Es un lugar común decir que en Colombia la muerte se convirtió en paisaje. Sin embargo, habrá que pisar mil veces el mismo lugar hasta que deje de ser un titular en mayúscula y rojo que nos espanta unos días, hasta que llega uno más impresionante a superponerse. Hallan cuerpos, presuntos asesinatos y muchos otros eufemismos se han usado para hablar de la muerte. Aunque hay cifras, declaraciones e inculpados, con cada verdad aparece un bache de silencio, una historia oculta, pero que no está aislada.
En este país los ríos han quebrado el silencio impuesto, han devuelto cuerpos de personas, jóvenes y niños que tenían una vida, un nombre y una familia que el conflicto les arrebató. Pero como si no bastara ese dolor, nadie investiga qué pasó, nadie asume nada y lo que queda para las madres es una lucha eterna para reconstruir la imagen de la persona que perdieron y algunos dejen de pensar que merecía que lo mataran. Los hijos se mueren una vez, pero las madres, todos los días. Y ese duelo no acaba.
Entonces ¿cómo contar la muerte? ¿Qué hacer ante la inoperancia de la justicia y su silencio?
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En el marco de las conversaciones de la Comisión de la Verdad se presentó Operación Berlín: la niñez que peleó la guerra en Colombia , un documental que relata la experiencia de niñas y niños que fueron reclutados entre el 2000 y el 2001, y sobrevivieron a la Operación Berlín, un acción militar del Ejército de Colombia. Esa acción se llevó a cabo en Suratá, El Playón, Matanza, Rionegro, Floridablanca, Molagavita y Arboledas, municipios de Santander y Norte de Santander.
Hablamos con Nicolás Sánchez, investigador y asistente de dirección del documental, sobre la pérdida de la infancia y la dignidad de las niñas y niños en el marco de la guerra, la necesidad de verdad y la importancia de construir memoria desde la cotidianidad.
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Nicolás Sánchez fue investigador, asistente de producción y además, hizo parte de la construcción del guión. Su encuentro con Mathew Charles, director del documental, sucedió en medio de una conversación sobre la Operación Berlín en la que compartían un mismo punto: esta no era una acción militar muy conocida, no se había contado tantas veces como otras acciones violentas, por ejemplo, las masacres. Sánchez ha trabajo temas de conflicto en medios de comunicación como El Espectador, allí cubrió temas de paz, conflicto armado y de derechos humanos en Colombia 2020. “Nos dimos cuenta de que ahí había un episodio de la guerra en Colombia que no había sido retratado, ni investigado. Se retrató en su momento cuando la gente, los periodistas, iban a la brigada a ver a los niños que llegaban de la zona de combate, pero no hubo una investigación a fondo sobre lo que pasó en la Operación Berlín”, cuenta Sánchez sobre las inquietudes que lo motivaron junto a Charles para gestionar recursos e investigar a fondo qué había pasado.
Es difícil hacer la reconstrucción de un hecho histórico, aun más de un momento que está atravesado por la atrocidad de la muerte. Hablemos de la Operación Berlín y de los actores que estaban inmersos.
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La operación Berlín inicia a finales de 2000 y termina en enero de 2001. Es una operación adelantada por el Ejército de Colombia que encuentra una columna móvil de las FARC, que se movilizaba desde lo que se conoció como la zona de distensión, hacia la zona del Catatumbo, en Norte de Santander, al nororiente del país. Entonces el Ejército detecta esta columna porque hay una persona que deserta, se trata de un menor de edad y es entrevistado por policías y militares con fines militares. Así es como el Ejército conoce el trayecto que lleva esa columna, la composición de la columna y salen a mirar por dónde están. En esa época, el comandante de la Quinta Brigada del ejército era el general Martín Orlando Carreño, él sale en un helicóptero a buscar a la columna móvil. La encuentra. Hay un enfrentamiento y los guerrilleros de las FARC casi derriban el helicóptero y después de eso empieza formalmente la Operación Berlín, que es, digamos, una acción militar con gran ventaja por parte del Ejército que encuentra una columna mal entrenada que estaba en una zona demasiado fría, la zona de influencia del Páramo de Berlín. Por eso la operación lleva ese nombre.
Cuéntanos cómo se dio el mapeo de los casos y de los sobrevivientes, ¿cómo fue el encuentro con ellos para hacerlos parte de este documental?
