Para comprender por qué La Escombrera es tan importante en el esclarecimiento de casos de desaparición forzada y por qué las muestras artísticas que honran a las víctimas no deben ser censuradas hay que remitirnos a finales de los años noventa.Al occidente de la capital antioqueña está ubicada la Comuna 13 y al noroccidente del ahora famoso mirador de la comuna está ubicada la La Escombrera, que por años fue el tiradero de escombros, concreto y basura de construcción de la ciudad. Volquetas iban y venían con frecuencia a este lugar mientras la comuna atravesaba una ola de violencia solo comparable con la que sufrió entre finales de los años ochenta e inicios de los noventa a causa del narcotráfico.La Comuna 13 fue desde 1998 un territorio en disputa entre grupos paramilitares, autodefensas y facciones urbanas de guerrillas, en el centro estaban los habitantes de los barrios, quienes fueron víctimas de amenazas, extorsiones, reclutamiento, desapariciones forzadas, torturas y asesinatos, entre muchos otros crímenes de guerra.En medio del fuego cruzado estaban los civiles, muchos jóvenes acusados de pertenecer a un bando u otro, acusaciones que como consecuencia tenían sus desapariciones. Las víctimas aún vivas eran llevadas a La Escombrera para ser torturados, en algunos casos, o sus cuerpos ya sin vida eran arrojados en este lugar para que sus restos se perdieran entre montañas de escombros.Así lo confesaron exparamilitares, “quienes decidieron revelar los sitios usados para arrojar los cuerpos de sus víctimas como reparación y verdad en sus procesos penales de la Ley de Justicia y Paz”, según documentó la Unidad de Víctimas en un reportaje publicado en 2015. Este texto además cuenta que las personas que fueron sacadas de locales, casas y calles fueron llevados a este lugar y a la arenera para ser asesinados “por orden de jefes paramilitares como alias de ‘King Kong’ y el ‘Negro Elkin’”.El recrudecimiento de la violencia en la comuna fue tal que según los registros de la Unidad de Búsqueda de personas dadas por desaparecidas hay alrededor de 502 personas desaparecidas durante la década del 2000, una cifra que llega a 5.912 víctimas en toda la ciudad.En el 2002, “las Milicias Bolivarianas de las FARC, el ELN y los Comandos Armados del Pueblo prohibieron el ingreso de personas ajenas al barrio, incluyendo a las instituciones gubernamentales o no gubernamentales”, según registra el libro La huella invisible de la guerra. Desplazamiento Forzado en la Comuna 13, con el objetivo de bloquear la presencia paramilitar.Esta acción en los meses siguientes tuvo como resultado constantes enfrentamientos entre los grupos guerrilleros y los paramilitares del Bloque Cacique Nutibara (BCN) y el Bloque Metro.En ese contexto llegó el punto álgido de la violencia en la Comuna 13 que tuvo lugar el 16 de octubre de 2022 cuando inició la intervención armada de la comuna a manos de más de 1.500 efectivos de la fuerza pública acompañados de uniformados encapuchados y armados. Hasta ahora, ha sido la irrupción en espacio urbano más grande en la historia del conflicto y se extendió hasta diciembre de ese año.La Operación Orión, como se nombró esa intervención armada que pretendía mermar las acciones de la guerrilla en la zona, dejó como resultado desplazamientos forzados, 1 muerto, 38 heridos y 8 desaparecidos entre la población civil, de acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica.Después del 16 y 17 de octubre, la presencia armada continuó con al menos 150 allanamientos y señalamientos a la población de pertenecer a algún grupo armado, hechos en los que además se cometieron ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas, de acuerdo con informe de la Comisión de la Verdad entregado en 2022.Entre señalamientos, torturas y asesinatos los conductores de los escombros que iban hacia La Escombrera “fueron obligados, bajo amenaza de muerte, para que también cargaran con los cuerpos y así asegurarse que quedaran sepultados cada vez más profundo”, reza el documento de la Unidad de Víctimas. Fue así como La Escombrera se convirtió en una “fosa común a cielo abierto”.Las buscadoras y los primeros hallazgos en La EscombreraDesde el inicio de las desapariciones las madres de las víctimas han señalado a La Escombrera como el paradero de los cuerpos de sus familiares y en una lucha incansable han recurrido al Estado y organizaciones de Derechos Humanos para buscar a sus seres queridos.En 2015, por ejemplo, se llevó a cabo una ceremonia ritual el 27 de julio a la que asistieron familiares de desaparecidos entre 1998 y 2004 para abrir el camino a las excavaciones e investigaciones en la zona aledaña a ese vertedero, tras las declaraciones de ‘Móvil 8’, un exparamilitar.En medio de voluntades políticas inexistentes, tuvieron que pasar 22 años para que las excavaciones en La Escombrera se realizarán con efectividad y el 18 de diciembre de 2024 se anunciaran los primeros hallazgos de restos humanos como desde hace años las familiares habían señalado.