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Manifiesta: una apuesta por la paz que se teje a pulso

Hablamos con Sara Arias sobre el proceso de mantener Manifiesta, los escenarios a los que han logrado acceder y la importancia de adquirir compromisos tangibles por la paz.

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La vida después de la guerra, en Colombia, parece ser un escenario que no termina de construirse aún y es difícil imaginarlo por completo, si reconocemos el incumplimiento de los acuerdos por parte del Gobierno Nacional y la situación de peligro y amenaza que viven los excombatientes. Sin embargo, los proyectos que apuestan por la paz siguen siendo resilientes, siguen poniendo el cuerpo, las máquinas, las vidas y los deseos de paz primero.

Manifiesta es uno de ellos. Ángela Hernández y Sara Arias, han creado una marca de ropa hecha por excombatientes en proceso de reincorporación, que nace bajo la premisa de defender la industria nacional y promover la paz, para nunca más volver a la guerra. Hablamos con Sara Arias sobre el proceso de mantener Manifiesta, los escenarios a los que han logrado acceder y la importancia de adquirir compromisos tangibles por la paz.

Desde hace dos años, Manifiesta junto a la corporación Tejiendo Paz, han apoyado los procesos de reincorporación y paz con cada prenda que producen. Empezaron con Kimonos y ahora, en su catálogo hay vestidos, capas, chaquetas y un montón de nuevas piezas más que estrenan en diciembre de este año. Esta unión hizo posible el crecimiento del equipo y el cumplimiento del slogan “hecho en Colombia”, que nació en el marco de un contexto de liberalización de la economía, de apertura a los tratados de libre comercio y con una industria textil debilitada a raíz de estos acuerdos comerciales.

Esta es unas claves del emprendimiento, como asegura Arias, “Manifiesta es una apuesta por rescatar la industria textil colombiana y mostrar que, más que una prenda de vestir, hay detrás un proceso político y ético de consumo responsable”. Bajo esta convicción, fue posible tender un puente directo con el proceso de paz que vino del llamado que tuvo esta situación para Ángela y para Sara, quienes han construido un equipo a pulso, con apoyos y voluntarios que se suman de a poco. En el proceso han tenido que jugársela desde todos los frentes, tal como cuenta Arias, su labor es “apoyar en todo lo posible: desde la compra de insumos, la comercialización, pasando por el proceso productivo y la venta, incluso presentar el proyecto para buscar más apoyos”. Las ventas, por ejemplo, suceden únicamente a través de Whatsapp, “las vendedoras somos nosotras también, ninguna somos administradoras ni nada parecido, este ha sido un aprendizaje para todo el equipo de intentar llevar en crecimiento este proceso productivo”.

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A grandes rasgos, la paz es la razón de ser de Manifiesta. Sin embargo, en este proyecto convergen mundos que no tienden a ser asociados desde un primer momento, como la moda y la política. Además, son una opción para transformar la vida de cientos de personas que abandonaron la guerra con el deseo de no empuñar armas nunca más, ni de tener como hogar el cielo abierto de la selva, ese es el impulso más certero para mantener vivo el proyecto y seguir buscando hilar la paz, una prenda a la vez.

Siempre bajo la necesidad de actuar, “Manifiesta apuesta en dos sentidos: por un lado, generando oportunidades de trabajo decentes, puestos de trabajo dignos para estas personas que decidieron dejar las armas y cambiarlas por máquinas de coser, y también, apunta a enviar un mensaje a la sociedad civil polarizada que votó NO en el plebiscito y nos dio la espalda a los jóvenes del país”, asegura Arias. Ese octubre del 2016 para ellas, desde ese día entendieron que la paz es la sucesión de acciones que buscan transformación y reconciliación, por eso, “nosotras con nuestras maletas decidimos ir a los espacios de reincorporación a decirles a ellos – a los excombatientes – que no están solos y hay gente dispuesta a apoyarlos”. Es así como Manifiesta levanta la voz a dos canales: contando que es posible una producción textil respetuosa con los derechos laborales de los trabajadores, y además, reconociendo el valor simbólico que hay detrás de cada prenda de vestir que, en este caso, es un mensaje contundente del cumplimiento con lo pactado que hacen los excombatientes.

