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Una conversación pendiente sobre la industria musical a propósito del tema de Diamante Eléctrico

Por estos días la banda bogotana Diamante Eléctrico ha compartido en sus redes sociales publicaciones sobre las dificultades a las que se enfrentan los proyectos musicales independientes. Nos preguntamos si están obligando a los artistas a ser “influencers”, si el problema radica en el ecosistema colombiano o en las dinámicas de la industria musical global.

Diamante Eléctrico
Diamante Eléctrico se presentará en Bogotá el próximo 31 de agosto.
Cortesía Criteria media.

Crear música, componer una melodía, escribir las letras que cantamos en conciertos, en el transporte, en la ducha, es crear contenido, el contenido artístico que nos acompaña día a día. Músicos y compositores son creadores de contenido, pero no en el sentido al que estamos acostumbrados por estos días, no creadores de contenido para redes sociales, son creadores de arte.

Y como en algunos hogares colombianos cuando los más jóvenes anuncian su vocación por el arte, resuena entre músicos, productores y artistas, la pregunta “de qué va a vivir”; no sabemos desde hace cuánto esta es una pregunta constante, pero hace unos días la banda bogotana Diamante Eléctrico, con la voz de Juan Galeano y Daniel Álvarez en la guitarra, puso sobre la mesa la intensa presión económica a la que su proyecto musical se ve sometido.

“Estamos despertando a una crisis del modelo de negocio. La crisis no es nueva, pero el despertar sí, y lo vemos alrededor nuestro cada día más fuerte. En resumen: el negocio de la música está centrado en los músicos, pero en la ecuación final somos los que perdemos siempre”, escribieron los artistas en un comunicado difundido a través de sus redes sociales.

Agregaron entre los argumentos que dejan en evidencia la poca sostenibilidad del proyecto, los costos que se deben pagar a terceros, la escasa monetización que reciben por las reproducciones en plataformas de streaming , la imperante necesidad de ser quienes publicitan sus productos, álbumes y giras en sus redes sociales. Otro tema, sumado a los gastos por los eventos en vivo, es el poco o nulo pago de regalías por parte de Sayco, la “Sociedad de gestión colectiva de derechos de autor”.

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Juan y Daniel contaron además que para que la banda exista es necesario que ellos tengan trabajos paralelos, es decir, no viven con los ingresos de su música. Un hecho que de entrada abre la pregunta: si esa es la realidad de Diamante Eléctrico, una banda con una trayectoria de doce años, ganadora de tres Latin Grammy y nominados ahora en la categoría mejor canción rock de esos premios, con más de 300 mil oyentes en Spotify, qué le espera a las nuevas bandas y a los artistas emergentes.

Iván Castillo, productor musical que trabaja con artistas emergentes como la cantautora caleña Mayra Sánchez, el artista de Panamá Carlos Méndez, y que trabajó con bandas como LosPetitFellas, explica que para que un proyecto musical genere ingresos necesita de acciones sostenidas por más de tres años, un estimado de cinco años, tiempo en el que necesita sacar música, hacer shows y tener estrategias para llegar a un público y fidelizarlo.

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“Daniél Álvarez fue profesor mío en SAE, de una materia que se llamaba Bussiness plan , y siempre teníamos claro que en este momento hay muchas dificultades para hacer sostenibles los proyectos que vienen desde estos nichos alternativos y que si quieres entrar en ligas, por ejemplo, del reguetón o de la música popular, primero tienes que tener una capacidad de inversión altísima o conseguir a esos inversionistas dispuestos a dar mucho dinero”, explica.

Cuenta, además, que esta situación la viven principalmente los proyectos musicales que se han enfocado en la escena independiente y en el género alternativo o en el rock, desde su popularización en los años ochenta en el país.

