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Artistas afganos exiliados dibujan por aquellos que ya no pueden

Una docena de refugiados afganos, reunidos en un pequeño taller de Tayikistán, se dedican a dibujar, una actividad que en el Afganistán de los talibanes los expondría a represalias.

Afganistán
La artista Shamsia Hassani es la primera mujer grafitera de Afganistán. La foto es del año 2013, cuando se intervinieron las paredes del Centro Cultural Francés en Kabul.
AFP

Tras huir en enero de Afganistán al vecino Tayikistán, Omar Khamosh, un artista callejero, se instaló en Vahdat, cerca de la capital Dusambé, para abrir allí su taller donde da clases de pintura y dibujo.

"De mis amigos y todos los que dibujaban o eran artistas, ninguno trabaja" en Afganistán por la influencia de los talibanes y su ideología islamista rigurosa, lamentó Khamosh, de mirada suave, barba corta y chaleco rojo.

"Las fronteras están cerradas, ellos no pueden escapar. Se quedan en sus casas sin poder trabajar. Se esconden porque temen por sus vidas", comentó. Temiendo lo peor, Khamosh abandonó Afganistán antes del retorno de los talibanes al poder en agosto, tras una ofensiva relámpago que provocó el colapso del gobierno apoyado por Estados Unidos.

Tras conquistar Kabul, las nuevas autoridades buscaron borrar pinturas, murales, graffitis y otras representaciones artísticas reprobadas por su ideología.

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En contraste, el pequeño taller de Khamosh tiene los aires de un paraíso de artistas. Al pie de un muro cubierto de graffitis reposan unas piedras pintarrajeadas. Una de ellas tiene dibujada una sonrisa, otra saca la lengua.

En el interior, el clima es al mismo tiempo caluroso y nostálgico. Sobre la pared, una pintura representa la bandera de Afganistán en forma de pupila en un ojo lleno de lágrimas.

Inclinados sobre sus hojas, los alumnos de Khamosh se dedican a dibujar retratos y paisajes que evocan a su país, del que muchos salieron a la fuerza.

"En Kabul nuestras vidas corrían peligro. Nadie quería dejar su tierra, abandonar todo y venir aquí", aseguró Sapan Nazari, sosteniendo con una mano el elegante velo oscuro que cubre sus cabellos.

Dibujar, es todo

"El futuro... ¿Qué nos va a decir? Yo quiero aprender a dibujar bien, es todo por el momento", agregó la joven de 19 años. Tayikistán es uno de los tres países exsoviéticos fronterizos con Afganistán, pero es el único en negarse a tener contacto directo con los talibanes y defiende fuertemente la importancia de la minoría tayik en Afganistán. Siendo la más pobre de las exrepúblicas soviéticas, evita abrir sus fronteras a un gran número de refugiados.

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Khamosh era parte de la vibrante escena de artistas callejeros de Kabul, surgida tras la caída del primer gobierno talibán en 2001. Huyó tras la muerte de su padre a manos de hombres armados, que él atribuye a religiosos conservadores. "Yo vine a Tayikistán porque no tenía otro lugar a donde ir", explicó.

En el espacio artístico que abrió hace tres meses, los lamentos y las esperanzas de los exiliados están expuestos sobre las paredes.

Un dibujo representa el combate entre un caballo blanco y uno negro, una metáfora de la lucha entre las varias identidades de Afganistán, un país atravesado por diferencias culturales, lingüísticas, religiosas y étnicas.

Un hombre joven hace un bosquejo del comandante Ahmad Shah Massoud, un héroe de la lucha contra los talibanes asesinado en 2001.

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Su vecina termina su representación de un árbol que crece sobre un suelo rocoso, ¿quizás un mensaje de esperanza?

Para Oranos Nodiri, una mujer de 24 años que fue a Afganistán con su esposo y dos hijos, los esfuerzos de los talibanes por acallar las artes están destinados al fracaso.

"Los talibanes recurren a la violencia porque la gente no es la misma hoy día que hace 20 años", declaró ella. "La gente no quiere volver a aquella vida".