"Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo", escribió alguna vez en un poema que abría con una frase de Albert Camus. María Mercedes Carranza, a pesar del miedo que se escondía tras los ojos serenos, tras el cuerpo que ama y al sol que viene tras el amanecer, en los cincuenta y ocho años que duró en la tierra, escribió una obra tan insondable y tan proporcional en su grandeza para nuestra historia, como precisamente el miedo que la invadía.
La poeta nació en Bogotá el 24 de 1945. Su formación intelectual provino desde muy joven bajo la vida de su padre, el poeta Eduardo Carranza quien obraba como embajador del país y de Elisa Mújica, su tía, en medio de las calles de Madrid y Paris. Al volver su familia a Colombia, estudiaría Filosofía y Letras en la Universidad de Los Andes. A partir de allí, empezaría una carrera que se extendería por todos los ámbitos culturales.
Miradme: en mí habita el miedo. / Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo. / El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá y he de verlo, cuando atardece porque puede no salir mañana. / Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba, ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo. /
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Carranza trabajó en los medios El Siglo de Bogotá y El Pueblo de Cali, en publicaciones culturales como Vanguardia y la popular revista Estravagario. Colaboró con distintos medios nacionales del país y dentro de su legado destaca al ser la fundadora y primera directora de la Casa de Poesía Silva y ser miembro de la Asamblea Nacional Constituyente en 1991.
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Pero, por supuesto, su figura es la cabeza visible que el tiempo denominaría como "Generación desencantada". Una serie de poetas posteriores al nadaísmo, que surgió en la década de los 70 de la que hicieron parte José Manuel Arango, Juan Gustavo Cobo Borda, Darío Jaramillo Agudelo, Mario Rivero, entre otros; donde parafraseando a la mismísima poeta (quién escribió sobre la poesía de su generación en la Revista Iberoamericana en 1984), se acerco al lenguaje de los medios masivos que empezaban a coger fuerza, la realidad de las ciudades y lo urbano, el escepticismo radical que se extendía desde lo político hasta el ejercicio estético de la escritura y la reivindicación de lo cotidiano.
María Mercedes escarbó el enigma de la existencia para descubrir un borde que ha consumido tantas vidas: la inevitable certeza de que la poesía no da respuestas, más bien, las agiganta. Su obra, por supuesto, también es una aproximación histórica, que da testimonio de una violencia que carcomió el país y trazó con cientos de muertos nuestro destino en una guerra interminable.
Es, a su vez, el paradigma de ser una de las voces más genuinas y magistrales de la literatura colombiana, siendo una mujer en Latinoamérica en el siglo XX. Su obra quedaría registrada en los libros Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983), Carranza por Carranza (1985) sobre su padre Eduardo Carranza, tesis de la cuál se gradúo de su carrera de Filosofía y Letras en 1978, Maneras de desamor (1993), Hola, soledad (1987) y El canto de las moscas (1997). Su trabajo también es un regalo al que podemos recurrir cuando tengamos miedo o cuando queramos simplemente leer y sentir las entrañas de la poesía que a veinte años de su partida persiste más vigente que nunca.
Un pájaro / negro husmea / las sobras de / la vida. / Puede ser Dios / o el asesino: / da lo mismo ya.
Recuerde conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.