Lo que nos lleva a otro lado del asunto: la relación entre los fans y los artistas . Galeano y Álvarez fueron claros en el camino por el que van a apostar para sostener el proyecto: sus fans. “Lo único que nos va a salvar es el true fan , una conversación radical y directa con quien sí está dispuesto a pagar, a oír, a tatuarse lo que hacemos. No más rezos al algoritmo para ser si hoy contamos con la suerte de que quien ya ama a nuestra banda se cruce con el post no pautado que anuncia nuevo merch, canción o gira”, concluyeron en la publicación mencionada. 

Le apuestan a su público porque en últimas, son sus seguidores quienes están dispuestos a comprar las entradas a los conciertos, las camisas, pines, discos y todo lo que la banda produce. Pero antes deben pasar de ser oyentes a fans fieles, esos que están atentos al lanzamiento del próximo sencillo, a la gira del nuevo álbum.

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Y por estos días llegar a ser fan de nuevos artistas y bandas es un camino que se ve mediado por las plataformas de streaming , a menos que estemos inmiscuidos en explorar la escena alternativa de la ciudad o del país, asistiendo a toques, por ejemplo. Y aunque este último sería un escenario ideal para todos, la poca disposición de tiempo, la movilidad y responsabilidades y gastos económicos hacen un espacio para un nicho muy reducido.

Para Castillo persiste la reticencia del público a escuchar nuevos artistas y de involucrarse con ellos y su música. “Lo que se gana con streams es muy muy poco. Uno de los esfuerzos que tienen que hacer los artistas es posicionarse en estas plataformas para ganar visibilidad, seguir procesos como presentar y distribuir un disco con un mes de anticipación para ser tenido en cuenta en las playlist editoriales y que el algoritmo funcione un poco mejor”, comenta.

El productor explica que esta es una estrategia de visibilidad, pero que está envuelta en un mar de contenido e información que “para un artista emergente no tiene un sentido tan claro, ni un retorno tan claro. Es chévere que Spotify te destaque, pero eso no te está representando una entrada económica”, puntualiza.

De músicos a 'influencers', promotores, comerciantes…

Ali Stone, cantautora y productora colombiana nominada a tres premios Latin Grammy, estrenó recientemente su álbum Pandora , que presentó en una edición especial en vinilo con bordes en forma de sierra, tan especiales que tuvieron que ser hechos a mano. El estuche es una caja de Pandora, para darle un toque más de personalización.

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Resulta que cada disco tiene un precio al público de 90 dólares (en Estados Unidos), costoso si tenemos en cuenta que un vinilo normal tiene un valor promedio de 40 dólares, y sin embargo, el precio real para que fueran una entrada de dinero rentable para Stone tendría que ser casi de 180 dólares, el doble. 

“Así venda los discos, pierdo dinero”, comenta Stone, quien afirma que una ventaja que ha tenido en su carrera artística es su versatilidad, pues, por ejemplo, en Pandora es la escritora, intérprete y editora, es decir, hizo el álbum de principio a fin. Pese a que esta modalidad le representa bajos costos de producción, llegan otros asuntos como el de los vinilos que dificultan el negocio. 

Stone cuenta que vive de la música, sí, pero no de ser cantante . Ha podido sostener su proyecto artístico gracias a trabajos paralelos que tiene, al igual que lo expresó Diamante, trabaja como productora musical, arreglista y compositora.

La artista, radicada en Los Ángeles, coincide con Castillo en que antes el negocio de la música se podía equiparar muy bien con la venta de discos, generando ganancias para los músicos. “Actualmente hay un vacío con el streaming , un vacío que se tiene que cubrir con cosas como el merch, discos, cosas creadas para los fans, camisetas”, dice el productor.

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Ese es el caso de Stone, quien entendiendo las dinámicas del mercado, desde el inicio de su carrera optó por diseñar camisetas, pines, gorras y más merch , que aunque no se vendiera al inicio, representaba una marca, Ali Stone el nombre de una artista y de una marca.

“Todos los artistas necesitan entender y fortalecer desde el principio cuál es su discurso, qué es lo que los conecta con la gente y ponerles un producto e intentar comercializarlo”, concluye Castillo.