Como la mayoría de debates que tienen lugar en este país, nos es difícil tener perspectiva dependiendo del punto desde el que lo analizamos y con regularidad, desde la ciudad o la comodidad que da un perfil en Twitter, las opiniones, creencias y posiciones políticasdesdibujan el esfuerzo que han hecho los excombatientes por adaptarse a una vida que no solamente no conocían, sino además, una en la que reciben todo tipo de rechazo. Antes de conocerse, Sara y Ángela buscaron caminos para acercarse a ellos, “Ángela, por un lado, va un voluntariado de paz – ya teniendo manifiesta – y busca dar un curso de marketing digital para mostrarles esto de las redes sociales, de cómo es posible vender a través de ellas, teniendo en cuenta que ellos iban a verse inmersos en la reincorporación digital y eso iba a ser parte de su proceso“.

Ambas se encuentran cuando Manifiesta se une con Tejiendo Paz. Mientras la alianza tomaba forma en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Icononzo, Cundinamarca, Sara y Ángela trabajaban en un proyecto de víctimas en Bogotá en el que ganaron unas máquinas de coser y como no tenían un espacio para guardarlas, buscaron ayuda. “Sabíamos que Tejiendo Paz tenía un lugar en el Restrepo y les pedimos que nos dejaran tener ahí las máquinas para poder seguir trabajando con las víctimas del conflicto. La respuesta fue muy positiva, pero mientras llegaba nuestro premio, decidimos empezar a trabajar con las personas de la cooperativa que estaban en Bogotá”.

Como todo en este proyecto, empezaron con lo mínimo y el equipo lo han ido conformando con cada persona que se cruzan: “Arrancamos con cuatro personas dos hombres y dos mujeres – eso fue en septiembre del 2018 – y para nuestra sorpresa en marzo, cuando retomamos tareas para el 2019, nos dimos cuenta que ya no eran 4, sino 9, y las dos mujeres con las que habíamos iniciado, estaban embarazadas. Eso ampliaba la necesidad de responder efectivamente, de generar un ingreso digno para estas personas que se estaban reincorporando a la vida civil”.

Durante dos años han estado dispuestas a desaprenderlo todo y a medirse prendas, sentarse en puestos y apostar todo por este proyecto que además de éxitos, les ha dado una familia inmensa. Cuenta Arias que “el proceso ha sido muy familiar, con Ángela nos sorprendíamos siempre que nos decían ‘¿Ustedes no sienten miedo de ir allá, de que ellos no hayan dejado las armas?’ y nosotras siempre decíamos que en el ETCR nos sentíamos mucho más seguras que aquí en Bogotá”.

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En este camino han sabido reconocerse como emprendedoras que más allá de pensar en una empresa sostenible, pretenden la transformación de un discurso que criminaliza y condena a los excombatientes en proceso de reincorporación, dejando de lado los mitos y entregándose siempre a la posibilidad de aprender de otros, de pensar en cambiar algo para ellos, luego de compartir su entorno. Aunque todos estos esfuerzos cuentan, para algunos, el proceso de paz – tan necesario para hablar de posconflicto – aún sigue siendo un paso en falso, una mentira y ese estigma es un imaginario peligroso que minimiza la vida de los reinsertados y los pone en riesgo.

Desde Manifiesta reconocen el peligro de estos discursos y por eso, apuestan por cambiar la forma en la que la sociedad civil sigue viendo a los excombatientes, quienes al dejar las filas armadas encontraron una sociedad fragmentada y dispuesta al juicio, una en la que parecía más fácil seguir condenando los hechos del pasado que abonar y sumar esfuerzos por un mejor panorama futuro. Recordemos que antes de la firma del acuerdo de paz, el 63% de los posibles votantes afirmaba que no querrían que sus hijos trabajaran con un hijo de una persona en reincorporación.

