En 2014, el presidente ruso, Vladímir Putin, proclamó que Odesa, junto con otras ciudades del sur y el este de Ucrania, pertenecían a "Novorossiya" ("Nueva Rusia"), sugiriendo que sus vínculos con el resto de Ucrania eran débiles o artificiales.
Pero cuando la ciudad afrontó el peligro real de caer bajo el control del invasor, en la primavera de 2022, se evidenció inequívocamente hacia dónde se orientaba su sentido de pertenencia.
"Hablar ruso no significa ser prorruso. Eso no nos impide ser patriotas ucranianos. ¿Cómo podemos tener sentimientos de identidad hacia Rusia cuando está destruyendo nuestra ciudad y matándonos?" , dijo Oleksandr, voluntario, mientras pasa del ruso a un perfecto, aunque un poco más lento, ucraniano.
En ningún lugar de Ucrania se ven tantas banderas ucranianas por la calle como en Odesa. Cuelgan de los edificios residenciales, están pintadas en sus paredes y portales y forman parte de la decoración de los cafés locales.
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"Fue una muestra espontánea de sentimientos por parte de la población local, artistas, servicios municipales y empresas, justo cuando las tropas y barcos rusos se acercaban a la ciudad", explica Oleksandr.
Es uno de los muchos ciudadanos que colaboran para juntar y entregar ayuda en el frente. Odesa es un importante centro de apoyo para otras ciudades golpeadas por la guerra, como Jersón.
El ejército, o más concretamente la resistencia ucraniana, está creando una nueva memoria colectiva, mientras que los recuerdos relacionados con Rusia van siendo descartados. "Fue aquí donde nació uno de los primeros y más potentes símbolos de la resistencia en esta guerra", explica Vladyslav Mykhailenko, gerente de la ONG "Ciudad Futura".
Se refiere a la desafiante negativa de los guardias fronterizos ucranianos en la diminuta Isla de la Serpiente a rendirse ante el buque de guerra ruso "Moskva" , con la frase "Buque de guerra ruso, vete a la mierda" que se hizo viral.
En el Museo de la Flota está colgada una gran pancarta de "Gracias", hecha con retratos de ciudadanos. Las ventanas del museo quedaron destrozadas por un reciente ataque con misiles y ahora están cubiertas con paneles de madera.
Otra bandera cuelga cerca de donde se erigía el monumento a la zarina Catalina II, hasta que fue retirado en respuesta a una petición popular.
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"La población se da cuenta ahora de que la ciudad no fue fundada en realidad por Rusia y sus entonces gobernantes. Es una ciudad europea, no rusa. Mire a su alrededor y verá la herencia de arquitectos franceses, italianos o rumanos por todas partes", explica Vladyslav.
El ucraniano, en alza
Aunque el ruso se sigue oyendo con más frecuencia, el uso del ucraniano ha aumentado masivamente. La ciudad es ahora más claramente bilingüe que antes de la invasión.
Para Anastasia Vynohodova, una abogada de Odesa, el ucraniano fue siempre su lengua materna, aunque también hablaba ruso en la vida cotidiana.
"Yo era un ejemplo típico de la influencia de la propaganda rusa", explicó en alusión al legado dejado por cientos de años de dominio de la lengua rusa, a expensas del ucraniano, implantado en tiempos del Imperio y luego por la Unión Soviética.
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La invasión rusa hizo que ella y dos amigos fundaran el club de conversación ucraniano "Liasy Tochat", donde practicar y lograr una mayor fluidez en un ambiente informal. Desde entonces, sus reuniones semanales han atraído a más de mil personas de distintas edades y procedencias.
El ucraniano está ganando terreno rápidamente en la comunicación pública y privada, asegura Anastasia. Cada ataque ruso no hace más que contribuir a ello.
"Hablar ucraniano es importante porque es una cuestión de identificación nacional. Va a llevar tiempo, ya que debería ser una decisión personal, no una coacción", argumenta.
"Pero espero que en Odesa se hable cada vez más ucraniano. Para que Rusia no pueda volver a decir que viene a liberarnos a nosotros, los 'rusoparlantes'" , subraya Anastasia. Le invitamos a conectarse con nuestra señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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