El "retrato de Juan de Pareja", que Velázquez pintó en 1650 durante un viaje a Roma, fue adquirido por el MET por 5,5 millones de dólares en 1971 y es, desde entonces, una de las obras maestras del museo, pero nunca hasta ahora se había exhibido junto al contexto necesario de su época, ni junto a las obras que el propio De Pareja pintó con su firma (dos de ellas prestadas por el Museo del Prado).
Ese retrato, que muestra a un hombre de mediana edad, de abundante cabello negro y barba, con una mano en el pecho, es exhibido aquí enfrente de otro retrato de Velázquez aún más famoso: el del papa Inocencio X, ya que se considera que ambas obras expresan lo mejor de Velázquez como retratista , con una capacidad sin par de captar la psicología del personaje.
En medio de los dos, la muestra contiene un documento único llegado desde los Archivos de Roma (la ciudad donde se firmó): es la carta de manumisión en la que Velázquez da la libertad a su siervo ("captivus") así como "a sus hijos y descendientes", aunque precisa que esa liberación será efectiva cuatro años después.
Las dos obras y el documento están datadas en 1650, cuando Velázquez estaba en el cénit de su fama y reconocimiento. Cuando el retrato de Juan de Pareja fue exhibido lo describieron así, tal y como recoge un testimonio de la época: "Era tan semejante, y con tanta viveza que, habiéndolo enviado con el mismo Pareja, á la censura de algunos amigos; se quedaban mirando el retrato pintado, y á el original con admiración y asombro".
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Una sociedad multiétnica
Vanessa K. Valdés, co-comisaria de la exposición "Juan de Pareja, pintor hispanoafricano" -que se podrá visitar del 3 de abril al 16 de julio-, explica a EFE que no hay certezas sobre los orígenes del pintor liberto, aparte de que también su padre se llamaba así -"posiblemente un apellido común"-, y que se supone que su madre era de origen morisco.
Nació en Antequera y creció en Sevilla, una ciudad multiétnica en la que la esclavitud no era extraña, dadas las constantes batallas con los turcos y otros emiratos norteafricanos en los que los prisioneros pasaban a ser esclavos que se vendían o se intercambiaban por otros.
Valdés subraya que la idea de la esclavitud entonces no debe entenderse como en el siglo XIX -los siervos en una plantación de algodón-, y a que un esclavo podía desarrollar una carrera profesional, como fue el caso de Juan de Pareja, que pasó veinte años en el estudio de Velázquez , donde adquirió una cierta posición, hasta el punto de ser elegido para acompañar al maestro en aquel viaje a Italia.
Por esa razón, la muestra recoge tanto pinturas de la época con otros personajes africanos -una obra de Murillo y otra de Zurbarán, contemporáneos de Velázquez-, y en otro apartado varias obras atribuidas a Velázquez que actualmente se considera fueron en gran medida obras colectivas de su taller, en la que la intervención de los ayudantes -Pareja entre otros- es probable, aunque no se pueda demostrar.
Uno de los mitos que la muestra quiere desterrar es que Pareja desarrollase su pintura "a escondidas" - circulaba una anécdota de que pintaba a hurtadillas en el reverso de lienzos desechados por Velázquez-, y precisamente muestra cómo su técnica se pulió al lado del maestro.
El pintor maduro
Aquel viaje a Roma fue para Pareja tan importante como para Velázquez: siendo Italia el epicentro del arte en el siglo XVII, Pareja tuvo, como ayudante de Velázquez, acceso a las mejores obras y los artistas más reconocidos de la época.
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A su regreso a Madrid, donde se encontraba la corte y donde medraban los pintores, Pareja desarrolló un arte de temática principalmente religiosa. No parece que tuviera ningún conflicto religioso como morisco, toda vez que -como recuerda Valdés- los descendientes de los moriscos hacían gala de una acendrada religiosidad católica para que nadie les recriminara por su impureza de sangre.
De las cuatro obras firmadas por el propio Pareja, llama la atención la de "La vocación de San Mateo", fechada en 1661: el pintor se autorretrató en el extremo izquierdo del cuadro, de cuerpo entero, con un papel en la mano donde aún puede leerse "Juan de Pareja Fecit". Probablemente en imitación a su antiguo dueño y maestro, que cinco años antes se había autorretratado en "Las Meninas".
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