"Diálogo con el sol", de Zachariah Rapolalas lágrimas que derramo vienenmenos saturadas de trazas de cloruroentre mis poros escapan del sudorrinden homenaje a la vejeznacemos cuando queremosy barajamos las sombras circundantespara perfeccionar nuestro diálogo con el solel ciclo de la vida es tediosoel amanecer y el atardecerson sílabas monótonas."En el nombre de Amandla", de Vonani BilaEn el nombre de Amandladime qué ha cambiado en este pueblono hay víveres en la cocinaniños desnudos con grietas en los labios no pueden ir a la escuelaalgún otro niño hambriento fue arrollado por el coche de un hombre ricoel niño nos ha dejado, el hombre rico contribuyó con un ataúd baratotodo el mundo pensó que se pudriría en la cárcel.Es invierno, la escuela no tiene bancas, libros, ventanasnuestros líderes mandan a sus hijos a escuelas privadaspregúntales a ellos.En el nombre de Amandladime qué ha cambiado en este puebloese grifo está secocarraspea aire calientela bomba está muertala abuelita no tiene efectivo para comprar diéselcamina distancias para acarrear agua suciadel estanque inmóvil,de la presa envenenadadonde la gente comparte el agua con los animalesla abuelita lava con una jícara roja rajadaella compra agua y empuja una carretillaElla es grande, ¡70!su cabaña colapsó durante los días de la inundaciónella sobrevivió porque estaba ocupada recolectando leña en el monteella espero por su pensión a los 60 años de edadella hace una fila empujando y arrastrando los piesalguien de su edad colapsa bajo el asfixiante solella cierra sus ojos, aspira rapé, estornuda,escurren lágrimas en sus mejillasella consigue su pensión, es un cheque.En el nombre de Amandladime qué ha cambiado en este puebloMagogo toma un taxi al centrolos jóvenes no quieren sentarse junto a elladicen que huele a orinesella compra una lata de parafina, una cobija y un polloella compra harina de maíz a cuentasus hijas, ahora madres, quieren su parteel gobierno da $110 por hijoabuelita paga a la sociedad funeraria cada mesella no quiere ser enterrada en una sábanala gente no querrá venir al funeral sin una vaca en sacrificioella habla sola, predice la muerte en cualquier momento a partir de ahoraella es llamada cheque por sus propias hijassus esposos están desempleadosellos tejen y venden cestas, fuman BB y toman mqombhotiellos esperan llegar a 65 para acariciar las monedasMagogo se lava con una jícara roja rajadaella quiere darse un baño antes de morirella llama a Mandela Mondelaella sólo vota por la ANC¿Por qué?En el nombre de Amandladime qué ha cambiado en este puebloestamos en problemasnuestra electricidad es débilse apaga todo cuando usas una parrillase detiene cuando lluevese va volando con el vientoViene el invierno —el municipio la cortaráPobre hombre negro con atrasosde regreso a mbhawula y malahlaMegogo tiene fríoduerme junto al fuego quemándole los piesel brasero emite gas,ella toserá coágulos de sangreel empleado de salud en la clínicale dará paracetamolEn el santo nombre de Amandladime qué ha cambiado en este pueblonuestra casa del RDP filtra cuando llueveno podemos adecuarnos, es un excusadolos vemos y los escuchamos haciendo el amoren un cuarto dividido por una cortinano puede haber ningún secretonosotros dormimos en la cocinanos levantamos temprano como elefantesVerwoerd, mi enemigo, construye casas mucho más grandesTrevor Manuel no puede para de comprar submarinos Corvett’s y Jets de combatenuestros impuestos pueden hacer algo mejorla guerra está por venirnos han dicho."Tierra adentro", de Koleka PutumaLleva fuerza el luto,desmoronarse,cosas que gotean, genteque jamás volverá a ti.Y aun así,nos enseñanque el luto es lo opuesto de la fuerza.Cuántxs de nosotrxs hemos visto llorar a nuestras madresese tipo de llantoque te dejaempapadx en las costuras,ahogadx en agua salada,rogando auxilio con los brazos.El tipocon el que regateaspara que te deje marcharcon vida."Silencios cultivados", de Pitika NtuliNo me hables de silencios cultivadosDe libros bancarios manchados de sangreYDe risas serviles que se trasformanEn gritos demenciales detrás de las barricadas del “hogar”No me hables de sueños que desaparecenDe hojas que cantan y de pétalos que sonríenQue se han transformado en los ecos de la memoriaEn lugar de ello¡Furia! Furia con todos tus pulmonesA todos aquellos que le roban a tus padres sus sueños y su dignidadQue hablan tu lenguaje¡para seducirte hacia la pobrezaY el silencio!"Líder recuerda", de Gcina MhlopheRecuerda, líderel tiempo que pasasteluchando por tu libertady la de tu puebloEl tiempo que jugaste al esconditecon el opresorhasta que al fin te atrapóTe dejó entre cadenas y grilletesTe arrojó a la cárcelcreyendo desde su corazón infectoque nunca másverías la luz del díaRecuerda, líderla fuerza con la que luchasteTu espíritu amante de la libertadpateando duro y rehusándose a morirTu visión de un futuro mejorque te daba energía y resistencia inconmensurablesen esa cruel cámara de torturasmientras tu cuerpo yacía sobre el frío suelo de concretoTu espíritu huía por la ventanae iba a mezclarse con otros espíritusde luchadores por la libertad sin finen lo profundo de los bosques tropicales africanosdonde la humedad ecuatorial susurrabaaquel mensaje eterno que saben todos los libertadores;‘No te rindasNo te rindasToma, lleva contigo Amor Respeto por ti mismo Entrega ¡Lucha por tu pueblo!’No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El concurso de escritura 2023 “La rosa, la pluma y el fuego” de BibloRed reúne los mejores relatos breves de las personas privadas de la libertad, con el propósito de fomentar el vínculo con la escritura y la lectura. En esta sexta versión, se invitó a los participantes a escribir poesía, logrando recibir 127 poemas participantes.Desde el pasado 19 de septiembre de 2023 se abrieron las inscripciones al concurso en los pabellones de la Cárcel Distrital de varones y anexo de mujeres, en la etapa de convocatoria al concurso se dictaron cuatro talleres de escritura creativa, espacios de diálogo y reflexión sobre la creación poética, las estructuras, escuelas y estéticas. Además de dos talleres sobre miradas a la poesía, con el fin de evidenciar las diferentes posibilidades que da el género poético a la hora de la escritura.Por otro lado, los bibliotecarios privados de la libertad fueron asesores en cada uno de los pabellones donde se encuentran y construyeron de manera colaborativa con el equipo bibliotecario algunas de las orientaciones para la construcción de los poemas.El pasado 14 de noviembre de 2023 se dio el cierre al concurso, obteniendo un total de 127 poemas participantes, los cuales fueron evaluados por los siguientes jurados: Juan Camilo Tobón, Natalia Soriano y José Luis Díaz Granados.La premiación se llevó a cabo el día martes 19 de diciembre de 2023 en el auditorio de la Cárcel Distrital de varones y anexo de mujeres.Estos fueron los poemas ganadores:Primer Lugar - La última EstaciónOtoño: en una metamorfosis se convertía de "Rosa salvaje" en Leona, y yo un león hambriento al acecho del amor eterno.Verano: No me saciaba de catar tu exquisito ser. La melena tuya fue testigo fiel como nuestros cuerpos repletos de fuego fundían al erotismo en grados Fahrenheit.Primavera: mi Venus en su máxima expresión donde fijará mis ojos, allí estabas. Tú figura, el aroma, los besos compartidos, tu cuerpo eclipsando mi corazón, en una corte instrumental del son.Invierno: tus muslos formaban ángulos adyacentes en mi ser, convirtiéndote en la cartografía más experimentada de mi cuerpo y la sensualidad exploraba en montones de cápsulas viajeras, la pluma llena de tinta salpicaba las hojas de tu piel.Hoy solo me acompaña; una mesa, una silla, un bolero, una botella de vino y una copa.Estoy ebrio, con mi mano agarró la botella y tu cuerpo me llegó a la mente.Bebo un poco de vino y tus labios se asoman como par de niñas traviesas.Descargó con fuerza la copa contra la mesa y recuerdo los golpes de nuestra cama contra el muro y rítmicamente gemías sin cesar. Me tambaleo de tanto licor ingerido, lo asimilo cuando recorría todo tu cuerpo embriagado de sensualidad y erotismo.Mis dientes rechinan entre sí. El vino llega a su fin. El instante se torna frío como rieles de ferrocarril.Tu despampanante cuerpo se evapora, mueres. Luego te ubicas en El Edén y desde allí comienza tu requiem.La catarsis la espero con anhelo después de haberte matado, por marcharte de mi lado.Yo seguiré en este maldito purgatorio.Aún no reconozco en qué escalón me hundo, mientras tanto la catalepsia ganó la batalla.Puedo observar a tu madre desconsolada llorando, y llevándote la flor que un día nos unió pero tu infidelidad la deshojó por completo. La "Rosa"Segundo lugar - FenixComo rosa en el desierto que se marchita, que muere por el implacable calor sofocante y agonizante, así siento mi alma calcinándose y pulverizándome cada día.Y cual fénix imparable revivo de las llamas, de mis cenizas.Vuelvo a levantarme, vuelvo a revivir, más poderosa e invencible cual ave hermosa que vuela con nuevas plumas hacía su libertad.Tercer lugar- IluminadosBajo el deslumbrante cielo descendientes de dioses y reyes contemplaban e idolatraban en secreto los divinos misterios de fuegos anaranjados rojizos.Destellos que abrigan magia pasión poder y no se dejan descubrir por simples mortales.Insaciables buscaban luz su propio esplendor en medio de fogatas silenciosas que iluminan y dejan legado de sabiduría ancestral.Atrapando y trascendiendo entre las cenizas, para salir de las tinieblas.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
'María, Madre', de Gloria FuertesLa Virgen,sonríe muy bella.¡Ya brotó el Rosal,que bajó a la tierrapara perfumar!La Virgen Maríacanta nanas ya.Y canta a una estrellaque supo bajara Belén volandocomo un pastor más.Tres Reyes llegaron;cesa de nevar.¡La luna le ha visto,cesa de llorar!Su llanto de nievecuajó en el pinar.Mil ángeles cantancanción de cristalque un Clavel nacióde un suave Rosal.'Nacimiento de Cristo, en que se discurrió la abeja', de Sor Juana Inés de la CruzDe la más fragante rosaNació la abeja más bella,A quien el limpio rocíoDio purísima materia.Nace, pues, y apenas nace,Cuando en la misma moneda,Lo que en perlas recibióEmpieza a pagar en perlas.Que llora el alba, no es muchoQue es costumbre en su belleza;Mas ¿quién hay que no se admireDe que el sol lágrimas vierta?Si es por secundar la rosa,Es ociosa diligencia,Pues no es menester rocíoDespués de nacer la abeja.Y más cuando en la clausuraDe su virginal purezaNi antecedente haber pudo,Ni puede haber quien suceda,¿Pues a que fin es el llanto,que dulcemente riega?Quien no puede dar más fruto¿qué importa que estéril sea?Mas ay, que la abeja tieneTan íntima dependenciaSiempre con la rosa, queDepende su vida de ella;Pues dándole néctar puro,Que sus fragancias engendran,No sólo antes le concibePero después le alimenta.Hijo y madre, en tan divinasPeregrinas competencias,Ninguno queda deudor,Y ambos obligados quedan.La abeja paga el rocíoDe que la rosa la engendra,Y ella vuelve a retornarle conLo mismo que la engendra.Ayudando el uno al otroCon mutua correspondencia,La abeja a la flor fecunda,Y ella a la abeja sustenta.Pues si por eso es el llanto,Llore Jesús, norabuena,Que lo que expende en rocíoCobrará después en néctar.'Los tres Reyes Magos', de Rubén Darío-Yo soy Gaspar. Aquí traigo el incienso.Vengo a decir: La vida es pura y bella.Existe Dios. El amor es inmenso.¡Todo lo sé por la divina Estrella!-Yo soy Melchor. Mi mirra aroma todo.Existe Dios. Él es la luz del día.La blanca flor tiene sus pies en lodo.¡Y en el placer hay la melancolía!-Yo soy Baltasar. Traigo el oro. Aseguroque existe Dios. Él es el grande y fuerte.Todo lo sé por el lucero puroque brilla en la diadema de la Muerte.-Gaspar, Melchor y Baltasar, callaos.Triunfa el amor, y a su fiesta os convida.Cristo resurge, hace la luz del caosy tiene la corona de la Vida.'Nochebuena', de Amado NervoPastores y pastoras,abierto está el edén.¿No oís voces sonoras?Jesús nació en Belén.La luz del cielo baja,el Cristo nació ya,y en un nido de pajacual pajarillo está.El niño está friolento.¡Oh noble buey,arropa con tu alientoal Niño Rey!Los cantos y los vuelosinvaden la extensión,y están de fiesta cielosy tierra… y corazón.Resuenan voces purasque cantan en tropel:Hosanna en las alturasal Justo de Israel!¡Pastores, en bandadavenid, venid,a ver la anunciadaFlor de David!…'Las pajas del pesebre', de Lope de VegaLas pajas del pesebreniño de Belénhoy son flores y rosas,mañana serán hiel.Lloráis entre pajas,del frío que tenéis,hermoso niño mío,y del calor también.Dormid, Cordero santo;mi vida, no lloréis;que si os escucha el lobo,vendrá por vos, mi bien.Dormid entre pajasque, aunque frías las veis,hoy son flores y rosas,mañana serán hiel.Las que para abrigarostan blandas hoy se ven,serán mañana espinasen corona crüel.Mas no quiero deciros,aunque vos lo sabéis,palabras de pesaren días de placer;que aunque tan grandes deudasen pajas las cobréis,hoy son flores y rosas,mañana serán hiel.Dejad en tierno llanto,divino Emmanüel;que perlas entre pajasse pierden sin por qué.No piense vuestra Madreque ya Jerusalénpreviente sus doloresy llora con José;que aunque pajas no seancorona para rey,hoy son flores y rosas,mañana serán hiel.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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Benignísimo Poe de infinita claridad, que tanto envideasteis a los hombres, que les dísteis en vuestro cuervo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho carne en las entrañas de una narración extraordinaria naciese en tantos libros para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. En retorno de él os ofrezco la ribera de la noche plutónica, el graznido ominoso y las demás virtudes de vuestro hijo encarnado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que te atormentó y por las tiernas lágrimas que derramó el lector primerizo, que dispongáis nuestros corazones con misterio profundo, con terror encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que el cuervo, recién posado en el pálido busto palas, tenga en nosotros su eco y more eternamente. Amén.(Se repite trece veces “Nunca más”).Soberana Sor Juana que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo Sueño os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el efecto espiritual que debe tener la poesía en los mortales que pasen por esta tierra. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo legado de Lope de vega y divina decepción amorosa con que la aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.(Se lee un poema de Sor Juana).¡Oh santísimo Borges, esposo de la biblioteca y padre putativo del laberinto! Infinitas gracias doy al Aleph porque os escogió para tan soberanos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al infinito y a la palabra, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el libro. Amén.(Se leen tres de los haikús de Borges).Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Rimbaud!, que dijisteis a la venerable Francia decimonónica, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "El poeta es, pues, ladrón de fuego. Lleva el peso de la humanidad, incluso de los animales; tendrá que conseguir que sus invenciones se sientan, se palpen, se escuchen; si lo que trae de allá abajo tiene forma, él da forma; si es informe, lo que da es informe. Solo debe hallar una lengua". Llenos de confianza en vos, ¡oh Rimbaud!