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Poemas de San Juan de la Cruz

San Juan de la Cruz fue un destacado místico, poeta y sacerdote católico, conocido por su papel fundamental en el desarrollo de la literatura mística española del siglo XVI. A continuación, algunos de sus poemas fundamentales.

San Juan de la Cruz
La obra literaria de San Juan de la Cruz es eminentemente espiritual y poética. Entre sus escritos más famosos se encuentran "La Noche Oscura del Alma", "Cántico Espiritual" y "Llama de Amor Viva".
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Noche oscura

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual. 

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

¿Quién fue San Juan de la Cruz?

San Juan de la Cruz, cuyo nombre secular era Juan de Yepes Álvarez, nació en Fontiveros, España, en 1542. Fue un destacado místico, poeta y sacerdote católico, conocido por su papel fundamental en el desarrollo de la literatura mística española del siglo XVI, así como por su asociación con Santa Teresa de Jesús en la reforma de la Orden de los Carmelitas. Sus obras, en particular sus poemas líricos y sus escritos teológicos, lo han consagrado como una de las figuras más importantes de la literatura española y de la espiritualidad cristiana.

Juan de Yepes Álvarez se unió a la orden carmelita en 1563, adoptando el nombre de Juan de San Matías. Durante este tiempo, conoció a Santa Teresa de Jesús, con quien compartía una visión reformista de la orden. Juntos, establecieron los cimientos de lo que más tarde se conocería como los carmelitas descalzos, una rama reformada de la orden carmelita que enfatizaba la vida contemplativa y la austeridad.

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La obra literaria de San Juan de la Cruz es eminentemente espiritual y poética. Entre sus escritos más famosos se encuentran "La Noche Oscura del Alma", "Cántico Espiritual" y "Llama de Amor Viva", obras que exploran las profundidades de la experiencia mística y el camino hacia la unión con Dios. Sus poemas, caracterizados por su intensidad lírica y su riqueza simbólica, han sido objeto de estudio y admiración a lo largo de los siglos.

San Juan de la Cruz fue también un ferviente defensor de la contemplación como camino hacia la unión con lo divino, y sus enseñanzas teológicas influyeron en la espiritualidad cristiana posterior. Fue canonizado como santo por el papa Benedicto XIII en 1726 y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Pío XI en 1926.

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Llama de amor viva

Canciones del alma en la íntima comunicación, de unión de amor de Dios. 

¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,que a vida eterna sabe,y toda deuda paga!
Matando. muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandoreslas profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a su Querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

Entréme donde no supe

Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia tracendiendo.

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I

Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi
sin saver dónde me estaba
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí
que me quedé no sabiendo
toda sciencia trascendiendo.

II
De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta
era cosa tan secreta
que me quedé balbuciendo
toda sciencia trascendiendo.

III
Estava tan embebido
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo
toda sciencia tracendiendo.

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IV
El que allí llega de vero
de sí mismo desfallesce
quanto sabía primero
mucho baxo le paresce
y su sciencia tanto cresce
que se queda no sabiendo,
toda sciencia tracendiendo.

V
Cuanto más alto se suve
tanto menos se entendía
que es la tenebrosa nuve
que a la noche esclarecía
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia tracendiendo.

VI
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda sciencia tracendiendo.

VII
Y es de tan alta excelencia
aqueste summo saber,
que no ay facultad ni sciencia
que la puedan emprender
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
yrá siempre tracendiendo.

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VIII
Y si lo queréis oýr
consiste esta summa sciencia
en un subido sentir
de la dibinal esencia
es obra de su clemencia
hazer quedar no entendiendo
toda sciencia tracendiendo.

Coplas del alma que pena por ver a Dios

Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?

Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

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Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.

Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.

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¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.

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Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.

¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?

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