Arias afirma que este ha sido un proceso de sorpresas en el que cada vez hay mayor disposición por parte de los ciudadanos, “un proyecto productivo como Manifiesta, que ha crecido a un ritmo que no nos imaginábamos, es posible gracias las personas que piensan que es importante dar una segunda oportunidad. Para nosotros ha sido también una sorpresa muy grata, pero también enfrentarnos a un contexto social y político en donde no ha sido posible una reincorporación completa, demostrar cumplimiento del acuerdo por parte de las FARC ha sido en su totalidad, mientras que por parte del Gobierno aún muchas incógnitas: la falta de construcción de los ETCR, no se sabe si van a continuar muchos proyectos productivos que no tienen financiación y nos preguntan “¿cuál es el principal riesgo en su emprendimiento?” Algunos dicen que es no llegar al punto de equilibrio o no alcanzar la meta de ventas, y la verdad, nuestro principal riesgo es quedarnos sin mano de obra porque están matando los excombatientes. Es muy doloroso ver cómo estas personas le están apostando al cumplimiento y el Gobierno no está respondiendo con lo que se comprometió”.

A inicios de Noviembre se realizó la Peregrinación por la paz y por la vida, una iniciativa que convocó a cientos de excombatientes en todo el país, desde el 21 hasta el 25 de noviembre, quienes dejaron los ETCR para marchar desde sus hogares, hasta Bogotá. Ese domingo, la Plaza de Bolívar se llenó de banderas blancas y cientos de pancartas que exigían la protección de la vida de los firmantes de la paz. Hasta esa fecha 234 excombatientes habían sido asesinados y durante la peregrinación, la fatídica cifra ascendió a 236. Justo una semana antes, la Minga indígena – la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), de la mano del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric) y la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (Acin), a quienes se unieron comunidades afro y campesinos – recorrió Bogotá, luego de que el Presidente Duque faltara a su encuentro en el Cauca y a pesar de su esfuerzo por venir hasta la capital, no hubo respuesta por parte del Gobierno Nacional, ningún miembro oficial se reunió con la delegación indígena. Lea también: “¡Guardia, fuerza! el grito de batalla e himno de la Guardia Indígena“.

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El asesinato de excombatientes y líderes sociales se ha convertido en eso, una cifra que aumenta con el paso de los días, en complicidad de la inoperancia del Gobierno Nacional. Esa falta de compromiso deja un sinsabor en las comunidades de excombatientes, pero su intención de paz no decae, según Arias, “algo de lo que se ha hablado mucho este año, es sobre la capacidad de reinventarse que, en efecto, ellos tienen. Por fortuna, Icononzo es un espacio que por su cercanía a Bogotá no se ha visto golpeado por estas dinámicas de violencia, pero si se siente el dolor. Sabemos que es un contexto complicado, pero la solidaridad y el compañerismo siguen siendo un rasgo muy importante en esta comunidad, por eso decidimos frenar la producción y juntarnos a la Peregrinación.

Para ellos, este proceso de incumplimiento del acuerdo o de simulación del cumplimiento, si bien es visto con indignación, siempre nos hacen saber que les queda la esperanza de continuar construyendo con lo que hay. Ellos dicen ‘aquí llegamos sin nada, ahora que tenemos algo podemos usarlo en función de seguir creciendo’, y así fue como proyectos como Cerveza La Roja ha logrado abrir su planta de producción. Si bien estos incumplimientos no cambian, vemos cómo estos proyectos le siguen apostando a pesar de todo, siguen con la autogestión, el apoyo de quienes consumen, siguen metiéndole aún más fuerza a lo que se acordó y al proceso productivo que les va ayudar en su reincorporación”.

