Navía se suma así a la nómina de galardonadas desde 2017, cuando se creó este galardón para premiar a autoras que hayan destacado como poetas, narradoras o ensayistas.Navia (Cali, Colombia, 1948) fue la elegida por 'Parajes de los días', donde se cuestiona:"¿Por qué se escribe poesía? ¿Por qué escribo poesía? Es una pregunta siempre latente que tal vez no encuentre una respuesta exacta".Las ganadoras hasta ahora han sido María Antonia García de León, Luisa Ballesteros Rosas, Pilar Pedraza Pérez del Castillo y Ana Martín Ramos.Escritora caleña y líder feminista, Navia es profesora emérita de literatura en la Universidad del Valle en Cali y directora de la Casa Cultural Tejiendo Sororidades en esta ciudad colombiana.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Es también graduada en Letras, Lingüística y Teología, especialista en Literatura Hispanoamericana y escritura de mujeres, así como ensayista y poeta.Ha publicado numerosos artículos en revistas académicas y varios libros y ha recibido algunos reconocimientos, entre ellos el premio especial de estudios de la mujer de la Casa de las Américas en Cuba, y ha sido finalista en el premio mundial de poesía mística Fernando Rielo por su poema 'Oráculo 2000 América Latina'.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Cuando le preguntaban a Cristina Peri Rossi por su familia materna, que, por cierto, era de origen genovés y con quien compartió las horas más cruciales de su infancia, la escritora Cristina Peri Rossi se refería a ella como “la familia numerosa, la mafia, el clan italiano”. Creció rodeada de varios hombres quienes le causaban cierto horror, ese peso que llevaban sobre sus espaldas las mujeres de su familia. Peri Rossi observaba a esas mujeres hablar y fumar en la cocina, escuchaba lo que compartían y advertía cómo crecían sus frustraciones. Destinadas, al parecer, a vivir solo para tres cosas en la vida: los quehaceres domésticos, atender a sus maridos y criar a sus hijos.Tenía solo seis años cuando empezó a oír minuciosamente dichas conversaciones y a enfrentarse a la que sería su futura y cruel realidad, en las noches mientras todos dormían, ella, en medio de la oscuridad, pensaba en lo frustrante y devastador que sería convertirse en sus tías o sus vecinas quienes vivían sin esperanza, sin voluntad, sin ningún deseo. En las tardes se escabullía a lo largo del pasillo y entraba a escondidas a la biblioteca que le pertenecía a su tío materno, “la oveja negra de la familia”, un oficinista que soñó con algo distinto para su vida; alguna vez Peri Rossi mencionó que pensaba que a su tío le faltó, quizá, coraje. Pese a su corta edad, Peri Rossi no sabía cómo dejar de sentir ese vacío, esa angustia lacerante que la perseguía, probablemente, se negaba a atravesar ese mismo sendero que no le había dejado ningún propósito ni le había otorgado ningún sentido a las mujeres que hasta el momento conocía.Durante todo un verano se propuso aprender a silbar, ensayaba cada vez que podía y le costó mucho, finalmente, cuando una noche lo logró, una de sus tías la tomó del brazo y en voz baja le dijo: “Las nenas no silban”. En el siguiente verano, se interesó por el fútbol, pero no entendía porque su mundo, o más bien, el mundo de las mujeres estaba lleno de “no”, cuando trataba de preguntarle a su mamá, Julieta Rossi, porque no podía correr por el pasto e ir detrás de la pelota como los demás, ella solo se limitaba a mencionar: “Las verdaderas nenas no juegan al fútbol”.Empecinada por encontrar respuestas a las preguntas que le surgían a lo largo del día y que además nadie se preocupaba por aclararle, se encerraba durante horas en la biblioteca, se aferraba a las historias grecolatinas, a las pinturas que yacían en los libros, se sumergía en varias historias de novelas. Por esa época, encontró una frase del poeta francés Arthur Rimbaud “para escribir hay que leer y estar dispuesto a todo” y que transcribió en una libreta diminuta que conservaba siempre en el bolsillo de su pantalón.De repente una noche decidió que escribiría durante cada noche, registró sus primeros cuentos titulados “El terutero”, “Mis juguetes”. Una tarde, mientras todos comían espaguetis y abrían varias botellas de vino, observó a lo lejos una silla vacía— aprovechando el ruido y las carcajadas que se escuchaban de sus familiares— se subió sobre ella y sin preocupaciones por la posible respuesta de los demás se atrevió a gritar “les anuncio que voy a ser escritora”. “¿Qué dice la nena? —Está loca”. Así reaccionaron ante su declaración, excepto su madre, quien la conocía muy bien, sabía que cuando una idea se posaba por su mente no descansaba hasta conseguirla.Esa noche la señora Rossi pronunció las siguientes palabras: “Ésta, efectivamente, desgraciadamente, va a ser escritora”. No le disgustaba imaginar esa profesión para su hija mayor pero no podía ignorar los acontecimientos políticos que desde ya comenzaban a asomarse, avecinarse y a desprenderse.Con el tiempo comprendió que para no echar bajo tierra sus sueños de ser escritora debía permitirse vivir, aprender y, sobre todo, pasara lo que pasara, permitirse siempre avanzar, luchar. “La única manera de no frústrame era defendiendo ese deseo, contra lo que fuera”, esa era la frase que se repitió una y otra vez durante años, la dijo en voz alta en la madrugada del 4 de octubre de 1972 cuando llenó su maleta de hojas de papel y no empacó nada más, por miedo a que la secuestraran a que le arrebataran sus objetos, sus tesoros más preciados. Se repitió la misma frase antes de llamar a su amigo el poeta Hugo Achugar para decirle que la llevara al puerto y poder viajar por primera vez en barco, alejándose por obligación de todos los que amaba. Muchas veces les confesó a sus amigos más cercanos: “Vamos a entendernos: si a mí no me saca la dictadura, no me saca nadie. Yo nunca había pensado en irme de Uruguay. Me costó mucho irme… la decisión de salvar el pellejo me fue muy difícil de tomar, muy dramático. No quería irme y me costó ponerme de acuerdo con esa decisión”.Alguna vez en una entrevista que le hicieron en 1987 Peri Rossi confesó: “El exilio significa soledad, pero también un contacto muchísimo más profundo con las partes oscuras… con las zonas donde la experiencia del dolor es inevitable”. Justamente de eso nos hablan las ciento veintiséis páginas de “Solitario de amor”, su segunda novela publicada, una historia narrada por una voz masculina, un hombre que no se preocupa en absoluto por revelar su nombre, su identidad, tal vez, porque a lo largo de estas páginas argumenta que su identidad es Aída, su enamorada, por quien vive, come y respira. Él se siente perdido, se siente exiliado por el simple hecho de no sentirse seguro del amor que ella le profesa.Razón tenía el filósofo español Ortega y Gasset cuando mencionó que el amor “es un acto centrifugo del alma que va hacia el objeto en flujo constante y lo envuelve en cálida corroboración (…) Desafortunadamente también es un eterno insatisfecho”.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Peri Rossi nos habla del amor obsesivo, compulsivo, egoísta, malsano y desgastante por parte de un hombre que no encuentra consuelo en su vida exterior porque no cree pertenecer a ella, solo disfruta el interior, la casa de Aída, sus senos, su cuerpo, sus gemidos, sus gestos, movimientos, sus secreciones, sus fluidos, su aroma, sus palabras y texturas, su saliva espesa y pura. Aída, por su parte, es una mujer que no le teme a la soledad, que no tiene afán de correr a toda prisa por la vida. Todo lo contrario, al parecer, ya sufrió lo suficiente como para entender que la vida no debe depender de nadie y menos de un amor, por eso al final de estas páginas nos regala una frase un tanto escandalosa, fría y amarga si se quiere, pero llena de certezas. “Nunca quise ser el sueño de ningún hombre: yo soy mi propio sueño”.“Lamo tu ropa. Primero, el delgado bretel negro que, lamido por mi lengua, se balancea sobre tu hombro ancho y blanco, bárbaro, columpio báquico. El bretel es de seda, una fina cinta negra que puedo deslizar con la lengua (…) Tiro de él. El seno se mueve. Sé que con el bretel negro en la boca estoy dirigiendo tu seno, elevándolo como un globo de aire que empieza a ascender…”. La mayor parte del tiempo la palabra exilio se limita simplemente a una persona que sufre al ser desterrada de su lugar de nacimiento. En esta novela erótica, entendemos que el exilio también se concibe a través del amor, en esta obra, el desamor es sinónimo de soledad y destierro, nos resulta lacerante cuando el otro no nos reconoce, nos ignora, nos lastima con su indiferencia, con sus miedos; amamos tanto al otro que al mismo tiempo le profesamos envidia porque puede seguir adelante, sin que nuestra presencia afecte su forma de respirar, caminar y sentir.Este hombre le confiesa al lector “Cómo los argonautas del espacio, yo giro en pos de Aída, en mi propia cápsula aislada, en mi nave de subjetividad, y el sol, quizás no sabe que es el sol, pues gira solo entorno a sí mismo. Yo soy el hombre del limbo, el extraviado, el perdido. Soy el ausente del tiempo, el que se fugó en una órbita incomprensible para los demás”. No repara en recuperar su vida anterior, es más, se empeña en negar esa vida misma, argumentando que no había tenido sueños y propósitos antes de conocerla. Lo cierto es que insiste en este amor tóxico y ciego porque tal vez cree que aferrándose a sus besos y a cada parte de su cuerpo pueda conquistar el corazón de su amante, pero no repara en darse cuenta como ese mismo cuerpo, esa misma mirada de mujer triste y vacía lo está llevando al mismísimo abismo. Con el personaje de Aída, la escritora uruguaya quiso mostrarnos su coraje y fortaleza que tejió poco a poco con su escritura, le da sentido a las palabras que mencionó alguna vez “La mía es una vida que está marcada por un deseo y la fidelidad de ese deseo, colocado en primer lugar, sin negociaciones”.Frases de Cristina Peri Rossi en “Solitario de amor”“Soy un tipo sin memoria, un hombre sin raíz, sin hábitos y lo que es peor: soy un niño sin madre que le enseñe a comer, a vestirse, hablar, a relacionarse, con los demás”.“Para Amar a Aída, desaprendí el mundo, olvidé la cultura. Soy un hombre incivilizado, alguien que no sabe… soy un hombre que ama, que está enamorado, es decir alguien improductivo, insociable, salvaje”.“Nunca quise ser el sueño de ningún hombre: yo soy mi propio sueño”.“Cómo los argonautas del espacio, yo giro en pos de Aída, en mi propia cápsula aislada, en mi nave de subjetividad, y el sol, quizás no sabe que es el sol, pues gira solo entorno a sí mismo. Yo soy el hombre del limbo el extraviado, el perdido. So el ausente del tiempo, el que se fugó en una órbita incomprensible para los demás”.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La periodista y activista Mariángela Urbina encarna a Eliana en la serie “La Wedding Planner” que se transmitirá el próximo 9 y 10 de marzo por Canal Capital. Esta innovadora serie, busca a través del humor mostrar cómo son las relaciones entre padres e hijos en pleno 2024.A lo largo de seis capítulos, esta miniserie trata temas como la educación sexual, el embarazo, la administración de la plata, el amor, la comunicación y la espiritualidad, entre otros. Todo ocurre a partir de Eliana, una joven de treinta años que se gana la vida organizando bodas.El matrimonio de una pareja gay que quiere una boda cristiana, Eliana en medio de problemas amorosos, una madre soltera que no sabe cómo contarle a su hija de 10 años que tiene novio nuevo, son solo algunos de los temas que verán los espectadores en este proyecto.“Una serie en donde el amor vence los prejuicios” es el eslogan de esta propuesta que está coordinada por un equipo de mujeres talentosas, desde la escritura hasta la producción. La historia fue escrita por Urbina, en compañía de Carolina Vásquez Triana; dirigida por María José Bermúdez y Adriana Iglesias, y producida por Tatiana Prieto.Además, en el elenco participan reconocidas figuras de la televisión colombiana, como Marcela Agudelo y María Cecilia Botero, quien da vida a la madre de Eliana; Emmanuel Restrepo, mejor conocido por sus papeles como “Camilo” en la serie de Netflix La primera vez, o como “Carmelo”, en la telenovela Rigo.El grupo de actores que participan lo completan Estefania Piñeres, Camilo Amores, la directora y actriz Paola Barrera, quien interpreta a Yira, una madre soltera que lidia con una hija adolescente. Este papel, el de la más joven de la historia, está a cargo de la niña Isabela Castaño quien le da vida a Mar, una niña de diez años. De acuerdo con Urbina, “parece ser la más sabia entre todos los personajes de la historia”.Urbina considera que este proyecto, ganador de la convocatoria del MinTIC 2023, puede hacer las veces de un puente entre generaciones para hablar de temas tabú. En conversación con la HJCK habló sobre el proceso de creación de la serie y la facilidad con que puede hacer que los espectadores se sientan identificados con los escenarios que plantea.¿Cómo surge el proyecto y la idea de "La Wedding Planner"?Me preguntaba "cómo sería un Padres e hijos en estos tiempos", de ahí nace la idea de la Wedding planner, una chica de treinta años que se gana la vida organizando matrimonios, pero en su vida personal le va bastante mal en el amor.Gracias a encontrarse con una pareja muy interesante de dos hombres que ya adultos, mayores, deciden darle rienda suelta a su amor y apostarle por una boda, ella empieza a aprender algunas cosas que le van a servir para en un momento bastante caótico de su vida.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.