El hallazgo de los códices de San Andrés Tetepilco, por el nombre de la localidad del sureste de Ciudad de México de donde son originarios, es una noticia "sin precedentes", dijo este miércoles Baltazar Brito, director de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, que los integrará a su acervo.
Es un compendio realizado bajo la escritura tradicional indígena que "hasta el día de hoy se había mantenido oculto a la visión pública", destacó el historiador al presentar a la prensa fotos y videos de los documentos.
Los vestigios pictográficos "de autenticidad comprobada" fueron manufacturados hacia finales del siglo XVI y principios del XVII por "tlacuilos", término que designa a los pintores e ilustradores que cumplían función de escribanos en el México prehispánico y siguieron activos durante la colonia, añadió Brito.
Dos de los códices abordan la fundación del pueblo originario de Tetepilco y el inventario de los bienes de la iglesia local, mientras el tercero resulta el más "espectacular", según los especialistas, por sus dimensiones y contenido.
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"Aquí la historia fue plasmada con pictografías sumamente coloridas que (...) narran la historia de Tenochtitlan (antigua Ciudad de México) a través de cuatro temas principales", explicó Brito sobre la pieza identificada como "la tira de Tetepilco".
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Dichos temas son la fundación de la capital azteca en el siglo XIV, el registro de los tlatoque o señores que la gobernaron; la llegada de los conquistadores en 1519 y, finalmente, el período virreinal, con el arribo del virrey Juan de Mendoza y Luna, en 1603, último evento registrado en el pictograma.
La tira destaca por su colorido, donde predominan el amarillo, el rojo, el negro y el azul, y la "gran maestría técnica" del tlacuilo, quien exhibe gran dominio de la pintura prehispánica y europea para representar a cada personaje, indicó María Castañeda, académica de la Universidad Nacional Autónoma de México.
"Esto es como si en Europa apareciera hoy en día un Rembrandt, un Murillo o un Velázquez, es lo mismo, es impresionante", añadió la investigadora, la primera que hace 15 años pudo ver fotografías de los códices, pues sus propietarios querían confirmar si eran auténticos.
"Me emociono de recordar ese momento", dijo conmovida Castañeda, de nacionalidad española.
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La familia que conservaba las piezas y que pidió mantener su identidad en reserva recibió un pago de 9,5 millones de pesos (569.000 dólares), aportados por el patronato del Instituto Nacional de Antropología e Historia, informó su presidenta, Altagracia Gómez Sierra.
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