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Débora Arango, la gran maestra del arte colombiano

Débora Arango desafió los cánones estéticos y los valores impuestos por la sociedad para dar vida a una obra vibrante, iconoclasta y adelantada a su tiempo. Con ello, sus pinturas han pasado a ser un documento histórico de la historia de Colombia.

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Débora Arango abordó temas sociales y políticos con una inusual crudeza. Son características sus representaciones de personajes sórdidos o marginales, que se alejaron siempre de lo estético.
Cortesía

Débora Arango Pérez es conocida por ser una de las artistas más auténticas y trascendentales en la pintura colombiana del siglo XX. Entre sus reconocimientos se destacó por ser la primera mujer en retratar pinturas de desnudos en el país. Su estilo se caracteriza por ser abundante en pinceladas amplias, coloridas y definidas que plasman en sus obras la discriminación de género y la injusticia social que se vivía en la década de 1940 hasta la de 1960 en Medellín.

Débora estudió en el Colegio María Auxiliadora de Medellín, con las monjas salesianas; una de ellas, la madre María Rabaccia reconoció su talento artístico y la impulsó a ser pintora. Luego, ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín pero se retiró dos años después por considerar su instrucción muy convencional, orientada hacia la adquisición de habilidades técnicas. Impresionada por los frescos de Pedro Nel Gómez en el Palacio Municipal, lo llamó para que la admitiera como discípula en su taller; allí se sintió a gusto y se identificó con sus conceptos y su técnica más expresiva.

Mostró su trabajo por primera vez en 1937, en una exposición colectiva, con sus condiscípulas en Medellín. En 1939 recibió el primer premio de la exposición organizada por la Sociedad Amigos del Arte en el Club Unión de Medellín; mostró nueve obras, óleos y acuarelas, entre ellos algunos desnudos que escandalizaron a la sociedad antioqueña: "Obras impúdicas que ni siquiera un hombre debía exhibir, dignos de figurar en la antesala de una casa de Venus", eran algunos de los comentarios que figuraban entre los puristas de aquel entonces. Débora Arango hizo su primera exposición individual por invitación de Jorge Eliécer Gaitán, entonces ministro de Educación, en el Teatro Colón de Bogotá, en 1940; simultáneamente, participó en el Primer Salón Anual de Artistas Colombianos.

En estas muestras reafirmó su postura de artista rebelde y audaz y se evidenció su desarrollo posterior. Más tarde participó en algunas colectivas en Medellín y Cali, y, nuevamente, sus obras generaron el rechazo de la sociedad, hasta llegar a pedir su excomunión; la Iglesia le hizo firmar un llamado de atención y ordenó recoger una edición de la Revista Municipal de Medellín, porque cerca al saludo del arzobispo se reproducía un cuadro suyo. Una clara muestra del puritanismo de la época.

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Débora Arango abordó temas sociales y políticos con una inusual crudeza. Son características sus representaciones de personajes sórdidos o marginales, que se alejaron siempre de lo estético. Sufridos obreros, prostitutas, maternidades grotescas, monjas caricaturares, que la artista retrata más allá de lo físico, incluyendo sus ansiedades reprimidas, su marginalidad social, la sátira y lo más descarnado de la cotidianidad profana: Yo concibo el arte como una interpretación de la realidad y es esto lo que me posibilita el llegar, a través de él, a la verdad de las cosas: sacar a flote lo oculto, lo falso, lo que no se puede manifestar abiertamente. En 1946 Débora Arango viajó a Estados Unidos y luego a México. Ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes de México, dirigida por Federico Cantú. Aprendió la técnica del fresco y estudió la obra de los muralistas mexicanos.

Regresó a Medellín en 1947. Hizo un mural en la Compañía de Empaques en Medellín propiedad de su cuñado, en el cual describió el cultivo de la cabuya. A finales de los cuarenta, hizo una serie de obras alusivas al 9 de abril y a la caída de Laureano Gómez. En 1954 viajó a Europa, en Madrid estudió las obras de Francisco de Goya y José Gutiérrez Solana; en Inglaterra estudió cerámica; también viajó a Escocia, París y Austria. Realizó una muestra individual en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, en 1955; en esa ocasión sus cuadros fueron descolgados, sin ninguna explicación, al día siguiente de la apertura: Fue un golpe durísimo, ese hecho determinó su regreso a Colombia. Ese mismo año, expuso una serie de cerámicas en el Centro Colombo Americano de Medellín.

Su pintura en los años cincuenta se llenó aún más de crítica sociopolítica sobre los abusos de la dictadura militar y el avance de la violencia en el país. En 1957 realizó su primera muestra individual de pinturas en Medellín, en un espacio de la Casa Mariana, invitada, a manera de desagravio, para conmemorar los veinte años de los jesuitas en la ciudad.

En los primeros años sesenta, realizó una serie de pinturas para ilustrar el viacrucis de la capilla de la casa de retiros espirituales Betania, en Barranquilla. Alrededor de 1965 dejó de pintar por motivos de salud. Se aisló por completo del medio artístico y no volvió a exponer hasta 1975, cuando reunió alrededor de cien obras e hizo una exposición individual en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Su obra se reivindicó plenamente luego de su exposición retrospectiva de 1984, en la que mostró 205 obras entre acuarelas, óleos y cerámicas en el Museo de Arte Moderno de Medellín, institución a la que la artista donó un gran número de sus trabajos.