¿Qué vamos a ver en la serie?A través de la familia de Eliana y de esta familia que ella conoce a través de su trabajo iremos viendo un retrato de las familias del presente; eso es lo que para mí sería un Padres e hijos en el presente. Unas familias que reflejan los retos y las situaciones que viven las familias de hoy, en su diversidad, con un poquito de humor, y también un poquito de drama.Desde su perspectiva, ¿por qué temas como la sexualidad, el aborto, el feminismo, siguen siendo tabú en las conversaciones con tíos, madres, incluso, primos y hermanos?Cada vez es más difícil escapar de estas conversaciones en las familias. Hace unos años metiamos todos esos temas debajo del colchón y nunca salían a la luz, solo en alguna pelea, en Navidad, por algún problema o alguna situación de violencia intrafamiliar, de resto eran temas guardados bajo llave. Hoy, siendo conversaciones que están tan vivas en las redes sociales, en las canciones, en todas partes, cada vez salen más, flotan, están ahí.El problema es que muchas veces generan tensiones. En esta serie vamos a ver muchas de esas tensiones, pero también nos vamos a reir un poco de nosotras mismas y por medio del humor a intentar entender cómo podemos resolver mejor esos conflictos en familia. O por lo menos, podrán verse en el reflejo de la pantalla y entender que si hoy tu familia está discutiendo, eres la hija que apoya el aborto y la familia está en desacuerdo, no estás sola, hay muchas familias pasando por situaciones similares. Lo mismo, si eres la mamá o el papá de una adolescente que está sobreinformada gracias a TikTok, saber que tampoco están solos. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por @laweddingplannerserie ¿Cómo llega esta serie a generaciones mayores, donde todavía persisten las barreras para abordar estos temas?Esta serie es un puente intergeneracional. Sirve como ese puente. La experiencia con el elenco, las conversaciones fuera de cámara ya era un termómetro de lo que podía ser esta serie. Logramos llegar también a gente más adulta en la casa porque mostramos la realidad de esas conversaciones, la realidad de esos conflictos.A la hora de escribir y de hacer toda la serie nos pusimos en los zapatos de las personas mayores de la casa también, intentando entender sus vidas y la realidad de las personas mayores que eligieron otros caminos. Ese es el caso de Domingo y Luis, que decidieron darle rienda suelta a su amor hasta que llegaron a una edad adulta, también es ver cómo se vive la adultez desde ese lugar.La serie podrá verla por el Canal Capital este 9 y 10 de marzo a las 10:00 p. m. También, puede estar pendiente de la retransmisión el fin de semana del 6 de abril en el mismo horario. Adicionalmente, Urbina indicó que a través de las redes sociales de la serie se dará información sobre otros lugares donde ver “La Wedding Planner”.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En una entrevista con EFE, Enríquez argumenta que "Stephen King supo entender que el terror ya no venía del espacio exterior o del trastornado social, (...), sino que el miedo estaba en una escuela con una chica a la que hacen 'bullying' y que con el poder de su mente acababa con sus agresores".En los doce cuentos de 'Un lugar soleado para gente sombría' (Anagrama), escribe sobre el mal que acecha y los monstruos que surgen de pronto en la realidad más cotidiana, en grandes urbes como Buenos Aires o Los Ángeles o en pequeños pueblos recónditos.En el contexto actual de amenazas climáticas en el planeta, está ganando espacio el denominado "ecoterror", reconoce, que no le interesa demasiado, aunque está detrás de la proliferación de distopías en la ficción y su consumo masivo en series de televisión."El terror que escribía cuando era muy joven nada tiene que ver con el que hago ahora, porque a los 50 años aparecen cada vez más miedos, entre ellos la menopausia", señala.La pandemia sale en algún cuento, pero todos los relatos fueron escritos en el verano de 2023, "en medio de una ola de calor espantosa que duró un mes", dice Enríquez.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Hablando de fantasmas y miedos en un país como Argentina la conversación lleva a la dictadura, sus desaparecidos, convertidos en una suerte de fantasmas en el primer cuento del volumen y finalmente al actual presidente, Javier Milei."Milei no es un marciano, había unas condiciones de hartazgo de la población muy peligrosas que la política no supo contener ni quiso verlo y eso dio lugar a que la gente tomara la decisión maximalista", comenta Enríquez.La escritora explica que ella no sentía "esa desesperación que tenía la gente" con los gobernantes precedentes, con los que tampoco estaba de acuerdo.En su opinión, la sociedad actual tiene "un problema con la verdad y la realidad y las grandes narraciones de terror, como 'El proceso' de Kafka, tienen que ver con que las cosas no son lo que parecen y ahí se abre una quiebra en la realidad".Precisamente, Enríquez atribuye el éxito del género del 'true crime' a que se trata de "un intento individual y racional de llegar a la verdad", como en el relato basado en la historia real de una chica desaparecida en un hotel de Los Ángeles, investigado por una periodista, cuyas espeluznantes imágenes recorrieron internet.Otros miedos atraviesan los cuentos, como el miedo al pasado, en un país en el que los desaparecidos continuaron incluso después de finalizar la dictadura, o el miedo a la enfermedad o el envejecimiento."Nuestras conversaciones han pasado de tratar sobre películas, lugares para tomar algo, comida o política, a hablar sobre pruebas médicas, operaciones", concluye Enríquez.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
La “Rosa Roja”, como llegó a ser conocida Rosa Luxemburgo, tuvo una vida ligada a la política. Sus aportes económicos, feministas, políticos y de activismo fueron fundamentales para los movimientos sociales en Europa y actualmente muchos de ellos siguen vigentes. Pese a la censura, los exilios, las persecuciones y las barreras sociales que limitaban la participación de las mujeres a finales del siglo XIX y durante el siglo XX, Luxemburgo logró ser uno de los referentes del marxismo y de la promoción de la unidad de los trabajadores, más allá de las fronteras de los países.Oriunda de Zamość (1871), Polonia, cuando el país europeo todavía era parte del Imperio Ruso, Luxemburgo inició su vida política desde la adolescencia. Creció en una familia judía y liberal; al igual que su madre, fue una ávida lectora, formando su pensamiento político y sus ideales con obras escritas en alemán, polaco y ruso.Exiliada en Suiza, por la persecución política de la que ya era víctima, Luxemburgo cursó sus estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Políticas en Zurich; fue allí donde conoció a líderes socialistas, entre ellos a “Tyscho”, como era conocido el líder revolucionario Leo Jogiches. Con él, fundó años más tarde el Partido Socialdemócrata Polaco.Fue una de las destacadas participantes de la Segunda Internacional, con apenas veintidós años. En dicha organización por los partidos socialistas y laboristas, también tuvieron un lugar políticos influyentes del movimiento socialdemócrata y marxista como Hugo Haase, Gustave Hervé, Vladímir Lenin y la también defensora de derechos de la mujer, Clara Zetkin.A los 27 años, se trasladó a Alemania y formó parte del partido más influyente del momento, el Socialdemócrata Alemán. Durante su participación en dicho partido, Luxemburgo cultivó opiniones divididas. Muchos integrantes la despreciaban por ser de la orientación de izquierda del partido, por el mero hecho de ser mujer y por sus comentarios sobre la revolución que avanzaba en el imperio ruso.El desprecio que recibía de su partido era opuesto a la acogida que iba teniendo entre la gente. Sus elocuentes discursos en los que criticaba el maltrato a los soldados, apoyaba la objeción de conciencia para los militares y se oponía tajantemente a la pena de muerte, le valieron una serie de arrestos a lo largo de su vida.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.En su tiempo tras las rejas, Rosa fue construyendo su obra, y también su herbario. Compuesto por 18 cuadernos, la intelectual armó una serie de observaciones, muestras y apuntes sobre las plantas y los árboles que la rodeaban. Años más tarde, esa misma colección de cuadernos fue fundamental para contrastar el ADN que reposa en las anotaciones con los restos del que se presumía, era su cuerpo, que hasta entonces se encontraba en el Hospital Charité en Berlín, en 2007.Solo hasta entonces, Rosa Luxemburgo pudo ser realmente identificada y en 2010, fue enterrada en el cementerio de San Miguel, en Berlín; 91 años después del asesinato de la activista.Sus pensamientos están consignados en sus obras más destacadas: Reforma o revolución (1900), Huelga de masas, partido y sindicato (1906), La acumulación del capital (1913) y La revolución rusa (1918).🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"En toda mi obra el tema de la memoria está muy presente. Tengo como una obsesión por la memoria y el recuerdo, aunque creo que es algo natural en todos, porque es lo que nos ha hecho lo que somos y lo que nos ha llevado hasta el presente. Pero te puedes plantear que igual hay una parte que es falsa o que quizá hay datos erróneos, que hay cosas que se pierden por el camino. En esta novela es un tema clave", afirma en una entrevista con EFE.La autora, de visita a Barcelona, rememora que cuando acabó Los optimistas, finalista del premio Pulitzer y cuyos derechos se adquirieron para filmar una película, se planteó crear un relato que fuera "trepidante de leer" y que llegara a un público más amplio, tras abordar en esa obra los estragos que provocó el sida en los años ochenta en su Chicago natal.En la nueva historia, Bodie Kane, artífice de un pódcast de éxito, es invitada a impartir clases en el internado Granby, donde pasó su adolescencia y donde vivió el episodio más terrible de su vida: el asesinato de su compañera de habitación, Thalia.El caso vuelve a ocupar toda su vida desde que pone los pies en ese lugar y no descarta que cuando ocurrió el suceso en 1995 podría haber habido equivocaciones en la investigación, mentiras o suposiciones erróneas.Con los 40 años superados y con hijas adolescentes, piensa que es momento de mirar atrás, algo que también cree que hizo el 'Me too': "También nos invitó a hacer, a llevarnos a plantear si hechos que sucedieron en el pasado los interpretamos bien o si el paso del tiempo puede cambiar mi percepción sobre ellos".En la novela, se pone de manifiesto cómo el 'Me too' llevó a muchas personas a mirar hacia atrás y a revisitar el pasado porque, según Makkai, "hechos que ocurrían, como el acoso sexual o discursos sobre el odio o la crueldad, ahora no se tolerarían. A la vez, cosas que hace veinte años nos molestaban pero de las que incluso reíamos, ahora no nos hacen ninguna gracia".💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Interés desde la Edad MediaLa escritora defiende que el interés humano por las historias basadas en crímenes reales no es algo nuevo, sino que en el mundo moderno viene ya de los años veinte del siglo pasado, aunque: "Incluso podemos ir a la Edad Media, cuando a partir de rumores sobre asesinatos, vete a saber dónde, se creaban leyendas o se hacían canciones"."En la actualidad, la proliferación es muy importante a través de los medios, muchos de ellos, amateurs, lo que lleva a que cualquier persona si quiere se puede encerrar todo un fin de semana para absorber mucha información y pensar que es un experto", afirma.A su juicio, el 'true crime' ha contribuido a que se hayan "resuelto casos o a que víctimas más marginales, que no son tan atractivas para la televisión, hayan sido objeto de interés. La aportación de los oyentes o de gente que tiene datos y los da a conocer es positivo para lo que decíamos, la resolución".Sin embargo, no obvia que hay una parte negativa, puesto que ha habido gente que ha llegado a "asediar a sospechosos, a volver a traumatizar a víctimas o a hacerlo aflorar todo ante las familias".Con el fin de documentarse para la novela llevó a cabo mucho "trabajo de campo", leyó mucho sobre casos diversos y escuchó pódcasts o vio series de televisión, aunque sin querer llegar a ninguna conclusión porque "la literatura no debe tener el objetivo de emitir veredictos, sino de formular las mejores preguntas, las mejor articuladas".🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Emily Dickinson dedicó parte de su vida a clasificar y coleccionar flores, las dividía en tipos y colores, guardaba muestras en su jardín. Ese lugar que sería material y combustible para su escritura de diferentes formas: primero, de cerca con la capacidad del tacto y luego a lo lejos, desde la mirada en la ventana. Podríamos decir que la poesía de Dickinson es un jardín con todo tipo de flores, algunas que mueren lentamente y otras que reviven cada tanto de formas monstruosas y bellas.Tania Ganitsky es una escritora, poeta y traductora colombiana. Realizó el pregrado de Estudios Literarios en la Universidad Javeriana y estudió una maestría de Literatura y Filosofía en la Universidad de los Andes. A los 12 años decidió encaminarse por la poesía y en el 2006 ganó el Concurso Nacional de Poesía de la Universidad Externado de Colombia por su colección de poemas El don del desierto. En el año 2014 recibió la mención a mejor obra inédita del Premio Nacional de Poesía por su primer libro Dos cuerpos menos.Ganitsky comenzó su investigación acerca de la escritura de Dickinson como una exploración de lo incompleto en su forma de escribir, esto resultó en un libro publicado por la editorial Planeta en el que hace un trabajo de excavación en lo profundo de la poesía como trabajando un jardín.