Bajo la amenaza de una pena de cárcel, María Aliójina pudo salir de Rusia clandestinamente, disfrazada de repartidora de comida, y unirse el jueves por la noche al resto de la banda en Berlín para el primer concierto del grupo en dos años.
"Slava Ukraini!" (Gloria a Ucrania), gritó Aliójina desde el escenario, dando inicio a la primera gira de la banda en más de dos años. Las ganancias de su gira europea, bautizada "Riot Days", se destinarán a grupos de ayuda a Ucrania. Aliójina, de 33 años, llegó a Alemania tras un periplo que la llevó a Bielorrusia, Lituania e Islandia.
Desde su polémica actuación en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú en 2012 para condenar el apoyo de la Iglesia ortodoxa a Putin, el colectivo feminista ha advertido repetidamente contra el "totalitarismo" desenfrenado del mandatario ruso.
"Aquí no hay nazis"
Combinando proyecciones de video, palabras y rap cantado sobre un fondo de saxofón, acid jazz y ritmos electrónicos, la banda arremetió contra lo que llamó el sistema de represión interna y agresión extranjera de Putin.
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El espectáculo incluyó también una sección final filmada este mes en Ucrania, con imágenes brutales del sufrimiento de los civiles. "¡Bucha! ¡Bucha! ¡Bucha!", gritó Aliójina cuando el nombre de esta ciudad en la periferia de Kiev donde las tropas rusas han sido acusadas de crímenes de guerra apareció en rojo en la pantalla del escenario. El Kremlin niega que sus tropas participaran en las atrocidades.
"Mamá, aquí no hay nazis", susurró Aliójina, haciéndose pasar por un soldado ruso ficticio al que sus superiores le dicen que están luchando para "desnazificar" a Ucrania.
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Antes del concierto, Aliójina dijo a la prensa que quería usar la fama del grupo para enfocar la atención del mundo en los "crímenes" de Putin. "La censura ha empeorado en Rusia y ahora puedes ir a la cárcel 15 años por publicar fotos de Bucha", dijo en inglés. "Y es ilegal llamar a la guerra guerra, y queremos llamar a la guerra guerra porque es una guerra y no una operación especial".
"Profundo respeto"
Aliójina fue condenada en septiembre pasado a un año de libertad restringida por protestar a favor del opositor ruso encarcelado Alexéi Navalni, pero en abril las autoridades tomaron medidas para convertir esta pena en prisión firme.
Para ella es crucial que las personas en los países occidentales usen su libertad para presionar a sus gobiernos con tal que se mantengan firmes frente al "régimen" ruso.
"Creo que lo principal es no ser indiferente ante la situación y no pretender que no existe", dijo Aliójina a los reporteros. "La gente se está muriendo y la gente en Rusia va a la cárcel, para mí lo peor es la indiferencia", añadió.
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Otra miembro de la banda, Olga Borisova, acusó a los países occidentales de "hipocresía" por no haber tomado medidas más firmes contra Moscú tras la anexión de Crimea en 2014 y haber seguido importando gas ruso.
"Dejen de comprar petróleo y gas (rusos) porque ese dinero se destina a encarcelarnos y golpearnos en manifestaciones, a envenenar a los opositores, a reprimirnos y matar a ucranianos inocentes", dijo a los periodistas.
Una estudiante de 28 años de Crimea, que se presentó únicamente con su nombre de pila, Yana, para proteger a su familia ucraniana, opinó que las Pussy Riot vieron hace 10 años lo que los países occidentales comienzan a vislumbra ahora. "Las Pussy Riot entendieron desde el inicio lo que estaba pasando en Rusia, bajo Putin", dijo. "Ellas han sacrificado mucha libertad para decir la verdad. Cuentan con todo mi respeto".
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