“En el marco de las medidas cautelares de protección de lugares de inhumación que adelanta la Sección para Casos de Ausencia de Reconocimiento de la JEP, en plena coordinación con la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, fueron halladas las primeras estructuras óseas que podrían corresponder a personas desaparecidas en el contexto del conflicto armado en La Escombrera de la Comuna 13 de Medellín”, anunció la UBPD.Ahora dichos restos están en proceso de ser identificados, al mismo tiempo que el 10 de enero de este año la misma entidad informó del hallazgo de restos que corresponden a dos cuerpos.De estos hallazgos, anunciados hace más de dos décadas por las mujeres buscadoras surgió “Las cuchas tienen razón”, la frase emblemática que hace referencia al clamor por justicia y verdad de las madres, familiares e hijas de los desaparecidos.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El domingo 12 de enero la autopista norte de Medellín fue el punto de encuentro de artistas y víctimas del conflicto armado, en específico de las madres que por años vieron en La escombrera una esperanza para dar con el paradero de sus familiares víctimas de la desaparición forzada en la ciudad.En medio de una olla comunitaria y una jornada artística se plasmó en un mural en el puente del Mico la frase “Las cuchas tenían la razón”, haciendo referencia a la persistente búsqueda de estas mujeres que dio como resultado el hallazgo de los primeros restos humanos en el La escombrera. Así lo dio a conocer en diciembre de 2024 la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidos (UBPD) y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).Tras menos de 24 horas de este acto artístico y simbólico, el mural fue borrado por orden de la Alcaldía, lo que se interpreta como una señal de revictimización y minimización del dolor, trabajo y empeño de las víctimas por encontrar la verdad.La pintura gris no solo tapó esta frase sino también el rostro de Margarita Restrepo, vocera del colectivo de Mujeres Caminando por la Verdad, que acompañaba esta muestra, y de quien también estuvo acompañando a los artistas que hicieron el mural.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEn respuesta a los reclamos de ciudadanos, artistas y víctimas que a través de redes sociales pedían no borrar la memoria, el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, justificó su decisión desde la red social X argumentando que “hay respeto por las expresiones artísticas y las apoyamos, y al mismo tiempo tenemos claro que el espacio público de la ciudad es de todos y hay que mantenerlo limpio y bonito”. Mensaje que acompañó diciendo que contrario al grafiti como expresión artística “otra cosa muy diferente es el desorden y quienes simplemente quieren generar caos y poner fea y sucia la ciudad”.Por su parte Restrepo, madre de Carol Vanesa Restrepo, desaparecida en el año 2002 en la Comuna 13, dijo en Señal Colombia sobre la acción de tapar el grafiti que “allí no estaba Margarita, allí estaba era esa mujer en representación de todas las mujeres por la lucha, la resistencia, el dolor, la tristeza, el sol, el calor, hambres, incertidumbres, todo. Nos han callado nuestras voces, nos han acallado la vida y todo por un conflicto que nosotros no buscamos”.Sin embargo, el borrado del grafiti “Las cuchas tenían la razón”, que ha suscitado debates en redes en los que incluso siguen discutiendo el presidente Petro y el alcalde Gutiérrez, no fue el único por estos días. La semana anterior también fue tapado con pintura gris en la Avenida Paralela de Medellín un mural hecho en 2020 con la frase “Nos están matando”.“Hoy nos enfrentamos una vez más a la censura que quiere silenciar nuestro mural ‘Nos Están Matando’, pero nuestra respuesta no será con la misma violencia que intenta imponer la derecha rancia de este país. Nosotros respondemos con nuestra arma más poderosa: el arte”, escribió el colectivo artístico Fuerza y graffiti. Sobre este mural censurado este colectivo plasmó un nuevo mensaje: “El arte no se calla”. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Fuerza & Graffiti (@fuerzaygraffiti)Eliminar la memoria de forma sistemáticaEn los dos casos recientes de Medellín, tapar selectivamente murales y grafitis que hacen alusión al conflicto armado, que honran la memoria de las víctimas o piden justicia ante la violencia del Estado denotan un patrón de censura que en cambio de aportar a la reparación de las víctimas y a la construcción de memoria, se enmarcan como un acto revictimizante.Este acto político de censura recuerda que por parte de gobiernos anteriores, locales y nacionales, este tipo de acciones se han realizado de forma sistemática. En octubre de 2019, por ejemplo, militares cubrieron con pintura blanca el ahora famoso mural “Quién dio la orden”, incluso antes de que fuera terminado. En la calle 80 con carrera 30 de Bogotá se leía esta pregunta junto al número 6.402 (haciendo referencia a la cantidad de ejecuciones extrajudiciales registradas entre 2002 y 2008).En esa ocasión, la imagen generó molestia entre las fuerzas armadas porque también señalaba a cinco altos mandos militares: Juan Carlos Barrera, Adolfo