“Emily Dickinson y lo incompleto” es una conversación entre ambas, usted y la poeta, ¿cómo fue el primer encuentro que tuvo con Dickinson?La primera vez que leí a Dickinson tenía 17 años, vivía en Bogotá y mi mamá (que vivía en Estados Unidos) me mandó de regalo la obra completa de Dickinson. Ese fue mi primer acercamiento a su poesía, en ese libro hay 1800 poemas que tenían palabras muy complejas. A veces la poesía es difícil de leer cuando no estamos muy acostumbrados y Dickinson no es muy narrativa en sus poemas, entonces había muchas cosas que no entendía, pero me encantaban las imágenes, la oscuridad, las emociones y sensaciones que me hacía tener. Estas fueron unas primeras lecturas, no muy lúcidas, pero muy emocionales.¿Cuál es la diferencia de leer la poesía de Dickinson por deseo a tener que explorarla de una forma casi que arqueológica para rastrear sus disparadores poéticos o los porqués de la puesta en forma de sus textos?En el libro lo que hago es desmenuzar los poemas y creo que eso me salva de hacer algo que podría ser tedioso o demasiado racional con sus poemas. Lo que a mí me impresiona de Dickinson es como era de experimental y de contemporánea en el siglo XIX, revisar esas prácticas de escritura tan vanguardistas me da mucho placer, cada vez me maravilla más y no implica agotar el poema en sí.Este trabajo ha sido una traducción analítica de los poemas inéditos de Emily Dickinson, ¿cómo surgió la idea de investigar su poesía hasta el punto de analizarla y explicarla a otros?Yo hice un doctorado acerca de lo incompleto en la literatura, ahí estudié a Dickinson y sus propias formas, las prácticas escriturales eran muy resistentes a la industria literaria y a la forma de editar poesía en el siglo XIX. En los últimos años he dado la cátedra de Dickinson en la Universidad de Los Andes y en la Pontificia Universidad Javeriana, allí empezamos a explorar esas formas con mis estudiantes, también estudiamos las formas estructurales de publicar poesía.Después, Alejandra Algorta, editora de Cardumen, comenzó a editar en Planeta y me propuso hacer un libro sobre Dickinson para la editorial y esa fue la oportunidad de publicar esos fragmentos con una editora con la que ya había trabajado, que me dejó ser y me orientó; así que coincidió todo para que juntas pensáramos cómo podíamos darle vida a esos poemas que no estaban listos para ser publicados en formato de libro en el siglo XIX.💬 Únase a nuestro canal de Whatsapp aquí. ¿Cree que hay algún riesgo en este tipo de escritura que no se enmarca completamente en ningún género literario?. Sí, uno se arriesga a que no pueda circular, se arriesga a que no sea económicamente viable para algunas editoriales. Dickinson asumió ese reto y fue más importante escribir como ella quería escribir que conformar unos estándares de lectura y de publicación en su tiempo. Creo que hoy en día también es un reto, pero las editoriales están más abiertas a lo híbrido, este ensayo es una mezcla entre la crítica, la poesía, la traducción y la autobiografía y finalmente hubo un lugar para él.De ahí también me gustaría saber cómo la poesía deja huellas, porque al fin y al cabo lo que parece que sigue usted en el libro son las migas de Dickinson. ¿Usted como poeta, cómo entiende ese rastro?Dejar huella es dejar un vacío que a veces está antes pero que también puede estar después. La literatura son huellas que uno sigue, no solo que uno deja atrás y también es distinta la reacción si uno lee o escribe. Como escritora, yo puedo aprender de Dickinson a generar nuevas formas de silencio, de pausas, de crear el ritmo, como poeta ella me enseñó a relacionarme con los espacios que deja en medio de las palabras, a aprovechar la ambigüedad poética de las palabras. En las lectoras se relaciona con que también hemos sentido lo que ellas han escrito, eso valida las formas de sentir que nos habían atravesado, pero en las que no nos habíamos detenido por incapturables lingüísticamente.Lo lindo de la poesía, en general, es que uno atrapa cosas que ha vivido, las explora y les da más existencia porque las miras mejor y las exploras mejor. Una vez lees o escribes sobre esa experiencia se amplifica y se potencia.Me gustaría que habláramos acerca de una frase que menciona en el libro, "el lenguaje como arma letal", ¿cómo lo interpreta, ¿qué significa eso que podemos leer en muchas partes, pero no sabemos bien a qué se refiere y cómo cree que Dickinson lo aplicó en su escritura?Hay un poema de Dickinson muy violento en el que dice que las palabras son espadas que se pueden clavar en la persona que lee y creo que eso es de doble sentido porque a veces el lenguaje puede ser muy hiriente y a veces uno puede lastimar a las personas con las palabras, pero hay otra forma de compartir unas heridas que es a lo que se refiere la poeta cuando dice que las palabras son espadas. También verlas como armas letales me hace pensar en cambios sociales más grandes y yo pienso que hay algo social en esto, es permitirnos relacionarnos de una manera mucho más íntima con las otras personas desde lo afectivo y desde un pensamiento mucho más sintiente.Hay una palabraque lleva una espadapuede atravesar a un hombre armado –arroja sus barbadas sílabasy enmudece de nuevo –pero donde cayólos que se salvan diránen un patriótico díaque algún hermano con charreterasentregó su alma.(“Palabras como espadas, de Emily Dickinson)La voz poética es algo de lo que también se habla en el libro, ¿cuándo saber que existe una voz poética y cuándo sabemos que vale la pena de llevarla al plano de la escritura?La voz poética en literatura es la manera en que tú llamas la persona que narra el poema, entonces siempre existirá la voz poética. Muchas veces asumimos que esa voz coincide con la persona que escribe el poema porque también estamos acostumbradas a pensar que el poema no es ficción.Pero Dickinson, por ejemplo, tiene una tendencia a ficcionalizar en el poema. Una vez le escribió una carta a alguien y dice "cuando hablo de mí en el poema, no estoy hablando de mí sino del representante del verso", entonces es una voz poética ficcional, trabajada y el poema es un objeto estético, la manera en que eso se relaciona con la biografía de la autora, no está dada.La voz y la parte corpórea en el poema hace que la escritura no sea algo solo mental sino algo físico, eso que está escrito también tiene que ver con el cuerpo, tanto en su proceso de haber sido escrito como en lo que está hablando. Por ejemplo, Dickinson habla mucho de la voz y por ende del dolor físico que hace que se le vaya la voz y tenga que escribir a esquirlas de sonido y silencio justamente por el dolor de la voz.La escritura de Dickinson fue corregida por no tener la forma "correcta", hablemos del "desorden" de la escritura y por qué es fundamental para escribir poesía.Si hablamos de escribir una idea o un sentimiento Dickinson lo refleja muy bien en sus prácticas de escritura (que es lo que exploro en el libro) porque muchas veces escribe un poema y duda en qué palabra dejar, entonces ella lo que hace es no escoger una palabra final, sino que deja la opción para usar cualquiera.Los editores estaban acostumbrados a recibir poemas en una sola línea y sin notas al pie, bajo ese concepto de la versión final encontraron que Dickinson no las hacía y decidieron por ella, elegían la palabra que más sentido tenía para ellos en vez de pensar que les estaban proponiendo una forma nueva de leer. Eso fue muy innovador, pero se consideró una debilidad, pensando en que dudaba y no era capaz de tomar las decisiones finales.En mi caso, soy muy ordenada y sí uso las versiones finales, busco la palabra que quede más acorde a lo que estoy escribiendo. Organizo todos mis poemas en cuadernos y los transcribo juiciosamente, luego empiezo a buscar para armar un libro. Siento que hoy no es viable como poeta dejar cosas regadas porque ahora es muy chévere hacer libros, si a Dickinson le hubieran tocado nuestros editores de hoy tal vez habría querido hacer un libro porque no le habrían corregido su estilo y habrían entendido su forma de escritura. Aunque uno haga algo que se puede ver desordenado, entra perfectamente en el proyecto de libro. Se naturaliza el desorden en cuanto tengas alguien que te lo acolite.Tenemos mucho que aprender del desorden de Dickinson, nosotros no aprendimos que la poesía podía tener esas posibilidades porque estuvimos leyendo libros editados de una manera muy tradicional, pero creo que las generaciones que vienen sí tendrán acceso al desorden de una manera muy visible que potencia las formas de escribir y de leer.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Desde el 28 de febrero y hasta el 24 de marzo, Chocó se convierte en una fiesta, la Fiesta de la Lectura y la Escritura que promueve la riqueza cultural del departamento. En su séptima edición, este espacio cultural promovido por la Corporación Motete, en alianza con las alcaldías de los municipios participantes y empresas privadas, estará presenté en Turbo, Antioquia, y en Chocó, en Bahía Solano, Istmina y Quibdó.Este año, por primera vez, la Fecho se celebra también en Turbo, en la región del Urabá y al norte de Chocó, donde desde hace un año trabaja la Motete. Velia Vidal, escritora, gestora cultural y directora de la corporación, explica la llegada de la Flecho a este municipio: “Elegimos trabajar en Turbo porque nos trajo el agua, la brisa del Atrato en un recorrido que para nosotros no tiene fronteras políticas, porque culturalmente estamos en la misma eco-región y compartimos la misma cultura”.Vidal explica que desde hace siete años, cuando empezaron su trabajo en Quibdó también surgió la necesidad de crear espacios de encuentro para compartir el trabajo hecho alrededor de la cultura, la lectura, las artes y la gastronomía; para compartir y difundir la riqueza del Pacífico colombiano.Por eso, a los municipios a los que llevan el trabajo de Motete, como clubes de lectura y el proyecto Selva de letras, también llega la Flecho. “Cuando hacemos Flecho, en realidad estamos celebrando y cerrando el ciclo de acciones de los clubes de lectura y de todos los programas que hacemos a lo largo del año”, cuenta la escritora. Así ocurrió cuando trabajaron en Bahía Solano, más recientemente en Istmina y ahora en Turbo.Actualmente, Motete acompaña procesos de alrededor de 200 niños y niñas en los clubes de lectura de Turbo; en 2023 cerca de 500 niños y niñas formaron parte del proyecto Selva de letras, una iniciativa que promueve la lectura, no solo de libros, sino de fotografías, de la danza, de la cotidianidad, del cine y del entorno en los colegios y barrios que habitan los jóvenes. Este año serán 320 los pequeños que participen de esta formación de cuatro ciclos durante el año.Para la directora de Motete, parte del éxito del trabajo de la organización es la comunicación cercana que mantienen no solo con los jóvenes, sino con toda la comunidad. “Somos una organización de base que tiene una conversación directa, fluida y permanente con los distintos actores de cada comunidad, con los consejos comunitarios, con los maestros, con las juntas de acción comunal; esta interacción es constante, con las familias de los niños y las niñas que pertenecen a los clubes de lectura”. Entre sus planes de acción también está la formación a docentes; este año alrededor de 300 participan en el proceso de formación a maestros en enfoque étnico diferencial.Flecho se desarrolla en cuatro lugares distintos, donde se esperan alrededor de 6.000 visitantes. Hasta el 3 de marzo, la primera parada de esta fiesta cultural será en Turbo, luego llegará a Bahía Solano entre el 6 y el 9 de marzo, la tercera parada será en Istmina del 13 al 16 de marzo y, finalmente, llegará a Quibdó del 20 al 24 de marzo, donde además participará el invitado especial de este año, Estados Unidos.En el marco de la iniciativa “Juntando Orillas” Estados Unidos participará en el cierre de la Flecho en Quibdó. En alianza con una organización de Chicago, diez personas, entre escritores, editores, poetas y docentes universitarios compartirán con Motete y con los asistentes a la Flecho su experiencia en gestión cultural.Vidal cuenta que el conflicto, la exclusión, el racismo han sido factores que históricamente le han impedido a las poblaciones racializadas, en particular a la región del Pacífico, ejercer libre y plenamente su derecho a la cultura; contrarrestar esas dificultades ha sido en gran medida el trabajo de Motete.“Lo que nosotros pretendemos es apostarle al desarrollo del pensamiento crítico, al ejercicio de ciudadanías activas y a la posibilidad de encontrarnos en este ejercicio del derecho a la cultura y del derecho a la imaginación”, concluye la escritora.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
