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Cinco poemas de Santa Teresa de Ávila

Porque la poesía es una forma de oración y eso lo sabían las místicas y las religiosas, a continuación presentamos cinco poemas de Santa Teresa de Ávila. Ella fue una figura prominente dentro del misticismo cristiano y una de las grandes exponentes de la literatura mística en la historia de la Iglesia Católica.

Santa Teresa de Ávila
Otras obras importantes de Santa Teresa de Ávila incluyen "Camino de perfección", escrito en 1566, que es un tratado sobre la oración y la vida espiritual, y "Las Fundaciones", donde describe la fundación de conventos de la Orden de Carmelitas Descalzas. También escribió numerosas cartas y poemas religiosos.
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Oración

Nada te turbe;
nada te espante;
Todo se pasa;
Dios no se muda;
la pacïencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene,
nada le falta.
Sólo Dios basta.

Gloria a Dios Padre,
gloria a Dios Hijo,
igual por siempre
gloria al Espíritu.
Amén

¿Quién es Santa Teresa de Ávila?

Santa Teresa de Ávila, también conocida como Teresa de Jesús, fue una destacada escritora, mística y religiosa española del siglo XVI, nacida en 1515 en Gotarrendura, provincia de Ávila, España, y fallecida en 1582 en Alba de Tormes. Es una figura prominente dentro del misticismo cristiano y una de las grandes exponentes de la literatura mística en la historia de la Iglesia Católica.

Teresa de Ávila es conocida por sus obras literarias, especialmente por sus libros autobiográficos y tratados espirituales. Su obra más destacada es "El libro de la vida" o "Las Moradas", escrito en 1565, donde describe su experiencia mística y su camino espiritual hacia la unión con Dios. Este libro es considerado una obra maestra de la literatura mística y ha tenido una gran influencia en la espiritualidad cristiana.

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Dichoso el corazón enamorado

Dichoso el corazón enamorado
que en sólo Dios ha puesto el pensamiento,
por Él renuncia todo lo criado,
y en Él halla su gloria y su contento.
Aún de sí mismo vive descuidado,
porque en su Dios está todo su intento,
y así alegre pasa y muy gozoso
las ondas de este mar tempestuoso.

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En una profesión

¡Oh qué bien tan sin segundo!,
¡oh casamiento sagrado!
Que el Rey de la Majestad,
haya sido el desposado.

¡Oh qué venturosa suerte,
os estaba aparejada,
que os quiere Dios por amada,
y haos ganado con su muerte!
En servirle estad muy fuerte,
pues que lo habéis profesado,
que el Rey de la Majestad,
es ya vuestro desposado.

Ricas joyas os dará
este Esposo Rey del cielo.
Daros ha mucho consuelo,

que nadie os lo quitará.
Y sobre todo os dará
un espíritu humillado.
Es Rey y bien lo podrá,
pues quiere hoy ser desposado.

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Mas os dará este Señor
un amor tan santo y puro,
que podréis, yo os lo aseguro,
perder al mundo el temor,
y al demonio muy mejor,
porque hoy queda maniatado;
que el Rey de la Majestad,
ha sido hoy el desposado.

Ayes del destierro

¡Cuán triste es, Dios mío,
la vida sin ti!
Ansiosa de verte,
deseo morir.

Carrera muy larga
es la de este suelo,

morada penosa,
muy duro destierro.
¡Oh dueño adorado,
sácame de aquí!
Ansiosa de verte,
deseo morir.

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Lúgubre es la vida,
amarga en extremo;
que no vive el alma
que está de ti lejos.
¡Oh dulce bien mío,
que soy infeliz!
Ansiosa de verte,
deseo morir.

¡Oh muerte benigna,
socorre mis penas!
Tus golpes son dulces,
que el alma libertan.
¡Qué dicha, oh mi Amado,
estar junto a Ti!
Ansiosa de verte,
deseo morir.

El amor mundano
apega a esta vida;
el amor divino
por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿quién puede vivir?
Ansiosa de verte,
deseo morir.

La vida terrena
es continuo duelo:
vida verdadera
la hay solo en el cielo.
Permite, Dios mío,

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que viva yo allí.
Ansiosa de verte,
deseo morir.

¿Quién es el que teme
la muerte del cuerpo,
si con ella logra
un placer inmenso?
¡Oh! sí, el de amarte,
Dios mío, sin fin.
Ansiosa de verte,
deseo morir.

Mi alma afligida
gime y desfallece.
¡Ay! ¿quién de su amado
puede estar ausente?
Acabe ya, acabe
aqueste sufrir.
Ansiosa de verte,
deseo morir.

El barbo cogido
en doloso anzuelo
encuentra en la muerte
el fin del tormento.
¡Ay!, también yo sufro,
bien mío, sin ti.
Ansiosa de verte,
deseo morir.

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En vano mi alma
te busca, oh mi dueño;
Tú, siempre invisible,
no alivias su anhelo.
¡Ay! esto la inflama,
hasta prorrumpir:
Ansiosa de verte,
deseo morir.

¡Ay!, cuando te dignas
entrar en mi pecho,
Dios mío, al instante
el perderte temo.
Tal pena me aflige
y me hace decir:
Ansiosa de verte,
deseo morir.

Haz, Señor, que acabe
tan larga agonía;
socorre a tu sierva
que por ti suspira.
Rompe aquestos hierros
y sea feliz.
Ansiosa de verte,
deseo morir.

Mas no, dueño amado,
que es justo padezca;
que expíe mis yerros,
mis culpas inmensas.
¡Ay!, logren mis lágrimas
te dignes oír:
Ansiosa de verte,
deseo morir.

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Alma buscarte has en mí

Alma, buscarte has en Mí,
y a Mí buscarme has en ti.

De tal suerte pudo amor,
alma, en mí te retratar,

que ningún sabio pintor
supiera con tal primor
tal imagen estampar.

Fuiste por amor criada
hermosa, bella, y así
en mis entrañas pintada,
si te perdieres, mi amada,
Alma, buscarte has en Mí.

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Que yo sé que te hallarás
en mi pecho retratada,
y tan al vivo sacada,
que si te ves te holgarás,
viéndote tan bien pintada.

Y si acaso no supieres
dónde me hallarás a Mí,
No andes de aquí para allí,
sino, si hallarme quisieres,
a Mí buscarme has en ti.

Porque tú eres mi aposento,
eres mi casa y morada,
y así llamo en cualquier tiempo,
si hallo en tu pensamiento
estar la puerta cerrada.

Fuera de ti no hay buscarme,
porque para hallarme a Mí,
bastará solo llamarme,
que a ti iré sin tardarme
y a Mí buscarme has en ti.

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