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Cinco poemas para recordar a Eduardo Escobar

Compartimos cinco poemas para recordar la vida y obra del poeta, periodista, escritor y cofundador del Nadaísmo, Eduardo Escobar, quien falleció este 18 de marzo a los 80 años.

Cinco poemas para recordar a Eduardo Escobar
Eduardo Escobar fue uno de los fundadores del movimiento nadaísta en Colombia junto con el escritor Gonzalo Arango, el Nadaísmo era una puesta literaria en contra de las figuras establecidas de cultura, academia, literatura, entre otras.
Tomado de Facebook: @eduardo.escobar.poeta

Paisaje infinito

Debajo de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
tengo derecho a suponer el chisporroteo de un fogón encendido
Y detrás del fogón ha de haber una mujer que canta
O calla
Con un cucharón de madera en la mano derecha
revolviendo un cocido de papas y trozos de gallina y pizcas de cilantro
Y quizás lleva un delantal a cuadros azules
Y detrás de la mujer debe haber un niño
sentado en el suelo de tierra pensando en nada
Y detrás del niño ha de estar papá
Con su vozarrón callado y sus grandes zapatos quietos
Y su bigote de corsario
O como de manubrio de bicicleta
que le da un aspecto fiero
Y cómico a la vez
Y tierno
Y detrás de papá habrá un perro blanco
Y detrás del perro un gato colorado mordisqueándole la cola
Y detrás del gato una puerta abierta
Y un camino y una colina
Y una casa y una columna de humo

Y alguien que como yo
o tal vez mi contrario
contempla el paisaje circular a estas horas
se dice:
debajo de aquella columna de humo remoto
doblándose como un árbol bajo el peso oscuro del viento
he de suponer un fogón encendido y una mujer que canta
o que calla

El fin del mundo

Hoy soy feliz:
el sol se está apagando sobre el mundo
Todo va a terminar
La muerte es amarilla sobre el río
El universo será un puñado de sal para el mar
La luz se transformará en jabón para la cara
Los automóviles dormirán en las esquinas
y esperarán convertirse en garzas
Yo,
esperaré la invasión de las garzas
que vendrán a fabricar sus nidos
en el corazón de los semáforos
La ciudad de cemento será una caja de cartón,
Sola y empolvada
inmóvil
terminando en todas las calles
Adquiriendo la hediondez que se acumula en mis
Bolsillos
Pero yo soy feliz
irremediablemente,
mientras la luz es vieja.

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El tango de los hampones

Muchas veces quise ser bueno
Pero siempre me convencieron de la movida
de la bolsa o la vida
que es la moda del siglo que corre

Por eso me preocupo
de mantener mi billetera gorda
a cualquier precio
sin pararme en pelillos
Y del bien sacrosanto de mi panza
Desoigo los consejos de los pobres y los buenos

Hay que trampear si queremos sobrevivir
Tretas y artimañas convienen
Y es ventajoso mantener alguna carta oculta
Los discursos morales conducen a la ruina
Hay que ir armando también por el buen camino
El mundo se pone cada vez más difícil
Pregúntale a mi pistola

Entre el justo y el pecador
la diferencia está en el muerto
Y aunque no hay muerto malo
es preferible vivir y seguir en lo que estamos
mientras nos dejen
No hay que dejarse adelantar
El vencedor impone la moral
Las víctimas no cuentan
Se cuentan
Y se olvidan
Muchas veces quise ser bueno
Pero quién alimentaría a mi familia
Es mejor prevenir que lamentar
Y menos peligroso golpear primero
Por hacer el bien sin mirar a quién
muchos de cuyos nombres me olvidé
hallaron un mal fin
Es bueno y loable intentar ser honrado
Pero resulta un sinsentido
en este mundo corrompido

La virtud es hermosa no cabe duda
pero las virtudes del rico son evidentes
Y están bien respaldadas por los bancos
El que cuenta sus morlacos
dispone bien las partes del antiguo problema
sé lo bueno y lo malo
Hay que alejarse de la horrible pobreza

Hay que ser duros antes que demasiado puros
Golpea fuerte, y no lamentes tu suerte
Si no existieran el bien y el mal
La vida sería como pan con pan

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Únete a mi banda No te irá mal si eres leal
Y sobre todo
te cuidaremos de la policía
Es una porquería

Busqué a Dios...

Busqué a Dios con sinceridad y paciencia
En el directorio telefónico
En aguas mansas y turbias
Y en las precipitaciones de agua
Lo busqué en la ausencia de los que amamos
y en los desperfectos de nuestra mansedumbre
Me fui tras El por pequeñas ciudades
Busqué su fotografía cada mañana en los periódicos
Amé en la risa de las muchachas su risa
Y en la mirada de mi prójimo
Encontré muerte en todas partes
Pero buscar es lo que importa

Sacrificio

Hoy también como todas las santas noches
-maldita sea-
a las once en punto
después de la última campanada
del reloj de arpas
decapitaron en el segundo piso
a la misma mujer

y como siempre
ella lo soportó en un silencio digno y claro
obediente al ritual
emitiendo un pequeño gemido de corneja

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Como todas las noches a las once en punto
hoy
oí caer la cabeza de una mujer
con el mismo golpe amortiguado
que ya es costumbre
sin decir un sí es no es
sin protestar
sin hacer una tragedia de una liturgia necesaria
De un sacrificio inapelable
Aceptando el destino

Y yo apagué la luz de la lámpara de la mesa de noche
compadecido, pero también más tranquilo
Porque
no sé qué pasaría si algún día dejara de suceder

y perdonaran a esa mujer en el segundo piso
Y no cayera a las once en punto
su cabeza
como una bola de sebo
en un canasto
esparciendo aromas de glucosas quemadas

Mientras el eco del último toque de las once
disuelve el arpa del reloj de muro
y en algún patio del barrio recogido
aletea
victorioso
el mismo gallo

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el verdugo se aleja, cojea un poco del pie izquierdo
Y cuenta las monedas de sus honorarios
bien ganados
y musita una canción de negros
pensando en sus hijos

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