León Hernández, Mario Montoya Uribe, Nicacio de Jesús Martínez y Marcos Evangelista Pinto. Al contrario de silenciar el mensaje, la imagen fue ampliamente replicada en panfletos, redes sociales y distintos muros posteriormente.En mayo de 2021 otro mural que tuvo resonancia fue pintado en el deprimido de la Avenida San Juan en Medellín durante el paro nacional. Allí se leía “Estado asesino”, frase que duró menos de una semana tras ser borrada por miembros del Ejército.Entre diversos casos y paredes grises y blancas, otro espacio de memoria que desde 2020 ha sido vandalizado o censurado es el lugar donde fue asesinado Dilan Cruz el 25 de noviembre de 2019 durante las protestas de ese año. Allí las materas pintadas en su nombre y los grafitis en su memoria meses tras meses se han censurado.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En una resolución histórica, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes declaró el 2025 como el año del centenario del natalicio de Guillermo Cano Izasa, una de las figuras más emblemáticas del periodismo colombiano. Esta decisión busca honrar la vida y obra de un hombre cuyo compromiso con la verdad, la justicia y la paz marcó un antes y un después en la historia del país.La resolución 0310 del 20 de agosto de 2024 establece una serie de actividades conmemorativas lideradas por la cartera ministerial. Estas iniciativas incluirán seminarios, exposiciones y publicaciones que resalten no solo el legado de Cano Izasa, sino también la importancia del periodismo en la construcción de una sociedad más justa. Para coordinar estas acciones, se conformó un comité especial integrado por la Biblioteca Nacional, el grupo del Libro, la Lectura y la Literatura del ministerio, y el Instituto Caro y Cuervo, instituciones clave en la preservación del patrimonio cultural y literario colombiano.Una vida dedicada a la verdadGuillermo Cano Izasa nació en Bogotá el 12 de agosto de 1925, en el seno de una familia vinculada al periodismo. Su padre, Gabriel Cano Villegas, era el director de El Espectador, el periódico que se convertiría en el epicentro de la carrera profesional de Guillermo. Desde muy joven, Cano demostró un talento innato para el periodismo, iniciando su labor en 1943 con crónicas deportivas y notas culturales.En 1948, en el contexto de la violencia bipartidista que sacudió a Colombia, Cano fundó el Dominical de El Espectador, un suplemento cultural que reflejó su pasión por las letras y su compromiso con el pensamiento crítico. En 1952, asumió la dirección del periódico, guiando a El Espectador hacia una época de profundo impacto en la opinión pública.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíDurante la década de 1980, Guillermo Cano se convirtió en una de las voces más contundentes contra la corrupción y el narcotráfico, dos flagelos que ya comenzaban a erosionar las instituciones colombianas. Denunció con valentía las conexiones entre el narcotráfico y la política, y apoyó de manera decidida al ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla en su lucha contra las mafias lideradas por Pablo Escobar. Su respaldo al proceso de paz del gobierno de Belisario Betancur con las FARC también reflejó su convicción de que la reconciliación no podía construirse sobre la base de la violencia y el miedo.Un crimen que marcó al paísEl 17 de diciembre de 1986, Guillermo Cano fue asesinado frente a las oficinas de El Espectador en Bogotá, tras años de recibir amenazas por sus denuncias contra el narcotráfico. Su muerte no solo conmocionó a Colombia, sino que también puso de manifiesto la vulnerabilidad de los periodistas que se atreven a desafiar a los poderes más oscuros.En 2010, el Estado colombiano reconoció su responsabilidad en el crimen de Cano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, marcando un paso hacia la reparación simbólica. Sin embargo, su asesinato sigue siendo un recordatorio de los riesgos inherentes al ejercicio del periodismo en un país donde la verdad a menudo ha tenido un costo altísimo.El centenario: un llamado a la memoria y la acciónEl centenario de Guillermo Cano Izasa en 2025 no solo será una ocasión para celebrar su legado, sino también para reflexionar sobre el papel del periodismo en la actualidad. En un mundo donde la desinformación y las noticias falsas proliferan, la figura de Cano se erige como un faro de ética y valentía.Las actividades previstas buscarán inspirar a nuevas generaciones de periodistas, escritores y ciudadanos a defender los valores de la verdad y la justicia. Este homenaje también será una oportunidad para fortalecer el debate sobre la protección a los comunicadores, la libertad de expresión y la importancia de una prensa libre en la construcción de una democracia robusta.La declaratoria del 2025 como el año de Guillermo Cano Izasa es un recordatorio de que la lucha por la verdad es un esfuerzo colectivo que trasciende el tiempo y las generaciones.