El renombrado Bassin des Lumières muestra en sus más de 14.000 metros cuadrados las obras de Salvador Dalí y Antoni Gaudí , que han sido digitalizadas y animadas por el creativo Gianfranco Iannuzzi y el equipo de Culturespaces.
“Dalí, el enigma sin fin” y “Gaudí, arquitecto de la imaginación” son las dos exhibiciones realizadas expresamente para este museo, el mayor centro de arte digital del mundo, que ya acogió en la anterior temporada una muestra sobre Joaquín Sorolla.
El objetivo de estas exposiciones, abiertas al público durante un año, es transformar el descubrimiento de la obra de grandes artistas en una experiencia para el visitante.
La música de Pink Floyd acompaña el universo de Dalí y parece darle un nuevo significado; los muros de la Sagrada Familia se erigen en las gigantescas paredes de cemento y se reflejan en el agua de la antigua base naval , convertida desde 2020 en el lugar más visitado de Burdeos, por delante de la Ciudad del Vino.
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En unos cuantos años, esta empresa francesa ha transformado en centro de arte digital una cantera de piedra en la Provenza, una fundición del siglo XIX en París o, en este caso, la base de Burdeos, una de las numerosas cicatrices de la Segunda Guerra Mundial que quedan en Francia. Se trata de un edificio de cemento de 235 metros de largo cuya construcción está íntimamente ligada a la historia de España. La base fue una de las cinco construidas por los nazis a partir de 1940 en el litoral atlántico francés, edificadas con mano de obra forzada.
De los 6.000 trabajadores que participaron en su levantamiento dos tercios eran refugiados españoles, exiliados por la guerra civil española y la represión franquista, en busca de una protección que se convirtió en tormento.
De refugiados a prisioneros
El Gobierno francés de Édouard Daladier encerró a los refugiados en campos de concentración y los puso a trabajar en las Compañías de Trabajadores Extranjeros , que funcionaban en la práctica como mano de obra forzada. Tras la ocupación, Francia puso a disposición de los alemanes a decenas de miles de españoles, enviados en trenes a las ciudades de Brest, Lorient, Saint-Nazaire, La Rochelle y Burdeos.
“En los años 2000 el edificio empezó a acoger actividades culturales efímeras, pero la ciudad de Burdeos buscaba un proyecto para este lugar indestructible, de cemento armado. Había que buscar una forma de recuperar el edificio e incluso darle un encanto, porque arrastra un pasado muy duro”, comenta a EFE el director del Bassin des Lumières, Hubert Vuatrin.
El lugar acogió 670.000 visitantes en 2022 y si bien los españoles son los turistas extranjeros más representados, pocos son conscientes de que fueron sus compatriotas los que lo levantaron. Mientras los alemanes hablaban de miles de voluntarios animados a participar en las obras, la realidad era muy diferente.
“Hay una leyenda negra sobre las muertes que se produjeron durante la construcción. Los obreros decían que algunos habían caído en el cemento fresco quedando sepultados ”, cuenta David Escobar, profesor de español y nieto de Andrés Escobar, un refugiado español que fue trasladado a Burdeos para la construcción de la base.
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Escobar recuerda que su abuelo le contaba que en aquellos años no podía "andar suelto" por la ciudad. Vivía como un prisionero y fugarse podía significar la muerte. Los que lograban escapar solían integrar la Resistencia francesa. En ella combatieron 10.000 españoles, participando posteriormente en la liberación de ciudades como París y Burdeos.
Cada mañana y cada noche -pues trabajaban por turnos de hasta doce horas-, un barco trasladaba a la base a los españoles, que se encontraban retenidos al otro lado del río Garona, en la Caserna Niel, hoy reconvertida en un espacio asociativo de restaurantes, deporte, conciertos y cotrabajo.
La base se construyó en 19 meses y entró en funcionamiento en 1943, por lo que apenas se usó durante un año, pero ya desde 1940 la zona servía para alojar submarinos de la Marina italiana y, más adelante, a abastecer de carburante y reparar hasta 40 submarinos gracias a un sistema de pompas que permitía vaciar las esclusas. Por su labor estratégica se convirtió en un blanco de los bombarderos aliados, si bien su techo antibombas, de 9 metros de grosor, hacía que los daños en el edificio fueran ligeros. Los civiles y los propios obreros se llevaban la peor parte.
Desde 2011 un monumento levantado en la puerta por las asociaciones de descendientes de aquellos refugiados recuerda a los más de 3.000 españoles que trabajaron en aquella obra monstruosa en la que fallecieron al menos 74 personas, aunque se sospecha que pudieron ser más.
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En el memorial, una bandera de la II República española y una placa recuerdan el sufrimiento de aquellos hombres. La figura de uno de ellos, esculpida en el cemento, da un paso adelante: "Salid de las paredes", se lee en la escultura.
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