"Es una novela de ficción, basada en mi vida real. La mitad es ficción, la mitad es de verdad", un anhelo que tenía desde hace tiempo, explicó este jueves en uno de los salones de su residencia madrileña, rodeada de obras de arte, no en vano su colección está formada por más de 3.000 piezas, la más extensa de arte latinoamericano.Ella Fontanals-Cisneros (Cuba, 1944) se crió en Venezuela y tiene pasaporte español por sus orígenes familiares. Es especialista en arte y diseño contemporáneo latinoamericano, coleccionista desde los años 70 y fundadora y presidenta de la Fundación de Arte Cisneros Fontanals.Su colección incluye nombres como Gego, Jesús Rafael Soto, Alejandro Otero, Lygia Clark, Mira Schendel, además de piezas de Marina Abramovic, Los Carpinteros, Ai WeiWei, Carmen Herrera, León Ferrari, Damien Hirst, Jenny Holzer, Donald Judd, Anish Kapoor, Barbara Kruger, Ana Mendieta, entre muchos otros.Dos meses en México, con una disciplina de trabajo férrea, alejada de los museos y presentaciones de arte, dio como resultado un libro que considera "un eco de su identidad", en el que relata situaciones que no vivió, "pero que existieron durante mi periodo de crecimiento", y que son difíciles de discernir de las reales.Contado en primera persona, en el libro utiliza un lenguaje que pretende ser fácil también para los jóvenes, a los que quiere acercar la realidad de una mujer latinoamericana en los años 60 y 70 y lo duro que era "progresar en la vida pública y empresarial. Hoy en día la gente joven piensa que eso ha sido muy fácil".Reconoce que es "un poquito dura" con algunos de los personajes que aparecen en el libro, y cita a Donald Trump. "Con Fidel Castro sufrimos mucho sus decisiones y su liderazgo y quizá lo traté demasiado suave".Por el camino, asegura que dejó encuentros con muchos personajes relevantes, "resultaba muy abrumador", advierte.Hace doce años, la coleccionista mantuvo conversaciones con el Gobierno español para crear un museo de arte latinoamericano con la donación de 400 obras y prestaría otras 600 (principalmente arte cubano). En 2018, firmó un preacuerdo con el exministro Íñigo Méndez de Vigo y dos años después rompió las negociaciones."Yo creo que la política y yo no vamos muy de acuerdo. Yo vengo del mundo empresarial, donde las cosas se hacen, se piensan y van adelante, en la política va de acuerdo al momento", y describe como un vaivén de cambios y esperas en las que "ha habido una falta de interés. La cultura es lo primero que recortan cuando hay déficit de algo. ¿Cuál es el Ministerio que menos dinero tiene? El de Cultura".Con ARCO vuelve a la actualidad su actividad como mecenas y coleccionista una feria "de descubrimiento, bellísima donde el arte latinoamericano está muy bien representado, para mí ha sido realmente un referente y aplaudo realmente la labor que ha hecho" para conectar el arte de allí con Europa y los museos.Comenta divertida que "hoy en día creo que hemos invadido Madrid. Yo digo que es la reconquista del conquistador", dice en relación a la unión entre los artistas latinos y España.Lectora incesante, a pesar de que ahora no tiene un libro en sus manos, abrió cinco librerías en Venezuela, asegura que su próximo libro será una auténtica biografía. Cosas que contar no le faltan.🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
En un encuentro telemático desde su piso de Nueva York, esta periodista cultural para el diario británico The Independent desveló que para armar esta historia, se sentó ante el ordenador durante el mes de marzo de 2020, coincidiendo con la pandemia de coronavirus, mientras estaba en una casa de campo cercana a la gran ciudad junto a su familia.En 'La inquilina silenciosa' son las tres mujeres más próximas a Aidan Thomas, un hombre aparentemente alguien modélico, las que narran todo lo que ocurre, en un relato que se publicará en una treintena de países y cuyos derechos cinematográficos se han vendido a la productora Blumhouse."Confinados todo el santo día, juntos todas las horas, veíamos a lo que nos dedicábamos todos los que estábamos encerrados en casa. En aquel tiempo, pensé: ¿qué ocurriría si alguno de nosotros tuviera un secreto muy oscuro, algo que no se pudiera contar a nadie y ahora no lo pudiera ocultar?", comentó la autora, consumidora habitual de historias reales de crímenes -'true crime'-.Creó a un hombre que "no es lo perfecto que todo el mundo cree, sino un asesino en serie que ha matado a más de una y a más de dos mujeres y que tiene a otra, Rachel, secuestrada en su casa, en un cobertizo, hasta que un día tiene que dejar este lugar, al quedar viudo, para trasladarse a un piso, donde no hay jardín".Monstruos que son seres humanosDefiende Clémence Michallon que "nadie está por encima de la crueldad. No sé si todos llevamos dentro un potencial asesino, pero nadie está por encima del instinto de dañar a otra persona en según qué circunstancias", dice.Para la autora, escribir la novela "fue, en gran parte, pensar en personas que sabemos que son monstruos, pero que también son seres humanos, algo que me fascina de los asesinos en serie como Aidan".La novelista cree que estas personas tienen una "capacidad de compartimentar su vida y poder actuar como asesinos y también tener una vida normal, en paralelo. Esta dualidad me daba muchos quebraderos de cabeza y pensé que debía meterla en la novela", admite.En cuanto a por qué considera que a los lectores les fascina adentrarse en historias violentas, responde que igual es porque "vemos que con estas conductas tan anómalas, desmesuradas, se va más allá del límite, es algo inconcebible. (...) Pero con estas historias quizás canalizamos traumas, vemos algo de nosotros reflejado ahí".Clémence Michallon, de 32 años y máster en Periodismo por la Universidad de Columbia, asevera que a pesar del impacto que está teniendo el libro seguirá trabajando en el periodismo, un oficio que le "encanta" al permitirle "conocer a gente muy interesante, a la vez que te pide que mires fuera de ti, lo que es muy saludable".Respecto a si pensó en algunos actores concretos como posibles protagonistas de una película o una serie sobre 'La inquilina silenciosa', contesta que las adaptaciones pueden llevar años, pero remarca que intenta "tener la mente abierta con respecto al reparto" e intenta no imaginar a nadie, "porque dependerá de muchas circunstancias".No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Entre los relatos breves que condujeron a que la escritora canadiense Alice Munro fuera galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 2013, Radicales libres, contenido en su obra Demasiada felicidad (2011), destaca por presentar a una viuda reciente que busca reconstruir su vida. Sin embargo, es al enfrentarse a su condición de enferma terminal donde encuentra la fuerza necesaria para afrontar una situación extrema.*Al principio la gente llamaba por teléfono para cerciorarse de que Nita no estaba demasiado deprimida, ni demasiado sola, ni comía demasiado poco o bebía demasiado. (Había sido una bebedora de vino tan diligente que muchos olvidaban que tenía completamente prohibido beber.) Ella mantenía las distancias, sin parecer ni dignamente afligida ni anormalmente animada, ni distraída ni confundida. Decía que no necesitaba que le hicieran la compra, que se las arreglaba con lo que tenía a mano. Tenía las medicinas que le habían recetado y suficientes sellos para las cartas de agradecimiento. Sus mejores amigos probablemente sospechaban la verdad: que no se molestaba en comer mucho y que si llegaba alguna carta de pésame la tiraba a la basura. Ni siquiera había escrito a personas que vivían lejos, para evitar dichas cartas. Ni siquiera a la anterior esposa de Rich, que vivía en Arizona, ni al hermano, que vivía en Nueva Escocia y del que estaba bastante distanciado, a pesar de que ellos quizá entenderían mejor que la gente más cercana por qué había seguido adelante con el no funeral como lo había hecho. Rich le gritó que se iba al pueblo, a la ferretería. Eran como las diez de la mañana; había empezado a pintar la verja de la terraza. Es decir, estaba raspándola para pintarla y la vieja rasqueta se le rompió en las manos.A Nita no le dio tiempo a pensar por qué tardaba Rich. Él se inclinó sobre el cartel que había en la acera, delante de la ferretería, que anunciaba cortacéspedes de oferta. No le dio tiempo ni a entrar en la tienda. Tenía ochenta y un años y buena salud, salvo una leve sordera en el oído derecho. El médico le había hecho un reconocimiento hacía solo una semana. Nita se enteraría de que el reciente reconocimiento, el certificado médico favorable, se repetía en un sorprendente número de los casos de muerte súbita con que se encontró de repente. Casi te da por pensar que habría que evitar tales visitas, dijo. Solamente debería haber hablado en esos términos con sus malhabladas amigas Virgie y Carol, sus íntimas, mujeres casi de su misma edad, sesenta y dos años. A los más jóvenes ese lenguaje les parecía indecoroso y ambiguo. Al principio estaban más que dispuestos a formar una piña alrededor de Nita. No llegaron a hablar del proceso de duelo, pero Nita se temía que empezaran en cualquier momento. En cuanto se metió con los preparativos, todos menos los más fieles y fiables se replegaron, naturalmente. La caja más barata, a enterrarlo de inmediato, sin ceremonia de ninguna clase. En la funeraria dieron a entender que a lo mejor era ilegal, pero Nita y Rich lo tenían muy claro. Se habían informado hacía casi un año, cuando a Nita le dieron el diagnóstico definitivo. «¿Cómo iba yo a saber que se me iba a adelantar?» La gente no se esperaba un funeral tradicional, pero sí les apetecía algún rito moderno. La exaltación de la vida. Escuchar su música preferida, todos cogidos de la mano, contar anécdotas elogiosas de Rich mientras pasaban de puntillas y con humor sobre sus rarezas y sus perdonables defectos. Esas cosas que Rich decía que le daban ganas de devolver. 💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.De modo que el asunto se despachó enseguida y el revuelo y el calor que la había rodeado se disiparon, si bien ella suponía que algunas personas seguirían diciendo que las tenía preocupadas. Virgie y Carol no lo decían. Únicamente decían que era una vieja bruja y una egoísta si pensaba diñarla antes de lo necesario. Se pasarían por su casa y la resucitarían con Grey Goose; eso decían. Nita decía que no pensaba hacerlo, aunque sí le veía cierta lógica. De momento su cáncer había remitido; a saber qué quería decir eso realmente. No significaba que estuviera «en regresión». O no para siempre. Su hígado es la principal sala de operaciones y mientras ella se limite a comisquear no se queja. Lo único que deprimiría a sus amigas sería recordarles que no puede beber vino. Ni vodka. Después de todo, de algo le había servido la radioterapia de la primavera pasada. Ahora es pleno verano. Piensa que ya no tiene un color tan bilioso, pero a lo mejor eso solo significa que se ha acostumbrado. Se levanta temprano, se lava y se viste con lo que tenga a mano. Pero al menos se viste y se lava, se cepilla los dientes y se arregla un poco el pelo, que ha vuelto a salirle bastante bien, canoso alrededor de la cara y oscuro por detrás, como antes. Se pinta los labios y se oscurece las cejas, que se le han quedado muy despobladas, y por la misma consideración de toda la vida hacia una cintura estrecha y unas caderas moderadas, comprueba los progresos que ha hecho en ese sentido, aunque sabe que la palabra adecuada para calificar todo su cuerpo en esos momentos sería «escuálido». Se sienta en su amplio sillón de costumbre, rodeada de montones de libros y revistas sin abrir. Da unos sorbos cautelosos a la infusión aguada que ahora sustituye al café. En su momento pensó que no podría vivir sin café, pero resulta que en realidad lo que quiere entre las manos es el tazón caliente; eso es lo que ayuda a pensar o a hacer lo que haga durante la sucesión de las horas, o de los días. Esa casa era de Rich. La compró cuando estaba con su esposa Bett.No iba a ser sino un sitio para los fines de semana, cerrado durante el invierno. Dos dormitorios minúsculos, una cocina adosada, a un kilómetro del pueblo. Pero al cabo de poco tiempo ya estaba trabajando en ella: aprendió carpintería, construyó un ala con dos dormitorios y dos cuartos de baño y otra para su despacho, transformó la casa original en un salón-comedor-cocina. A Bett empezó a interesarle; al principio decía que no entendía por qué había comprado semejante cuchitril, pero siempre se implicaba en las mejoras prácticas y compró dos mandiles de carpintero a juego. Necesitaba algo a lo que dedicarse cuando terminó y publicó el libro de cocina que le había llevado varios años. No tenían hijos. Y mientras Bett le contaba a la gente que había encontrado su lugar en la vida como ayudante de carpintero y que eso los había unido más a Rich y a ella, Rich se enamoraba de Nita. Ella trabajaba en la secretaría de la universidad donde Rich daba clase de literatura medieval. La primera vez que hicieron el amor fue entre las virutas y la madera serrada de lo que llegaría a ser la habitación principal con techo arqueado. Nita se dejó las gafas de sol, no a propósito, aunque Bett, que jamás se dejaba nada en ningún sitio, no se lo creyó. Después vino la consabida y dolorosa trifulca, tras la cual Bett se marchó a California y después a Arizona, Nita dejó su trabajo por sugerencia de la secretaría y Rich perdió la oportunidad de ser decano de letras. Él se prejubiló y vendió la casa de la ciudad. Nita no heredó el mandil de carpintero más pequeño y se dedicó a leer de buena gana sus libros en medio del desorden, a preparar cenas elementales en un hornillo, a dar largos paseos de exploración de los que volvía con desaliñados ramilletes de lirios atigrados y zanahorias silvestres que metía en latas de pintura vacías. Más adelante, cuando Rich y ella ya se habían instalado, se avergonzaba un poco al pensar en lo dispuesta que había estado a desempeñar el papel de la mujer joven, la feliz rompehogares, la ingenua risueña y atolondrada. En realidad era una mujer —no precisamente una chica— seria, físicamente torpe, tímida, capaz de enumerar todas las reinas de Inglaterra, no solo los reyes sino también las reinas, y que se sabía de memoria la guerra de los Treinta Años, pero a quien le daba vergüenza bailar en público y que jamás aprendería a subirse a una escalera de mano, al contrario que Bett. Su casa tiene una hilera de cedros a un lado y el terraplén de la vía del tren al otro. El tránsito ferroviario nunca ha sido gran cosa, y ahora pueden pasar solo un par de trenes al mes. Entre los raíles la maleza crecía profusamente. Una vez, a las puertas de la menopausia, Nita incitó a Rich a hacer el amor allí arriba, no sobre las traviesas, naturalmente, sino en el estrecho arcén de al lado, y después bajaron exageradamente contentos. Nita pensaba con detenimiento, cada mañana al sentarse, en los sitios donde Rich no estaba. No estaba en el cuarto de baño pequeño, donde seguían sus cosas para afeitarse y las píldoras para diversos achaques, molestos pero no graves, que Rich se negaba a tirar. Tampoco en el dormitorio del que Nita acababa de salir después de haberlo