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Diamela Eltit: la intimidad de un espejo roto

La escritora chilena Diamela Eltit inspecciona los sentimientos de la marginalidad y el mundo popular y a través de relaciones, a veces muy claras y otras más incipientes, logra exponer un sistema instaurado desde la crueldad y el individualismo.

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Diamela Eltit ha sido galardonada con el Premio Nacional de Literatura en 2018 y en 2021 con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
Cortesía

“¿Me escuchas?”, pregunta una y otra vez, se acomoda en su silla y estira desde abajo la blusa de seda negra que ese día lleva puesta. En el reflejo de su propia imagen en la pantalla advierte que tiene las gafas torcidas y el cabello bien peinado. Se sonríe a sí misma y saluda: “Hola, hola, ¿me escuchas”, vuelve a decir. “Mi voz, la voz… fue difícil encontrar mi voz, yo sabía que quería escribir, pero no sabía cómo. Hice tantos intentos, trabajé en la forma en la que hablaban mis personajes, que era tan diferente a cómo yo misma hablaba, pero los situé a mi lado. ¿Me entiendes? Estaban parados en el mismo lugar que yo, vivían conmigo, pero estaban afuera, inmediatamente afuera de mí”. Diamela Eltit escarba en su cabeza el recuerdo de esa mujer que un día fue: marcada por la opresión y presa de la irrefutable ambición de ser escritora.

La chilena, que hoy en día goza de gran reconocimiento —bien merecido— en la literatura de lengua castellana, representa de forma estricta una obra basada en el deseo y en la fidelidad. Sus libros, tan diferentes en sus convenciones y contenidos, están conectados entre sí por un tópico: su poética. Se podría decir que la poética es uno de los temas que Eltit busca, estudia, escudriña y perfecciona en cada libro. “Si me preguntas qué es la poética puedo decir que es el movimiento y el lenguaje. Pero, sobre todo, es la forma en la que el universo de la historia se cohesiona: el idioma, el tacto, los nombres de las calles. Para mí es importante que el relacionamiento de mis personajes no esté mediado por tensiones de poder”.

En sus historias, Eltit inspecciona los sentimientos de la marginalidad y el mundo popular, traslada a lugares y personajes dudas profundamente filosóficas y a través de relaciones, a veces muy claras y otras más incipientes, logra exponer un sistema instaurado desde la crueldad y el individualismo. En Impuesto a la carne (Seix Barral, 2010), por ejemplo, una madre y una hija “bajas, feas, seriadas” son maltratadas por médicos y enfermeros, pero estos hombres y mujeres del hospital son apenas una excusa para darle ojos, manos, dientes y lengua a toda la institucionalidad que juega en contra de los pobres, de la vida. En este libro, la enfermedad del cuerpo femenino infesta como por raíces nacidas en el hospital a toda la patria, a toda la tierra. Lo enfermo bulle en todas partes y la memoria del pasado termina impuesta en forma de artificio, de simulación.

“Me interesa crear una narrativa firme. Que desde lo colectivo hable la intimidad”, asegura Eltit. En 1998, la académica estadounidense Lauren Berlant publicó un ensayo que tituló Intimidad, en él aborda la frontera entre la intimidad y lo público, y se pregunta cómo hemos construido ese concepto que llamamos “mi vida íntima”, cuando son algunas de esas acciones que creemos íntimas, o sea privadas, o sea propias, las que el sistema instaura para mantener una especie de uniformidad en los sujetos. “Esto quiere decir que la sociedad liberal se fundó en la migración de las expectativas de intimidad entre lo público y lo doméstico”, escribió Berlant.

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En la obra de Eltit, el yo , individualizado y atomizado, usurpa el lugar de lo público: lo hace suyo y en ese trasegar se convierte en un nosotros. “La interioridad de lo íntimo está acompañada por un hacer público equivalente”, dijo Berlant, entonces Eltit logra que lo íntimo hecho público afecte al sistema y no al contrario, como generalmente pasa. Los personajes de la escritora chilena no tumban al sistema, pero lo corroen, lo atraviesan, lo saquean de significado y eso, al menos en el paisaje narrativo, equivale al triunfo.

“Me llama mucho la atención este tipo de literatura que he llamado literatura selfie. Has visto que las seflies son fotografías que nos tomamos nosotros mismos. Nos interesa que los otros vean cómo nos vemos a nosotros mismos. Así es ese tipo de literatura, una conversación del yo con yo, pero con la convicción que a los demás les interesa cómo hablo yo conmigo misma. Lo importante de la literatura es el diálogo del colectivo, la literatura no tiene que servir para nada, pero sí debe al menos ubicarse en un punto social e incluso geográfico más allá de la exploración del espejo”, advierte Diamela Eltit.

Al principio se mencionó que la obra de Eltit está basada en el deseo y la fidelidad. Y esa palabra, deseo, termina acaparando varias frases de la escritora. "El deseo, por ejemplo, es una tensión fascinante que se puede encaminar de todas las formas: sociales, eróticas, físicas, mentales" y en sus libros esa tensión, ese constante ir y venir de las historias, cumple con eficacia llevar al lector a contraerse y expandirse como un nervio, como un calambre. Sin ninguna duda, Diamela Eltit es una escritora que convirtió su espejo en una ventana y, más allá de verse a sí misma, logró ver afuera —y ese afuera también es el adentro—.

¿Qué libros ha escrito Diamela Eltit?

Algunos libros escritos por la escritora chilena Diamela Eltit son “El ojo en la mira”,
“Lumpérica”, "Fuerzas especiales", "Impuesto a la carne" y "Jamás el fuego nunca".

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Esta es una colección especial de libros de Diamela Eltit publicada por el sello Seix Barral.
Cortesía