Cuando yo empiezo a investigar este tema, más o menos hace unos cinco años o seis años, empecé con un rastreo en hemerotecas para entender qué había sido eso y por qué de eso no se conocía nada. Sigo investigando e investigando también el tema del reclutamiento forzado u otros casos, pero siempre un poco con un ojo puesto en la operación de Berlín y se empezaron a hacer encuentros de sobrevivientes, en el marco de las acciones frente a la Comisión de la Verdad, La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la Jurisdicción Especial de Paz. EYo voy a uno de esos encuentros y los conozco. Conozco a varios sobrevivientes, hago una nota con ellos para el Espectador y de ahí quedó el contacto con los sobrevivientes, ya después hice otras notas, los acompaño en la entrega de un informe a la JEP y quedo relacionado con ellos que durante mucho tiempo fueron esquivos. Yo no sabía por dónde buscarlos, no sabía cómo encontrarlos y afortunadamente, unos años después de haber iniciado una investigación, los pude encontrar. Y ahí empezamos esa relación que dio pie a todo esto.
Mathew, por su parte, también estaba investigando el reclutamiento de menores de edad en Colombia y se contactó con algunos sobrevivientes de la Operación Berlín. Después juntamos lo que teníamos cada uno y la investigación se empezó a fortalecer.
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Este es un tema que se ha tratado con pinzas porque luego de la firma de paz, en medio de la rendición de cuentas en todas las audiencias públicas que han tenido los ex comandantes de las FARC, ha habido un poco una misma sensación por parte de las víctimas y en general de los colombianos, siguen evadiendo un poco esta idea de afrontar que hubo e reclutamiento forzada. Empecemos por ahí, la pérdida de la infancia al momento de ser obligados a la guerra.
Eso es más complejo de lo que los actores de la guerra lo han querido reconocer. Por un lado las FARC ha dicho en varias ocasiones que no existió reclutamiento forzado. Y ahora vienen en un proceso de aceptación que también hay que reconocerlo, pero ellos han dicho que no existía el reclutamiento forzado porque muchas veces ellos llevaban niños para protegerlos de otras violencias, como puede ser la desidia estatal o violencia intrafamiliar. Pero no ven en la columna móvil Arturo Ruiz, como se llamó la columna que fue atacada en medio de la operación Berlín, que estos niños, niñas y adolescentes fueron enviados por las FARC a combatir a los paramilitar Salvatore Mancuso. Entonces esa no es ninguna manera de garantizar los derechos de ningún niño, ningún adolescente, porque en ese momento la columna móvil viaja hacia el Catatumbo porque en 1999, fue la incursión del bloque norte de los paramilitares al norte de Santander y cometieron la masacre de la Gabarra. Rodrigo Londoño se comunica con el Estado Mayor Central de las FARC e informa de la situación que estaban viviendo en el Catatumbo con los ataques, tanto de los paramilitares como de la fuerza pública. Y ahí ellos deciden conformar la columna móvil. Los niños y niñas que reclutaron los enviaron a luchar con esos paramilitares.
Eso por el lado de las FARC, quienes han justificado muchas veces el tema del reclutamiento y la vinculación de niños, niñas y adolescentes a la guerra por medio de una especie de protección que le dan a los niños, pero por el otro lado también está el Estado que dice que todos los reclutamientos fueron forzados y ahí hay que hacer una aclaración muy valiosa: todo el reclutamiento de una persona menor de 18 años es ilegal y el reclutamiento forzado, si bien es cierto que muchas veces los grupos armados se aprovechan de las condiciones de vulnerabilidad de los menores de edad, también es cierto que hay menores de edad que ingresan a las filas de los grupos armados por tener los tres platos del comedor al día. Eso es cierto y es lo que no quiere asumir el Estado.
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Hay una forma en la que los discursos oficiales y la prensa ha narrado la muerte y nos ha sumido en el no debate de “muertos buenos y hay muertos malos”, pero cuando un niño menor de edad reclutas manera forzosa es dado de baja, pero es presentado como un guerrillero, es despojado de toda dignidad. Hablemos de lo que sigue representando más para un montón de familias el no saber a ciencia cierta en dónde están los cuerpos de los niños, y de esa incapacidad de reconocer no solamente las responsabilidades, sino de esta evasión estatal de honestidad con las entregas finales de lo que pasó en la operación.