recogido. Ni en el cuarto de baño grande, al que Rich solamente entraba para bañarse. Ni en la cocina, que se había convertido en el dominio casi exclusivo de Rich durante el último año. Por supuesto, tampoco estaba en la terraza con la verja a medio raspar, dispuesto a atisbar en broma por la ventana, frente a la cual en otros tiempos a veces Nita fingía iniciar un striptease. Ni en el despacho. Ese era el sitio donde su ausencia tenía que establecerse con más firmeza. Al principio Nita necesitaba abrir aquella puerta y quedarse allí, contemplando los montones de papeles, el ordenador moribundo, las carpetas desbordantes, los libros que se habían quedado abiertos o boca abajo y los que se apiñaban en las estanterías. Después empezó a conformarse con imaginarse las cosas.Un día de estos tendría que entrar. Lo veía como una invasión. Tendría que invadir el cerebro muerto de su marido. Algo que jamás se había planteado. Rich le parecía tal pilar de eficacia y capacidad, una presencia tan enérgica y firme que siempre había creído, absurdamente, que viviría más que ella. Después, durante el último año, aquella convicción absurda se convirtió en una certeza para los dos, o eso pensaba ella. Primero arreglaría el almacén de abajo. En realidad era un almacén subterráneo, no un sótano. Unos tablones servían de pasarelas sobre el suelo de tierra, y las altas ventanitas estaban cubiertas de telarañas sucias. Allí abajo no había nada que fuera a necesitar. Solamente estaban las latas de pintura medio vacías de Rich, varias tablas de diversas longitudes que algún día podían venir bien, herramientas en buen uso o que más valía tirar. Había abierto la puerta y bajado los escalones solo en una ocasión, para ver si había alguna luz encendida y para comprobar que allí estaban los interruptores, con etiquetas al lado para que supiera cuál correspondía a qué. Cuando subió echó el cerrojo como de costumbre, por el lado de la cocina. Rich se reía de esa costumbre suya, y le preguntaba qué amenaza creía que podía entrar allí, por las paredes de piedra y las ventanas del tamaño de un elfo. De todos modos sería más fácil empezar por allí, cien veces más fácil que por el despacho. Hacía la cama y arreglaba lo que había dejado tirado en la cocina o el cuarto de baño, pero el esfuerzo de una limpieza a fondo era algo superior a sus fuerzas. Apenas era capaz de tirar un clip torcido o un imán de la nevera que hubiera perdido la fuerza de atracción, por no hablar del plato de monedas irlandesas que se habían traído Rich y ella de un viaje hacía quince años. Todo parecía haber adquirido un peso y una extrañeza propios.Carol o Virgie llamaban todos los días, normalmente a la hora de cenar, cuando pensaban que a Nita la soledad debía de resultarle menos soportable. Ella decía que estaba bien, que pronto saldría de su guarida, que necesitaba tiempo, que se dedicaba a pensar y a leer. Y que comía bien y dormía. También eso era verdad, salvo lo de leer. Se sentaba en el sillón, rodeada de libros, y no abría ninguno. Siempre había leído tanto —una de las razones por las que según Rich era la mujer adecuada para él: se sentaba a leer y lo dejaba en paz—, y ahora no aguantaba ni media página seguida. Nita no era de los que nunca vuelven a leerse un libro. Los hermanos Karamazov, El molino del Floss, Las alas de la paloma, La montaña mágica una y otra vez. Cogía uno, pensando en leer un trocito concreto, y se veía incapaz de dejarlo hasta volver a tragárselo entero. También leía novela moderna. Siempre novela. Detestaba la palabra «evasión» aplicada a la ficción. Podría haber argumentado, y no solo por llevar la contraria, que la evasión era la vida real. Pero esto era demasiado importante para discutirlo. Y de repente, aunque pareciera mentira, todo aquello había desaparecido. No solo con la muerte de Rich, sino con la inmersión en su enfermedad. Después pensó que se trataba de un cambio temporal y que resurgiría la magia cuando le retirasen ciertas medicinas y el tratamiento que la dejaba agotada. Al parecer no fue así. A veces intentaba explicar el porqué a un interrogador imaginario.—Tengo mucho que hacer.—Es lo que dice todo el mundo. ¿Qué tienes que hacer?—Prestar atención.—¿A qué?—Quiero decir pensar.—¿En qué?—Da igual.Una mañana, después de estar un rato sentada, pensó que hacía mucho calor. Debía levantarse y poner los ventiladores. O bien, para ser más respetuosa con el medio ambiente, podía abrir las puertas de delante y de atrás y dejar que la brisa, si la había, entrase a la casa por la tela metálica. Primero descorrió el cerrojo de la puerta delantera. E incluso antes de que se hubiera colado un centímetro de la luz de la mañana, vio una raya oscura que le cerraba el paso a esa luz. Había un joven ante la puerta de tela metálica, que tenía el gancho puesto.—No quería asustarla —dijo—.Estaba buscando un timbre o algo. He dado un golpecito en el marco, pero supongo que no me ha oído.—Perdone —dijo Nita. —Tendría que echarle un vistazo a su caja de fusibles. Si me dice dónde está. Nita se apartó un poco para que el joven entrase. Tardó unos momentos en recordarlo.—Sí. Abajo —dijo—. Voy a encender la luz para que lo vea. Él cerró la puerta y se agachó para quitarse los zapatos.—No se preocupe —dijo Nita—. No es como si estuviera lloviendo.—No está de más. Es una costumbre. En lugar de barro igual le dejaba huellas de polvo. Nita entró en la cocina, incapaz de volver a sentarse hasta que aquel hombre se marchase. Le abrió la puerta mientras él subía las escaleras.—¿Todo bien? —preguntó Nita—. ¿Lo ha encontrado?—Sí. Bien.Nita se adelantó para acompañarlo hasta la puerta y se dio cuenta de que no oía pisadas detrás. Se volvió y lo vio de pie, en la cocina.—No tendrá por casualidad algo que pueda prepararme para comer, ¿no? Se había producido un cambio en su voz, un estallido, con un tono ascendente, que a Nita le hizo pensar en un humorista de la televisión imitando un gañido con acento rural. Bajo la claraboya de la cocina vio que no era tan joven. Al abrir la puerta solamente se había fijado en un cuerpo flacucho, una cara oscura recortada contra el resplandor de la mañana. Al volver al verlo, el cuerpo era efectivamente flacucho, pero más consumido que juvenil, con una simpática caída de hombros. Tenía la cara alargada y como gomosa, y unos ojos prominentes azul claro. Una mirada jocosa, pero persistente, como si siempre se saliera con la suya.—Es que resulta que soy diabético —dijo—. No sé si conoce a algún diabético, pero el caso es que cuando te entra el hambre tienes que comer, o se te pone el organismo raro. Debería haber comido antes de venir, pero me entraron las prisas. ¿Le importa que me siente?—Ya se había sentado a la mesa de la cocina—. ¿Tiene café?—Tengo té. Una infusión, si le apetece.—Claro, claro.Nita puso una medida de té en una taza, enchufó el hervidor y abrió la nevera.—No tengo gran cosa —dijo—. Unos huevos. A veces hago un huevo revuelto y le pongo salsa de tomate. ¿Le apetece? Y podría tostar unos bollos de pan inglés.—Inglés, irlandés, abisinio… Lo mismo me da. Nita cascó un par de huevos en la sartén, rompió las yemas y lo removió todo con un tenedor; después cortó un bollo y lo puso en la tostadora. Sacó un plato del aparador, lo colocó delante del hombre. Luego sacó cuchillo y tenedor del cajón de la cubertería.—Bonito plato —dijo él levantándolo como para verse la cara. Justo cuando Nita se daba la vuelta para seguir con los huevos oyó que se estrellaba contra el suelo. —Vaya por Dios —dijo él con otro tono de voz, chillón y decididamente desagradable—. Mire lo que he hecho. —No pasa nada —contestó Nita, sabiendo que sí pasaba. —Se me habrá escurrido de la mano. Nita sacó otro plato, lo dejó en la encimera hasta que las rebanadas de pan estuvieron tostadas y después puso los huevos cubiertos de salsa de tomate encima. Mientras tanto el hombre se había agachado para recoger los trozos de loza. Cogió un trozo que tenía la punta afilada. Cuando Nita dejó la comida sobre la mesa el hombre se raspó ligeramente un antebrazo con la punta. Brotaron minúsculas gotitas de sangre, al principio separadas, después formando un hilillo. —No es nada —dijo—. Solo una broma. Sé cómo hacerlo para gastar una broma. Si hubiera querido hacerlo en serio no habríamos necesitado salsa de tomate, ¿no? Quedaban unos trozos en el suelo que él no había visto. Nita se dio la vuelta, con la intención de coger la escoba, que estaba en un armario cerca de la puerta trasera. Él la agarró por un brazo como un rayo. —Usted siéntese. Quédese aquí sentada mientras yo como. Levantó el brazo ensangrentado para volver a enseñárselo. Después se hizo un bocadillo con los huevos y el pan y se lo comió de unos cuantos mordiscos. Masticaba con la boca abierta. El agua estaba hirviendo. —143— —¿La bolsa de té está en la taza? —Sí. Bueno, es té en hebras. —No se mueva. No la quiero cerca del agua hirviendo, ¿me entiende? Echó agua en la taza. —Parece heno. ¿No tiene otra cosa? —Lo siento. No. —Deje de decir que lo siente. Si no tiene otra cosa, no tiene otra cosa. No se ha creído que venía a ver la caja de fusibles, ¿verdad? —Pues sí —dijo Nita. —Ahora ya no. —No. —¿Está asustada? Nita decidió no tomárselo como una burla sino como una pregunta en serio. —No lo sé. Supongo que estoy más sorprendida que asustada. No sé. —Hay una cosa, una cosa de la que no debe tener miedo. No voy a violarla. —No se me había ocurrido. —Nunca se sabe. —El hombre tomó un sorbo de té y torció el gesto—. Solo porque es usted una mujer vieja. Hay cada uno por ahí… Se lo harían a cualquier cosa. Niños pequeños, perros, gatos o viejas. Viejos. No son tiquismiquis. Pero yo sí. A mí solo me interesa lo normal, y con una señora agradable que me gusta y que le gusto. O sea que quédese tranquila. —Lo estoy, pero gracias por decírmelo —dijo Nita. El hombre se encogió de hombros, aunque dio la impresión de sentirse satisfecho de sí mismo. —¿El coche de ahí enfrente es suyo?—De mi marido. —¿De su marido? ¿Dónde está? —Ha muerto. Yo no sé conducir. Quiero venderlo, pero todavía no lo he hecho. Qué estúpida, qué estúpida era por contárselo. —¿Dos mil cuatro? —Creo que sí. Sí. —Por un momento he pensado que iba a engañarme con lo del marido, pero no habría funcionado. Es que lo huelo, si una mujer está sola. Lo sé nada más entrar en una casa. En cuanto me abren la puerta. Instinto. ¿Y va bien? ¿Sabe el último día que lo cogió? —El siete de junio. El día que murió. —¿Tiene gasolina? —Supongo que sí. —Estaría bien que lo hubiera llenado. ¿Tiene las llaves? —Aquí no, pero sé dónde están. —Vale. —Empujó la silla y le dio un golpe a un trozo de loza. Se levantó, sacudió la cabeza, como sorprendido, y volvió a sentarse—. Estoy hecho polvo. Tengo que sentarme un momento. Pensaba que me sentiría mejor comiendo. Lo de ser diabético me lo he inventado. Nita empujó su silla y el hombre se levantó de un salto. —Usted se queda donde está. No estoy tan hecho polvo para dejarla escapar. Es que me he pasado la noche andando. —Iba a por las llaves. —Usted se espera hasta que yo lo diga. He venido por la vía del tren. Ni un tren he visto. He venido andando hasta aquí y no he visto ni un tren. —Raramente pasa un tren. —Sí. Mejor. Bajé a la cuneta al pasar por esos poblachos de catetos. Cuando amaneció todavía estaba bien, salvo cuando atravesaba —145— la carretera y tuve que echar a correr. Y cuando al mirar para aquí vi la casa y el coche, pensé, ahí lo tengo. Podría haberme llevado el coche de mi viejo, pero todavía me queda un poco de cabeza. Nita sabía que aquel hombre quería que le preguntase qué había hecho. También estaba segura de que cuanto menos supiera, mejor para ella. Y de pronto, por primera vez desde que aquel hombre entró en la casa, Nita pensó en su cáncer. Pensó en cómo la liberaba, en que la salvaba del peligro. —¿Por qué sonríe? —No sé. ¿Estaba sonriendo? —Me imagino que le gusta que le cuenten cosas. ¿Quiere que le cuente una historia? —A lo mejor preferiría que se marchase. —Me marcharé, pero primero le voy a contar una cosa. Metió la mano en uno de los bolsillos traseros. —Mire. ¿Quiere ver una foto? Mire. Era una fotografía de tres personas, en un salón con las cortinas de flores echadas como telón de fondo. Un hombre mayor —no viejo, tal vez de sesenta y tantos años— y una mujer más o menos de la misma edad sentados en un sofá. Una mujer más joven, enorme, en una silla de ruedas junto a un extremo del sofá, un poco adelantada. El hombre era grueso, canoso, con los ojos entrecerrados y la boca ligeramente abierta, como si tuviera dificultades para respirar pero se esforzaba por sonreír. La mujer era mucho más menuda, llevaba el pelo teñido de oscuro, los labios pintados y lo que antes se llamaba una blusa de campesina, con lacitos rojos en el cuello y las muñecas. Sonreía con decisión, casi con ardor, con los labios estirados sobre una dentadura quizá en mal estado. Pero era la mujer más joven quien monopolizaba la fotografía.Claramente definida y monstruosa con su vestido hawaiano de vivos colores, el pelo oscuro recogido en una serie de ricitos sobre la frente y las mejillas desparramadas sobre el cuello. Y a pesar de la mole de carne, una expresión de cierta satisfacción y astucia. —Son mi madre y mi padre. Y mi hermana Madelaine. La de la silla de ruedas. »Nació rara. No pudieron hacer nada, ni los médicos ni nadie. Y comía como un cerdo. Nos tuvimos tirria desde que siempre. Era cinco años mayor que yo y me hacía la vida imposible. Me tiraba todo lo que tenía a mano, me pegaba e intentaba atropellarme con su puta silla. Usted perdone. —Debió de pasarlo usted mal. Y sus padres. —Sí, ya. Ellos miraban para otro lado y lo permitían. Es que iban a una iglesia de esas, y el predicador les decía: es un regalo de Dios. Se la llevaban a la iglesia y ella se ponía a aullar como un puto gato y ellos decían: oh, intenta