Desde Mascate hasta el puerto iraní de Bandar Abbás, pasando por Dubái, la silueta los barcos de madera, llamados lenj, forma parte del paisaje marítimo de Medio Oriente, al igual que la de los barcos a vela de la península arábiga.
Pero "hay cada hay vez menos", constata el capitán Hasan Rostam, que navega desde hace 40 años en el estrecho de Ormuz , entre Irán y los Emiratos Árabes Unidos.
Este hombre de 62 años pone como prueba la calma que reina en la playa de Guran, donde descansan una treintena de barcos de madera durante la marea baja.
Este pequeño puerto de la isla iraní de Qeshm albergó durante mucho tiempo varios astilleros especializados en el mantenimiento y reparación de estas embarcaciones. Pero esa mañana solo una veintena de obreros se activan, descalzos en el barro.
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Un casco está todavía en construcción, pero no será terminado por falta de dinero. Su propietario piensa desmantelarlo y utilizar las tablas para otras obras.
En 2011, la Unesco incluyó a estos barcos de madera en su lista del patrimonio inmateria l que necesita una protección urgente.
Con este barco, la "filosofía, el contexto ritual y el conocimiento tradicional ligados a la navegación en el Golfo Pérsico se desvanecen poco a poco" , dijo entonces la institución cultural de la ONU.
Un museo al aire libre
Durante su "edad de oro", estos barcos rústicos y resistentes servían para transportar cereales, dátiles, pescado seco, especias, madera o tejidos entre los países que bordean el Golfo, llegando hasta las costas de África oriental, India y Pakistán.
También podían utilizarse para la pesca, incluida la muy lucrativa de las perlas. Aunque esta última actividad prácticamente desapareció, los barcos construidos en fibra de vidrio o acero siguen la larga tradición de cabotaje comercial.
De todos los tamaños, atraviesan a gran velocidad las aguas turquesas del Golfo cuidando de evitar los inmensos petroleros que, con los tanques llenos, llegan al Océano Índico.
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"Hoy un lenj nuevo cuesta muy caro" porque "la madera utilizada proviene del extranjero" y "su construcción es totalmente manual", realizada en la misma playa, explica Ali Puzan, que supervisa el astillero de Guran.
Cada barco es único porque no existe un plan. "Se construye sobre la base de la experiencia" de los artesanos, que "se transmite de generación en generación" , apunta.
Yunes, de 42 años, repara estas embarcaciones desde hace más de 20 en su pueblo natal de Guran.
"Es una profesión penosa", confiesa bajo un sol abrumador, mientras trabaja el "kalfat koobi", una vieja técnica para impermeabilizar el casco con la ayuda de bandas de algodón empapadas en aceite de sésamo o de coco.
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Consciente de que el futuro de Guran ya no está en la construcción naval , Ali Puzan apuesta por el turismo, un sector prometedor en la isla de Qeshm, que atrae cada vez más visitantes.
"Hemos restaurado varios barcos para adaptarlos a los paseos en el mar", explica.
La ambición es también transformar el puerto de Guran en un museo al aire libre, especialmente fotogénico con sus coloridos cascos tumbados sobre la arena.
En el medio, un viejo lenj está siendo restaurado para convertirse en un café. Su amplio puente acogerá a los visitantes cuando las temperaturas, calurosas en verano, vuelvan a ser soportables en otoño. Recuerde conectarse con la señal en vivo de la HJCK, el arte de escuchar.
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