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayúdanos a llevar una vida de excesos, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!¡Oh,Sapiencia suma del Hemingway soberano, que a tan ebrio alcance te rebajas sacro! ¡Oh, viejo del mar, ven para enseñarnos la imprudencia que hace verdaderos sabios!¡Oh, Adonai ¿Por qué te casaste? de Gustavo al Quintero diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un ritmo débil muestre fuerte el brazo!¡Oh, raíz sagrada de Burroughs que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Guillermo Tell contemporáneo que has sido llamado Peyote en el desierto, Bella flor del campo.¡Llave de Verlaine que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Saca al dulce Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que evita el pecado!¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos Bashōs, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Brevedad preciosa, dicha del sensato, luzca la sonrisa del poema exacto.¡Heterónimo sin mancha, mano de las manos, sin igual imagen del autor soberano! ¡Borra cada huella, salva al desterrado y en forma del otro, da al mísero amparo!¡Rey de los modernos, Emmanuel Kant tan claro, Del idealismo anhelo Pastor del ilustrado! ¡crítica que apacientas la moral del cristiano, ayer oveja arisca, hoy cordero manso!¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! Yo no sé, mirá, es terrible como llueve ¡cae gotita gorda, en el marco temblequeando! ¡Ahí va, plaf, desecha! ¡me parece ver la vibración del salto!¡Ven, que ya Virginia previene sus manos, do sus piedras vean, en tiempos cercanos! ¡Ven, que ya las olas, con anhelo sacro, se disponen a ser el coro callado!(Se hace el coro callado)¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vidales de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!¡Ven Dante a mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en círculos, te tiendo los brazos, y aún más que tu infierno, te dice mi llanto!¡Ven Poema nuestro por quien suspiramos Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Las características de la inteligencia que suelen calificarse de analíticas son en sí mismas poco susceptibles de análisis. Sólo las apreciamos a través de sus resultados. Entre otras cosas sabemos que, para aquel que las posee en alto grado, son fuente del más vivo goce. Así como el hombre robusto se complace en su destreza física y se deleita con aquellos ejercicios que reclaman la acción de sus músculos, así el analista halla su placer en esa actividad del espíritu consistente en desenredar. Goza incluso con las ocupaciones más triviales, siempre que pongan en juego su talento. Le encantan los enigmas, los acertijos, los jeroglíficos, y al solucionarlos muestra un grado de perspicacia que, para la mente ordinaria, parece sobrenatural. Sus resultados, frutos del método en su forma más esencial y profunda, tienen todo el aire de una intuición. La facultad de resolución se ve posiblemente muy vigorizada por el estudio de las matemáticas, y en especial por su rama más alta, que, injustamente y tan sólo a causa de sus operaciones retrógradas, se denomina análisis, como si se tratara del análisis par excellence. Calcular, sin embargo, no es en sí mismo analizar. Un jugador de ajedrez, por ejemplo, efectúa lo primero sin esforzarse en lo segundo. De ahí se sigue que el ajedrez, por lo que concierne a sus efectos sobre la naturaleza de la inteligencia, es apreciado erróneamente. No he de escribir aquí un tratado, sino que me limito a prologar un relato un tanto singular, con algunas observaciones pasajeras; aprovecharé por eso la oportunidad para afirmar que el máximo grado de la reflexión se ve puesto a prueba por el modesto juego de damas en forma más intensa y beneficiosa que por toda la estudiada frivolidad del ajedrez. En este último, donde las piezas tienen movimientos diferentes y singulares, con varios y variables valores, lo que sólo resulta complejo es equivocadamente confundido (error nada insólito) con lo profundo. Aquí se trata, sobre todo, de la atención. Si ésta cede un solo instante, se comete un descuido que da por resultado una pérdida o la derrota. Como los movimientos posibles no sólo son múltiples sino intrincados, las posibilidades de descuido se multiplican y, en nueve casos de cada diez, triunfa el jugador concentrado y no el más penetrante. En las damas, por el contrario, donde hay un solo movimiento y las variaciones son mínimas, las probabilidades de inadvertencia disminuyen, lo cual deja un tanto de lado a la atención, y las ventajas obtenidas por cada uno de los adversarios provienen de una perspicacia superior.Para hablar menos abstractamente, supongamos una partida de damas en la que las piezas se reducen a cuatro y donde, como es natural, no cabe esperar el menor descuido. Obvio resulta que (si los jugadores tienen fuerza pareja) sólo puede decidir la victoria algún movimiento sutil, resultado de un penetrante esfuerzo intelectual. Desprovisto de los recursos ordinarios, el analista penetra en el espíritu de su oponente, se identifica con él y con frecuencia alcanza a ver de una sola ojeada el único método (a veces absurdamente sencillo) por el cual puede provocar un error o precipitar a un falso cálculo.Hace mucho que se ha reparado en el whist por su influencia sobre lo que da en llamarse la facultad del cálculo, y hombres del más excelso intelecto se han complacido en él de manera indescriptible, dejando de lado, por frívolo, al ajedrez. Sin duda alguna, nada existe en ese orden que ponga de tal modo a prueba la facultad analítica. El mejor ajedrecista de la cristiandad no puede ser otra cosa que el mejor ajedrecista, pero la eficiencia en el whist implica la capacidad para triunfar en todas aquellas empresas más importantes donde la mente se enfrenta con la mente. Cuando digo eficiencia, aludo a esa perfección en el juego que incluye la aprehensión de todas las posibilidades mediante las cuales se puede obtener legítima ventaja. Estas últimas no sólo son múltiples sino multiformes, y con frecuencia yacen en capas tan profundas del pensar que el entendimiento ordinario es incapaz de alcanzarlas. Observar con atención equivale a recordar con claridad; en ese sentido, el ajedrecista concentrado jugará bien al whist, en tanto que las reglas de Hoyle (basadas en el mero mecanismo del juego) son comprensibles de manera general y satisfactoria. Por tanto, el hecho de tener una memoria retentiva y guiarse por «el libro» son las condiciones que por regla general se consideran como la suma del buen jugar. Pero la habilidad del analista se manifiesta en cuestiones que exceden los límites de las meras reglas. Silencioso, procede a acumular cantidad de observaciones y deducciones. Quizá sus compañeros hacen lo mismo, y la mayor o menor proporción de informaciones así obtenidas no reside tanto en la validez de la deducción como en la calidad de la observación. Lo necesario consiste en saber qué se debe observar. Nuestro jugador no se encierra en sí mismo; ni tampoco, dado que su objetivo es el juego, rechaza deducciones procedentes de elementos externos a éste. Examina el semblante de su compañero, comparándolo cuidadosamente con el de cada uno de sus oponentes. Considera el modo con que cada uno ordena las cartas en su mano; a menudo cuenta las cartas ganadoras y las adicionales por la manera con que sus tenedores las contemplan. Advierte cada variación de fisonomía a medida que avanza el juego, reuniendo un capital de ideas nacidas de las diferencias de expresión correspondientes a la seguridad, la sorpresa, el triunfo o la contrariedad. Por la manera de levantar una baza juzga si la persona que la recoge será capaz de repetirla en el mismo palo. Reconoce la jugada fingida por la manera con que se arrojan las cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, la caída o vuelta accidental de una carta, con la consiguiente ansiedad o negligencia en el acto de ocultarla, la cuenta de las bazas, con el orden de su disposición, el embarazo, la vacilación, el apuro o el temor… todo ello proporciona a su percepción, aparentemente intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o tres manos, conoce perfectamente las cartas de cada uno, y desde ese momento utiliza las propias con tanta precisión como si los otros jugadores hubieran dado vuelta a las suyas.El poder analítico no debe confundirse con el mero ingenio, ya que si el analista es por necesidad ingenioso, con frecuencia el hombre ingenioso se muestra notablemente incapaz de analizar. La facultad constructiva o combinatoria por la cual se manifiesta habitualmente el ingenio, y a la que los frenólogos (erróneamente, a mi juicio) han asignado un órgano aparte, considerándola una facultad primordial, ha sido observada con tanta frecuencia en personas cuyo intelecto lindaba con la idiotez, que ha provocado las observaciones de los estudiosos del carácter. Entre el ingenio y la aptitud analítica existe una diferencia mucho mayor que entre la fantasía y la imaginación, pero de naturaleza estrictamente análoga. En efecto, cabe observar que los ingeniosos poseen siempre mucha fantasía mientras que el hombre verdaderamente imaginativo es siempre un analista.El relato siguiente representará para el lector algo así como un comentario de las afirmaciones que anteceden.Mientras residía en París, durante la primavera y parte del verano de 18…, me relacioné con un cierto C. Auguste Dupin. Este joven caballero procedía de una familia excelente -y hasta ilustre-, pero una serie de desdichadas circunstancias lo habían reducido a tal pobreza que la energía de su carácter sucumbió ante la desgracia, llevándolo a alejarse del mundo y a no preocuparse por recuperar su fortuna. Gracias a la cortesía de sus acreedores le quedó una pequeña parte del patrimonio, y la renta que le producía bastaba, mediante una rigurosa economía, para subvenir a sus necesidades, sin preocuparse de lo superfluo. Los libros constituían su solo lujo, y en París es fácil procurárselos.Nuestro primer encuentro tuvo lugar en una oscura librería de la rue Montmartre, donde la casualidad de que ambos anduviéramos en busca de un mismo libro -tan raro como notable- sirvió para aproximarnos. Volvimos a encontrarnos una y otra vez. Me sentí profundamente interesado por la menuda historia de familia que Dupin me contaba detalladamente, con todo ese candor a que se abandona un francés cuando se trata de su propia persona. Me quedé asombrado, al mismo tiempo, por la extraordinaria amplitud de su cultura; pero, sobre todo, sentí encenderse mi alma ante el exaltado fervor y la vívida frescura de su imaginación. Dado lo que yo buscaba en ese entonces en París, sentí que la compañía de un hombre semejante me resultaría un tesoro inestimable, y no vacilé en decírselo. Quedó por fin decidido que viviríamos juntos durante mi permanencia en la ciudad, y, como mi situación financiera era algo menos comprometida que la suya, logré que quedara a mi cargo alquilar y amueblar -en un estilo que armonizaba con la melancolía un tanto fantástica de nuestro carácter- una decrépita y grotesca mansión abandonada a causa de supersticiones sobre las cuales no inquirimos, y que se acercaba a su ruina en una parte aislada y solitaria del Faubourg Saint-Germain.Si nuestra manera de vivir en esa casa hubiera llegado al conocimiento del mundo, éste nos hubiera considerado como locos -aunque probablemente como locos inofensivos-. Nuestro aislamiento era perfecto. No admitíamos visitantes. El lugar de nuestro retiro era un secreto celosamente guardado para mis antiguos amigos; en cuanto a Dupin, hacía muchos años que había dejado de ver gentes o de ser conocido en París. Sólo vivíamos para nosotros.Una rareza de mi amigo (¿qué otro nombre darle?) consistía en amar la noche por la noche misma; a esta bizarrerie, como a todas las otras, me abandoné a mi vez sin esfuerzo, entregándome a sus extraños caprichos con perfecto abandono. La negra divinidad no podía permanecer siempre con nosotros, pero nos era dado imitarla. A las primeras luces del alba, cerrábamos las pesadas persianas de nuestra vieja casa y encendíamos un par de bujías que, fuertemente perfumadas, sólo lanzaban débiles y mortecinos rayos. Con ayuda de ellas ocupábamos nuestros espíritus en soñar, leyendo, escribiendo o conversando, hasta que el reloj nos advertía la llegada de la verdadera oscuridad. Salíamos entonces a la calle tomados del brazo, continuando la conversación del día o vagando al azar hasta muy tarde, mientras buscábamos entre las luces y las sombras de la populosa ciudad esa infinidad de excitantes espirituales que puede proporcionar la observación silenciosa.En esas oportunidades, no dejaba yo de reparar y admirar (aunque dada su profunda idealidad cabía esperarlo) una peculiar aptitud analítica de Dupin. Parecía complacerse especialmente en ejercitarla -ya que no en exhibirla- y no vacilaba en confesar el placer que le producía. Se jactaba, con una risita discreta, de que frente a él la mayoría de los hombres tenían como una ventana por la cual podía verse su corazón y estaba pronto a demostrar sus afirmaciones con pruebas tan directas como sorprendentes del íntimo conocimiento que de mí tenía. En aquellos momentos su actitud era fría y abstraída; sus ojos miraban como sin ver, mientras su voz, habitualmente de un rico registro de tenor, subía a un falsete que hubiera parecido petulante de no mediar lo deliberado y lo preciso de sus palabras. Al observarlo en esos casos, me ocurría muchas veces pensar en la antigua filosofía del alma doble, y me divertía con la idea de un doble Dupin: el creador y el analista.No se suponga, por lo que llevo dicho, que estoy circunstanciando algún misterio o escribiendo una novela. Lo que he referido de mi amigo francés era tan sólo el producto de una inteligencia excitada o quizá enferma. Pero el carácter de sus observaciones en el curso de esos períodos se apreciará con más claridad mediante un ejemplo.Errábamos una noche por una larga y sucia calle, en la vecindad del Palais Royal. Sumergidos en nuestras meditaciones, no habíamos pronunciado una sola sílaba durante un cuarto de hora por lo menos. Bruscamente, Dupin pronunció estas palabras:-Sí, es un hombrecillo muy pequeño, y estaría mejor en el Théâtre des Variétés.-No cabe duda -repuse inconscientemente, sin advertir (pues tan absorto había estado en mis reflexiones) la extraordinaria forma en que Dupin coincidía con mis pensamientos. Pero, un instante después, me di cuenta y me sentí profundamente asombrado.-Dupin -dije gravemente-, esto va más allá de mi comprensión. Le confieso sin rodeos que estoy atónito y que apenas puedo dar crédito a mis sentidos. ¿Cómo es posible que haya sabido que yo estaba pensando en…?Aquí me detuve, para asegurarme sin lugar a dudas de si realmente sabía en quién estaba yo pensando.-En Chantilly -dijo Dupin-. ¿Por qué se interrumpe? Estaba usted diciéndose que su pequeña estatura le veda los papeles trágicos.Tal era, exactamente, el tema de mis reflexiones. Chantilly era un ex remendón de la rue Saint-Denis que, apasionado por el teatro, había encarnado el papel de Jerjes en la tragedia homónima de Crébillon, logrando tan sólo que la gente se burlara de él.-En nombre del cielo -exclamé-, dígame cuál es el método… si es que hay un método… que le ha permitido leer en lo más profundo de mí.En realidad, me sentía aún más asombrado de lo que estaba dispuesto a reconocer.