En el marco de la movilización de excombatientes, y a diferencia de la ausencia de intención de diálogo con la Minga Indígena, hubo concertación de algunos puntos con el Gobierno Nacional. Afirma Arias que “después de la peregrinación hubo una intervención con el alto consejero para el posconflicto, Mauricio Archila, el presidente de los delegados por parte de los ETCR, quienes llegaron a ciertos acuerdos, como el avance de las medidas para detener la estigmatización de excombatientes, acelerar las acciones para la reincorporación política y económica, adelantar una reunión entre la vocería de la Peregrinación, la Ministra del Interior, el Viceministro y el director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), ya que en el marco del Acuerdo de paz, hay medidas de protección y seguridad que tienen un soporte institucional en una sección de la Unidad Nacional de Protección”.

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Es decir, acordar lo ya acordado. En palabras de Arias, “esto lo que demuestra es que sí hay una brecha muy grande entre lo que se firma y se dice que en Bogotá, y lo que sigue pasando en los territorios, porque se llega a la peregrinación por el asesinato de uno de los firmantes del acuerdo, el número 234, y durante la movilización matan a otros dos. A la fecha, en menos de dos semanas, tenemos 242 excombatientes asesinados y también sucedió una masacre en el Cauca, justo después de la marcha de la Minga. De nuevo, una cosa es lo que el Gobierno afirma, firma y se compromete en Bogotá, otra cosa es la implementación y la ejecución de las políticas y los compromisos”.

En el marco de la Peregrinación por la paz y por la vida se realizaron diferentes actividades para dar a conocer los emprendimientos que apoyan los procesos de reincorporación. Manifiesta hizo su aporte con una PAZarela, una muestra que ya había tenido lugar en la Universidad de los Andes y en el 2019, en el Congreso de la República, “justo cuando el partido Centro Democrático estaba citando, en este espacio legislativo, a un debate de revisión para ver si FARC estaba cumpliendo con el acuerdo”. A manera de respuesta y acto simbólico, las chicas de Manifiesta modelaron allí y volvieron a hacerlo en la Plaza de Bolívar, junto a otros proyectos productivos como las botas de Tierra Grata, con los morrales en Anorí, entre otros, dando vida a la feria “Estamos cumpliendo”.

Cada vez más, la paz sigue ganando terrenos de visibilidad que aumentan la credibilidad y valor de este tipo de iniciativas, para Manifiesta se abrió una puerta inmensa de la mano de la Corporación Señorita Bogotá, quienes las invitaron a integrar parte de sus diseños tanto en el vestuario oficial del concurso, como en el acto de coronación y el desfile en traje de baño. Cuenta Arias que para este espectáculo, las participantes “van a tener como salidas de baño nuestros kimonos, que fueron nuestro primer diseño y que poco a poco, hemos ido innovando tanto en materiales, como en estampados. Estamos respondiendo con calidad, con diseños en tendencia, con un reconocimiento por parte de la sociedad civil aún en situación de pandemia en la que hay contracción económica, estamos respondiendo con todo el esfuerzo para poder continuar con esta iniciativa productiva que busca tener ingresos dignos para excombatientes”.

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La desconexión entre las políticas gubernamentales, las mesas de diálogo, las comisiones encargadas y lo que realmente sucede en los territorios, sigue aumentando con los días y se profundiza en los sectores de mayor vulnerabilidad de la población. Aunque no podemos dejar de exigirle al Gobierno que cumpla con su responsabilidad y con la implementación diligente de lo pactado en el Acuerdo de Paz, vale la pena preguntarnos cuál puede ser nuestro aporte desde diferentes prácticas de consumo porque es importante entender que el compromiso con la paz es tangible y sucede en la calle, en las marchas y en la apuesta por estos emprendimientos que dan cuenta de la importancia de resocialización.