrucijada . En esta obra, el artista mexicano incluyó la figura de Lenin en un lugar destacado, lo que le valió una vehemente crítica por parte de la más ácida prensa norteamericana. Ante la negativa de Diego Rivera de suprimir la figura del líder soviético sobre la pared, la obra acabo siendo destruida. Luego de este suceso y con algunas modificaciones de Rivera, este realizó otra pintura a la que llamó El hombre controlador del universo para el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México.

Tras la muerte de Frida Kahlo en 1954, Diego Rivera cayó enfermo y viajó a Moscú para seguir un tratamiento. A su muerte, las cenizas de Diego Rivera fueron enterradas en la Rotonda de Hombres Ilustres de Ciudad de México. El pintor mexicano legó a su país sus obras y colecciones: donó al pueblo un edificio construido por él, la Casa-Museo Anahuacalli, donde se conservan sus colecciones de arte precolombino, y su casa en Ciudad de México fue convertida en el Museo Estudio Diego Rivera, que hasta hoy alberga obras y dibujos del artista, así como su colección de arte popular.