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La marimba empieza a sonar y las voces corales envuelven a los asistentes a un concierto que une música espiritual con la afro del Pacífico, una sinfonía que quisiera hacer olvidar que la propia iglesia donde se escucha quedó afectada por el atentado que sufrió hace apenas un mes el pueblo colombiano de Guapi, en el departamento del Cauca."Hoy declaramos que Guapi es un territorio de vida, un testimonio de que la esperanza siempre encuentra un camino para volver a casa", proclama una de las mujeres cantoras afro de Remanso Pacífico, un grupo guapireño.El pasado viernes, y como antesala a la fiesta de la Inmaculada Concepción, patrona de Guapi, el Festival Internacional de Música Sacra llegó al pueblo con su gira 'Colombia es música sacra' para apoyar la vuelta a casa de uno de los numerosos grupos de este pueblo de artistas.La música, heredera de los tambores africanos y los cantos de las mujeres que se lamentaban por las heridas de la esclavitud o de la violencia en gritos heridos, corre por las venas de los pueblos afro del Pacífico y es también superviviente del conflicto y del azote de los grupos armados que se disputan este estratégico corredor.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíMúsica 'made in' PacíficoEl líder de 'Remanso Pacífico', Alexis Castaño, se define como espiritual y parrandero. Fundó el grupo en 2009 para poner en valor la música transmitida por sus abuelos y ancestros, y son esas raíces las que lo unen con lo sacro, con el cantar a los santos y a la devoción, explica."Siempre que hay una fiesta a algún santo, siempre nuestros abuelos le han hecho arrullos, le han hecho bailes...", explica el marimbero. Pero el resultado dista mucho de los cantos gregorianos o los coros de las iglesias europeas; es más bien una parranda, una fiesta.El grupo combina alguna canción de la tradición eclesiástica con oraciones, pero se agarra a la afrojuga, donde a través del baile se contaban historias de la tradición popular, a la boga, nacida de las faenas pesqueras, y sobre todo al alabao y al currulao, dos ritmos que definen al Pacífico."Los negros esclavizados que estuvieron aquí en América trajeron en sus memorias cada uno de los instrumentos que hoy en día hacen parte de lo que nosotros interpretamos, los instrumentos de cuero, los bombos y la marimba, que con su melodioso sonido interpretan los sonidos del bosque", relata el músico.Por eso predominan los golpes de las teclas de la marimba y del tambor, que trasladan a la selva y sus sonidos hechizantes o a los ríos que atraviesan el Pacífico.Y es inevitable que las cantoras muevan las caderas mientras entonan, en un concierto que acaba con 'Guapireño soy', una 'juga' donde claman que "la tierra no es para la guerra".Gritos de resilienciaEsta canción, según cuenta su intérprete, "trae a colación todo lo que hemos pasado, todos los maltratos, y el mensaje es que hay que amar, hay que perdonarnos".Esta parte del Pacífico, separada del resto de Colombia por una densa selva sin conexión por carretera, ha sido víctima histórica de la desidia estatal, la falta de oportunidades y de las guerrillas, grupos criminales y armados.El departamento del Cauca, al que pertenece Guapi, ha vivido uno de los años más violentos de la última década por las acciones del Estado Mayor Central (EMC), la principal disidencia de las FARC, y de otros grupos armados ilegales.Y Guapi no es una excepción. La alcaldesa de este pueblo, Ana Milena Grueso, simplemente asiente: "Sí, sí hay grupos armados en la zona".Hace apenas un mes, la estación de Policía, que hace esquina en la plaza principal, fue atacada con explosivos que provocaron la muerte de dos de los atacantes, hirieron a un policía y causaron daños materiales aún visibles en las construcciones aledañas, incluida la iglesia donde se celebró el concierto."Tenemos este estigma (de la violencia). Desde hace aproximadamente 20 años por la presencia de cultivos de uso ilícito, el orden público se alteró", explica la alcaldesa.Poco a poco han ido "recuperando la confianza", pero cada tanto gente de caseríos cercanos al pueblo es desplazada por el conflicto y la población, que vive envuelta en el ruido de la música permanente que hay en las calles y casas, baja la voz cuando se le pregunta sobre el tema.Se escudan en la música y en sus raíces y hablan de "resilencia y resistencia"; a cada tanto esperan la visita de grupos como Remanso Pacífico que les recuerda el "mensaje de reconciliación y de amor" al que quieren aferrarse.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Miradas es un colectivo de fotógrafos colombianos conformado por excombatientes, artistas y gestores culturales, que realiza talleres de fotografía documental para promover la construcción de la memoria histórica del proceso de paz en Colombia y retratar la vida en las comunidades de las regiones más afectadas por el conflicto armado.Desde que en 2016 alrededor de 13.000 insurgentes de las FARC firmaran la paz con el Estado colombiano, más de 400 han sido asesinados, "Miradas nos ha permitido denunciar y contar esa realidad que están viviendo los firmantes, pero a la par también contamos esa lucha en el territorio", dice Sugey Taborda, fotógrafa del Colectivo.Las fotografías retratan el dolor, pero a la vez muestran que "acá hay vida [...], y día a día los territorios apuestan por construir un país en paz", asegura Taborda.Gina Parra, gestora cultural de 'Miradas', explica que eligieron el nombre 'La Paz es el Camino' para la muestra porque "es el camino que escogió Colombia después de mucho insistir" y cree que "es uno de los países más perseverantes y que más ha insistido para encontrar la paz y continúa insistiendo después de este acuerdo final con las FARC".