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“Zona de interés”, el dolor de la guerra que todavía nos acompaña

Se acerca la ceremonia de los Premios Óscar y en la HJCK le compartimos una reseña sobre “Zona de interés”, la historia que relata la vida de una familia alemana que vive del muro opuesto al campo de concentración de Auschwitz.

“Zona de interés”, el dolor de la guerra que todavía nos acompaña
La película de Jonathan Glazer compite en cinco categorías de la 96° edición de los Premios Óscar.

La celebración de un cumpleaños, una tarde de piscina y juegos en el jardín, recibir la visita de mamá o sentir la curiosidad de pintarse los labios con un nuevo labial. Lo que parece un día normal en una familia, actividades cotidianas, familiares e incluso inocentes, se convierten en escenas turbias que, a plena luz del día, son sombría. Así transcurre Zona de Interés, la película de Jonathan Glazer que compite en cinco categorías de la 96° edición de los Premios Óscar.

La película británica está inspirada en la novela homónima del escritor británico Martin Amis. En esta adaptación, el director de Reencarnación y Bajo la piel, narra la historia de Rudolf Hoss (Christian Friedel), comandante del campo de concentración y exterminio de Auschwitz, y su familia, conformada por su esposa Hedwig (Sandra Hüller) y sus cinco hijos, quienes viven junto al campo de concentración.

La madre de Hedwig llega a la casa de visita, orgullosa, la felicita por el amplio y hermoso jardín que hay en la parte trasera de la casa, se instala en un cuarto perfectamente ordenado y dispuesto para recibirla, pasa una ronda por la cocina y el comedor, le recuerda a su hija lo afortunada que es de tener una familia, esposos, hijos, casa. ¿Qué más podría pedir? En la noche, la mujer se asoma por la ventana, a lo lejos, fuego y algunos gritos; a lo lejos, dolor y el sonido de disparos. Al día siguiente ella se había marchado y solo una breve nota de despedida bastó para imaginarse el terror que ella sintió.

En una hora y 46 minutos nunca vemos a un alemán que no le dispara a nadie, ni sangre, ni guerra, ni el interior de Auschwitz, el mayor campo de exterminio construido por los nazis donde más de un millón de personas fueron asesinadas. Sin embargo, paralelos como el anterior, de tranquilidad y vida familiar, versus sonidos de armas, gritos lejanos, humo y cenizas son suficientes para transmitir el terror y la angustia que se vivió en los campos de concentración.

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Hoss, un hombre de familia, respetado por sus colegas, una mañana pasea con sus hijos por el río, están felices hasta que los residuos de los hornos de Auschwitz, los restos de cientos y cientos de judíos corren por las aguas del mismo río. Corren, huyen y llegan a ser bañados por las mujeres que trabajan en su casa, mujeres judías. Escenas frías, impecables y con un encuadre armónico, llenas de mensajes tácitos se repiten una y otra vez; cada una más desconcertante que la anterior.

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Solo un muro divide la vida familia del campo de Auschwitz, y en ese muro el plan de Hedwig es sembrar flores, las suficientes para que el muro un día se cubra y no tengan que verlo, como un velo, o mejor, un filtro que enmascare lo que no se quiere ver. El ruido y los sonidos de sufrimiento seguirán ahí.

A lo largo de la película vemos el desarrollo del carácter de Hoss, planeando como hacer “más eficientes” los campos de concentración, haciendo cuentas de la capacidad de los hornos, pensado cómo lograr que funcionen ininterrumpidamente, parco en todo momento. Incluso, en medio de una celebración, le confiesa por teléfono a Hedwig no fijarse en quiénes asistieron pues su mente y sus pensamientos solo estaban enfocados en lo difícil que sería exterminar a las personas en ese elegante recinto de techo alto.

La película fue nominada a cinco premios Óscar, entre ellos, a Mejor película, Mejor película extranjera, Mejor director, Mejor guion adaptado y Mejor sonido. Este último, a cargo de Johnnie Burn y Tarn Willers nos da grande momento y, al igual que Oppenheimer tiene silencios perfectos, aterradores. En este caso, silencios que se cruzan con las nubes de humo negro que siempre está presente, al fondo, a lo lejos de la casa familiar. Recientemente, la cinta producida por A24 fue ganadora de tres Premios BAFTA en las categorías de Mejor película en habla no inglesa, Mejor sonido y Mejor film británico.

Al final, una escena que es un viaje entre el pasado y el presente, Hoss bajando las escaleras del edificio donde planeaba la organización de los campos de concentración, mermado vomitando, nos muestra un paralelo más, el presente. Mujeres limpiando las ventanas del museo, en cada exposición cientos de zapatos, de sillas, restos de ropa, el edificio de planeación ahora convertido en museo para honrar la memoria de las víctimas.

¿Cómo no aturdirse con tantas muertes alrededor? ¿tanto se ha normalizado la guerra y la violencia? ¿vivimos en nuestra propia “zona de interés"?

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Hedwig probándose un abrigo, la escena del río, el invernadero, y cada rincón de la casa, enmarcado en la nube de humo suscitan preguntas, ¿a qué olía el aire? ¿cómo no aturdirse con gritos y disparos de sol a sol? ¿qué pensaban cada vez que veían por las ventanas hacia Auschwitz? ¿qué pasaba por la mente de los niños, hijos de los Hoss?

En este caso, donde en los últimos años nos hemos visto cercanos al dolor de la guerra, a través de internet, las noticias y redes sociales, por los conflictos en Ucrania, con la invasión Rusa; con el genocidio en Gaza, o con la violencia interna de Colombia que no cesa, las preguntas pueden ser muy similares. ¿Cómo no aturdirse con tantas muertes alrededor? ¿tanto se ha normalizado la guerra y la violencia? ¿vivimos en nuestra propia “zona de interés"?, como le llamaban los nazis a los terrenos que rodeaban los campos de concentración.

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