“También creo que puede suceder que uno tenga éxito, y no hay que empezar por desesperarse; incluso si uno pierde aquí y allá, e incluso si a veces se siente una especie de declive, el punto es, sin embargo, revivir y tener coraje, aunque las cosas no salgan como se pensó en un primer momento”, le escribía Van Gogh a su hermano Theo en 1882. Vincent, que produjo una obra avasallante que superaría las 2.000 producciones entre cuadros y dibujos en un período no mayor a diez años, cuando dejó de lado su impulso por ser misionero en Bélgica para dedicarse finalmente a la pintura y que firmaba con su nombre y no con su apellido por temor a que las personas no pudiesen pronunciarlo, seguramente, jamás pensó, que el éxito que imaginaba iba más allá de vender alguna de sus obras, de hacer alguna exposición, de aquél impulso que le ofrecía Theo para persistir en su arte tuviese razón más allá de su amor de hermano o siquiera que el movimiento artístico que procuró fundar, hubiese sido relevante para la época en que lo intentó crear; no, la medida del éxito de Van Gogh estaba destinada a ser mucho más grande.
La belleza es el culto por excelencia de la humanidad. Con los siglos, la universalidad es un concepto que ha tomado mayor relevancia y con ello, culturas dispares han encontrado puntos de concordancia en las representaciones sobre la estética y el arte. Por ello, no es sorpresa, que uno de los artistas más famosos de nuestra historia sea Vincent Van Gogh, ya que reúne todos aquellos elementos universales sobre lo puramente bello y que la obsesión que nos produce su obra profundamente relacionada con su vida, sea motivo de comunión generalizada a partir de un canon que comparte con Salvador Dalí, Andy Warhol y Frida Kahlo, siendo el único de este culto global que no perteneció al siglo XX. De allí quizá, también esa obsesión en una persona convertida en mito.
The Immersive Experience llegó a Bogotá tras su proyección en 46 ciudades en Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, Chile y Perú en La Gran Carpa Américas Corferias. La proyección, distribuida en cuatro salas presenta un recorrido que deja claro desde el principio que no se trata de una exposición clásica de museo, si no que presenta una experiencia en la que el espectador se adentrará en el mundo creado por el artista por cerca de una hora. El texto curatorial de la muestra expuesto en la segunda sala se autodefine como una “improbable combinación de lo digital y lo clásico” donde se articuló las cartas y pensamientos del artista para conocer su vida y la proyección de un espacio para ser extrapolado por los asistentes en sus redes sociales. Una exposición que es a su vez un mundo aislado y ambientado por música de The Beatles, Miles Davis y Ryuichi Sakamoto para que miles de personas puedan decir a través de sus celulares que hicieron parte de las pinceladas de van Gogh.
"Estos cuadros son conocidos alrededor del mundo; todo el mundo los conoce sin importar el idioma que hable. Así que empezamos a pensar... qué pasaría si pudiéramos ir más allá del marco y entrar en los cuadros y conocer a Vince... ver sus visiones llenas de colores y emociones... así puedes dejarte llevar... sientes lo que quieres sentir". Declaraba Mathieu St-Arnaud, el director creativo tras el evento.
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Para Carolina Leguizamón, vocera de Bizarro, productora del evento en Colombia, la acogida del público superó las expectativas. “Es la primera vez que viene una exposición de este tipo de Colombia y superó las expectativas absolutamente. Creo que así mismo como superó nuestras expectativas, la de los asistentes también fueron superadas. Es muy emocionante y eso es lo chévere también de la exposición, que no es para grandes conocedores del arte o del artista, es para todos. Hemos tenido niños desde los dos años que van y lo viven, es un acercamiento real con el arte”.
Dentro de la exposición todos se sienten libres de tomarse fotos, posar, sentarse en el piso y no existe el miedo común de los museos a dañar alguna obra o tener determinada actitud que termina cohibiendo a los espectadores frente al arte. Esta también es una congregación en la que participan familias, parejas y amantes del arte, de la cual pudieron disfrutar cerca de 7.000 estudiantes de colegios distritales de forma gratuita, bajo una figura que ha sido catapultada por el tiempo a lo más alto.
En silencio, conmovidos en su mayoría, disfrutan de los autorretratos, de la sugestiva París, de los paisajes infinitos de Arlés y por supuesto, de las vistas del Sanatorio de Saint-Remy de Provence. “¿Qué soy yo a los ojos de la mayoría de la gente?” se preguntaba en otra de las cartas para su hermano Theo. Quién sabe si la respuesta de ahora hiciese feliz a Vincent; ahora no es un extraño, es la nostalgia cautivante del arte universal y la poesía proyectada en una sala multicolor.
Últimos días de Beyond Van Gogh en Bogotá en la Gran Carpa Américas Corferias. Las entradas y más información en vangoghcolombia.com