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Francisco de Roux: "Los liderazgos espirituales no deben participar en política"

Francisco de Roux ha sido uno de los personajes más renombrados en el proceso de paz en Colombia. En esta entrevista, De Roux cuenta cómo ha sido el papel de la religión en el ascenso de la derecha latinoamericana al poder y qué podría perder el país si el gobierno actual no apoya la paz.

Francisco de Roux
Francisco José de Roux Rengifo, S.J. es un sacerdote jesuita, economista, filósofo y gestor de paz.
Felipe Abondano

Después de derrotar la coca en miles de hectáreas campesinas del Magdalena Medio con el programa de Desarrollo y Paz. De reafirmar la comisión de víctimas en La Habana, dirigir a la comunidad Jesuita en Colombia, ser investigador del Cinep, acompañar a las comunidades afectadas por el conflicto armado y dialogar con distintos actores de la guerra, Francisco de Roux está frente a otro gran reto: dirigir la Comisión de la verdad en el posacuerdo.

¿Qué lo motivó a buscar procesos de paz y reconciliación en Colombia?

Es una historia que inicia en los tiempos de Belisario Betancur. Cuando Belisario recién empezó su gobierno se propuso iniciar un proceso de paz en Colombia, creó una serie de Comisiones de la Verdad, yo me vinculé a ese proceso y terminé yendo hasta Remolinos del Caguan. Comencé entonces a comprender la gravedad, la dificultad, la importancia del proceso de paz en Colombia. Ese proceso como se recuerda dio origen a la Unión Patriótica, creó muchísimas ilusiones, tuvo un momento dolorosísimo en la toma del Palacio de Justicia por el M19. Belisario practicamente abandonó el esfuerzo que estaba haciendo y luego vino algo durísimo que fue la masacre de la Unión Patriótica durante diez años consecutivos. Pero realmente es allá donde yo comienzo a vincularme y a sentir que, llega un momento en que la paz se le vuelve a uno la obligación moral más seria en Colombia. Se vuelve tan importante que uno deja de lado cualquier otra motivación, intereses académicos, y aunque el trabajo en comunidad nunca lo abandoné, sí me abarcó esta necesidad de que los colombianos viviéramos en paz y dejáramos de matarnos. Incluso es muy interesante encontrar esto en el evangelio, Dios nos pide que dejemos el culto para ir a reconciliarnos con el hermano porque para la celebración religiosa lo primero es conseguir que los hermanos no se maten.

Textualmente el evangelio dice si vas a llevar un sacrificio y al hacerlo te das cuenta que tienes un conflicto con tu hermano, suspende el sacrificio, suspende la acción religiosa y ve primero a buscar la reconciliación entre los hermanos. No tiene sentido un acto de alabanza a Dios si los hermanos se están matando.

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¿Qué pudimos aprender los colombianos de ese primer proceso iniciado por Belisario Betancur?

Hay una cosa grande que aprender de ese proceso y es que pretender un proceso de paz solamente con las personas que lo quieren y sin incorporar a los militares es imposible. Belisario era consciente de eso y sin embargo avanzó sin incorporar completamente a las fuerzas armadas, tampoco era fácil. Por eso en el proceso de la Habana los militares tienen un papel muy importante.

¿Cuál es el reto frente a la construcción de paz para el Estado colombiano en el actual gobierno?

No perder la ruta de lo que hemos ganado, nada nos puede hacer repetir la barbarie de la que viene Colombia con sus 8675 víctimas en el registro oficial de victimas del país y con todos estos números terribles; 82.000 desaparecidos más de 2.000 masacres, más de 30.000 secuestros, más de 18.000 ejecuciones extrajuidicales, falsos positivos que pasan de los 1.000 más de 25.000 personas destruidas por las minas antipersonales. Esta locura es imposible continuarla.

Hablemos un poco del papel preponderante que tuvieron las iglesias cristianas en la subida de la derecha latinoamericana e incluso en el triunfo del No en el plebiscito. ¿Cómo analizar esta situación?

Es interesante la pregunta, porque por una parte encontramos la participación de sectores de la iglesia a favor de la paz, personas que han luchado por la paz desde la fe, personas que murieron por esta causa. Yo creo que unas 4000 personas murieron por oponerse a la guerra, personas que trabajaban por la paz y fueron asesinadas. Murieron soñando con que un día la paz en Colombia sería posible, muchos de ellos tenían una inspiración religiosa.

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Por otra parte, estas formas que motivaron confesiones cristianas y también católicos muestra cómo la religión puede ser muy fácilmente manipulada para conseguir intereses políticos. Desde el punto de vista de la religión, lideres espirituales dijeron: votar por el sí es votar para destruir la familia, es votar por la ideología de género, es votar por el matrimonio homosexual, todo eso es mentira. Se tragaron el cuento que les dijeron los políticos y por supuesto ante esas afirmaciones era muy fácil que lideres espirituales les dijeran a las comunidades que no hicieran eso porque era una ofensa a Dios.

