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Cinco poemas para leer en el Día de la Tierra

En el Día de la Tierra compartimos poemas que hablan de la naturaleza, de los recursos que por estos días escasean, y de nuestra relación con el entorno vivo.

Cinco poemas para leer en el Día de la Tierra
Cada 22 de abril, desde 1970, se conmemora el Día de la Tierra.

“Perturbar abejas” - Ida Vitale


En esta ciudad verde,
no siempre en flor,
a veces hay abejas.
Pero nada tan vano
como abejas sin flores y sin polen.
Un perfume las pierde:
el vaho culinario de las bayas
violetas del junípero
las lleva hacia el desastre:
entran por la ventana,
sobrevuelan el vapor
que va a ahogarlas.

Sólo el equívoco
y dulce disparate
pone el caos en orden:
algo de miel en el alféizar
desata el nudo apiario
y las quita del sitio equivocado
que adelanta su muerte.

Ahora ¿quién las guarda?,
¿adónde huyen cuando todo se nubla?,
¿qué flor mínima encuentran?

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“133” - Emily Dickinson


El agua se aprende por la sed
La Tierra, por los Océanos atravesados
El Éxtasis, por la agonía,
La Paz, la cuentan las batallas,
El Amor, por el Hueco de la Memoria
Los Pájaros, por la Nieve

“Una hoja de hierba” - Walt Whitman


Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.

“Porque soy la fuerza de lo innombrado” (traducción) - Elicura Chihuailaf


He soñado en la Luna creciente
—dice
y he trabajado los campos
Antes que las palabras
y que las flores fui
(y más lejos)
Para mis hijas construyo
la casa de plata
mientras con el cabello
al viento
cabalgo sobre el arco iris
Soy el agua que corre
Dormido va el mar en mí
y despierta la montaña
Porque soy la fuerza de
lo innombrado, dice
corona del sol: Tu canto.

“A una rosa” - Sor Juana Inés de la Cruz


Rosa divina, que en gentil cultura
Eres con tu fragante sutileza
Magisterio purpúreo en la belleza,
Enseñanza nevada a la hermosura.
Amago de la humana arquitectura,
Ejemplo de la vana gentileza,
En cuyo ser unió naturaleza
La cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva en tu pompa, presumida
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida.

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De tu caduco ser das mustias señas!
Con que con docta muerte y necia vida,
Viviendo engañas y muriendo enseñas.

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