
Aunque Franz Kafka había publicado en vida seis libros -el más importante de ellos había sido "La metamorfosis" (1915)- su fama puede considerarse póstuma y arranca con la publicación de "El proceso". Luego seguirían "El Castillo" (1926) y "América" (1927), todas obras que Kafka había dejado inconclusas.
No sólo por la editorial, "Die Schmiede", sino también por su origen, "El Proceso" es una novela que está ligada a Berlín. La historia del libro se fragua el 12 de julio de 1914, durante un encuentro ya legendario entre Kafka y su prometida, Felice Bauer, en un hotel de la capital alemana.
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En sus diarios, Kafka describiría ese encuentro en el Askanischer Hof, en el que rompió su compromiso con Felice, como "un juicio en un hotel" en el que un tribunal, formado por Felice, su hermana Erna y su amiga Grete Bloch, lo "condenaron" por dejarla.
Ese encuentro desató un proceso creativo que llevaría al manuscrito de 171 páginas que se convertiría en "El proceso", después de que Max Brod, amigo y albacea literario de Kafka, ordenase las páginas sueltas y las retocara para darles cierta unidad narrativa.
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Entre agosto de 1914 y enero de 1915, en plena I Guerra Mundial, Kafka trabaja en el texto en el que cuenta cómo Josef K. es acusado de un delito que no sabe cual es y que lo lleva a perderse en los laberintos de la burocracia.
Kafka trabajaba en varios capítulos al mismo tiempo y en diez cuadernos distintos, cada uno de 40 páginas. Al final, el escritor arrancó las páginas de los cuadernos, las ordenó en diversos montones y se dedicó a hacer correcciones y cambios.
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Publicación póstuma
En vida de Kafka solo se publicó un fragmento de "El proceso", en septiembre de 1915 en la revista "Selbswehr". Y luego el escritor le regaló el manuscrito a Max Brod.
En 1918 le pidió a su amigo que quemara todos sus manuscritos que no hubieran sido publicados y repitió ese deseo antes de su muerte el 3 de junio de 1924 en un testamento escrito entre 1920 y 1921.
Brod, como es bien sabido, no cumplió la voluntad de Kafka y un año después de su muerte publicó, en "Die Schmiede", la primera edición de "El proceso".
El orden de los capítulos fue decidido por Brod basado, según su propio testimonio, en las lecturas en voz alta que había hecho Kafka de la novela. El orden establecido por Brod ha sido posteriormente cuestionado y ligeramente variado en otras ediciones.
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Lecturas varias
Las interpretaciones de la novela también han sido variadas. Ha habido enfoques religiosos, como el de Brod -según él Joseph K. está enfrentado a su propia conciencia- visiones existencialistas que consideran la novela como la presentación de su ser humano enfrentado al absurdo y también análisis políticos que ven en la obra la descripción de un aparato totalitario que sepulta a los individuos.
No faltan quienes -a partir de esta última visión- vean en "El proceso", y en otras obras de Kafka, lo que serían los totalitarismos modernos con los campos de concentración nazis -en los que morirían las tres hermanas del escritor- y los gulags soviéticos.
En todo caso, el asombro ante la obra empezó muy pronto. Ya en 1926 el crítico Kurt Tucholsky calificó "El proceso" como el libro más inquietante y más impactante de los últimos años. "Franz Kafka -pronosticó- crecerá en los años posteriores a su muerte".
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La voluntad de Kafka, según Tuchosky, era similar a las de los fundadores de religiones y los pocos libros que habían dejado eran libros que nunca se leían por última vez. Las interpretaciones no han cesado a través de los años.
El Museo Judío de Berlín tuvo abierta una exposición entre el centenario de la muerte de Kafka -el año anterior- y el centenario de la publicación de "El Proceso" dedicada al diálogo de las artes plásticas con la obra kafkiana y con la idea de los accesos cerrados como hilo conductor.
El la obra de Kafka están cerradas las puertas del paraíso y nadie llega a donde quiere llegar. La pretensión del escritor, se sabe por los diarios, era lograr sacar a sus personajes de esa desgracia, pero no llegó a conseguirlo. Por ello pidió que sus manuscritos fueran quemados, los veía como fragmentos inconclusos que no llegaban a donde habían debido llegar.
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