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Cinco poemas del escritor brasileño Antonio Cícero

Compartimos una selección de poemas del escritor, poeta, compositor y filósofo brasileño Antonio Cícero, quien falleció este 23 de octubre a los 79 años tras someterse a la eutanasia en Suiza.

Cinco poemas del escritor brasileño Antonio Cícero
El poema "Guardar" de Antonio Cícero fue incluido en la antología "Los cien mejores poemas brasileños del siglo", organizada por el curador literario brasileño Ítalo Moriconi.
Tomada de: Diario O Globo

Guardar


Guardar una cosa no es esconderla o encerrarla.
En cofre no se guarda nada.
En cofre la cosa se pierde de vista.
Guardar una cosa es mirarla, fijarla, mirarla por
admirarla, esto es, iluminarla o ser iluminado por ella.
Guardar una cosa es vigilarla, esto es, hacer vigilia por
ella, esto es, velar por ella, esto es, estar despierto por ella,
esto es, estar por ella o ser por ella.
Por eso se guarda mejor el vuelo de un pájaro
que pájaros sin vuelos.
Por eso se escribe, por eso se dice, por eso se publica,
por eso se declara y declama un poema:
Para guardarlo:
Para que él, a su vez, guarde lo que guarda:
Guarde lo que sea que guarda un poema:
Por eso la jugada del poema:
Por guardarse lo que se quiere guardar. 

El país de las maravillas

No se entra en el país de las maravillas
pues él queda del lado de afuera,
no del lado de dentro. Si hay salidas
que dan a él, están seguramente en la orla
iridiscente de mi pensamiento,
jamás en el centro vago de mi yo.
Y si me entrego a las imágenes del espejo
o del agua, teniendo en el fondo el cielo,
no piensen que me enamoré de mí.
No: bueno es verse en el espacio diáfano
del mundo, cosa entre cosas que hay
en la lumbre del espejo, fuera de sí:
pez entre peces, pájaro entre pájaros,
un día paso entero hacia allá.

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Canto XVII

Dorado al sol
al fondo azul de abril
sintiendo la brisa
y la chispa en sí
le raja la frente el plomo de una bala
y una pasta de sesos y sangre se escurre por la grieta
y él cae con un golpe seco sobre la tierra y muerde el polvo.
Anocheció
tan lejos de Larissa y de su padre desamparado y solo.
Tenía por suya la gloria mineral del cielo.

Algunos versos

Las letras blancas de algunos versos me acechan
de pie desde el fondo azul de una pantalla detrás
de la cual la luz natural atraviesa la ventana
por donde al levantar la mirada casi nada
veo el sol abierto amarillear las hojas
de la acacia en alborozo: Marcelo está
a punto de llegar. Y de repente, de fuera
del presente, sólo me parece recordar
todo esto como algo que no ha de volver
jamás y en lágrimas exulto
de sentir falta precisamente de la tarde
que me baña y escurre rumbo al mar sin orillas
de cuyo fondo vino para ser mundo
y se encendió hecho un fósforo, y es tarde.

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Narciso

Narciso es hijo de una flor acuática
y de un río meándrico. Es líquido
cristalizado de forma precaria
y preciosa, y que trae el secreto
de su origen en el semblante vívido
aunque reflexivo. Osaría
definirlo como aquél en el que la vida
misma se retrata. Es pues fatídico
que, después de encontrarse, él se pierda
y al conocerse también se olvide,
si está en la confluencia de la verdad
y de la ilusión cuando los verdes márgenes
de la fuente enmarcan su imagen fluida
y fugaz de agua sobre agua cerúlea.

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