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí Contar la paz desde la fotografía"Las personas que estuvimos en las FARC cuando cogimos las armas, no fue porque amáramos la guerra o nos gustara la guerra sino porque en ese momento creímos que esa era la alternativa que teníamos", recuerda Carmenza Castillo, fotógrafa y firmante del Acuerdo de paz, "pero realmente en las FARC hubo hombres y mujeres llenos de vida y que amábamos la lucha".Para el fotógrafo Marcos Guevara, es más sencillo retratar la guerra porque "termina siendo un espectáculo visual". En cambio "la paz es difícil contarla y narrarla a partir de lo visual"."Retratos de una mujer en la cocina o con su hijo hay miles y millones", afirma Guevara, "pero si conocemos la historia detrás de estas personas y lo que están haciendo para no apostarle a la guerra es donde esos retratos cobran una fuerza narrativa dentro de lo que podemos contar para la paz y lo que puede seguir contribuyendo esto para el país".La exposición fue mostrada en Colombia y actualmente está en una gira por Europa. En Bruselas (Bélgica) se inauguró una colección similar llamada 'Semillas de Paz', con 70 imágenes de fotógrafos colombianos. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Colectivo Miradas (@colectivomiradas)🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Tradicionalmente cada comunidad ribereña se junta para armar estos altares navegantes, que al caer la noche del 7 de diciembre bajan a la Inmaculada Concepción, patrona del pueblo, hasta Guapi, mientras que sus luces, unos cocos centelleantes y decenas de lanchas incendian el río en una impresionante procesión.El sonido lo ponen los arrullos del Pacífico, las voces, las notas de la marimba y los tambores, herederas de la tradición africana, pero también los fuegos artificiales, los gritos y los aplausos que ayudan a elegir la más bella, la ganadora del concurso.Pero este año, solo dos comunidades, Temuey y Chamón, han participado. La violencia y la presencia de grupos armados ha provocado el desplazamiento forzado de algunas comunidades y otras no se atreven a salir."Se siente el miedo"Casi nadie quiere hablar, pero cuando se pregunta por qué solo hay dos balsadas, susurran: orden público.José Dolores Montaño, líder y jefe de la balsada de Temuey, por un lado se alegra, este año tendrán menos competencia, pero luego lamenta: "Esperemos que en esta comunidad no desaparezca porque estamos muy amañaditos (acostumbrados)".💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"El año pasado no teníamos miedo, pero ahora sí se siente", dice Montaño. Normalmente bajan a las ocho de la noche, pero este año tuvieron que salir a las 6:30 "por cuestiones de seguridad" para entregar la virgen a las ocho y devolverse temprano."No es aconsejable estar allá porque uno no sabe, mejor entregar a la gente sana y salva de vuelta a la comunidad", dice.Guapi, como muchos pueblos del departamento del Cauca, sufre con la violencia. Su tierra es un corredor para actividades ilícitas y sus montañas un escondite natural para grupos armados.Este año, las disidencias de las FARC se han cebado con el Cauca con arremetidas contra las fuerzas de seguridad que ha dejado decenas de víctimas. En Guapi, hace apenas un mes hombres armados atacaron con disparos de fusil y explosivos la estación de policía que hace esquina en la plaza principal.Dos atacantes murieron, dos policías quedaron heridos y hubo daños en varias casas y en parte de la iglesia.Por eso desde el propio Guapi este año no sale ninguna balsada: "decidieron no hacerla para, con esos recursos que se gastaban en la balsada, contribuir a la reparación de los daños a la iglesia", explica la alcaldesa Milena Grueso.La tradición de las balsadasLos habitantes de Guapi se resisten a que la violencia acabe sus tradiciones; a que cese la música, el currulao (ritmo típico del Pacífico) que les pone la piel a vibrar, como explica Jaime Alberto Vásquez, el coordinador de la otra balsada."Es nuestra identidad, es parte de nuestras costumbres, es parte de nuestras raíces. Esta costumbre nos reivindica con nuestros ancestros, con nuestros antepasados", asegura.Guapi es uno de los múltiples corazones que tiene el Pacífico colombiano. Aislado por tierra por la impenetrable selva, los ríos y su proximidad al mar son el centro de la vida, y por ello también de sus tradiciones.Y las balsadas guapireñas son su principal actividad. En las aldeas se juntan y mientras los hombres atan las dos canoas y construyen el soporte que hace de altar, las mujeres cortan la palma y arman los ramos