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¿Por qué deberíamos saber más sobre las brujas? Celestina, “madre” de todxs

En este ensayo, la autora realiza un recorrido por la historia de las brujas y su procedencia. Demuestra que estas mujeres eran, en su mayoría, provenientes de áreas rurales y pobres y que tenían dominio sobre la partería y la botánica. También realiza una exploración sobre el clásico "La Celestina", de Fernando de Rojas, y la relación de esta mujer con la maternidad y la hechicería.

Celestina
La composición de la "Tragicomedia de Calisto y Melibea" o como se le llama popularmente "La Celestina" se remonta a los últimos años del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos en España y su extraordinario éxito editorial comenzó en el siglo XVI y continuó, con altibajos, hasta su prohibición en 1792. Su escritura fue atribuida a Fernando de Rojas.
Biblioteca virtual Miguel de Cervantes

No creo en las brujas, pero que las hay, las hay  

Refrán popular

La batalla contra la magia siempre ha acompañado el desarrollo del capitalismo, hasta el día de hoy

Silvia Federici, Caliban y la bruja

La (nueva) guerra contra las mujeres

La cacería de brujas es un asunto que muchas veces asociamos con el periodo medieval. Sí, esa Edad Oscura que mal conocemos, pero que fácilmente conectamos con historias de oscuridad, barbarie, pestes y muertes. Al mencionarlo de esta manera, parecemos respirar con mayor tranquilidad y logramos sentirnos orgullosos de nuestra propia época; estamos a salvo de esos tiempos oscuros y terribles donde la humanidad parecía haber perdido su rumbo. Pero nada más alejado de la realidad: esa cacería de brujas que tanto tememos comenzó de manera rampante en ese glorioso momento que hemos (mal) llamado Renacimiento. La estudiosa, activista y profesora Silvia Federici en su famosa obra, Caliban y la bruja (2020) lo expresa de esta manera a través del trabajo de Trevor-Rope:

[la caza de brujas] Fue promovida por los papas cultivados del Renacimiento, por los grandes reformadores protestantes, por los santos de la contrarreforma, por los académicos, abogados y eclesiásticos [...]. Si estos siglos fueron la Era de las Luces, tenemos que admitir que en algún aspecto los Años Oscuros fueron más civilizados [...] (Trevor-Roper en Federici, 272).

Esto supone una revisión sobre la historiografía de la cacería de brujas y un cuestionamiento sobre las maneras en las que reconocemos el Medioevo como una época oscura, mientras que vemos el Renacimiento bajo una luz más amable. Además, no deja de ser sorprendente que la cacería de brujas no es algo del pasado: en varias regiones del mundo como Latinoamérica, África y el Sur de Asia hay mujeres que siguen siendo perseguidas, torturadas, violadas y asesinadas bajo acusaciones de brujería. En otra reciente obra de Federici, Brujas, caza de Brujas y mujeres (2021), dice que incluso “Hoy en día se pueden descargar grabaciones de asesinatos de brujas en internet y también manuales que explican cómo se puede reconocer una bruja. Se dice que algunos de los autoproclamados cazadores de brujas actuales ¡emplean el ordenador como herramienta para «desenmascarar» a las brujas!” (17).

El problema es tan agudo que, Missio, una organización católica que protege mujeres perseguidas en el continente africano, ha declarado el 10 de agosto como el día Internacional en contra de la persecusión de las brujas. Un genocidio con una indudable marca de género −una guerra contra las mujeres, como lo sostiene Federici− la cacería de brujas se extendió en Europa y en América desde los siglos XV al XIX y terminó con la vida de cientos de miles de mujeres:

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Mientras algunas académicas feministas sostienen que la cantidad de brujas ejecutadas equivale a la de judíos asesinados en la Alemania nazi, Anne L. Barstow −a partir de un actualizado trabajo de archivos− puede justificar que aproximadamente 200.000 mujeres fueron acusadas de brujería en un lapso de tres siglos, de las que una cantidad menor fueron asesinadas (Barstow en Federici, 2020, 262).

Esas alarmantes cifras no distan mucho de la cantidad de mujeres que son asesinadas por brujas o por ser mujeres a nivel global: según UNODC (United Nations Office on Drugs and Crime) y Naciones Unidas para la Mujer (UN Women), 81.000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2021, y 45.000 de ellas murieron a manos de un familiar o pareja (marzo 2022). En nuestros tiempos se acrecimienta una nueva guerra contra las mujeres que tiene que ver con la implantación de sistemas neoliberales y neocoloniales:

[...] la causa primigenia de esta nueva ola de violencia son las nuevas formas de acumulación de capital, que conllevan el desposeimiento de tierras, la destrucción de las relaciones comunitarias y una intensificación de la explotación del cuerpo y el trabajo de las mujeres (Federici 2021, 75).