Eso es una cosa que parte el alma, entrevistar a la mamá de una niña que al parecer murió en la operación Berlín y la tristeza absoluta, porque el estigma que cargan la gente que ha crecido en algunos lugares específicos del país, es un estigma impulsado por el Estado colombiano, hay que decirlo, y por la fuerza pública. Se refuerza cuando tú vas ante las instituciones y tienes que reclamar el cuerpo de un niño, pero además explicar quien fue su niño, no un guerrillero. Entonces parece que esas vidas no importaran. Es hasta el 21 años después que anunció hay muchas personas de la Operación Berlín que siguen desaparecidas, nadie sabe dónde están y nadie sabe a ciencia cierta cuántos son. El registro de Medicina Legal habla de 78 muertes en el marco de la Operación Berlín, de las cuales por lo menos 28 fueron menores de edad. Cuando uno se va a mirar el proceso que se abrió por la justicia ordinaria, hay diez protocolos de necropsia, ¿por qué los otros 68 no se tuvieron en cuenta? Esa es una pregunta que uno se hace. La justicia colombiana, el sistema ordinario, le falló a los niños víctimas de la Operación Berlín porque condenaron a 7 Ex comandantes de las FARC, pero no investigaron, ni siquiera se menciona en la sentencia del 2006 la posible comisión de falsos positivos, o más bien de ejecuciones extrajudiciales por parte del Ejército encontrada en niños, niñas, adolescentes y adultos que se habían rendido. Eso es un crimen de guerra. Cuando alguien se rinde y queda indefenso, no los puedes asesinar. Y esas son las denuncias que hoy en día hacen esos niños que salieron de la Operación Berlín, el Ejército los entrevistó con fines militares. Imagínense ustedes lo que es la presión de un uniformado en contra de un niño que acaba de salir de un campo de batalla.
Si nos ceñimos a lo que dicen las fuentes oficiales, no vamos a tener nunca la verdad, nunca. Nos toca. Confrontar eso que dicen esas fuentes oficiales, escucharlas, por supuesto, pero confrontarlos. Confrontarlas con lo que dicen las víctimas y poder así construir un relato que sea mucho más justo.
Contar los episodios de violencia, ver el dolor de las víctimas y comprender cómo estos episodios traumáticos de verdad transforman la vida de una persona, para usted como periodista, pero sobre todo como ciudadano, ¿cómo podría aportar a la memoria desde la cotidianidad?
Yo creo que el primer paso es que haya un respeto frente a las vivencias del otro y se sepa que sí hay que aprender, que si una persona es desplazada no es porque sea guerrillera o ser paramilitar, es una víctima de la violencia. Siento que lo que podemos hacer es consumir contenidos de calidad que nos lleven a nosotros a poder construir una memoria muy cercana a la verdad de lo que sucedió y de lo que sigue sucediendo en nuestro conflicto. No caer en las narrativas oficiales, porque si uno cae sucede lo que pasó con la Operación Berlín, durante veintiún años fue planteada esa operación como un gran éxito militar por parte del ejército, tanto que el ejército en una revista la catálogó de operación histórica.
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Si nos ceñimos a lo que dicen las fuentes oficiales, no vamos a tener nunca la verdad, nunca. Nos toca. Confrontar eso que dicen esas fuentes oficiales, escucharlas, por supuesto, pero confrontarlos. Confrontarlas con lo que dicen las víctimas y poder así construir un relato que sea mucho más justo. Tampoco podemos caer en las versiones oficiales de los grupos armados ilegales, si no, pues no estaríamos nosotros denunciando que hubo jornadas de planificación forzada para las mujeres, en medio del reclutamiento que sufrieron por parte de las FARC, si no, nosotros no estaríamos diciendo que hubo niños que se llevaron a la fuerza para conformar esta columna y los frentes que que operaban en la llamada zona de distensión. Entonces creo que dudar hace muy bien para la memoria no dudar de estas versiones oficiales e de lo de los bandos que están en confrontación y hace muchas preguntas sobre la naturaleza de la violencia que vivimos nosotros. También me parece que es muy útil para explicar, sin simplemente trazar una línea moral y ubicarse, que uno es la luz. Bueno, siempre empezar desde ahí a señalar a los que son malos, sino tratar de entender cómo. Creo yo que lo retrató el documental, que la llegada de la guerra a veces es más compleja de lo que parece. Personas que hoy integran el cuerpo discul estas de memoria, derivó Londoño. Nos contaban que ingresaron al Alfar teniendo trece o catorce años y que nunca sintieron que hubiera sido un reclutamiento forzado porque vivieron experiencias de violencia y que se las infringió el Estado colombiano. Entonces tenemos que entender la complejidad también de los fenómenos de nuestra violencia.