decorativos, tareas en las que hasta los niños participan."Consideramos que esta tradición viene desde África, donde se hacían estos ritos que traían a la virgen o a su santo de devoción por el río para que nos proteja, que libre al municipio de todo mal. Por eso la virgen que tenemos ahí está mirando hacia el río como nuestra protectora y que nos cubra con su manto", explica la alcaldesa.Es la fiesta mayor del pueblo y en las calles no se siente la inseguridad ni el temor; corre el viche (bebida tradicional a base de caña de azúcar) y la gente se mueve de lado a lado 'arrullada' por la música que no cesa hasta el amanecer."No podemos dejar caer la tradición. Yo siempre digo uno no está metido en nada, no está metido con nadie, entonces por qué va a dejar de hacer las cosas", dice orgulloso Dolores Montaño.Este 7 de diciembre se volvieron temprano y les tocó acortar la fiesta, pero en el centro del pueblo hubo quien se encargó de celebrar por aquellos a quienes la violencia no les ha dejado salir.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Como resultado del proceso de Formación en Cine Comunitario, una estrategia de la Dirección de Audiovisuales, Cine y Medios Interactivos del Ministerio de las Culturas, este sábado, 30 de noviembre, se estrenará el cortometraje documental Las locas decían la verdad, en el auditorio del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, a las 4:00 de la tarde.La producción audiovisual captura la fuerza de las madres de falsos positivos de Soacha y Bogotá, como un homenaje a su valentía y lucha incansable por la justicia y la verdad. El objetivo de esta pieza es impulsar las garantías de no repetición y reparación simbólica a través del cine comunitario, con una perspectiva de cultura de paz, interculturalidad y defensa de derechos. El trabajo documental se realizó con alrededor de veinticinco personas, entre jóvenes, mujeres y madres víctimas del conflicto armado, gracias al trabajo articulado con la Fundación MAFAPO y el apoyo de la estrategia Cine al Campo del Centro para la Industria de la Comunicación Gráfica (CENIGRAF) y el Centro de Formación en Actividad Física y Cultura del SENA.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíEn el proceso también participaron Katherine Ramírez, cineasta de los colectivos Matisse Films y Soacha Conexión, la Escuela Popular Audiovisual de Soacha-EPA y el cineasta comunitario Jefferson Romero.Durante el evento, que hace parte de la conmemoración del octavo aniversario de la firma del Acuerdo de Paz, también habrá espacio para un panel de conversación con las madres de Soacha. Allí se discutirá acerca del cine como herramienta de transformación social y compartir sus experiencias durante el proceso de Formación en Cine Comunitario.La asistencia, tanto a la proyección como al panel, estará abierta al público de manera gratuita, con inscripción previa en este enlace. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Madres de Falsos Positivos (@mafapocolombia)🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Una fotografía en la entrada de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) retrata un cuerpo enterrado que no es el del joven que mataron víctima de una ejecución extrajudicial, porque lo desaparecieron y sus restos aún no ha sido encontrado, sino el de la madre que no se rinde en la búsqueda.El cuerpo es el de Jackeline Castillo, una de las madres de los 6.402 víctimas de ejecuciones por parte del Ejército de jóvenes inocentes, las ejecuciones extrajudiciales mal nombradas también como "falsos positivos", y el de otras madres de Soacha, del grupo que comenzó la búsqueda de justicia por este crimen atroz del conflicto armado colombiano.Las fotografías forman parte de la exposición "Mujeres con las botas bien puestas", que estará en la JEP hasta febrero y donde precisamente las botas de goma, pintadas, coloreadas, con nombres y flores, son las protagonistas, como símbolo de resistencia, pero también de recuerdo por cada familiar.Las botas como resistenciaLas botas de goma era lo que les ponía el Ejército a los jóvenes después de asesinarlos para hacerlos pasar por guerrilleros, en este oscuro episodio de las fuerzas armadas colombianas que la JEP ha denominado "patrón macrocriminal", pues tanto altos mandos como soldados rasos estaban compinchados con paramilitares para obtener beneficios si mostraban resultados.