-El frutero -replicó mi amigo- fue quien lo llevó a la conclusión de que el remendón de suelas no tenía estatura suficiente para Jerjes et id genus omne.-¡El frutero! ¡Me asombra usted! No conozco ningún frutero.-El hombre que tropezó con usted cuando entrábamos en esta calle… hará un cuarto de hora.Recordé entonces que un frutero, que llevaba sobre la cabeza una gran cesta de manzanas, había estado a punto de derribarme accidentalmente cuando pasábamos de la rue C… a la que recorríamos ahora. Pero me era imposible comprender qué tenía eso que ver con Chantilly.-Se lo explicaré -me dijo Dupin, en quien no había la menor partícula de charlatanerie- y, para que pueda comprender claramente, remontaremos primero el curso de sus reflexiones desde el momento en que le hablé hasta el de su choque con el frutero en cuestión. Los eslabones principales de la cadena son los siguientes: Chantilly, Orión, el doctor Nichols, Epicuro, la estereotomía, el pavimento, el frutero.Pocas personas hay que, en algún momento de su vida, no se hayan entretenido en remontar el curso de las ideas mediante las cuales han llegado a alguna conclusión. Con frecuencia, esta tarea está llena de interés, y aquel que la emprende se queda asombrado por la distancia aparentemente ilimitada e inconexa entre el punto de partida y el de llegada.¡Cuál habrá sido entonces mi asombro al oír las palabras que acababa de pronunciar Dupin y reconocer que correspondían a la verdad!-Si no me equivoco -continuó él-, habíamos estado hablando de caballos justamente al abandonar la rue C… Éste fue nuestro último tema de conversación. Cuando cruzábamos hacia esta calle, un frutero que traía una gran canasta en la cabeza pasó rápidamente a nuestro lado y le empaló a usted contra una pila de adoquines correspondiente a un pedazo de la calle en reparación. Usted pisó una de las piedras sueltas, resbaló, torciéndose ligeramente el tobillo; mostró enojo o malhumor, murmuró algunas palabras, se volvió para mirar la pila de adoquines y siguió andando en silencio. Yo no estaba especialmente atento a sus actos, pero en los últimos tiempos la observación se ha convertido para mí en una necesidad.»Mantuvo usted los ojos clavados en el suelo, observando con aire quisquilloso los agujeros y los surcos del pavimento (por lo cual comprendí que seguía pensando en las piedras), hasta que llegamos al pequeño pasaje llamado Lamartine, que con fines experimentales ha sido pavimentado con bloques ensamblados y remachados. Aquí su rostro se animó y, al notar que sus labios se movían, no tuve dudas de que murmuraba la palabra “estereotomía”, término que se ha aplicado pretenciosamente a esta clase de pavimento. Sabía que para usted sería imposible decir “estereotomía” sin verse llevado a pensar en átomos y pasar de ahí a las teorías de Epicuro; ahora bien, cuando discutimos no hace mucho este tema, recuerdo haberle hecho notar de qué curiosa manera -por lo demás desconocida- las vagas conjeturas de aquel noble griego se han visto confirmadas en la reciente cosmogonía de las nebulosas; comprendí, por tanto, que usted no dejaría de alzar los ojos hacia la gran nebulosa de Orión, y estaba seguro de que lo haría. Efectivamente, miró usted hacia lo alto y me sentí seguro de haber seguido correctamente sus pasos hasta ese momento. Pero en la amarga crítica a Chantilly que apareció en el Musée de ayer, el escritor satírico hace algunas penosas alusiones al cambio de nombre del remendón antes de calzar los coturnos, y cita un verso latino sobre el cual hemos hablado muchas veces. Me refiero al verso:Perdidit antiquum litera prima sonum.»Le dije a usted que se refería a Orión, que en un tiempo se escribió Urión; y dada cierta acritud que se mezcló en aquella discusión, estaba seguro de que usted no la había olvidado. Era claro, pues, que no dejaría de combinar las dos ideas de Orión y Chantilly. Que así lo hizo, lo supe por la sonrisa que pasó por sus labios. Pensaba usted en la inmolación del pobre zapatero. Hasta ese momento había caminado algo encorvado, pero de pronto le vi erguirse en toda su estatura. Me sentí seguro de que estaba pensando en la diminuta figura de Chantilly. Y en este punto interrumpí sus meditaciones para hacerle notar que, en efecto, el tal Chantilly era muy pequeño y que estaría mejor en el Théâtre des Variétés.Poco tiempo después de este episodio, leíamos una edición nocturna de la Gazette des Tribunaux cuando los siguientes párrafos atrajeron nuestra atención:«EXTRAÑOS ASESINATOS.-Esta mañana, hacia las tres, los habitantes del quartier Saint-Roch fueron arrancados de su sueño por los espantosos alaridos procedentes del cuarto piso de una casa situada en la rue Morgue, ocupada por madame L’Espanaye y su hija, mademoiselle Camille L’Espanaye. Como fuera imposible lograr el acceso a la casa, después de perder algún tiempo, se forzó finalmente la puerta con una ganzúa y ocho o diez vecinos penetraron en compañía de dos gendarmes. Por ese entonces los gritos habían cesado, pero cuando el grupo remontaba el primer tramo de la escalera se oyeron dos o más voces que discutían violentamente y que parecían proceder de la parte superior de la casa. Al llegar al segundo piso, las voces callaron a su vez, reinando una profunda calma. Los vecinos se separaron y empezaron a recorrer las habitaciones una por una. Al llegar a una gran cámara situada en la parte posterior del cuarto piso (cuya puerta, cerrada por dentro con llave, debió ser forzada), se vieron en presencia de un espectáculo que les produjo tanto horror como estupefacción.»EL aposento se hallaba en el mayor desorden: los muebles, rotos, habían sido lanzados en todas direcciones. El colchón del único lecho aparecía tirado en mitad del piso. Sobre una silla había una navaja manchada de sangre. Sobre la chimenea aparecían dos o tres largos y espesos mechones de cabello humano igualmente empapados en sangre y que daban la impresión de haber sido arrancados de raíz. Se encontraron en el piso cuatro napoleones, un aro de topacio, tres cucharas grandes de plata, tres más pequeñas de métal d’Alger, y dos sacos que contenían casi cuatro mil francos en oro. Los cajones de una cómoda situada en un ángulo habían sido abiertos y aparentemente saqueados, aunque quedaban en ellos numerosas prendas. Descubrióse una pequeña caja fuerte de hierro debajo de la cama (y no del colchón). Estaba abierta y con la llave en la cerradura. No contenía nada, aparte de unas viejas cartas y papeles igualmente sin importancia.»No se veía huella alguna de madame L’Espanaye, pero al notarse la presencia de una insólita cantidad de hollín al pie de la chimenea se procedió a registrarla, encontrándose (¡cosa horrible de describir!) el cadáver de su hija, cabeza abajo, el cual había sido metido a la fuerza en la estrecha abertura y considerablemente empujado hacia arriba. El cuerpo estaba aún caliente. Al examinarlo se advirtieron en él numerosas excoriaciones, producidas, sin duda, por la violencia con que fuera introducido y por la que requirió arrancarlo de allí. Veíanse profundos arañazos en el rostro, y en la garganta aparecían contusiones negruzcas y profundas huellas de uñas, como si la víctima hubiera sido estrangulada.»Luego de una cuidadosa búsqueda en cada porción de la casa, sin que apareciera nada nuevo, los vecinos se introdujeron en un pequeño patio pavimentado de la parte posterior del edificio y encontraron el cadáver de la anciana señora, la cual había sido degollada tan salvajemente que, al tratar de levantar el cuerpo, la cabeza se desprendió del tronco. Horribles mutilaciones aparecían en la cabeza y en el cuerpo, y este último apenas presentaba forma humana.»Hasta el momento no se ha encontrado la menor clave que permita solucionar tan horrible misterio.»La edición del día siguiente contenía los siguientes detalles adicionales:«La tragedia de la rue Morgue.-Diversas personas han sido interrogadas con relación a este terrible y extraordinario suceso, pero nada ha trascendido que pueda arrojar alguna luz sobre él. Damos a continuación las declaraciones obtenidas:»Pauline Dubourg, lavandera, manifiesta que conocía desde hacía tres años a las dos víctimas, de cuya ropa se ocupaba. La anciana y su hija parecían hallarse en buenos términos y se mostraban sumamente cariñosas entre sí. Pagaban muy bien. No sabía nada sobre su modo de vida y sus medios de subsistencia. Creía que madame L. decía la buenaventura. Pasaba por tener dinero guardado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando iba a buscar la ropa o la devolvía. Estaba segura de que no tenían ningún criado o criada. Opinaba que en la casa no había ningún mueble, salvo en el cuarto piso.»Pierre Moreau, vendedor de tabaco, declara que desde hace cuatro años vendía regularmente pequeñas cantidades de tabaco y de rapé a madame L’Espanaye. Nació en la vecindad y ha residido siempre en ella. La extinta y su hija ocupaban desde hacía más de seis años la casa donde se encontraron los cadáveres. Anteriormente vivía en ella un joyero, que alquilaba las habitaciones superiores a diversas personas. La casa era de propiedad de madame L., quien se sintió disgustada por los abusos que cometía su inquilino y ocupó personalmente la casa, negándose a alquilar parte alguna. La anciana señora daba señales de senilidad. El testigo vio a su hija unas cinco o seis veces durante esos seis años. Ambas llevaban una vida muy retirada y pasaban por tener dinero. Había oído decir a los vecinos que madame L. decía la buenaventura, pero no lo creía. Nunca vio entrar a nadie, salvo a la anciana y su hija, a un mozo de servicio que estuvo allí una o dos veces, y a un médico que hizo ocho o diez visitas.»Muchos otros vecinos han proporcionado testimonios coincidentes. No se ha hablado de nadie que frecuentara la casa. Se ignora si madame L. y su hija tenían parientes vivos. Pocas veces se abrían las persianas de las ventanas delanteras. Las de la parte posterior estaban siempre cerradas, salvo las de la gran habitación en la parte trasera del cuarto piso. La casa se hallaba en excelente estado y no era muy antigua.»Isidore Muset, gendarme, declara que fue llamado hacia las tres de la mañana y que, al llegar a la casa, encontró a unas veinte o treinta personas reunidas que se esforzaban por entrar. Violentó finalmente la entrada (con una bayoneta y no con una ganzúa). No le costó mucho abrirla, pues se trataba de una puerta de dos batientes que no tenía pasadores ni arriba ni abajo. Los alaridos continuaron hasta que se abrió la puerta, cesando luego de golpe. Parecían gritos de persona (o personas) que sufrieran los más agudos dolores; eran gritos agudos y prolongados, no breves y precipitados. El testigo trepó el primero las escaleras. Al llegar al primer descanso oyó dos voces que discutían con fuerza y agriamente; una de ellas era ruda y la otra mucho más aguda y muy extraña. Pudo entender algunas palabras provenientes de la primera voz, que correspondía a un francés. Estaba seguro de que no se trataba de una voz de mujer. Pudo distinguir las palabras sacré y diable. La voz más aguda era de un extranjero. No podría asegurar si se trataba de un hombre o una mujer. No entendió lo que decía, pero tenía la impresión de que hablaba en español. El estado de la habitación y de los cadáveres fue descrito por el testigo en la misma forma que lo hicimos ayer.»Henri Duval, vecino, de profesión platero, declara que formaba parte del primer grupo que entró en la casa. Corrobora en general la declaración de Muset. Tan pronto forzaron la puerta, volvieron a cerrarla para mantener alejada a la muchedumbre, que, pese a lo avanzado de la hora, se estaba reuniendo rápidamente. El testigo piensa que la voz más aguda pertenecía a un italiano. Está seguro de que no se trataba de un francés. No puede asegurar que se tratara de una voz masculina. Pudo ser la de una mujer. No está familiarizado con la lengua italiana. No alcanzó a distinguir las palabras, pero por la entonación está convencido de que quien hablaba era italiano. Conocía a madame L. y a su hija. Había conversado frecuentemente con ellas. Estaba seguro de que la voz aguda no pertenecía a ninguna de las difuntas.»Odenheimer, restaurateur. Este testigo se ofreció voluntariamente a declarar. Como no habla francés, testimonió mediante un intérprete. Es originario de Amsterdam. Pasaba frente a la casa cuando se oyeron los gritos. Duraron varios minutos, probablemente diez. Eran prolongados y agudos, tan horribles como penosos de oír. El testigo fue uno de los que entraron en el edificio. Corroboró las declaraciones anteriores en todos sus detalles, salvo uno. Estaba seguro de que la voz más aguda pertenecía a un hombre y que se trataba de un francés. No pudo distinguir las palabras pronunciadas. Eran fuertes y precipitadas, desiguales y pronunciadas aparentemente con tanto miedo como cólera. La voz era áspera; no tanto aguda como áspera. El testigo no la calificaría de aguda. La voz más gruesa dijo varias veces: sacré, diable, y una vez Mon Dieu!»Jules Mignaud, banquero, de la firma Mignaud e hijos, en la calle Deloraine. Es el mayor de los Mignaud. Madame L’Espanaye poseía algunos bienes. Había abierto una cuenta en su banco durante la primavera del año 18… (ocho años antes). Hacía frecuentes depósitos de pequeñas sumas. No había retirado nada hasta tres días antes de su muerte, en que personalmente extrajo la suma de 4.000 francos. La suma le fue pagada en oro y un empleado la llevó a su domicilio.»Adolphe Lebon, empleado de Mignaud e hijos, declara que el día en cuestión acompañó hasta su residencia a madame L’Espanaye, llevando los 4.000 francos en dos sacos. Una vez abierta la puerta, mademoiselle L. vino a tomar uno de los sacos, mientras la anciana señora se encargaba del otro. Por su parte, el testigo saludó y se retiró. No vio a persona alguna en la calle en ese momento. Se trata de una calle poco importante, muy solitaria.»William Bird, sastre, declara que formaba parte del grupo que entró en la casa. Es de nacionalidad inglesa. Lleva dos años de residencia en París. Fue uno de los primeros en subir las escaleras. Oyó voces que disputaban. La más ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras, pero ya no las recuerda todas. Oyó claramente: sacré y mon Dieu. En ese momento se oía un ruido como si varias personas estuvieran luchando, era un sonido de forcejeo, como si algo fuese arrastrado. La voz aguda era muy fuerte, mucho más que la voz ruda. Está seguro de que no se trataba de la voz de un inglés. Parecía la de un alemán. Podía ser una voz de mujer. El testigo no comprende el alemán.»Cuatro de los testigos nombrados más arriba fueron nuevamente interrogados, declarando que la puerta del aposento donde se encontró el cadáver de mademoiselle L. estaba cerrada por dentro cuando llegaron hasta ella. Reinaba un profundo silencio; no se escuchaban quejidos ni rumores de ninguna especie. No se vio a nadie en el momento de forzar la puerta. Las ventanas, tanto de la habitación del frente como de la trasera, estaban cerradas y firmemente aseguradas por dentro. Entre ambas habitaciones había una puerta cerrada, pero la llave no estaba echada. La puerta que comunicaba la habitación del frente con el corredor había sido cerrada con llave por dentro. Un cuarto pequeño situado en el frente del cuarto piso, al comienzo del corredor, apareció abierto, con la puerta entornada. La habitación estaba llena de camas viejas, cajones y objetos por el estilo. Se procedió a revisarlos uno por uno, no se dejó sin examinar una sola pulgada de la casa. Se enviaron deshollinadores para que exploraran las chimeneas. La casa tiene cuatro pisos, con mansardes. Una trampa que da al techo estaba firmemente asegurada con clavos y no parece haber sido abierta durante años. Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo transcurrido entre el momento en que escucharon las voces que disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. Algunos sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan cinco. Costó mucho violentar la puerta.»Alfonso Garcio, empresario de pompas fúnebres, habita en la rue Morgue. Es de nacionalidad española. Formaba parte del grupo que entró en la casa. No subió las escaleras. Tiene los nervios delicados y teme las consecuencias de toda agitación. Oyó las voces que disputaban. La más ruda pertenecía a un francés. No pudo comprender lo que decía. La voz aguda era la de un inglés; está seguro de esto. No comprende el inglés, pero juzga basándose en la entonación.»Alberto Montani, confitero, declara que fue de los primeros en subir las escaleras. Oyó las voces en cuestión. la voz ruda era la de un francés. Pudo distinguir varias palabras. El que hablaba parecía reprochar alguna cosa. No pudo comprender las palabras dichas por la voz más aguda, que hablaba rápida y desigualmente. Piensa que se trata de un ruso. Corrobora los testimonios restantes. Es de nacionalidad italiana. Nunca habló con un nativo de Rusia.»Nuevamente interrogados, varios testigos certificaron que las chimeneas de todas las habitaciones eran demasiado angostas para admitir el paso de un ser humano. Se pasaron “deshollinadores” -cepillos cilíndricos como los que usan los que limpian chimeneas- por todos los tubos existentes en la casa. No existe ningún pasaje en los fondos por el cual alguien hubiera podido descender mientras el grupo subía las escaleras. El cuerpo de mademoiselle L’Espanaye estaba tan firmemente encajado en la chimenea, que no pudo ser extraído hasta que cuatro o cinco personas unieron sus esfuerzos.»Paul Dumas, médico, declara que fue llamado al amanecer para examinar los cadáveres de las víctimas. Los mismos habían sido colocados sobre el colchón del lecho correspondiente a la habitación donde se encontró a mademoiselle L. El cuerpo de la joven aparecía lleno de contusiones y excoriaciones. El hecho de que hubiese sido metido en la chimenea bastaba para explicar tales marcas. La garganta estaba enormemente excoriada. Varios profundos arañazos aparecían debajo del mentón, conjuntamente con una serie de manchas lívidas resultantes, con toda evidencia, de la presión de unos dedos. El rostro estaba horriblemente pálido y los ojos se salían de las órbitas. La lengua aparecía a medias cortada. En la región del estómago se descubrió una gran contusión, producida, aparentemente, por la presión de una rodilla. Según opinión del doctor Dumas, mademoiselle L’Espanaye había sido estrangulada por una o varias personas.»El cuerpo de la madre estaba horriblemente mutilado. Todos los huesos de la pierna y el brazo derechos se hallaban fracturados en mayor o menor grado. La tibia izquierda había quedado reducida a astillas, así como todas las costillas del lado izquierdo. El cuerpo aparecía cubierto de contusiones y estaba descolorido. Resultaba imposible precisar el arma con que se habían inferido tales heridas. Un pesado garrote de mano, o una ancha barra de hierro, quizá una silla, cualquier arma grande, pesada y contundente, en manos de un hombre sumamente robusto, podía haber producido esos resultados. Imposible que una mujer pudiera infligir tales heridas con cualquier arma que fuese. La cabeza de la difunta aparecía separada del cuerpo y, al igual que el resto, terriblemente contusa. Era evidente que la garganta había sido seccionada con un instrumento muy afilado, probablemente una navaja.»Alexandre Etienne, cirujano, fue llamado al mismo tiempo que el doctor Dumas para examinar los cuerpos. Confirmó el testimonio y las opiniones de este último.»No se ha obtenido ningún otro dato de importancia, a pesar de haberse interrogado a varias otras personas. Jamás se ha cometido en París un asesinato tan misterioso y tan enigmático en sus detalles… si es que en realidad se trata de un asesinato. La policía está perpleja, lo cual no es frecuente en asuntos de esta naturaleza. Pero resulta imposible hallar la más pequeña clave del misterio.»La edición vespertina del diario declaraba que en el quartier Saint-Roch reinaba una intensa excitación, que se había practicado un nuevo y minucioso examen del lugar del hecho, mientras se interrogaba a nuevos testigos, pero que no se sabía nada nuevo. Un párrafo final agregaba, sin embargo, que un tal Adolphe Lebon acababa de ser arrestado y encarcelado, aunque nada parecía acusarlo, a juzgar por los hechos detallados.Dupin se mostraba singularmente interesado en el desarrollo del asunto; o por lo menos así me pareció por sus maneras, pues no hizo el menor comentario. Tan sólo después de haberse anunciado el arresto de Lebon me pidió mi parecer acerca de los asesinatos.No pude sino sumarme al de todo París y declarar que los consideraba un misterio insoluble. No veía modo alguno de seguir el rastro al asesino.-No debemos pensar en los modos posibles que surgen de una investigación tan rudimentaria -dijo Dupin-. La policía parisiense, tan alabada por su penetración, es muy astuta pero nada más. No procede con método, salvo el del momento. Toma muchas disposiciones ostentosas, pero con frecuencia éstas se hallan tan mal adaptadas a su objetivo que recuerdan a Monsieur Jourdain, que pedía sa robe de chambre… pour mieux entendre la musique. Los resultados obtenidos son con frecuencia sorprendentes, pero en su mayoría se logran por simple diligencia y actividad. Cuando éstas son insuficientes, todos sus planes fracasan. Vidocq, por ejemplo, era hombre de excelentes conjeturas y perseverante. Pero como su pensamiento carecía de suficiente educación, erraba continuamente por el excesivo ardor de sus investigaciones. Dañaba su visión por mirar el objeto desde demasiado cerca. Quizá alcanzaba a ver uno o dos puntos con singular acuidad, pero procediendo así perdía el conjunto de la cuestión. En el fondo se trataba de un exceso de profundidad, y la verdad no siempre está dentro de un pozo. Por el contrario, creo que, en lo que se refiere al conocimiento más importante, es invariablemente superficial. La profundidad corresponde a los valles, donde la buscamos, y no a las cimas montañosas, donde se la encuentra. Las formas y fuentes de este tipo de error se ejemplifican muy bien en la contemplación de los cuerpos celestes. Si se observa una estrella de una ojeada, oblicuamente, volviendo hacia ella la porción exterior de la retina (mucho más sensible a las impresiones luminosas débiles que la parte interior), se verá la estrella con claridad y se apreciará plenamente su brillo, el cual se empaña apenas la contemplamos de lleno. Es verdad que en este último caso llegan a nuestros ojos mayor cantidad de rayos, pero la porción exterior posee una capacidad de recepción mucho más refinada. Por causa de una indebida profundidad confundimos y debilitamos el pensamiento, y Venus misma puede llegar a borrarse del firmamento si la escrutamos de manera demasiado sostenida, demasiado concentrada o directa.»En cuanto a esos asesinatos, procedamos personalmente a un examen antes de formarnos una opinión. La encuesta nos servirá de entretenimiento (me pareció que el término era extraño, aplicado al caso, pero no dije nada). Además, Lebon me prestó cierta vez un servicio por el cual le estoy agradecido. Iremos a estudiar el terreno con nuestros propios ojos. Conozco a G…, el prefecto de policía, y no habrá dificultad en obtener el permiso necesario.La autorización fue acordada, y nos encaminamos inmediatamente a la rue Morgue. Se trata de uno de esos míseros pasajes que corren entre la rue Richelieu y la rue Saint-Roch. Atardecía cuando llegamos, pues el barrio estaba considerablemente distanciado del de nuestra residencia. Encontramos fácilmente la casa, ya que aún había varias personas mirando las persianas cerradas desde la acera opuesta. Era una típica casa parisiense, con una puerta de entrada y una casilla de cristales con ventana corrediza, correspondiente a la loge du concierge. Antes de entrar recorrimos la calle, doblamos por un pasaje y, volviendo a doblar, pasamos por la parte trasera del edificio, mientras Dupin examinaba la entera vecindad, así como la casa, con una atención minuciosa cuyo objeto me resultaba imposible de adivinar.Volviendo sobre nuestros pasos retornamos a la parte delantera y, luego de llamar y mostrar nuestras credenciales, fuimos admitidos por los agentes de guardia. Subimos las escaleras, hasta llegar a la habitación donde se había encontrado el cuerpo de mademoiselle L’Espanaye y donde aún yacían ambas víctimas. Como es natural, el desorden del aposento había sido respetado. No vi nada que no estuviese detallado en la Gazette des Tribunaux. Dupin lo inspeccionaba todo, sin exceptuar los cuerpos de las víctimas. Pasamos luego a las otras habitaciones y al patio; un gendarme nos acompañaba a todas partes. El examen nos tuvo ocupados hasta que oscureció, y era de noche cuando salimos. En el camino de vuelta, mi amigo se detuvo algunos minutos en las oficinas de uno de los diarios parisienses.He dicho ya que sus caprichos eran muchos y variados, y que je les ménageais (pues no hay traducción posible de la frase). En esta oportunidad Dupin rehusó toda conversación vinculada con los asesinatos, hasta el día siguiente a mediodía. Entonces, súbitamente, me preguntó si había observado alguna cosa peculiar en el escenario de aquellas atrocidades.Algo había en su manera de acentuar la palabra, que me hizo estremecer sin que pudiera decir por qué.-No, nada peculiar -dije-. Por lo menos, nada que no hayamos encontrado ya referido en el diario.-Me temo -repuso Dupin- que la Gazette no haya penetrado en el insólito horror de este asunto. Pero dejemos de lado las vanas opiniones de ese diario. Tengo la impresión de que se considera insoluble este misterio por las mismísimas razones que deberían inducir a considerarlo fácilmente solucionable; me refiero a lo excesivo, a lo outré de sus características. La policía se muestra confundida por la aparente falta de móvil, y no por el asesinato en sí, sino por su atrocidad. Está asimismo perpleja por la aparente imposibilidad de conciliar las voces que se oyeron disputando, con el hecho de que en lo alto sólo se encontró a la difunta mademoiselle L’Espanaye, aparte de que era imposible escapar de la casa sin que el grupo que ascendía la escalera lo notara. El salvaje desorden del aposento; el cadáver metido, cabeza abajo, en la chimenea; la espantosa mutilación del cuerpo de la anciana, son elementos que, junto con los ya mencionados y otros que no necesito mencionar, han bastado para paralizar la acción de los investigadores policiales y confundir por completo su tan alabada perspicacia. Han caído en el grueso pero común error de confundir lo insólito con lo abstruso. Pero, justamente a través de esas desviaciones del plano ordinario de las cosas, la razón se abrirá paso, si ello es posible, en la búsqueda de la verdad. En investigaciones como la que ahora efectuamos no debería preguntarse tanto «qué ha ocurrido», como «qué hay en lo ocurrido que no se parezca a nada ocurrido anteriormente». En una palabra, la facilidad con la cual llegaré o he llegado a la solución de este misterio se halla en razón directa de su aparente insolubilidad a ojos de la policía.Me quedé mirando a mi amigo con silenciosa estupefacción.-Estoy esperando ahora -continuó Dupin, mirando hacia la puerta de nuestra habitación- a alguien que, si bien no es el perpetrador de esas carnicerías, debe de haberse visto envuelto de alguna manera en su ejecución. Es probable que sea inocente de la parte más horrible de los crímenes. Confío en que mi suposición sea acertada, pues en ella se apoya toda mi esperanza de descifrar completamente el enigma. Espero la llegada de ese hombre en cualquier momento… y en esta habitación. Cierto que puede no venir, pero lo más probable es que llegue. Si así fuera, habrá que retenerlo. He ahí unas pistolas; los dos sabemos lo que se puede hacer con ellas cuando la ocasión se presenta.Tomé las pistolas, sabiendo apenas lo que hacía y, sin poder creer lo que estaba oyendo, mientras Dupin, como si monologara, continuaba sus reflexiones. Ya he mencionado su actitud abstraída en esos momentos. Sus palabras se dirigían a mí, pero su voz, aunque no era forzada, tenía esa entonación que se emplea habitualmente para dirigirse a alguien que se halla muy lejos. Sus ojos, privados de expresión, sólo miraban la pared.-Las voces que disputaban y fueron oídas por el grupo que trepaba la escalera -dijo- no eran las de las dos mujeres, como ha sido bien probado por los testigos. Con esto queda eliminada toda posibilidad de que la anciana señora haya matado a su hija, suicidándose posteriormente. Menciono esto por razones metódicas, ya que la fuerza de madame de L’Espanaye hubiera sido por completo insuficiente para introducir el cuerpo de su hija en la chimenea, tal como fue encontrado, amén de que la naturaleza de las heridas observadas en su cadáver excluye toda idea de suicidio. El asesinato, pues, fue cometido por terceros, y a éstos pertenecían las voces que se escucharon mientras disputaban. Permítame ahora llamarle la atención, no sobre las declaraciones referentes a dichas voces, sino a algo peculiar en esas declaraciones. ¿No lo advirtió usted?Hice notar que, mientras todos los testigos coincidían en que la voz más ruda debía ser la de un francés, existían grandes desacuerdos sobre la voz más aguda o -como la calificó uno de ellos- la voz áspera.-Tal es el testimonio en sí -dijo Dupin-, pero no su peculiaridad. Usted no ha observado nada característico. Y, sin embargo, había algo que observar. Como bien ha dicho, los testigos coinciden sobre la voz ruda. Pero, con respecto a la voz aguda, la peculiaridad no consiste en que estén en desacuerdo, sino en que un italiano, un inglés, un español, un holandés y un francés han tratado de describirla, y cada uno de ellos se ha referido a una voz extranjera. Cada uno de ellos está seguro de que no se trata de la voz de un compatriota. Cada uno la vincula, no a la voz de una persona perteneciente a una nación cuyo idioma conoce, sino a la inversa. El francés supone que es la voz de un español, y agrega que “podría haber distinguido algunas palabras sí hubiera sabido español”. El holandés sostiene que se trata de un francés, pero nos enteramos de que como no habla francés, testimonió mediante un intérprete. El inglés piensa que se trata de la voz de un alemán, pero el testigo no comprende el alemán. El español “está seguro” de que se trata de un inglés, pero “juzga basándose en la entonación”, ya que no comprende el inglés. El italiano cree que es la voz de un ruso, pero nunca habló con un nativo de Rusia. Un segundo testigo francés difiere del primero y está seguro de que se trata de la voz de un italiano. No está familiarizado con la lengua italiana, pero al igual que el español, “está convencido por la entonación”. Ahora bien: ¡cuan extrañamente insólita tiene que haber sido esa voz para que pudieran reunirse semejantes testimonios! ¡Una voz en cuyos tonos los ciudadanos de las cinco grandes divisiones de Europa no pudieran reconocer nada familiar! Me dirá usted que podía tratarse de la voz de un asiático o un africano. Ni unos ni otros abundan en París, pero, sin negar esa posibilidad, me limitaré a llamarle la atención sobre tres puntos. Un testigo califica la voz de “áspera, más que aguda”. Otros dos señalan que era «precipitada y desigual». Ninguno de los testigos se refirió a palabras reconocibles, a sonidos que parecieran palabras.»No sé -continuó Dupin- la impresión que pudo haber causado hasta ahora en su entendimiento, pero no vacilo en decir que cabe extraer deducciones legítimas de esta parte del testimonio -la que se refiere a las voces ruda y aguda-, suficientes para crear una sospecha que debe de orientar todos los pasos futuros de la investigación del misterio. Digo «deducciones legítimas», sin expresar plenamente lo que pienso. Quiero dar a entender que las deducciones son las únicas que corresponden, y que la sospecha surge inevitablemente como resultado de las mismas. No le diré todavía cuál es esta sospecha. Pero tenga presente que, por lo que a mí se refiere, bastó para dar forma definida y tendencia determinada a mis investigaciones en el lugar del hecho.