Carlos II, llamado "El Hechizado", fue el último rey de la casa Habsburgo en España y murió e1 01 de noviembre de 1700, sin descendencia alguna y con una vida marcada por la desgracia que le provocaron las múltiples malformaciones congénitas durante su vida. En muchos de los retratos que encargaba a los artistas de la corte, su aspecto, aunque buscaba disimularlo, era cada vez peor: una frente estrechísima, los labios caídos, gesticulaciones torpes y un cuerpo desmedido.
Carlos II llevaba en su cuerpo la suma de todas las deformaciones faciales que durante varios siglos, hizo popular la leyenda de los Habsburgo. Su gran nariz, achatada hacia el labio superior, contrastaba con la prominente mandíbula inclinada hacia adelante, un prognatismo característico de su familia.
En una reciente investigación, la revista Annals of Human Biology publicó un estudio que analizaba una a una las malformaciones faciales que sufrieron los miembros de la dinastía de los Habsburgo, y cuya descendencia ocupó el trono español con sus esposas e hijos durante varias generaciones. En el estudio se sugiere que la típica "mandíbula de Habsburgo" que presentan los miembros de esta estirpe, cuya principal característica es el prognatismo, se vio reforzada por la endogamia dominante en la familia durante más de dos siglos.
El estudio detectó una estrecha relación de consanguinidad calculada a partir de un árbol genealógico con más de 6.000 individuos pertenecientes a más de 20 generaciones, y el grado de prognatismo mandibular, también con la deficiencia maxilar. Además, la investigación concluyó que, por ejemplo, si Felipe El Hermoso tenía un grado de consanguinidad del 0,025, el de Carlos II, el último representante de la dinastía, era del 0,25, es decir que el 25% de sus genes estaban repetidos.
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Estas conclusiones surgieron después de analizar 66 retratos de quince miembros de esta familia, que se encuentran conservados en algunos grandes museos del mundo, como el Museo del Prado o el Museo de Historia de Arte de Viena, de donde proviene el 70% de los cuadros analizados. El estudio comenzó por analizar a María de Borgoña, esposa del emperador Maximiliano I de Habsburgo, que es quien muestra el menor indicio de malformación. Luego, se analizó al hijo de ambos, Felipe el Hermoso, su padre, el Emperador Maximiliano I, y la esposa de Felipe, Juana de Castilla.
También se realizó el análisis de los retratos de Margarita de Austria, hermana de Felipe el Hermoso, que resultó ser la que presenta un mayor grado de deficiencia maxilar; luego, con Carlos I e Isabel de Portugal, Felipe II y sus mujeres Isabel de Valois y Ana de Austria, Felipe III y Margarita de Austria, y Felipe IV (el monarca que presenta un mayor grado de prognatismo, según el estudio) y sus dos esposas, Mariana de Austria (que era su sobrina) e Isabel de Borbón. Las dos primeras esposas de Felipe II, María de Portugal y María I de Inglaterra, no se analizaron al no existir fuentes confiables.
Los Habsburgo conformaron varias generaciones de matrimonios endogámicos cuyo principal objetivo era asegurar la influencia de la familia en la Europa de los siglos XVI a XVIII, pero lo que no podían saber de ningún modo es que precisamente aquello que pensaban que los haría más poderosos fue lo que acabaría a la larga con su dinastía. Los autores del estudio concluyen que "las causas de la relación entre consanguinidad y la deformidad facial siguen sin estar claras del todo, el principal efecto del apareamiento entre parientes es un aumento de las posibilidades de que la descendencia herede formas idénticas de un gen de ambos padres. Esto reduce la aptitud genética de las personas, por lo que la 'mandíbula de Habsburgo' debe considerarse una condición recesiva".