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí"Cada bota de estas significa uno de estos jóvenes que fueron asesinados", explicó este jueves en un acto simbólico en la JEP Castillo.La exposición surge "desde la reivindicación de la memoria" y como uno de los procesos de sanación que está implícita en la justicia transicional.Las mismas botas con las que enterraron los cuerpos de sus hijos en cunetas por todo el país, que aún no han sido excavadas, son las que llevan las madres para buscarlos, ante un Estado que las dejó de lado y que les decía una y otra vez que nunca existieron esos tales "falsos positivos" y que ese crimen de Estado nunca existió.Con los años, el país y el mundo ha ido dándoles la razón y reconociendo la injusticia de este crimen de guerra, aunque aún muchos siguen sin admitirlo.Los nombres de las víctimasLa JEP, que lo juzga en el macrocaso 03, ha cifrado en 6.402 las víctimas de ejecuciones extrajucidiales y en el acto de hoy se han leído por primera vez los nombres de 1.934 víctimas."Hoy todos y todas, leeremos los nombres de las 1.934 víctimas, este listado es el resultado de un arduo trabajo de alta contrastación judicial, recordaremos la memoria de las demás víctimas a medida que avancen las labores de contrastación", explicó el presidente de la JEP, Alejandro Ramelli.En su intervención, el presidente de la Jurisdicción aseguró: "Los nombraremos para dignificarlos, honrar su memoria y hacer lo que esté en nuestras manos para que esta tragedia nacional jamás se repita". pic.twitter.com/sW4JyF0JCq— Jurisdicción Especial para la Paz (@JEP_Colombia) November 28, 2024 Castillo, emocionada, ha reconocido que cada uno de estos nombres es como un puñal que se clava en su corazón, pero aseguró que está decepcionada porque sigan teniendo que ser ellas en las que recaiga el peso."Siento que nuestros familiares no son un objeto, no los estamos comercializando, no están a la venta. No tendríamos por qué exponer públicamente los nombres de nuestros familiares", dijo esta madre.Y continuó: "No hay derecho. ¿Por qué no pedimos como sociedad que se publiquen los nombres de los militares que estuvieron involucrados en las muertes de nuestros familiares? Que son más de 4.500 militares que están siendo investigados, que ellos sí merecerían estar en ese escarnio público".Por el momento, la JEP ha imputado a 106 máximos responsables del Ejército de estos crímenes, de los cuales 85 han reconocido su responsabilidad. Entre ellos, hay dos generales retirados y seis excoroneles.La exposición cuenta ya con 200 botas intervenidas de forma artística, pero esperan recibir muchas más para llegar a 6.402 que compongan la memoria de los jóvenes asesinados.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El 'arropamiento' es una técnica en la que, utilizando tejidos de grandes dimensiones, se cubre la fachada de edificios a modo de acción política y simbólica.En este caso se han usado telas confeccionadas por mujeres supervivientes del conflicto armado en Colombia, que también han formado parte de otras acciones de arropamiento de edificios emblemáticos, como el Palacio de Justicia o el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, en homenaje a las víctimas.No sólo en Colombia se han hecho populares estos 'arropamientos'. Recientemente, este 2024, cientos de artistas, trabajadores culturales y activistas cubrieron con una colcha gigante las escaleras del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York para exigir un alto el fuego en la guerra de Gaza y que el museo se comprometa a preservar el patrimonio cultural palestino.El arropamiento del edificio sede de Antartika Kultur Containerun en Pamplona es el primero que realiza la Unión de Costureros fuera de América Latina.Un collage de mujeres que han sufrido la violenciaLa lona desplegada es un collage de retales, telas y bordados que ha sido entretejida de forma colectiva por diferentes mujeres que han sido invisibilizadas y han sufrido la violencia en sus múltiples formas: violencias machistas, políticas, sociales y económicas.Enmarcada dentro de las acciones en torno al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esta intervención forma parte del proyecto artístico Hilvanario, que se muestra en la exposición colectiva de arte textil Evocar, Convocar.La exposición reúne obras de once mujeres artistas, artesanas y activistas —de España, Colombia, Chile y Palestina, entre otros países— que usan la fuerza del textil y el tejido como forma de resistencia y esperanza frente a las violencias que se ejercen contra las mujeres en todo el mundo.💬 Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquíDestaca el trabajo de la colombiana Ana Milena, que trabaja con bordado tradicional y calados especialmente vinculados a las comunidades tradicionales e indígenas de Cartago (una técnica recuperada de tiempos coloniales).La también colombiana Vanesa Nieto, recientemente galardonada con el primer premio de la Bienal Fuga Colombia y Artbo Bogotá por su proyecto Murmurar, también forma parte de la exposición.Artistas españolas, chilenas y palestinasLes acompañan otras creadoras, como la española María Jiménez, que explora el mundo de los tejidos del País Vasco y la vinculación con los procesos de brujería, o Natalia Alzate, artista y activista bogotana afincada en España, que trabaja la intervención textil del bordado sobre fotografía antigua para destacar y subrayar la presencia de las mujeres anónimas y a la vez reconocidas.A ellas se unen obras especialmente simbólicas, como el trabajo de las arpilleras chilenas que durante la dictadura de Augusto Pinochet comenzaron a tejer las propias ropas de sus familiares y compañeros desaparecidos y represaliados y se convirtieron en auténticas obras testimoniales de la violencia y en artefactos para burlar la censura.