«Transportémonos ahora con la fantasía a esa habitación. ¿Qué buscaremos en primer lugar? Los medios de evasión empleados por los asesinos. Supongo que bien puedo decir que ninguno de los dos cree en acontecimientos sobrenaturales. Madame y mademoiselle L’Espanaye no fueron asesinadas por espíritus. Los autores del hecho eran de carne y hueso, y escaparon por medios materiales. ¿Cómo, pues? Afortunadamente, sólo hay una manera de razonar sobre este punto, y esa manera debe conducirnos a una conclusión definida. Examinemos uno por uno los posibles medios de escape. Resulta evidente que los asesinos se hallaban en el cuarto donde se encontró a mademoiselle L’Espanaye, o por lo menos en la pieza contigua, en momentos en que el grupo subía las escaleras. Vale decir que debemos buscar las salidas en esos dos aposentos. La policía ha levantado los pisos, los techos y la mampostería de las paredes en todas direcciones. Ninguna salida secreta pudo escapar a sus observaciones. Pero como no me fío de sus ojos, miré el lugar con los míos. Efectivamente, no había salidas secretas. Las dos puertas que comunican las habitaciones con el corredor estaban bien cerradas, con las llaves por dentro. Veamos ahora las chimeneas. Aunque de diámetro ordinario en los primeros ocho o diez pies por encima de los hogares, los tubos no permitirían más arriba el paso del cuerpo de un gato grande. Quedando así establecida la total imposibilidad de escape por las vías mencionadas nos vemos reducidos a las ventanas. Nadie podría haber huido por la del cuarto delantero, ya que la muchedumbre reunida lo hubiese visto. Los asesinos tienen que haber pasado, pues, por las de la pieza trasera. Llevados a esta conclusión de manera tan inequívoca, no nos corresponde, en nuestra calidad de razonadores, rechazarla por su aparente imposibilidad. Lo único que cabe hacer es probar que esas aparentes “imposibilidades” no son tales en realidad.»Hay dos ventanas en el aposento. Contra una de ellas no hay ningún mueble que la obstruya, y es claramente visible. La porción inferior de la otra queda oculta por la cabecera del pesado lecho, que ha sido arrimado a ella. La primera ventana apareció firmemente asegurada desde dentro. Resistió los más violentos esfuerzos de quienes trataron de levantarla. En el marco, a la izquierda, había una gran perforación de barreno, y en ella un solidísimo clavo hundido casi hasta la cabeza. Al examinar la otra ventana se vio que había un clavo colocado en forma similar; todos los esfuerzos por levantarla fueron igualmente inútiles. La policía, pues, se sintió plenamente segura de que la huida no se había producido por ese lado. Y, por tanto, consideró superfluo extraer los clavos y abrir las ventanas.»Mi examen fue algo más detallado, y eso por la razón que acabo de darle: allí era el caso de probar que todas las aparentes imposibilidades no eran tales en realidad.«Seguí razonando en la siguiente forma… a posteriori. Los asesinos escaparon desde una de esas ventanas. Por tanto, no pudieron asegurar nuevamente los marcos desde el interior, tal como fueron encontrados (consideración que, dado lo obvio de su carácter, interrumpió la búsqueda de la policía en ese terreno). Los marcos estaban asegurados. Es necesario, pues, que tengan una manera de asegurarse por sí mismos. La conclusión no admitía escapatoria. Me acerqué a la ventana que tenía libre acceso, extraje con alguna dificultad el clavo y traté de levantar el marco. Tal como lo había anticipado, resistió a todos mis esfuerzos. Comprendí entonces que debía de haber algún resorte oculto, y la corroboración de esta idea me convenció de que por lo menos mis premisas eran correctas, aunque el detalle referente a los clavos continuara siendo misterioso. Un examen detallado no tardó en revelarme el resorte secreto. Lo oprimí y, satisfecho de mi descubrimiento, me abstuve de levantar el marco.»Volví a poner el clavo en su sitio y lo observé atentamente. Una persona que escapa por la ventana podía haberla cerrado nuevamente, y el resorte habría asegurado el marco. Pero, ¿cómo reponer el clavo? La conclusión era evidente y estrechaba una vez más el campo de mis investigaciones. Los asesinos tenían que haber escapado por la otra ventana. Suponiendo, pues, que los resortes fueran idénticos en las dos ventanas, como parecía probable, necesariamente tenía que haber una diferencia entre los clavos, o por lo menos en su manera de estar colocados. Trepando al armazón de la cama, miré minuciosamente el marco de sostén de la segunda ventana. Pasé la mano por la parte posterior, descubriendo en seguida el resorte que, tal como había supuesto, era idéntico a su vecino. Miré luego el clavo. Era tan sólido como el otro y aparentemente estaba fijo de la misma manera y hundido casi hasta la cabeza.»Pensará usted que me sentí perplejo, pero si así fuera no ha comprendido la naturaleza de mis inducciones. Para usar una frase deportiva, hasta entonces no había cometido falta. No había perdido la pista un solo instante. Los eslabones de la cadena no tenían ninguna falla. Había perseguido el secreto hasta su última conclusión: y esa conclusión era el clavo. Ya he dicho que tenía todas las apariencias de su vecino de la otra ventana; pero el hecho, por más concluyente que pareciera, resultaba de una absoluta nulidad comparado con la consideración de que allí, en ese punto, se acababa el hilo conductor. “Tiene que haber algo defectuoso en el clavo”, pensé. Al tocarlo, su cabeza quedó entre mis dedos juntamente con un cuarto de pulgada de la espiga. El resto de la espiga se hallaba dentro del agujero, donde se había roto. La fractura era muy antigua, pues los bordes aparecían herrumbrados, y parecía haber sido hecho de un martillazo, que había hundido parcialmente la cabeza del clavo en el marco inferior de la ventana. Volví a colocar cuidadosamente la parte de la cabeza en el lugar de donde la había sacado, y vi que el clavo daba la exacta impresión de estar entero; la fisura resultaba invisible. Apretando el resorte, levanté ligeramente el marco; la cabeza del clavo subió con él, sin moverse de su lecho. Cerré la ventana, y el clavo dio otra vez la impresión de estar dentro.»Hasta ahora, el enigma quedaba explicado. El asesino había huido por la ventana que daba a la cabecera del lecho. Cerrándose por sí misma (o quizá ex profeso) la ventana había quedado asegurada por su resorte. Y la resistencia ofrecida por éste había inducido a la policía a suponer que se trataba del clavo, dejando así de lado toda investigación suplementaria.»La segunda cuestión consiste en el modo del descenso. Mi paseo con usted por la parte trasera de la casa me satisfizo al respecto. A unos cinco pies y medio de la ventana en cuestión corre una varilla de pararrayos. Desde esa varilla hubiera resultado imposible alcanzar la ventana, y mucho menos introducirse por ella. Observé, sin embargo, que las persianas del cuarto piso pertenecen a esa curiosa especie que los carpinteros parisienses denominan ferrades; es un tipo rara vez empleado en la actualidad, pero que se ve con frecuencia en casas muy viejas de Lyon y Bordeaux. Se las fabrica como una puerta ordinaria (de una sola hoja, y no de doble batiente), con la diferencia de que la parte inferior tiene celosías o tablillas que ofrecen excelente asidero para las manos. En este caso las persianas alcanzan un ancho de tres pies y medio. Cuando las vimos desde la parte posterior de la casa, ambas estaban entornadas, es decir, en ángulo recto con relación a la pared. Es probable que también los policías hayan examinado los fondos del edificio; pero, si así lo hicieron, miraron las ferrades en el ángulo indicado, sin darse cuenta de su gran anchura; por lo menos no la tomaron en cuenta. Sin duda, seguros de que por esa parte era imposible toda fuga, se limitaron a un examen muy sumario. Para mí, sin embargo, era claro que si se abría del todo la persiana correspondiente a la ventana situada sobre el lecho, su borde quedaría a unos dos pies de la varilla del pararrayos. También era evidente que, desplegando tanta agilidad como coraje, se podía llegar hasta la ventana trepando por la varilla. Estirándose hasta una distancia de dos pies y medio (ya que suponemos la persiana enteramente abierta), un ladrón habría podido sujetarse firmemente de las tablillas de la celosía. Abandonando entonces su sostén en la varilla, afirmando los pies en la pared y lanzándose vigorosamente hacia adelante habría podido hacer girar la persiana hasta que se cerrara; si suponemos que la ventana estaba abierta en este momento, habría logrado entrar así en la habitación.»Le pido que tenga especialmente en cuenta que me refiero a un insólito grado de vigor, capaz de llevar a cabo una hazaña tan azarosa y difícil. Mi intención consiste en demostrarle, primeramente, que el hecho pudo ser llevado a cabo; pero, en segundo lugar, y muy especialmente, insisto en llamar su atención sobre el carácter extraordinario, casi sobrenatural, de ese vigor capaz de cosa semejante.»Usando términos judiciales, usted me dirá sin duda que para «redondear mi caso» debería subestimar y no poner de tal modo en evidencia la agilidad que se requiere para dicha proeza. Pero la práctica de los tribunales no es la de la razón. Mi objetivo final es tan sólo la verdad. Y mi propósito inmediato consiste en inducirlo a que yuxtaponga la insólita agilidad que he mencionado a esa voz tan extrañamente aguda (o áspera) y desigual sobre cuya nacionalidad no pudieron ponerse de acuerdo los testigos y en cuyos acentos no se logró distinguir ningún vocablo articulado.Al oír estas palabras pasó por mi mente una vaga e informe concepción de lo que quería significar Dupin. Me pareció estar a punto de entender, pero sin llegar a la comprensión, así como a veces nos hallamos a punto de recordar algo que finalmente no se concreta. Pero mi amigo seguía hablando.-Habrá notado usted -dijo- que he pasado de la cuestión de la salida de la casa a la del modo de entrar en ella. Era mi intención mostrar que ambas cosas se cumplieron en la misma forma y en el mismo lugar. Volvamos ahora al interior del cuarto y examinemos lo que allí aparece. Se ha dicho que los cajones de la cómoda habían sido saqueados, aunque quedaron en ellos numerosas prendas. Esta conclusión es absurda. No pasa de una simple conjetura, bastante tonta por lo demás. ¿Cómo podemos asegurar que las ropas halladas en los cajones no eran las que éstos contenían habitualmente? Madame L’Espanaye y su hija llevaban una vida muy retirada, no veían a nadie, salían raras veces, y pocas ocasiones se les presentaban de cambiar de tocado. Lo que se encontró en los cajones era de tan buena calidad como cualquiera de los efectos que poseían las damas. Si un ladrón se llevó una parte, ¿por qué no tomó lo mejor… por qué no se llevó todo? En una palabra: ¿por qué abandonó cuatro mil francos en oro, para cargarse con un hato de ropa? El oro fue abandonado. La suma mencionada por monsieur Mignaud, el banquero, apareció en su casi totalidad en los sacos tirados por el suelo. Le pido, por tanto, que descarte de sus pensamientos la desatinada idea de un móvil, nacida en el cerebro de los policías por esa parte del testimonio que se refiere al dinero entregado en la puerta de la casa. Coincidencias diez veces más notables que ésta (la entrega del dinero y el asesinato de sus poseedores tres días más tarde) ocurren a cada hora de nuestras vidas sin que nos preocupemos por ellas. En general, las coincidencias son grandes obstáculos en el camino de esos pensadores que todo lo ignoran de la teoría de las probabilidades, esa teoría a la cual los objetivos más eminentes de la investigación humana deben los más altos ejemplos. En esta instancia, si el oro hubiese sido robado, el hecho de que la suma hubiese sido entregada tres días antes habría constituido algo más que una coincidencia. Antes bien, hubiera corroborado la noción de un móvil. Pero, dadas las verdaderas circunstancias del caso, si hemos de suponer que el oro era el móvil del crimen, tenemos entonces que admitir que su perpetrador era lo bastante indeciso y lo bastante estúpido como para olvidar el oro y el móvil al mismo tiempo.»Teniendo, pues, presentes los puntos sobre los cuales he llamado su atención -la voz singular, la insólita agilidad y la sorprendente falta de móvil en un asesinato tan atroz como éste-, echemos una ojeada a la carnicería en sí. Estamos ante una mujer estrangulada por la presión de unas manos e introducida en el cañón de la chimenea con la cabeza hacia abajo. Los asesinos ordinarios no emplean semejantes métodos. Y mucho menos esconden al asesinado en esa forma. En el hecho de introducir el cadáver en la chimenea admitirá usted que hay algo excesivamente inmoderado, algo por completo inconciliable con nuestras nociones sobre los actos humanos, incluso si suponemos que su autor es el más depravado de los hombres. Piense, asimismo, en la fuerza prodigiosa que hizo falta para introducir el cuerpo hacia arriba, cuando para hacerlo descender fue necesario el concurso de varias personas.»Volvámonos ahora a las restantes señales que pudo dejar ese maravilloso vigor. En el hogar de la chimenea se hallaron espesos (muy espesos) mechones de cabello humano canoso. Habían sido arrancados de raíz. Bien sabe usted la fuerza que se requiere para arrancar en esa forma veinte o treinta cabellos. Y además vio los mechones en cuestión tan bien como yo. Sus raíces (cosa horrible) mostraban pedazos del cuero cabelludo, prueba evidente de la prodigiosa fuerza ejercida para arrancar quizá medio millón de cabellos de un tirón. La garganta de la anciana señora no solamente estaba cortada, sino que la cabeza había quedado completamente separada del cuerpo; el instrumento era una simple navaja. Lo invito a considerar la brutal ferocidad de estas acciones. No diré nada de las contusiones que presentaba el cuerpo de Madame L’Espanaye. Monsieur Dumas y su valioso ayudante, monsieur Etienne, han decidido que fueron producidas por un instrumento contundente, y hasta ahí la opinión de dichos caballeros es muy correcta. El instrumento contundente fue evidentemente el pavimento de piedra del patio, sobre el cual cayó la víctima desde la ventana que da sobre la cama. Por simple que sea, esto escapó a la policía por la misma razón que se les escapó el ancho de las persianas: frente a la presencia de clavos se quedaron ciegos ante la posibilidad de que las ventanas hubieran sido abiertas alguna vez.»Si ahora, en adición a estas cosas, ha reflexionado usted adecuadamente sobre el extraño desorden del aposento, hemos llegado al punto de poder combinar las nociones de una asombrosa agilidad, una fuerza sobrehumana, una ferocidad brutal, una carnicería sin motivo, una grotesquerie en el horror por completo ajeno a lo humano, y una voz de tono extranjero para los oídos de hombres de distintas nacionalidades y privada de todo silabeo inteligible. ¿Qué resultado obtenemos? ¿Qué impresión he producido en su imaginación?Al escuchar las preguntas de Dupin sentí que un estremecimiento recorría mi cuerpo.