Frente a los retrocesos mundiales en relación con los derechos de las mujeres −el reverso de la decisión Roe vs. Wade que criminaliza el aborto en varios lugares de Estados Unidos; la implantación de regímenes absolutistas en países como Irán que prohiben la educación y libertad de las mujeres; el incremento en Latinoamérica de casos de feminicidio no resueltos− la discusión sobre las mujeres acusadas de brujería, en sus viejas y nuevas formulaciones, se hace más que imperante. Quizás, uno de los asuntos más problemáticos sobre las mujeres que se consideraron brujas es que la mirada que tenemos sobre ellas es proveída por un espejo distorsionador y patriarcal. Pero bajo el supuesto manto de maldad exacerbada y una rebeldía e hipersexualidad incontenibles, se esconden mujeres rurales y empobrecidas debido a la llegada galopante de las primeras formas del capitalismo en Europa. Como lo sostiene Eva Lara Alberola (2010) a través de la obra de Frank Donovan y Brian Levack:

[…] las brujas no fueron más que mujeres pobres, rurales, que no tenían más remedio que vivir en humildes chozas y andar en busca de raíces para poder llevarse algo a la boca. Los vecinos, sin embargo, pensaban que estas féminas recolectaban ingredientes para sus hechizos. Además, como estaban solas, criarían mascotas para tener compañía; estos animales serían identificados por las gentes de los contornos como demonios familiares. Dada su condición de vida, estas mujeres se tornarían excéntricas y hurañas, como también afirma Levack, y a las burlas y afrentas responderían con maldiciones y miradas que podían hacer pensar en el mal de ojo” (77).

Las brujas no fueron más que mujeres pobres, rurales, que no tenían más remedio que vivir en humildes chozas y andar en busca de raíces para poder llevarse algo a la boca.

De igual forma, estas eran mujeres que conservaban las memorias de sus comunidades y que, además, cumplían con labores cruciales dentro de las mismas: como parteras, curanderas, madres de leche, y otras labores, las supuestas brujas proveían de un servicio esencial a muchas mujeres también empobrecidas. Como muchas ofrecían remedios abortivos y anticonceptivos hechos con plantas y otras sustancias naturales, eso hacía que fueran consideradas brujas. A su vez, mujeres que no vivieran de acuerdo a los estándares reproductivos de las sociedades patriarcales, eran tenidas como esposas de Satanás. Si bien aquí habría que reconocer la rebeldía, saberes y poderes que podrían tener estas mujeres, también hay que evidenciar cómo la brujería es un espejo deformador creado por poderes políticos y religiosos que estigmatizaban y criminalizaban a las mujeres.

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Una manera de revisitar el fenómeno de la brujería desde registros alternativos −diferentes a los procesos judiciales, o textos legales y religiosos− es la literatura: “Los textos literarios, por el contrario, nos informan paso a paso de todos los personajes, de sus pensamientos y deseos más secretos, de sus tretas y engaños, de su sufrimiento” (Lacarra 2013, 234). Una obra como La Celestina (1500/2014) de Fernando de Rojas, nos permite adentrarnos en la vida íntima y privada de una mujer que, dentro de muchas de las labores que ejerce, es también hechicera. En apariencia un texto que previene a sus lectores de los peligrosos “dardos de Cupido” y de los malos sirvientes y alcahuetas, en realidad se sale de sus prescripciones morales para ofrecernos una visión enriquecedora de una mujer vieja y de clase media/baja que trata de sobrevivir a las vicisitudes de la vida. En apariencia costurera, Celestina ejerce varios oficios: “labrandera, perfumera, maestra de hazer afeytes, y de hazer virgos, alcahueta y un poquito hechicera” (Rojas 2014, 111), dice Pármeno cuando introduce a la vieja en la obra. Bajo una situación difícil y en medio de la agreste atmósfera urbana del siglo XV hispánico, Celestina es una mujer vieja, viuda y empobrecida que tiene que buscarse la vida para sobrevivir, de modo que recurre a varios oficios para hacerlo. Esto explica por qué tiene varios trabajos que son ilegales y peligrosos, entre esos, los de proxeneta encubierta, alcahueta y hechicera que, para la época, eran considerados como crímenes y pecados.