hacer música, que Dios la bendiga, me cago en… Usted perdone otra vez. »Así que yo no paraba mucho en casa y hacía mi vida. Vale, decía yo, no tengo por qué soportar esta mierda. Hacía mi vida. Tenía trabajo. Casi siempre tenía trabajo. Nunca me quedaba tocándome los huevos y bebiéndome el dinero del gobierno. O sea, haciendo el zángano. Nunca le pedí ni un centavo a mi viejo. Me levantaba y me iba a poner alquitrán a un tejado a más de treinta grados o a fregar el suelo de un puto restaurante o de ayudante de mecánico en un garaje de mierda. Y lo hacía.Pero como no siempre estaba dispuesto a tragar quina no duraba mucho. Esa gentuza siempre anda mangoneando a la gente como yo y yo no tengo por qué tragar. Soy de una familia como es debido. Mi padre trabajó hasta que estuvo demasiado enfermo, trabajó en los autobuses. A mí no me criaron para tragar quina. Pero bueno, eso da igual. Lo que siempre me habían dicho mis padres es: la casa es tuya. La casa está pagada, está en buenas condiciones y es tuya. Eso es lo que me dijeron. Sabemos que aquí tuviste las cosas difíciles cuando eras joven y que si no hubieras tenido las cosas tan difíciles igual podrías haber estudiado, de modo que queremos compensarte como podamos. Así que no hace mucho estaba yo hablando con mi padre por teléfono y me dice: bueno, supongo que comprenderás el trato. Y yo digo: ¿qué trato? Y él: solo hay trato si firmas los papeles para ocuparte de tu hermana mientras viva. La casa es tuya solo si también es su casa, me dice. »Dios santo. Yo no sabía eso. Yo no sabía que ese fuera el trato.Yo siempre había pensado que el trato era que cuando se murieran, ella se iría a una casa de acogida. Que no iba a ser mi casa. »Así que le dije a mi viejo que no era así como yo lo entendía y él me dice: está todo arreglado para que firmes, y si no quieres firmar, no tienes que hacerlo. Tu tía Rennie se pasará por aquí y estará pendiente de ti y de que cuando nosotros faltemos te atengas al acuerdo. »Sí, claro, mi tía Rennie. Es la hermana pequeña de mi madre, un bicho de mucho cuidado. »De todas formas me dice: ya te vigilará tu tía Rennie, y de repente cambié de idea. Dije: bueno, supongo que las cosas son así y que es justo. De acuerdo, ¿os va bien que vaya a cenar este domingo? »Claro, me dice. Me alegro de que te lo tomes como es debido. Tú siempre te enciendes demasiado pronto, y a tu edad deberías tener un poco de sentido común. »Qué curioso que tú digas eso, pensé yo. »Así que allí me fui, y mamá había preparado pollo. Olía bien cuando entré en casa. Después me llega el olor de Madelaine, el mismo olor asqueroso de siempre que no sé qué es pero que ahí está aunque mamá la lave todos los días. Pero actué muy bien. Es una ocasión especial, les dije, así que voy a hacer una foto.Les conté que tenía una cámara nueva, estupenda, que revelaba al momento y podrían ver la foto. Te ves en un pispás, ¿qué os parece? De modo que los senté a todos en el salón como le he enseñado a usted. Mamá dice: venga, deprisa, que tengo que volver a la cocina. Si no tardo nada, le digo. Hago la foto, y ella: venga, vamos a ver cómo hemos salido, y yo: un momento, un poco de paciencia, solo tardará un minuto. Y mientras esperan a ver cómo han salido, yo saco mi pistolita y pim, pam, pum, me los cargo. Después hice otra foto, fui a la cocina, comí un poco de pollo y no volví a mirarlos. Pensaba que la tía Rennie estaría allí también, pero mamá dijo que tenía no sé qué en la iglesia. Me la habría cargado igual. Así que mire. Antes y después. La cabeza del hombre estaba caída de lado, la de la mujer hacia atrás. Sus expresiones habían volado por los aires. La hermana había caído hacia delante, de modo que no se le veía la cara, solamente las enormes rodillas envueltas en tela floreada y la cabeza oscura con el peinado enrevesado y pasado de moda. —Podría haberme quedado allí tranquilamente una semana. Estaba tan relajado… Pero me marché al oscurecer. Me lavé bien, me terminé el pollo y pensé que lo mejor era largarme. Estaba preparado para que la tía Rennie se presentara de un momento a otro, pero se me pasaron las ganas, y sabía que tendría que ponerme otra vez de humor para cargármela a ella. Ya no me apetecía. Es que tenía el estómago lleno, porque era un pollo grande.Me lo había comido todo en lugar de llevarme un poco porque me daba miedo que lo olieran los perros y montaran un escándalo cuando me metiera por los senderos del campo, como me figuraba que tendría que hacer. Pensé que el pollo que me había metido entre pecho y espalda me duraría una semana, pero fíjese el hambre que traía cuando llegué aquí. Recorrió la cocina con la mirada.—Supongo que no tendrá nada de beber, ¿no? Ese té es asqueroso. —A lo mejor hay vino —dijo Nita—. No sé. Yo ya no bebo… —¿Es de Alcohólicos Anónimos? —No. Es que no me sienta bien. Se levantó y notó que le temblaban las piernas. Natural. —Me he ocupado del teléfono antes de entrar —dijo el hombre—. Es para que lo sepa. Si bebía, ¿se tranquilizaría un poco y se pondría más amable? ¿O más odioso y bruto? ¿Cómo iba a saberlo ella? Encontró el vino sin necesidad de salir de la cocina. Rich y ella solían beber vino tinto con moderación todos los días, porque se supone que es bueno para el corazón. O malo para algo que no es bueno para el corazón. Con el miedo y la confusión no se acordaba de cómo se llamaba aquello. Porque tenía miedo. Por supuesto. El cáncer no iba a servirle de ayuda en ese momento, de ninguna ayuda. El hecho de que fuera a morirse al cabo de un año se empeñaba en no anular el hecho de que podía morirse en aquel mismo momento. —Oiga, este es del bueno —dijo él—. Sin tapón de rosca. ¿No tiene un sacacorchos? Nita fue hacia un cajón, pero él se levantó de un salto y la apartó, sin demasiada brusquedad. —No, no, ya lo cojo yo. Usted ni se acerque a este cajón. Vaya, qué cantidad de cosas buenas hay aquí. Puso los cuchillos en el asiento de su silla, donde Nita no pudiera alcanzarlos, y empezó a abrir la botella con el sacacorchos. A Nita no le pasó inadvertido hasta qué punto podía ser perverso aquel instrumento en sus manos, pero ella no tenía la menor posibilidad de poder llegar a usarlo. —Solo iba a coger unos vasos —explicó, pero él dijo que no.—Nada de cristal. ¿No tiene de plástico? —No. —Pues tazas. Y la estoy viendo. Nita sacó dos tazas y dijo: —Para mí solo un poquito. —Para mí también —contestó él, muy formal—. Tengo que conducir. —Pero se llenó la taza hasta el borde—. No quiero que un madero meta la cabeza por la ventanilla para ver cómo estoy. —Los radicales libres —dijo Nita. —¿Y eso qué significa, a ver? —Es algo del vino tinto. O los destruye porque son malos o los refuerza porque son buenos. No me acuerdo. Tomó un sorbo de vino y no le dieron ganas de vomitar, al contrario de lo que esperaba. Él bebió, de pie. —Cuidado con esos cuchillos cuando se siente —dijo Nita. —No empiece a tomarme el pelo. —Cogió los cuchillos, los metió en el cajón y se sentó—. ¿Se cree que soy tonto? ¿Se cree que estoy nervioso? Nita se arriesgó. —Solamente pienso que nunca había hecho una cosa así —dijo. —Claro que no. ¿Qué se ha creído, que soy un asesino? Sí, vale, los maté, pero no soy un asesino. —Es distinto —dijo Nita. —Hombre, claro. —Yo sé lo que es. Sé lo que es librarse de alguien que te ha ofendido. —¿Ah, sí? —He hecho lo mismo que usted. —Venga ya… Empujó la silla hacia atrás pero no se levantó.—No me crea si no quiere, pero lo he hecho —afirmó Nita. —Y una mierda. ¿Cómo lo hizo? —Con veneno. —Pero ¿qué dice? ¿Que les dio ese puto té o qué? —Solo a una persona. Una mujer. Al té no le pasa nada. En teoría alarga la vida. —Yo no quiero que me alarguen la vida si tengo que beber una guarrería así. Además, pueden descubrir el veneno en el cuerpo de un muerto. —No estoy segura de que sea así con los venenos vegetales. De todos modos, a nadie se le habría ocurrido mirar. Era una de esas chicas que tuvo fiebre reumática cuando era pequeña y lo fue arrastrando toda la vida; no podía practicar deporte ni hacer gran cosa, continuamente tenía que sentarse a descansar. Nadie se llevaría una sorpresa si se moría. —¿A usted qué le había hecho? —Era la chica de la que se había enamorado mi marido. Iba a dejarme para casarse con ella. Me lo había dicho. Yo lo había hecho todo por él. Estábamos arreglando esta casa juntos. Él era lo único que tenía. No habíamos tenido hijos porque él no quería. Aprendí carpintería y aunque me daba miedo subirme a las escaleras, lo hacía. Él era mi vida. Y de repente me iba a echar a patadas por esa quejica inútil que trabajaba en la secretaría. Todo aquello por lo que habíamos trabajado se lo quedaría ella. ¿Era justo? —¿Cómo se consigue veneno? —Yo no tuve que buscarlo. Estaba en el jardín de atrás. Ahí mismo. Había un huerto con ruibarbos desde hacía años. En las nervaduras de las hojas del ruibarbo hay veneno más que suficiente. No en los tallos. Los tallos son lo que nos comemos. Son buenos, pero las nervaduras rojas y finitas de las hojas, esas son venenosas. Yo lo sabía, —152— aunque tengo que confesar que ignoraba la cantidad exacta que necesitaría para que fuera efectivo, así que lo que hice fue una especie de experimento. Tuve suerte en varias cosas. En primer lugar, mi marido estaba fuera, en un simposio, en Minneapolis. Podría habérsela llevado, claro, pero eran las vacaciones de verano y ella tenía que quedarse a cargo de la oficina.Otra cosa era que a lo mejor no estaba completamente sola, que podía haber otra persona. Y además, ella podría haber sospechado de mí. Tuve que suponer que ella no sabía que yo lo sabía y que seguía considerándome una amiga. La habíamos invitado a casa, nos llevábamos bien. Tuve que confiar en que mi marido, que era de esas personas que lo dejan todo para el final, me lo habría contado a mí para ver cómo me lo tomaba pero no le habría dicho a ella que me lo había contado. Entonces, ¿por qué deshacerse de ella? A lo mejor él no se había decidido. »No. Habría seguido con ella de alguna manera. Y aunque no siguiera, ella nos había envenenado la vida. Había envenenado mi vida, así que yo tenía que envenenar la suya. »Preparé dos tartaletas, una con las nervaduras venenosas y otra sin ellas. Naturalmente, hice una señal en la que no tenía. Fui a la universidad, compré dos cafés y fui a su oficina. Estaba sola. Le dije que tenía que ir a la ciudad y que al pasar por los jardines de la universidad había visto una panadería muy bonita que mi marido siempre elogiaba por su café y sus pasteles, de modo que entré a comprar las tartaletas y los cafés, pensando en que estaría sola cuando el resto de la gente se había ido de vacaciones y en que yo también estaba sola, con mi marido en Minneapolis. Ella estaba encantadora, muy agradecida. Dijo que se aburría un poco y que como la cafetería estaba cerrada tenías que ir al edificio de ciencias a por café y que le ponían ácido clorhídrico. Ja, ja, qué gracia. Así que fue como una fiestecita.—Yo el ruibarbo no puedo ni verlo —dijo el hombre—. Conmigo no habría funcionado. —Pero con ella sí. Tuve que arriesgarme a que empezara a hacer efecto deprisa, antes de que se diera cuenta de lo que pasaba y le hicieran un lavado de estómago, pero no demasiado rápido para que no lo relacionara conmigo. Tenía que quitarme de en medio enseguida. El edificio estaba vacío, y hasta la fecha, que yo sepa nadie me vio entrar ni salir. Naturalmente, conocía algunos atajos. —Se cree muy lista. Se fue de rositas. —Como usted. —Lo que yo he hecho no es tan rebuscado como lo que hizo usted. —Pero para usted era necesario. —Hombre, claro. —Lo mío también era necesario. Salvé mi matrimonio. Mi marido comprendió que ella no le habría hecho ningún bien. Estoy casi segura de que se habría puesto enferma con él. Ella era así. Habría sido una carga para él. Y él lo comprendió. —Más vale que no haya puesto nada en los huevos esos —dijo el hombre—. Como lo haya hecho, se va a arrepentir. —Claro que no. Ni se me habría ocurrido. No es algo que haga con frecuencia. La verdad es que no sé nada de venenos. Me enteré de eso por pura casualidad. El hombre se levantó con tal brusquedad que derribó la silla en la que se sentaba. Nita observó que no quedaba mucho vino en la botella. —Necesito las llaves del coche. Nita fue incapaz de pensar por un instante. —Las llaves del coche. ¿Dónde las ha puesto? Podía ocurrir. En cuanto le diera las llaves del coche podía ocurrir. ¿Serviría de algo contarle que se estaba muriendo de cáncer? Qué estupidez. No serviría de nada. Morir de cáncer más adelante no le impediría hablar hoy. —Nadie sabe lo que le he contado —dijo—. Es usted la única persona con quien he hablado de esto. Sí que iba a remediar eso las cosas. La ventaja que había alegado probablemente le había entrado por un oído y le había salido por el otro. —No lo sabe nadie todavía —dijo el hombre, y Nita pensó: Gracias a Dios. Va por buen camino. Lo comprende. ¿O no? Quizá, gracias a Dios. —Las llaves están en la tetera azul. —¿Dónde? ¿En qué jodida tetera? —En la esquina de la encimera… Se rompió la tapa y la usábamos para guardar cosas… —Cállese. Cállese o la hago callar yo bien callada. —Intentó meter la mano en la tetera azul, pero no le cabía—. ¡Joder, joder, joder! —gritó; volcó la tetera, le dio un golpe contra la encimera, y no solo cayeron al suelo las llaves del coche, las de la casa, monedas diversas y un fajo de dinero antiguo de Canadian Tire, sino que unos cuantos trozos de cerámica azul se desparramaron por el suelo. —Las del cordel rojo —dijo Nita con un hilo de voz. El hombre se puso a dar patadas a las cosas hasta que cogió las llaves que quería. —Bueno, ¿qué va a decir del coche? Que se lo ha vendido a un desconocido, ¿no? Nita tardó unos segundos en comprender la importancia de aquellas palabras. Cuando cayó en la cuenta, la habitación se puso a temblar. —Gracias —dijo Nita, pero tenía la