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El músico de la semana: Aleksandr Skriabin

Nuestro invitado de esta nueva edición de El músico de la semana es Aleksandr Skriabin, uno de los más emblemáticos pianistas y compositores de finales del siglo XIX, quien falleció el 27 de abril de 1915 en Moscú, Rusia. Le contamos de su vida y obra.

El músico de la semana: Aleksandr Skriabin

Aleksandr Skriabin nació el Moscú el 6 de enero de 1872 en una familia aristócrata. Era hijo de un abogado y de una talentosa pianista. Fue el único hijo de pareja, su madre murió un año después de su nacimiento y su padre pasó el resto de su vida en el servicio consular ruso, principalmente en Turquía. Aleksandr fue criado por su tío Lyubov, su abuela y una tía abuela.

Aleksandr Skriabin consideraba el sonido como una esencia espiritual, un vehículo de expresión y liberación metafísicas.

Para él, una armonía o una sonoridad constituían canales de acceso a una energía ultramundana. La lectura de Nietzsche, el acercamiento a los círculos teosóficos y el contacto con el simbolismo ruso lo empujaron a buscar en la música la traducción de conceptos filosóficos y místicos superiores.

Junto con Debussy, fue uno de los primeros en plantear una estrecha vinculación entre percepción y sensación. En su personal visión, colores y timbres no eran simples cualidades de la materia sino principios de resonancia espiritual.

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La primera composición orquestal en que Skriabin realiza plenamente estos ideales es Prometeo: el poema del fuego , compuesto entre 1909 y 1910, y estrenado en Moscú el 15 de marzo de 1911.

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Los efectivos requeridos son imponentes y dan fe del temperamento visionario del músico. Además de una orquesta rebosante de instrumentos de viento, hay una parte de órgano y otra de piano que oscila entre el individualismo propio del concierto y la integración dentro del conjunto sinfónico.

El coro interviene como un instrumento más y desempeña un importante papel simbólico (sus integrantes iban vestidos de blanco), aunque en un segundo momento Skriabin consideró opcional su presencia.

Asimismo, el compositor preveía la utilización de un teclado luminoso que proyectaba colores relacionados con el plano armónico de la obra.

La fascinación de Skriabin por Prometeo tiene un marcado acento metafísico.

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En su violación de los dictámenes de Júpiter, la figura de Prometeo se asemejaba para el compositor ruso a la de Lucifer, quien se rebeló contra Dios. Ambos sugieren el principio de un desafío individual ante el poder supremo, en un titánico esfuerzo de superación de uno mismo. En Prometeo, semejante aspiración se plasma en un grandioso y ambicioso bloque de música de veinticinco minutos de duración. Acorde con los propósitos mesiánicos del autor, la pieza establece un recorrido progresivo hacia lo sobrio. El comienzo, con su representación del caos, ofrece una de las grandes invenciones armónico-tímbricas de Skriabin: el llamado acorde místico .

Aleksandr Skriabin mostró a temprana edad su talento como pianista y eventualmente formó parte de la gran generación de pianistas rusos que incluyó a Rachmáninov, Lhevinne y Medtner.

En este sentido tuvo entre sus modelos sobre todo a Chopin y a Liszt; de Chopin tomó la extrema dulzura de las melodías, la distinción y el gusto por las sutilezas armónicas, mientras que de Liszt tomó el énfasis, la voluntad de expresión, el carácter tremendo y a veces ajeno a toda medida terrena de su música.

En la madurez de su vida creativa Aleksandr Skriabin comenzó a tener un creciente interés por la filosofía y el misticismo los que precipitó un cambio radical en su pensamiento, su vida y su música. Las obras que van desde el Op.30 hasta El poema divino Op.43 (su Tercera Sinfonía) representan el intenso surgimiento de un estilo más individual, y la alta productividad en el año 1903 fue el resultado de este descubrimiento de un idioma más personal.

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Dejó Rusia y pasó seis años en Italia, Suiza y Bruselas, abandonando a Vera Ivánovna Isakóvich, su esposa y a sus cuatro hijos por una joven admiradora, Tatiana Schloezer.

La devoción de esta mujer a Skriabin estimuló su música y sirvió para estrechar aún más su mirada dentro de un mundo cada vez más egocéntrico en el cual la creatividad y el genio propios llegaron a ser su exclusivo interés.

En 1905 conoció la enseñanza teosófica de Madame Blavatsky y rápidamente la colocó en un sitial de privilegio por sobre Nietzche. Llenó libretas de apuntes con notas filosóficas, la mayoría inconexas, y un extenso poema, Poema Extaza (El poema del éxtasis), que se convirtió en la base de su siguiente obra orquestal, así como de la Quinta Sonata. Aunque en las obras para piano que van desde el Op.44 al Op.57 se adentró en un nuevo estilo, esto quedó mejor representado por El poema del éxtasis para orquesta, completado en 1908 y estrenado ese año en Nueva York.

En su Tercera Sinfonía, Aleksandr Skriabin intentó trazar una especie de biografía del espíritu humano avanzando hacia su liberación suprema , estado al que él llamaba juego divino. Pero, al margen de su idealismo programático, la Tercera Sinfonía en do menor, de Aleksandr Skriabin, subtitulada El poema divino, es una obra de excelentes valores formales, sonoros y expresivos.

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El estreno mundial de la Tercera Sinfonía de Aleksandr Skriabin, tuvo lugar en París, en 1905, bajo la dirección de Artur Nikish.

Podrá escuchar obras maravillosas de Aleksandr Skriabin en la nueva edición de El Músico de la semana el lunes 28 de abril a las 3:00 p.m. por la señal en vivo de la HJCK.