“La exposición se ha hecho en muy poco tiempo y con poco presupuesto, pero había que contar esta historia y había que sacar estas obras de Ucrania”, explica a EFE Marta Ruiz del Árbol, comisaria técnica de la muestra y conservadora de pintura moderna del Museo Thyssen en Madrid, que organiza la exposición. Las obras proceden del Museo Nacional de Arte y del Museo de Teatro, Música y Cine, ambos de Kiev, de donde salieron el pasado 15 de noviembre acompañadas por un convoy militar.
La distancia entre Kiev y la frontera con Polonia es de casi 900 kilómetros. “Fue un día de mucha tensión, muy complicado para los ucranianos”, relata. Cuando llegaron a la frontera estuvieron parados casi diez horas porque un misil acababa de caer en territorio polaco matando a dos personas.
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Svitlana Melnyk, responsable de la empresa que coordinó el transporte, explica en una entrevista con New York Times que ninguna empresa se atrevió a asegurar las obras durante el trayecto por Ucrania y que los conductores vieron pasar varios misiles rusos "por encima" mientras se acercaban a la frontera.
“En el ojo del huracán” cuenta con el apoyo del presidente ucraniano Volodímir Zelensky, y está impulsada por varias instituciones y personalidades como Francesca Thyssen-Bornemisza, patrona del museo de Madrid. "Ha hecho falta mucho valor para sacar estas obras del país", señaló a Efe el pasado domingo, cuando las obras finalmente llegaron a Madrid tras cinco días de viaje.
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Reivindicar la identidad
"En el ojo del huracán” abrirá sus puertas el próximo lunes, hasta abril de 2023, y contará con unas setenta obras, de las que más de cincuenta llegaron en aquel peligroso viaje. Es la primera vez que una parte importante del patrimonio cultural ucraniano sale del país desde que comenzó la invasión rusa y el objetivo es claro: reivindicar su propia identidad.
La muestra abre una ventana a la vanguardia ucraniana entre 1900 y 1930, y demuestra que "mucho" de lo que tradicionalmente se ha llamado "vanguardia rusa, realmente es vanguardia uraniana", explica Ruiz del Árbol. Tres comisarios ucranianos participan en la exposición: Konstantin Akinsha, Katia Denysova y Olena Kashuba-Volvach.
En la primera sala se puede ver una bello cuadro de una campesina ucraniana hecho por Volodymyr Burliuk (1910). Durante años el tituló del cuadro fue "Campesina rusa", hasta que una vigilante de sala de origen ucraniano comentó al equipo de conservación que era erróneo, el museo hizo una pequeña investigación y cambiaron el nombre. Esta anécdota resume bien como a lo largo de la historia el arte ucraniano ha sido incluido como parte del ruso, pero su identidad es propia.
El color por ejemplo, muy presente en el imaginario ucraniano, es una de las señas de identidad de la exposición que recorre tres décadas marcadas por una explosión de experimentación y mezcla de géneros, explica la conservadora. "Mientras en Europa Occidental un género sucede a otro -relata-, aquí sucede todo a la vez".
La muestra es una gran oportunidad para conocer algunas de las principales figuras de vanguardia ucraniana como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov, Viktor Palmov, Anatol Petrytskyi o Mykhailo Boichuk. Las obras que se pueden ver son solo una pequeña representación de toda la producción de vanguardia ucraniana. Muchas fueron destruidas por el régimen de Stalin, que consideraba este tipo de arte "decorativo y burgués".
Tras Madrid, la exposición viajará a Colonia (Alemania), y los comisarios confían en que otros países puedan interesarse por la muestra, pues consideran además que las obras están más a salvo en el extranjero que en su propio país.
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