boca tan seca que no sabía si le había salido ningún sonido. Algo debió de salirle, porque el hombre dijo: —155— —No me dé las gracias todavía. Tengo buena memoria —añadió—. Muy buena memoria. Y ese desconocido, no se parecerá en nada a mí. No querrá que se pongan a desenterrar cadáveres en los cementerios, ¿no? Acuérdese: como suelte algo, lo suelto yo. Nita seguía mirando al suelo. Sin moverse ni hablar, solo miraba el revoltijo del suelo. Se había marchado. Se cerró la puerta. Nita siguió sin moverse. Quería cerrar la puerta con llave pero no podía dar ni un paso.Oyó que arrancaba el motor, después se apagó. ¿Qué pasaba? El hombre estaría tan nervioso que lo hacía todo mal. Otra vez arrancaba, volvía a arrancar y giraba. Los neumáticos en la grava. Fue temblando hasta el teléfono y comprobó que aquel hombre había dicho la verdad; lo había cortado. Junto al teléfono había una de las múltiples estanterías que tenían. Aquella estaba llena sobre todo de libros viejos, libros que no se abrían desde hacía años. La torre orgullosa. Albert Speer. Los libros de Rich. Alabanza de las verduras y las frutas conocidas. Platos suculentos y elegantes y nuevas sorpresas, recopilados, probados y creados por Bett Underhill. Cuando terminaron la cocina, Nita cometió el error de intentar cocinar como Bett durante una temporada. Una temporada muy corta, porque resultó que Rich no quería que le recordaran todo aquel follón y ella no tenía suficiente paciencia para tanto cortar y hervir. Pero aprendió unas cuantas cosas que la sorprendieron, como las propiedades tóxicas de ciertas plantas conocidas y por lo general inofensivas. Debería escribir a Bett. Querida Bett, Rich ha muerto y yo he salvado la vida haciéndome pasar por ti. ¿Qué le importa a Bett que haya salvado la vida? Solo hay una persona a la que realmente merece la pena contárselo.Rich. Rich. Ahora se da cuenta de lo que es echarlo en falta de verdad. Como si al cielo le chuparan todo el aire. Debería ir al pueblo. Había una comisaría detrás del ayuntamiento. Debería comprarse un teléfono móvil. Estaba tan impresionada, tan terriblemente cansada que apenas podía moverse. En primer lugar, tenía que descansar. La despertó un golpe en la puerta, que seguía abierta. Era un policía, no uno del pueblo, sino de la policía provincial de tráfico. Le preguntó si sabía dónde estaba su coche. Nita miró hacia la grava donde lo aparcaban antes. —Ha desaparecido —dijo—. Estaba ahí. —¿No sabía que lo habían robado? ¿Cuándo fue la última vez que se asomó y lo vio? —Debió de ser anoche. —¿Estaban las llaves dentro? —Supongo que sí. —Tengo que decirle que ha sufrido un grave accidente. Un accidente sin otros coches implicados a este lado de Wallenstein. Al conductor se le fue a la cuneta y lo destrozó. Y eso no es todo. Buscan al hombre por triple asesinato. Esas son las últimas noticias que tenemos. Asesinato en Mitchellston. Ha tenido suerte de no tropezarse con él. —¿Está herido? —Muerto. Instantáneamente. Merecido se lo tiene. Luego siguió un sermón amable pero severo. Dejarse las llaves en el coche. Una mujer que vive sola. Nunca se sabe en los días que corren. Nunca se sabe.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Entre el 22 y el 26 de mayo, la Casa de Poesía Silva realizará la Semana Libros y Versos para conmemorar los 128 años de la muerte del poeta colombiano José Asunción Silva. Esta edición estará dedicada a explorar la relación entre la poesía y las ciencias médicas.Para ahondar en este tema, los conversatorios, lecturas de poemas, talleres, presentación de libros, caminata poética y venta de libros de poesía tendrán la participación del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Nacional de Colombia, el Doctorado en Neurociencias de la Pontificia Universidad Javeriana y su Laboratorio de investigación Cognición, Neurociencia y Contexto y por supuesto, de la HJCK.Además, participarán Los Impresentables literatura y cultura emergente y la Red de Talleres de Escritura Creativa y Tertulias Literarias, Relata.La relación entre ciencia y poesía, que es transversal en esta programación cultural tiene su origen en el poema titulado Avant – Propos, que da inicio al poemario Gotas Amargas. En él, Silva es el primer poeta en Colombia que establece la equivalencia que puede existir entre la poesía y la medicina al proponer que, así como aquella medicina popular de la época, conocida bajo el nombre de Gotas Amargas, era capaz de mejorar un estómago estragado, de la misma manera los poemas de este poemario son capaces de sanar el alma. De allí que se decidiera que el propósito de esta semana sea el de resaltar la relación entre la poesía y las ciencias médicas, mostrando cómo ambas pueden enriquecerse mutuamente. A través de conversatorios, lecturas de poemas, talleres y presentaciones de libros, se busca promover un diálogo interdisciplinario que honre la memoria y el legado de José Asunción Silva.Programación de la Semana Libros y Versos 2024Miércoles, 22 de mayoConversatorio y lectura de poemas: «Autopsia al corazón del poeta»Es noticia bien difundida que José Asunción Silva aparece muerto en su casa debido a un disparo en el corazón propiciado por un revólver Smith & Wesson que reposa cerca de su mano. Hoy en día existen varias teorías al respecto de la muerte del poeta que se dividen principalmente entre aquellas que asumen que su muerte es debida a la propia mano y aquellas otras que siguen la teoría expuesta por Enrique Santos Molano en la cual se establece el posible asesinato del poeta. En este interesante conversatorio los doctores, de la Universidad Nacional de Colombia, Franklin Escobar (Psiquiatra forense de la Universidad Nacional de Colombia) y Nelson Téllez (Médico patólogo forense, escritor y editor) conversarán con Rodolfo Ramírez Soto (poeta y experto en la vida y obra de José Asunción Silva) al respecto de las señales que se deben buscar, según sus especializaciones médicas, para poder tomar partido por una u otra teoría.🕒 6:30 p.m.📍 Auditorio de la Casa de Poesía SilvaJueves, 23 de mayoPresentación de libros: Editorial independiente Matera LibrosSe tiene documentado que la noche del sábado 23 de mayo de 1896 José Asunción Silva realizó una velada literaria en su casa en la cual recitó varios poemas de su autoría. Con el ánimo de rememorar la actividad de aquella noche la Semana Libros & Versos destinó la actividad del jueves 23 para presentar la obra de tres poetas emergentes que recientemente han publicado su primer poemario con el sello Editorial Matera.🕒 6:30 p.m.📍 Auditorio de la Casa de Poesía Silva💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí.Viernes, 24 de mayoConversatorio y lectura de poemas: «Gotas amargas: la poesía como cura desde 1891»Gotas amargas quizá sea el poemario más particular, cercano a lo antipoético, compuesto en Colombia entre 1891 y 1895. En él el autor propone que sus textos alivian el alma de la sociedad Bogotana que está entregada a los excesos formales románticos. Su poemario, además de crítico con las costumbres sociales del momento, también apunta a sanar los vicios del oficio poético y la mayor enfermedad de la época: la depresión, conocida en aquellos días como el Mal del siglo. Los doctores Hernando Santamaría (Director del Departamento de Psiquiatría – Universidad Nacional de Colombia) y Lucas Herrera Leiva (Poeta, médico psiquiatra y doctorante en neurociencias) hablarán con la periodista Camila Builes (Directora de la HJCK y magister en literatura) y nos contarán, a la luz de la documentación científica contemporánea, qué tan cierta es aquella idea de que un poema sea capaz de aliviar los males del cuerpo.🕒 6:30 p.m.📍 Auditorio de la Casa de Poesía SilvaSábado, 25 de mayoTalleres de creación y apreciación poéticaCon el ánimo de dar una parte práctica a la conversación realizada el viernes el Laboratorio de investigación: Cognición, Neurociencia y Contexto, de la Universidad Javeriana de Colombia, desarrollará algunos ejercicios experimentales con los asistentes del Taller de Poesía Ciudad de Bogotá: Los Impresentables 2024, que ese día abrirá su sesión al público en general que quiera hacer parte de estos ejercicios en los que se estudia la relación entre la experiencia literaria y el cerebro.🕒 10:00 a.m. a 12:00 p.m.📍 Sala de lectura de la Biblioteca especializada en poesía de la Casa de Poesía SilvaInscripción previa, aquí.Domingo, 26 de mayoCaminata Poética: «Tras los pasos de Silva»: Las enfermedades de la Bogotá de 1865-1896Silva vivió en la Bogotá de los años 1865 a 1896. Para esos años las enfermedades que más asolaban a los ciudadanos eran el cólera, el tifo y la viruela. Varias de ellas llevaron a la muerte a los hermanos de José Asunción Silva. En este recorrido visitaremos las casas que habitó el poeta rememorando cómo eran en aquellos años y haciendo notar cómo el entorno resultaba propicio para la propagación y desarrollo de estas enfermedades. Para ello contaremos con la compañía del médico pediatra y salubrista Bryan Castañeda quien nos contará más detalles de estas enfermedades y los métodos más comúnmente empleados para enfrentarlas.🕒 8:30 a.m.📍 Parque Santander, BogotáTalleres de creación y apreciación poéticaEl ejercicio poético como una actividad artística que propicia la sanación también se ha visto estudiado en la relación existente entre la poesía y la música. En el taller del domingo se explorarán diversos géneros musicales a partir de los cuales se puede entretejer una composición poética.🕒 11:00 a.m. a 1:00 p.m.📍 Sala de lectura de la Biblioteca especializada en poesía de la Casa de Poesía SilvaInscripción previa, aquí.Los eventos de esta agenda cultural son de entrada libre, y en los casos que se requiere inscripción previa, solamente tendrá que diligenciar el formulario mencionado en la descripción de cada evento. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida por Fundación Casa de Poesía Silva (@casadepoesiasilva) 🔴 No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
El director de cine franco-polaco de 90 años, al que varias mujeres han acusado de agresión sexual y violación, había tachado la acusación de Lewis de "odiosa mentira".Los jueces del tribunal correccional de París no debían pronunciarse sobre si el director violó o no a Lewis, sino sobre si abusó de la libertad de expresión en una entrevista que concedió a la revista Paris Match en 2019.En aquella entrevista, el director de "Chinatown" y "El bebé de Rosemary" calificó de "odiosa mentira" la acusación de la actriz, quien en 2010 afirmó que este la "agredió sexualmente" durante un 'casting' en su domicilio en París en 1983, cuando ella tenía 16 años."Como ven, la primera cualidad de un buen mentiroso es una excelente memoria. Charlotte Lewis siempre es mencionada en la lista de mis acusadoras sin que nunca se señalen [sus] contradicciones", añadió el director en la entrevista.Los magistrados consideraron que estos comentarios constituían "un juicio de valor sobre el carácter polifacético de la demandante".El tribunal apreció "una discrepancia significativa entre la admiración y el reconocimiento (de la actriz) hacia el director, que expresó públicamente hasta 2010, y la denuncia del carácter violento de su relación en el momento en que decidió tomar parte en la vindicta contra él".La abogada de Polanski, Delphine Meillet, dijo que era un fallo "importante". "Se puede poner en duda las declaraciones de parte acusadora", señaló.💬Síganos en nuestro canal de WhatsApp aquí."Un día muy triste"Charlotte Lewis expresó su "tristeza" tras el fallo. "Es un día muy triste para las mujeres que denuncian a sus agresores", dijo llorando. Su abogado, Benjamin Chouai, indicó que su clienta "probablemente" apelaría. "Esto no ha terminado", advirtió.Durante el juicio por difamación celebrado en marzo, Lewis, que actuó en la película "Piratas" de Polanski en 1986, declaró que fue víctima de una "campaña de difamación" que estuvo a "punto de destruir" su vida tras sus revelaciones.Los abogados de Polanski, que no asistió al juicio, citaron una entrevista de Lewis publicada en 1999 por el desaparecido periódico sensacionalista británico News of the World. El diario atribuía a Lewis estas declaraciones: "Quería ser su amante (...) Probablemente lo deseaba más que él". Pero la actriz denunció que no eran "exactas".Los abogados de Polanski estiman que su cliente fue "abandonado a merced" de la opinión pública en "el asfixiante contexto del #Metoo" y denuncian un "juicio absurdo".A lo largo de su carrera, varias mujeres han acusado al ganador de tres premios Óscar y de una Palma de Oro en el festival de Cannes por "El pianista" de agresión sexual y violación, algunas cuando eran menores. El director siempre ha negado estas acusaciones por hechos prescritos, que no le han impedido trabajar.Desde hace más de 40 años, está considerado como un prófugo en Estados Unidos, donde fue condenado por mantener relaciones sexuales ilegales con Samantha Gailey, una menor de 13 años.En 2025, el director deberá enfrentar un juicio civil en la ciudad estadounidense de Los Ángeles, después de que una mujer lo acusara de violarla en 1973 cuando era menor.El fallo coincide con el día de la inauguración del 77º Festival de Cannes, que abrió sus puertas este martes en un clima de efervescencia, con una nueva oleada de movilizaciones contra la violencia sexual en el cine francés.No olvide conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Con la aparición de Un pianista de provincias, el escritor uruguayo Ramiro Sanchiz se ha consolidado entre los mejores exponentes de la ciencia ficción latinoamericana. Esta novela transcurre en un futuro distópico con un trasfondo agudo sobre el medio ambiente: la naturaleza, quizás cansada de tanto plástico que le arrojan, termina asimilando esos desechos y ahora se extiende por todo el planeta una masa, mitad vegetal y mitad plástica, a la que llaman la maraña.En ese escenario demencial, un pianista y su manager van viajando de pueblo en pueblo, ofreciendo recitales de música clásica en pequeños salones. Esa trama le permite a Sanchiz involucrar en su prosa la música, en particular el repertorio para piano. Y una obra aparece mencionada constantemente, como una obsesión: las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach.Pero además, Un pianista de provincias presenta una vez más al personaje de Federico Stahl, que ya ha aparecido (de otras maneras) en sus libros anteriores. Se trata de un experimento en marcha, que sus lectores han seguido con mucho interés: en palabras de Sanchiz, todo hace parte de “una macronovela que narra las diversas alternativas en la historia personal de su protagonista”. Lo cierto es que, en esta encarnación, el protagonista se gana la vida tocando el piano. Ramiro Sanchiz visitó Bogotá y conversé con él acerca de este recurso narrativo, del género de la ciencia ficción y, por supuesto, de la música.