Conocida en un inicio como La tragicomedia de Calisto y Melibea el nombre de la obra de Rojas fue cambiado por La Celestina, a medida que los lectores se sentían más identificados con la vieja alcahueta que con los amantes Calisto y Melibea. En un giro que seguramente Rojas no se esperaba, La Celestina se volvió un ícono de la literatura hispánica y parte del vocabulario que todos los hispanohablantes reconocemos: Celestina, así llamamos a intermediarias que ayudan a que el amor se fomente entre una pareja. Hay muchísimos aspectos que se pudieran abordar de la obra de Rojas, pero hoy quiero centrarme en el aspecto “maternal” de Celestina desde su registro marginal y subversivo.

La Celestina como madre 

Iniciaré esta conversación a partir de un punto crucial para entender la maternidad de Celestina: no tiene hijos biológicos. Como lo señala Dorothy Severin en su recreación biográfica de Celestina, “Ciertamente era incapaz de tener hijos con su esposo o tal vez en absoluto, y entonces se convirtió en una tía universal, madre sustituta, para los y las miembros más jóvenes de nuestra historia quienes la llaman “madre” (Severin 2001, 2). Me gustaría incluso imaginar que a lo mejor sí podía tener hijos, pero que no los quería. Algunas de las plantas que se mencionan cuando Pármeno, hijo putativo de Celestina, describe el laboratorio de la vieja incluyen propiedades abortivas (como el espliego, por ejemplo) (2014, 112), por lo que no sería extraño que Celestina se hubiera valido también de sus usos para no tener hijos.

Este aspecto de Celestina sin hijos es una piedra angular para entender el lugar periférico en el que se podría encontrar una mujer como ella y por qué podría llegar a ser fácilmente perseguida como bruja. Para el sistema capitalista patriarcal, la importancia de las mujeres yacía en el hecho de que pudieran procrear y ofrecer esos hijos como fuerza laboral. Esto también conllevaba a una posesión de los cuerpos femeninos como dominio de los hombres y a una sexualidad que se limitaba a los fines procreativos. “Esta nueva imaginería revela una nueva disciplina sexual que negaba a la “vieja fea”, que ya no era fértil, el derecho a una vida sexual” (Federici 2010, 312); esto se se expandía a las maneras en las que los hombres se relacionaban con el mundo y la naturaleza. La bruja, como lo sostiene Carolyn Merchant en La muerte de la naturaleza (2020) era una mujer insurrecta que representaba la naturaleza desordenada y que había que ordenar. La mujer deseada por el sistema era la que procreaba y, a la vez, era obediente y dependiente de una figura tutelar masculina. En ese sentido, Celestina sería una mujer que pone en peligro los órdenes patriarcales, no solamente porque no tiene hijos qué proveer, sino porque además es viuda y trabaja como proxeneta para un burdel ilegal que encubre bajo su trabajo de costurera. La prostitución sería también una forma no reproductiva del sexo y en la que se exaltaban los placeres, a pesar de las repercusiones violentas que este trabajo podría traer para las mujeres.

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No obstante el alejamiento que Celestina tiene de los sistemas de procreación y producción patriarcal, ella en realidad es una gran madre −de una manera subrepticia y enredada− para todos los personajes de la obra. En innumerables ocasiones, personajes como Calisto, Sempronio, Pármeno llaman a Celestina “madre”, lo que nos sugiere una maternidad que se ejerce en la medida en que Celestina une a todos los personajes de la obra. Incluso, cuando Claudia −su mejor amiga y madre de Pármeno− murió, Celestina adoptó por muchos años al muchacho. Estos aspectos se oponen a la lógica del capitalismo y cómo esta afectó a las sociedades de las Modernidades Tempranas. Maravall (1981) afirma que incluso si el capitalismo instauró un sentido de individualidad y autonomía, esto también trajo como consecuencia la ruptura de las comunidades y creó sujetos aislados (60). Esto es cierto para personajes como Calisto, que vive una vida solitaria y sin padres, y también para Melibea que, a pesar de tener a sus padres, Pleberio y Alisa, estos poco están enterados de lo que sucede con su hija. Solo se enteran de los problemas que Melibea ha enfrentado cuando ella salta de una torre y se suicida.