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Una escuela perforada por disparos, una cancha marcada por la muerte de los líderes comunitarios, una casa que no volverá a ver a su guardia indígena y una calle donde los habitantes resistieron para evitar que un grupo armado se llevara a sus jóvenes. Estas son solo algunas de las escenas capturadas por Fernanda Pineda, fotógrafa y documentalista, durante su visita a las comunidades afrodescendientes de Chachajo y Mojaudó, y al poblado indígena de Puesto Indio, en Alto Baudó (Chocó). Invitada por Médicos Sin Fronteras (MSF), Pineda registró la vida de estas comunidades que viven bajo el confinamiento impuesto por el conflicto armado y la ausencia del Estado en esta región del Pacífico colombiano.De ese trabajo surgió "Riografías del Baudó: ¿Cómo se cura un territorio herido?", una exposición fotográfica que retrata la profunda crisis humanitaria en Alto Baudó, una subregión duramente afectada por la violencia y la falta de presencia institucional. MSF, que ha trabajado en la zona durante tres años, acompañó el proyecto. Tras su exhibición en ARTBO, la muestra se podrá ver en el Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá (Cl. 11 #5-60) del 15 al 21 de octubre, con entrada libre y disponible de 8:00 a.m. a 6:00 p.m.La exposición está compuesta por 25 fotografías que narran las historias de mujeres curanderas, yerbateras y parteras, quienes no solo identificaron los lugares heridos por el conflicto, sino que también los sanaron simbólicamente a través de suturas y remedios tradicionales. Nancy Guerrero Castillo, directora de MSF para Sudamérica, enfatiza que "este proyecto refleja un esfuerzo conjunto entre la comunidad, nuestra organización y la fotógrafa Fernanda Pineda para visibilizar una crisis humanitaria que ha recibido poca atención".Un proceso de sanación colectivaEl proyecto inició con un taller de fotografía impartido por Pineda al equipo de involucramiento intercultural de Médicos sin Fronteras (MSF), compuesto en su mayoría por mujeres indígenas y afrodescendientes. Este equipo actúa como un puente entre las culturas locales y la asistencia sanitaria brindada por Médicos sin Fronteras. Durante los encuentros, se acordó que las fotografías no solo mostrarían las heridas del conflicto, sino también las prácticas tradicionales que las comunidades emplean para sanar.Pineda, acompañada por las integrantes del equipo de MSF Yazury Dumaza, Angélica Rojo, Malory Mogollón y Leslie Valencia, recorrió el río Baudó para llegar a las comunidades de Chachajo, Mojaudó y Puesto Indio. En estos lugares, donde las mujeres tienen un rol crucial por su conocimiento ancestral de las plantas, se realizó un ejercicio de reconocimiento y sanación de los territorios afectados por la guerra.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Siete mujeres de estas comunidades señalaron los lugares más marcados por la violencia y, utilizando suturas, remedios y flores, los sanaron simbólicamente. El resultado es una obra colaborativa que combina material simbólico —fotografías de territorios heridos curados por las sabedoras— con testimonios literales de líderes y sobrevivientes, que hablan sobre cómo el miedo y la vulnerabilidad persisten ante la falta de respuestas efectivas de las instituciones.La fotógrafa Pineda reflexiona: "Queremos sensibilizar a la sociedad colombiana para que vea estos territorios no solo a través de la dureza y el sufrimiento, sino también desde su riqueza cultural y el vasto conocimiento de estas mujeres, que desean ser reconocidas por algo más que el dolor y la injusticia".Las cicatrices del conflictoLas comunidades afrodescendientes e indígenas de Alto Baudó han sufrido las graves consecuencias del conflicto armado y la falta de presencia estatal. El acceso a servicios básicos como salud, educación y agua potable es limitado, y la inseguridad alimentaria es constante debido a la presencia de actores armados y explosivos en las zonas de cultivo. Estas condiciones afectan gravemente tanto la salud física como la mental de sus habitantes.Según la Defensoría del Pueblo, en 2023, Chocó fue el departamento con más casos de confinamiento forzado, con 124 eventos que afectaron a más de 40,000 personas. Además, fue el segundo departamento en desplazamientos masivos, con 19 de los 154 ocurridos en todo el país. Alto Baudó fue el segundo municipio más afectado de la región, con más de 5,700 víctimas registradas.El aislamiento de estas comunidades, cuya principal vía de comunicación es el río Baudó, hace que los costos de transporte sean inalcanzables para muchas familias, dejándolas desconectadas de servicios básicos, incluidas las atenciones médicas más esenciales.Es crucial que el Estado colombiano, con el apoyo de organizaciones nacionales e internacionales, trabaje para cerrar estas brechas y garantizar el acceso a salud y servicios básicos para todas las comunidades. La vulnerabilidad constante de las comunidades afrodescendientes e indígenas del Chocó no puede ser normalizada.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.