-Un maníaco es el autor del crimen -dije-. Un loco furioso escapado de alguna maison de santé de la vecindad.-En cierto sentido -dijo Dupin-, su idea no es inaplicable. Pero, aun en sus más salvajes paroxismos, las voces de los locos jamás coinciden con esa extraña voz escuchada en lo alto. Los locos pertenecen a alguna nación, y, por más incoherentes que sean sus palabras, tienen, sin embargo, la coherencia del silabeo. Además, el cabello de un loco no es como el que ahora tengo en la mano. Arranqué este pequeño mechón de entre los dedos rígidamente apretados de madame L’Espanaye. ¿Puede decirme qué piensa de ellos?-¡Dupin… este cabello es absolutamente extraordinario…! ¡No es cabello humano! -grité, trastornado por completo.-No he dicho que lo fuera -repuso mi amigo-. Pero antes de que resolvamos este punto, le ruego que mire el bosquejo que he trazado en este papel. Es un facsímil de lo que en una parte de las declaraciones de los testigos se describió como «contusiones negruzcas, y profundas huellas de uñas» en la garganta de mademoiselle L’Espanaye, y en otra (declaración de los señores Dumas y Etienne) como «una serie de manchas lívidas que, evidentemente, resultaban de la presión de unos dedos».«Notará usted -continuó mi amigo, mientras desplegaba el papel- que este diseño indica una presión firme y fija. No hay señal alguna de deslizamiento. Cada dedo mantuvo (probablemente hasta la muerte de la víctima) su terrible presión en el sitio donde se hundió primero. Le ruego ahora que trate de colocar todos sus dedos a la vez en las respectivas impresiones, tal como aparecen en el dibujo.Lo intenté sin el menor resultado.-Quizá no estemos procediendo debidamente -dijo Dupin-. El papel es una superficie plana, mientras que la garganta humana es cilíndrica. He aquí un rodillo de madera, cuya circunferencia es aproximadamente la de una garganta. Envuélvala con el dibujo y repita el experimento.Así lo hice, pero las dificultades eran aún mayores.-Esta marca -dije- no es la de una mano humana.-Lea ahora -replicó Dupin- este pasaje de Cuvier.Era una minuciosa descripción anatómica y descriptiva del gran orangután leonado de las islas de la India oriental. La gigantesca estatura, la prodigiosa fuerza y agilidad, la terrible ferocidad y las tendencias imitativas de estos mamíferos son bien conocidas. Instantáneamente comprendí todo el horror del asesinato.-La descripción de los dedos -dije al terminar la lectura-concuerda exactamente con este dibujo. Sólo un orangután, entre todos los animales existentes, es capaz de producir las marcas que aparecen en su diseño. Y el mechón de pelo coincide en un todo con el pelaje de la bestia descrita por Cuvier. De todas maneras, no alcanzo a comprender los detalles de este aterrador misterio. Además, se escucharon dos voces que disputaban y una de ellas era, sin duda, la de un francés.-Cierto, Y recordará usted que, casi unánimemente, los testigos declararon haber oído decir a esa voz las palabras: Mon Dieu! Dadas las circunstancias, uno de los testigos (Montani, el confitero) acertó al sostener que la exclamación tenía un tono de reproche o reconvención. Sobre esas dos palabras, pues, he apoyado todas mis esperanzas de una solución total del enigma. Un francés estuvo al tanto del asesinato. Es posible -e incluso muy probable- que fuera inocente de toda participación en el sangriento episodio. El orangután pudo habérsele escapado. Quizá siguió sus huellas hasta la habitación; pero, dadas las terribles circunstancias que se sucedieron, le fue imposible capturarlo otra vez. El animal anda todavía suelto. No continuaré con estas conjeturas (pues no tengo derecho a darles otro nombre), ya que las sombras de reflexión que les sirven de base poseen apenas suficiente profundidad para ser alcanzadas por mi intelecto, y no pretenderé mostrarlas con claridad a la inteligencia de otra persona. Las llamaremos conjeturas, pues, y nos referiremos a ellas como tales. Si el francés en cuestión es, como lo supongo, inocente de tal atrocidad, este aviso que deje anoche cuando volvíamos a casa en las oficinas de Le Monde (un diario consagrado a cuestiones marítimas y muy leído por los navegantes) lo hará acudir a nuestra casa.Me alcanzó un papel, donde leí:Capturado.-En el Bois de Boulogne, en la mañana del… (la mañana del asesinato), se ha capturado un gran orangután leonado de la especie de Borneo. Su dueño (de quien se sabe que es un marinero perteneciente a un barco maltés) puede reclamarlo, previa identificación satisfactoria y pago de los gastos resultantes de su captura y cuidado. Presentarse al número… calle… Faubourg Saint-Germain… tercer piso.-Pero, ¿cómo es posible -pregunté- que sepa usted que el hombre es un marinero y que pertenece a un barco maltes?-No lo sé -dijo Dupin- y no estoy seguro de ello. Pero he aquí un trocito de cinta que, a juzgar por su forma y su grasienta condición, debió de ser usado para atar el pelo en una de esas largas queues de que tan orgullosos se muestran los marineros. Además, el nudo pertenece a esa clase que pocas personas son capaces de hacer, salvo los marinos, y es característico de los malteses. Encontré esta cinta al pie de la varilla del pararrayos. Imposible que perteneciera a una de las víctimas. De todos modos, si me equivoco al deducir de la cinta que el francés era un marinero perteneciente a un barco maltes, no he causado ningún daño al estamparlo en el aviso. Si me equivoco, el hombre pensará que me he confundido por alguna razón que no se tomará el trabajo de averiguar. Pero si estoy en lo cierto, hay mucho de ganado. Conocedor, aunque inocente de los asesinatos, el francés vacilará, como es natural, antes de responder al aviso y reclamar el orangután. He aquí cómo razonará: «Soy inocente y pobre; mi orangután es muy valioso y para un hombre como yo representa una verdadera fortuna. ¿Por qué perderlo a causa de una tonta aprensión? Está ahí, a mi alcance. Lo han encontrado en el Bois de Boulogne, a mucha distancia de la escena del crimen. ¿Cómo podría sospechar alguien que ese animal es el culpable? La policía está desorientada y no ha podido encontrar la más pequeña huella. Si llegaran a seguir la pista del mono, les será imposible probar que supe algo de los crímenes o echarme alguna culpa como testigo de ellos. Además, soy conocido. El redactor del aviso me designa como dueño del animal. Ignoro hasta dónde llega su conocimiento. Si renuncio a reclamar algo de tanto valor, que se sabe de mi pertenencia, las sospechas recaerán, por lo menos, sobre el animal. Contestaré al aviso, recobraré el orangután y lo tendré encerrado hasta que no se hable más del asunto.»En ese momento oímos pasos en la escalera.-Prepare las pistolas -dijo Dupin-, pero no las use ni las exhiba hasta que le haga una seña.La puerta de entrada de la casa había quedado abierta y el visitante había entrado sin llamar, subiendo algunos peldaños de la escalera. Pero, de pronto, pareció vacilar y lo oímos bajar. Dupin corría ya a la puerta cuando advertimos que volvía a subir. Esta vez no vaciló, sino que, luego de trepar decididamente la escalera, golpeó en nuestra puerta.-¡Adelante! -dijo Dupin con voz cordial y alegre.El hombre que entró era, con toda evidencia, un marino, alto, robusto y musculoso, con un semblante en el que cierta expresión audaz no resultaba desagradable. Su rostro, muy atezado, aparecía en gran parte oculto por las patillas y los bigotes. Traía consigo un grueso bastón de roble, pero al parecer ésa era su única arma. Inclinóse torpemente, dándonos las buenas noches en francés; a pesar de un cierto acento suizo de Neufchatel, se veía que era de origen parisiense.-Siéntese usted, amigo mío -dijo Dupin-. Supongo que viene en busca del orangután. Palabra, se lo envidio un poco; es un magnífico animal, que presumo debe de tener gran valor. ¿Qué edad le calcula usted?El marinero respiró profundamente, con el aire de quien se siente aliviado de un peso intolerable, y contestó con tono reposado:-No podría decirlo, pero no tiene más de cuatro o cinco años. ¿Lo guarda usted aquí?-¡Oh, no! Carecemos de lugar adecuado. Está en una caballeriza de la rue Dubourg, cerca de aquí. Podría usted llevárselo mañana por la mañana. Supongo que estará en condiciones de probar su derecho de propiedad.-Por supuesto que sí, señor.-Lamentaré separarme de él -dijo Dupin.-No quisiera que usted se hubiese molestado por nada -declaró el marinero-. Estoy dispuesto a pagar una recompensa por el hallazgo del animal. Una suma razonable, se entiende.-Pues bien -repuso mi amigo-, eso me parece muy justo. Déjeme pensar: ¿qué le pediré? ¡Ah, ya sé! He aquí cuál será mi recompensa: me contará usted todo lo que sabe sobre esos crímenes en la rue Morgue.Dupin pronunció las últimas palabras en voz muy baja y con gran tranquilidad. Después, con igual calma, fue hacia la puerta, la cerró y guardó la llave en el bolsillo. Sacando luego una pistola, la puso sin la menor prisa sobre la mesa.El rostro del marinero enrojeció como si un acceso de sofocación se hubiera apoderado de él. Levantándose, aferró su bastón, pero un segundo después se dejó caer de nuevo en el asiento, temblando violentamente y pálido como la muerte. No dijo una palabra. Lo compadecí desde lo más profundo de mi corazón.-Amigo mío, se está usted alarmando sin necesidad -dijo cordialmente Dupin-. Le aseguro que no tenemos intención de causarle el menor daño. Lejos de nosotros querer perjudicarlo: le doy mi palabra de caballero y de francés. Estoy perfectamente enterado de que es usted inocente de las atrocidades de la rue Morgue. Pero sería inútil negar que, en cierto modo, se halla implicado en ellas. Fundándose en lo que le he dicho, supondrá que poseo medios de información sobre este asunto, medios que le sería imposible imaginar. El caso se plantea de la siguiente manera: usted no ha cometido nada que no debiera haber cometido, nada que lo haga culpable. Ni siquiera se le puede acusar de robo, cosa que pudo llevar a cabo impunemente. No tiene nada que ocultar ni razón para hacerlo. Por otra parte, el honor más elemental lo obliga a confesar todo lo que sabe. Hay un hombre inocente en la cárcel, acusado de un crimen cuyo perpetrador puede usted denunciar.Mientras Dupin pronunciaba estas palabras, el marinero había recobrado en buena parte su compostura, aunque su aire decidido del comienzo habíase desvanecido por completo.-¡Dios venga en mi ayuda! -dijo, después de una pausa-. Sí, le diré todo lo que sé sobre este asunto, aunque no espero que crea ni la mitad de lo que voy a contarle… ¡Estaría loco si pensara que van a creerme! Y, sin embargo, soy inocente, y lo confesaré todo aunque me cueste la vida.En sustancia, lo que nos dijo fue lo siguiente: Poco tiempo atrás, había hecho un viaje al archipiélago índico. Un grupo del que formaba parte desembarcó en Borneo y penetró en el interior a fin de hacer una excursión placentera. Entre él y un compañero capturaron al orangután. Como su compañero falleciera, quedó dueño único del animal. Después de considerables dificultades, ocasionadas por la indomable ferocidad de su cautivo durante el viaje de vuelta, logró finalmente encerrarlo en su casa de París, donde, para aislarlo de la incómoda curiosidad de sus vecinos, lo mantenía cuidadosamente recluido, mientras el animal curaba de una herida en la pata que se había hecho con una astilla a bordo del buque. Una vez curado, el marinero estaba dispuesto a venderlo.Una noche, o más bien una madrugada, en que volvía de una pequeña juerga de marineros, nuestro hombre se encontró con que el orangután había penetrado en su dormitorio, luego de escaparse de la habitación contigua donde su captor había creído tenerlo sólidamente encerrado. Navaja en mano y embadurnado de jabón, habíase sentado frente a un espejo y trataba de afeitarse, tal como, sin duda, había visto hacer a su amo espiándolo por el ojo de la cerradura. Aterrado al ver arma tan peligrosa en manos de un animal que, en su ferocidad, era harto capaz de utilizarla, el marinero se quedó un instante sin saber qué hacer. Por lo regular, lograba contener al animal, aun en sus arrebatos más terribles, con ayuda de un látigo, y pensó acudir otra vez a ese recurso. Pero al verlo, el orangután se lanzó de un salto a la puerta, bajó las escaleras y, desde ellas, saltando por una ventana que desgraciadamente estaba abierta, se dejó caer a la calle.Desesperado, el francés se precipitó en su seguimiento. Navaja en mano, el mono se detenía para mirar y hacer muecas a su perseguidor, dejándolo acercarse casi hasta su lado. Entonces echaba a correr otra vez. Siguió así la caza durante largo tiempo. Las calles estaban profundamente tranquilas, pues eran casi las tres de la madrugada. Al atravesar el pasaje de los fondos de la rue Morgue, la atención del fugitivo se vio atraída por la luz que salía de la ventana abierta del aposento de madame L’Espanaye, en el cuarto piso de su casa. Precipitándose hacia el edificio, descubrió la varilla del pararrayos, trepó por ella con inconcebible agilidad, aferró la persiana que se hallaba completamente abierta y pegada a la pared, y en esta forma se lanzó hacia adelante hasta caer sobre la cabecera de la cama. Todo esto había ocurrido en menos de un minuto. Al saltar en la habitación, las patas del orangután rechazaron nuevamente la persiana, la cual quedó abierta.El marinero, a todo esto, se sentía tranquilo y preocupado al mismo tiempo. Renacían sus esperanzas de volver a capturar a la bestia, ya que le sería difícil escapar de la trampa en que acababa de meterse, salvo que bajara otra vez por el pararrayos, ocasión en que sería posible atraparlo. Por otra parte, se sentía ansioso al pensar en lo que podría estar haciendo en la casa. Esta última reflexión indujo al hombre a seguir al fugitivo. Para un marinero no hay dificultad en trepar por una varilla de pararrayos; pero, cuando hubo llegado a la altura de la ventana, que quedaba muy alejada a su izquierda, no pudo seguir adelante; lo más que alcanzó fue a echarse a un lado para observar el interior del aposento. Apenas hubo mirado, estuvo a punto de caer a causa del horror que lo sobrecogió. Fue en ese momento cuando empezaron los espantosos alaridos que arrancaron de su sueño a los vecinos de la rue Morgue. Madame L’Espanaye y su hija, vestidas con sus camisones de dormir, habían estado aparentemente ocupadas en arreglar algunos papeles en la