Como una forma de desafío frente a estas situaciones, Celestina actúa desde su capacidad de unir, aunque sea de una manera oscura, y a su vez, crea un sistema de beneficios económicos para sí misma. Por eso, no es fortuito que la metáfora del hilado (y que también es el material con que Celestina genera su hechizo de amor entre Calisto y Melibea), constante en toda la obra, sirva a su vez para evidenciar cómo Celestina ha creado relaciones con todos los individuos de la ciudad. Frente a su oficio de reparar virgos −otro de muchos−, Celestina dice “Pocas virgines, a Dios gracias, has visto en esta ciudad que hayan abierto tienda a vender, de quien tono haya sido corredora de su primer hilado. En naciendo la mochacha, la hago escribir en mi registro, y esto para que yo sepa qantas se me salen de la red” (Rojas 2014, 142). La imagen del hilado no sólo se refiere a cómo Celestina repara virginidades perdidas, sino además a la red de negocios turbios que tiene en la ciudad y donde cada niña que nace cae bajo su registro, como si ella fuera la verdadera madre que tiene derecho sobre esos cuerpos.

Las imágenes que provee el anterior fragmento también se alínean con otra metáfora de Celestina que se construye a lo largo del texto: Celestina como araña. Las redes que teje, sus hilos, muestran a Celestina como una astuta tejedora que ata a sus víctimas sin que ellos lo sepan. A su vez, no deja de ser plausible que Celestina misma se haya deshecho de su esposo, como una viuda negra que se devora al macho una vez la copulación ha terminado. De ahí que su maternidad no deje de ser irónica y problemática: de forma trágica, una gran mayoría de sus hijos adoptivos (Calisto, Melibea, Pármeno y Sempronio) terminan muertos y, a su vez, ella es asesinada a puñaladas por sus “hijos” Pármeno y Sempronio. El final fatídico de varios de los personajes recuerda a uno de los prólogos de Fernando de Rojas en los que describe cómo todo en la vida es un constante batallar. Al dar ejemplos sobre la naturaleza, describe a una víbora que al tiempo de concebir, por la boca de la hembra metida la cabeça del macho y ella con gran dulçor apriétale tanto que le mata, y quedando preñada, el primer hijo rompe las ijares de la madre, por do todos salen y ella muerta queda; él quasi vengador de la paterna muerte (Rojas 2014, 81).

Este argumento puede ser, a su vez, un resumen en clave animal de lo que será el desarrollo de los personajes y su terrible final: la madre que engendra desde una relación violenta con el padre, es a su vez asesinada por sus propias crías. A diferencia de una maternidad idealizada y en la que se despliegan las relaciones amorosas y perfectas dentro de una Cruzada por la procreación, la obra de Rojas evidencia el lado oscuro de la maternidad y también la amenaza que eso significa para el sistema capital/patriarcal.

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No obstante, habría que resaltar que si bien varios de los sujetos que entran en contacto con Celestina mueren, las sobrevivientes de esta gran tragedia son Elicia y Areúsa, dos muchachas que trabajan para Celestina prostituyéndose, pero también siendo aprendices de bruja. Es llamativa esa relación ya que, por un lado, las dos chicas se pueden considerar como hijas de Celestina, a pesar de que son explotadas por la anciana mujer. Pero al tiempo, es cierto que Celestina les brinda algún tipo de protección: según los estudios de María Eugenia Lacarra (1993) sobre la prostitución tardiomedieval en Castilla, muchas veces la prostitución ilegal era mucho más beneficiosa para las mujeres que la legal. Por un lado, las mujeres que ejercían la prostitución encubierta recibían mejores salarios que las prostitutas públicas, ya que estas últimas estaban supeditadas a regular sus cuotas de trabajo y a pagar impuestos a la ciudad. Por otro lado, las mujeres prostitutas estaban expuestas a todo tipo de violencias. Bajo el “cuidado” de Celestina, Elicia y Areúsa encuentran una manera de sobrevivir sin exponerse a tantos peligros y, además, terminan construyendo una relación con Celestina de compañía y amor. Una vez Celestina es asesinada, sus hijas putativas se lamentan con tristeza, pero a la vez, logran unirse en su dolor: ambas planearán una venganza contra Calisto y Melibea a quienes consideran culpables de la muerte de su “madre”. Al tiempo, ambas se reconocen como herederas de Celestina, lo que demuestra que fue gracias a las microsociedades femeninas de la obra (Deyermond 2008) −la que formaron Celestina, Elicia, Areúsa y también la criada de Melibea, Lucrecia− que ciertas mujeres pudieron continuar con su vida y heredar los oficios esenciales de la vieja. “Jamás perderá aquella casa el nombre de Celestina” (2014, 303), dice Elicia cuando decide continuar con el legado de Celestina.

