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Sara Facio y María Elena Walsh: una historia de amor entre poesía y fotos

La fotógrafa Sara Facio y la escritora María Elena Walsh vivieron un amor incondicional en medio del boom cultural en Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Le contamos la historia.

Sara Facio y MEW
Sara Facio y María Elena Walsh vivieron juntas treinta años.
Archivo de la Fundación Walsh Facio.

Según la historia, María Elena Walsh y Sara Facio se conocieron en Francia en 1955, sin embargo, todo comenzó en la década del 70 cuando estaba en auge la fotografía de autor y Facio era conocida como una de las fotógrafas más importantes de Argentina.

Walsh escribía poesía y canciones infantiles con una sensibilidad que ablandaba cualquier corazón, compuso algunas rondas muy reconocidas como Manuelita la tortuga y El show de Perro Salchicha , que aún se canta por el internet. Publicó su primer poemario, Otoño Imperdonable , cuando tenía 17 años, en él escribió: “Piénsame como en la fotografía: /con mi perfil rondando tu apellido. /Brizna desmemoriada que ha crecido /al lado de tu voz, amiga mía”. Esto como un presagio, casi como una profecía para lo que sería su historia con Sara Facio.

Facio fue una de las fotógrafas de autor más importantes del continente, junto a su socia Alicia D'Amico retrataron la sociedad porteña y a las figuras de la cultura en Argentina. Dentro de sus fotografías más conocidas están los retratos que le hizo a Alejandra Pizarnik en su casa o la icónica foto de Julio Cortázar con el cigarrillo en la boca.

Mientras Sara Facio retrataba a Jorge Luis Borges, a Mercedes Sosa y a Octavio Paz también hacía un archivo de retratos de Maria Elena Walsh. Le tomaba fotos al lado del mar, en el parque, montada en bicicleta y le hacía retratos en primer plano para ver sus ojos claros que parecían olas azules picadas por la tempestad.

MEW
María Elena Walsh en Pasteur, año 1971, durante la filmación de "Juguemos en el mundo".
(Foto: Sara Facio).

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En las memorias de Walsh, Fantasmas en el parque , Sara aparece como la compañera incondicional, aquella que prepara la comida, lee junto a ella, va de visita y permanece en cada rincón de la casa como una muestra de amor.

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“Sara no tiene nada de hermana. Es mi gran amor que no se desgasta, sino que se convierte en perfecta compañía. A veces la obligué a oficiar de madre, pero no por mi voluntad sino por algunos percances que atravesé, de los que otra persona hubiera huido, incluida yo. Pero ella se convirtió en santa Sarita”, escribe Walsh en sus memorias.

Walsh y Facio vivieron juntas treinta años, décadas que llenaron de fotos y poemas, de recuerdos en las mentes de sus amigos y de una ternura incondicional sin miedo a la sociedad cruel que juzgaba cualquier acto de amor libre.

En el cumpleaños número ochenta de Walsh, Sara escribió unas palabras que culminaron así: “Ella es más que una parte de mi vida. Todo en ella es poesía, hasta cuando habla es poesía, es de una ocurrencia sin parangón”.

María Elena le escribió este poema titulado “Entonces”:

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Cuando yo no te amaba todavía
-oh verdad del amor, quien lo creyera-
para mi sed no había ninguna preferencia verdadera.

 Ya no recuerdo el tiempo de la espera
con esa niebla en la memoria mía:
¿El mundo cómo era
cuando yo no te amaba todavía?

 Total belleza que el amor inventa
ahora que es tan pura su navidad,
para que yo la sienta.

Y sé que no era cierta la dulzura,
que nunca amanecía
cuando yo no te amaba todavía.

mew POR sARA fACIO
María Elena Walsh en New York, 1988.
Foto por Sara Facio.

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Sara Facio creó en el 2018 la Fundación María Elena Walsh que preserva los archivos y la memoria de la poeta, tras el fallecimiento de Facio en el mes de junio de este año, la fundación tomó el nombre de ambas, como una oda al amor.

La escritora y la fotógrafa, ambas unidas por una compañía incondicional, por el amor profundo de dos cómplices de la ternura que colorearon las fotos y adornaron las canciones que marcaron generaciones. Dos corazones que habitaron una casa llena de recuerdos pegados en las paredes, esas mismas que abrazaron el mundo singular de dos seres unidos en el deseo de amar sobre todas las cosas.

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