caja fuerte ya mencionada, la cual había sido corrida al centro del cuarto. Hallábase abierta, y a su lado, en el suelo, los papeles que contenía. Las víctimas debían de haber estado sentadas dando la espalda a la ventana, y, a juzgar por el tiempo transcurrido entre la entrada de la bestia y los gritos, parecía probable que en un primer momento no hubieran advertido su presencia. El golpear de la persiana pudo ser atribuido por ellas al viento.En el momento en que el marinero miró hacia el interior del cuarto, el gigantesco animal había aferrado a madame L’Espanaye por el cabello (que la dama tenía suelto, como si se hubiera estado peinando) y agitaba la navaja cerca de su cara imitando los movimientos de un barbero. La hija yacía postrada e inmóvil, víctima de un desmayo. Los gritos y los esfuerzos de la anciana señora, durante los cuales le fueron arrancados los mechones de la cabeza, tuvieron por efecto convertir los propósitos probablemente pacíficos del orangután en otros llenos de furor. Con un solo golpe de su musculoso brazo separó casi completamente la cabeza del cuerpo de la víctima. La vista de la sangre transformó su cólera en frenesí. Rechinando los dientes y echando fuego por los ojos, saltó sobre el cuerpo de la joven y, hundiéndole las terribles garras en la garganta, las mantuvo así hasta que hubo expirado. Las furiosas miradas de la bestia cayeron entonces sobre la cabecera del lecho, sobre el cual el rostro de su amo, paralizado por el horror, alcanzaba apenas a divisarse. La furia del orangután, que, sin duda, no olvidaba el temido látigo, se cambió instantáneamente en miedo. Seguro de haber merecido un castigo, pareció deseoso de ocultar sus sangrientas acciones, y se lanzó por el cuarto lleno de nerviosa agitación, echando abajo y rompiendo los muebles a cada salto y arrancando el lecho de su bastidor. Finalmente se apoderó del cadáver de mademoiselle L’Espanaye y lo metió en el cañón de la chimenea, tal como fue encontrado luego, tomó luego el de la anciana y lo tiró de cabeza por la ventana.En momentos en que el mono se acercaba a la ventana con su mutilada carga, el marinero se echó aterrorizado hacia atrás y, deslizándose sin precaución alguna hasta el suelo, corrió inmediatamente a su casa, temeroso de las consecuencias de semejante atrocidad y olvidando en su terror toda preocupación por la suerte del orangután. Las palabras que los testigos oyeron en la escalera fueron las exclamaciones de espanto del francés, mezcladas con los diabólicos sonidos que profería la bestia.Poco me queda por agregar. El orangután debió de escapar por la varilla del pararrayos un segundo antes de que la puerta fuera forzada. Sin duda, cerró la ventana a su paso. Más tarde fue capturado por su mismo dueño, quien lo vendió al Jardin des Plantes en una elevada suma.Lebon fue puesto en libertad inmediatamente después que hubimos narrado todas las circunstancias del caso -con algunos comentarios por parte de Dupin- en el bureau del prefecto de policía. Este funcionario, aunque muy bien dispuesto hacia mi amigo, no pudo ocultar del todo el fastidio que le producía el giro que había tomado el asunto, y deslizó uno o dos sarcasmos sobre la conveniencia de que cada uno se ocupara de sus propios asuntos.-Déjelo usted hablar -me dijo Dupin, que no se había molestado en replicarle-. Deje que se desahogue; eso aliviará su conciencia. Me doy por satisfecho con haberlo derrotado en su propio terreno. De todos modos, el hecho de que haya fracasado en la solución del misterio no es ninguna razón para asombrarse; en verdad, nuestro amigo el prefecto es demasiado astuto para ser profundo. No hay fibra en su ciencia: mucha cabeza y nada de cuerpo, como las imágenes de la diosa Laverna, o, a lo sumo, mucha cabeza y lomos, como un bacalao. Pero después de todo es un buen hombre. Lo estimo especialmente por cierta forma maestra de gazmoñería, a la cual debe su reputación. Me refiero a la manera que tiene de nier ce qui est, et d’ expliquer ce qui n’est pas.FINTraducción de Julio Cortázar
"Estas obras constituyen títulos fundamentales para entender la literatura peruana en el contexto hispanoamericano y mundial del vanguardismo del siglo XX", afirmó la Biblioteca Nacional en un comunicado.Los ocho ejemplares son primeras ediciones, seis de ellas fueron publicadas en vida por el "poeta universal", como llaman en Perú a Vallejo, y dos son obras póstumas, publicadas a partir de manuscritos y borradores conservados por su viuda, Georgette Philippart.Las obras son 'Los heraldos negros' (Lima, 1918. Fondo Antiguo de la BNP); 'Trilce' (Lima, 1922. Fondo Antiguo de la BNP); 'Escalas' (Lima, 1923. Fondo Antiguo de la BNP), 'Fabla salvaje' (Lima, 1923. Colección Raúl Porras Barrenechea de la BNP), 'El Tungsteno' (Madrid, 1931. Colección Aurelio Miró Quesada de la BNP).También 'Rusia en 1931: reflexiones al pie del Kremlin' (Madrid, 1931. Colección Aurelio Miró Quesada de la BNP), 'Poemas Humanos: 1923-1938' (París, 1939. Fondo Intermedio de la BNP) y 'Rusia ante el segundo plan quinquenal' (Lima, 1965. Colección Ricardo Angulo Basombrio de la BNP).La BNP indicó que en términos materiales, estos ejemplares de Vallejo (1892-1938) "presentan singularidades que permiten conocer su historia y procedencia".El ingreso de los libros del peruano en dicho programa se decidió en el Comité Regional de América Latina y el Caribe del Programa Memoria del Mundo de la Unesco, realizada en Santiago de Chile, donde se analizaron 32 postulaciones presentadas por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela.Además, la BNP añadió que el Tratado Preliminar de Paz, Amistad, Comercio y Navegación entre el Perú y el Japón, firmado en 1873 en la ciudad de Edo (actual Tokio), custodiado por el Ministerio de Relaciones Exteriores peruano, también ingresó a este archivo por ser el vínculo más antiguo que une América Latina y AsiaLa Unesco creó el Programa Memoria del Mundo en 1992 para promover la conservación y el acceso al patrimonio documental de la humanidad, ya que diversos factores como la falta de recursos, saqueos, guerras y el comercio ilegal hacen del patrimonio documental un material sensible de ser destruido o extraviado, por lo que radica la importancia de salvaguardarlo.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En 325 páginas y con cuatro poemas inéditos, Belli trazó esta selección de su obra poética junto a la profesora de Literatura Española de la Universidad de Salamanca, María José Bruña."No siempre la alta cultura va de la mano de la ética, por eso es doblemente significativa la valentía intelectual y humana de Gioconda Belli, que es defensora de los derechos humanos, de la igualdad y de la justicia social", afirmó este miércoles Bruña en la presentación de la obra, junto a Gioconda Belli, en la Casa-Museo Miguel de Unamuno de Salamanca.La antología "Parir el alba" recopila poemas de toda la trayectoria de la autora divididos en cuatro etapas: 'Me duele como parto esta alegría', 'Con una suave interrogación', 'No fue así, no fue así' y 'Decir el corazón'."Nos habla del milagro de la vida, del deseo femenino, con su manera de escribir incandescente, natural, directa. Vemos el paisaje encarnado, su preocupación ecologista temprana", comentó la profesora.Belli (Managua, 1948) visita hoy por primera vez Salamanca para presentar su nueva antología y para recibir su premio de poesía de la mano de la reina Sofía, madre de Felipe VI, en una ceremonia en el Paraninfo de la Universidad."No había estado todavía aquí, pero Salamanca ha existido en mi imaginación hace muchísimo tiempo como referencia a lo más excelso del desarrollo intelectual de la hispanidad", contó la poeta en su intervención."Conmovida en un año extremadamente difícil" La poeta, que vive en España su segundo exilio, está "profundamente conmovida" por este reconocimiento, en un año "extremadamente difícil" en el que "todo cambió" en su vida, por las medidas del gobierno de Daniel Ortega contra ella y su familia."Yo viví un tiempo en Estados Unidos, había regresado a Nicaragua en 2011 y pensé que no me iba a mover de ahí. Y, de repente, toda mi vida se altera. Pero soy optimista por naturaleza y pienso también en esto como una oportunidad, esto es algo que no le pasa a mucha gente, que tu vida se transforma", explicó."Tengo que aprender de esta experiencia y en España he encontrado un amor, una solidaridad, que me han conmovido profundamente y me han reconciliado. Tuve mi época indigenista con mis serios cuestionamientos de lo que había hecho España en América, y ahora me doy cuenta de cómo la lengua nos ha hermanado y cómo han reivindicado todo eso en la manera en que se trata con América Latina", añadió.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"La poesía (...) es también una forma de acercarse al complejo universo que nos rodea, desde una perspectiva amplia y abarcadora", dijo la poetisa al recibir el galardón en el arranque de la FIL, el evento literario más importante en el mundo de habla hispana.Bracho (Ciudad de México, 1951) dijo que la poesía tiene coincidencias con otras áreas como las ciencias sociales, la historia, la biología y la psiquiatría."La poesía comparte la inaplazable necesidad de preguntarse cómo es posible que el género humano siga luchando con toda la violencia imaginable contra sí mismo, cómo es posible que se sigan aceptando y fomentando las guerras", dijo la autora.Bracho resaltó a su vez el rol de la poesía para cuestionar la violencia ligada al crimen organizado que golpea a México."¿Cómo es posible, en fin, y ha sido posible que la violencia se haya vuelto una expresión cotidiana en países como el nuestro donde los homicidios son ya incontables?", cuestionó."De todos estos temas y de muchísimos más nos habla y nos cuestiona la poesía, desde innumerables perspectivas y de muy diversas maneras", detalló.Frente a ese panorama, continuó, "si algo necesitamos (...) es una nueva manera de ver, una capacidad analítica y crítica que nos permita encontrar soluciones que beneficien a todos los seres humanos".Bracho es autora de libros como "La voluntad del ámbar" (1998) y "Debe ser un malentendido" (2018). Además, ha sido becaria de la fundación Guggenheim y ha recibido, entre otros, el Premio Xavier Villaurrutia (2003), el Premio Nacional de Letras de Sinaloa (2017) y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1981).Escritores como la brasileña Nélida Piñón, la chilena Diamela Eltit y el rumano Mircea Cărtărescu, entre otros grandes representantes de la literatura contemporánea, han recibido previamente el premio FIL.Con la entrega del galardón se inaugura la edición 37 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que en este año tiene como invitado especial a la Unión Europea.Al evento acuden en promedio unas 800.000 personas y unos 14.000 profesionales de la industria editorial.En esta edición también habrá un homenaje póstumo para Raúl Padilla, quien fundó la FIL en 1987 y murió en abril pasado.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Gérard de Nerval fue un poeta francés del siglo XIX conocido por su poesía romántica y simbolista. Sus obras a menudo exploraban la relación entre la realidad y la imaginación, utilizando simbolismos y metáforas.Nerval fue influenciado por la literatura alemana, especialmente por la obra de escritores como Johann Wolfgang von Goethe y E.T.A. Hoffmann. Esta influencia se refleja en sus temas oníricos y misteriosos.El poeta luchó contra problemas mentales a lo largo de su vida, y su salud mental se deterioró aún más en los últimos años. Fue internado en instituciones psiquiátricas en varias ocasiones. Entre sus obras más conocidas se encuentra Aurélia, una obra que refleja sus experiencias mentales y su visión de la realidad y la fantasía. También escribió poesía lírica, como El desdichado y El sueño de un hombre justo.Su obra ha influido en muchos poetas posteriores. Algunos de los poetas que se vieron influenciados por la poesía de Nerval son:Arthur Rimbaud: El poeta francés Arthur Rimbaud, una figura destacada en el movimiento simbolista, fue influenciado por Nerval en términos de su enfoque surrealista y su conexión con la imaginación y los sueños.André Breton: Como líder del movimiento surrealista, Breton valoraba la imaginación y el inconsciente, elementos que también se encuentran en la obra de Nerval.Paul Verlaine: Otro poeta simbolista francés, Verlaine, se vio influenciado por la musicalidad y la emotividad presentes en la poesía de Nerval.Stéphane Mallarmé: Este poeta simbolista y líder intelectual en el París finisecular también recibió influencia de Nerval, particularmente en términos de la exploración de la simbología y la profundidad metafísica en la poesía.Charles Baudelaire: Aunque contemporáneo de Nerval, Baudelaire también fue influido por su obra. Ambos compartían una inclinación hacia lo oscuro, lo misterioso y lo melancólico.La vida y obra de Gérard de Nerval son fascinantes por su fusión de lo romántico, lo simbolista y lo autobiográfico. Su contribución a la literatura ha dejado una marca duradera en la poesía francesa del siglo XIX.
