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Andrés Calamaro y las heridas en la relación con su público

El argentino Andrés Calamaro vivió un momento de tensión con su público durante su presentación en el Arena Cañaveralejo de Cali el 17 de mayo al defender la tauromaquia. La discusión pasó a redes sociales con mensajes despectivos del artista contra quienes se oponen a esta práctica y a sus comentarios durante el concierto. Nos preguntamos por la construcción de la relación de los artistas con sus fanáticos, que hace tiempo pasó de ser de una vía, a un diálogo, con los conciertos como el encuentro más cercano.

Andrés Calamaro y una relación fracturada con su público
El músico argentino Andrés Calamaro actúa en el escenario durante la gala Persona del Año 2021 de la Academia Latina de la Grabación, en honor al músico-actor-activista panameño Rubén Blades, en el Michelob Ultra Arena del Mandalay Bay en Las Vegas, Nevada, el 17 de noviembre de 2021.
Valerie MACON / AFP

Cantantes y agrupaciones miden el éxito de sus canciones en función de las cifras, cantidad de discos vendidos, número de reproducciones, posiciones en las listas de reproducción, entradas vendidas a sus conciertos, pero la mística que genera su arte no puede cuantificarse, solo es dimensionada por el artista cuando está sobre un escenario. Un intercambio de voces, lágrimas, carteles, banderas, una comunidad creada alrededor de su música.

La comunidad que el argentino Andrés Calamaro ha congregado gracias a sus canciones no es menor, pero los asistentes a su concierto en la Arena Cañaveralejo de Cali el 17 de mayo vivieron un concierto marcado por su postura a favor de la tauromaquia y los abucheos de quienes no apoyan esta práctica.

La relación de Calamaro con sus seguidores no se resquebraja porque sea taurino precisamente, sino por su reacción contra quienes corearon sus canciones y silbaron sus comentarios.

“Quiero dedicar esta canción a todos los toreros, ganaderos, banderilleros y aficionados que se quedaron sin trabajo, porque votaron para eso, para dejarlos en la calle. Lo siento, están cancelados, hasta nunca”, dijo Calamaro mientras cantaba su icónica canción ‘Flaca’. Tras ser silbado, dejó el escenario.

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Ante esta situación, vale la pena traer a colación al filósofo francés Jacques Rancière, quien habla de los espectadores como agentes activos e inteligentes y que se opone a la idea del artista como un “maestro moral o estético” en ‘El espectador emancipado’ (2008).

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El escenario entonces no puede convertirse en un púlpito desde el que se señala con desdén. Es un lugar de comunión y diálogo entre el artista y el público en el que se crean vínculos y se evocan memorias colectivas. Incluso, como ha ocurrido con otros artistas activistas de diversas causas, el diálogo sí puede encaminarse a temas álgidos y de debate y posturas opuestas, con el respeto como norte.

“Colombia es taurina como es musical, es tradicional, cultura, trabajo y libertad. Eso no va a cambiar. Nótese la educación exquisita de los argumentos y luego la violencia infantil infame que largan los cobardes animalistas bajo su mentiroso manto de piedad que esconde un egoísmo imperdonable y un claro desdén por los derechos de los humildes”, reprochó el argentino en sus redes sociales tras lo ocurrido en Cali.

La postura de Calamaro, que no es nueva y ha manifestado en varias de sus presentaciones es polémica y cuestionada por diversos sectores, como ocurrió en 2022 en La Macarena de Medellín cuando dijo “Ojalá La Macarena vuelva a estar llena de toros y todas las plazas de Colombia también”. Sin embargo, la cuestión en particular es la fractura con su audiencia que suponen sus comentarios que directamente la agreden.

Si bien, el cantante alude a la libertad de expresión para hacer eco de su postura en defensa de los taurinos, recae sobre él una responsabilidad como figura pública no solo por sus comentarios, sino por el respeto a un público que ha pagado entradas para escucharlo.

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Y aunque haya “ejecutado las 22 canciones del repertorio completo”, como explicó en sus redes, del artista no esperamos una lista de chequeo con todas sus canciones, sino una experiencia cercana en la que caben anécdotas, propuestas de matrimonio, fotos y hasta alguna interpretación abajo de la tarima. Todo esto en un ambiente de respeto y gratitud, hacia sus fanáticos, quienes llenan las plazas, y hacia el artista, portador de la magia.

El arte puede incomodar, abrir preguntas y debates, ha sido incluso un motor de cambio social, pero no a costa de insultar a una audiencia por estar en contra de los ideales del artista.

“Resumiendo, los animalistas nazis son miedosos y burros, ignorantes que creen besar el cielo como Jimi Hendrix en Foxy Lady. Lo cierto es que son arrastrados ignorantes que creen pertenecer a una legión de ángeles”, escribió Calamaro en la mañana de este lunes en un mensaje todavía más fuerte contra quienes han criticado en redes sociales su actuación en Cali, mensaje que posteriormente eliminó de Instagram.

El pecado de Calamaro es despreciar a seguidores de sus canciones por no favorecer su activismo.

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