Por todas las Celestinas del mundo 

A través de esta discusión, la intención era revisar la importancia de las mujeres y la brujería para desmantelar las visiones estereotipadas y reduccionistas de sus opresores. Sobre todo, la idea era evocar, a través de un texto del pasado, situaciones que se reproducen en el presente: por un lado, la nueva cacería de brujas que está tomando lugar mientras ustedes leen este artículo, y por el otro, la importancia de revisar la historia de la maternidad para problematizarla y desligarla de su idealización. En una conferencia reciente dada por Silvia Federici en NYU, Ecological Crisis, Financial Extractivism and the New War on Women (marzo 2022), la intelectual explicaba que, en los nuevos contextos del capitalismo tardío, hay nuevas formas del extractivismo y acumulación que han afectado a las mujeres racializadas y empobrecidas del mundo. Microcréditos imposibles de pagar, la privatización de los servicios públicos, salud y tierra han causado gran daño a las mujeres pobres y de las áreas rurales de los países del Sur Global. Esto también ha causado grandes efectos sobre otras comunidades marginadas como los pueblos indígenas, afrodescendientes y comunidades lGTBIQ+ (y que igualmente fueron oprimidos por la colonización europea durante la invasión del Nuevo Mundo). En medio de estas nuevas guerras contra las mujeres, ellas también están luchando contra la opresión. A través de sus historias y formas de tejer comunidad, las mujeres no solamente han sido vitales para procesos de organización política comunitaria, sino también para liberarse de fuerzas patriarcales y coloniales. Esas son las Celestinas del mundo entero; esas son las mujeres de las que deberíamos aprender más.

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Bibliografía  

Deyermond, Alan. 2008. “Las sociedades femeninas en la Celestina”. Medievalia 40, pp. 60-73.

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Federici, Silvia. 2020. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria (Verónica Hendel y Leopoldo Sebastián Touza, trad.). Buenos Aires: Tinta Limón.

Federici, Silvia. 2021. Brujas, caza de brujas y mujeres (Aránzazu Catalán Altuna, trad.). Madrid: Traficantes de sueños.

Federici, Silvia. 2022. “Ecological Crisis, Financial Extractivism and the New War on Women”. In Feminist Constelations Colloquium. Conferencia presentada por NYU Center for Latin American and Caribbean Studies, Feminist Constellations Platform, NY, marzo 28. https://as.nyu.edu/clacs/events/spring-2022/feminist-constellations---silvia-federici.html

Lacarra Lanz, Eugene. 2013. "La alcahuetería en las ciudades bajomedievales y su representación en la literatura coetánea: El libro de buen amor y Celestina" en Two Spanish Masterpieces: A Celebration of the Life and Works of María Rosa Lida de Malkiel. New York: Hispanic Seminary of Medieval Studies.

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Lacarra, María Eugenia. 1993. "Evolución de la prostitución en Castilla y la mancebía de Salamanca en tiempos de Fernando de Rojas", en Fernando de Rojas and "Celestina": Approaching the Fith Centenary (Ivy Corfis & Joseph Snow, eds.) Madison, Wisconsin: HSMS, pp. 33-78.

Lara Alberola, Eva. 2010. Hechiceras y brujas en la literatura española de los siglos de Oro. Valencia: Universidad de Valencia.

Maravall, José Antonio. 1981. El mundo social de la Celestina. Madrid: Editorial Gredos.

Merchant, Carolyn. 2020. La muerte de la naturaleza: Mujeres, ecología y Revolución Científica. Granada: Editorial Comares S.L.

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Rojas, Fernando de. 2014. La Celestina (edición de Dorothy S. Severin). España: Cátedra.

Severin, Dorothy S. 2001. “Celestina: A Life”. Celestinesca 25, 1-2, pp. 101-106. https://www.jstor.org/stable/44283282. Traducción del artículo en español: Diego Ortega, clase de literatura medieval española, PUJ, 2023, pp. 1-6.

United Nations of Office on Drugs and Crime (UNODC) y UN Women. Marzo 2022. Gender-related killings of women and girls (femicide/feminicide). Global estimates of gender-related killings of

women and girls in the private sphere in 2021. Improving data to improve responses

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https://www.unwomen.org/sites/default/files/2022-11/Gender-related-killings-of-women-and-girls-improving-data-to-improve-responses-to-femicide-feminicide-en.pdf