Algo que es muy interesante, es que lo mismo ocurrió en Estados Unidos, el mensaje de Trump fue: votar por Hillary Clinton es votar por el aborto. Hillary había hablado de lo que ellos llaman el Free Choice, la elección libre de la mujer. Ahora pensemos cuánto le puede importar a Trump cómo elijan las mujeres, especialmente después de cómo las ha tratado. Sin embargo ese mensaje hizo que el 75% de las confesiones cristianas protestantes o evangélicas de Estados Unidos votaran por Trump. Lo mismo hizo Hitler, en Alemania el mensaje fue: vote contra el comunismo, vote Nacional Socialismo. Los católicos y los luteranos montaron a Hitler y con eso montaron 600 millones de muertes en Europa. Lo que quiero decir es que un pensamiento religioso que no comprenda la enorme obligación de discernir las cosas y no dejarse manipular es muy peligroso. Aceptar las cosas solo porque las dice un líder político va en contra de la responsabilidad enorme de buscar qué es lo que el espíritu quiere de nosotros.

¿Cuál es el papel de la iglesia para no permitir que se suban personajes como Bolsonaro o Hitler al poder?

Yo estoy convencido de que los liderazgos espirituales en primer lugar no deben participar en política, utilizar el mensaje religioso para definir por quién se ha de votar es una gran equivocación. La iglesia católica por ejemplo lo aprendió durante la violencia, cuando optó por el partido conservador en medio de la guerra entre liberales y conservadores tristemente contribuyó a cosas muy graves. Allí aprendió la iglesia católica que los obispos de Colombia no pueden definir por quién votar. Pero eso no quiere decir que los lideres espirituales deban mantenerse callados, lo que deben hacer es discernir muy bien el momento y preguntarse muy a fondo desde el punto de vista ético qué es lo mejor para el ser humano. Pensando en el bien de todos. Tienen la obligación de decirlo, pero, cuidado aquí: no para hacer campaña, no para decir que quien vote distinto es menos católico o tiene pecado. Ahora bien, también es clave que sepan que no solamente deben decirlo sino decir las razones por las cuales lo dicen.

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Una de las banderas con las que la derecha ganó las elecciones, y usted lo acaba de mencionar, fue la amenaza de la “ideología de género” y la negativa a que las mujeres tengan autonomía en sus cuerpos. Desde esa perspectiva cuál debería ser el papel de una persona que representa a la iglesia pero que también tiene una apuesta por la defensa de los derechos humanos, como es su caso.

Si alguna tarea hay desde los liderazgos espirituales profundos es el respeto a la dignidad de todos los seres humanos, independientemente de su sexo, de su raza, de su orientación sexual, de su cultura, para todos absoluto respeto e invitar a las personas hacia ese respeto de la dignidad de los otros.

Está dirigiendo ahora la Comisión de la verdad, ¿qué retos se presentan para la Comisión en medio de esta coyuntura política con el gobierno de turno?

El sistema de verdad, justicia, reparación y no repetición es una prolongación del proceso de paz. En la Habana se logró lo que se llama el peace making, hacer las paces y parar la guerra. Después viene la segunda parte que es el peace building, construir la paz. Nosotros somos parte del proceso de construir la paz y esa es nuestra obligación. Por eso para nosotros es muy importante que esto no se vuelva a repetir. Ha sido muy duro lo que sucedió hace tres semanas cuando el ELN hace esta barbarie del golpe a los jóvenes estudiantes de la policía en Bogotá, eso nos llenó de dolor por los muchachos y sus familias. Pero no debemos olvidar también el dolor por los campesinos y por tantas victimas en Colombia. Luego nos saltó una gran preocupación y es que el país vuelva a polarizarse y creer que la única solución es la guerra. La pregunta que uno debe hacerse en ese contexto es si estamos dispuestos a esperar tres mil victimas más para sentarnos a negociar.

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Hay una ventaja que tiene la Comisión y es somos una institución de Estado, nosotros no somos una ONG de derechos humanos, no somos un centro de investigaciones privado, somos además la más independiente de todas las instituciones de Estado, no dependemos de presidencia de la república como por ejemplo el Centro Nacional de Memoria Histórica que sí depende del presidente. No dependemos del Congreso, ni la Rama Judicial. Somos autónomos, pero además responsables de esclarecer qué fue lo que pasó en el conflicto para que eso no vuelva a pasar. Invitar al reconocimiento de las víctimas y señalar responsabilidades, construyendo la convivencia y reconciliación en los territorios, en eso estamos.

No dependemos del Congreso, ni la Rama Judicial. Somos autónomos, pero además responsables de esclarecer qué fue lo que pasó en el conflicto para que eso no vuelva a pasar.

Hablando un poco de los detractores del proceso de paz y de las personas que afirman que la paz no sucedió ¿Cómo podemos abandonar esta condición de país mágico-mítico en donde creemos que firmando un papel las cosas suceden?

