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Henri Matisse, el maestro del color

Henri Matisse es una de las figuras más importantes e iconoclastas del arte del siglo XX. Luego de pasar por las huestes impresionistas, fue capaz de crear un estilo propio lleno de color: el fauvismo. Sus obras hoy se exhiben en los principales museos del mundo.

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El retrato de Matisse fue pintado por su colega, el artista francés André Derain.
Cortesía

Henri Matisse es considerado el más grande colorista en la historia del siglo XX y una de las figuras clave para entender el arte moderno. Aunque su debut como pintor lo hizo bajo la vanguardia posimpresionista, para 1904 ya era reconocido por ser el líder del fauvismo; concretamente de Les Fauves ("las bestias salvajes"), un grupo de artistas que preferían el uso de colores brillantes en el lienzo. Su obra, que abarca el grabado, la escultura y el dibujo, representa la naturaleza muerta y la figura humana. Las formas fuertes y vibrantes de Matisse en sus cuadros estaban predominantemente influídas por el color blanco como referente del juego de luces que aparecen en las sombras.

El movimiento fauvista, que duró poco menos de un lustro (1904-1908), estuvo liderado por el propio Matisse y su colega, el también artista francés André Derain. Visualmente, el fauvismo podría describirse visualmente como un híbrido entre las dos vanguardias que le precedieron: el puntillismo y el posimpresionismo. Además, el grupo de Les Fauves logró alcanzar un alto grado de abstracción visual de los objetos cuyas pinceladas salvajes y aparentemente llenas de colores vivos eran únicas, cambiando la paleta de los colores terrosos (propios del impresionismo) por unos más brillantes.

En 1906, Matisse conoció a Picasso, y aunque se hicieron grandes amigos de toda la vida, también eran conocidos artistas rivales, ya que sus obras a menudo eran comparadas por su estilo. Aunque ambos pintaban la figura femenina y la naturaleza muerta, Picasso las concebía desde su imaginación mientras que Matisse se inspiraba en la naturaleza. Estos dos grandes artistas se reunieron por primera vez en el salón de París de Gertrude Stein, una coleccionista de arte estadounidense que vivió en la capital francesa. Stein y sus amigos recopilaron cientos de obras de Matisse y Picasso, defendiéndolos como artistas importantes y dándoles la bienvenida a su círculo social de élite.

En 1912, Matisse pasó siete meses en Marruecos, produciendo alrededor de 24 pinturas y numerosos dibujos. En 1917 se trasladó a Niza, Francia, donde residió el resto de su vida, incluso durante la Segunda Guerra Mundial y la ocupación nazi de Francia. Conforme avanzaron las primeras décadas del siglo XX, el estilo de Matisse se hizo más abstracto y fragmentado, hasta que finalmente, en la última década de su vida realizó obras utilizando básicamente recortes de papeles de color.

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Los últimos años de Matisse

Diagnosticado con cáncer abdominal en 1941, Henri Matisse se sometió a una cirugía que le cambió la vida y lo dejó postrado a una silla de ruedas y a su cama. Pintar y hacer esculturas se habían convertido en desafíos físicos imposibles, por lo que desarrolló una nueva técnica. Comprometido con la forma y el color, tomó un par de tijeras y comenzó a crear collages de recortes de papel.

Con la ayuda de sus asistentes, Matisse recortaba formas abstractas de hojas de colores intensos pintadas con gouache (temperas) y luego las ordenaba en composiciones llenas de vida. Inicialmente, las primeras piezas eran de tamaño pequeño, pero eventualmente, se convirtieron en murales del tamaño de una habitación. El resultado fue una forma de arte innovadora que no era del todo pintura, pero tampoco escultura, y se convirtió en su medio característico durante la última década de su vida.

En esta entrevista de RFI, habla Wanda de Guebriand, responsable de los archivos de Matisse, Anne Baldassari e Isabel Monaud Fontaine, comisarias de la exposición en el Grand Palais y Brigitte Leal, conservadora del Centro Georges Pompidou de París, sobre la exposición que se llevó a cabo en 2002.