De la estirpe de las amazonas es la nueva publicación de la escritora Esther Peñas en el que repasa el mito de las guerreras que tanto sacudió el imaginario griego y toma los caminos imprevistos para relacionarlas con el actual discurso de género y mostrarlas a la luz del feminismo moderno. Además, con el texto, la autora pretende inaugurar espacios nuevos para repensar el tema (hablando incluso de asuntos como el cáncer de seno y la mastectomía) y subraya lo fascinante del mito: las amazonas, hijas de Ares, hábiles jinetes, eran bellas pero crueles y belicosas.
La idea de Peñas para hacer este texto surgió a partir de Elisabet Riera, la editora de Wunderkammer, que la animó a escribir lo que tenía en mente y a decidir este formato que hace un guiño entre el ensayo y la literatura. Sus principales fuentes son Realidad y leyenda de las amazonas , publicado por Carlos Alonso del Leal en 1967, hasta las investigaciones de Adrienne Mayor esbozadas en Las amazonas, guerreras del mundo antiguo y publicadas en 2017. De hecho, es de Mayor de quien toma la idea de defender la realidad histórica de las amazonas, rastreando la presencia de mujeres guerreras en pueblos nómadas de la antigüedad, sobre las que se forjó el mito.
Contrario a estas investigaciones, el escritor William Blake Tyrrell sugiere en Las amazonas , publicado en 1989, que sin negar la existencia de estas mujeres como guerreras auténticas, las amazonas son estrictamente imaginarias y una emanación de la mente masculina griega como personaje que representaba la para ellos peligrosa inversión de los papeles tradicionales de la mujer. Para Peñas, lo de menos es la comprobación de su existencia; por el contrario, al incorporar el tema de género y la perspectiva feminista como un aporte original, permite un abordaje más moderno.
Ahora, en cuanto a lo de la amputación del seno, hay mucha fantasía que se escapa a que estas mutilaciones fueran reales. Hipócrates, por ejemplo, escribía en sus textos que estas mujeres lo quemaban con una plancha. Sin embargo, la volumetría femenina nunca fue un obstáculo para lanzar la jabalina o el arco. Un ejemplo de ello es Artemisa quien siempre conservó ambos senos.
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Llamadas en el mundo antiguo como las aliadas de los centauros y las más mortales enemigas de los persas, las amazonas habitaron desde entonces los confines del mundo, en Temiscira, su capital. Pero alrededor de ello hay muchas versiones. La tradición clásica habla que Thalestris fue amante de Alejandro Magno, que Hypsicratea fue la concubina y esposa del rey Mitríades. Además, el historiador Apiano relata que el general Décimo Junio Bruto luchó en el 136 a.C. contra mujeres armadas, que combatieron y murieron valerosamente en la localidad de Braga.
En otros textos, Heródoto las calificó de andróctonas, “matadoras de hombres”, y Homero en la Ilíada, donde aparecen mencionadas por primera vez, de antianiras , “las que luchan como varones” (en el bando troyano). Célibes y ardorosas (no se casaban, pero podían mantener relaciones intensas, aunque también castrar a sus hombres), valientes, fieras e indómitas, inveteradas cazadoras consagradas a la virginal Artemisa, caían, sin embargo, invariablemente, ante la espada del héroe de turno, o eran sometidas y raptadas por él: Hércules, Teseo, Aquiles o Belerofonte (o Tarzán).
Su predominancia en la literatura es recogida por autores como Heinrich von Kleist o Marguerite Yourcenar, hasta las guerreras negras del rey de Dahomey, las aviadoras de combate soviéticas, Mulan, Xena, la arquera Katniss de Juegos del hambre y Wonder Woman. De ello, en un capítulo de su libro, Peñas confiesa una debilidad por Natalie Barney, Gertrude Stein, Annie Winifred Ellerman Bryher, Audre Lorde o Valentine Penrose, a quienes denomina “poetisas amazónicas”.