Inquisición medieval
La Inquisición surgió con el propósito de suprimir la herejía. Durante la Edad Media, la Iglesia desempeñaba un papel fundamental como vínculo unificador y ejercía una influencia significativa en la formación y promoción de la cultura. Su influencia penetraba en el pensamiento de la sociedad, a pesar de que a menudo tenía dificultades para satisfacer por completo las aspiraciones religiosas que generaba.
Por un lado, los monjes y las monjas vivían aislados del mundo, mientras que los sacerdotes seculares estaban profundamente inmersos en él. Este contraste generaba insatisfacción en la población, que veía con desconfianza las riquezas y ambiciones de la alta jerarquía eclesiástica, así como los concubinatos y la decadencia moral que se observaba en algunos miembros del clero. El pueblo juzgaba a la Iglesia a la luz del ideal que esta misma institución había intentado inculcar: el del cristianismo primitivo, un ideal que solo se cumplía parcialmente en la vida monástica.
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Magia y actos mágicos
El pensamiento mágico no representa simplemente una fase primitiva del pensamiento científico, sino que constituye un sistema complejo y coherente en sí mismo. Al igual que la ciencia, el pensamiento mágico busca imponer un orden, aunque difiere en su enfoque en cuanto al principio de causalidad.
Los actos mágicos cumplen funciones específicas en la vida social, como provocar a distancia la curación o la enfermedad, influir en la fortuna, modificar las condiciones meteorológicas para restaurar el orden de la naturaleza perturbado por una fuerza externa. Dentro del chamanismo, todas las prácticas relacionadas con la salud, establecer un contacto con los difuntos para que sus poderes sobrenaturales influyan en la existencia de los vivos, y los maleficios o rituales de vudú son ejemplos de actos mágicos que desempeñan roles precisos dentro de una comunidad.
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Brujería
Lo que comúnmente se conoce como brujería, es decir, la amplia variedad de prácticas mágicas que se encuentran en todas las culturas es un tema que no admite discusión. En estas prácticas, lo que prevalece es un fundamento de fe y una cosmovisión distinta, por lo tanto, su realidad y existencia dependen de aquellos que las practican y aquellos que las experimentan. Si las personas creen y están inmersas en un mundo donde tales fenómenos son concebibles, estas comunidades tendrán sistemas internos en su cultura que permitirán que estas prácticas existan y tengan efectos tangibles en los individuos. Los estudios antropológicos han demostrado esto de manera concluyente: ya sea en cuestiones de muerte, daño, enfermedad o curación, estas prácticas pueden tener un impacto real, no solo simbólico.
La brujería diabólica generalmente implica un requisito fundamental: la realización de un pacto con el Demonio, en el cual se compromete el alma del individuo y se reniega de la fe cristiana. A cambio de este pacto, se obtienen poderes sobrenaturales malignos, con la capacidad de causar daño y maldad a voluntad. Por lo general, la intención es infligir daño y promover el mal. Estas prácticas suelen ser de naturaleza colectiva, tanto en su formación como en sus objetivos, con individuos que se agrupan en sectas con la intención de perjudicar a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, también puede ocurrir que se cause daño a un individuo específico o que haya brujas que actúen de manera "independiente". Es importante mencionar que en la historia europea, el papel de bruja estuvo principalmente asociado con las mujeres. Las acusaciones de brujería solían dirigirse hacia grupos marginados de la sociedad, quienes, en última instancia, representaban el aspecto oscuro y enigmático de la misma sociedad, generando así temor.
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