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Bogotá es una ciudad diversa. De ella forman parte los pueblos indígenas, afrocolombianos, palenqueros, raizales y rom, y es importante que (re)conozcamos sus aportes. Sin embargo, el racismo y la discriminación han invisibilizado la historia de estos pueblos. En la escuela aprendemos una historia colonial que glorifica a los conquistadores españoles, y que dice poco o nada sobre la cacica Gaitana, sobre Bochica y Bachué, sobre la existencia de pictogramas en Suacha —nombre original muisca—, que no han sido preservados debidamente, a pesar de su importancia.
Las narraciones de este libro tienen un valor profundo. Muestran las resistencias históricas de los pueblos indígenas, su fuerza, la profundidad de su palabra, cosas a las que ningún prólogo puede hacerles justicia. Plantean un llamado a pensarnos como sociedad, a escucharnos, a dialogar, a fortalecer la palabra, a tejer una sociedad distinta, a que Bacatá se reconozca diversa y lo ponga en práctica.
El llamado que hacen estos textos es entonces a recuperar la memoria y la verdad, que, sin las voces de los pueblos indígenas, del pueblo negro, afrocolombiano, raizal, palenquero y rom, sin las voces de las mujeres, de las y los campesinos, no será verdad completa.
El llamado desde la Comisión de la Verdad es a que la voz de los pueblos indígenas, la palabra de quienes han escrito estos textos, nos transforme y nos permita vernos al espejo con la imagen de la diversidad de nuestra nación, haciéndoles justicia a las mujeres y hombres indígenas y a sus luchas históricas.
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