Conversamos sobre el recetario "Saboreando la vida", producido en alianza por la Universidad ECCI y el Instituto Nacional de Cancerología. ¿Cómo se gestó este proyecto y en qué consiste?Es un producto elaborado a dos manos dentro del marco de una de las tareas que tienen las universidades y es la del desarrollo de investigaciones. Como universidad tenemos un convenio con el Instituto Nacional de Cancerología en el que nos pidieron desarrollar un producto, un recetario, con recetas agradables, hablando sensorialmente. También debían ser asequibles y que contaran con las caractarísticas nutricionales adecuadas para contribuir en la calidad de vida de niños y niñas que están padeciendo algún tipo de cáncer.El recetario parte del trabajo con grupos focales en dos horages de paso de Bogotá, ¿cómo fue el proceso de investigación e interacción con estos grupos?En esta investigación necesitábamos capturar información de primera mano, de fuentes primarias, para diseñar las recetas y qué mejor fuente que los albergues infantiles de pacientes con estas características que además están asociados al Instituto Nacional de Cancerología.Utilizamos grupos de enfoque para permitir que los participantes dieran sus opiniones, lo hicimos motivando a los padres de familia, a los pacientes y a las personas que trabajan en los albergues a través de escuelitas de gastronomía. En estas actividades se preparaban cosas fundamentales, básicas, orientados por chefs de la Universidad ECCI y paralelamente capturábamos información.El enfoque de este recetario son los pacientes pediátricos oncológicos, ¿cuáles son los retos de aportar a la dieta de este grupo tan específico?El próposito es suministrar el diseño de alimentos para que sean preparados en las casas de los pacientes, que tengan características nutricionales, que no les vayan a causar perjuicios en razón a su enfermedad o tratamiento; el recetario no busca solucionar o curar la enfermedad, es una aclaración necesaria.Ahora, se eligen pacientes oncológicos pediátricos porque la alimentación de los niños y niñas es muy especial, debe ser placentera; en el caso de los pacientes adultos hay más probabilidad de que accedan a ciertos alimentos.Es un libro diseñado como un genérico para la enfermedad y para los síntomas de tratamiento; por ahora, no está enfocado en un cáncer en especial.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Hay unas dificultades que surgen en razón a la enfermedad misma, pero también hay otros síntomas que son propios del tratamiento, por eso la estructura del recetario está ligada a esa tipología de sintómas, como vómito, diarrea, disfagia, estreñimiento, falta de apetito. Si la niña o el niño están pasando por síntomas de disfagia o estreñimiento, por ejemplo, van a encontrar ideas de lo que pueden hacer, recetas ricas en fibra.En relación con los alimentos y productos que componen esta herramienta, cómo pueden variar dependiendo la región del país en la que están los pacientes. Estas recetas no se salen de un presupuesto común y corriente, son recetas económicas. Infortunadamente, existe la idea de que para alimentarse bien durante el tránsito de estas enfermedades se debe recurrir a recetas muy costosas, pero este no es el caso. Uno de los principios de esta investigación es que los alimentos sean de fácil acceso, pero también que fueran regionales.En cuanto a la diferenciación de recetas normales u ortodoxas, tienen un componente hacia la parte de nutrición y un componente muy específico en cuanto a la tipología del síntoma.¿Cuál fue la participación de los estudiantes de Gastronomía o de otros programas de la Universidad ECCI en esta investigación?Este tipo de proyectos no tiene razón si no hay participación activa de los estudiantes. En esta investigación participaron estudiantes de Gastronomía, en la captura de información, en el trabajo con los grupos de enfoque. También participaron estudiantes de Enfermería, porque también hicimos diálogos grupales con personal médico del Instituto Nacional de Cancerología, en los que participaron médicos, enfermeros, fonoaudiólogos, personal de pediatría.En el diseño del libro mismo también tuvieron parte estudiantes de Publicidad y mercadeo, en el registro visual, en la fotografías. Se anima a los estudiantes a que participen en este tipo de proyectos.¿Cómo incentivar todavía más la participación de estudiantes en proyectos sociales?El mismo objetivo y el próposito cuando es social es suficiente motivador para los estudiantes, es muy interesante para ellos ver que están contribuyendo en algo tangible, algo real, que es útil directamente para la sociedad; que no queda difuso entre el hacer, la apropiación y la utilización en la sociedad.La generación actual es bastante inquieta frente a los problemas sociales. Yo estoy convencido de que cuando ellas y ellos ven estos propósitos sociales se motivan bastante.¿Cómo puede acceder la gente a este recetario?Al ser un producto de investigación, pero con una perspectiva de proyección social, este recetario es completamente gratuito. Se encuentra en la página web del Instituto Nacional de Cancerología y también de la Universidad ECCI. En ambos accesos hay un repositorio donde se puede descargar en PDF gratuitamente.El libro es muy ameno, las recetas están organizadas por sintómas, que a su vez se especifícan por comidas princiaples como lo son el desayuno, almuerzo y cena. También hay otro tipo de recetas para ocasiones especiales.Acceda a este libro haciendo clic aquí. 🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"El ejército ruso ha aniquilado las ciudades ucranianas. Ha exterminado sobre todo la cultura", denunció Loznitsa anoche al presentar el filme, fuera de competición, en las sesiones especiales de certamen de la Costa Azul gala, acompañado por parte de su equipo y por el delegado general del festival, Thierry Frémaux.La guerra lleva presente en Europa "desde hace diez años", recordó el también realizador del exitoso documental 'Maidan' sobre los disturbios civiles de 2013 y 2014 en la plaza central de Kiev, en referencia a que las agresiones rusas comenzaron hace mucho más de dos años, con la anexión unilateral de la península de Crimea en 2014.Pero a comienzos de 2022, enfatizó el director, el conflicto adoptó un "carácter extremadamente salvaje" con la invasión del país a gran escala por parte del régimen de Vladímir Putin.Fue ese mismo año cuando Loznitsa se embarcó en el rodaje de The Invasion, un camino que en cierta medida concluyó anoche, en la tercera jornada de la 77 edición del Festival de Cannes, mostrando al público el "dolor inconmensurable" de todos los ucranianos. "Contamos hoy con compartir ese dolor con vosotros", dijo Loznitsa.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La vida interrumpida por las alarmas antiaéreasYa desde su introducción, con imágenes de funerales de soldados caídos en la defensa de Ucrania, The Invasion obliga a recordar que la guerra continúa, a pesar de que su peso en titulares haya decaído, y el impacto que eso tiene en millones de personas todos los días.Loznitsa, fiel a su estilo de planos generales estáticos y pacientes en los que la acción se va revelando por sí misma, bucea en todo tipo de escenas de lo cotidiano de su país.Es un día a día que a veces queda completamente transformado por la presencia permanente del conflicto, pero que en otras ocasiones, a fuerza de costumbre, prosigue solo sutilmente trastocado por la guerra.En las bodas, los novios van vestidos con su uniforme militar. En las calles se reparten víveres indispensables. En las escuelas, los niños dibujan tanques y las profesoras intentan continuar con su lección con normalidad, aunque tengan que dar la clase en refugios antiaéreos por la amenaza de las bombas rusas.Hasta en las librerías, los dependientes invitan tranquilamente a los clientes a salir del local porque han sonado las alarmas y hay que ponerse a cubierto.El realizador ucraniano muestra también que los libros han sido, de hecho, una parte significativa de la guerra al nivel cultural, a través de imágenes de la destrucción de cientos de ejemplares firmados por autores rusos o relativos esa cultura -ni Dostoyevski se salva-, en un intento de reafirmar la identidad ucraniana frente al invasor.De vuelta al nivel más humano de las consecuencias de la guerra, Loznitsa también visita un centro de rehabilitación en el que hombres y mujeres con miembros amputados aprenden a vivir con sus nuevas extremidades ortopédicas y muestra cómo sus compatriotas de fe cristiana ortodoxa continúan con los tradicionales baños helados triples para conmemorar el bautismo de Cristo.Las imágenes de los bombardeos están presentes, pero son siempre de los momentos posteriores. Es decir, no están las explosiones, pero sí sus consecuencias.Y es que a Loznitsa no le ha interesado hacer un documental sobre el frente de batalla -al estilo, por ejemplo, de la oscarizada este año 20 Days in Mariupol ('20 días en Mariúpol')-, sino sobre todo el dolor del pueblo que se encuentra detrás.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El filme, que lleva más de un mes en las carteleras, muestra no solo la distancia cultural, sino también la falta de acceso para entender cómo se percibe la realidad en las comunidades más alejadas del territorio andino peruano."En este país llamado Perú existen varias naciones y, por ende, somos culturas diferentes, me parece que todavía eso no se entiende", declaró Tito Catacora.El codirector, quien quedó a cargo del proyecto tras la muerte repentina de su sobrino Oscar durante el rodaje de la película, señaló que la obra busca mostrar "que el ser humano es cada vez más egocéntrico y piensa que la naturaleza está para dominarla y explotarla"."Nuestra cultura originaria considera que en este mundo nada es inerte, una piedra no es un objeto, sino que tiene vida", aseguró antes de añadir que, desde esa lógica, "el trato es distinto" en la relación con el mundo.El nuevo cine peruano'Yana Wara', que va por su quinta semana en cines a nivel nacional, se describe como una película de arte. "Hacemos este tipo de obras con la finalidad de que el espectador pueda reflexionar y proponer soluciones a los problemas que abordamos", sostuvo Catacora.La elección de lugares, el extenso territorio altiplánico, la lengua aimara como idioma principal en la película y la propuesta visual en blanco y negro, fueron hechas en conjunto por sus directores; sin embargo, el corte final fue liderado por Tito.La etapa de rodaje y edición llevó a que Tito pueda darle un toque más "racionalista y atrevido", lo que hizo que 'Yana Wara' tomara otro rumbo al que Oscar hubiera elegido."Obviamente yo soy más racionalista, a diferencia de Oscar, que era más emotivo. Si él hubiera culminado la película sería distinta. Pero creo que no se ha perdido el espíritu, eso se conserva" añadió.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.El Perú distanteAunque la ausencia de Oscar fue determinante en la elaboración final de 'Yana Wara', la propuesta de hacer un cine 'diferente', que revele la esencia y reivindique a la cosmovisión andina, es algo que perdura tras su muerte."Nosotros, los pueblos originarios, al estar aislados adolecemos de muchos servicios, educación, salud o incluso orden interno, pero no podemos hacer nada" comentó Tito.Aludió de esa manera a las circunstancias de la muerte de Oscar, quien sufrió una apendicitis en un lugar remoto de los Andes sin servicios de salud, una circunstancia que al igual que sus personajes de ficción lo condujo a la muerte."Un día antes estábamos grabando y es algo raro, pero es lo que ha ocurrido", comentó Tito, quien junto a su familia y el equipo técnico de la película trabajaba con Oscar."He evitado comentar lo que pasó exactamente, porque no soy médico, nosotros somos más pragmáticos, por más que se hable de mi sobrino y se realicen homenajes, mi sobrino no va volver", remarcó.Tito agregó que "solo sus familiares" lo llevan "en el corazón" y para ellos "él ya es como un dios menor". Reconoció, además, que "hacer cine es difícil" en Perú, aunque el legado que construyeron con Oscar es algo que desea continuar. "Seguiremos hasta donde tengamos las posibilidades", prometió. Añadió que, en 'Yana Wara', se puede ver el contraste entre lo místico y lo humano, la visión andina y la de ciudades como Lima Metropolitana.Se menciona, por ejemplo, a personajes fantásticos como el 'Anchanchu', un espíritu maligno que es considerado dueño de la riqueza, y al que muchos mineros se encomiendan por oro y plata. "Nosotros pensamos que, para dar a conocer nuestra visión, era necesario tratar sobre los espíritus malignos", dijo Catacora.A partir de eso, sus directores incorporaron otros temas, como la violencia de género, la medicina andina y la justicia comunal."Para nosotros hablar del 'Anchanchu' no es ningún mito ni algo fantasioso, sino es algo real y tangible, yo mismo los he escuchado y sé cómo se expresan, alguien me dirá que estoy delirando, pero no es así", concluyó.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El cantautor cubano Silvio Rodríguez lanzará en junio Quería Saber, su primera producción discográfica en tres años y en la que incluye temas compuestos durante este "maltrecho" siglo, informaron este jueves sus estudios Ojalá."El próximo viernes, 7 de junio, se presentará en las principales plataformas digitales de música el álbum Quería saber, de Silvio Rodríguez", señaló Ojalá en un comunicado publicado en el blog Zurrón del Aprendiz, del famoso artista.Según Ojalá, antes del lanzamiento, los seguidores de Rodríguez, de 77 años y fundador de la Nueva Trova Cubana, podrán disponer de dos sencillos: Quería saber, el 24 de mayo, y América, siete días después.Es el 22º disco de la extensa carrera de Rodríguez, autor de temas antológicos como La era está pariendo un corazón y Ojalá.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.La única canción del disco "que no es de este siglo" es "Tonada para dos poemas de Rubén Martínez Villena", un destacado escritor y revolucionario cubano que vivió entre 1899 y 1934, cuya música compuso a principios de la década de 1970."Las demás canciones, las actuales, las canté en muchos conciertos de barrio, y creo que son como este joven y maltrecho siglo, al que espero que un buen día le crezcan alas", afirma Rodríguez en el comunicado, refiriéndose a los más de 100 recitales que realizó entre 2010 y 2020 para llevar su música a los barrios más humildes del país.El artista también reflexiona sobre el título del álbum: "Es difícil ponerle nombre a un disco"."Primero iba a ser Canciones del siglo XXI (menos una). Después pensé en Después. Por último, me he decidido por Quería saber. Aunque quizá debería llamarse Quiero saber, porque eso es lo que me mueve", apuntó.Su última producción discográfica data de 2021 cuando presentó Silvio Rodríguez con Diákara, según Zurrón del Aprendiz.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Chabuco (Valledupar, Colombia, 1975), que este sábado actúa en Sevilla (sur de España) acompañado de Rocío Soto y otros artistas invitados, dijo en una entrevista con EFE que para él "todas las colaboraciones con mis amigos músicos son importantísimas. He tenido muchas que me han llenado de sueños y se me han cumplido, pero todavía me faltan muchas por cumplir porque considero que en la música y en el arte en general se trata de compartir, no de dividir".El colombiano señala que la música vallenata, que él fusiona con otros géneros como el jazz, el bolero o el rock, tiene una "gran aceptación" y "a pesar de la discriminación que sufrió durante muchos años, se mantiene vigente"Sobre si un artista debe tener su sello personal o adaptarse a los cambios de gustos musicales, Chabuco responde que los músicos "debemos tener nuestro propio camino. Yo por mi trabajo y experiencia creo en lo que hago, en la música de mis raíces, y creo que si hay que recibir algún reconocimiento es haciendo la música bajo tu convicción".Para Chabuco, "la mezcla entre el folclore campesino, que es de donde yo vengo allí en Guajira, con la música que más me ha gustado, desde que he crecido escuchando a muchos artistas diferentes, hace que mi música tenga una particularidad: el encuentro entre el campo con la música moderna".Chabuco comenzó su recorrido musical a final de la década de 1990 y a mediados de los 2000 publicó su primer álbum como solista, titulado "Morirme de amor".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí."Antes había menos oportunidades para los artistas que querían mostrar su música, pero ahora, con todas estas cosas de las plataformas digitales, creo que todos tenemos una cabida para mostrar nuestros discos y que no solamente por medio de negocios entre disqueras puedas sacar tu música".Con la discográfica Sony publicó el álbum "Encuentro", en el que colaboró con Alejandro Sanz. Chabuco aconseja a los jóvenes artistas que, al margen de compañías discográficas, "crean en su música y en lo que hacen para que así la música pueda coger su cauce sincero hacia lo que ellos quieren, porque lo demás se va juntando en el camino".Su actual gira, que comenzó en febrero, tiene un formato acústico y, aunque en Colombia tiene su banda, Chabuco dice que "hay momentos en los que tengo que hacer giras acústicas. Me gusta de las dos formas. El piano es un poco más desnudo, más puntual con la gente, pero siempre me gusta tocar con mi banda, que es un cuarteto de músicos maravillosos".El colombiano se siente muy satisfecho de la acogida que está teniendo en España: "Está siendo una gira maravillosa por todo este país que amo, donde la gente me recibe con mucho cariño".No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.