💬 Síganos en nuestro canal de Whatsapp aquí. Quiero empezar preguntándote por Federico Stahl, el protagonista, porque es el mismo personaje de todas tus novelas, pero en cada libro tiene una vida diferente. ¿Por qué decidiste hacerlo pianista en esta historia?En las primeras versiones, Federico Stahl era un vehículo para que yo contara cosas autobiográficas. En los primeros cuentos, por ejemplo, estaba muy presente mi experiencia como guitarrista. Resulta que entre 2004 y 2006 mi banda se movió bastante: tocamos por todo Uruguay, queríamos ser una mezcla de David Bowie con Smashing Pumpkins. No nos salía nada de eso pero, bueno, fue un momento de mucha efervescencia del rock uruguayo, y muchas de esas experiencias fueron a parar a la primera novela. Después vinieron otros libros con Federico y otras vidas posibles, por decirlo así: historiador de la aviación, drag queen, muchas cosas. Pero quería tener un Federico pianista, en parte, por una fascinación de toda una vida con las Variaciones Goldberg de Bach. Y me gustó esa idea del pianista itinerante en un mundo post apocalíptico. Como escritor, ¿cómo haces para que se sienta que es el mismo personaje, y no distintos personajes con el mismo nombre?Siempre habrá una tensión entre las dos posibilidades. En esencia, es la misma persona que tomó distintas decisiones. ¿Cómo se resuelve? Con una apelación a determinadas experiencias de infancia que son comunes a todos esos posibles Federicos. Esa vida de los años ochenta, la música, los videojuegos, las series de televisión, todo eso es como un sustrato de identidad de donde todos los Federicos abrevan. Son como variaciones: tengo esta historia, esta línea básica, y le voy cambiando cosas. La novela tiene una ecología muy propia. Todo el tiempo está presente algo llamado la maraña, una mezcla de plástico y vegetal que lo devora todo. Me recordó el océano de la novela Solaris de Stanislaw Lem, que más que océano era un ser vivo enorme.Yo soy un super lector de Lem. Y Solaris me parece una de las grandes obras del siglo XX: esa idea del océano como una otredad absoluta. Y la ciencia, que en la novela quizá está más presente que en la película de Tarkovski, la ciencia que intenta dar cuenta del océano y fracasa todo el tiempo. Me gustaba la idea de algo que está más allá del entendimiento humano, una especie de “cosa-identidad”. Entonces la pregunta era cómo hacer eso, pero sin caer en el monstruo con tentáculos o con miles de ojos. Y dije: ¿Qué tal si no es un monstruo, si es una cosa que se reproduce, como una especie de virus? Así nació el escenario de la novela. Faltaba el personaje, quién iba a recorrer ese mundo, porque yo quería que fuera algo de carretera, y muy musical. Entonces, bueno, surgió un pianista. Un pianista de provincias, además.Exacto, porque en ese momento ya no hay más que provincias. En un mundo globalizado hay metrópolis y periferia, pero imagínate un mundo donde ya no haya esas subdivisiones. ¿Tuvo algo que ver la pandemia en esa inspiración para la novela?En muchos sentidos. En el sentido más inmediato, la escribí en 2020, que era un momento peculiar para ponerse a escribir. En Uruguay no sufrimos tanto en términos de aislamiento, porque teníamos, qué se yo, veinte casos diarios. Luego se disparó, pero ese máximo de contagio se matizó porque llegaron las vacunas. Pero lo que yo notaba más era la incertidumbre, los futuros perdidos. ¿Cuántos teníamos planes para el 2020? Y no pasó. Y otra cosa que notaba eran las teorías conspirativas. Entonces, para la maraña, imaginé que no había un discurso consensuado científico, que todos estaban arrojados a una especulación salvaje. Por eso casi todos los personajes tienen su teoría de qué es la maraña, de qué pasó, y el lector se queda sin saber. Federico Stahl y su manager se van adentrando en la selva, una selva que describes como prehistórica y de troncos carnosos, y no pude evitar pensar en tu coterráneo, Horacio Quiroga, quien hizo de la selva el escenario de muchos de sus relatos.Horacio Quiroga es alguien inevitable, está en el ADN de los lectores uruguayos. Desde la escuela primaria está muy presente, y él tiene todos estos cuentos de Misiones, de esa selva allá. Pero también me interesaba La Vorágine. En estos días caí en cuenta que yo la había leído, y me había impresionado muchísimo. Siempre recordé el final: se los tragó la selva. Pero lo que yo había leído era una versión abreviada ¡Yo pensaba que La Vorágine era un cuento corto! Porque era parte de una colección para estudiantes que había allá, muy barata, de tomos chiquitos… Bueno, ahora caigo en cuenta que no leí La Vorágine (risas). Pero toda esa idea de internarse en un paisaje que te va devorando, ese fue mi primer plan para la novela. Hablemos de música. La obra más mencionada a lo largo de la novela es el ciclo de las Variaciones Goldberg de Bach. Me llama la atención que eres guitarrista pero eliges una obra escrita para clavecín, que se adapta al piano.Yo soy guitarrista de atrevido, porque nunca tomé estudios formales, pero con el tiempo me fui interesando en aprender un poco de armonía. Mi amor por la música va mucho más allá de lo que yo puedo tocar. Allá por 2002 yo estaba en la universidad, estudiaba literatura, y mi proyecto era convertirme en un académico especializado en Marcel Proust. Y tuve la enorme fortuna de coincidir con una profesora que me enseñó sobre la influencia de la música en Proust. En algún momento ella planteó la idea de que Proust había estructurado sus siete tomos, su obra, como variaciones. Me dijo: “las Variaciones Goldberg son un referente” y yo pensé: “no tengo la más pálida idea de qué es eso”. Entonces me fui a una disquería y el vendedor me sacó la versión tocada en clavecín por Keith Jarrett. Una versión muy linda. Y a partir de ahí me fascinó. Seguí leyendo sobre Bach, en particular el libro de Douglas Hofstadter, y entré en una locura. Es una obra a la que vuelvo siempre, es fascinante. Federico Stahl es obligado a tocar lo que tú llamas los “clásicos pop”: Para Elisa de Beethoven y la Marcha turca de Mozart. ¿Por qué piensas que existen unos clásicos que se vuelven masivos?Hay una serie de factores. En Estados Unidos, en los años 50, la radio acercó muchas piezas del repertorio especializado al gran público. Pero incluso antes de eso, a mucha gente de niña se le enseñaba piano, era parte de la educación. Yo mismo estudié hasta cierto punto, me mandaba mi abuela, y ahí aprendí Para Elisa. También puede haber cosas intrínsecas sobre ciertas melodías brillantes y memorables: el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven… Y después las cosas que usa el cine: un día estaba yo escuchando el Concierto para piano No. 21 de Mozart y me dice mi padre: “¡Eso es de la película Elvira Madigan!”. El cine logró eso, que muchos clásicos sean instantáneamente reconocidos. Revisemos la discografía de Federico. Primero graba un disco de Chopin y Liszt, luego su segundo álbum coniene las Suites francesas de Bach. Hasta ahí tenemos un patrón muy claro, pero el trecer álbum está dedicado a Scriabin, eso es más raro…Me interesaba cierta pretensión de genio de Federico. Quería que eso lo llevara a meterse en esa línea de piezas para piano que cada vez se van volviendo más complejas. Y Scriabin, bueno, estaba loco, tenía esta obra que él suponía que iba a canalizar energías espirituales. Y me gustaba la idea de que Federico va a una provincia, tiene que tocar la Marcha turca, pero se las arregla para citar obras más esotéricas. Porque en los “clásicos pop” tenés toda una zona amable con el escucha, pero luego todos tenemos inmensos baches. Yo, por ejemplo, soy un ignorante en cuanto a ópera. Y más adelante tenés todas estas obras que son más raras: todas las vanguardias, el dodecafonismo, el serialismo. Me gustaba que Federico tuviera la obligación comercial pero se las arreglara para meter a Schönberg. En la novela eso se refleja en la carrera discográfica que él tiene. Yo sabía que él iba a fracasar con las Variaciones Goldberg, porque él sostiene que no las sabe tocar, pero quería que hubiera una presencia del barroco, del romanticismo y algo de vanguardia. Especulemos un poco con la carrera del pianista. Si no hubiera llegado la maraña, si su carrera hubiera continuado, ¿cuál hubiera sido su siguiente grabación?A lo mejor iba a tocar el Concierto para piano y orquesta No. 2 de Rachmaninov. Iba a tender a ese despliegue. A lo mejor iba a ser el Martha Argerich de su generación, pero la cuestión es que se corta esa discografía, ¿no? Pero creo que igual el libro tiene otra discografía implícita, porque también habla mucho del rock. Pero, para complicar la historia del rock, inventé que David Bowie se moría antes de hacer el disco Let’s Dance. En la ciencia ficción vos tenés ese concepto de la historia alternativa. Una de las imágenes más poderosas es la de un piano viejo que está carcomido por la maraña. Sin embargo, en todo este apocalipsis que plantea tu novela, la música se salva. ¿Por qué? ¿Qué tiene la música que podría sobrevivir a una hecatombe?Justo estaba leyendo un libro acerca de cómo pensar los mundos posibles. Y en uno de los ensayos hablaba de la evolución del lenguaje, de cómo en algún momento la ciencia dijo: “no vamos a saber esto, porque es imposible, no hay fósiles que te digan cómo hablábamos”. Pero más recientemente, con otras técnicas, se vuelve a plantear que se puede estudiar eso. Y resulta que la música y el lenguaje tienen en principio una base común y luego se separan. El primer lenguaje pudo ser la música. Entonces nosotros hablamos, expresamos, nos pensamos a nosotros mismos con la música. La música nos construye. En mi adolescencia la identidad consistía en saber si tú eras hincha de Guns N’ Roses o de Nirvana. Mi madre, cuando hablaba de los Beatles, siempre decía que su favorito era George. En el fondo quizá estamos hablando con música. Por eso me parece que si hay una catástrofe, o no sé qué proceso evolutivo que nos haga prescindir del lenguaje, no hay nada que pueda acabar con la música. No hay pandemia que pueda con eso. Excepto la extinción, pero yo no quería narrar la extinción.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
Con una aceptación de la crítica internacional del 88%, además de 17 premios y 24 nominaciones, llega a Colombia Frontera Verde, la impactante película que denuncia la crisis humanitaria que se vive en las puertas de la Unión Europea: Una familia siria que huye de la guerra y viaja con la esperanza de entrar a Suecia, queda atrapada, junto a otras centenas de refugiados, en la "zona de la muerte", un bosque entre Bielorusia y Polonia. Un drama desgarrador de la directora Agnieszka Holland, reconocida por sus contribuciones a la nueva ola del cine polaco y una de las más prominentes cineastas de su país. Distribuida por Cine Colombia, Frontera Verde se estrena este jueves 16 de mayo en las principales salas del país.Con guion escrito por Agnieszka Holland junto a Maciej Pisuk y Gabriela Lazarkiewicz, Frontera Verde se enmarca en el género de ficción para presentar historias reales que ella misma recogió entre los inmigrantes que viven a diario este conflicto en las fronteras. Con elementos que aluden al documental y narrada en varios idiomas, los mismos que construyen la Torre de Babel que se erige en el drama de esos corredores sembrados de injusticia y olvido, la película se teje a través de las historias de una familia de refugiados sirios, una profesora afgana y un guardia fronterizo, quienes dejan aflorar sus miedos, su humanidad, sus sombras, su resiliencia y esperanza. Una película valiente que es denuncia y alerta de los estragos del totalitarismo, y que durante su lanzamiento fue objeto de una campaña de odio impulsada por el partido ultraconservador en Polonia, lo que obligó a rodear a la directora de un fuerte dispositivo de seguridad durante su campaña promocional.Frontera Verde cuenta con un elenco encabezado por comprometidos actores de distintas nacionalidades, en muchos casos exiliados por su activismo y denuncia de los problemas sociopolíticos de sus países, como Jalal Altawil (La Conspiration du Caire), Maja Ostaszewska (Schindler’s List; Time of Honor), Behi Djanati Atai (Under the Shadow), Tomasz Wlosok (Raven), Mohamad Al-Rashi (Cover Up), Dalia Naous (La fracture), Monika Frajczyk (Prime Time), Jazmina Polak (The Art of Loving) y Taim Ajjan.El equipo técnico que sacó adelante el rodaje está encabezado por el director de fotografía Tomasz Naumiuk, la directora de arte Katarzyna Jędrzejczyk, la diseñadora de vestuario Katarzyna Lewinska, el ingeniero de sonido Roman Dymny, la edición de Pavel Hrdlička y el compositor musical Frédéric Vercheval. Todos bajo la producción de Maria Blicharska-Lacroix y Damien Mc Donald.No olvide conectarse a la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.