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Lea un adelanto exclusivo de 'Cuento cuentos desde el vientre de mi madre', de Jairo Aníbal Niño

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025 compartimos un adelanto exclusivo para la HJCK de 'Cuento cuentos desde el vientre de mi madre', de Jairo Aníbal Niño, publicado por la Editorial Isla de Libros. Este libro se configura como un soliloquio del fallecido escritor colombiano en el que reflexiona sobre la literatura, la familia, los viajes, la política, Colombia y Latinoamérica y la infancia, entre otros temas.

Lea un adelanto exclusivo de 'Cuento cuentos desde el vientre de mi madre', de Jairo Aníbal Niño
El escritor Jairo Aníbal Niño escribió poemas, cuentos y obras de teatro, entre los que se destacan 'El jardín de las ilusiones', 'Zoro' y 'La alegría de querer'.
Fotografía: Abel E. Cárdenas O

Cuentos desde el vientre de mi madre

Yo cuento cuentos desde el vientre de mi madre, tengo la fortuna —fortuna que comparto con muchos niños— de recordar cómo son las mamás por dentro. ¡Yo recuerdo cómo era mi mamá por dentro! …y las mamás por dentro —todos lo saben aunque muchos lo olvidan— son como el cosmos. Quizás la imagen que se podría acercar con mayor precisión a ese interior maravilloso son las magníficas fotos que la nasa ha tomado del espacio estelar. Porque las mamás por dentro son así: tienen estrellas, tienen luceros, tienen planetas. Y claro, cuando uno está adentro se para en sus patitas, así no estén conformadas, ¡ojo!, pero allí están como los cuentos. Uno mira hacia las teticas de la mamá y ve la vía láctea, como la de nuestro sistema solar.

Pues yo empecé a contar cuentos en un momento en el que mi mamá estaba mirando hacia la noche pensando en mi padre ausente. Y era tanto el amor, que el corazón de ella se prendió —porque los corazones son como los bombillos: se prenden y se apagan en diferentes ocasiones—. Entonces se prendió el bombillo, porque naturalmente nada da más intensidad al corazón que el amor. Y al prenderse el bombillo de mi mamá fue tan intensa la relación de ella con la ausencia de mi padre y con la presencia del amor —porque cuando hay amor no hay ausencia, la ausencia es una ficción—, que salió del corazón como una gaviotica.

Yo no sabía todavía lo que eran las gaviotas, por supuesto, pero sospeché que era algo parecido a lo que más tarde descubriría en la orilla del mar. Y esa gaviotica comenzó a revolotear por el interior de mi mamá: se paraba en una costilla, se bajaba por el pulmón izquierdo, subía por el pulmón derecho. Hasta que al final se posó en la parte superior del cuerpo de mi madre y ahí a mí me parecía que cantaba. Porque yo sí sabía qué era el canto, porque desde adentro uno oye lo que ocurre afuera, a pesar de que muchos pretenden olvidarlo.

Y de pronto desapareció. Desapareció cuando mi madre cerró la ventana, regresó al interior de la casa y dejó por fuera el recuerdo de mi padre, y dejó por fuera también, la fuerza que le permitía a su corazón producir gaviotas.

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¡Y claro! Por primera vez en mi vida también lloré, no sabía lo que era el llanto, pero se me había ido la gaviota y lloré.

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En América Latina somos valerosos desde el vientre materno. Hay una virtud, tenemos muchas. Yo no caigo en la trampa de la apología a la miseria, porque eso no es cierto. El continente más rico del mundo es la América Latina. Somos valerosos desde el vientre materno y ese valor es una presencia de construcción, de amor. Y el valor me permitió resolver la situación en el sentido de convocar la presencia y convoqué otra vez a la gaviota. ¡Y apareció! Claro, al principio era tímida. Se asomaba, se iba, se asomaba, se iba. Y uno aprende rápidamente… Aprendí que mientras más abría mis manitas y mientras más pensaba en historias, ella se quedaba. Hasta que de manera maravillosa logré que se quedara porque inventé un cuento.

Y cuando inventé el cuento, la gaviota se quedó y mi mamá se echó a reír. Cuando uno está por dentro de la mamá, la risa de la mamá es como una lluvia amorosa de ternura. Uno se siente muy bien. Las mamás lo saben, las mamás deberían reír con frecuencia. Porque uno adentro decide cómo es afuera. Fue una complicidad entre ella y yo. Porque ella sabía, las mamás siempre saben qué es lo que está pasando por dentro, así ellas no lo digan porque corren mucho riesgo de que las califiquen de locas o de cursis o yo no sé qué otro calificativo puede surgir por ahí. Así que fue un pacto: yo inventaba cuentos y ella se reía. Y mamá empezó a mirar el mundo también a través de los ojos de los cuentos. Es decir, ella sintió la necesidad de mirar la lluvia, por ejemplo, y yo a través de los ojos de ella, la aprehendía. Y miraba la luna y a través de los ojos de ella la vi por primera vez. Así empezó a mirar y a acariciar los animales y los niños y la poesía. Cantaba la poesía… porque intuitivamente sabía que la poesía es una música. Y la poesía es todo, ¿no?

Por eso los ingleses en eso no se equivocan —en muchas otras cosas sí—. A mí no me gustan mucho, me gustan más los irlandeses y los escoceses. Pero en eso no se equivocaron, cuando dijeron que Shakespeare es el poeta, no el dramaturgo, porque la trampa de los géneros y toda esa arquitectura horrible de la academia vendría después. Nadie se inventó un discurso extraliterario cuando Homero cantaba sus cosas en las tabernas y se emborrachaba con la gente y aparecía otra vez la imagen de Aquiles y de Helena y de Paris… eso estaba ligado a la vida no a la especulación. Así que ese fue el comienzo.

Y claro, cuando salí a la luz, pues fue una fiesta… Yo amo la vida. Estoy del lado del amor y no de la muerte. Y lo digo en este país que parece agobiado por el horror y la sangre y la muerte. Pero no es completamente cierto, es decir, existe el horror, pero existe el amor. Y yo que recorro este país, todo el tiempo, descubro que esas fuerzas son las que nos salvan. Hay una parte de la realidad que no nos han dejado ver, por intereses políticos y económicos y de todo tipo. Porque es que desgraciadamente, el horror es rentable. El horror se convierte en una mercancía y en un elemento político de dominación, eso ya el doctor Goebbels lo llevó hasta sus últimas consecuencias. Los políticos —¡que detesto!— no saben, no sabrían qué hacer con el amor, porque el amor no se puede manipular. El amor es libertad, el amor es asombro. El amor no es respuestas sino preguntas. Entonces ellos no pueden manipular eso. Y la otra parte de la vida está ahí, terca y presente, pero no nos la dejan ver y los poetas tienen que abrir esa puerta para que se pueda ver.

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