En el arrullo de Montevideo, el 24 de octubre de 1886, nació Delmira Agustini, una de las voces más singulares de la poesía latinoamericana. Su obra, marcada por un erotismo sin precedentes en su época, desbordaba pasión, sensibilidad y una inquietante cercanía con la muerte. En una sociedad que, a principios del siglo XX, aún consideraba la poesía como un terreno exclusivo de los hombres, Agustini rompió barreras y se adentró en territorios prohibidos para las mujeres, abordando el deseo femenino con una voz intensa y descarnada.
El erotismo en su poesía
La poesía de Agustini refleja una lucha constante entre el alma y el cuerpo, el deseo carnal y la espiritualidad. Con versos que oscilan entre la ternura y la violencia, creó un universo donde lo erótico y lo místico se entrelazan. “El alma es un cisne blanco que canta en una laguna, y el cuerpo es el manto oscuro que lo envuelve en noche de luna”, escribió Agustini, encapsulando esa dualidad que recorrió su vida y obra.
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Sus primeros dos libros, El libro blanco (1907) y Cantos de la mañana (1910), son testimonio de una poética que se adentra en los abismos del deseo. Mientras otros poetas de la época abordaban el amor desde una perspectiva masculina y contenida, Agustini ofrecía una mirada femenina audaz y desinhibida. En uno de sus versos más emblemáticos de El libro blanco, dice:
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"Yo muero extrañamente... No me mata la Vida,
No me mata la Muerte, no me mata el Amor;
Muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
De un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida
Devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?"
Este fragmento revela el desasosiego interior de la poeta, donde el deseo y el amor parecen insaciables, conduciéndola a una muerte simbólica.
Una poesía audaz y radical
En su libro Los cálices vacíos (1913), Agustini da un paso más allá en la exploración del erotismo. Aquí, su poesía se torna más madura, su lenguaje más audaz y sus imágenes más radicales. La crítica literaria ha señalado que Agustini fue una de las primeras poetas en romper el paradigma de la mujer objeto, transformándose en sujeto activo del deseo. La escritora argentina Alfonsina Storni, una de sus contemporáneas, dijo sobre ella: "Delmira era fuego, ardor y estremecimiento, una voz que se levantaba en medio del murmullo de su tiempo".
La tragedia y el silencio
Agustini no solo vivió con intensidad su vida poética, sino también su vida personal. Su matrimonio con Enrique Job Reyes fue breve y tumultuoso, lleno de conflictos, que culminaron en su separación apenas semanas después de casarse. Sin embargo, la tragedia marcó su destino cuando, el 6 de julio de 1914, Reyes la asesinó en un cuarto de hotel, poniendo fin a la vida de la poeta a los 27 años. La crítica literaria ha asociado esta trágica muerte con los temas recurrentes de la pasión y la muerte que Agustini exploró en su obra.
La escritora uruguaya Juana de Ibarbourou, quien también fue una gran figura de la poesía latinoamericana, dijo sobre su muerte: "Delmira se nos fue demasiado pronto, pero su fuego arde en cada palabra que dejó escrita. Su poesía es como una llama perpetua que seguirá iluminando las sombras del deseo y la muerte".
Un legado inolvidable
Delmira Agustini fue una pionera en la expresión del deseo femenino en la poesía latinoamericana. Su obra, marcada por una rica simbología y una audaz exploración del erotismo, sigue siendo relevante hoy en día. Al leer sus poemas, uno se enfrenta a la dualidad constante de la vida y la muerte, el amor y la desesperación, temas universales que la convierten en una figura inmortal en la historia de la literatura.
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