Y aunque en esencia ese producto vendría a ser la música, en términos económicos, se necesita algo más, esos productos que la gente puede comprar, porque para los artistas, a menos que acumulen millones y millones de reproducciones en plataformas, sus canciones parecieran ser un intangible difícil de vender comercialmente.

Para promocionar un álbum o una gira, los artistas y bandas como Diamante Eléctrico se han visto llevados a las redes sociales, a sus tendencias y retos, en los que tratan de hablar de su música, pero en muchos casos ambientados en situaciones cómicas o llamativas, que traigan clics y visualizaciones y eso no está mal, pero ahora no es una opción, casi es la norma.

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En una dinámica de redes sociales, donde una persona responde preguntas casuales por otra, esperando que tengan las mismas respuestas al final, Álvarez coincidió con Galeano en que algo que le molestaba al segundo era hacer precisamente ese tipo de videos.

Pero parece ser que en estos días es muy difícil que los artistas no sean sus propios medios publicitarios. En este panorama ser introvertido entonces sería un obstáculo más para los artistas emergentes que necesitan dar visibilidad a su música y no precisamente expresándose en la tarima, con su voz o con su instrumento en mano.

Dicho de otro modo, solo ser músico no funciona como negocio. Al igual que en otros emprendimientos, es necesario que el artista no solo esté empapado de técnicas de mercadeo, marketing , comunicación, derechos de autor, logística, tendencias y hasta diseño, se requiere un conocimiento más profundo en estas áreas. Da la sensación entonces de que solo así, haciendo malabares y siendo "toderos", se podría pensar en la música como proyecto de vida.

La solución tampoco son las regalías

Aunque en el imaginario colectivo tenemos presente que los artistas reciben dinero de regalías por el uso de sus obras, y así debe ser, del recaudo de dinero al pago por esos derechos de autor hay un proceso largo y truncado.

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Juan Galeano expresó que recibir el dinero de sus regalías por parte de Sayco ha sido demorado y que la representación de los artistas no ha sido la mejor. “Cómo es posible que tu propia recaudadora, que está viendo por tus derechos, va a querer callarte, intimidarte, demandarte o entutelarte”, dijo Galeano en un reciente video sobre su relación pasada como asociado a Sayco, en el que además contó que desde 2020 no ha recibido los pagos debidos a través de su nueva recaudadora, la estadounidense BIM.

Castillo, por su parte, reconoce que no trabaja con sus artistas representados a través de Sayco. “He conocido casos de colegas que hacen la recaudación por Sayco y han llegado a la conclusión de que pueden hacer una recaudación con otro tipo de sociedad de gestión colectiva, como BIM que son de Estados Unidos, con todo el proceso de pago de impuestos y demás, les retribuye más que Sayco” , ejemplifica.

Y añade que “la razón de eso es que no se entiende a Sayco. Uno entiende qué es lo que cobran y cómo le cobran a uno, pero no cómo pagan. No hay una claridad y se percibe un sistema arcaico, pese a que no soy un experto en Sayco, no hay un buena imagen de Sayco".

Por su parte, Sayco respondió a la banda a través de un comunicado, que resultó en el video de Galeano detallando la situación vivida con la sociedad. "Sabemos que el ecosistema musical actual cambia continuamente, lo que requiere adaptarse y revisar los paradigmas que históricamente han guiado este negocio", aseguraron en el comunicado e indicaron que la banda actualmente no está afiliada a Sayco, sin profundizar en la situación o mencionar la relación que existió en años anteriores. Además, respondieron a la polémica pautando en un medio de comunicación que favorece su propia gestión.

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En el mapa de soluciones aparecen opciones necesarias y urgentes como revisar la relación de recaudadoras de regalías con sus artistas y las fechas de esos pagos, así como replantear la relación de poder que existe entre músicos independientes con las plataformas de streaming .

Por ahora, el negocio sigue recayendo en los hombros de los artistas, avocados al multitasking y el mercadeo, una carga que puede ser más liviana si encuentran entre millones de usuarios a sus fanáticos.

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