Justamente por eso, para salirnos de papeles, nosotros vamos directamente a las victimas, al sufrimiento humano en Colombia. No hay familia en Colombia que de alguna forma no haya sido golpeada por el conflicto. Empresarios que fueron extorsionados o con familias secuestradas, periodistas que fueron asesinados, académicos que también murieron. Asesinatos masivos, masacres, los falsos positivos, por todas partes está el dolor. Nosotros tenemos que liberarnos del discurso, porque como el dolor produjo tanto sentimiento de indignación y de rabia, eso se montó en discursos políticos excluyentes, esos que dicen: ustedes o nosotros. Eso se montó después en símbolos que se pasan en cadenas de Whatsapp, en la televisión, para manipular los sentimiento de la gente, lo único que nos libera de eso es ver el dolor humano, dejarnos de tonterías porque el dolor humano está por todas partes. Es igual el dolor de una madre de un guerrillero que el dolor de una madre de un soldado muerto, es igual el dolor de la esposa de un desaparecido que el dolor de un secuestrado que no llega. Hay una cosa que es muy interesante para explicar lo que quiero decir, a mí me gustó mucho la forma en la que el papa actuó en Colombia porque es muy iluminadora. Él se dio cuenta que nosotros estábamos enfrentados entre nosotros por estos discursos políticos y se puso por encima de eso, siempre llamando a la paz. De los cuatro días que estuvo aquí dedicó uno entero solamente a verse con las víctimas y otra cosa a propósito de las normas, cuando habló en Medellín a los obispos les dijo: no pretendan que a través de normas o leyes que le den a la gente, ustedes van a poder sacar a Colombia de donde está. Pongan sus manos en el cuerpo ensangrentado de su pueblo, de la gente adolorida. La comisión se para ahí, en esa realidad.

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Otros conflictos en el mundo como el de Sudáfrica o la antigua Yugoslavia hicieron sus procesos de posconflicto una vez finalizada la guerra. Pero aquí en Colombia estamos llevando adelante el proceso mientras defensores de derechos humanos y lideres sociales están siendo asesinados a la par. ¿Cómo están trabajando eso desde La Comisión?

Es una paradoja, se suponía que nosotros hacíamos la lectura del conflicto desde 1958 hasta finales de 2016, cuando se firma la paz. Teníamos que recomendar para que, ese conflicto que se acabó no se vuelva a repetir. Pero resulta que el conflicto está repitiéndose y no podemos dejar de fijarnos en esa repetición y es algo que nos tiene muy golpeados, porque al salir a buscar a las víctimas como lo estamos haciendo, encontramos personas re-victimizadas, llenas de temor, lideres que están siendo asesinados y a la gente que en el proceso de paz quedó con la ilusión de que ahora sí les iban a entregar las tierras que les habían arrebatado durante la guerra, no se las entregan. Nosotros estamos viviendo todo eso, una de las cosas que estamos haciendo es un trabajo en llave con la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo y nosotros para tratar de clarificar por qué las cosas continúan, qué es lo que hace que volvamos a meternos en esta locura.

¿Cuál es la responsabilidad que tienen todos los colombianos alrededor de la construcción de paz?

Yo diría que en la Habana hubo una reconciliación entre los que estuvieron en la Habana, tanto guerrilleros como representantes del Estado. Ellos cambiaron todos, pero no la sociedad colombiana. La sociedad colombiana quedó irreconciliada. Yo creo que hubo un error porque la gente no estuvo lo suficientemente comunicada y parte de construir la paz es que la sociedad se meta en esto. Cuando los premios nobel vinieron a Colombia en el 2017, repetidas veces nos dijeron: olvídense, esto no hay que dejarlo en manos de los gobiernos, esto no hay que dejarlo en manos de las burocracias. Si esto no se lo apropia la sociedad el proceso se cae. Es el pueblo el que tiene que agarrar la paz en sus manos, y garantizar que esto ocurra. Tienen que movilizarlo los jóvenes, los periodistas y los educadores. Si la sociedad no asume en sus manos y decide si vamos a vivir sin batallas, si la sociedad no lo hace, no es posible.

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¿Qué libros considera podrían dar guía para la construcción de paz en Colombia?

Hay algo que me parece la gran obra de Colombia y son los cerca de 80 tomos del Centro Nacional de Memoria Histórica, donde hay textos valiosísimos, la mayor parte de ellos son relatos de las víctimas muy bien trabajados, algunos de ellos con una gran calidad literaria. Me gusta mucho la literatura de Chimamanda Ngozi Adichie, La Comisión tomó el texto de ella sobre El peligro de la historia única e hizo un libro con un prólogo para regalarlo. Es un texto muy iluminador para lo que nosotros estamos buscando. Finalmente, los textos de Patricia Lara que considero muy importantes para ayudarnos.